Antes que nada, Rurouni Kenshin no me pertenece, en lo absoluto. Lo único que puedo decir que es relativamente mío es la historia y un par de personajes… --U

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CAMINANDO ENTRE SOMBRAS

Capítulo Uno:

Misión en Florida

"Gato Negro, ¿me escuchas? Repito, ¿Gato Negro me escuchas? ¡Respóndeme! ¿Dónde demonios estás metida?"

"Umm… oh, perdón debo haberme quedado dormida…"

"Pues despierta ya, es tu turno de aparecer en escena."

"Bueno, ¿dónde está el Tanuki?"

"Aquí estoy; empieza tan pronto y te diga, ¿de acuerdo?"

"Perfecto, lista cuando quieras."

Una sombra se movió por el techo de una bodega en Florida, todos sus movimientos monitoreados por un par de personas esperando a unos cien metros de ahí.

"Está bien Gato, los códigos están dentro y el reloj ha marcado el inicio del fin" dijo el Tanuki.

"Qué poético" contestó el Gato Negro.

"¡Deja de estar perdiendo el tiempo y muévete!" gritó una voz imperiosa.

"¡Lo siento! Cielos, este trabajo te matará algún día… je, je"

La sombra abrió una ventana del techo y entró.

"Estoy adentro" dijo el Gato Negro.

"Bien, déjanos ver" contestó alguien joven.

El Gato Negro se puso lentes de visión nocturna y encendió una cámara para que los que se encontraban afuera pudieran observar con detalle lo que pasaba en el interior de la bodega. Después de moverse por los oscuros corredores en busca de una puerta, el Gato se detuvo y abrió una. Adentro había una pequeña oficina desordenada con un escritorio en el centro cubierto de papeles igual de desordenados.

"¿Qué está pasando?" dijo el Tanuki una vez reunido con el grupo de afuera. Se quitó la máscara que le cubría el rostro y reveló a una bonita mujer. Volteó a ver la computadora que otra muchacha usaba y pudo ver un par de manos moviendo papeles del escritorio.

"Tan sólo vean este desorden. Es peor que mi departamento" dijo el Gato con tono divertido.

"Deja de bromear y termina el trabajo"

"Ssórdenes Washi"

El Gato se movió a través de la oficina hasta encontrar una caja fuerte. De una maleta que cargaba sacó un extraño artefacto parecido a un botón y lo pegó a la caja cerca del candado de combinación. Lo abrió y conectó un cable, mismo que terminaba conectado en la computadora. Las personas de afuera pudieron ver la computadora sacando una larga lista de números hasta que una luz verde indicó que la combinación había sido encontrada. Los números adecuados fueron presionados y la caja se abrió.

"¡Vaya! Miren esto" dijo el Gato sacando una bomba, "es una belleza."

"Gato, sólo una persona como tú puede encontrar la belleza en una bomba" dijo Washi, la misma dueña de la voz imperiosa de hace unos instantes, que ahora más bien sonaba un poco desesperada.

"Es que tan sólo mírenla, ¡es un clásico!"

"Deja de decir tonterías. La puedes desarmar, ¿o no?"

"¿Bromeas? La misma pregunta ofende, es como preguntarle a un pez si puede nadar. Hasta dormida podría desactivar una bomba de este estilo… y de cualquier otro, para el caso."

El Gato se dispuso a trabajar, conectando más cables a la bomba y obteniendo la información necesaria.

"Fase uno completa. Ahora señoritas, si me disculpan" el Gato Negro apagó la cámara y dejó los lentes. En su lugar encendió una pequeña lámpara que sostuvo entre sus dientes mientras se peleaba con tuercas y tornillos para quitar la cubierta. Si sus cuentas no iban mal, tendría que desactivarla en menos de quince minutos. Pudo descubrirla finalmente para encontrar una multitud de cables de muchos colores que daban a todos los controles de la bomba.

"Muy bien señoritas, es tiempo de hacer apuestas. Bien, ¿qué opinas, Niña Comadreja?"

"¿A qué te refieres?" preguntó la misma persona joven de hace rato.

