¡¡Hola!!

Os prometo que qyer tenía la intención de subir todos, pero el 5º me dio problemas y no pude. Solventado el problema aquí lo tenéis:

Aidee: Espero que ahora sí se vean. supongo que fue porque como fan fiction necesita un tiempo de actualización aún no los había subido cuando entraste... o quien sabe.ñ Ahora están, desde luego. ¡¡Espero que los disfrutes!!

Azazel Black: Ya te digo que para mí estas dos chicas son mis diosas y las admiro profundamente. Porque que sepas que os estoy traduciendo lo que creo que son las joyas de la corona, pero tienen más cosas escritas y TODAS son impresionantes. TODAS. Hay un one shot de Hermione cuando se despierta en la enfermería después de lo del Departamento de Misterios que es alucinante. La ID de fan fiction de The Shadows of Silence es 1560371, y la URL: www. fan fiction . net / s / 1560371 / 1 sin los espacios, claro. Las autoras se llaman Myth and Legend. En fin, niña, ya me contarás. Y te agregaría, cielo, pero es que no tengo Internet en casa y no uso el Messenger. Lo siento :'( .

Remus-Lupin-Dark-Blackg: Aquí tienes 3 capítulos. ¡Un besote!

Lady Kenobi: vaya, gracias. Una hace lo que puede. Con que se entienda...


Las sombras del silencio

El último Black

Yo, Sirius Black, estando en plenas facultades mentales y emocionales lego, por la presente, todas las pertenencias y propiedades de los Black al Señor Harry James Potter, para usarlas o destruirlas según desee. Hasta que sea legalmente mayor de edad, Albus Percival Wulfric Brian Dumbledore será el albacea a condición de que se asegure de que los deseos de Harry sean tomados en consideración antes de que se proceda a cualquier acción.

Firmado:

Sirius Black

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Un hombre pasaba las páginas de "El Profeta". El suave susurro de las hojas debería haberse perdido en las largas y ajetreadas salas de Gringotts, pero alcanzó los oídos de Harry. El chico estaba apoyado en uno de los enormes y opalescentes pilares que eran tan característicos en la arquitectura bancaria goblin. Su actitud era normal y relajada. Alguien que le hubiera estado mirando durante unos minutos antes hubiera dicho que estaba aburrido, pero sus ojos estaban alerta. La única vez que se había movido, fue cuando había rozado a la figura más pequeña de Ginny Weasley, de pie junto a él. Entonces había retrocedido hacia un lado sólo lo suficiente como para retomar su vigilancia.

-¿Cuánto tiempo van a estar allí?- preguntó Ginny. Se estaba refiriendo a Ron y a su madre, que habían bajado hasta su cámara para coger dinero para las compras escolares.

-No mucho más. Hermione ya ha terminado.- Harry señaló hacia donde la bruja esperaba en el mostrador. Sus ojos estaban vigilando cada movimiento de los goblins mientras cambiaban las libras y los peniques por galeones, sickles y knuts.

-No me siento segura aquí.

La declaración de Ginny hico que Harry la viera con otros ojos antes de devolver la mirada hacia la multitud frente a él.

-Sé como te sientes.- aseguró.- Pero estamos siendo vigilados por al menos tres personas.

-¿Cómo quiénes?

-Moody, tras el periódico, o al menos creo que es él. No ha pasado la página durante un rato porque ha estado muy ocupado vigilándonos.- cuando le oyó, la página fue pasada con un ruidito haciendo a Ginny sonreír.- El chico joven que ha volcado la maceta era Tonks. Apostaría cualquier cosa. Y hay un hombre por allí que no hace más que mirarnos. Pero no le conozco.

-Quizá esté de nuestro lado.

-Me gustaría verle intentar algo aquí dentro si no lo es.- Harry sonrió sombrío.- Le mandarían al siglo que viene.

Metió sus manos en los bolsillos y apretó su mano derecha alrededor de su varita. La izquierda, tocó el monedero y la pequeña llave que le permitía acceder a su cámara. Le daba muchísimo miedo perderla, temeroso de no volver a poder coger dinero y estar relegado a la caridad de los Dursley. No había ocurrido todavía, ¡gracias a Dios! Había retirado el dinero que necesitaría un rato antes con Lupin a su lado. Ahora, el hombre había desaparecido en un recado para Dumbledore, prometiéndole volver a las cuatro en Fortesque.

