Las sombras del silencio

Capítulo 6: La cajita de los recuerdos

"Si miro atrás el tiempo vuela.

excepto en Pociones y Adivinación.

Pensar en lo vivido está bien.

¡Tuvimos más tiempo libre que en detención!

Ron "el poeta".- Diario de Hermione

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La habitación era un desastre. Calzoncillos y ropas, libros y calcetines estaban esparcidos en toda superficie disponible del suelo. Las camas no se habían hecho en una semana. Había sobras de comida y platos sucios en las mesas, ¡y hasta los horrores que estaban escondidos bajo las camas no se atrevían a pensar qué más habría!

Harry y Ron estaban en la puerta de la habitación que llevaban ocupando en Grimmauld Place durante toda la última semana de las vacaciones de verano con una horrorizada expresión en sus caras.

-Quizá podamos cambiarnos con las chicas.- sugirió Ron.

-No creo que haya ninguna posibilidad de que las podamos engañar hasta ese punto.- Harry se inclinó y cogió un montón de papeles, releyendo los resultados d sus exámenes por enésima vez. Ron le vio hacerlo y se rió.

-No sé por qué estás tan sorprendido, tío. Siempre has tenido un buen cerebro.

-Y tú también, y estabas preocupadísimo.

-Es lo que tiene el tener a Hermione de amiga. Te da la sensación de que si sacas menos de un 100 se va a poner a gritarte.

-Y te gritó.- recordó Harry a su amigo, que había excavado entre los trastos del suelo para recuperar sus notas.

-¿Cómo conseguimos una E en Pociones? Snape me odia, y a ti te desprecia, Harry. Iba a suspendernos.

-Sospecho que el profesor Dumbledore quizá le haya dicho algo sobre los métodos de puntuación a Snape. No sé si voy a poder con ello, de todas formas.

-¿Qué? ¡Pero lo vas a necesitar si quieres ser Auror!

-Se recomienda, sólo eso. ¿Vas a coger Pociones?

-Sólo si tú lo haces.

-Pensaré en ello.- Harry dejó el pergamino a un lado y empezó a recoger su ropa interior.

-Aún no puedo creer que Hermione haya sacado todo Excelente. Bueno, quiero decir que sí lo creo, pero, ¿no crees que podría haber sacado una nota inferior en alguna asignatura?

-Lo que no puedo creer es que se echara a llorar y le dejaras limpiarse la nariz en tu manga.- dijo Harry riéndose.- Eres increíble.

La única réplica de Ron fue un sonrojo brillante que intentó ocultar haciendo su cama. Harry arrastró su baúl y estaba sacando todas las cosas para reorganizarlo cuando un suspiro de Ron le hizo mirarle.

-¿Estás bien?

-Sí. Sólo que… no sé. Quizás me estoy engañando a mí mismo.- masculló Ron. Harry trató de esconder la sonrisa.

-Lo dudo.

-¿Sabes de qué estoy hablando?

-Eso espero, o es que estoy más ciego de lo que yo pensaba.

-¿Qué hago con ella, Harry?

-Yo no soy la mejor persona a la que preguntar, Ron. Sólo he tenido una novia y no estoy muy seguro de que cuente.

-Eso es más que yo.

Harry se quedó callado un segundo, apilando sus libros en el baúl antes de hablar de nuevo.

-Lo único que te tiene que preocupar es no espantarla, o vuestra amistad se volverá un tanto rara.

-Gracias, tío. Eso realmente me da mucha confianza.

-El sarcasmo es la forma más baja del ingenio.- replicó Harry.- Mira Ron, estás hablando de una chica que escucha atentamente todo lo que dices, ya sea quejarte de Snape o revivir el momento en que ganaste la copa de Quidditch. Una chica que, parece que a veces tiene problemas de babeo cuando te mira y que nunca pierde ninguna oportunidad de estar cerca de ti.- Harry pensó en ello un segundo.- Aunque no le cuentes a ella lo que he dicho de la parte del babeo.

Ron le miró vacilante y Harry levantó las manos con desesperación.

-Mira, del modo en que lo veo tienes dos opciones. La primera es lanzarte y pedirla salir…- Ron palideció.- o seguir con ella como hasta ahora, en cuyo caso Seamus o Dean o incluso Neville podría adelantarse. O peor…- Harry bajó la voz gravemente.- Draco.

