DESCARGO DE RESPONSABILIDAD: Sip, esto va a estar escrito en español… Ah, y no soy dueño de absolutamente nada.


Hey my people, this is Spanish shit, so that. Why am I uploading this talking about both my decision of writing this in Spanish and the fact that I got a lot of shit to upload? Cuz feel like it (because I wanted to and because my netbook is broken respectively). If ya know Spanish as much as I know about English (equal shit) and you still wanna read this, try to translate it with Google.

Bueno, comenzando con el español, ¿cómo andan? ¿Bien? ¿Mal? ¿Más o menos? Yo ando bien; antes de ayer fue mi cumpleaños. Ahora, hablando de la historia, no tengo nada más que decir que va de un Subaru que fue en peregrinación y volvió al mundo ordinario (el de RE:Zero) con sus apoteosis a la espalda (o sea que esto es un crossover de Dark Souls y RE:Zero). Me inspiré en "Is It Too Much To Ask To Be Left Alone?" (crossover de Danmachi y Dark Souls) de Ashbel Longhart, una historia y autor que recomiendo de sobremanera.

Ahora, hagamos unas preguntas rápidas para tener una idea de qué va esta historia:
¿Subaru es el prota? Sip, pero sumale parte de la personalidad de Goblin Slayer.
¿Va a haber elementos de Dark Souls más allá de lo que Subaru vaya a traer consigo? Tal vez.
¿Harem? La verdad que ni idea.
¿Seriedad? Supongo que un poco bastante.
¿Trama principal? Dark Souls va de un ser olvidado y quemado hasta casi las cenizas enfrentándose a deidades caídas de antaño, así que calculale que algo parecido solo que con seres de RE:Zero.
¿Volver de la muerte? Es un crossover de Dark Souls, así que segurísimo.
¿Subaru OP (Over Power o súper poderoso)? El poder de Subaru lo baso en el personaje que uso en el Dark Souls y la habilidad con la que lo manejo, así que… Bueno, digamos que pocos seres podrán llegarle a la suela de las botas.
¿Apariencia de Subaru? Armadura de Artorias.
¿Rem? Si esto llega a llevar romance y comienza a haber harem, entonces seguro que entra.

AVISO: Mi estilo de escritura es una mierda.


CAPÍTULO 1:
INCANDESCENCIA MOMENTÁNEA


-¿Cuántas almas cuesta?- Preguntó una voz que parecía quemada por el tiempo.

Levantando una ceja, Kadomon miró al alto caballero frente a él. Su armadura desgastada soltaba cenizas por cada apagado movimiento que daba dejando que el raspado color de la gloria fuera evidente. El color negro que se adhería con terquedad a la armadura apenas se mantenía por los obvios años de batalla que había pasado. Su casco, ignorando la afilada apariencia que daba, terminaba con una ola de cabello que volaba con el viento. Adornando sus hombros y en partes de su cintura estaban los restos de una tela azul que no parecían querer soltarse. El resto de su armadura poseía unos grabados que parecían ser hechos por manos expertas, dejándolo preguntarse quién era este caballero para estar en posesión de tal obra de arte. La manchada vaina que llevaba a su lado apenas era visible, siendo que el enorme guantelete tapaba gran parte de su arma de una forma que parecía casi peligrosa. A sus ojos, era obvio que este hombre era mucho más que un simple espadachín, porque, incluso con sus años de experiencia en toda clase de trabajos, no podía entender lo que tenía en frente. ¿Lanzas?, ¿hachas?, ¿mazos?, ¿katanas? Ninguna de ellas parecía encajar completamente con la extraña postura que sostenía ese marcado casco.

Dato curioso: Según la investigación que hice, la manera correcta de escribir katana (日本刀) es con una C, pero, como supongo que la mayoría de ustedes la escriben con una K (lo cual tampoco es una equivocación), aquí decidí escribirla con dicha letra. Otra cosa sería que, como en Japón la C no existe, la K la remplaza; eso explica el por qué todas las palabras japonesas (a menos que tengan algún tipo de uso específico de la C como con el nombre Chōji Akimichi [秋道チョウジ]) usan una K para remplazar la C (evitando así el problema del CI [SI/TSI] y CE [SE/TSE]) y la S para todo lo demás que en nuestro idioma (o variación del mismo) podría ser con una C.

-¿Cuántas almas cuesta?- Volvió a preguntar sin perder la edad que su voz caracterizaba.

Quedando un tanto perdido por la pregunta que fue reformulada, el hombre de cabello verde tardó unos segundos en responder.

-¿Almas...?- Dijo intentando entender la pregunta. -No conozco ninguna moneda con ese nombre.

La armadura pareció meditar esa información durante unos segundos antes de soltar un suspiro a través del casco. Kadomon vio como la desdeñada figura comenzó a alejarse, dejándolo atónito de la espalda demasiado grande para cualquier sombra. La sola vista del enorme espadón que sus hombros cargaban causaban que su espalda se helara en un escalofrío.


[Estruendo]

Un asqueroso crujido hizo eco en el callejón.

-Ese es uno...- Sentenció.

Gritando como nunca en su vida, sus ojos miraron la horrible escena. El cabello blanco que antes pertenecía a su viejo amigo ahora no era más que un rosado producto del sufrimiento que aquel guantelete le causó. Un dolor atacó sus retinas cuando trató de seguir el rastro de la armadura que parecía deslizarse entre la masacre que repartía.

[Estruendo]

Atravesando a su viejo compañero, el enorme caballero lo despojó de su brazo. Su grito manchado de dolor comenzó a cuartear su garganta. Cayendo al suelo, el desgraciado cuerpo comenzó a rodar de agonía.

[Aplastar] [Crujido]

El carmesí de su compañero comenzó a teñir las negras botas del caballero.

-Con ese son dos...- Susurró.

El temblar de sus piernas se había vuelto incontrolable, causando que su postura cayera entre el caliente dorado que su pavor soltó. Su boca apenas pudo dejar salir una pregunta.

-¿Po... Por qué?- Dijo con el terror que su mente agobiaba.

Girando su casco, el monstruo frente a él lo miró directamente. De forma lenta y sin compasión, sus pasos lo guiaron sobre los cadáveres de los que antes fueron sus hermanos de aventura. Parado frente a su pequeña presencia, la armadura suspiró en su rostro, dejando que un aire ceniciento causara que sus ojos quisieran cerrarse...

Pero no podían.

Forzados a ver la hendidura de la armadura, su consciencia apenas vigente lo vio.

-Ustedes quisieron robarme, me amenazaron con un cuchillo e incluso trataron de atacarme...- Habló sin remordimientos. -... yo solo me defendí.

Levantó su enorme brazo para quitarle lo último de vida que su pecho desbordaba. Su última vista solo iba a ser aquel apagado fuego que sus pequeñas irises dejaban ver...