"Quiere decir qué color crees que será. En muchas bombas hay cables de colores y sólo uno la desactiva. Si adivinas qué color es, ganas" respondió el Tanuki.

"Damas, por favor, tengo rojo, amarillo, blanco, verde y azul. Opino que $50 al rojo… siempre es rojo. ¿Qué dices Washi?"

"Mmm… oh, está bien… verde"

"¡Perfecto! $50 para el verde de parte de nuestra siempre alegre líder Washi, ¿alguien más?"

"Amarillo" aseguró firmemente la Niña Comadreja.

"Azul" dijo el Tanuki.

"¡Excelente! Ya van $50 para el amarillo de la pequeña Comadreja y otros más para el azul del adorable Tanuki. ¿Seguras todas? Porque aquí voy"

El Gato Negro comenzó a revisar cuidadosamente cada cable. Era todo un desastre y le tomó varios minutos decidir cuál.

"Demonios, esto se ve peor que mi cabello cuando estoy recién despierta."

Después de unos cuantos minutos encontró el correcto.

"¡Eureka, lo tengo!"

"Está bien Einstein, apresúrate" dijo el Tanuki.

A través del intercom pudieron escuchar el satisfactorio click que significaba que la bomba acababa de ser desactivada. Otro más se escuchó, esta vez para señalar que el Gato había cortado un pedazo del cable para probar al ganador. La joven dentro de la oficina por fin pudo empacar todo, regresar la ahora completamente inútil bomba a la caja fuerte, cerrarla y empezar su camino de regreso a sus compañeras. Estaba por atravesar el umbral de la puerta cuando se detuvo súbitamente. Al lado de la caja dejó los lentes de visión nocturna y regresó trotando por ellos.

TICK… TICK… TICK…

Un extraño sonido llamó su atención. Inspeccionó el cuarto con su lámpara, pero no halló nada que pudiera estar produciendo semejante ruido.

"¿Qué pasó Gato, por qué no te mueves?" preguntó la Comadreja al notar que su compañera ya casi ni respiraba. "¿Sigues ahí?"

"¿Puedes escuchar eso?" fue todo lo que obtuvo por respuesta.

"¿Escuchar qué?"

"¡SHHH!"

El Gato se movió a través de la oficina, inspeccionándola nuevamente, ahora con detenimiento. Por alguna razón se vio con dificultad para respirar apropiadamente. Encontró una puerta bien camuflajeada en la oscuridad e intentó abrirla, sólo para encontrarse con que tenía seguro.

¡WHAM!

"¡Gato! ¿Qué demonios fue eso?" preguntó Washi alcanzando a escuchar el impacto a través del intercom.

"Eso… fue mi pie contra una puerta"

"¿Una puerta?"

"Hay un ruido chistoso de aquí y…"

Las palabras fueron cortadas abruptamente de la boca del pequeño Gato que en esos momentos aún permanecía inmóvil dentro de la bodega. Por al menos 10 segundos todo permaneció en total silencio.

"¿Gato?" preguntó Washi tentativamente.

"¡Washi!" replicó el Gato en una voz extrañamente aguda y atragantada, "¿recuerdas toda esa palabrería sobre la confianza mutua que debe haber en este equipo y cómo debemos acatar ciegamente las órdenes de las otras para salvar nuestro trasero y blah, blah, blah?" dijo con una voz igual de aguda, pero bastante apresurada, casi incomprensible.

"…sí… ¿por qué?"

"¡Excelente!" exclamó el joven Gato, que, sin pensarlo dos veces, volteó abruptamente, dejó caer todo lo que llevaba a la mano, salvo los lentes, los cuales se puso lo más rápido que pudo, a la vez que iniciaba una apresurada carrera lejos de la oficina, "es… hora de que… lo pongas… en práctica" la escucharon decir con respiración entrecortada provocada por su carrera, "y… muevas a todas… a cuando menos… unos cuantos… kilómetros… de donde están… y rápido…"

Sin más opción, mas que obedecer, Washi simplemente intercambió un par de miradas inseguras con el resto de sus compañeras y lo más rápido que pudo empezó a empacar todo junto con el Tanuki y la Comadreja.

