Las sombras del silencio
Capítulo 4: Viendo las estrellas
"Shini van nussa mes anima
Vermile et angui saviouri du.
Demoni et genst monoc occul ave
Et oncha tes etorai conpertu"
Traducción:
«Te empeño mi alma moribunda,
sangre y lágrimas son tu salvación.
Todos los males han de irse ahora
Y enfrentarse a su cruel condenación."
Canciones del Chamán.- Gronston Magragoc
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Harry estaba tumbado bajo el potente sol del verano intentando relajar su mente que daba vueltas incesantemente. Ron estaba atontado a su derecha, disfrutando alegremente mientras Hermione leía sus libros de hechizos. Ginny estaba haciendo lo mismo, aunque Harry tenía la ligera sospecha de que era un libro más pequeño y más interesante escondido en el forro de pergamino de "Transfiguración Avanzada".
El chico suspiró y se incorporó, haciendo que la más joven de las dos chicas le mirara y le dirigiera una mirada preocupada.
-Pareces exhausto.
-Mhhh.- el gruñido trataba de prevenir a Ginny de que no siguiera con el tema, pero si se dio cuenta no le importó.
-¿Qué es lo que te mantiene despierto por la noche?
Sueños sobre Sirius, los juegos mentales de Voldemort, paranoias con que hay más cuerpos en el tejado… En su lugar dijo:
-Los ronquidos de tu hermano.
-No es verdad.- murmuró Ron.
Harry ahora sabía que su amigo dormía sonoramente. Había estado despierto durante horas y había escuchado quejidos o palabras de sus dormidos labios.
-Sabes que el insomnio puede ir más allá de un desorden psicológico y empezar a tener efectos muy serios en tu salud, ¿verdad?- preguntó Hermione, sin alzar la mirada de su libro.- Puede hundir el sistema inmunitario, causar fallos en órganos internos e incluso la muerte.
-Gracias por la información, Hermione.
-Sólo pensé que debías saberlo.
-No seas tonta.- dijo Ginny.- Harry, no te estás muriendo. Sólo pareces un poco hecho polvo. ¿Cuándo fue la última vez que dormiste bien?
Pensó en ello y no pudo recordar. Ni siquiera sabía en qué día de la semana estaban. Sin dormir, las noches y los días parecían convertirse en horas sin definición.
-No sé, antes de que Fudge admitiera la fuga de Azcabán.
-Eso fue esta mañana, Harry.
-Oh, Dios, ¿en serio?
Ron se rió levemente y se apoyó en un codo.
-Escucha tío, necesitas dormir algo. Todavía estás despierto cuando me quedo dormido y Mamá dice que estás fuera de la cama cada mañana al mismo tiempo que ella. Si no te pones las pilas y algo horrendo ocurre, Voldemort te tendrá en segundos y será el fin de todo. Adiós vida, hola Imperio Oscuro.
Harry cerró los ojos otra vez cuando los cuatro se quedaron callados. No sabía cómo todo el mundo podía soportarlo. Tenía una horrible sensación en la boca de su estómago, un terrible nerviosismo originado por el sentimiento de un asunto pendiente.
Azcabán se había roto como una taza de porcelana. Ya no había guardias que hicieran el trabajo y ahora los mortífagos estaban juntos y libres. La única y débil ventaja era que sus identidades eran conocidas, y el Ministerio al fin creía la verdad del problema. Voldemort estaba ahí fuera. No conocía la profecía, pero, ¿cuánto tiempo tardaría en poder cogerla simplemente de la mente de Harry? Día tras día, el chico intentaba hacer lo que Snape le había dicho con algún grado de éxito, pero aún era un débil insulto a la cara de la fuerza de Riddle.
-Deja de pensar en eso, Harry.- murmuró Ginny, haciéndole abrir los ojos.
-¿El qué?
-Lo que fuera que estuviera torciendo tu cara de esa manera. Simplemente olvídalo. Ponlo a un lado y piensa en cualquier otra cosa. Como cuando haces un Patronus.
-¡Harry!
Rodando sobre su estómago el muchacho vio a Tonks en plena carrera, corriendo a través del césped seco.