-Lo siento madre...

[Zumbido] [Estruendo]

Un frío viento golpeó sus sentidos. Sus ojos se cerraron en un reflejo que lo hizo tapar su rostro con sus pequeñas manos.

-¡Detente!- Gritó una voz femenina.

Abriendo sus ojos repentinamente, su cabeza giró. Allí, una hermosa diosa del invierno se paraba con una elegancia que apenas podía distinguir. Su vestido blanco que parecía ser acariciado por el viento. El cabello plateado que brillaba con el sol, junto con una flor que lo adornaba. Estaba estupefacto, como todas aquellas veces que su madre lo llevaba a ver a la realeza en esos desfiles que tanto había llegado a disfrutar. Casi había quedado embelesado por la hermosa silueta que sus ojos enaltecían, pero "Eso" lo devolvió a la realidad. Espabilando de su sorpresa, sus ojos volvieron a centrarse en la figura que parecía haber perdido el interés en él con su brazo extendido y un crujiente trozo de hielo que se quebraba bajo su agarre.

[Crujido] [Partir]

Milésimas fue lo que tardó en destruirlo con lo que parecía ser una fuerza monstruosa. Más rápido de lo que nunca lo había hecho, sus piernas se movieron en un doloroso desgarre. Su carrera fue tan veloz que el callejón se había convertido en un simple desenfoque. La bella joven apenas centró algo de su atención hacia él, aunque, por su parte, el agradecimiento que sentía era inmenso...

Cambiaría.

No volvería a realizar este tipo de actos. Sería alguien de provecho y dejaría atrás todas estas estupideces. Lograría ser el hombre que su madre siempre quiso...

La luz fuera del callejón pareció darle la bienvenida mientras dejaba atrás la desesperación que la sola presencia de ese caballero daba. Una leve sensación de alivio llenó su pecho mientras su pie se acercaba al primer tramo de luz.

[Zumbido] [Corte] [Salpicar]

No lo logró...

Estando a tan solo unos pasos de donde el cuerpo cayó, Emilia saltó para tratar de parar el sangrado. Sin embargo, era demasiado tarde. Incluso si había intentado evitar el sangrado con su hielo, con su habilidad actual era imposible salvarlo. Un último suspiro pareció escaparse del destrozado cuello.

-Esos son tres...- Soltó la voz.

Girando su cabeza, sus ojos divisaron la armadura que comenzaba a moverse hacia su posición. Una pequeña sensación de frío pareció escurrirse de entre su cabello, dando señal de que Pack iba a tomar cartas en el asunto. Haciéndose de presencia en el aire, el pequeño felino de fuerte presencia se acercó rápidamente a la posición del caballero mientras el ambiente a su alrededor se helaba en un indicio del ataque que estaba cargando…

[Espantar]

Solo para ser neutralizado con un simple movimiento de mano. Sus ojos se abrieron con evidente sorpresa, siendo que el poder que su querido amigo tenía era algo abrumador. La sensación de pánico llenó su pecho. Uno de los más grandes espíritus había sido derrotado de un ataque. Entonces... ¿qué sería de ella? Sus ojos se cerraron con algo de pánico.

[Arrancar] [Salpicar]

Algo de calor tocó su rostro.

-No deberías meterte en lo que no te llaman.- Soltó la voz.

Abriendo sus ojos, pudo ver como la armadura tomaba el cuchillo con su enorme guantelete mientras parecía prepararse para limpiarlo con una bella seda de grises reflejos. Girando un tanto más su atención, la hendidura del casco coincidió con sus ojos. Un ligero suspiro se escapó de su intimidante aura. Su mano se deslizó en un movimiento que su miedo ignoró, siendo que el objeto que su accionar lanzaba parecía no ser más que una bella tela.

[Golpe]

La seda aparentemente pesada golpeó su cabeza.

-Deberías limpiarte esa mancha.- Dijo con extraña amabilidad.

De ahí en adelante, solo pudo ver como la cenicienta armadura comenzaba a alejarse con un paso extrañamente silencioso.

-Extraño...- Comentó su peludo compañero.

Girando su cabeza para verlo, pudo ver como la expresión de Pack era una confusión que no parecía ser para nada hostil. E imitando su acción, Pack giró su cabeza para verla una vez más.

-¿No deberías alejarte de... eso?- Preguntó con su típica sonrisa peluda.

Mirando hacia abajo, la media elfa saltó con algo de miedo cuando recordó lo que había estado tocando. Su respiración se aceleró mientras se alejaba de la escena. Puck, haciendo su mejor esfuerzo por animarla, decidió posarse en su hombro.

-Está bien Lia, él tiene razón.- Dijo encogiéndose de hombros.

Emilia, ignorando el apodo que su espíritu usaba de manera cariñosa, lo miró un tanto enojada.

-No, ¡no está bien!- Exclamó con obvio enfado mientras caminaba entre la gente. –Incluso si ellos trataron de robarle, él los asesinó, ¡nadie debería hacer eso!- Gritó mientras recordaba las primeras palabras que escuchó al acercarse al callejón.

Suspirando, Puck miró el cielo.

-Yo también he tomado la vida de otras personas y, aunque no excuso lo que él hizo, probablemente ellos hubieran hecho cosas peores si los dejaba. Si ellos hubieran tratado de robarnos, también hubiera reaccionado así…- Soltó callando las palabras que Emilia estaba a punto de soltar.

Los pasos de Emilia se detuvieron. Miró sus pies confundida durante unos segundos, para luego mirar hacia el rastro de cenizas en el suelo.

-Aun así, no puedo dejar que alguien así camine por la capital sin vigilancia.- Dijo con determinación.

Suspirando, Puck decidió acceder no sin antes avisarle de la mancha que su rostro sostenía.

-¿No deberías limpiarte esto?- Dijo apuntando a su mejilla.

-¡Kyaaah!- Gritó mientras comenzaba a limpiarse con la tela.

.

.

.

-Este… ¿Lia?- Llamó Puck un tanto extrañado.

-¿Qué sucede Puck?- Dijo sin apartar su vista del azabache de rayones plateados que pintaba la armadura.

-¿No crees que esto puede ser considerado… acoso?

Puck nunca tuvo un gran sentido de la moralidad, pero el acompañar a su hija en sus estudios siempre le dio algo de interesante conocimiento, por eso ahora tenía una vaga idea de que lo que estaban haciendo estaba mal.

-¿¡Q-Qué!?- Preguntó con un poco de rojo pintando su cara. –N-No, esto es por el bien de la gente. Como próximo gobernante, debo ayudar a mi gente.- sus palabras fueron deslumbrantes, pero…

-Todavía no sabemos si vas a ganar.

-¡Eh!- Respondió indignada para luego hacer un puchero. -¡Mmph!

-Oye Lia, no te pongas así.

-¡Mph!- Refunfuñó mientras giró su cabeza para evitar encarar al gato volador.

