Parte IV:

- Aome... - fue lo que dijo el chico que ahora llevaba la cabellera negra y no tenía sus orejas de perro que lo caracterizaban.

- Inu... ¿yasha?- Se dijo esta, tan sorprendida, que retrocedió unos pasos hacia atrás.

Ambos jóvenes se miraron. Ella sorprendida, él... apenado. No se dijeron nada. Se quedaron así, de pie, uno frente al otro, mirándose.

- ¿Que haces aquí?- dijo ella finalmente, casi enojada. Le costaba mucho asimilar lo que había pasado, que ahora que él estaba ahí, sentía que lo hacia a propósito.

- Te extrañe... - dijo él sin más. Ella lo miró sorprendida. ¿Inuyasha dijo eso? Sin embargo, luego ella se calmó, se dio media vuelta y hablo.

- Será mejor que te vayas, Inuyasha.

El pobre chico quiso morirse. ¿Fue ese el sentimiento? ¿morirse? Agacho la cabeza.

- Por favor Inuyasha... - dijo ella mas dulcemente- No me hagas esto, no vuelvas aquí, no quiero verte...

- Aome... - él caminó hasta llegar hacia ella y le puso una mano en su hombro. Ella, que estaba de espaldas a él, sintió un temblor que estremeció involuntariamente todo su cuerpo. ¿Era eso? ¿Era eso el resultado de días sin verlo? Se sintió desdichada. ¿Cómo podía estar sufriendo tanto?. Se tapó la cara con las manos, pero luego se acordó de lo que el llanto provocaba en el chico. No quería atraparlo usando algo para incomodarlo. Se contuvo de no llorar. Quiso caminar para irse de ahí, irse a su habitación, arrancar de la presencia del hanyou, pero no alcanzo a dar ni medio paso porque la mano del chico se agarró firmemente de su hombro, quedando en el mismo lugar. Luego sintió ambos brazos a su alrededor, enrollados en su cuello. Sintió el aliento caliente sobre su cuello. Ella estaba paralizada. ¿A que esta jugando? ¿Qué sucede?

- Aome... - fue el susurro que pudo escuchar. Se estremeció por completo. Sentía como el corazón le iba a estallar.

- Déjame Inuyasha, déjame... –dijo ella muy bajito, llevando sus manos hacia las de él. El la volteó lentamente y se miraron intensamente. Aome ya había pasado por ello. Sabía lo que vendría después. El se alejaría nuevamente, dejándola mas confundida que antes. Pero cual no sería su sorpresa cuando sintió una mano deslizarse por su cuello y acariciarlo lentamente. Los ojos de Inuyasha le demostraba a un chico totalmente nuevo. Había algo nuevo en él. Cerró los ojos cuando sintió que aquella mano lo acercaba a su cara. Sintió unos labios cálidos y tímidos al principio. Abrió los ojos sorprendida ¿estaba soñando? No, Inuyasha acariciaba sus labios con los suyos, lentamente, suavemente, casi de una manera tímida, tratando de conocer aquellos que estaban juntos a los de él. Ella cerró nuevamente los ojos cuando sintió que la mano de él la presionaba con mas fuerza hacia su boca. Entonces ahí sintió un beso lleno de pasión. Inuyasha exploraba cada rincón de su boca, provocando pequeños suspiros en ella. Creyó morir, pero lo que le preocupó mas fue que las fuerzas se le iban y que sus piernas temblaban sin control. Ella se separó un poco de él y se sujetó a su cuello. Inuyasha la miró y nuevamente la beso. Ahora ella le correspondió totalmente, y pudo oír también como Inuyasha suspiraba a cada beso correspondido. Se besaron hasta que sintió que sus labios se adormecían. Aome fue la primera en separarse, ante la resistencia de él. Ahora lo veía claramente. Nunca lo había visto como aquella vez, con sus labios muy rosados, las mejillas levemente sonrojadas y los ojos brillosos.

Seguramente ella se encontraba en las mismas condiciones. Él le sonrió y ella hizo lo mismo. Se había provocado un incomodo silencio.

- Es mejor que te vayas, Inuyasha- Le dijo ella casi sin creer lo que le estaba diciendo.

- No lo haré, no me iré.- Fue la respuesta firme de él. Ella se asustó. ¿Y ahora, que?

El se acercó nuevamente a ella y le habló mientras acariciaba su pelo.

- No quiero irme, quiero estar contigo.

- Entonces... ven... - le dijo al tiempo que le tomaba una mano y se dirigían a la casa.

Sentados en la pequeña salita habían comenzando a besarse nuevamente. Ninguno de los dos había dicho una sola palabra. Parecía que con los besos que se brindaban trataban de demostrar todos sus sentimientos. Eso creyó Inuyasha, pero no pensaba lo mismo Aome. Ella quería saber, aclarar las cosas.

- Inuyasha... - susurró ella entre los labios del hanyou que insistían seguir besando. El chico solo entono un ¿um?, pero seguía besándola insistentemente.

- Inu... yasha... - entonces Aome detuvo su cara con su mano. Él la miró intrigado. - Necesitamos hablar...

- Lo sé.

- Necesito saber... necesito saber... - Aome no encontraba las palabras adecuadas.-... Tu conoces mis sentimientos... quiero saber los tuyos, Inuyasha...

El chico la miró sin expresión.

- ¿Me estas pidiendo una prueba?

- No te pido nada... solo quiero saber... si las cosas van a cambiar, si significo algo para ti.

