"Las sombras del silencio" de Myth and Legend

Traducción de Lamia Somniorum

Capítulo 18: Aquellos no verán

"No ver el mal, no decir mentiras,

no oír nada excepto el llanto de la vida.

No probar la malicia, no sentir dolor,

Los cinco sentidos y una esperanza mayor."

La existencia del sexto sentido.- Neave Freud

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Harry se había sentado en la ventana más lejana de la biblioteca, sus rodillas apretadas contra su pecho mientras presionaba su frente contra el cristal. Para el observador casual parecía estar mirando a los terrenos, con las cejar fruncidas mientras miraba a los estudiantes volver de las vacaciones de Navidad.

Había pasado un buen montón de días desde que Severus Snape y él se encontraron en presencia de Voldemort, ambos soportando heridas que nunca olvidarían. A pesar de las mejores atenciones de Madame Pomfrey, la mano izquierda del Profesor había sido gravemente quemada, carbonizándose y destruyéndose el tejido. Tres veces al día le aplicaba varias lociones ardientes y mejunjes para luchar contra cualquier tipo de infección, pero incluso la magia lo podía arreglar el daño.

Parecía pasar lo mismo con Harry. No importaba lo que hiciera la enfermera, que él seguía en la misma situación. Ciego, incapaz de ver nada más que el velo opaco y blanco que cubría todo. Aún podía parpadear y mover los ojos y no habían sufrido dolor… Por el amor de Dios, incluso podía llorar, pero era inútil ver así.

Por eso estaba allí. No podía estar con nadie. Podía oírla afligirse cada vez que estaba con ella, podía ver que se temía lo peor, mientras su opinión profesional vacilaba y caía. Odiaba tener a sus amigos alrededor, que no sabían qué decir, y no podían olvidar el tema. Ron aún estaba completamente convencido de que se encontraría una cura aun a pesar de que todas las evidencias lo negaban, mientras que Hermione se preocupaba más por su bienestar que por su educación.

El profesor Dumbledore había sido informado del incidente y había abandonado el castillo hacía una hora obligado por importantes asuntos. Había muchas preguntas que debían ser contestadas. ¿Cómo había capturado Voldemort a un cerebral? ¿Cómo Lucius Malfoy, un conocido mortífago, había conseguido traspasar las barreras que rodeaban Hogwarts para sacar a Snape de su refugio? Harry inclinó la cabeza a un lado un suspiró, deseando que existiera algún lugar en el que acurrucarse y esconderse.

Alcanzó a escuchar risas de la multitud de abajo mientras iban hacia el Gran Salón. El festín estaría a punto de empezar, y con él vendrían las preguntas y la perplejidad…

Se estremeció espasmódicamente, helándose la piel por las corrientes de la sala. Sabía que debería volver a la Sala Común, pero el castillo era un mundo totalmente diferente ahora para él, y a pesar de había caminado por los mismos caminos familiares durante años, se sentía muy inseguro a la hora de encontrar su camino. Podía oír el chirrido de la armadura y oler el aire frío que le indicaba que estaba cerca de las mazmorras; porque ésa era otra, tenía que sentir su camino, que hacía el proceso lento y laborioso.

Ron y Hermione le habían pedido que no fuera a ninguna parte sin ellos, y habían decidido franquearle para guiar sus inseguros pasos. No dudaba que no les hacía mucha gracia encontrarle lejos de la sala común. Deseó que pudieran entender, pero la pareja lo negaba, inyectando en sus voces un falso ánimo cuando acababa de oír él mismo cómo se quejaban de lo distraído que era.

-¿Harry- la voz de Ginny le cogió por sorpresa haciéndole dar un respingo antes de girarse aproximadamente en su dirección.

-¿Qué pasa?

-Madame Pomfrey quiere hablar contigo.- había un borde de aguda tristeza en su voz, como si hubiera estado llorando, pero estaba haciendo todo un esfuerzo en ocultárselo.

