No me gustaba el formato en que lo leí de nuevo y decidí corregirlo, también hice otros cambios, pero le dejé el drama.

Oye Arnold no me pertenece, es obvio.


QUIMICA

CAPITULO 1. EL CHICO NUEVO.

¡Riiiiiiing!

La campana sonó y en la preparatoria los pasillos se vaciaban con los alumnos dirigiéndose a sus respectivas clases o talleres. Una pareja de jóvenes rubios entra a un aula marcada como la 1-D.

– ¿Hiciste tu tarea de historia? – el chico sostiene la puerta para darle paso a la joven.

– Sí, si la hice – responde con tono de fastidio.

– Tranquila, solo fue una pregunta –le señala divertido.

Ambos están a punto de tomar asiento en su lugar de siempre cuando una vieja amiga los aborda y lo impide.

– Hola, chicos – dijo la joven que se detiene frente a ellos. Lo ha dicho con un tono meloso y un suave gesto de manos.

– Hola, Rhonda – responden al unísono. Él más cortés que ella como ya es costumbre.

La vanidosa joven que esta frente a ambos les obsequia una enorme y perfecta sonrisa a sus dos amigos. La rubia a diferencia de su compañero pudo advertir las intenciones que guardaba detrás de su saludo y no se limita en dejarlo claro.

– A ver princesa, directo al grano, ¿qué es lo que buscas? – pregunta con un tono muy firme.

La joven lejos de molestarse por aquella respuesta o por el modo, suspira aliviada, ser descubierta por Helga G, Pataki no era motivo de vergüenza y era lo mejor para todos, ya podía ahorrarse el dialogo de cortesía sobre todo para alguien tan… bueno, como Helga, aunque no pudiera decir lo mismo sobre su compañero, Arnold merecía más respeto, pero ya no había tiempo, la clase no tardaría en comenzar.

– Necesito un compañero –declaro sin rodeos y un poco de desesperación en su aspecto.

– ¿Un compañero? ¿Qué paso con Nadine? – interviene amablemente el chico.

– Este ella... No vendrá en un tiempo – Reacciona pensativa; el fin de semana que había pasado se encontraba junto a Nadine en una habitación grande de la mansión Wellington.

– No creo que esto sea necesario –declaro Nadine, señalando el objeto que portaba en sus manos.

– Claro que es necesario, Nadine. Una fiesta disco no puede ser una fiesta disco sin una esfera de disco.

– Pero... esta muy alto y me da miedo caerme – prosiguió mirando hacia el techo.

– Tonterías – exclamó –, no es peligroso y no esta tan alto, además las escaleras son exportadas desde Alemania, obsequiadas a mi padre por negocios con grandes corporaciones, ¿crees qué sus socios le regalarían baratijas? –se ofendió – No, nena, estas escaleras son firmes y de calidad – lanza con vanidad y luego abandona a su amiga para buscar mas decoraciones, organizar fiestas era de sus pasatiempos favoritos.

– Esta bien Rhonda – la joven contesto y resignada comenzó a subir las escaleras. Pero en cuanto llego poco más de la mitad a esta se le rompió un escalón y Nadine cayó al suelo inevitablemente sin que pudieran auxiliarla oportunamente.

– Así que… en resumen, enviaste a tu mejor amiga al hospital –declaro Helga con el tono rudo de siempre.

– Pues no es como que tú seas mejor persona, ¿cierto? –se defendió la pelinegra, molesta – ¿Acaso no recuerdas cuando Phoebe se rompió una pierna por tu culpa? – respondió desafiante hacia la rubia.

Helga de inmediato apretó los puños, Arnold lo noto. Él debía intervenir y pronto o habría más ausencia escolar.

– Ah... Y… ¿Hasta cuándo dices que Nadine volverá? –dijo el chico bastante nervioso tratando de liberar tensión.

– No sé –respondió más relajada la pelinegra, Arnold sonrió sintiéndose afortunado de intervenir a tiempo –Bueno..., su fractura, fisura, whatever, no requiere operación; supongo que estará aquí con su férula… En realidad, el doctor indico que podría venir… Sin embargo, esta semana trae unos puntos de sutura que se ven nefastos– reacciona culpable –Así que pensamos que se incorpore mejor cuando le quiten esos puntos en una semana o algo así... No quiero que siga sufriendo la pobre Nadine – Helga hizo una mueca mostrándose intolerante a la explicación de Rhonda. Rhonda intento ignorarla– Y... Entonces... ¿Aceptas ser mi compañero de química?

– Pues... Yo..., yo ya tengo una compañera, Rhonda– le aclaro mientras observaba a Helga, quien ya había tomado asiento, cansada del dialogo.