Mientras tanto, el Gato negro corría desesperadamente corredor tras corredor, buscando una salida lo más alejada posible de esa oficina. Para su mala suerte, resultó que dentro del pequeño clóset que abrió con una patada se encontraba ni más ni menos que otra bomba que por el momento señalaba un escaso minuto antes de su detonación. El Gato era hábil para desarmar bombas, pero no tanto… dudaba que con toda la habilidad del mundo reunida pudiera desarmarla en tan poco tiempo. Ahora tan sólo esperaba salir viva de ahí.

Finalmente vislumbró una pequeña esperanza. Al final del largo corredor al que había salido estaba una ventana. Estaba en el tercer piso, y el primero era bastante alto, pues ahí se encontraba la bodega. Aquí, en los pisos de oficinas sobre el lugar, se imaginaba que, a lo mucho, unos treinta metros la separaban del suelo… vaya opción. Pero al fin de cuentas supuso que tendría mejor oportunidad de sobrevivir y salir con sólo unos cuantos huesos rotos si llevaba a cabo la tan descabellada idea de arrojarse al vacío, de la que tenía quedándose justo en el lugar que estaba.

Sin pensarlo ni un segundo más, retrocedió un poco para ganar impulso y se lanzó lo más rápido que sus piernas le permitieron hacia esa ventana. La bomba aparentemente no quería dejarla salir sana y salva.

3…

"No lo voy a lograr" pensó amargamente mientras más se acercaba a la ventana.

2…

"Ya casi llego"

1…

"¡AAAAHHHHH!" gritó cuando se arrojó por la ventana.

Washi, Tanuki y Comadreja abordaron un trío de motocicletas que las esperaban a unos cuantos metros de su actual locación. Sin alcanzar exactamente el kilómetro que el Gato pidió un estruendo llegó a sus oídos.

¡BOOOOOMMM!

Rechinando las llantas, las tres se detuvieron. Washi vio con horror la gran explosión de la bodega y las rápidas llamaradas inundando el lugar que poco a poco se precipitaba en escombros. La noche dejó caer un pesado silencio alrededor del equipo.

"¡NOOOOO!" gritó la Comadreja.

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En una elegante sala de juntas, en un banco importante de Nueva York, estaban sentadas cinco mujeres en una elegante mesa cuadrada de madera, aparentemente recién aceitada; sus rostros se reflejaban en la superficie. A pesar de que el lugar hedía a lujo, con su impecable suelo alfombrado con carísimas alfombras hindúes hechas totalmente de seda, sus altos ventanales con sus largas cortinas de terciopelo rojas y sus paredes de madera adornadas aquí y allá con cuadros, este detalle caía como fondo sin importancia alguna para las mujeres ahí reunidas.

En un extremo de la mesa se hallaba Tokio, una mujer alta de piel blanca y ojos y cabello café oscuro. Su cabeza estaba agachada, difícilmente ocultando su angustia y expresión triste. Sin embargo, a todo su alrededor se podía sentir un aire de superioridad y control que la delataban como Washi, líder del grupo presente en Florida.

A ambos lados suyos estaban sus compañeras Tanuki y Comadreja. La primera, de nombre Kaoru, joven, expresiones faciales más bien delicadas, cabello negro atado y tez dorada. La segunda, Misao, más bien con rasgos de niña hiperactiva y una larga trenza negra que se balanceaba de lado a lado como un péndulo a cada movimiento que realizaba. No hacía falta mencionarlo, una mirada bastaba, pero ambas mantenían expresiones de angustia y temor.

En las siguientes dos sillas, de frente, estaban sentadas dos mujeres que no habían estado en la misión anterior. Megumi, una de ellas, era también alta, probablemente la más alta del grupo, piel blanca, casi pálida, con largo y sedoso cabello negro, demasiado lacio para su gusto. Sostenía una expresión seria, casi aburrida, que desbordaba dignidad. No era prudente atravesarse en el camino de esta mujer. Al lado de Misao estaba la segunda mujer, Akane, alta también, mas no tanto como las otras dos, con características corporales claras: su piel y su cabello del tono más claro de café que se pueda hallar sin caer en el güero. A diferencia de las demás, parecía ser la más calmada, su cara de inocente revelando que sus pensamientos se hallaban lejos de ahí, concentrada en algo más alegre.

