Enséñame a vivir

Por May sk

Capitulo 1: Parecía un día normal

Los primeros rayos del sol se asomaron por la ventana y se posaron es su rostro , incomoda por el repentino calor se giro hacia su costado intentando regresar al mundo de los sueños, mas no duro mucho, pocos minutos después se pudo escuchar el ensordecedor ruido del despertador.

Completamente molesta, aun con los ojos cerrados estiro su brazo para de un golpe apagar el aparato y de paso destruirlo, el quinto en la semana.

Sin darle mucha importancia, se levanto pesadamente, tomo un refrescante baño, se vistió con una blusa blanca, un saco negro, una falda del mismo color, un poco mas arriba de la rodilla y unas elegantes zapatillas igualmente negras.

Un tenue y discreto maquillaje enmarco su rostro para dar realce a su belleza, recogió su largo y rubio cabello en una coleta alta, dejando algunos mas cortos caer por su frente y rostro.

Y con solo un vaso de jugo de manzana en el estomago, se dispuso a salir, justo antes de cerrar la puerta se detuvo unos segundos observando atentamente cada detalle de su departamento, era bastante amplio, tenia dos recamaras con sus respectivos baños, una cocina bien equipada, una confortable sala y un pequeño balcón con una vista espectacular, -suspiro-, todo aquello no se comparaba ni siquiera con la mitad de los lujos a los que estaba acostumbrada desde niña.

Movió la cabeza lentamente en forma negativa, no, aquellos lujos tenían un enorme precio, el cual ella ya no estaba dispuesta a pagar, "así es mejor" pensó e intentando convencerse a si misma de ello cerro la puerta.

Una gran jungla de asfalto la esperaba al salir del edificio y unos pasos antes de ir a enfrentarla se coloco unos lentes oscuros, una vez fuera reviso a su alrededor con desconfianza, ya había pasado varios años pero aun cabía la posibilidad de que la siguieran buscando.

Se reprendió a si misma, ella ya no pensaba seguir viviendo con medio, que pasara lo que tuviera que pasar, ella había tomado una decisión y la defendería hasta el final.

Y así con paso determinado y elegante inicio su cotidiano camino al trabajo, minutos después elevo su vista al cielo para admirar el hermoso espectáculo que le ofrecía, cosa difícil ya que los altos e imponentes edificios se enfrascaban en cubrir la mayor parte, sin embargo para la rubia era suficiente, le parecía tan tranquilizante, tan radiante como todos los días y como todos los días la mayoría de la gente lo pasaba por alto, apresurados por llegar a su trabajo y cumplir sus obligaciones, habían olvidado a apreciar lo bello que este mundo puede ofrecer.

Sintió un leve golpe en su brazo.

- Disculpe – le dijo un hombre de edad madura ataviado con un elegante traje al momento que la rebasaba.

Suspiro molesta, ella también tenia trabajo y obligaciones por las cuales apresurarse, acomodo sus lentes y acelero el paso, si se distraía probablemente tendría un no muy agradable encuentro con el pavimento.

Tomo un autobús, después el metro y en menos de 30 minutos ya se hallaba frente al enorme edificio de la compañía Diethel, empresa internacional originalmente de Inglaterra, pero al tener el mayor capital e inversión en Japón decidieron traspasar su oficinas centrales al mismo, hace varios años.

Dirigida obviamente por la familia Diethel hasta hace 2 años en que el señor y la señora Diethel fallecieran en un extraño accidente aéreo, dejando todo el peso de la presidencia en su hijo Liserg Diethel y así convirtiéndolo en uno de los empresarios mas joven, exitoso y guapo de todo Japón.

Muy a pesar de que la gente dijese que la rubia era muy joven para ser la secretaria del presidente de la compañía, siendo aun dos años menor que su jefe, era su forma fría y calculadora de tomar decisiones la que la convertía en un elemento indispensable.