– ¡Vamos por favor, Arnold! ¡Helga dale permiso! – la chica comenzó a rogar, aunque no estuviera dentro de su lista de cosas elegantes, tenía que hacerlo, por Nadine y sus propias calificaciones.

– ¿Darle permiso? Bah, ni que fuera su mamá –espetó cruzando los brazos, ofendida.

– Yo...Ehmm... no lo sé, Rhonda.

Helga rodo los ojos – ¿Acaso tengo que resolverlo todo? – pensaba.

De pronto el maestro se asomó por el umbral de la puerta y se abrió paso mientras muchos jóvenes se apresuraban a tomar asiento.

– Buenos días, jóvenes.

– Buenos días, profesor –saludaron los alumnos.

– Por favor terminen de tomar asiento y disculpen el retraso.

Helga miro a Arnold y con un ligero golpe en el hombro le dijo que se fuera con Rhonda.

– ¿Estas segura, Helga?

– Claro que lo estoy, es decir, no queremos que Rhonda haga volar la escuela, ¿o sí?

El chico rio discretamente le gustaba verla sacar su lado amable sin perder el humor Pataki. Helga continúo hablando.

– Rhonda te necesita y yo pues... me apellido autosuficiente, cabezón– decía con aires de grandeza típico en ella.

– ¿AUTOSUFICIENTE? ¿En serio? Todo este tiempo me has hecho creer que es Pataki– dijo con un tono burlón y al mismo tiempo enternecido por su amiga.

– Ja- ja- ja... qué chistosito, Arnoldo.

– Discutiremos esto después, ¿te parece? – le dijo mientras caminaba hacia Rhonda con sus libros.

– Hoy me siento generosa –respondió ella divertida.

– ¿En mi casa después de la escuela?

– De acuerdo.

El salón de química era bastante amplio y esta muy bien equipado. Tenía 2 pizarrones blancos, un proyector, 12 mesas con dos sillas en cada una para trabajar en binas; en cada mesa había un lavabo, una toma de gas y los instrumentos necesarios que podían tomar de un almacén anexado según a la clase del día. Ya todos sentados el profesor Foreman comenzó a dar indicaciones.

El profesor era una persona simpática, dedicado pero distraído al impartir sus clases, accesible en la mayoría de los casos además era muy parecida físicamente al director de su vieja escuela "El Director Wartz" solo que con más juventud, con un poco más de pelo y con un favoritismo particular por las camisas rayadas.

– Hay que fastidio... bla,bla,bla– mascullaba la joven de cabello dorado simulando una boca con sus manos –. Ha dicho lo mismo como tres veces, ¡es increíble! –continuaba quejándose mientras sacaba su celular de su bolsillo dispuesta a escuchar música.

¡Toc, toc!

Alguien tocaba la puerta interrumpiendo las instrucciones del maestro. El adulto a cargo se acercó a la puerta y al abrirla vio a un joven de estatura promedio, de piel blanca, cabello castaño algo rizado y unos ojos cafés claro.

– Disculpe la interrupción, profesor, mi nombre es Owen Santirso –dijo él estirando su mano para un saludo.

– Me hablaron sobre ti –respondió devolviendo el gesto –, adelante y bienvenido a la preparatoria 120. Yo seré tu profesor de química.

El profesor se detuvo frente a todos y pido atención.

– Jóvenes, quiero presentarles a su nuevo compañero el Sr. Owen Santirso.

Ninguno de sus nuevos compañeros mostro mucho interés en él, pero la desfachatez ganadora venía de una joven rubia a la que los años ya le habían pasado encima. Pataki se había convertido en una adolescente hermosa aunque no fuera un atributo que le gustara presumir, la joven lucía un tono rubio brillante que sujetaba en una coleta baja y escondía en una gorra del equipo de voleibol del que formaba parte, sus ojos son bastante envidiables en azul zafiro, además posee una esbelta figura que prefería no resaltar vistiendo siempre con unos tenis de tela blancos, unos jeans desgastados de los bolsillos en corte recto y ligeramente holgados, llevaba una blusa rosa que hacía juego con el listón que llevaba como pulsera en su muñeca izquierda "la vieja besty" y la uniceja habían desaparecido, prefería depilarla para formar dos cejas gruesas, pero delineadas.

– Señorita Pataki, entréguelo –pidió estirando la mano para recibir el objeto.

No puede ser, esto apesta – pensó – Pero ya iba a guardarlo – aseguro tratando de disculparse. No era la primera vez que utilizaba su aparato en clase, pero si la primera vez que la pillaba el profesor de química.

– Muy tarde, señorita, conoce las reglas sobre el uso de celulares – dijo el profesor y la observo con mucha determinación.