Sus recuerdos volaron hasta la imagen de su cara cubierta de lágrimas cuando había llorado por las Navidades rotas. Harry pudo recordar el enfado que sintió por que Voldemort tuviera un efecto tan profundo en aquellas cosas tan mundanas. Ahora se sentía enfadado consigo mismo. Debería haber vuelto al castillo, debería haber dejado a Snape en paz. Había hecho lo mismo que con Sirius… siempre tenía que hacerse el maldito héroe.

-¿Harry?

-¡Ya voy- soltó, aunque después de arrepintió inmediatamente cuando oyó cómo a Ginny se le cortaba la respiración.

-Bueno, estoy segura de que podrás llegar allí tú sólo.- oyó el roce suave de sus ropas cuando se alejó de él, pisando fuerte sobre las baldosas y después se suavizaban en las alfombras.

Harry maldijo suavemente y se puso en pie, tratando de recordar el camino preciso entre las estanterías de la biblioteca. Harry alargó su mano derecha y sonrió. Hermione había comentado el día anterior lo rápido que se había adaptado. Él ya extendía las manos hacia todo, guiándose por tacto más que por la vista. El polvo en las estanterías era granuloso bajo las puntas de sus dedos, y la áspera línea de libros y la irregularidad de las cubiertas más grandes que otras.

La biblioteca se abrió en un largo pasillo adornado con cuadros, y una ancha escalera que bajaba a los niveles inferiores a su izquierda. Las armaduras interrumpían las paredes así que tuvo que usar la barandilla para guiarse. Tres giros a la izquierda y subir unas cuantas escaleras hasta la enfermería. Había estado allí dos veces cada veinticuatro horas los últimos días y se sabía el camino de memoria, pero no podía evitar sentirse inseguro e increíblemente vulnerable mientras iba.

Le tomó diez minutos hacer un viaje de tres, y cuando subió los últimos escalones sintió que su estómago se llenaba de mariposas de nerviosismo. Había aprendido a odiar aquellas sesiones. Odiaba la manera en que era enfrentado a aquello inútilmente, la manera en que sus ojos le picaban y dolían después, y pavor de no volver a ver nunca más sólo se incrementaba.

Una mano tocó la suya en un gesto extrañamente maternal y aceptó el esperado agarre. La piel estaba empezando a arrugarse sobre los huesos por la mediana edad y podía sentir la fina banda del anillo en el dedo anular. Le cogía firmemente mientras la enfermera le guiaba hacia una silla y le sentaba antes de que él la oyera sentarse frente a él. Hubo un momento de silencio y escuchó cómo tragaba antes de empezar a hablar.

-He intentado todo lo que sé, cada herramienta de diagnóstico para averiguar por qué no puedes ver. Señor Potter, no les pasa nada a tus ojos excepto una miopía leve con un poco de astigmatismo. No hay ninguna razón física por la que no puedas ver. Tus pupilas responden a los cambios de luz, el flujo de la sangre es normal, la humedad es la adecuada…

-No puede hacer más, ¿verdad?

-No sé qué más hacer. Las pruebas sugieren que el fallo está en tu mente más que en tus ojos.

-¿Me está diciendo que me lo estoy inventando? ¿Que como creo que estoy ciego lo estoy?

-No, señor Potter, no es un caso de desorden psicosomático. Algo ha dañado o está obstaculizando tu centro de visión. ¿Sentiste algo, un golpe en la cabeza quizás, cuando escapabas?

Harry recordó la cueva, aquellos últimos momentos terroríficos cuando parecía que la misma tierra se los iba a tragar enteros. Había habido rocas que caían por todas partes. Los mortífagos escapándose, confusión y oscuridad, y Voldemort, de pie, furioso en medio de todo aquellos, sin miedo y decidido.

-alguien gritó algo, y hubo un resplandor de luz, pero pensé que eran mis ojos. Después de aquel resplandor no vi nada.

-Parece que quizá algo te golpeó la parte de atrás de la cabeza, pero no hay un trauma evidente…- la señora Pomfrey se levantó y se puso detrás de él apretando con cuidado su cráneo con los dedos.- No hay fracturas, ni moratones ni chichones.

-¿Pudo ser un hechizo- dijo Harry en voz baja con el corazón en un puño.