Un suspiro emanó de la boca de Tokio y el silencio de varios minutos se rompió. La mayor parte de ellas se hallaba tensa e impaciente, pero fue Tokio la que finalmente lo expresó dejando su lugar para caminar de un lado a otro.

"Tranquila, estoy segura de que todo saldrá bien" dijo débilmente Misao, difícilmente creyéndoselo ella misma.

Una puerta se abrió frente a ellas y entraron dos mujeres. Una era hermosa y joven, probablemente entrando en sus treintas, y la otra era una niña güera que probablemente ni la mayoría de edad alcanzaba aún, soportándose a sí misma en un par de muletas a causa de una pierna enyesada desde el tobillo hasta casi donde se unía con la cadera. Al verlas a todas ahí reunidas sonrió de oreja a oreja y levantó una señal de 'Amor y Paz' con los dedos de su mano derecha. El quinteto ahora reunido dejó salir el aire que cada una inconscientemente contuvo desde que la manija de la puerta empezó a dar vuelta. Esta niña era el Gato Negro.

"Bravo" comenzó la mujer mayor que, para hacer juego con su atuendo, tenía lápiz labial verde puesto, "el lugar era una trampa y nadie nunca supo nada. ¿Y osan llamarse a sí mismas espías?" terminó con un indiscutible tono de sarcasmo.

"¡Fue un error! No somos perfectas" dijo Misao con un leve tinte de desprecio e indignación en su voz.

"No recuerdo haber pedido opinión"

"…yo…"

"Tokio, supongo que la líder puede tener algo coherente qué decir"

Tokio miró fijamente a la recién llegada después de despegar sus ojos de la pequeña güera. Después de la explosión habían corrido lo más pronto que pudieron hacia los escombros de la bodega para hallar al pobre Gato sangrando, con una pierna doblada en un extraño e inusual ángulo, e inconsciente, debajo de un contenedor de basura. Aparentemente el enorme contenedor de plástico hizo algo para tanto amortiguar su caída, como para protegerla de la terrible explosión de la que fue víctima.

Inmediatamente los médicos llegaron y se la llevaron sin decir nada al equipo más que regresaran a Nueva York. Esa había sido la última vez que vieron a su compañera antes de recibir noticia de que debían reunirse para discutir el caso. Ahora viéndola ahí, con nada mas que una pierna enyesada, Tokio se sentía con más seguridad para hablar y enfrentar cualquier ola de furia que la otra recién llegada pudiera arrojarle.

"A decir verdad, no. Aparentemente la desactivación de una bomba llevó a la activación de otra. Una trampa ingeniosa de la cual no nos dimos cuenta, me temo."

"Si me preguntas, eso no fue de gran ayuda. ¿Alguna idea de quién pudo haber sido el responsable?"

"¿En verdad hará mucha falta preguntar?" interrumpió el Gato, "me huele a que nos tropezamos con una trampa marca Hiko Seijuro. A lo mejor sus muchachos se empezaron a aburrir y decidieron divertirse un poco" dijo con tono monótono y desinteresado mientras jalaba un par de hilos sueltos de su yeso.

"No debemos saltar a conclusiones"

"Lo siento Yumi… todo fue mi culpa. Me hago enteramente responsable por los daños…" dijo Tokio aludiendo a la mujer con boca pintada de verde.

"¡De ninguna manera!" casi gritó Misao "si mal no recuerdo, somos un equipo. Compartimos tanta culpa como tú."

"Misao, te aconsejo que te mantengas callada" replicó secamente Yumi. La joven chica tenía serios problemas con la autoridad y para mantener la boca callada. Difícilmente tenía tiempo para pensar dos veces en lo que decía, ya que tan pronto y algo empezaba a asomarse en su mente simplemente lo dejaba salir por su boca. Siendo Yumi la dueña y respaldo financiero del equipo aquí presente, Misao por lo general se metía en varios problemas a causa de su boca ocasionándole severas sanciones, siendo éste un ejemplo.