Ron entrecerró los ojos mientras seguía mirando a su mejor amigo, que estaba sonriendo.

-Entonces, ¿tú no?

La sonrisa se desvaneció.

-¿Qué?

-¿No te la quitaría a ti?

-¡No!- explotó Harry odiando el hecho de que hubiera la más mínima duda.- Hermione es como mi hermana. No podría besarla de ninguna otra manera.

-Parece que a veces estarías muy dispuesto a besar a mi hermana.

Harry se quedó tan perplejo que no pudo decir nada.

-Yo… no… bueno, sí, pero…- se recompuso como pudo y frunció el ceño a su amigo.- No tengo nada con Ginny como lo que tienes tú con Hermione, y ¿cómo puedes saber cómo me siento si yo no tengo ni puñetera idea?

Ron levantó las manos en una falsa rendición y una sonrisa curvada apareció en su cara.

-¡Ja! ¡Lo sabía!

-No, lo sabes. No sabes nada.

-Bueno, entonces, ¿quién te gusta?

Harry ignoró a su amigo y en su lugar se concentró en cerrar el baúl. Las bisagras rechinaron y el cierre crujió, pero acabó lográndolo así que se detuvo ya que se abriría con la más mínima sacudida. Se aseguró que las caquitas de Hedwig no estuvieran escondidas en algún lugar inusual y limpió todas las que encontró.

Genie, la gata, estaba sentada encima del armario, mirándolos con ojos inquisitivos. Había estado envuelta en un incidente con Pigwidgeon hacía un rato, y seguía escondida, lejos de las reprimendas de Ginny. Harry la cogió y la dejó en el suelo antes de girarse a mirar el lío de Ron.

El mismo Ron estaba sentado en la mesa, tratando de emparejar los calcetines. Alzó la mirada cuando Harry pisó algo y gritó de dolor. Era el melancolirio. El cristal brillante como el diamante, estaba intacto. Harry, por otro lado, se estaba frotando el pie.

-¿Te ha cortado?

-No. Es como pisar un enchufe.

-¿Qué?

Harry pensó en el esfuerzo que supondría explicarle a Ron el horrible y desagradable dolor que suponía pisar un enchufe cargado de un aparato eléctrico y sacudió la cabeza; llevaría demasiado tiempo.

-No importa. ¿Te queda mucho?

Ron miró la habitación a su alrededor y todas las cosas que quedaban por recoger y Harry rió un poco al ver la expresión de incredulidad que cruzó sus rasgos.

-¿Todo esto es mío?

-Sí, así que deberías de darte prisa o Hermione vendrá y te ayudará.

-Dices eso como si fuera algo malo.- dijo una voz dolida desde la puerta.

Hermione contemplaba el desaguisado con los brazos cruzados. Sus cejas se arrugaron un poco cuando vio la flor de cristal, pero eligió ignorarla y en su lugar empezó a trabajar en la zona de suelo más cercana a la puerta. Toda la ropa fue lanzada a la cama; todos los libros fueron apilados. Los platos y los vasos fueron colocados tras la puerta y en diez minutos había tomado el control total de la operación y tenía el baúl de Ron empacado con esmerada eficiencia.

Harry se escapó antes de que le obligaran a ayudar. Se deslizó hasta el descansillo y bajó la empinada escalera agradecido de que todas las tablas de suelto estuvieran bien fijas. El vestíbulo principal estaba vacío; sólo la mujer de cabello negro del retrato. Ella sonrió e inclinó la cabeza cuando pasó y la saludó con la mano.

Verla le hizo pensar al final en Kreacher. El elfo doméstico había desaparecido, y Harry no sabía muy bien si había muerto ya bien por su propia magia o porque no tenía ninguna razón por la que vivir. Quizá si no hubiera quemado la pintura, Kreacher no se hubiera desvanecido.

-¿Harry?- El chico alzó la mirada para ver al profesor Lupin. La luna llena se aproximaba, y el hombre estaba desaliñado y cansado.- Me temo que no voy a poder acompañaros a la estación mañana, pero encontré esto.- sacó una caja de zapatos de cartón.- Me he quedado dos, pero quizá deberías tener el resto.