Puck, rendido por la situación, soltó un suspiro mientras se volteaba a seguir acosando a el nuevo interés de Emilia.

-Además, ¿no deberíamos estar buscando tu insignia?

-Mira, ¡hay una niña perdida!- Dijo ignorando su comentario.

Suspirando una vez más, Puck miró hacia donde su (ingenua) hija apuntaba. Allí estaba una niña de cabello verde y vestido rosa llorando por su aparente posición de perdida. Sus pequeñas manos en su cara tratando de limpiar las lágrimas que limitaban su visión. De alguna forma, esto le recordaba la primera vez que se encontró a su querida hija…

-¡Tenemos que ayudarla!- Dijo Emilia a punto de salir de su escondite.

Puck, como era de esperarse, creía que esto era una pérdida de tiempo, pero, incluso así, la imagen de su hija se superpuso a la de la niña, así que tampoco se opuso. Sin embargo, justo antes de acercarse a la niña, vieron como la armadura se arrodillaba frente a la niña. De repente, su guantelete se acercó a la cabeza de la niña y, lo que se suponía que eran dedos saliendo de la palma, parecían garras a punto de enterrarse en la cabeza de la niña.

-¡No!- Pensaron al unísono.

Tanto Puck como Emilia prepararon un hechizo que, en otro momento, hubiera sido un pequeño grupo de estacas de hielo, pero, con la cantidad de mana que estaban cargando, este sería proporcionalmente más grande.

-¿Estás pérdida, señorita?- Preguntó la profusa voz mientras su guantelete se posaba en la cabeza de la niña.

La pequeña niña giró su cabeza hacia la profunda voz. Pudo sentir como sus piernas temblaban cuando vio la aterradora armadura que se plantaba frente a ella. Sin poder evitarlo, la niña lloró aún más fuerte. Esto causó una divertida risa por parte del caballero.

-No te preocupes señorita, yo también estaría asustado de tal armadura.- Dijo acariciando aún más su cabello.

Esto causó que la ceniza que plagaba su cuerpo comenzara a caer sobre el cabello de la niña y rostro de la niña.

-¡Achih!- Estornudó por la ceniza.

Otra risa fue soltada en respuesta.

-¡Lo siento pequeña!- Comenzó mientras reía más fuerte. –Este viejo cuerpo tuvo algunos problemas con el fuego. Aquí, sopla.- Dijo mientras usaba uno de esos pañuelos pesados para limpiar su nariz.

El gesto hizo que la niña recordara como su padre solía hacer eso, así que, confiando por una vez en el caballero de aterradora armadura, usó todo el aire en su pecho para soplar por su pequeña nariz.

[Trompetilla/Soplido de nariz]

-Eso es.- Dijo mientras sostenía el pañuelo.

Terminando de limpiar su nariz, el caballero usó la parte sin mocos del pañuelo para terminar de limpiar su rostro. La niña estaba sorprendida de lo amable que fue, siendo que había escuchado en historias de su padre que los caballeros solían ser personas arrogantes (lo que sea que eso significara) y poco amables.

-G-Gracias.- Dijo haciendo un arco.

No podía ver su rostro, pero, por la sensación que daba, sabía que estaba sonriendo.

-¿Quieres que te ayude a encontrar a tu madre?- Preguntó con ternura que no parecía propia de su figura.

-¿¡C-Cómo lo supiste!?- Preguntó asombrada. -¿Acaso eres un mago?

El caballero soltó otra cálida risa.

-Solo intuición.

.

.

.

.

Emilia estaba un tanto atónita. Claro, la gente es muy ambigua, pero la persona bajo esa armadura parecía cada vez más distante de lo que antes parecía un asesino de sangre fría. Mucho más teniendo en cuenta que se tomó el tiempo de ayudar a la pequeña niña que había perdido de vista a su madre. ¡E incluso la llevaba en su hombro!

-¡Entonces mi mamá me dio un montooooooón de dulces!- Contó la niña mientras disfrutaba de la vista desde el (inesperadamente) cómodo hombro del caballero.

-Suena delicioso.- Respondió el caballero.

-¡Sí! Oh, y el otro día…- La niña dejó la oración a la mitad -¡Oh! ¡Allí están papá y mamá!- Gritó mientras golpeaba sus pies contra el peto.

Escuchando la alharaca, una mujer de cabello púrpura se volteó hacia el caballero y la niña. Las lágrimas comenzaron a brotar de sus grandes ojos cuando vio a la niña que se posaba sobre el hombro del caballero.

-¡Plum!- Llamó mientras estiraba sus brazos hacia su hija.

Por su parte, la niña saltó hacia su madre mientras preparaba un fuerte abrazo. La vista del cálido momento de madre e hija causó que el caballero sonriera por debajo de su casco.

-Hey, señor caballero.- Una voz familiar hizo que volteara.

Allí estaba el mismo hombre del puesto de manzanes. Su mirada se enfocó en la hendidura de su casco esperando ver a través de ella.

-¡Muchas gracias por traer a mi hija!- Dijo mientras bajaba la cabeza en agradecimiento.

El armadura se giró para enfrentar al hombre.

-No hay problema, solo hice lo que cualquier Guerrero del Sol hubiera hecho.- Respondió dando un pulgar arriba.

Confundida, tanto madre como hija miraron al caballero.

-¿Guerrero del Sol?

Dejando salir una fuerte risa, el caballero se dio la vuelta para mirar hacia el sol. Extendió sus brazos hacia el cielo en forma de V con sus palmas hacia afuera. Apoyando todo su peso en sus metatarsos, el autoproclamado Guerrero del Sol pareció tomar todo el aire posible. El crujir de las placas mientras se expandían para admitir más del desgastado torso terminó con la ceniza desbordando de su cuerpo. Levantando su cabeza, el brillar del sol terminó por adornar el ondeante cabello que se escurría del casco.

-¡Alabado sea el Sol!- Dijo a todo pulmón para luego soltar otra fuerte carcajada.

Kadomon y su esposa miraron con extraña fascinación la forma en la que el sol parecía corresponder su saludo, causando que la desgastada armadura brillara entre el viento que levantaba la azulada, desgastada capa. Las cenizas en el aire parecieron encenderse ligeramente, causando que su aura brillara en un brillante dorado. Por su parte, Plum estaba… fascinada.

-¡Guau! ¡Un Guerrero del Sol!- Exclamó entusiasmada. -¿Qué es eso?- Terminó por preguntar mientras apoyaba un dedo en su boca con curiosidad

Dejando su pose de lado, el adorador de estrellas apoyó una rodilla en el suelo. Revolviendo una vez más el cabello de la niña, el caballero apuntó al sol.