-¡Tienes que ir adentro ahora!
-¿Por qué? ¿Qué ocurre?
-Dumbledore necesita hablar contigo.- cuando los otros se levantaron para seguirle Tonks les hizo detenerse.- Ha insistido en ver a Harry a solas.
-¿Para qué?
-Realmente no lo sé. Simplemente ve, Harry, no tiene tiempo que perder.
Harry caminó rápidamente a través del desastroso césped hacia las sombras de la casa. Le llevó un par de segundos ajustar su visión, pero antes de ver a Dumbledore, sintió la presencia del hombre. Estaba sentado en la mesa de la cocina, su barba plateada colgando frente a una rica túnica azul tan oscura que era casi negra, salpicada con estrellas que se movían. Cada pequeño movimiento del anciano hacía que se arremolinara una galaxia. Su taza tenía un gato canela muy gordo pintado, y Dumbledore lo estaba mirando juguetón con signos evidentes de estar disfrutando.
A parte de ellos dos, la cocina estaba vacía y el silencio parecía sobrecogido. Harry permaneció en silencio justo en el quicio de la puerta hasta que Dumbledore le miró por encima de sus gafas de media luna.
-El profesor Snape se horrorizaría al verte acechando tras el vano de la puerta, Harry. Es un rasgo muy slytherin, y estoy seguro que el maestro de pociones se mordería la lengua hasta arrancársela antes que elogiarte.- le hizo un gesto para que se sentara y, a pesar de sí mismo, Harry sintió cómo una débil sonrisa se elevaba en sus labios.
-Parece,- continuó Dumbledore.- que desde tu desafortunado chapoteo en el pensadero del profesor Snape, su odio hacia tu familia se ha hecho más profundo. De todas maneras, no es eso lo que quería hablar contigo; más quisiera yo que fuera por algo tan bueno.
El director soltó suavemente sus dedos de la taza antes de tomar un sorbo y sonreír al ronroneo del gato.
-Te están buscando, Harry.
La declaración fue tan franca y tan directa que tomó a Harry por sorpresa.
-¿Quiénes?
-Los mortífagos. Voldemort. Hemos sabido que, además de recuperar sus poderes, tu muerte es algo que Voldemort ansía. Ahora parece que está enfocando todas sus energías en encontrarte y destruirte. Me he asegurado de que la Madriguera sea tan segura como he podido. Hubiera preferido que te quedaras en Privet Drive un poco más, pero considerando las circunstancias, pensé que la compañía de tus amigos sería necesaria. Una vez que regreses a Hogwarts tu seguridad, tu protección y los incidentes desafortunados serán mejor controlados. Es aquí donde debes tener cuidado.
-Pero no es probable que Voldemort venga por aquí, ¿no?- preguntó Harry.- No con gente vigilándome.
-Estoy seguro de que ve a todos los que están a tu lado como inconvenientes temporales, Harry. De todas formas Voldemort o los mortífagos no son todo por lo que deberías preocuparte. Hay muchas criaturas fieles a la alianza con el Señor Oscuro.
Harry asintió e inclinó la cabeza sintiendo cómo su corazón se hundía aún más.
-¿Y usted? ¿Qué está haciendo?
-Estoy ayudando, junto con la Orden, de todas las maneras que puedo. La tarea se ha facilitado desde que el Ministerio ha admitido el retorno de Voldemort, aunque Fudge a menudo es menos que cooperativo.- Dumbledore suspiró y dejó la taza, mirando a Harry directamente a los ojos.- No te voy a mentir, Harry. Creo que no importa lo que hagamos, no importa lo que logremos en seguridad o defensa, Voldemort acabará encontrando el camino hasta ti.
-¿Entonces por qué intentarlo?
-Por que eso sería rendirse, Harry, y eres demasiado especial para todos nosotros, para CUALQUIERA de nosotros como para abandonar. ¿Entiendes?
Harry apretó los labios y meneó su cabeza, sintiendo una ráfaga de alivio cuando Dumbledore sonrió.