-¡Qué tacaños son! ¡Me han recortado el cambio en al menos 3 galeones!- Bufó Hermione cuando se acercó acunando su dinero cerca de su cuerpo. Su espeso pelo estaba peinado hacia atrás, pero a pesar de ello se había despeinado más allá de todo control, y el día lluvioso no estaba ayudando en nada. Su cara estaba sonrojada de indignación, pero cambió a preocupación cuando Harry se enderezó a disgusto.- ¿Te sigue doliendo la espalda?

-No demasiado, pero prefiero el dolor que la falta de sueño.- la sonrisa de Harry era sincera, pero se disipó ante la fuerza de la mirada de Hermione.

-Aun así creo que es un poquito exagerado. Creía que iba a ser una señal pequeña, pero… ¡es que cubre la mayor parte de tu espalda!

-Oh, vamos Hermione, era necesario.- dijo Ginny mientras una brillo travieso se reflejaba en sus ojos.- Además, tienes que admitir que desluce la imagen de chico bueno de Harry haciéndole un poquito más rebelde.

-Ahí te doy la razón.- dijo Harry.

-¡Pero una espada!- se mofó Hermione.- Una enorme y gigantesca espada con espinos rodeándola. ¡Eso no tiene simbolismo ninguno! ¡Nada!- suspiró mientras se guardaba el dinero.- Esos diseños se supone que tienen que ser personalizados. Algo que muestra la forma animaga, otras fuerzas o defectos secretos. La semana pasada estuve buscando el significado del dibujo y no hay nada. Hasta donde he podido ver sólo es una desfigurada pérdida de espacio.- ella pensó en ello un momento.- Es decir, además de que te deja dormir, claro.

-Bueno, ahora no puedo deshacerme de él.- dijo Harry encogiéndose de hombros. Sonrió cuando Molly Weasley y Ron fueron hacia ellos, ambos con mala cara.

-Oh, odio esos carros. Son tan inseguros.- lamentó Molly.- Y por supuesto, Ron no puede aguantar a las arañas.

-Miedica.- dijo Ginny.

-Cállate.

-Vamos, vosotros dos, dejadlo ya. ¿Dónde están los gemelos y Bill?

-Fueron a su tienda. Dijeron que volverían para la hora de la cena.

-Hmmm, vale, por lo menos no tengo que comprar libros para esos dos este año. Ginny, cariño, ¿necesitas algún ejemplar nuevo?

Fueron hasta las escaleras de mármol del exterior de Gringotts. Sus zapatos chapoteaban en los charcos mientras caminaban. Hermione estaba tratando de convencer a Molly de los beneficios de tener las últimas ediciones de los libros de texto mientras que Ron se lamentaba de su ropa pequeña.

-Me refiero a que… mira.- movió una mano con disgusto a sus andrajosos dobladillos.- Son al menos dos tallas más pequeños.

-Entonces deja de crecer.- replicó Harry sólo para recibir una furtiva mirada de su amigo.

-No creas que eres mucho más bajo que yo, tío.

Y tenía razón. No era tan alto como Ron, pero no estaba lejos. Se dio cuenta antes, en las vacaciones, cuando Hermione se quejaba de que le iba a dar tortícolis de tanto mirar hacia arriba al hablar con ellos todo el rato. Parecía que ella había dejado de crecer al alcanzar el metro sesenta y cinco. Y ellos, simplemente, seguían creciendo.

-Aunque una cosa sí es cierta.- continuó Ron.- no estás engordando nada. ¿Por qué no importa lo que mamá te dé de comer que aún sigue pareciendo que te estás muriendo de hambre?

-Soy delgado por naturaleza.

-Ya, más bien escuálido por naturaleza.- Ron pareció satisfecho por su extenso vocabulario y le dio un codazo a Harry en las costillas.- No importa, supongo que así serás más rápido en la escoba.

Fueron a la tienda de Madame Malkin y fueron atendidos por el crítico y a menudo brutal ojo crítico de la dependienta. Ginny y Hermione fueron empujadas a un lado y Ron y Harry a otro. La bruja midió a Harry murmurándose a sí misma antes de darle algunas túnicas negras.

-Pruébate estás, cielo. Déjame ver cómo te están.

Harry sonrió ante las túnicas negras, encogiéndose de hombros mientras se quitaba la camiseta por orden de la mujer para calcular correctamente su talla. Daba la espalda al espejo, pero justo cuando se ponía la túnica sobre su cuerpo, un movimiento llamó su atención. Miró sobre su hombro y observó su espalda. La ancha espada recorría toda su columna, la empuñadura descansaba entre sus omóplatos y la punta de la hoja en su cintura. Una enredadera cubierta de espinas estaba entrelazada alrededor. Las espinas estaban dobladas como pequeñas garras y casi podía imaginarlas arañando su piel. Se deslizaban y retorcían como si quisieran someter al arma.