"Lo siento señorita Yumi."

"Esto fue muy peligroso para ustedes, pero me alegra que se encuentren bien y que Setsuna halla salido con sólo un par de golpes y una pierna rota" su voz se suavizó al decir esto, mirando brevemente a Setsuna, el Gato Negro, antes de volver a dirigirse a las demás, "pero como le dije, no debemos saltar a conclusiones tan pronto… Tokio, quiero una investigación completa de lo que pasó en esa bodega. Asesina, secuestra, soborna, haz lo que quieras, no me interesa, pero quiero al culpable. Esto no se quedará así."

"¡Así se habla jefaza!" exclamó una vez más Misao.

"En cuanto a ti" dijo esta vez volteando hacia la chica, "creo que necesitas aprender el valor del silencio, y para ayudarte sugiero que estés fuera de cualquier misión que se presente de aquí hasta que la pierna de Setsuna esté completamente sana." Ignorando la mirada de incredulidad de Misao se preparó para dejar el lugar. "La junta ha terminado."

Misao estuvo cerca de discutir, pero fue detenida justo a tiempo por la mano de Akane en su boca. La discusión estaba más que terminada y no era prudente reanimar la flama.

"Por cierto señoritas" dijo Setsuna felizmente antes de que la primera cruzara el umbral de la puerta, "Kaoru, Misao y Tokio me deben cincuenta dólares cada una," y sacó un trocito de cable rojo de la bolsa de su blusa.

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No será absolutamente necesario decirlo, pero todas estas mujeres eran parte de un grupo de espías y asesinas a sueldo formado por la multimillonaria Yumi Komagata. Con un imperio formado por dos bancos y dos compañías de software de los más poderosos de la ciudad heredados de su padre, Yumi respaldaba los trabajos secretos de su equipo para beneficio propio.

Tokio Nakata era la líder del grupo. En tiempos pasados ya tenía fama en el bajo mundo de ser mercenaria. Desde siempre pasó la mayor parte de su vida sobreviviendo sola, como mejor podía, confiando en sus habilidades forzadamente adquiridas, hasta que conoció a Yumi después de que la empresaria le había ofrecido un trabajo y más adelante un lugar en su aún por formar equipo. Era fuerte, de mente fría y calculadora, con un instinto de liderazgo nato, razón por la cual ocupaba el puesto que ocupaba.

Megumi Takani había sido la siguiente en llegar. De mente brillante, estudiosa de las Relaciones Internacionales, y aficionada a los juegos de estrategia, no era de asombrarse de que ella se ocupara de planear los movimientos del equipo. Debido a una serie de eventos desafortunados, se vio sumida en un mundo bajo y bordeando en lo degradante, trabajando como cantante de un bar mediocre, hasta que por mera coincidencia conoció a Yumi.

La siguiente del equipo era Akane Li, con un extenso conocimiento en todo tipo de armas. Esto no era de extrañarse si había pasado su niñez entera en una base militar junto a su abuelo. Más tarde, al morir el anciano, no había dejado el lugar, y seguía trabajando ahí hasta que la acusaron de traición y la condenaron a cadena perpetua. Fue todo un error, o al menos eso lo hicieron parecer los abogados de Yumi… Cuando Akane fue encontrada inocente y liberada, accedió a trabajar para Yumi, quien desde hacía ya buen tiempo tenía su ojo puesto en sus habilidades.

Para seguir con el recién formado equipo, la llegada de Kaoru Kamiya no estuvo a mal, ya que la niña, huérfana de un dojo de artes marciales, tenía en su poder una increíble fuerza y destreza para cualquier actividad física que le permitían ser la que afrontaba el peligro cara a cara, siendo ella la que entraba en primera instancia a dondequiera que fueran.

La más joven del equipo era el Gato Negro Setsuna. Probablemente era la única de la cual se desconocía una buena parte de su pasado. Lo que sí se sabía era que tenía pasión por la tecnología, y pasaba una gran parte de su tiempo en su taller, armando y desarmando un buen número de cachivaches electrónicos. Yumi la encontró trabajando de contrabando para la CIA. A su parecer, sería una pena desperdiciar semejante potencial.