-No hay ningún hechizo que produzca una ceguera así, y si lo hay, no conozco en contra hechizo.- había una tristeza terrible en su voz y por un momento Harry agradeció no ver su cara.

Elevó una mano a sus mejillas, cerrando sus párpados cuando se frotó la cara con la mano, apretando sus dedos contra sus párpados. Podía sentir los dos globos moviéndose apretados contra su presión con frustración. La ceguera era algo que no podía negar, pero se encontró atragantándose con el pensamiento de que no volvería a ver de nuevo. No ver las caras de sus amigos, no ver la nueve, ni siquiera la luz del sol.

-¿No hay nada que se pueda hacer, algo que me ayude a ver? ¡Por amor de Dios! Tenemos la magia en nuestros dedos y ¿me está diciendo que no hay ningún modo que me ayude?

-No ha habido necesidad. Siempre ha habido curas para ese tipo de dolencias.- Madame Pomfrey se puso en pie y sacudió la cabeza una vez más.- Seguiremos intentándolo, señor Potter, pero quiero que se prepare para lo peor. Me temo que el único modo en que pueda recuperar la visión sea encontrar al que le hechizó o conocer el contra hechizo.

Harry se levantó para irse, inclinando la cabeza con agradecimiento antes de bajar por las escaleras otra vez. Cuando se marchó creó oír un suspiro de lástima y apretó los dientes ante ello. Sus emociones eran confusas y contradictorias. No estaba tan disgustado como frustrado, no tan deprimido como furioso consigo mismo.

Sabía quién había pronunciado el hechizo, y no había ninguna posibilidad de que Voldemort le diera jamás el contra hechizo. No había lugar a dudas de que el reptiliano hombre se estaba regodeando en su pequeña victoria… después de todo, ¿qué tipo de oposición era un chico ciego?

Se detuvo cerca del principio del pasillo, escuchando brevemente el murmullo del comedor. Sonaban las roncas y felices voces allí abajo, y durante un momento Harry se preguntó si se atrevería a unírseles, pero en su lugar se marchó y caminó lentamente hacia la sala común.

-¿Contraseña- preguntó la Señora Gorda cuando se puso frente a ella, con la cabeza girada hacia su derecha y la mano agarrada al marco dorado.

-Moortimon.

-Entra cariño, cuidado con el escalón. Creo que bastante alto. Todos se han ido a cenar.

Sus últimas palabras desaparecieron cuando cerró el agujero del retrato tras él y se paró a escuchar. La sala común nunca estaba en silencio. El fuego era una fuente perpetua de calor, incluso en verano (n/tr: ¡Por Dios, qué horror! Cómo se nota que los ingleses no saben qué es el calor…). Siseaba suavemente y un ocasional estallido o crujido conaba como disparos cuando las llamas devoraban la leña. Había sonidos de ronroneos de varios gatos y arriba, alguien se movía, caminando de un lado a otro.

Harry subió las escaleras rezando en silencio en su fuero interno por haber elegido la escalera correcta. Sabía por la experiencia de Ron lo que ocurriría si subía a las habitaciones de las chicas. Los escalones se aplanarían hasta convertirse en una rampa que le dejarían bien plantado en la sala común. Llegó hasta el final sin problemas y abrió la puerta del dormitorio.

Los pasos cesaron y oyó a alguien bufar de fastidio. No era el tipo de sonido que Ron haría y no había modo de identificar a la persona de la habitación.

-¿Dónde has estado- Era Hermione; su voz estaba tiznada de disgusto mientras daba golpecitos en el suelo con el pie.

-En la biblioteca y después con Madame Pomfrey.

-¿Por qué? ¡Estábamos preocupados por ti- Harry se estremeció por el enfado de su tono, pero cuando volvió a hablar su voz era más calmada.- Escucha, sé que no quieres estar con la gente, que te compadeces de ti mismo y todo eso, pero es peligroso. Este castillo no es un ambiente amigable. Podrías caerte por alguna de las escaleras o perderte completamente y nunca ser encontrado sin que nadie pueda encontrarte.