Meneó la cabeza, disipando sus dudas mientras cubría la marca con la túnica. Era normal. Tenía que admitir que, incluso ahora, la magia todavía le seguía sorprendiendo. A veces se encontraba a sí mismo pensando en ella como algo muy primitivo y al mismo tiempo como algo fenomenalmente avanzado. Había estado en el mundo mágico más de media década y todavía, cada día, sentía con un escalofrío que estaba bajo su control. Bueno, casi todo. Ni Pociones, ni Adivinación estaban completamente fuera de su alcance, pero podía hacer Encantamientos y Transfiguración.

-¿Estás bien, cielo?- la voz de Madame Malkin le hizo pegar un respingo, pero logró tartamudear.

-S… sí, gracias.

-¿Quieres quedártelas? Esas que tienes parecen un poco rotas, pero los pequeños del orfanato estarían encantados de tenerlas.

-¿Orfanato?- preguntó Harry. Luego sacudió la cabeza en su ignorancia. Los magos y las brujas morían igual que los muggles, dejando a sus hijos detrás. Diablos… él era un ejemplo de eso.- ¿Se las llevaría, por favor?

-Por supuesto, señor Potter. Creo que tus amigos te están esperando.

Ron y Harry llevaron las bolsas caballerosamente, pero echándose atrás cuando las chicas y Molly quisieron patearse todo el Callejón Diagón. El aire olía a lluvia y a humedad y el cielo cubierto se encrespó sobre ellos. Se arrimaron a los bordes de la acera, cubriéndose con los toldos de las tiendas y los aleros en un esfuerzo por mantenerse secos.

La Tienda de Animales Mágicos era un húmedo paraíso de calor donde esperaron pacientemente mientras Ginny compraba todo tipo de cosas para Genie. Hermione les arrastró hasta Flourish y Blotts, cargándoles a todos con todos los libros para el curso y comprándose algo de pergamino decente para ella y algunas plumas nuevas.

-Es una adicta.- murmuró Ron, cargando con sus libros cuando abandonaron la librería.- Te digo que se emociona sólo mirando bolígrafos y esas cosas. Es rarísima.

-No tanto como tú, que te dan sudores con las escobas nuevas.- replicó Ginny en defensa de su amiga.

-Pero las escobas tienen velocidad, poder, belleza… ¡Tienen un propósito!

-Una escoba es un palo con un montón de ramitas al final.- apuntó Hermione.

-¿Cómo puedes decir eso? ¡Una escoba tiene alma!

Harry exhaló un breve suspiro cuando la pila de libros que llevaba se movió precariamente. No iba a meterse en ese tipo de discusión. Así era cuando se llegaba a la manera que tenían Hermione y Ron de prestarse atención únicamente a ellos dos. Además, Hermione ganaría. Siempre lo hacía.

Se deslizaron hacia la brillantemente iluminada heladería, sentándose en una mesa y pidiendo bebidas calientes más que postres helados. El olor del chocolate y el café se mezclaba con el más sutil aroma del té cuando se apiñaron sobre sus tazas humeantes, encontrando calor en aquel fío día de verano.

-¿Seguro que lleváis todo? ¿Los ingredientes de pociones, túnicas, guantes, calderos, libros?

-Mamá, en serio, tenemos todo lo que vamos a necesitar.- replicó Ron, recostándose en su silla y tomando un trago del caliente brebaje. Harry hizo un gesto de disgusto cuando vio a su amigo farfullar y jadear tratando de enfriar su boca quemada.- Cualquier cosa que necesitemos podemos conseguirla en Hogsmeade.

-Bueno, ese es el problema. Verás, en estos tiempos puede que no os dejen ir al pueblo. Puede ser muy peligroso.

-Genial.- gruñó Ginny.- Estaremos encerrados en el castillo todo el año.

-No es tan malo.- replicó Harry, pensando en el túnel que iba hasta el sótano de Honeydukes antes de descartarlo.- Además, es mejor estar aburrido que muerto.

Ron le miró como si quisiera rebatirle, pero nunca tuvo oportunidad de decirle nada porque Lupin llegó corriendo hasta ellos nervioso e inquieto.

-¿Qué pasa?- quiso saber Hermione.

-Me temo que tenemos que salir de aquí.- susurró Remus apretando los puños mientras hablaba.- Ha habido un avistamiento no confirmado de un mortífago. No es seguro, pero no podemos correr ningún riesgo.

-¿Volvemos a la Madriguera?- sugirió Molly, cogiendo su saco de Polvos Flu.