Inuyasha le sonrió dulcemente, pero Aome solo lo miraba impaciente, seria, quería escuchar de una vez por todas la verdad.

- Vine aquí por que te extrañe demasiado.- Le dijo simplemente.

- Pero... eso que significa... ¿volveré a la época antigua?

Inuyasha cambió la cara. Ya no sonreía, al contrario, estaba muy serio.

- Eso... eso... no Aome, es mejor que no vuelvas.- Aome no esperaba escuchar aquella respuesta. Con todo lo que había sucedido creyó que el chico la venia a buscar. Se paró rápidamente, enojada. El chico la imitó al ponerse de pie.

- ¿No? No?!- Le gritó, al tiempo que se le llenaban los ojos de lagrimas.

- Espera, Aome...

- Porque?... Porque me haces esto?- le volvió a gritar.

- Aome... tengo mis razones... - Intento el explicar, tratando de tranquilizarla.

Aome esperó que pudiera explicarse, pero el solo intentaba abrazarla. Ella esquivó sus brazos.

- Déjame, déjame tranquila!- mientras retrocedía unos pasos.

- Aome, Aome, confía en mi...

- ¿Confiar en ti? Sabes lo que creo, Inuyasha... me quieres lejos de ti y de Kikyo.- Lo miro con rabia. Era la única conclusión que podía sacar.

- No, no, no es eso... Aome- Inuyasha trato de explicar, pero que podía decir? Intento besarla nuevamente. Fue lo único que penso, pero al intentar hacerlo sintió como ella le pegaba la más grande cachetada que había recibido en toda su vida.

- No vuelvas a hacerlo!- Le gritó ella al borde del colapso.- Jugaste conmigo, siempre lo haz hecho... no sabes comportarte como un humano, no lo eres, no tienes sentimientos, no respetas a los demás, es cierto, como tu lo dijiste, no eres humano.

Inuyasha la miró paralizado. Cada unas de sus palabras era como una fría hoja de cuchillo clavada en el corazón.

- No quiero verte, déjame sola!- Aome corrió a su cuarto y se encerró en el. Inuyasha se quedo unos segundos aparado, tratando de asimilar cada unas de las duras palabras de Aome.

- Estúpido- fue la palabra que su cerebro le repetía a cada rato. Eres un estúpido. -Grrrr, maldición, maldición, - y aquí grita a todo pulmón - maldición!

Aome, que ya se encontraba en su habitación, se tapa la cabeza con la almohada y llora desconsoladamente.

Los primeros rayos del alba iluminaban las praderas del antiguo Sengoku. Miroku miraba el amanecer con un tanto de nostalgia, puesto que al no encontrar los fragmentos se les hacia más imposible encontrar a Naraku... y si eso pasaba, los días de vida para él estaban contados puesto que sabia que su kazaana no le permitiría vivir. ¿Y ahora que hacer? Salvo que Inuyasha se reconciliase con la Señorita Aome, nada más. Pero no podía depender de ellos. No podía exigirles eso. Un hijo. Era su deseo antes de morir. Ja. Cuan difícil se le había hecho encontrar una mujer dispuesta para ello... pero pensándolo bien... ¿por qué ya no pensaba tenerlo con cualquiera excepto con la linda Sango? Sus pensamientos fueron interrumpidos cuando vio a Inuyasha salir del poso. Vaya, vaya, parece que las cosas salieron peores de lo que estaban. La cara y el semblante del chico bestia lo decía todo.

- No me diga excelencia... - le dijo Sango con cara de asombro. Miroku disfrutaba de esos pequeños momentos de charla que tenía con la chica. Claro, tenía las manos ansiosas por tocar cierta parte atractiva de ella, pero eso interrumpiría el momento, y ahora quería que este durara.

- Ahh, quizás que tontería hizo nuestro joven e impulsivo amigo- se lamentaba él.

- Aome ha tenido bastante paciencia en aguantarlo, pero... ya deberían reconciliarse ¿no lo cree?

- Pero... si lo piensas bien, Sango, la vez que se fue la señorita Aome no fue por una pelea, al menos no se notó entre ellos, es mas, pareciera que se habían puesto de acuerdo en hacerlo.

- Si, pero estoy segura que Aome se fue porque Inuyasha se lo pidió, de otra manera, ella permanecería con nosotros.

- Crees que... alguien intervino en esto?- Le pregunto Miroku, ya despertando el bichito de la duda.

- Pues... tal vez ese alguien es cierta sacerdotisa errante...

- ¿Kikyo?- Preguntó Miroku, pero él ya sabía que eso era muy probable. Ambos se miraron como comprendiendo al fin el enigma. Ella, ¿quién mas podría querer separarlos?

- Si Inuyasha fue a ver a Aome y no volvió con ella, debe haber pasado algo...

- Pues es que el muy tonto no sabe tratar a las mujeres- Dijo Shippo acercándoseles, pero aportando un comentario a la conversación.

- Y tu ¿cómo lo sabes?- Le dijo Miroku con cara de pocos amigos por interrumpirlo con Sango.

- Pues cualquiera lo sabe- Dijo Shippo enojado. No lo perdonaba por separarlo de Aome.

- Ya volverá, no te enojes tanto, Shippo- le dijo Sango tratando de consolarlo. – Pero debemos hacer algo, de lo contrario, podemos despedirnos definitivamente de Aome.- las palabras de Sango fueron demasiado duras para Miroku y Shippo. Los tres se miraron y comprendieron que el asunto debía ser tomados en sus manos.