-Un Guerrero del Sol es aquel que vive para ayudar a otros, incluso a costa de sí mismo; para alabar la vida que se les ha otorgado- Un poco de nostalgia pareció diluirse en sus palabras, para luego elevar la cabeza una vez más -; para buscar su propio sol…- Terminó por decir mientras apretaba su puño por sobre la figura del Sol.

-¿Tu propio Sol?- Preguntó confundida -¿Qué es eso?

Levantándose, el Guerrero del Sol miró a la niña.

-Algún día lo entenderás, pero, por ahora, tengo que irme.- Dijo mientras comenzaba a caminar hacia la parte baja de la ciudad.

Fueron unos segundos después que él pareció recordar algo y, volviendo hacia donde el hombre manejaba su puesto de manzanes, el guerrero preguntó.

-¿Sabe dónde podría encontrar a una chica de cabello anaranjado?


Suspirando mientras caminaba entre la gente, el caballero de blancos ropajes continuó su camino por la capital. Claro que agradecía sus días libres, pero no si estos eran obligados. Así que aquí estaba, tomando unas semanas libres -obligadas- en la capital. Ahora la pregunta era…

-¿Qué hace la gente en su tiempo libre?

Sí, con todas las bendiciones que tenía, era básicamente el ser humano más fuerte del mundo, sin embargo, eso era un problema para su sentido común.

-Tal vez desmantelar alguna organización criminal… No, creo que eso no sería de lo más relajado.

Podía pasar este día entrenando, pero probablemente eso también significaría que estaba desperdiciando sus vacaciones. Así que, una vez más, ¿qué podía hacer? No tenía novia ni esposa y los únicos familiares con los que podía compartir gustos estaban ocupados o trabajando. Y, ahora que lo pensaba, no tenía muchos amigos. Mejor dicho, no tenía amigos más allá de su trabajo. Y eso era triste teniendo en cuenta que era el Santo de la Espada.

[Placas chocando]

El sonido metálico de una armadura lo trajo de vuelta de su pequeño lapsus de casi depresión. Cuando logró determinar de dónde venía el sonido, pudo ver una inmensa armadura recorriendo la capital. A su alrededor se formó una especie de cúpula social que prevenía a la gente de siquiera estar a menos de un metro de la obscura presencia. Por su parte, Reinhard no estaba impresionado de ver semejante armadura, ya que la seguridad siempre es importante, pero sí había un par de cosas que lo dejaban un tanto descolocado.

Desde el momento en el que recibió sus bendiciones, Reinhard sentía las bendiciones. No verlas ni tampoco conocerlas, simplemente sentirlas. Todo el mundo tenía un poco del mundo, incluso si ese poco no fuera una bendición. Una luz o aura que parecía escaparse de la puerta de cada uno. Sin embargo, esa armadura no emanaba nada de eso. No había tal aura, solo… cenizas.

Curioso, Reinhard plantó una rodilla en el suelo para tomar un puñado de cenizas. Debido de su experiencia como caballero, él conocía las cenizas. Su olor, su color, su sentir… Nada de eso se asimilaba a esto. Esto era diferente. Eso no era ceniza normal.

-¿Eh?- Un tirón en su cintura casi lo hizo caer.

La funda que revestía su espada comenzó a temblar mientras el aura de la misma aumentaba. Esto sin duda era extraño. Eran raras, si acaso nulas, las ocasiones en las que su espada había estado de acuerdo en luchar contra alguien. Por ello sentir sus deseos de chocar contra la armadura de blancas cenizas lo dejó más que aturdido. De pronto, sintió otra energía. En su mano, el pequeño monto de cenizas que había levantado comenzó a calentarse mientras algo aún más fogoso hizo que sus sentidos gritaran.

Reinhard levantó su mirada. Esperaba ver al caballero desenfundando su enorme espadón, daga o espada de su cintura, verlo convocar magia o preparado para huir; algo más que tan solo su figura alejándose peligrosamente de él. Esto era similar a cuando solía entrenar con su abuelo. En el pasado, siendo un niño e incluso adolescente, el caballero de cabellos carmesí no podía siquiera verse sobreviviendo un minuto contra la imparable fuerza de su abuelo. Sus bendiciones y poder parecían nada frente a la experiencia infernal que cada mirada suya proyectaba. No importaba que tan fuerte golpeara, cada movimiento era esquivado y castigado con todo rigor. Nada de lo que planeaba o trataba era suficiente para desmontar la aparente habilidad de su abuelo…

Esto era similar.

Cada paso que lograba ver era cuidadoso y medido hasta una perfección casi enferma. Ambas manos preparadas para tomar cualquier objeto de su arsenal en menos de un parpadeo. Su espalda un tanto encorvada en caso de tener que esquivar, saltar o esprintar. E, incluso si no podía verlo a la cara, podía sentir como sus ojos captaban cada movimiento; como sus orejas oían todo su entorno; el sonido de su respiración preparada para cualquier ataque. En definitiva, este hombre no era alguien normal…

Nadie así podría serlo.

[Choque]

Un ligero empujón en su costado lo hizo espabilar de su pensamiento.

[Caballo rebuznando]

Debido de su estado de alerta, Reinhard no pudo evitar encarar el origen del sonido…

[Lengüetazo]

Solo para ser besado por un caballo. Claro, era El Santo de la Espada, pero incluso él tenía límites en lo pasivo que podía ser.

-¡BLEW!- Gritó asqueado mientras trataba de limpiar su rostro.

En momentos como estos, Reinhard estaba realmente agradecido con todas esas mujeres que habían robado besos suyos en un intento por seducirlo para casarse y conseguir sus riquezas (al menos desde su perspectiva), porque, si no, este hubiera sido su primer beso. Por lo que no estaba agradecido, era que la armadura ya no estaba en su campo de visión.

-Maldición…


El ya familiar olor a moho llenaba el bar de su viejo favorito. Esa esencia siempre lograba ponerla de buen humor, ya que fue gracias a él que se había convertido en lo que era. Explorando con una nostalgia casi palpable, sus ojos se enfocaban en cada nuevo detalle que veía. Era raro pensar que incluso con su avanzada edad, el viejo continuaba coleccionando cosas como un niño pequeño.

[Golpe en madera]

-Aquí tienes-. Dijo con su usual tono agresivo.

Mirándolo de reojo, la pequeña niña sonrió mientras tomaba el líquido que llenaba la copa...

-¡VIEJO!- Gritó repentinamente.

[Golpe en madera]

Golpeando el mostrador del bar con su copa, la ira se había vuelto visible en su rostro.

-Esto es...- Comenzó apretando el cristal. -... ¡LECHE!

El anciano que continuaba mirándola con una mirada completamente imperturbable suspiró por lo caprichoso de su nieta substituta. Y, usando su mano para espantar despectivamente sus arrogantes pedidos, el anciano dijo.

-¿Qué quieres que haga?- Expresó sobradamente. -Aún eres una niña.