-Me temo que no. Harry,- ahora sus ojos destilaron una disculpa, casi furiosos de pesar.- necesitamos que vayas a Grimmauld Place. Lo siento mucho.

Harry sonrió tristemente mientras cogía las bolsas.

-Está bien. Es seguro y eso es lo que importa.

-¿La chimenea está bloqueada todavía?

-Sí. Tenemos a Kingsley y a Emmeline con los codos recubiertos de hollín durante días. Hubo un incidente bastante desafortunado de hecho, pero Shacklebolt estará bien en un día o dos. La Red Flu, de todas formas, está estrictamente prohibida, Molly. No es segura, incluso a nivel de viaje de personas que no se pueden aparecer. Tonks está esperándonos fuera.

-Entonces, ¿qué hacemos?- preguntó Hermione.- ¿Andar?

-No.- replicó Lupin.- correr. Vamos. Queremos quedarnos en zonas muy concurridas tanto como sea posible. Cuando se ponga la cosa difícil, crearemos un traslador hasta la vieja residencia Black.

Tonks bajó las escaleras en silencio. Su pelo era largo y rubio en ese momento, sus ojos brillaban plateados. Los labios, pintados de rojo sangre, estaban apretados y fijos en una expresión de enfado pero otorgó a Harry una débil sonrisa.

-Estamos reaccionando desmesuradamente, profesor.- murmuró a Lupin.

-Ya no soy un estudiante, señorita Tonks, y reaccionaría peor antes que perder a todo el mundo en sus manos.

Por "sus" Remus quería decir "Voldemort", y los pensamientos de Harry volvieron al muggle que había sido asesinado hacía poco. Había salido en todos los periódicos, muggles y mágicos por igual. El Daily Telegraph había dicho que la causa de la muerte había sucedido en "misteriosas circunstancias". "El Profeta" decía que, sin ninguna duda, la causa de la muerte era Lord Voldemort. Nadie sabía el motivo y parecía que nadie conocía a la víctima, una joven muggle sin amigos o familia.

Había sido el último ataque, y entonces había vuelto el misterioso silencio… por lo menos hasta ahora. Un número de imitadores de mortífagos, niños haciendo bromas, habían sido apresados y procesados sin compasión con todo el peso de la ley, pero incluso eso no aplacó el temor generado.

Ahora que los dementores habían abandonado Azcabán, la formidable prisión tenía una seguridad limitada, y cualquiera con un poco de determinación podía escaparse.

Caminaron durante mucho rato, esquivando y dándose prisa a través de la multitud de compradores empapados por la lluvia. Fue cuando llegaron a la salida del Callejón Dragón y se pararon ante el montón de cubos de basura y cajas que se alineaban tras el pub, que Lupin miró a su alrededor con perplejidad.

-Mierda…

Era la primera vez que oía al viejo amigo de su padre decir una palabrota.

-¿Qué pasa?

-El traslador es la tapa de un cubo de basura.- movió una mano en torno a las viejas latas plateadas.- La pregunta es, ¿cuál?

-Seguramente lo sabremos cuando la toquemos.

-Está diseñada para ser activada sólo una vez. Así que tendremos que tocarla a la vez.

-¿Y si alguien ya ha tirado la basura y accidentalmente ha llegado a Grimmauld Place?- preguntó Molly, con un tono horrorizado.

-Está sintonizado con las firmas mágicas de Tonks y mía. Sólo nosotros podemos activarlo.

Lupin se acercó al contenedor más cercano y acomodó a todo el mundo alrededor en un círculo.

-A la de tres tocad la tapa, ¿de acuerdo? 1, 2, ¡3!

No ocurrió nada; seguían allí bajó la lluvia como idiotas.

-Vale, moveos, probaremos con todas.

Repitieron el proceso tres veces más antes de que el parpadeo de luz de ébano y la familiar sensación de que algo estaba tirando desde el ombligo les movió rápidamente a través del espacio y dentro de los sombríos confines de la noble y muy antigua casa de los Black.

Ron cayó en un tiesto de latón que estaba relleno de tierra y de un arbolito, y se volcó con un golpe cuando el chico tropezó con el inesperado objeto. La suciedad se desparramó por la alfombra y el árbol se arrancó y empezó a marcharse sólo, pero Molly lo agarró en un segundo para devolverlo a su maceta antes de ayudar a su hijo a ponerse en pie.

-¿Estás bien, cariño?- susurró.- Menos mal que no has despertado a la señora Black.

Ron asintió, frotando su tobillo torcido mientras Molly les llevaba hasta el comedor dejando las bolsas en el hall.