Sin embargo no había sido esto un elemento de gran ayuda para ser contratada, si no la actitud casanova de su jefe, "joven y bonita" dos palabras indispensables para el peliverde, mas nunca pensó encontrar en la "frágil" rubia a la horma de su zapato, es decir una chica que no caía ante sus encantos.

La joven mujer se quito sus gafas oscuras, traspaso la puerta giratoria de vidrio como león que se mueve en sus dominios y saludo como todos los días al guardia de seguridad.

- Buenos días Chocolove- pronuncio con fría amabilidad la secretaria.

- Epa pue como amaneció el día de hoy mi güerita banana.

Una fría y aterradora mirada fue lo que recibió como respuesta el moreno, quien no pudo evitar sentirse intimidado y nervioso, aunque esto ya fuera cosa de todos los días, su rostro palideció y su voz al hablar fue entrecortada.

- E......pue... veo que.....tan de...... buen humor como siempre.

Y después de esto la rubia siguió su camino, tomo el elevador hasta el ultimo piso, al entrar a la oficina noto que su jefe aun no llegaba, bufo molesta, ya se imaginaba la razón de su retraso.

Y así una hora mas tarde Diethel atravesaba las puertas de su oficina.

- Buenos días Anna- pronuncio con voz un tanto apagada, mientras que con una mano se sobaba la frente.

- Buenos días, que tal la juerga de anoche- el sarcasmo y reproche en su voz era mas que notorio.

- No tan alto Anna, no ves que tengo una horrible resaca- su cara mostró un gesto de ligero dolor y frotaba con mas insistencia su frente.

- Dime algo que sea nuevo, ¡es la tercera vez en la semana Liserg! - suspiro resignada – no se ni para que me molesto, alguien tan mujeriego, borracho y mal viviente como tu ya no tiene remedio.

- Vaya hasta que te das cuenta – dijo en un tono burlesco mientras se acomodaba la corbata y el peinado reflejándose en un espejo – pero..... gracias por preocuparte por mi – voltea a verla con una sonrisa – eres una gran amiga.

- Quien dijo que me preocupaba por ti- le espeto de manera casi inmediata fingiéndose molesta.

- Bueno si no te importara no me regañarías todos los días- volvió a posar su mirada en el espejo mientras daba los últimos toques a su arreglo personal, después se dio la vuelta por completo encarando a la rubia.

La chica lo miro de manera desafiante, sin embargo permaneció callada, rayos como odiaba la lógica de su jefe.

La rubia se levanto de su escritorio del cual no se había despegado en todo su conversación con el peliverde, tomo unos papeles y se acerco a grandes pasos a su jefe.

- Lo que deberías hacer es dejar de hablar tanta estupidez- lo golpeo en el pecho con los papeles que el chico agarro de inmediato sin despegarlos de su pecho- y ponerte a trabajar, que hoy tienes un día bastante ocupado.

- Si jefa- le hizo un saludo militar a la rubia y se dirigió a su oficina.

El día continuo en completa paz y sin ninguna novedad, hasta dos horas después en que las puertas de la oficina volvieran a abrirse dando paso a dos nuevos visitantes.

Anna levanto la vista y al reconocerlos cambio su mirada a una asesina su sola presencia era suficiente para amargarle el día, poso su vista nuevamente en su trabajo ignorándolos por completo cosa que sabia era completamente inútil.

- Hola preciosa, me extrañaste- esa cínica voz, no lograba otra cosa mas que exasperarla, la rubia giro sus ojos aun sin levantar la vista.

Sin darse cuenta el dueño de aquel irritable saludo se acerco al escritorio de la chica, para después inclinarse y reducir la distancia de sus rostros a solo centímetros, después tomo su mentón con suavidad y la obligo a mirarlo.

- No te conviene ignorarme linda- la rubia lo enfrentaba con una mirada llena de rencor, mientras apretaba con furia sus dientes, no se intimidaba con la profunda y penetrante mirada del hombre de largos cabellos castaños, el mayor de los visitantes, Hao Asakura.