[Zumbido]

Antes de que siquiera pudiera parpadear, la niña había colocado su pequeña daga en su nariz. Sus ojos destellaban del mismo fuego que su cabello reflejaba.

-Dilo de nuevo.- Retó con algo de soberbia.

Otro suspiro cansado se escapó del pecho del viejo. Y moviendo su mano para tomar la punta de la daga, su ductilidad fue puesta a prueba.

[Apretar]

Poco y nada fue lo que le costó doblar esa baratija. La pequeña adolescente miró impotente como su preciosa daga yacía doblada en sus diminutas manos. Unas pequeñas lágrimas se acumularon en sus ojos.

-¡AAAAH!- Gritó la niña. -, ¡mira lo que hiciste!

Sonriendo un poco por el repentino cambio, el viejo soltó una longeva risa.

-Aún te faltan 100 años para siquiera mirarme a los ojos.

Haciendo un puchero que pareció agravar aún más la superioridad del gigante, la chica de cabello naranja se cruzó de brazos mientras comenzaba a refunfuñar.

-Eso es mentira...- Dijo entre balbuceos.

Levantando una ceja algo incrédulo, el enorme anciano se acarició la barba esperando escuchar más.

-¡Hoy le robé a un caballero!- Dijo con lo que parecía ser orgullo, siendo que su mano se golpeó contra su pecho en un movimiento de auto-enaltecimiento.

Abriendo los ojos un tanto sorprendido, el casi gigante volvió a dar otro suspiro.

-Sabes que eso es peligroso...- Dijo con palpable preocupación.

Otro puchero se volvió a formar. Algo de enojo se filtró en sus cejas, para luego apuntarlo con un dedo acusador.

-¡Para que lo sepas, yo...!

[Estruendo]

La puerta del bar salió volando entre una polvareda que nublaba su visión.

-Permiso...- Dijo una voz que parecía haber sido quemada.

Un fuerte paso causó que todo el polvo se dispersara. Los sonidos de las placas de su armadura chocando una contra la otra hicieron eco en todo el bar. Parándose en medio del bar, el casco se giró para verla.

-Devuélvelo...- Dijo mientras estiraba su mano. -... o tendremos serios problemas.


Esto no era lo que esperaba. En todos sus "Trabajos", siempre había algo que no iba de acuerdo al plan. Personas que no fueron mencionadas en el contrato, mayor dificultad de la estimada, trampas por venganza o dinero; cada posibilidad siempre estaba sobre la mesa. Pero, ver como alguien que parecía gozar de un aura así de tenebrosa era algo que no era muy usual. Claro que en este mundo existen cientos de personas que pueden convertirse en algo mucho más temible que la muerte misma, pero, aquella armadura se veía demasiado... apetitosa para dejarla ir sin una probada.

-No puedo esperar...- Dijo mientras humectaba sus labios con su larga lengua.

El temblor de su cuerpo se convirtió en un cálido latido que comenzó a llenar sus venas. Sus ojos se agudizaron mientras veía como la armadura se acercaba a las personas que encontraba por el camino, preguntando por un lugar que realmente no le interesaba.

-¿Cómo ser verán sus entrañas...?- Preguntó al aire mientras su entrepierna se apretaba.

.

.

.

El color de la tarde comenzaba a hacerse presente en el cielo. Ya llevaba un tiempo siguiendo a la armadura buscando algún tipo de abertura para comenzar un ataque furtivo, pero… nada. Siempre fue de aquellas mujeres que muerden más de lo que pueden masticar, sin embargo, este "Hombre" parecía diferente de lo que estaba acostumbrada. Incluso con sus cientos de batallas, no podía entender completamente lo que buscaba hacer. Ni siquiera su olor parecía querer revelar nada sobre él. Es más, este parecía abrir más preguntas dentro de su aguda mente.

-Cenizas...- Soltó inconscientemente.

¿Por qué alguien tendría este olor tan peculiar? Claro que, en la gran variedad de seres que existen, las esencias extrañas no faltaban. Olor a tierra, vida, muerte, dolor, libertad; tuvo la oportunidad de sentir muchos de ellos, pero algo no parecía estar bien en el hedor que eso desprendía.

-¿"Eso"?- Se preguntó a sí misma.

Estaba poniéndolo en el pedestal de lo desconocido, justo donde el miedo se hacía más grande. No era excitación lo que sentía, era terror por lo que esa destruida armadura tapaba. Curiosidad por saber lo que esa terrible aura ocultaba. Quería verlas...

-Muéstramelas...- Susurró mientras su instinto asesino comenzaba a apoderarse de su cuerpo.

Pudo sentir como su sangre comenzaba a inflar los músculos de sus piernas; como sus dientes se afilaban con un peligroso blanco que los teñía; sus dedos que hasta hace poco acariciaban juguetonamente sus dagas comenzaban a apretarse con anticipación. Una impaciente sonrisa se apoderó de su boca. Sus botas hicieron un hueco en el suelo mientras se preparaban para saltar cuando...

[Crujido]

Abriendo aún más sus ojos, el estado de pelea cambió a alerta. ¿Había sido vista? Su cuello giró hacia la dirección del sonido. La anticipación de ser atacada tomó parte de su movimiento, siendo que su mano desenfundó su daga con más fuerza de la necesaria. Entonces vio lo que produjo el ruido.

-¡Puck!, te dije que te mantuvieras quieto.- Dijo nerviosamente una joven de cabello blanco.

Un pequeño gato se escurrió de su cabello, dejando ver solo su pequeña cabeza. Una expresión ligeramente divertida se apoderó de los rasgos del felino, para luego volver a esconderse. La mujer, por su parte, no había reconocido a la bella jovencita que se encontraba escondida tras una pequeña choza, porque solo podía ver una cosa...

-Rival...- soltó algo molesta.

Elsa podía ser muchas cosas, pero comprensiva no era una de ellas. Él era suyo...

[Estruendo]


La vista de la armadura lo dejó atónito. Estaba acostumbrado a ver muchos caballeros por la parte baja de la ciudad, ya que el primer lugar donde buscas cucarachas es en la obscuridad, sin embargo, este era diferente. El clásico blanco que siempre acompañaba la "Justicia" (si eso podía ser considerado justicia) que los caballeros del reino acarreaban estaba perdido dentro del manchado negro que ahora se paraba esperando por su objeto robado. Normalmente, Rom hubiera tomado su garrote y habría atacado sin miramientos a aquel que osó tirar su preciada puerta, pero… no podía moverse. Algo en esa muerta postura le decía que no debía hacer nada estúpido. En momentos como este, Rom agradecía su avanzada edad. La experiencia siempre era útil…

[Estallido]

Claro que, si no tienes la experiencia, solo la estupidez es una opción.

-¡FELT!- Su desgastada garganta gritó.