Sólo Harry volvió atrás, apilando las ropas y los libros a un lado; era mejor limitar la cantidad de trastos por el medio para evitar que Tonks se cayera.

La casa en sí misma parecía más luminosa y menos amenazante de lo que solía ser. El paragüero con forma de pierna de troll había desaparecido así como la mayoría de los retratos. El suelo, una vez de madera mugrienta con apolilladas y raídas alfombras, había sido pulido hasta brillar. Un enorme reloj hacía tic tac en el centro de la pared, salpicado de las vetas del árbol con el que se había construido. Al igual que el reloj de la casa de los Weasley, tenía descripciones de bastante más gente y una buena cantidad de manos que señalaba a cada miembro de la Orden y sus familias.

-Puedo verte.- susurró una vocecilla, dándole un escalofrío. Giró los ojos hasta las negras cortinas que tapaban el retrato de la señora Black. Había un pequeño hueco donde las cortinas se unían y entre ellas se podía ver un ojo inyectado en sangre, mirándole.- Tú, asqueroso niño. No deberías haber nacido nunca.

El susurro continuó sus insultos y Harry cruzó los brazos y se recostó ligeramente, escuchándola. Normalmente la Señora Black chillaría y gritaría preparada para discutir. El susurro era extraño, y mientras supo que estaba emanando del retrato, sintió como el odio y el desprecio estuvieran supurando de las mismas paredes.

-Él está muerto. Vergüenza de mi sangre, al final murió. Bellatrix es una buena chica. Le mató por mí. Qué gran chica.

Harry sintió cómo le subía la bilis hasta la garganta ante aquellas crueles palabras, pero Ginny le previno de decir nada con un movimiento de su cabeza indicando el comedor.

-Harry, no escuches nada de lo que diga. Se ha vuelto loca, completamente loca.

Harry asintió comprensivamente y caminó hacia el comedor, pero la señora Black tenía otros planes. Tan pronto vio a Ginny a través de las cortinas, un viento invisible removió y levantó las cortinas hasta ponerlas horizontales, azotando las sombras de la tela. El marco se abombó alarmantemente cuando la vieja bruja luchaba por alcanzarles.

-¡Sucios! ¡Horrible, desagradable y asquerosa suciedad! Deberíais morir dentro de esta casa. ¡Sufriréis por contaminar la noble y más antigua casa de Black!

-Ya está bien.

La tranquila declaración de Harry no debería de haber sido audible sobre la diatriba de la mujer, pero parecía atravesar el aire con facilidad. Como si hubiera sufrido un shock de temor, la mujer se calló, con la boca abierta y su cuerpo helado en mitad de un golpe. Las cortinas cayeron contra la pared y Harry y Ginny se aseguraron de cerrarlas bien.

-Ella nunca había obedecido a nadie antes.- murmuró Ginny.- Estúpida vieja bruja.- Las cortinas se movieron y la chica corrió hacia el comedor.

El fuego estaba crepitando en la chimenea, caldeando la habitación. La lluvia seguía cayendo contra las ventanas cuando Lupin agitó y golpeó las ascuas.

-Esta casa tiene cada barrera y protección que se le ha ocurrido a la Orden.- Molly gruñó juntando sus manos.- Y ninguna puede levantarse sin un hechizo decente de aislamiento.

-¿Cuánto tiempo se supone que estaremos aquí?- preguntó Hermione mientras sacudía un gran edredón de plumas y lo extendía sobre el sofá, dándole a la señora Weasley un lugar cómodo en el que sentarse y cogió un libro.

-Estaremos aquí hasta que Dumbledore nos diga.

-Puedo hacer que Arthur os traiga vuestros baúles y vuestras cosas, cariño, y los resultados de vuestros exámenes deberían encontraros sin problema, así que no tenéis que preocuparos.

-¡Deberíamos haberlos recibido en Julio!- la tensión de Hermione era evidente en su voz.- ¡Y casi estamos a finales de Agosto!

Remus carraspeó incómodo y golpeó el fuego haciendo que chispas subieran por el tiro abierto de la chimenea.

-Sí, hay un problema con algunos de vuestros exámenes teóricos. La profesora McGonagall me habló largo y tendido sobre ello hace unos pocos días. Parece que Dolores Umbridge se tomó la molestia de… eh… falsear algunas respuestas para favorecer a unos estudiantes sobre otros. Restaurar los papeles a su estado original ha tomado mucho tiempo, pero deberíais tener los resultados cualquier día de éstos.

-Yo no lo quiero saber.- decidió Ron miserablemente.- Probablemente tenga T's en todo.