Una bofetada, el golpe mas fiero que conocía era lo que se merecía aquel cínico y descarado, apretaba los dientes con mas fuerza al sentir como la mano del castaño viajaba con suavidad hacia su mejilla.

Normalmente la rubia no hubiera dudado poner en acción sus asesinas intenciones, pero la ultima vez que lo hizo Liserg no la dejo en paz en semanas, dejándole trabajo extra y descontándole del sueldo, aunque odiara admitirlo Diethel ejercía cierto control sobre ella , después de todo era quien firmaba sus cheques.

Con furia contenida aparto con brusquedad la mano del castaño, este solo mostró una sonrisa carente de toda vergüenza.

Sus ojos volvieron a encontrarse, los de ella desafiantes y los de el tranquilos y profundos como quien admira una obra de arte.

Esto pareció incomodar al segundo visitante quien se aclaro la garganta para llamar su atención.

Su rostro despreocupado, su mirada que irradiaba paz y tranquilidad, desencajando horriblemente con el fruncimiento de ceño que mostraba en ese momento y por primera vez desde su llegada Yoh Asakura se digno a pronunciar palabra alguna.

- Hao no tenemos todo el día, recuerdas- su tono de voz era un tanto diferente al habitual.

- No puedo creerlo mi hermanito esta molesto, quien lo diría- alzo una ceja con suspicacia y su voz se torno a burla.

- Deja de andar inventando cosas quieres- su vista se poso en la rubia quien nuevamente los ignoraba trabajando- eh.... disculpa, necesitamos hablar con tu jefe.

Increíble, el menor de los Asakura se había dignado dirigirle la palabra, eso si que era algo digno de recordarse, bueno no es como si de verdad le importara- no tienen cita, no hablan con Diethel, tal vez si regresan el próximo año- "o el próximo siglo" pensó esperando la retirada de los jóvenes.

Pero no fue así, en cambio pudo observar como el pelilargo volvía a inclinarse hacia ella, "no, no de nuevo", en un rápido movimiento echo ligeramente su silla hacia atrás, con una de sus manos levanto el auricular del teléfono y presiono el botón que la comunicaría con su jefe, y con la otra detuvo el peligroso rostro del castaño.

Asakura sonrió como solo el sabia hacerlo, predecir las reacciones de la rubia, era algo en lo que se había vuelto experto.

Con la propia tomo la mano de la rubia y como si de un galante caballero se tratara, poso con suavidad sus labios sobre esta, igualando la devoción con la que se saluda a la doncella amada.

La fría secretaria sintió hervir las sangre en sus venas, en cuanto tuviera la oportunidad asesinaría a su jefe por tardar tanto en contestar el teléfono, después iría por el castaño pelilargo y ya de paso por el estúpido del Asakura menor, quien no solo no se dignaba a dirigirle la palabra, si no que le había tirado la taza de café sobre el escritorio, arruinándole el papeleo de una semana, junto con su blusa nueva, y no conforme con eso el muy idiota y distraído desconecto la computadora , perdiendo por completo una cuenta sumamente importante, y acaso se disculpaba, no señor, se limitaba a sonreírle nerviosamente como si hubiera realizado una gran gracia.

Segundos después de terminar con sus ideas multi-homicidas, separo con furia su mano de la del castaño, mientras que por el auricular del teléfono se dejaba oír la voz de su jefe.

- Que pasa Anna-

- Pasa que tardas tanto en contestar el teléfono, que pense que por fin te habían hecho efecto esa cochinada de bebidas finas que te tomas y te habías quedado privado en tu oficina.

- ja, ja, me muero de risa ANI-CHAN- el peliverde utilizaba un tono por demás sarcástico y molesto.