Levantando la tapa, Harry sintió cómo una sonrisa se trazaba en su rostro. Sirius y James le estaban saludando desde la foto que estaba arriba del todo, ambos un poco borrachos y muy entusiasmados con algo.

-Tu madre debió encontrar tiempo para organizarlas en algún momento. Escribió las situaciones atrás.- Lupin miró la fotografía.- Aunque incluso yo recuerdo esa. Tú ya tenías dos días y aún estábamos todos celebrando tu nacimiento.

-Gracias Remus. ¿Seguro que no quieres quedarte ninguna más?

-Seguro, Harry. Gracias. Parece como si quisieras hacerme alguna pregunta…

-Me preguntaba qué forma tomó el tatuaje de mi padre.

-Era… bastante diferente al tuyo. Era mucho más pequeño. De hecho, creo que era un ciervo galopando, pero con los cuernos rodeados de una parra con espinas. ¿Te molesta el tuyo?

-No particularmente. Es sólo que no parece que tenga mucho que ver conmigo. Se supone que tienen que referirse al la forma del Patronus, algo específico de la persona, ¿no?

-Ya veo que la señorita Granger ha estado investigando otra vez.- Remus sonrió antes de que su cara se pusiera seria.- Harry, muchas cosas en la vida simbolizan una cosa u otra, pero a menudo no es hasta que miramos hacia atrás cuando nos damos cuenta de su significado. Mira el retrato, por ejemplo. Ella mencionó una "Vieja Raza" con la que tendríamos que tener cuidado. No sabemos lo que significa, pero quizá, cuando nos encontremos con esa raza, recordaremos sus palabras y comprenderemos su significado. Lo sabrás algún día.

El antiguo profesor puso una mano insegura en el hombro de Harry.

-El espejo que Sirius te dio… encontré el otro. ¿Te gustaría que me lo quedara o que lo tirara?

Harry recordó aquel desesperado momento hacía unos meses. El momento cuando, en su dormitorio, había gritado al espejo deseando que la cara de Sirius apareciera una vez más.

-No quiero ocupar su lugar, Harry; no es mi intención y nunca lo será.

-Lo sé. Quédatelo. Se lo diré a Ron y a Hermione y les diré donde lo tendré guardado. Si alguno de nosotros estamos en problemas podremos hacértelo saber.

-Teniendo en cuenta que, cuando los problemas vienen, vosotros tres tendéis a meteros en ellos juntos, quizás cualquier otro, alguien en quien confíes, podría también saber dónde está el espejo.

-Muy bien.

Lupin retiró la mano y Harry sintió una aguda punzada ante el contacto perdido.

-Profesor, sé que no estás intentando ocupar ningún lugar. Me… me alegro de conocerte.- no era mucho y las palabras eran torpes, pero la sonrisa en la cara de Lupin era auténtica.

-Adiós, Harry. Te veré pronto. Ten cuidado.

-Tú también.

La pesada puerta principal se cerró tras el hombre, y Harry sintió estar sujetando una caja llena de recuerdos. Bajó otra vez la mirada hasta la primera fotografía y sintió el picor de las lágrimas bajo sus párpados. Las miraría después, se prometió a sí mismo. Las miraría cuando ya no pudiera recordar la ronca voz de Sirius o el olor del pelo de Hocicos. Cuando esas sensaciones hubieran desaparecido de su mente, volvería a las fotos. No antes.

El reloj marcó la hora, haciéndole saltar del susto. Miró hacia él y vio que algunas manos estaban moviéndose. El profesor Dumbledore estaba "En el Colegio", Tonks, aparentemente estaba "Sana y Salva" y alguien marcado con una sencilla "S" estaba, al parecer, "En presencia del Mal". La mano de Harry estaba reunida con muchas otras en "Escondido en casa".

Le sobresaltó una mano en su hombro haciéndole cerrar la caja demasiado rápidamente. Los ojos de Ginny la miraron un instante pero no tocó el tema aun sintiendo curiosidad.

-Mamá quiere saber si has hecho el equipaje o si necesita subir y ponerte el nombre en tu ropa interior por ti.

-¿Realmente ha dicho eso?

-Muy parecido.- Ginny sonrió.- Tengo algo de espacio en mi baúl si lo necesitas.