Con el equipo relativamente completo, Yumi comenzó operaciones tan pronto y todas estuvieran en forma, pero no podían guardar la calma ya que seis meses antes de esta última misión Misao Makimachi prácticamente les cayó encima mientras, en su afán de divertirse, esta pequeña maravilla trenzada, hackeó en sus sistemas provocando la ira de Yumi. Después de rastrearla unos cuantos meses la encontraron y la llevaron ante Yumi para lo que en un inicio era planeado ser un castigo, que a final de cuentas terminó siendo un lugar en el equipo.

Ahora sí, si nada más ocurría, el equipo se complementaba perfectamente y se dedicaba a delicadas e importantes misiones. Yumi incluso se daba el lujo de contratarlas para otros aliados y el pago no era para nada modesto…

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"Srta. Komagata, hay un señor esperando aquí afuera y dice que necesita hablar con usted" dijo la secretaria de Yumi por el teléfono temprano una mañana, algunos días después de la misión en Florida.

"Dile que haga cita" respondió Yumi en tono aburrido y arrogante. Tal vez no lo parecería mientras estuviera rodeada de gente desconocida, pero en verdad Yumi no había dejado de ser una mujer caprichosa y en ocasiones irritante.

"Dice que es un asunto muy importante…"

"¿Qué es tan importante como para que no pueda esperar a hacer una cita?"

"Lo ignoro señorita, no ha querido contestar, pero se ve bastante oficial… ¿lo dejo pasar?"

"…bien, hazlo pasar"

Después de unos breves instantes tras colgar el teléfono, las altas puertas de caoba de su oficina se abrieron para que su secretaria dejara pasar a un hombre de traje gris y con un elevado ego que se podía sentir flotar a su alrededor. Era un hombre canoso con lentes redondos y un portafolio aburrido en la mano.

"Buenas tardes, Srta. Komagata" comenzó el hombre tomando asiento frente a ella sin siquiera esperar el ademán de ser invitado a hacerlo, "necesito hablar con usted de un asunto de suma importancia."

"¿En serio?" dijo Yumi un tanto molesta ante el descaro del hombre con un tono poco disimulado de sarcasmo, "en verdad espero que sea importante, señor…"

"Reed, John Reed." aprontó el hombre con aire de satisfacción.

"…Reed…" Yumi pausó un breve segundo para aguantar el increíble deseo que tenía de gritar, "pues debe estar consciente de que venir aquí así sin previa cita en verdad afecta mi horario, y estoy segura de que usted sabe que soy una mujer bastante ocupada"

¡MENTIRA! Yumi había pasado los últimos minutos tratando de no caer dormida justo sobre su escritorio. Tan sólo esperaba que Reed no hubiera notado el avioncito de papel que yacía tirado en un rincón de la oficina justo atrás de él.

"Estoy completamente consciente de lo importante que es su tiempo para usted señorita, pero no me atrevería a interrumpirla si no se tratara de algo oficialmente importante-"

"¿Oficial?" interrumpió Yumi sorprendida.

"Así es. Vengo de parte del departamento de policía de Nueva York," Reed rápidamente produjo una tarjeta de identificación y la guardó nuevamente después de un par de segundos, antes de que Yumi pudiera leerla con detenimiento, al igual que hacen casi todos los oficiales y demás, creyendo que una persona tiene una visión parecida a la de un águila. "Entiendo que en esta misma empresa de software trabaja una empleada que va por el nombre de Rebecca Jensen…"

"Disculpe, pero algo de este estilo debió usted de llevarlo ante seguridad" interrumpió nuevamente Yumi, ahora un poco más impaciente, "para empezar no conozco el nombre de absolutamente todos y cada uno de los empleados de todas mis compañías… además, asuntos como estos no son de mi incumbencia…"

"Estoy seguro de que si una de sus empleadas tiene un mal historial con la policía incluso a usted debe concernirle. ¿Se da usted cuenta de que esto puede poner en juego el funcionamiento de toda la compañía?"