- estas cavando tu tuba muy lentamente Diethel, pero ahora no tengo tiempo, además tienes visitas- modulo brusca y peligrosamente la secretaria.

- Por que no lo dijiste desde el principio, quien es, Jessica, Kaori o tal vez la sensual Ayumi.- sonaba emocionado.

La rubia giro sus ojos antes de contestar.

- es que acaso no piensas en otra cosa, pues me alegra decepcionarte y decirte que son los hermanos Asakura.-

-¡Que, que!- nerviosismo e incredulidad reflejaban sus palabras.

- A-sa-ku-ra, A-S.....- ponía énfasis en cada una de las silabas y letras como una maestra de preescolar.

- Oye- interrumpió a la rubia- te entendí perfectamente, es solo que....- suspiro- hazlos pasar- la seriedad de sus palabras era imponente.

La rubia alzo una ceja con suspicacia, algo no anda bien por aquí.

- como tu digas- y colgó el teléfono.

Incluso al momento de ser contratada sintió que Diethel le ocultaba algo importante, en ese momento no quiso prestarle mucha atención, pensó que con el tiempo se lo diría o caería por su propio peso, pero el tiempo solo empeoro las cosas, Liserg le restringía cierto papeleo y en ocasiones las cuentas no salían, faltaba o sobraba capital y varias inversiones las tenia bajo contraseña que solo el peliverde conocía.

Tal vez ya era tiempo de que el teatrito cayera.

- El señor Diethel los espera, pasen por favor- uso el tono mas seco que tenia.

Y es que esperar que la rubia se quedara con los brazos cruzados era casi como esperar un milagro, arriesgaba su empleo, lo sabia, pero no le importaba, sus razones solo ella las conocía, tal vez era el simple coraje de que su jefe la halla echo a un lado, o tal vez.....

Los hermanos Asakura pronunciaron un escueto gracia y antes de entrar a la oficina, el mayor le guiño un ojo, la respuesta de la rubia fue fastidio reflejado en su rostro.

Eran poco los archivos o papeles, los cuales pudiera utilizar para descubrir el gran misterio entorno al heredero Diethel, sin embargo había algo en todo este asunto tenia en común, y es que de una manera u otra terminaba teniendo conexión con las molestas visitas de los gemelos Asakura.

El tiempo siguió su marcha con los segundos transformándose en minutos, mas probablemente no habrían pasado ni 20 minutos desde el inicio de la entrevista de Diethel con los Asakura, cuando la tercer visitante entrara en la oficina.

Anna levanto nuevamente su fría mirada, para encontrarse con la elegante, delgada y bien formada figura de una joven de sedoso cabello plateado, largo y ondulado, con tranquilos ojos rubí que resaltaban gracias a su blanca tez, toda una señorita de sociedad, la prometida de Liserg Diethel: Jeanne.

Joven heredera de una gran fortuna y única hija de un muy respetable matrimonio, la joven se distinguía por su carácter dulce y tranquilo, mas probablemente era su prometido la única persona que lograba sacarla de sus casillas de una forma por demás impresionante, bueno los celos podían sacar de quicio a cualquiera.

La chica avanzaba de forma rápida y violenta, su ceño se hallaba fruncido y sus ojos irradiaban un aire amenazador, modulo un frió y molesto – Hola Anna – sin esperar respuesta alguna ya que paso de largo a la rubia para disponerse a abrir las puertas de donde se hallaba su prometido.

Y lo hubiera logrado de no ser por una veloz Anna, que se interpuso en su camino.

- Necesito hablar con el mal nacido de tu jefe, hazte a un lado por favor- ordeno con rencor la respetable dama de ojos rubí.

Anna sonrió con malicia, era justo lo que necesitaba para quitarse el amargo sabor de boca que le habían dejado los Asakura, conocía a la perfección las razones de la inesperada visita de la prometida de su jefe y las divertidas (al menos para ella) consecuencias que traería y aunque sabia muy bien que el desgraciado de su jefe se lo merecía, debía disimular un poco.