-No, creo que yo tampoco, todavía no.- el anciano se puso en pie con la certeza de que parecía fuera de lugar en su arrugada figura. Hizo como si se fuera a ir antes de que su cara se frunciera con un pensamiento y se dio la vuelta.- Me ha llamado la atención cuando he hablado con algunos, el hecho de que todos los que posan sus ojos en ti se han dado cuenta de que no estás durmiendo bien. ¿Hay alguna razón?
-No, profesor, hay muchas.
-Por desgracia, no puedo ayudarte con el dolor, Harry, pero quizá pueda ayudar a tu mente a descansar de una cosa al menos.- buscó en su bolsillo y sacó una botellita de lo que parecía tinta.- Esta noche, antes de irte a dormir, abre esta botella. Me temo que es algo más o menos parecido a la magia chamánica, pero es todo lo que puedo ofrecerte que pueda ayudar a bloquear las insinuaciones de Voldemort antes de que pueda entrenarte debidamente.
-¿Qué es?- preguntó Harry aceptando la botella y moviendo suavemente el líquido de su interior.
-En nuestra lengua se llama, "tinta animada". Cuando abres la botella se pega en tu piel creando un dibujo e introduciéndote sus encantamientos. Son protectores, pero el dibujo es permanente.
-¿Como un tatuaje?- preguntó Harry con menos entusiasmo. Realmente no quería tener ningún tipo de arte permanente en su cuerpo.
-Bastante parecido, e igual de doloroso. Produce una sensación de ardor. Es tu elección usarlo, pero la opción esta ahí. Adiós, Harry, por ahora. Si pasa algo fuera de lo común no dudes en contactar conmigo.
Harry parpadeó cuando el anciano se desvaneció. Presumiblemente él fuera el único que podía cruzar sus propias barreras. Harry se quedó sentado sólo en la mesa de la cocina. Dejó la botella y la alejó de él, mirándola con un vago horror mientras la tinta trepaba por las paredes de su prisión de cristal.
Sabía que sería por su seguridad y su tranquilidad si acababa usando aquel extraño pigmento, pero las palabras del señor Weasley advirtiendo a Ginny parecían particularmente apropiadas. Ciertamente él no podía ver dónde tenía el cerebro, y desde luego estaba definitivamente vivo.
Las gallinas cloquearon fuera y se revolvieron cuando alguien se acercó a la casa. Harry agarró su varita automáticamente, sólo relajándose cuando Remus se asomó por la puerta y se desplomó frente a él. Se quedó sentado en silencio un segundo como si se orientara antes de mirar a Harry con sus agudos ojos grises.
-Tenías razón con aquel cuerpo. Fue un asesinato, no las barreras. Hemos intentado averiguar qué significa, pero no encontramos nada.- se restregó una mano por la cara y lanzó un gruñido cercano a la risa.- Moody decidió no decírtelo, pero Harry, conoces a esa gente mejor que ninguno. Estaba pensando… esperando a que quizá tuvieses alguna idea.
Harry le dio un toquecito a la botella de tinta y se encogió de hombros.
-No les conozco. Sólo he estado en su presencia más que mucha gente. Quien tú Sabes probablemente mató a quien quiera que fuese por un castigo. O puede que esté matando a aquellos demasiado débiles.
-¿La supervivencia del más fuerte?
-Algo por el estilo. Puedes decir de Crabbe y Goyle en Hogwarts que no están muy lejos de ser squibs.- devolvió la mirada preocupada, pero ésta vez suya propia.- ¿Estás bien, profesor? No tienes buen aspecto.
-He estado ocupado, Harry. Alastor me ordenó volver para descansar. Nada es fácil; pero es como cuando la sartén le dijo a la cazuela "No te acerques que me tiznas", ¿no? Parece que no has dormido en una semana. Supongo que es por eso por lo que tienes uno de esos.- hizo un gesto al frasco, con una triste sonrisa en la cara.
-Me lo dejó el Profesor Dumbledore.
-James tenía uno.
La pequeña mención a su padre hizo que Harry alzara la mirada.
-¿Por qué? ¿Cuándo?