Harry la miró perplejo.

-¿Tienes espacio? ¿Cómo?

-No me llevo más cosas que las necesarias. Nada de "cosas bonitas" como dice Hermione. Sólo mi ropa, los calderos, los libros de texto y la escoba.

-El año pasado...- Harry hizo una pausa tratando de recordar exactamente lo que Ginny había dicho.- dijiste que querías ser cazadora, ¿verdad?

-Eso espero. Hay muchas vacantes en el equipo.

-¡GINNY! ¡GINNY! Oh, estás ahí, cariño.- Molly les sonrió con un brillo travieso en sus ojos.- Perdonad… ¿interrumpo algo?

Ginny rodó sus ojos y Harry inclinó la cabeza para esconder una sonrisa de exasperación.

-No, mamá. ¿Qué pasa?

-En realidad podrías hacerlo con ayuda de Harry. Estaba en tu habitación, mirando a ver que no te dejabas nada, y pensé que tenías razón en que había algo bajo el parqué. ¿Me haríais el favor de ir a ver?- Molly suspiró al ver la expresión de la cara de su hija.- Oh, venga, no puede ser muy grande si puede esconderse ahí abajo.- acercó a Harry una funda de almohada vacía y un martillo.- ¡Buena suerte!

-¿Ves?- bufó Ginny.- Esto es exactamente lo que ocurre: si te quedas quieto mucho rato te endilgan la desparasitación.

Pasaron el resto de la tarde y parte de la tarde noche levantando el parqué y revolviendo entre el polvo y las cañerías. No encontraron nada que pudiera hacer ningún tipo de ruido, pero cuando Harry clavó la última tabla del suelo lo oyeron. Era un sonido suave y deslizante y cuando se quedaron inmóviles, pegando sus orejas para escuchar, una fina lluvia de polvo de yeso cayó sobre ellos.

-Es en el tejado.- murmuró Harry, mirando dubitativo el frágil techo.

-Quizá estuviera en el suelo y corrió hacia arriba cuando empezamos a buscarlo.

Hubo un profundo y ominoso crujido y el sonido de una roca que se rompía. Ambos miraron hacia arriba, helados de sorpresa mientras miraban cómo una inmensa grieta aparecía en el techo. Dentro, brillando como las estrellas, había pequeños parpadeos de colores.

-¿Qué son esas cosas?

-No estoy segura,- replicó Ginny.- pero, ¿y si abrimos la ventana?

-Yo lo haré. Sal de la habitación. No quiero que te caiga el techo encima.

-¿Y qué pasa con…?

-Ginny….- el tono de su voz era lo suficientemente persuasivo, así que la vio volver al pasillo antes de pegarse a la pared y acercarse al borde de la ventana.

Estirando el brazo todo lo que pudo, empujó la ventana hasta que se abrió sobre las bisagras. Las luces del techo relampaguearon y titilaron y empezaron a trinar suavemente, haciendo eco en la cavernosa azotea superior. Las voces aumentaron hasta convertirse en un gemido, y, mientras Harry miraba, pequeñas criaturas se deslizaron fuera de la grieta hacia la seductora brisa del aire exterior. Empezaron uno o dos individuos curiosos, pero pronto hubo una fila multicolor brillando en el cielo de la noche.

-¿Qué son?- susurró Harry a Ginny, que estaba viéndolo todo desde el umbral en perplejo silencio.

-Una especie de hada, creo. Aunque nunca he visto tantas.

-Deben de haber estado aquí años.- apuntó Harry.- Y probablemente no todas querrían marcharse.

-No importa.- decidió Ginny.- Parecen inofensivas.

La ventana se cerró de un golpe cuando el último centelleo desapareció en el crepúsculo y otra cascada de yeso hizo que Harry pareciera sufrir un caso grave de caspa.

-¿Y qué pasa con el techo?

-Llamaré a mamá, un "reparo" debería arreglarlo. Sal de ahí con cuidado.

Harry dio unos pasos por el parqué, torciendo el gesto cada vez que crujía o sonaba. Estaba a mitad de camino cuando alguien dio un portazo en el piso inferior. El techó se tambaleó y cayó, crujiendo cuando los pilares cedieron. Harry alzó una mano para protegerse, esperando que el peso le rompiera los huesos en un segundo. Cuando ningún dolor le sobrevino, se atrevió a abrir un ojo y a mirar al aire.