- esta ocupado- modulo con tranquilidad para después cruzarse de brazos.

- ¡No me importa!, ¡quítate!- grito completamente fuera de si mientras hacia un ademán a la rubia para que se hiciera a un lado.

La secretaria alzo una ceja con desconcierto, para después fruncir el ceño, su mirada mas fría de lo normal, nadie, absolutamente a nadie le permitiría que le gritara.

Con esto la chica de largo cabello grisáceo decidió calmarse no le convenía en lo absoluto desatar la furia de la rubia.

- Vamos Anna, somos amigas no- su voz un vano intento de sonar tranquila, su respirar se mostraba agitado por la furia que contenía.

¿Amigas?, si la señorita fue la que mas se quejo cuando decidieron contratarla, claro que esto termino cuando noto el "especial"carácter de la rubia, pero de eso a ser amigas, ¡ja! si como no.

La secretaria la siguió observando con fijeza y frialdad, claro que la dejaría pasar, mas solo quería recordarle que al tratar con ella debía hacerlo con respeto, mucho respeto.

En ese instante una nueva idea cruzo por la mente de la fría rubia, mas no cambiaba mucho el plan original: "dejar pasar a neurótica prometida fingiendo no haberla podido detener, para burlarse hasta el cansancio de la humillación de su jefe", ahora era: "dejar pasar a neurótica prometida fingiendo no haber estado ahí para detenerla, para que mientras humillaban a su jefe ella pudiera seguir investigando los secretitos de Diethel y después burlarse hasta el cansancio de el"

- Has de cuenta que nunca me viste aquí, entendido?-

La prometida de Diethel se mostró confundida ante las palabras de la rubia.

- Le diré a Liserg que estaba en el cuarto de fotocopiado- y sin decir mas se quito del camino de una confundida Jeanne, mas no salió de la oficina solo entro a otra parte de esta, un cuarto contiguo donde se guardaban todos los archivos.

Una vez sola, agradeció mentalmente a la rubia y mostró una débil, casi imperceptible sonrisa, mas después miro con rencor la puerta tras la cual estaba su prometido, la rabia aun hacia temblar su cuerpo, pero aun así permanecía inmóvil, dudaba, nunca lo había echo, pero la decisión que había tomado había sido muy difícil, rompería el compromiso, ya estaba harta, completamente harta, cada traición, cada disculpa, cada promesa rota, no solo le lastimaba el orgullo , si no también el corazón, el amor es sufrimiento, pero.. ¿por qué debía solo sufrir ella?, el no sufría, el no la amaba, le había costado aceptarlo, pero esa era la verdad, o al menos eso creía.

Tomo aire y valor, esta vez seria ella la que no tendría piedad, así como el no la tuvo con su corazón.

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Caminaba entre un sin numero de archiveros, se detenía de vez en cuanto en algunos para sacar papeles que creía podían ayudarle.

Ataba y desataba conjeturas, desde un principio había sacado su propia conclusión, pero se negaba a creerlo, quería estar completamente segura de ello, y después... después decidiría.

De pronto escucho que una voz femenina gritaba un fuerte ¡Liserg!, el espectáculo había comenzado.

Mas sintió que algo no estaba bien, el grito no se escuchaba igual que en otra ocasiones, no era un grito de furia, si no uno de terror, mas no quiso prestarle atención.

Siguió revisando papeles, mas a los pocos segundos sus ojos se abrieron como platos, había revisado miles de veces y jamás había visto ese papel, acaso Diethel lo habría puesto ahí a propósito, lo estudio con detenimiento, con esto todo parecía embonar a la perfección, todo se aclaraba y era justo lo que había temido todo este tiempo.

Un ruido la sobresalto, fue un ruido seco que creyó reconocer, mas al instante se escucho otro ruido diferente al primero, este era como el de un gran bulto cayendo de golpe.