-En los pocos años entre que tu padre dejó Hogwarts y el Señor Oscuro… y el ataque de Voldemort, no había nada que hacer excepto esperar. Voldemort…- Lupin tragó nervioso.- intentó atacar muchas veces a tus padres de otras maneras además de la directamente física, y la posesión mental era su mejor baza. A Lily no podía tocarla, era demasiado fuerte para eso, pero a James sí, demasiado. Le aterrorizaba dormir, y sólo cuando usó uno de esos, estuvo a salvo de los trucos de Riddle. No le hizo daño, Harry, y dudo de que puedas estar en peligro usándolo, aunque debería advertirte que no tienes elección sobre qué dibujo es ni dónde se coloca.
-Pero, ¿y si se me pone en la cara?
-Será algo que contarle a la gente. Sirius se hizo uno mejor. Se hizo un tatuaje muggle.
-Nunca se lo vi.- murmuró Harry sonriendo ligeramente ante la vaga expresión de añoranza de Remus.
-No me sorprende. Era bastante ordinario.- se encogió de hombros y meneó la cabeza.- Es como cuando estábamos en el colegio y Sirius y James estaban siempre juntos. Me sentía tan desplazado, y estaba pegado a Peter. Ahora lo están haciendo otra vez.
-¿Crees que… crees que volverás a verlos? Cuando mueras, digo…
-Eso espero, Harry. Es una amistad demasiado buena como para que termine con la muerte.
Un chillido de deleite del jardín les hizo mirar hacia arriba y ver a Molly Weasley abordando a la nueva visita con un enorme abrazo. Su sombrero había caído de su cabeza y el cubo había sido abandonado derramando el agua por el camino. Bill estaba devolviéndole el abrazo a su madre tan fuertemente como ella, y sólo cuando se libró, Ron brincó sobre él.
El grupo de bienvenida se metió en la cocina, permitiendo a Harry ver más claramente la razón del entusiasmo de Molly. El pelo de Bill Weasley era corto y pegado a la cabeza. No parecía muy feliz por el hecho de interrumpir a su madre.
-Me lo voy a dejar crecer, mamá, me lo voy a dejar crecer.
-O, pero Bill, cariño…
-No, Mamá. Fue por aquella maldita trampa muggle que tuve que cortarlo. Además, tengo frío sin él.
Ron ahogó una carcajada mientras Hermione empezaba a preguntarle a Bill sobre la trampa en la que su coleta había sido tan brutalmente atacada.
-De todas formas no deberías trabajar en esas horribles tumbas.- criticó Molly amablemente cuando su hijo terminó de contar sus aventuras.- Sabes que Dumbledore aún te necesita.
-Sí, mamá, y yo necesito dinero para vivir. No me sentiría bien aceptándolo de mi antiguo director.
-A él no le importa Bill, y no deberías rechazar ningún dinero. Deberías saberlo.- hubo un momento de silencio incómodo que se hubiera convertido el doloroso si los gemelos ni hubieran ido por el camino, refunfuñando mientras lo hacían y llevando un aseo muggle entre los dos.
-¿Qué es eso?- preguntó Molly, bloqueando la puerta de entrada a la cocina.
-Es un váter, mamá.
-¡Sí, eso puedo verlo! Me refiero a qué estás haciendo vosotros dos con él.
-Hemos tenido un pequeñísimo accidente hoy en la tienda.- confesó Fred, culpable.
-Bueno, realmente no fue culpa nuestra, le dijimos a Lee que esas grageas de electrodomésticos y aparatos aún estaban en fase de prueba.- añadió George.
-¿Estáis diciendo que eso es Lee Jordan?- preguntó Ron, mondándose de risa cuando los gemelos lo admitieron, y empeorando cuando señalaron la cubierta del asiento muy parecida al pelo rizado en rastas de Lee.
-Sólo vamos a dejarle arriba y ver si podemos arreglarlo…
-Lo cual sería mucho más fácil si pudiéramos aparecernos en la casa, ya que de alguna manera alguien sintió la necesidad de poner esas malditas barreras de hechizos alrededor de la casa. ¡Y no puedo entender por qué!- Fred rodó sus ojos y parpadeó a Harry antes de levantar el peso de porcelana y tambalearse en las escaleras remolcando a su gemelo.