Alrededor de él los trozos de techo estaban flotando, inmóviles. Dio un paso atrás, pero en cuando movió la mano los escombros se movieron amenazadoramente y empezaron a caer. Elevó la mano tan rápido que los trozos se golpearon unos a otros con un pesado golpe.

-Muy bien, Harry.- dijo Molly calmadamente. Harry agradeció que no le hiciera saltar del susto; no quería saber que haría el destrozado techo si lo hiciera.- Quédate donde estás. Ginny cariño, corre y trae a Bill, ¿vale?

-No tenía intención, señora Weasley. No sé qué ha ocurrido.

-Tranquilo. Estoy segura que podremos explicarlo en el Ministerio.- pero Molly no parecía estar muy segura de sí misma.

Bill y ella tardaron una hora y media de hechizos tener el techo reparado y seguro, y cada minuto, Harry esperaba una furiosa lechuza del Ministerio. No vino ninguna.

-Quizá piensen que eres un caso perdido, tío.- bromeó Ron cuando se sentaron en las escaleras esperando las inevitables malas noticias.

-¿Dónde estaba tu varita?- preguntó Hermione.

-En mi habitación.- hubo un momento de silencio antes de que Ron silbara de sorpresa.

-Magia sin varita. Uau, Harry. Cuando dicen que eres especial no bromean, no.

-¿Pero cómo puedo hacer eso? Todo el mundo sabe que necesitas una varita para canalizar la magia en condiciones.

-No todas las brujas y los magos lo hacen.- concedió Hermione, aunque no parecía tan entusiasmada como Ron.

El familiar paso-clonk de Ojoloco Moddy subió las escaleras de la cocina hasta el vestíbulo. Enfocó ambos ojos en los adolescentes de las escaleras y una pequeña sonrisa cruzó sus labios.

-Ginny nos ha contado lo que ha pasado. ¿Qué hechizo ha sido, Potter?

-Levitación de alguna clase.

El ojo mágico se revolvió salvajemente en su agujero y se enfocó en una de las paredes.

-¡Hola!- dijo con un tono sorprendido.- Quizá no fuiste exactamente tú después de todo, Potter. ¿Qué pasa con ella?

Miraron el retrato y lo observaron antes de acercarse a ver mejor. La mujer estaba sentada muy erguida en su trono con los ojos cerrados, concentrándose y sus manos extendidas. La corona alrededor de su cabeza estaba brillando y los animales la estaban mirando con atención.

-¡Las palabras, miradlas!- dijo Hermione apuntando a los cuatro lados de la pintura. En cada uno estaba la palabra "Leviosa" trazada en oro brillante.

-Creo que Dumbledore debería ver esto. Algún tipo de magia muy poderosa funciona por aquí.- murmuró Moody.

-Así que, ¿no fui yo?- preguntó Harry sintiendo cómo el alivio le inundaba.- ¿Fue ella?

-Eso parece. Voy a ver si alguien la vigila. No sé si deberíamos confiar en ella.

Fue horas después, en la profunda oscuridad de la noche, que Harry se despertó con algo dándole vueltas en la cabeza. Primero pensó que era un sueño que le había despertado, pero gradualmente se fue dando cuenta que era el sonido de una niña llorando. Se iba a incorporar, pero algo, algún tipo de fuerza invisible le tumbó de nuevo cerrando sus párpados con fuerza. Cuando se despertó por la mañana, no recordaba los sollozos y sólo podía preguntarse por qué había una suave y extraña melodía resonándole en su mente.

Acababa de amanecer y Molly Weasley ya estaba trajinando por todas partes, despertando a todos y alimentándoles con un rápido desayuno.

-¡Tenemos que irnos en media hora!- gritó mientras golpeaba la puerta de la habitación.- Vosotros dos, ¡despertaos, vamos! Si perdéis el tren…- y dejó la amenaza en el aire.

-¿Qué hora es?- preguntó Ron desde donde estaba medio dormido.

-No sé. Vamos, mejor hagamos lo que dice.