Fue como si alguien le hubiera dado a Harry una señal por detrás. Durante un segundo se quedó quieto antes de girarse y empujar a la figura contra la pared sujetándole fuertemente el la garganta con su mano.

-¡Soy yo, tío, relájate- gruñó Ron.

-No vuelvas a hacer eso.- soltó Harry dejando libre a su amigo mirando con el ceño fruncido al suelo.

-Sólo estábamos probando algo. El único modo en que puedes identificar una amenaza es si la oyes o la sientes, Harry. Estamos tratando de ayudarte.

-Bueno, tengo que aprender a vivir con ello yo sólo. ¿qué pasa si Voldemort me ataca y estáis allí? Os mataría en un instante sin pensarlo dos veces. No quiero ver… o sea, no quiero oírlo.

-¿En serio crees que si Voldemort ataca nos vamos a quedar a un lado – preguntó Ron.- dejándotelo todo a ti? Olvídalo, Harry, estaremos a tu lado de todas formas, ya puedas ver o no.

Las tablas del suelo crujieron cuando Hermione se acercó, y Harry su mano coger la suya y apretarla tan fuerte hasta casi hacerle daño.

-No nos excluyas, por favor.

-Lo intentaré.

-Gracias. Tenemos que bajar a la fiesta. ¿Quieres venir o quieres que te subamos algo?

-No tengo mucha hambre, gracias Hermione. ¿Les podéis decir a los demás lo que pasa?

-¿No deberías hacerlo tú mismo?

-No. Odio la lástima.

-Vale, te veremos luego. Ten cuidado, ¿vale- preguntó Ron mientras se iba.

-Claro.

Se marcharon en silencio, y Harry oyó sus débiles voces desde las escaleras, las indistinguibles palabras antes de que salieran de la Torre de Gryffindor y el ruido desapareció. La cortina alrededor de su cama resonó en el rail cuando la abrió y se sentó en la cama, sintiendo cómo se combaba bajo su peso. Se quitó las gafas de la nariz y las apretó en su mano distraídamente. No había razón para llevarlas; sólo se las ponía por costumbre. Su problema no se iba a solucionar con esa montura y los cristales.

No le importó no quitarse la ropa cuando se tendió e las suaves almohadas y cerró los ojos. El velo blanco permaneció, diciéndole que ni siquiera podía ver sus propios párpados. Se deprimió aún más y frunció el ceño antes de ponerse boca abajo y hundir su cara en la almohada.

En su recuerdo, la cueva volvía, su enorme tamaño se encogía hasta el inmediata escala de Harry. Podía ver a Snape de rodillas, el olor de la carne y la piel quemada. Podía ver a la mujer con pelo blanco y ojos oscuros y el joven limpiándole la sangre. Podía verla levantando la barbilla con determinación, podía ver el hechizo haciendo temblar la caverna. Alguien le empujó a través de la pared, reconoció la voz metiéndole prisa para que avanzara, pero no podía asociarla a una cara.

Sólo había un velo blanco.

Harry lo repitió en su mente, una y otra vez hasta que el sueño le atrapó borrando la sábana blanca ante sus ojos y reemplazándola con la oscuridad.

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Harry se sentó frente a la mesa del Director, sintiéndose cansado y enfermo al hacerlo. Debería estar en clase aunque no pudiera escribir o leer, pero por lo menos podría escuchar lo que los profesores decían. Hermione se había lamentado de la disminución de su educación que parecía haber dejado hacía años, pero la verdad era que no podía hacer nada para remediarlo. Había tratado de actuar con normalidad, como si no le importara.

Le frustraba no poder llevar una vida normal, que pareciera perdido en un lugar que era prácticamente su hogar y que los objetos normales fueran una amenaza a su seguridad. Incluso allí, con tantos sonidos y cosas rodeándole, no se sentía seguro.

Las pinturas murmuraban en sus marcos mientras los lienzos se movían con un suave susurro cuando sus ocupantes se movían. Supuso que él era el centro de la conversación, pero no se molestó en escucharlos. Había crecido acostumbrado a los susurros, ya fueran maliciosos o lastimeros. Entonces los murmullos cesaron y las cosas volvieron a la normalidad para todos menos para él.