Su mente ideo lo peor y sin soltar el gran bulto de papeles que llevaba en sus brazos salió como pudo de forma veloz de la habitación, rogando por que no fuera lo que se imaginaba.

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Abrió las puertas de golpe, mas jamás llego si quiera a imaginar lo que sus ojos contemplaban.

-"Esos tratos los hicieron mis padres, yo ya no quiero tener nada que ver con ustedes, por que no entienden"-

-"El que no entiende eres tu, una vez que entras solo puedes salir en un ataúd, pero si es lo que deseas con gusto podemos arreglarlo"-

Fue lo ultimo que alcanzo a escuchar de labios de su prometido y del hombre de largos cabellos castaño que lo sostenía fuertemente del cuello de su camisa con una sola mano, elevándolo levemente del suelo y en la otra sostenía un arma de fuego, cuyo frió metal apuntaba hacia la frente de Diethel.

- ¡Liserg!- grito aterrada, mientras su cuerpo temblaba ligeramente.

Esto provoco que inclusive el tercer joven, que se hallaba sentado en una silla como si nada pasara volteara a verla.

- Jeanne sal de aquí de inmediato- le ordeno un preocupado Liserg.

La aterrada chica con lagrimas en los ojos, dio dos pasos hacia atrás sin despegar la vista del rostro de su prometido, no quería dejarlo solo, pero ella sola no podría hacer nada, necesitaba ayuda.

Mas de pronto sintió como alguien la sostenía fuertemente del brazo y colocaba un frió objeto en su sien.

Giro su vista aterrada y se encontró con el sonriente rostro del Asakura menor que le decía:

- Tu no vas a ningún lado, jijiji-

Diethel perdió los estribos, intento desesperadamente soltarse de su opresor mientras gritaba.

- ¡No te atrevas a hacerle daño, por que juro que....- mas no pudo terminar su frase, un fuerte golpe en el estomago por parte del hombre de largos cabellos castaños se lo impidió y mientras Asakura lo soltaba, cayo de rodillas en el suelo sin aliento, llevando ambos brazos a la zona afectada.

- ¡Que conmovedor!- exclamo con burla Hao - ¡que asco me dan!- y pateo con fuerza al peliverde en las costillas provocando que escupiera sangre.

- ¡Déjalo desgraciado! – grito con voz quebrada Jeanne, para después comenzar a sollozar e intentar desesperadamente correr hacia su prometido.

- Eres muy escandalosa- pronuncio el Asakura menor llamando la atención de la joven de ojos rubí que en ese momento recordó que tenia un arma de fuego apuntándola en su cabeza.

Miradas entre hermanos que se cruzaron, era su extraña forma entre gemelos de comunicarse, solo fue algo fugaz pero ambos ya estaban deacuerdo.

- Tuviste mala suerte- fueron las ultimas palabras que escuchara Jeanne, antes de que sin emoción alguna en el rostro Yoh Asakura tirara del gatillo.

El disparo no fue tan estruendoso, gracias al silenciador que llevaban ambos hermanos en sus armas.

Mas fue suficiente para que Liserg Diethel levantara con dificultad su vista y mirara con terror caer el cuerpo ya sin vida de la mujer que mas a amado y amaría en su vida, ante tal visión sintió como si su corazón hubiera dejado de latir unos instantes, para dar paso aun agonizante y profundo dolor, en su rostro el horror mezclado con la furia se hicieron presentes, mas de sus ojos caían torrentes de lagrimas, amargas, punzantes, que representaban solo una pequeña parte del sentir de su destrozada alma.

- Jeanne...- un débil susurro que escapo de sus labios antes de intentar ponerse de pie, mas solo intentarlo, se hallaba débil, muy débil, el dolor en su cuerpo y alma había acabado por completo con sus fuerzas, sus rodillas le fallaron y volvió a caer, su vista fija en el cuerpo inerte de la chica rodeado de un gran charco de sangre.