-¿Todo ha ido bien?- preguntó Bill con una sonrisa nerviosa en sus labios.- Me refiero, además del cuerpo en el tejado.
-No fue tan terrible.- dijo Molly, sonriendo indulgentemente.- Ha habido tanta gente por aquí que no ha habido tiempo ni para preocuparse. Ahora no tienes ningún problema que atender, Remus, ninguno de los dos lo tenéis.- se apresuró a añadir Molly cuando le dio a Lupin una humeante taza de té.- Es maravilloso tener siempre alguien con quien hablar, aunque tienes que tener mucho tiento con esa Nymphadora. Por cierto, ¿dónde está?
-Se ha tenido que ir y cubrir el lugar de Lupin mientras él descansa.- informó Hermione a Molly.- Dijo que no se preocupara por nadie, y que todos decían que echaban de menos su comida.
-Oh, son unos cielos. Quizá debería haberles puesto algo en una tartera.
-Vi a Percy en el Callejón Dragón.- dijo Bill suavemente. Harry pudo ver por la expresión de dolor que cruzó el rostro del mayor de los Weasley que no quería haberlo mencionado.
-Oh. ¿Te dijo algo?- preguntó Molly fingiendo indiferencia.
-Nada digno de mención. Sigue criticando a Harry.
-¿Qué pasa conmigo?
Molly parecía dudar, y durante un momento Harry pensó que ella debía echarle de menos, pero en su lugar suspiró y dijo:
-Sé que es mi hijo, pero no estoy ciega a su arrogancia.
-Harry, básicamente ha estado calumniándote sobre lo peligroso que es vivir contigo y que no se acercaría a ti ni en patera.- dijo Ron abruptamente.- Lo que traducido al lenguaje del Cabezón significa que no puede soportar admitir que está equivocado.
-Aunque su idea tiene una base.- admitió Hermione. Casi se encogió físicamente cuando todos los ojos de aquella habitación se fijaron en ella.- Quiero decir, sin ofender Harry, que es más peligroso estar contigo que con, no sé… Fred, no, George… Vale, ninguno de los dos. Lavender.
-Si estás mucho tiempo con Lavender estás en peligro de ser abducida por la espuma del pelo y la bisutería.- apuntó Harry, sintiéndose agradecido cuando Ron asintió con fuerza.
-Harry, tú no eres la amenaza.- declaró Remus con voz calmada mientras intentaba explicar.- Creo que lo que Hermione quiere decir, de una manera poco elocuente y pobremente planeada, es que eres especial, y que esa excepcionalidad es la que te ha señalado como una amenaza para Voldemort. Es por él por lo que estás en peligro, y es probable que sea el propio miedo de Percy el que le prevenga de venir a casa con su familia. No creo que importe que estés aquí o no. No vendría a casa.
-Es un tonto.- susurró Molly, apenas conteniendo las lágrimas.- Un absoluto idiota.- Tomó aire profunda y calmadamente y sonrió a través de su infelicidad.- Deprimiéndonos no vamos a ninguna parte. Harry, cielo, si vas a usar eso…- hizo un gesto al frasquito de tinta.- te recomiendo que lo hagas antes de que Fred y George pongan sus manos sobre él. Supongo que Lee se quedará a cenar.
La tarde pasó como arena entre los dedos. Cenaron en el jardín, sentándose cómodamente a las conocidas mesas de caballete. Arthur Weasley llegó a la mitad de la cena despeinado, pero sonriente. Se sentó en la cabecera y se zampó su cena mientras su mujer repartía los postres a los demás.
Harry estaba relajado y satisfecho. Molly le había dejado beber algo de vino con la carne y le cayó caliente al estómago. Ron estaba bromeando en voz baja con Hermione, y Harry no pudo evitar ver el ligero rubor de sus mejillas. Sus ojos estaban completamente fijos en Ron como si el resto del mundo no existiera y no pudiera interrumpirles.