-Ron, eres más inteligente que un troll.- reprochó Molly.- Además, incluso Fred y George consiguieron unas cuantas E's (n/tr: Excelente), y los estudios no son precisamente su fuerte, ¿verdad?

-Tiene razón, Ron.- murmuró Harry desde donde estaba sentado al lado del fuego.- Yo necesito una E en Pociones. ¿Qué esperanzas tengo?

-Harry, eres bueno en Pociones.- dijo Hermione dándole ánimos.- Sólo que Snape es un… bueno, es una persona muy cuadriculada.

-No hay razón para pensar en eso.- dijo Ron tristemente.- Lo último que necesito es pensar en los resultados de los exámenes, o incluso en los exámenes. Me refiero a que quizá estuviéramos un poco demasiado ansiosos por comprar las cosas. ¿Y si lo he suspendido todo?

En adelante, las horas pasaron, el húmedo día se convirtió en una noche ventosa. Las lámparas estaban encendidas para alejar la oscuridad y Arthur llegó a casa, junto con Kingsley y Moody llevando los baúles y las diversas mascotas. Hermione había hecho que Ron, Harry y Ginny jugaran al Monopoly muggle y en ese momento era la propietaria de hoteles en Mayfair y en Park Lane, así como las estaciones y las compañías de servicios. Estaba ganando y se chuleaba por ello cuando ordenaba a su bota moverse.

-Ve.

Nadie se percató de que todos los adultos habían abandonado la habitación, y que se habían ido a la cama. Fue sólo cuando Tonks bajó en pijama y les dijo que eran más de las dos de la mañana que guardaron el juego.

-Nos vamos a quedar dormidos aquí, y creo que Ron y Harry también, y nuestras habitaciones están verdaderamente húmedas y frías.- apuntó Ginny.- Tenemos edredones y de todo. Prometo que no armaremos jaleo.

-Hummm…- Tonks se cruzó e brazos y miró de una cara inocente a otra.- Está bien, pero si Molly os grita mañana no quiero saber nada, ¿de acuerdo?

-Gracias.- dijo Ron sonriendo y ocupando el sofá entero y envolviéndose en el cálido edredón. Sólo cuando la mujer hubo subido las escaleras que murmuró.- Es demasiado difícil dormirse en este lugar. Incluso ahora es un poquito espeluznante.

-Sé a lo que te refieres.- asintió Hermione.- Está un poco mejor, pero creo que debe haber algo viviendo bajo el suelo, ¿no crees Ginny?

-Había esperado que fuera Crookshanks.

-No es tan malo.- declaró Harry, agarrando una almohada y una manta y tumbándose frente a fuego.- Especialmente ahora que la mayoría de las cosas asquerosas han desaparecido. Aunque sería increíblemente mejor sin la señora Black.

-Esa estúpida mujer sigue pegada a la pared. Está aquí para quedarse.

-Igual que Kreacher.- gruñó Ron.

-Las pinturas como esa, ¿están vivas?- preguntó Harry volviéndose a Hermione.

-No, no realmente. Son una memoria, una especie de impresión. Si destruyes cualquier pintura, simplemente destruirías un símbolo de su presencia física y mental, no a la persona en sí misma.

-Entonces, ¿qué os detiene de simplemente cortar la pintura del marco? Si no se va a despegar con magia, seguramente puedas destruirla a la manera muggle.

-Creo que gritaría, se arrancaría la cabeza y armaría un follón terrible.

-Aunque nos libraría de ella, Ron.

Hubo una maldición fuera en el hall, seguida de un chillido y de nuevo empezó a despotricar llenando el aire con palabras horribles.

-¡Oh, estúpida mujer!- silbó la voz de Bill.- ¡Fred, George, echadme una mano antes de que despierte a todo el mundo!

Harry salió al hall y pasó por delante de los esforzados chicos Weasley. Bajó las escaleras hasta la cocina subterránea y cogió el cuchillo más afilado que encontró. Probablemente no fuera la mejor herramienta para ello, pero tendría que servir.

-¿Hay alguna manera de amortiguar el ruido que hace?- preguntó cuando volvió al vestíbulo donde Bill estaba lanzando hechizos al retrato mientras los gemelos trataban de callarla.

-No. Maldita sea, viendo el retrato, ¿cómo sería cuando estaba viva?- murmuró Fred antes de divisar el cuchillo en la mano de Harry.- ¿Qué vas a hacer con eso?

-Resolver el problema.