Se montó un gran bullicio en el último minuto con los equipajes y las despedidas. El lujoso coche negro que había recogido a Harry de Privet Drive se rozó con el bordillo de la puerta principal. Cargaron sus cosas rápidamente, siempre atentos a muggles cotillas. Tonks conducía hoy, y tanto el señor como la señora Weasley iban con ellos para verles meterse sanos y salvos en el tren.

-Harry, no te olvides de las cosas que has metido en mi baúl, ¿vale?- dijo Ginny cuando se sentó asegurándose que Genie estaba en su cesta.

-No lo haré, no te preocupes.- dijo sentándose a su lado y emitiendo un gruñido de dolor cuando Ron le aplastó al sentarse a su lado.

-Tendremos que elegir las asignaturas.- dijo Hermione emocionada.- Definitivamente voy a hacer Encantamientos y Transformaciones, así como Aritmancia…

-No te olvides de la última vez que tuviste que elegir.- avisó Ron moviendo su dedo burlonamente frente a ella.- Estabas agotada y tu horario era una pesadilla.

-Sí, gracias, Ron.- Hermione apretó los labios irritada mientras se sentaba y el coche arrancó.

Fue cuando llegaron a la estación de King's Cross cuando empezó la letanía paternal.

-Ron, lo hiciste maravillosamente en tus TIMO's, por favor, trabaja duro, y cuida de tu hermana.- Molly se volvió a su hija.- Y no te vayas a meter en problemas, jovencita. Sé que lo harás bien.

Les abrazó fuertemente antes de que agarraran sus carritos y corrieran a través de la barrera.

-Y vosotros dos.- Harry y Hermione sonrieron al ver la cara de la madre de Ron.- Tened cuidado, ¿de acuerdo? Cada año me preocupo más por vosotros. Nosotros mejor no entramos en el andén. Sé que Dumbledore ha estrechado la seguridad y no quiero hacerle el trabajo más duro.- Primero abrazó a Hermione y luego a Harry antes de dejarles ir mientras les despedía llorosa con la mano.

Los ladrillos de la barrera atravesaron a Harry como agua y la plataforma nueve y tres cuartos se abrió ante él. Estaba llena del trajín de los estudiantes. Los mayores estaban saludando y gritando, animando a sus amigos a seguirles mientras reían, y algunas de las chicas se estaban abrazando. Los más jóvenes parecían asustados o lloraban porque habían dejado a sus padres tras la barrera. Hermione se escabulló para ayudar en el embarque pidiéndole a Harry que metiera sus cosas en el tren mientras tranquilizaba a los de primero que lloraban y regañando a los alborotadores alumnos más mayores.

Tardó un rato en arrastrar y apilar los baúles. Casi había terminado y estaba subiendo su apaleado equipaje cuando Neville agarró del otro lado y le ayudó a meterlo en el tren.

-Tengo un compartimiento, si quieres venir.- dijo quitándose el pelo de la cara.- Hermione y Ron dijeron que se pasarían después. Ah… me temo que Luna Lovegood está allí.

-Muy bien. ¿Cómo tienes la nariz?

Neville pasó un dedo por el caballete de su nariz sonriendo tímidamente.

-Bien. Aunque a mi abuela casi le dió una taque cuando le conté lo de mi varita.

-¿Has conseguido una nueva?

-¡Claro!- Neville rebuscó en su bolsillo y la limpió con su manga.- Veinticinco centímetros y medio, roble con un pelo de unicornio.- Neville sonrió radiante.- Quién sabe, quizá no seré tan squib ahora.

Harry sonrió.

-Venga Neville, eres mejor mago de lo que crees.

-¡Oh, lo dudo!

Harry no dijo nada mientras seguía a Neville hasta el compartimiento y se sentaba junto a la ventana. Ginny había dejado a Genie y a Cookshanks sueltos y los dos gatos estaban sentados frente a frente, mirándose. Fue justo cuando el tren silbó su salida cuando la gata negra se enroscó en el regazo de Harry, ronroneando con chulería.

El rápido y suave vaivén del movimiento del tren, adormiló a Harry hasta que se durmió. Debió de abrir la boca durante un momento porque sólo se despertó cuando alguien había lanzado con éxito una judía de Bertie Botts sabor vómito en su boca. Tragó convulsivamente y se atragantó asqueado. Ron, el culpable, se rió suavemente antes de mirar a su amigo con expresión seria.