En todo caso, era Ginny la que captaba la mayor parte de la atención de Harry. Ella iba de una conversación a otra, ansiosa por participar en todas y bastante segura de no haberse dejado ninguna. En los raros momentos en los que estaba callada y no estaba escuchando lo que otro estaba diciendo, dirigía hacia él una mirada con una sonrisa amistosa, y él se daba cuenta otra vez que la había estado mirando y sentía cómo su cara enrojecía y desviaba la mirada.
Había sido difícil ignorar a Ron a veces. Por razones que Harry no podía imaginar, el joven Weasley tenía la idea de que Harry era el tío ideal para Ginny bien metida en su duro cráneo. Sus insinuaciones eran brutales y absolutamente descaradas. Como Ron mismo. Le había dicho a Harry con toda confianza (y en un tono bastante petulante) que Ginny había estado bromeando sobre aquello de salir con Dean. Harry le preguntó que qué importaba eso y su amigo emitió un gruñido de desesperación.
-No importa Harry. Olvídalo.
Se quedó dormido después de eso, y Harry no lo había olvidado desde entonces. Si sentía algo por Ginny, y lo dudaba mucho, entonces ciertamente no estaba aún preparado para reconocerlo. ¡Como si pudiera hacerse sentir algo! ¡Pero ahí estaba Ron, desesperado por sacar a sus sentimientos del aislamiento!
-Te van a salir arrugas.- le susurró Ginny al otro lado de la mesa. Entonces maldijo y miró su manga.- ¡Por el amor de Dios! ¿Quién deja destapada la mantequilla? ¡Sabéis que no se va del algodón!- ella miró a sus hermanos, que la ignoraron.- Estúpidos patanes.
Le sonrió suavemente y la risa cadenció su voz cuando dijo:
-Sé que me has visto hacer eso antes. Te he visto intentando no reírte. Has hecho un buen trabajo.
Durante un segundo Harry no supo qué decir, así que bebió su vino y simplemente sonrió.
-Entonces, señor Potter…- dijo ella con falsa formalidad.- ¿Qué exactamente te está haciendo fruncir el ceño de esa manera tan espantosa? Me pones nerviosa. Quizá debiera decirle a Ron que me cambie el sitio.
-¡No, por favor!- inyectó más pavor en aquella frase del que quería, pero hizo reír a Ginny.- No estaba frunciéndole el ceño a nada, en realidad. Sólo a la vida en general.
-Hmmm. Bueno, creo que la vida en general, con algo de suerte, no será tan mala como crees que será. Además, si durmieras algo…- Ginny lo dejó en el aire y meneó la cabeza haciendo que algunos mechones de pelo cayeran y cosquilleraran su cara.- Estás harto de que te digan eso, ¿verdad? Todo irá bien, Harry, algún día.
-Te tomo la palabra.
-¡Hey Harry!- gritó Fred por toda la mesa, molestando el tête-a-tête de Ron y Hermione.- ¿Vas a comerte ese pudín?
-¡Sí, mantén tus manos alejadas! ¿Qué tal estás, Lee?
-Como si me hubieran tirado por el váter.- gruñó el chico haciendo que los gemelos se rieran de nuevo.- Os aviso que es la última vez que voy a vuestra tienda. Sois un par de maníacos.
La tarde se desvaneció en la noche y recogieron los platos. Las velas mágicas ardían sin cesar aquí y allá, colgando de los árboles y pegadas a las piedras. Era un gran final para un buen día de verano, y cuando Harry dejó caer la cabeza se encontró buscando las constelaciones entre las estrellas de diamante. Orión luchaba en su batalla eterna con Tauro el toro y la Vía Láctea brillaba a su derecha, pero los ojos de Harry habían ido hasta el pequeño grupo de estrellas a la izquierda: Sirius.
Sintió que se quedaba dormido mientras miraba el cielo, calmado por el alcohol y el cansancio. Las voces sonaban lejanas y las palabras parecían ininteligibles. La risa era un sonido musical confortable, algo que él relacionaba con un hogar feliz. La Madriguera estaba siempre llena de risa, incluso el los momentos más horribles.