Miró la base del marco ignorando las amenazantes ondas y distorsiones de la anciana superficie. El cuchillo no hizo ningún impacto, y durante un momento, pensó que estaría protegido contra cualquier tipo de daño. Pero cuando apretó un poco más, se hincó e hizo contacto con la pared al otro lado. La mujer se quedó callada, con los ojos saliéndosele de las órbitas de una manera horrible mientras que la boca colgaba floja. No gritó, pero habló con una voz llena de odio.

-Tu padre, ese desgraciado chico Potter. Le recuerdo. Solía venir por aquí a mancillar esta casa con su sucio nombre. Era un mago inútil, un tonto, igual que tú. Tu madre le tenía comiendo de su mano. Fue ella la que le mató al final. Ella te tuvo a ti, niño del demonio. ¡Impía magia que ni siquiera sabes que tienes!- el chillido calló hasta el susurro.- Pero lo sabrás. Un día, pronto, sabrás y desearás estar muerto con tus lastimosos y pobres padres.

Ahora ella se acurrucaba en el paisaje, tratando poner sus dedos en el camino de la hoja del cuchillo, intentando restañar las desconchaduras de pintura que saltaban y se convertían en polvo.- Para. ¡Detente asesino! ¡Asesino!

-Tengo que empezar en alguna parte.- murmuró Harry llegando a la esquina y subiendo, ganando velocidad.

-¡Kreacher, Kreacher!

Fred y George se dieron la vuelta, varita en mano mientras Bill permanecía cerca de Harry.

-Date prisa. Si el elfo doméstico llega aquí nos pateará a todos.

-No, no lo hará.

-¿Cómo puedes estar tan seguro, Harry?- preguntó asombrado.- ¿Cómo sabes que no lo hará?

Harry sólo siguió cortando. Aquí y allá, el lienzo se había endurecido con los años y tenía que hacer movimientos de serrucho. Motas de pintura caían en sus manos y en su piel, pero casi había acabado, casi.

-Fred, George, no os interpongáis en el camino de Kreacher. No quiero que salgáis heridos.

-¿Qué es lo que vas a hacer con ella cuando la hayas cortado del todo? ¿Encerrarla en alguna parte?

-Quemarla.

-¡Harry!- era la voz de Hermione. Estaba en la puerta con Ron y Ginny. Los Weasley no parecían sorprendidos, pero Hermione parecía horrorizada.- ¡No puedes hacer eso!

-¿Por qué no?

-Porque…

-Hermione, ¿es una mujer horrible?

-Sí.

-¿Está viviendo más tiempo del que debería?

-Bueno, sí, pero…

-¿Crees que si estuviera viva hoy estaría del lado de Dumbledore o en el de Voldemort? ¿Crees que dudaría en matar a tus padres?- Hermione se quedó lívida, en silencio, con sus ojos marrones muy abiertos.

-Pero ella no ha matado a nadie.

-Ah, ¿no?

El marco cayó al suelo justo cuando los arrastrados pasos de Kreacher se aproximaron. El viejo elfo elevó sus llorosos ojos hacia el desnudo marco y dio un alarido de rabia.

-¡Ama! Ama, ¿qué han hecho estos monstruos con usted?

-¿Señora Black?- preguntó Harry, cortando cualquier respuesta de la mujer que aún estaba acurrucada en el lienzo que tenía en las manos.- ¿Se arrepiente de cómo ha vivido su vida, de cómo trató a sus hijos y a la gente que estaba a su alrededor?

-Nunca.

-¿Siente dolor, señora Black? ¿Siente dolor como los muggles que usted mató?

Harry sabía que no tenía ni idea de si lo que decía era verdad, pero su cara se torció con disgusto cuando ella respondió.

-Una familia no es ninguna pérdida en este país sucio y pestilente.

Harry la enrolló, amortiguando sus desagradables palabras caminó con seguridad hasta las escaleras de la cocina ignorando las amenazas de Kreacher y los arañazos de sus garras en la piel de sus brazos.

-No lo hará en serio, ¿no?- oyó a Hermione susurrar.

Una voz adulta contestó.

-Si lo hace, no estará haciendo nada malo. Sólo está echando de esta casa a su último demonio.

La estufa en una esquina aún estaba caliente, el fuego aún ardía brillante en su interior. Harry abrió la portezuela, dando un paso atrás ante la ola de calor y ascuas cuando habló de nuevo.

-Última oportunidad, señora Black. Última oportunidad de preservar su memoria.

-¡Maldito niño!- escupió la mujer.