Ignorando completamente el llamado del viejo, la chica de ojos rojizos saltó mientras preparaba su doblada daga. Su acelerada mente se preparó para el impacto al mismo tiempo que formulaba un plan. Tener una espada con una curvatura era algo malo para la mayoría de las situaciones, pero si lograba meterla entre esas placas, el caballero sería historia…

O eso pensaba.

El caballero simplemente usó su mano extendida para tomarla por su bufanda, causando que su cuerpo continuara el recorrido de su salto que terminó con su bufanda apretando su cuello. En shock, la niña miró hacia el casco del caballero que hizo parecer casi fácil el atraparla. Sin embargo, era todo lo contrario. Felt, de todas las personas, era la más difícil de atrapar. Desde que podía recordar, su velocidad fue lo único que siempre la caracterizó y, ahora, venía este aterrador (incluso si no quería admitirlo) caballero para atraparla como si nada, dejándola con el dolor en su garganta por lo apretada que su bufanda ahora estaba.

Ignorando el miedo en sus ojos, el caballero la bajó con inesperada amabilidad. El crujir de sus placas al plantar una rodilla en el suelo la mantuvo alerta, pero sin poder adoptar una postura. El dolor de su pecho mientras continuaba respirando agitadamente era lo único que la paraba de atacar una vez más. Haciendo todo lo posible para parecer intimidante, Felt miró el lugar donde los ojos del caballero debían estar, solo para ser completamente apagada por una lluvia de cenizas que la cubrió cuando la voz habló.

-¿Puedes devolverme lo que me robaste?- Dijo mientras su mano se movía para estar frente a ella.

Rom, por su parte, estaba más aterrorizado que enojado por su nieta siendo atacada. Sabía que no tenía oportunidad frente a tal monstruo, pero estaba preparado para dar su vida por ella. Por esa razón, ver como el caballero le estaba dando tal oportunidad, hizo que su mente se parara. Claro, podía ser una trampa, pero, de alguna forma, podía sentir que decía la verdad.

-Felt…- Comenzó mientras acercaba su lentamente su mano hacia su garrote.

Era cierto que podía por alguna extraña razón prever que el caballero decía la verdad, pero, incluso así, no estaba seguro.

-… Mejor devuélvele lo que sea que le hayas robado- Su mano se apretó en el garrote esperando algún movimiento. -, no queremos problemas.

Felt giró un poco su cabeza para ver a Rom. Su expresión era peligrosamente seria, mostrando que no era momento de tonterías. Volteó para ver una vez más al caballero.

Por su parte, la cenicienta armadura se mantuvo allí con su mano extendida.

-Por favor- Dijo repentinamente. -, es importante para mí.

Su mano se movió entre sus ropas buscando el objeto. Sintiendo el cálido toque del frasco, Felt supo que lo había encontrado. Si hacía memoria, ella sabía la verdad. Había sido coincidencia. Un completo golpe de suerte, porque no había forma de que ella hubiera podido tomar algo de la… "persona" frente a ella. Se sentía en la cima del mundo, quiero decir, ¿quién no lo haría luego de robarle a un elfo? Imparable era la palabra que definía perfectamente cómo se sentía en ese momento. En ese entonces no pensó que la atónita armadura que se encontraba en su camino se volvería tal problema.

-Toma- Dijo mientras el dorado color del frasco brillaba entre la tenue luz del bar. -, ¿feliz?- Dijo tratando de mantener un poco de su orgullo.

De forma casi nostálgica, el guantelete del caballero tomó el frasco ofrecido. Un pequeño suspiro se escapó de la rendija de su casco, causando que más cenizas se acumularan en su cabello.

-¡Oye!- Gritó indignada. -¡Ten cuidad donde exhalas!- Continuó tratando de limpiar su cabello. -¿Qué nunca limpias esa armadura?

Ignorando sus palabras, el caballero guardó su preciado objeto, esta vez dentro de su armadura. Pero, contrario a lo que Rom (que tenía el corazón en la boca luego de las palabras de Felt) esperaba, el caballero se mantuvo arrodillado.

-Aún tienes el otro objeto robado; el de la chica de cabello blanco.- Dijo mientras volvía a posar su mano esperando el objeto.

Claro que, Felt siendo Felt, lo primero que se le vino a la mente fue gritar indignada, pero una discreta tos de Rom la hizo reconsiderar su accionar. Sí, podía tratar de escapar, pero eso no solo dejaría a el viejo solo frente al caballero y, además, dudaba el poder escapar de él.

-Bien- Comenzó mientras buscaba la insignia. -, pero que sepas que eres irritante.

Una extraña risa se escapó del casco, causando que escalofríos erizaran la espalda de Felt.

-Por favor no rías- Dijo dando un paso hacia atrás. -, es espeluznante.

Bajando la cabeza en lo que se asimilaba como decaimiento, el caballero sintió lo que parecía ser la insignia en su guantelete. Levantando la mirada, el caballero solo pudo agradecer por la cordialidad.

-Gracias… - Su atención fue robada por el esfumar del brillante rojo en la gema. –Extraño…

-¿Dijiste algo?

-No, solo …- No pudo terminar la oración.

[ESTALLIDO]

De la aparente nada, un desenfoque de obscuros tonos se movió hacia el caballero que hasta hace un segundo estaba de espaldas. Antes de que Felt pudiera siquiera entender lo que veía, un destello de un manchado dorado fue desenfundado para chocar contra un obscuro metal. Las chispas comenzaron a volar para luego apagarse antes de tocar el suelo, tal como el entusiasmo de Felt.

-Veo que sí tenía razones para estar emocionada.- Dijo el desenfoque que ahora se había convertido en una mujer.

Fue ahí cuando Felt notó el segundo cuchillo que apuntaba al torso del caballero. La diferencia de poder se asentó en su garganta en forma de un nudo que apenas la dejaba tragar.

-Elsa. - Más cenizas se escaparon de la rendija del caballero, solo que, esta vez, el calor de las mismas se hizo palpable.

Sonriendo aún más, la mujer se relamió los labios.

-Esa soy yo.- La lujuria en su mirar brilló en un asqueroso púrpura.

La voz que hablaba dejó a Felt con un escalofrío, ya que la seductiva forma en la que casi arrastraba sus palabras junto con el contraste de su accionar la hizo parecer aún más aterradora,

-Elsa...- Las cenizas comenzaron a convertirse en centellares que chocaron contra el rostro de Elsa.

El sentir de la presión que la fuerza del caballero le impuso causó que el corazón de la Cazadora de Tripas se acelerara.

-Supongo que tengo que poner algo de esfuerzo…- Pensó mientras ponía algo de fuerza -¿Eh?

La armadura dio un paso adelante, obligando a Elsa a dar un paso hacia atrás. Sus ojos se agrandaron con sorpresa. Claro, Elsa era una mujer muy bella (y ella lo sabía), pero, incluso así, su fuerza debía ser tomada en serio. Pero, ahora mismo, su poder parecía una nimiedad frente a la del poseedor de la armadura.