Podía sentir el calor de la hoguera en su piel y oler el ácido y dulce humo. El caldero burbujeó, su oculto contenido siseó e hirvió. Había una ligera y cálida brisa rozándole la cara, un aire que, en menos de un segundo se convirtió en el delicado roce de unos dedos femeninos. Durante un momento pensó en Ginny hasta que las uñas se convirtieron en garras y aferraron su garganta.
Escuchó palabras más allá de su límite de audición y bajó la mirada, lejos de la galaxia allá arriba, hacia el paisaje que tenía delante, y vio a una mujer ante él.
Bellatrix Lestrange.
Estaba arrodillada frente a él, levantando sus manos ensangrentadas hacia él como si le suplicara…
-Harry.- una mano tocó su hombro y la escena desapareció.
Aún estaba mirando al cielo, pero la cabeza de Ron estaba tapando la vista. No importaba. Podía encontrar casi cualquier constelación en las pecas de Ron de todas formas.
-Vamos tío, a la cama.
-¿Estás bien?- preguntó Hermione.- Parecías estar totalmente en otro lugar.
-No, estoy bien, sólo soñaba despierto, es todo.
-¿Vas a usar esa tinta?
-Sí.- su respuesta fue tan definitiva que sus dos amigos le miraron con abierta curiosidad.
-¿Qué te ha hecho cambiar de idea?
-Necesito dormir, y quizá Percy tenga algo de razón. No quiero poneros en peligro dándole a Voldemort ninguna oportunidad. Sólo es un tatuaje, ¿no?
Hermione asintió aprobadora.
-Por supuesto, y normalmente estaríamos completamente en contra, pero se supone que es medicinal.
-¿Quieres que nos quedemos contigo mientras lo haces?- preguntó Ron con mirada esperanzada.
-Podéis quedaros si queréis, pero no tenéis que hacerlo.
Hermione sonrió y dijo que se iría a la cama, siguiendo los pasos de Ginny. Pidió a Harry que la llamara si algo iba mal antes de darles las buenas noches. Subiendo hasta la habitación de Ron, los dos chicos se quedaron un momento observando el frasco donde lo dejaron en la mesilla de noche.
-¿Estás seguro de esto?
-Sí. Del todo.
Conteniendo el aliento, Harry cogió la botellita de cristal y le quitó el tapón. Durante un momento nada ocurrió, entonces la tinta trepó fuera de la botella hasta el dorso de su mano fluyendo por su brazo y sobre su hombro. Ron había pegado un respingo y miraba con los ojos muy abiertos. Harry se estaba mordiendo el labio inferior para tratar de no gritar. El fluido quemó la piel que había tocado y ahora una sensación de ardor le estaba subiendo desde la espina dorsal.
-¿Estás haciéndolo bien? Mira tío, probablemente tengas que quitarte la camiseta.
-Duele mover los brazos.
-Oh, vamos Harry…
Con un gran esfuerzo pudo levantarse la camisa por la espalda. El aire frío de la noche rozó su piel, levantando ampollas e incrementando la sensación de quemazón.
-¡Madre mía!- exclamó Ron.- ¡Es enorme! ¡Ocupa toda tu espalda!
-¡Duele!- repitió Harry sabiendo que sonaba como un cagueta.- ¿Qué es?
-Todavía no lo puedo ver. Probablemente tarde toda la noche en dibujarse. Oye, ¿por qué no lo intentas por lo menos y te acuestas? Probablemente la magia sea instantánea.- Ron se giró antes de añadir.- Oh, y Harry, si se te empieza a caer la piel o algo así despiértame.
-Como si pudiera despertarte.
Las sábanas arañaron su espalda, así que se puso boca abajo después de quitarse las gafas. Podía sentir su piel empezando a irradiar calor y se preguntó si Dumbledore pudo equivocarse con respecto a la magia chamánica. Cerró los ojos y trató de olvidarlo, trató de olvidarlo todo. Fue sorprendentemente rápido.
El sueño vino en segundos, y Harry fue felizmente ajeno de que allá afuera, en alguna parte, Voldemort había reclamado otra vida.