Definitivamente esto apesta –pensó de nuevo y comenzó a retirar los accesorios.

– Entréguelo tal y como esta.

La chica suspiro y resignada entrego el celular tal y como estaba.

– Se lo devolveré cuando vengan sus padres –espetó. Helga resopló bajito–¡Mire que tal! –dijo asombrado de ver un banco vacío justo al lado de la joven rubia–¿Dónde esta su compañero? –cuestiono dirigiéndose a Helga.

– Aquí Sr. Foreman –intervino el chico alzando su mano con timidez.

– Sr. Shortman, ¿qué está haciendo allá?

– Señor, Nadine estará ausente…

– Me enteré, de acuerdo, creo que le será de gran ayuda a la Srita. Lloyd puede quedarse ahí–dijo interrumpiéndolo–. En cuanto a usted, joven Owen, le tocara sentarse en el lugar de Shortman junto a Helga –hablo ahora dirigiéndose al chico nuevo.

– Claro, profesor –sonrió el joven sintiéndose afortunado.

– ¡Perfecto! La srita. Pataki es una de mis mejores alumnas, aunque debo advertirle que es un tanto especial – esto último se lo dijo en secreto–. Bien, continuemos –dirigiéndose al pizarrón para retomar la clase.

POV de Helga

El chico nuevo ya se había instalado a lado de ella. Se habían puesto bata y gafas por seguridad, que el profesor había tomado de su gaveta, el equipo era prestado.

Tiene cara de idiota, otro perdedor justo lo que hacía falta –pensaba sarcásticamente – ¿Por qué sonríe tanto?

– ¡Hola! Mi nombre es Owen Santirso ¿cuál es el tuyo? –pregunto extendiendo su mano para estrechar la de la joven.

Helga lo observo de arriba abajo– No solo tiene la cara –Lo dejo con la mano extendida y comenzó a mezclar sustancias, aburrida de las cortesías. El joven retiro la mano, pero no se dio por vencido.

– ¿Te puedo ayudar en algo?

– Esta bien –respondió de mala gana rodando los ojos –¿podrías pasarme el sodio?

El chico observo muchos frascos sin descifrar cual debía entregarle ante esto la joven rodo una vez más los ojos y contesto.

– Es la sal y está a tu izquierda, pelmazo.

– Claro, debes pensar que soy un idiota –dijo el castaño mientras le entregaba el frasco con sal.

– No, ¿cómo crees? –utilizando su sarcasmo.

– Lamento lo de tu celular.

Voy a vomitar–la chica suspiro y en seguida se reprimió a sí misma "Helga, debes ser más amable, el chico ya debe tener suficiente con llegar a mitad del año y seguro no tiene la culpa de tus problemas personales" – No te preocupes mi papá es... bueno, solo tendrá que darme otro. No creo que quiera venir a acá.

– ¿Acaso trabaja vendiendo celulares?

– Sí, bueno, algo así... bueno en realidad, sí es lo suyo, es lo único que diré.

El joven sonrío malévolamente a su espalda.

– ¿En serio? –preguntó interesado– Mi papá es dueño de una tienda de electrónica–continúo tratando de llamar su atención.

–Qué bien – contesto, desinteresada.

– Bueno a diferencia que a mi jamás me regalaría algo –hablo mostrándose afligido –De hecho, él ni siquiera es capaz de recordar mi nombre.

Los ojos de Helga se abrieron como dos enormes capullos en primavera. Sonaba parecido a ella, un padre con una compañía y desinteresado de su hijo, le gano la curiosidad.

– ¿Tienes hermanos? – preguntó.

– Si, tengo uno. Es mayor y parece ser el favorito – de nuevo cabizbajo.

¿Qué era eso? había escuchado esa misma historia toda su vida, pero esta vez, por primera vez no era ella quien la contaba. Olga había vuelto a vivir con ellos desde hace unos meses y sentía que lo poco que su familia había avanzado en esos años ahora volvía a retroceder. Olga siempre era el centro de atención para sus padres, sabía que no lo hacía al propósito, pero no significaba que no doliera. Helga no tenía con quién hablar de eso, Arnold era el chico más sabio y amable que conocía de su edad y también el más solitario desde la muerte de sus abuelos, Helga no se sentía a gusto hablando de sus problemas con su familia, al menos tenía una, Arnold siempre intentaba recordárselo. Helga dejo de mezclar sustancias, sentía empatía por el chico nuevo, realmente se sintió conmovida al ver su expresión. Lo sabía, sabía que era sentirse desplazado. Un impulso la domino y la llevo al punto de querer acercar una mano y consolar al chico nuevo sentado a su lado, justo entonces ocurrió una explosión que la detuvo.