Aquellas fueron las últimas palabras que dijo cuando el chico echó deliberadamente el lienzo a las llamas y miró cómo la tela empezaba a curvarse y la pintura burbujear y silbar. Estaba a punto de cerrar la portezuela cuando Kreacher se lanzó hacia él, cayéndole gruesos lagrimones por la cara mientras sumergía las manos en las llamas y trataba de sacar el retrato. Chilló de dolor y rabia mientras Harry le apartaba cerrando con fuerza la portezuela de la estufa y sujetando al batallante elfo. Hizo una mueca de dolor cuando las garras se clavaban profundamente en sus brazos, pero no dijo nada, volviéndose protectoramente alrededor del sirviente y sujetándolo con todas sus fuerzas.

-¡No Kreacher! ¡La Señora Black está muerta! Murió hace mucho tiempo.

-¡Ama! ¡AMA!

-¿Recuerdas cuando murió?

-¡Ahora mismo has matado al ama!

-No, Kreacher, no la he matado.- dijo Harry, como si estuviera hablándole a un niño.- pero creo que se quién lo hizo. Y tú también, ¿verdad?

-El Ama era buena con él, ¡Buena con él! Kreacher no lo dirá. ¡Fuera, fuera!

-No, no me iré. Puedes herirme todo lo que quieras, pero no funcionará.- Harry dijo las palabras sin pensar que estaba sujetando a un elfo doméstico loco, tratando de no pensar en los engaños y mentiras que había hecho tan de casualidad y las consecuencias que aquellas acciones.

-Harry.- alzó la mirada a Ron que estaba de pie en el quicio de la puerta.- Bien hecho tío.

-¿El qué?

-Has hecho lo que nadie se atrevía a hacer. Has sido lo suficientemente implacable como para hacer frente al pasado y enfrentarte a él mientras que el resto de nosotros seguía escondiéndolo detrás de unas cortinas para ignorarlo.

-Sí, bueno, estaba harto de escucharla murmurar contra Sirius.- replicó Harry.

Quizá debieras venir y ver esto. Hay una pintura detrás de donde estaba la señora Black.

-Fantástico.- murmuró Harry sarcástico.

-Aún no nos ha gritado ni insultado.- Ron sonrió con cansancio y espero que su amigo recogiera al sollozante Kreacher y lo sacara al vestíbulo.

El pesado marco dorado había caído al suelo, donde se había roto y se había deslucido a la luz de las lámparas. Parecía que la casa entera se había levantado y se había reunido en torno al nuevo cuadro. Nadie hablaba; simplemente lo miraban.

Una mujer joven con el pelo largo y oscuro estaba sentada en un trono. Sus ropas resplandecían en ricos rojos y azules y una graciosa diadema adornaba sus sienes. A su izquierda había un león, a su derecha una serpiente. Un tejón estaba subido en su regazo como si fuera un gato doméstico y un águila estaba posada en el respaldo del trono. Alrededor había palabras, palabras latinas de hechizos. Cambiaban y se movían tan rápidamente que apenas daba tiempo a leerlas y reconocerlas, aunque Hermione lo estaba intentando.

Cuando Harry se acercó, la mujer se levantó y puso al tejón a un lado. Se inclinó y después se incorporó con una expresión serena en su rostro antes de volver a su asiento. Hubo una breve expresión de preocupación en su cara antes de que hablara con suavidad.

-Todos afrontáis grandes cosas. Pueden cambiar el mundo más allá de los límites de la imaginación. Cuidado con la vieja raza. Os impedirán y les permitirán vivir, pero os destruirán al final.

-¿La vieja raza?- preguntó Ginny, pero la mujer permaneció en silencio, su cara impasible como si en ese momento, su espíritu estuviera en cualquier otro sitio.

-Probablemente sea un viejo hechizo de grabación.- aseguró Arthur a su hija.- Es un mensaje bastante genérico. Una advertencia general. Supongo, Harry, que la señora Black ya no está con nosotros.

-No.

-¿No crees que quizás debieras haber preguntado al propietario de la casa primero?

-Creo que Dumbledore comprenderá mis razones.

Moody le miró sorprendido antes de que una pequeña sonrisa cruzara sus labios.

-Sí, chico, estoy seguro de que lo hará. Ahora, todos a la cama, deberíais disfrutar lo que queda del verano todo lo que podáis.

El sueño les llamó a todos uno por uno, y aunque Harry se mantuvo cerca de Kreacher, las lágrimas no cesaban. Fue e la hora más oscura antes del amanecer, que el elfo doméstico se desvaneció con un pop y la vida expiró de su vieja figura. No hubo cabeza en la pared para Kreacher y no había familia a la que servir. Todo lo que podía hacer era preservar el retorcido honor de la oscuridad y llevarse sus secretos a la tumba.