- Perdóname....por favor...... perdóname, te amo- su culpa, todo era su culpa, si el no fuera un maldito mujeriego, ella no hubiera tenido que venir a reclamarle nada y seguiría con vida.

- no te preocupes- escucho que la voz despreocupada de Yoh lo llamaba, levanto la vista con infinito odio – ella no sufrió en lo absoluto, murió al instante- y al terminar de hablar el menor Asakura le sonrió.

A la vista de cualquiera la sonrisa de Yoh les parecería sincera e inocente, mas en Diethel despertó un sentimiento de infinito odio y rencor cual nunca antes había sentido, y fue de estas mismas nuevas sensaciones de las que se valió para tomar fuerzas y ponerse con gran velocidad de pie.

- ¡eres un maldito!- su cuerpo temblaba con violencia, sus ojos se hallaban desorbitados, lo destrozaría, los desmembraría parte por parte, tal vez así se iría un poco el dolor.

Se abalanzó con furia contra el mas solo pudo avanzar un paso, Hao Asakura lo jalo con brusquedad de la camisa para quedar frente a frente.

- A quien crees que llamas maldito-

- A el y a ti, eso es lo que ambos son unos malditos-

- Di lo que quieras tu noviecita nunca regresara- al terminar le sonrió con cinismo.

- Vete al infierno- y le escupió al castaño en la cara.

- De ahí vengo, saluda al demonio de mi parte- una sonrisa de malicia apareció en su rostro, en un rápido movimiento coloco su arma en la frente del peliverde y sin pensarlo dos veces disparo.

Fue algo fugaz, una escena que le reconforto de sobremanera antes de dar su ultimo aliento y la oscuridad de la muerte le cubriera por completo, su querida Jeanne le sonreía con dulzura, ataviada con un largo vestido blanco, parecía un ángel, un ángel que lo esperaba.

Anna llego justo a tiempo para ver la estruendosa caída de su jefe, apretó con fuerza los papeles que tenia en sus brazos, su respirar se mostraba agitado, su rostro demostraba una infinita furia mas sus ojos solo demostraban tristeza.

No se mostraba sorprendida, escenas como esas ya había visto muchas, en realidad lo importante no era la sangre que corría, si no de quien era la sangre que corría, se odiaba a si misma, su estúpido corazón se había vuelto a encariñar con alguien, le costo aceptarlo pero era la única explicación para la tristeza que caía sobre ella, se había encariñado con esos dos, maldita sea.

Levanto su vista con infinita furia, esto no se quedaría así, mas sabia perfectamente que se encontraba en desventaja.

Los ojos de los hermanos Asakura se posaron sobre ella, mas no se inmuto, ni se movió un solo centímetro, el rencor que le recorría las venas era tan inmenso que no podía pensar en otra cosa.

E incluso su actitud no cambio al ver a Yoh Asakura pararse frente a ella y levantar con lentitud la fría arma de metal.

Notas de la Autora: Bueno primero que nada pido una ENORME disculpa a los fans de Liserg y Jeanne, no es que me caigan mal es solo que.. bueno alguien tenia que caer y bueno solo discúlpenme quieren.

Este es mi segundo fic, técnicamente nació de la nostalgia que dejo en mi corazoncito el que quitaran Cowboy Bebob del canal Locomotion, ¡justo cuando me había decidido a grabarlo!, no esto no es justo.

Y bueno de ahí nació la loca idea de armas, balaceras y demás, solo eso tendrá de la ya mencionada serie.

Como ya se menciono antes, esto será un YohxAnnaxHao, y la pareja final aun no la decido, tal vez les pida un poco de ayuda en esa difícil decisión.

Bueno creo que de momento eso es todo, así que por favorcito les pido un hermoso review, nada les cuesta. (acepto de todo, felicitaciones si como no, tomatazos, amenazas de muerte, bueno todo, excepto virus)