Una puerta se abrió y se cerró y pudo escuchar dos pares de pisadas. La silla del director crujió cuando se sentó y Harry pudo sentir los ojos azul brillante mirándole cuidadosamente.

-Harry, ¿tienes buena memoria?

La pregunta de Dumbledore le pilló de sorpresa y carraspeó nervioso antes de responder.

-Pues, normal, supongo, ¿por qué?

-¿Qué es lo primero que puedes recordar?

-La luz verde que mató a mi madre, ¿Por qué, es importante?

Cuando Dumbledore habló de nuevo había preocupación en su voz, aunque Harry no estaba seguro de si era por la brutalidad de su primer recuerdo o por otra cosa.

-La señorita Granger ha venido a verme tres veces esta semana, expresando su ansiedad por que no pudieras retener y reproducir todos los detalles de la lección en una clase normal. Hemos llegado a una posible conclusión para el problema de tus clases, por lo menos de momento.

-Por favor, no me diga que Hermione va a enseñarme.

-No, alguien un poquito más cualificado. El Profesor Lupin.

-Hola Harry.

La mano en su hombro era familiar. Era fuerte pero amable, y estaba casi seguro que Lupin estaba mirándole. Harry se sonrió un momento antes de que un pensamiento empañara su felicidad.

-¿Pero que pasa con la Orden? Creí que era una parte vital de ella.

-Cierto, pero ahora somos más, y necesitas que alguien te enseñe hasta que averigüemos cómo devolverte la vista.

El tono de su voz era tan definitivo, tan seguro de sí mismo, que Harry sintió cómo su corazón se aligeraba. No había lástima en la voz de Remus, sólo una preocupación franca y abierta.

-La profesora McGonagall está de acuerdo en enseñarte en su tiempo libre y la señorita Drew ha solicitado atender tus lecciones de Defensa. Parece pensar que tienes algunos talentos ocultos.- continuó.

Harry bufó quedamente y meneó la cabeza recordando una vez más la pieza del puzzle que se resistía a encajar.

-Y por tus ojos, Harry – dijo el profesor Dumbledore suavemente.- sigue yendo a ver a Madame Pomfrey durante un tiempo. Encontraremos un modo para retirar el hechizo. La señorita Granger se ha pasado la mayoría de su tiempo libre intentando encontrar un modo para ayudarte, así como el señor Weasley. Por desgracia aún no han encontrado nada.

-Creo que es un hechizo que creó un cerebral. Dudo que nadie lo conozca excepto Voldemort.

-También lo conoce el cerebral, y una vez sea liberada no tendrá ningún inconveniente en devolverte la vista.

-Excepto si entonces ya sea demasiado tarde.- murmuró Remus.- todavía no comprendo por qué está ayudando a Voldemort. Debe estar siendo obligada o algo así.

-Deben.- corrigió Harry.- Son dos. La mujer se llama Shamira y hay un chico rubio con ella, de mi edad o quizá un poco mayor.

Hubo un momento de silencio y Harry deseó fervientemente poder ver las expresiones de sus caras y leer su significado. Se sintió perdido en un mundo en el que no podía percibir el lenguaje corporal.

-Se lo hubiera dicho antes, profesor, pero se marchó muy deprisa.

-Tranquilo Harry. ¿Puedo pedirte que vuelvas a la sala común' Empezarás las clases con el profesor Lupin mañana en mi oficina… y Harry, te cuidado.

-Sí profesor.

Bajó las escaleras permaneciendo inmóvil hasta que el escalón se detuvo dejándole en el suelo inmóvil. Los pasillos estaban vacíos y sabía que las clases continuarían durante una media hora más. Caminó por el pasillo con las manos a los lados, confiando en que sus pies le llevaran al lugar correcto. Volvió a la sala común para jugar con Genie, y sintió su suave ronroneo entre sus dedos. Cuando se sentó allí en el confortable calor, se preguntó si perder su vista era tan malo después de todo si eso significaba que todos aquellos por los que se preocupaba estaban a salvo a su lado en Hogwarts.