"No quise decir que no me importaba en lo absoluto. Me refiero a que si viene hasta acá, sin cita previa, para simplemente informarme de algo de lo que seguridad puede ocuparse, entonces no se da cuenta del tiempo que nos está haciendo perder… a ambos."

Un tenso silencio se formó entre los dos. Por una parte estaba la multimillonaria y ahora fastidiada Yumi, que de cierta manera se veía más imponente aún con el elegantísimo acomodo de su oficina detrás de ella, y por el otro el molesto oficial con un ego que sobre pasaba lo que, en opinión de Yumi, sería normal en una ocasión como esta. Si ese hombre creía que podría más que Yumi, tanto con acciones como con palabras, estaba muy equivocado.

"En verdad estoy apenado" dijo al fin el hombre para un inesperado cambio de eventos, "pero creí que lo más adecuado era hablar con usted personalmente ya que el FBI-"

"¿Cómo?"

"El FBI señorita."

Reed tuvo que contener la gran sonrisa de enferma satisfacción que el asombro y repentino interés de Yumi había provocado en él cuando a logró ganar cuando menos su atención a la mención de los federales. Yumi sin perder compostura señaló que continuara, lo que decepcionó un tanto al oficial.

"Hemos recibido órdenes del FBI para traer una orden de arresto dirigido a la señorita Jensen, Rebecca. A decir verdad, yo no sería el más indicado para darle todos los detalles del motivo, pero lo más que puedo hacer…" Reed pausó un momento en lo que acomodaba su portafolio sobre sus piernas y lo abría, "es proporcionarle estos documentos que quizá puedan explicar un poco más de lo que yo sé con exactitud." Reed entregó a Yumi unos cuantos papeles con sellos oficiales y muchas letras.

Inconscientemente Yumi suspiró al ver la gran cantidad de trabajo que acababa de llegarle. "Ya veo… bien, puede dejarme estos papeles aquí. Antes de que se vaya por favor hable con mi secretaria y ella alertará a seguridad.

"Me parece adecuado. Muchas gracias por su tiempo señorita."

"No lo mencione… Hellen, ven y escolta al señor Reed por favor" Yumi llamó a su secretaria por el teléfono y en poco tiempo la alegre secretaria estuvo dentro señalando al oficial el camino.

Una vez sola, Yumi se puso a ojear las quince hojas que le acababan de entregar. Decidió que eran demasiadas letras como para leerlas todas y simplemente pausó a leer lo que parecía más importante. Tan pronto y se fastidiara le dejaría el resto a su secretaria, la siempre tan confiable Hellen, y le pediría un resumen de los documentos.

Para ser un reporte oficial, no decía mucho sobre la ofensa cometida por su empleada. Aunque Yumi no conociera a absolutamente todos sus empleados, el señor Reed tenía razón al decir que quizá los actos ilegales de los cuales acusaban a Rebecca pudieran tal vez poner en juego el funcionamiento de su compañía, y por esa parte Yumi tenía todo el derecho a conocer los detalles del problema. No entendía por qué en el reporte no los especificaban.

"¿Hellen?" llamó una vez más a su secretaria.

"¿Sí señorita?"

"Por favor llama a Rebecca Jensen y hazla venir a mi oficina."

Le tomó a Yumi unos cuantos minutos más de espera en lo que sus puertas se abrieran por tercera vez ese día. Cuando lo hicieron, la aludida, Rebecca Jensen, se acercó con pasos lentos hacia el escritorio de Yumi y tomó asiento después de ser indicada a hacerlo. Esperaba ansiosamente.

"Misao, ¿en qué lío te metiste ahora?" preguntó Yumi rompiendo el silencio.

"¿Cómo? ¿A qué se refiere?"

Rebecca Jensen era de hecho el nombre que Misao utilizaba para ocultar su identidad. Teniendo la personalidad inquieta y la tendencia a meterse donde no debía, incluso Rebecca Jensen resultaba afectada.

"Un oficial del departamento de policía de Nueva York vino hace unos momentos a decirme que tenía una orden de arresto contra ti, ordenada nada más y nada menos que por el FBI. Me dejó unos papeles con pocos detalles, los cuales estoy segura que tú podrás completar."