-¡ELSA!- Su grito se mezcló con la ahora activada ceniza, causando que el desgarrador grito se volviera aún más atronador.

Sintió como su cuerpo perdía su peso. Luego el frío de la noche golpeó su rostro mientras la vista del cielo la hizo despertar de su trance. Girando su cuerpo, Elsa se las arregló para aterrizar casi sin problemas, para luego ver como un brillante azul se alzaba sobre ella.

[ESTRUENDO]

El suelo pareció abrirse por el choque del espadón que era manejado por la armadura.

-Elsa… - El agarre sobre el mandoble se hizo aún más fuerte y, como si no fuera más que una ramita, el enorme espadón fue levantado.

Un sudor de algo más que cansancio se escurrió entre las extremidades de Elsa.

-¡Veo que el mundo te ama!


Emilia no estaba asustada, sino lo siguiente, aterrorizada. La vista de la terrorífica mujer atacando al caballero que había estado siguiendo la dejó aturdida. No podía creer la velocidad con la que ambos se movían, mucho menos la del caballero que movía aquel enorme espadón con suma facilidad. Puck se había ido hace poco, así que estaba sola. ¿Qué podía hacer? Intervenir no parecía ser una opción siquiera viable, ya que no podía hacer nada más que verse a sí misma siendo atravesada (o aplastada si era sincera) por alguno de los veloces ataques.

[ESTRUENDO]

Un balanceo demasiado rápido como para ser real impactó sobre lo que parecía ser una casa para un perro callejero…

-¡OYE!- Una chillona voz gritó desde el bar del que el caballero había salido. -¡ESA ERA MI CASA!

Dejando de lado el sentimiento de vergüenza que fulminó su propia moral, Emilia vio como la niña de ojos rojizos se acercó a donde la batalla se daba a cabo. Ignorante de como la desaliñada chica se acercaba a él, el caballero volvió a blandir su daga contra la cazadora de tripas. Por su parte, la maquiavélica mujer respondió con sus dagas gemelas chocando contra el apagado metal. Las dagas gemelas se mantuvieron luchando contra el desabrido dorado en una batalla de fuerza. Algo se apretó dentro de su pecho. El miedo de ver a la niña lastimada se acrecentó aún más cuando las chispas de la batalla se acercaron peligrosamente a su rostro.

-¡HEY IDIOTA DE LATA!- Gritó la niña mientras se acercaba a donde una batalla de fuerza se daba a cabo. –¿¡Qué acaso estás sordo!?

Un brillo peligroso se pudo apreciar en los caídos ojos de la mujer que antes poseía una expresión de serena lujuria. La rabia y el odio se disparó hacia la inconsciente chica que seguía farfullando sobre su destruida vivienda.

-¡Primero jodes mi oportunidad para salir de este agujero y ahora destruyes mi hogar! ¿¡En dónde se supone que voy a…

[SILBIDO]

Un veloz corte se escurrió del dorado cabello de la niña, dejando unos pocos mechones flotando en el aire. La niña abrió los ojos sorprendida de ver un plateado cabello cayendo sobre su rostro.

-¿¡Estás bien!?- Su voz se quebró entre las preocupadas palabras.

Sin perder un segundo, Emilia se giró para encarar una vez más a la mujer de ojos morados. Un chirrido espeluznante erizó su cabello. El deslizar del negro de la daga dejó que un caliente anaranjado se desprendiera del desgastado metal que sostenía el caballero. Pudo ver como el afilado obsidiana se acercaba rápidamente hacia su ser dejándola con nada más que la sensación de su rostro arrugándose con miedo.

-¿Es este el… fin?


El sentir de las apagadas cenizas en su demacrado cuerpo ya no estaba. Ahora solo podía sentir el calor de su furia prendiendo su cuerpo. La persona por la que todo había comenzado estaba en frente suyo. Todas esas imposibles aventuras que tuvo, el largo camino que sus pies destrozaron, cada amigo y enemigo que logró conocer, todo estaba conectado al filo de sus dagas. Uno podría pensar que estaría agradecido de todo lo que vivió… sin embargo, era todo lo contrario. Aún no podía perdonar la primera vez que estuvo allí. No era el mismo chico del pasado, pero, incluso así, el quemar de su estómago seguía fresco en su mente. Nada escaparía de la fuerza que poseía ahora… no sin el torso separado de su pelvis.

Podía sentir como la aterradora fuerza de la mujer flaqueaba frente a la suya. El crujir de sus muñecas bajo su agarre era de alguna forma… reconfortante. Ya no era el pequeño idiota que había repetido su accionar tantas veces que un reloj roto parecía una nimiedad frente a él. No, ahora era un no muerto… lo cual tampoco hacía mucha diferencia. Repetir cosas ya era parte de sí mismo en toda regla.

-¡OYE!- La voz de la niña penetró su casco -¡ESA ERA MI CASA!

Su cabeza apenas podía entender las palabras de la niña. ¿Casa? ¿Qué era eso? Aquella palabra dolía en su cabeza.

-¡HEY IDIOTA DE LATA! ¿¡Qué acaso estás sordo!?

El chillido que era la voz de la niña causó que el dolor de cabeza aumentara aún más. Sin embargo, su agarre sobre la muñeca de Elsa no hacía nada más que volverse más doloroso para ella.

-Que molesta.

Diferente a lo que antes era, el paternal sentimiento que lo abrazó cuando le habló a la niña se perdió dentro del odio que sentía hacia Elsa. Nada podía compararse a la rabia incandescente que en su aliento causaba el enardecer de mil flamas. Lo poco de lo que él podía llamar alma comenzaba a quemarse en un resplandeciente sentimiento de odio dejando todo su ser en la llama que un viejo amigo había regalado a su persona.

-¡Primero jodes mi oportunidad para salir de este agujero y ahora destruyes mi hogar!- Continuó la niña sin entender que sus palabras no eran escuchadas. -¿¡En dónde se supone que voy a…

-Esta niña…- Pensó con molestia.

¿Qué acaso no entendía que ahora mismo su presencia no era más que un estorbo? En momentos como este realmente extrañaba las desoladas y silenciosas calles de la Parroquia de los No Muertos; al menos allí uno podía tener paz. Claro, para obtener esa paz debía realizar una masacre de todos los cuerpos que se negaban a morir, pero incluso así era preferible a el pitido que sus oídos molestaban. Casi estaba considerando callarla cuando un desliz de su vieja daga dejó que el filoso color obsidiana que Elsa sostenía apuntara hacia su cuello. No negaría que sentía un poco de deseo de que aquella mata de cabello rubio se callara, no obstante, tampoco podía ignorar la pequeña parte dentro suyo que gritaba para salvarla. Gracias a todos sus años de curtidas batallas, pudo ver sin problemas como el mundo se movía tan lento como su propio corazón (o tal vez un poco más rápido); como un tono blanco tan puro como la nieve misma se movía en el extremo de su vista. Su rostro contorsionado en una expresión de horror mientras extendía sus manos hacia la niña.