-¿Has visto a cierto increíble y botador hurón blanco por alguna parte?

-No, estaba dormido, pero no creo que venga por aquí.- Harry miró alrededor buscando la confirmación. Neville meneó la cabeza con firmeza y Luna surgió de su revista mientras su abstraída expresión se concentraba. Ginny contestó por ella:

-No ha estado aquí.

-No parece estar en ninguna parte del tren.- dijo Ron mosqueado.- No me lo creo. Un año sin Malfoy es demasiado bueno para ser verdad.

-Quizá irá al colegio por un medio diferente. ¿Y Crabbe y Goyle? ¿Están?

-No.

-Estarán allí, probablemente en el andén, con aires de suficiencia.- aseguró Harry sonriendo ante el resoplido de decepción de Ron.

-Te veré luego. Hay un montón de llorones de primero y Hermione me está haciendo repartir pañuelos y mantener alejados a los slytherin.

Se aproximaba el ocaso cuando el Expreso de Hogwarts arrastró los vagones dentro del pequeño y rural andén.

-Los de primero conmigo.- gritó cuando se abrieron las puertas y las voces de los estudiantes se elevaron sobre el sonido de la locomotora.- Ya llevarán vuestros baúles. Los de primero conmigo. Todos los demás a los carruajes. ¡Vamos, ahora!

Harry le saludó alegremente sabiendo que Ron y Hermione estarían haciendo lo mismo detrás de él. Una enorme mano devolvió los saludos y la alegre sonrisa de Hagrid se hizo más grande. No había tiempo para palabras cuando el cielo encapotado empezó a liberar su lluvia sobre la tierra y los carruajes se iban tan rápidamente.

Ron y Hermione saltaron hacia los asientos secos, pero Harry se demoró un segundo. Los thestrals más cercanos a él le estaban observando con ojos vívidamente inteligentes y curiosos. Uno inclinó la cabeza ante él, como en signo de respeto, y los otros le imitaron.

-¡Vamos Harry!

El moreno agachó la cabeza rápidamente a los escamosos caballos antes de saltar dentro del carruaje. Se sentó junto a Luna, que le estaba mirando con los ojos muy abiertos.

-Nunca les he visto hacer algo así. Deben ser inteligentes, pero se supone que tienen que mantener las distancias. No muestran su respeto hacia nadie.- pensó un momento sobre ello.- Excepto quizá Hagrid.

-Pudo haber sido un gesto de agresividad o quizá uno de ellos le picaba una pierna y se la estaba arrascando con la nariz.- dijo Harry defensivamente.

-¿Los thestrals?- preguntó Hermione sonriendo débilmente cuando Harry y Luna asintieron.- No me preocuparía mucho por ello. ¿Quién puede explicar el comportamiento de los animales?

Ron la miró asombrado.

-¿Quieres decir que… no lo sabes?

Hermione le miró incómoda.

-Oye, no es culpa mía que sea la mejor amiga de alguien que necesita su propia referencia bibliográfica en la biblioteca, ¿vale?- la chica señaló abiertamente a Harry.- He estado tan ocupada buscando algo sobre ese tatuaje que no he tenido tiempo de leer más sobre los thestrals.

Las bestias arrastraron los carruajes hasta la puerta principal del castillo y cuando los estudiantes se bajaron, las inmensas puertas se abrieron y la profesora McGonagall les miró a todos con ojos agudos.

-Bien, entrad.- urgió.- ¿No querréis llegar tarde al banquete?

La mujer dio un paso atrás para permitir a los estudiantes pasar y Harry creyó ver cómo una verdadera sonrisa titilaba en su rostro antes de que se desvaneciera en la sombría y severa expresión natural de la Jefa de su casa. Harry caminó siguiendo las hordas de estudiantes a través del Gran Salón donde se sentó y esperó. Durante un breve momento, se sintió libre de preocupaciones, dolor o intranquilidad. Sólo la sensación de haber vuelto finalmente al hogar sano y salvo.

Pero incluso la seguridad y la familiaridad de Hogwarts no podrían librarse de la maldad y la oscuridad concentrada que parecía llenar el mundo de cabo a rabo.