"Pero…"

"Nada de peros Misao. No sé qué demonios tendrás en esa cabeza que te haga meterte con los federales. ¿Tienes idea de cuánto arriesgas con tus jueguitos?"

"¡Pero yo no hice nada Yumi!"

Cortando los gritos de Misao otro teléfono distinto al que Yumi utilizaba para llamar a Hellen sonó justo a tiempo para detener lo que prometía ser una agitada discusión. Misao vio en esto una oportunidad para salir y posponer esto, cuando menos hasta que ella personalmente descubriera lo que ocurría. Tuvo que detenerse, sin embargo, cuando escuchó el nombre de la persona que llamaba.

"Tokio, me alegra escucharte. ¿Qué sucede, dónde estás?" dijo Yumi pasando la llamada por la bocina del teléfono para que también Misao pudiera participar de la conversación.

"Acabo de regresar y estoy en el banco" contestó Tokio, "pero debo decirte que en Florida encontré algo bastante interesante. Pensé que tal vez podría pasar a tu oficina en un momento más.

"¿Encontraste al responsable" interrumpió la incansable Comadreja.

"¡Misao! También es bueno saludarte a ti. No es exactamente el responsable, pero descubrí cierto… em… como llamarlo… '¿complot?'"

"¿Un complot?"

"Algo por el estilo Yumi… pero creo que será mejor que te lo diga una vez estando allá. ¿A qué hora puedo pasar?"

"Tan pronto como puedas. De hecho tengo un pequeño asunto pendiente y supongo que en cualquier momento antes de las próximas… dos horas" contestó Yumi volteando a ver su reloj de pulsera y luego a Misao para que no quedara duda de que el asunto pendiente era concerniente a ella. Tal parecía que Yumi iría hasta la estación de policía con ella para arreglar el 'malentendido'.

Justo después de ver que Setsuna seguía en una pieza (casi), Tokio había regresado a Miami, lugar donde se encontraba la bodega, dispuesta a hallar cualquier tipo de pistas que delataran a su enemigo. Mientras tanto, Megumi y Akane realizaron un viaje al otro extremo del país, a San Diego, California, para dejar los códigos que rescataron de la bodega para su cliente, motor de toda esta misión. Misao, Kaoru y Setsuna se habían quedado en Nueva York esperando la recuperación de Setsuna.

"Maldito tráfico" murmuró Tokio mientras dejaba el banco de Yumi en el que trabajaba para dirigirse a la oficina de Yumi. Sacando su Mustang rojo del estacionamiento, entró al continuo torrente de autos que solían pasar por la enorme ciudad.

RING

Tokio contestó su celular que sonó justo cuando se detuvo ante un rojo del semáforo mientras se dejaba lentamente arrastrar por la corriente de autos.

"¿Sí, diga?"

"Tokio, soy Akane"

"¿Qué sucede, cómo va el traslado de códigos?"

"Muy mal…"

"¿Qué?"

"Escucha, sobre las sospechas que tenías… resultaron ser ciertas. Nunca llegó nadie por los supuestos códigos. Probablemente el cliente también sea un supuesto y trabaje junto con el culpable. Si fuera tú me mantendría muy alerta."

"Me lo temía… ¿Tuvieron problemas allá en San Diego?"

"No precisamente. No había absolutamente nadie por acá y sólo espero que no sea otra trampa."

"De cualquier manera regresen de inmediato y no bajen la guardia. Tengo una ligera sensación de que habrá problemas… ¡AAAHHH!"

"¿Tokio? …¡¿TOKIO?!"

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N/A: ¡HOLA! La magnífica Setsuna aquí, con un nuevo fic, recién salidito del horno. Ya sé que probablemente reconocen a un par de mis personajes originales… pero no puedo evitarlo . Este es uno más de los tantos fics que mi hermana Akane y yo hemos hecho para divertirnos. Espero que les agrade y que me dejen sus comentarios. Mientras más obtenga, más rápido actualizo, y créanme que hay bastantes sorpresas adelante. ¡Feliz Año Nuevo!