Calor. Una temperatura diferente se asentó en su pecho. Una chispa tan pequeña que juraría que la misma se extinguiría con el más mínimo suspiro y que, sin embargo, comenzó a perdurar mientras su tenue luz lo hacía recordar el ceniciento rubio que tantas veces había visitado. Guardiana de fuego y de parte de sus sentimientos; una bellísima mujer que fue obligada a cargar con una minúscula llama que, sin importar cuantos guerreros trataran de revivirla, nunca fue capaz de ser lo que antes fue… Al menos hasta que él llegó.

Podía recordar sin problemas como cada vez que sentía la necesidad de tirar su espada hacia las profundidades de la desesperación, ella estaba para él. Sin palabras o sonidos, solo mirándolo a él con aquellos apagados azules. Recordaba cada vez que mantuvo conversaciones unilaterales con ella en un intento por hacerla sonreír. Todas las ridículas poses que había usado para ilustrar todas sus aventuras. Como su cálido toque lo llenaba de vida sin importar cuantas veces tal término fuera arrancado de su ser…

Ahora no era diferente.

Vagamente, podía recordar a la chica frente a él. De sus tiempos antes de ser quién era ahora; de su primera experiencia con todo en contra; de su primer descenso a la muerte… Recordaba muy poco de ella, no obstante, algo se arraigó a su mente…

Él le debía.

[SILBIDO]

Nadie, ni siquiera Elsa, pudo notar el ligero movimiento de su mano re-direccionando la daga con la suya, causando que la misma pasara inofensivamente tan solo tomando algunos cabellos como pago.

-¿¡Estás bien!?

La preocupación y miedo en su voz no pasó desapercibido en el pesado ambiente de la noche. Más rápido de lo que su cuerpo parecía poder moverse, la chica de ojos amatistas se giró para encarar a Elsa que, por su parte, se las había arreglado para escaparse de su agarre. Su daga comenzó a cortar el viento en busca de la sangre de su presa, sin embargo, demasiado perdida en su lujuriosa rabia, Elsa perdió el crepitante fuego que ardía entre las hendiduras de la armadura.

[CHOQUE]

A tan solo centímetros de la carne de Emilia, un guantelete desvió su muerte con chispeante golpe. Sorprendida por como sus latidos continuaban ininterrumpidos, abrió sus ojos. La chica sintió como el calor de tales chispas de acercaron a su rostro, sin embargo, el mismo guantelete pareció espantarlas cuando dio un paso para estar frente a ella. Su masiva espalda nubló toda vista de Elsa…

-¿Nubló?

El antes limpio aire de la parte baja de la ciudad comenzaba a llenarse de un apagado blanco que rozaba el gris. Una pequeña brisa que antes rodeaba el lugar comenzó a hacerse cada vez más fuerte mientras el calor de las apagadas cenizas negaba el frio que antes se sentía. Por cada segundo en silencio, el origen de las cenizas dejaba salir aún más de las mismas; cada segundo más vivas que antes; más calientes que antes.

Los ojos de Elsa se abrieron en sorpresa cuando el antes negro casco comenzaba a revolotear en chispas que se escapaban de la obscura hendidura. Dentro de su mente, ella sabía que todo esto no era normal porque, incluso con todo ese quemado brillar que rodeaba su cuerpo, nada de lo que era parte de él parecía iluminarse. El cabello que se escurría del casco se negaba a quemarse entre todo el vivaz tempo que lo rodeaba, llegando incluso a parecer más salvaje que antes.

[Placas chocando]

Un simple paso causó un silencioso estruendo dentro de cada espectador que se había atrevido a robar un vistazo de la escena. El antes apagado anochecer de su ciudad estaba iluminado con algo diferente a fuego.

Ajeno a todo el público que admiraba su andar, el No Muerto enfundó su mandoble con nada más que indiferencia. El sentir de su guantelete contra la última pieza de su arsenal causó que su mente ardiera en la determinación su próximo accionar.

[Silbido]

El color rojo que siguió su suave movimiento pareció traicionar la belleza de sus movimientos. Diferente a lo que uno esperaría de tal movimiento, la hoja de la espada yacía inmaculada en el aire.

-¿Eh?- Soltó la mujer sin entender las implicaciones del rojo que comenzó a brotar de su torso.

La sensación de sus piernas comenzó a desvanecerse mientras el mundo se volteaba y el sentir del suelo en su rostro la golpeó. Parpadeando sin realmente entender su situación, Elsa fijó su vista en lo que yacía en el suelo…

Decir que no le gustó lo que vio sería una nimiedad, no obstante, ningún grito fue escuchado esa noche.


Esperaba muchas cosas de esta noche, no por nada su espada había reaccionado ante el caballero, sin embargo, la vista del infierno contenido que iluminó la parte baja de la ciudad fue algo sin dudas inesperado. La magia de fuego era conocida por su gran poder destructivo, no obstante, para Reinhard era obvio que la escena frente a él no era algo común. Siempre tuvo la capacidad de sentir el maná de otros seres, incluso mabestias, por ello ver tanto fuego imbuido en tanto poder y rabia, pero sin una pizca de maná, fue algo que lo dejó realmente descolocado. Normalmente, ese tipo de brutalidad en cuanto a la magia dejaría claras marcas o rastros de maná que permanecerían durante semanas e incluso meses, no obstante, lo único que parecía estar presente en aquella situación, eran cenizas que gozaban de un vivir incansable. Tomando una vista más cercana, el caballero más aclamado de Lugnica pudo divisar el centro de tanto caos junto con un ya conocido casco. El revolotear del fuego respiraba con cada latido que aquella figura parecía evocar, no obstante, el sonido inherente de aquel cotidiano suceder se escapaba o no existía para sus inhumanos sentidos.


La enorme audiencia que había sido atraída por el escalofriante enfrentamiento se mantuvo en completo silencio cuando el sonar de las placas dio indicios de que el tiempo aún corría. Un simple ademán causó que el brotar de las llamas se desvaneciera con casi pena de terminar con el vivir de las cenizas que habían vuelto a brillar.

Emilia, cuyos ojos de alguna forma se habían negado a rendirse ante el luminoso escenario que se había desarrollado frente a ella, se sintió minúscula frente a los, aún más destellantes, irises que la escudriñaban desde el otro lado del casco. Su pecho, que no paraba de subir y bajar, contrastaba de sobremanera con como aquel armado torso solo tomó una lenta inhalación antes de que palabras dejaran su boca.

-Veo que mis asuntos siguen interesándote.


No hay mucho que decir, así que chao y disculpen por esta mierda. Have a nice evening.