"Las Sombras del Silencio" de Myth and Legend

Traducción de Lamia Somniorum

Capítulo 23: Veneno y poder

"Pensamientos fuera de lugar, una loca ilusión,

el veneno del alma y la mente.

La magia da esperanza y desilusión,

Pero demasiado tarde encontrarás a la amenaza."

La seguridad de la hechicería.- Artemisa Lufkin

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-Bien, señor Potter, levanta la barbilla.

Harry hizo lo que le mandaban y levantó la cabeza obligando a sus ojos a mantenerse abiertos mientras le ponían una gota de un líquido azul en cada ojo. La señora Pomfrey le había pedido que la fuera a ver cada mañana durante un mes, y finalmente aquella era la última dosis de las gotas astringentes. El chico parpadeó furiosamente y se puso las gafas en la nariz, leyendo la carta sin problemas.

-Como nuevo.- la enfermera le sonrió, pero era una sonrisa pequeña, frenada por el afilado filo de la ansiedad. Parecía aliviada porque pudiera ver de nuevo, pero había una franca desconfianza en sus ojos, como si no estuviera segura de cuánto tiempo le duraría.- Puedo hacer algo con tu miopía, si quieres. Es un hechizo muy simple.

-No, está bien, gracias.- Harry se bajó de la cama.- Llevo con gafas desde que puedo recordar y parezco estúpido sin ellas.

-Lo que tú digas, querido. Si hay algún problema ven a verme enseguida, ¿de acuerdo?

Harry agarró su cartera y se marchó bajando corriendo los escalones hacia el pasillo principal donde Ron y Neville le esperaban impacientes.

-¿Todo va bien?- preguntó Ron.

-Sip. Vamos, llegamos tarde.

Sus pies resonaron por los escalones a través del Gran Salón antes de que salieran corriendo por la puerta y chapotearan en los charcos hacia el invernadero número 8. La mayoría de los estudiantes ya habían llegado, y los tres chicos se escurrieron al final cuando la profesora Sprout empezó a hablar.

-Bien, empecemos. Hoy será una clase muy básica. Quiero que todos forméis una fila y os pongáis los guantes. Las plantas de Winglebrot necesitan que les podéis las flores. Es muy sencillo, sólo sostenedlas firmemente por el tallo y quitad la corola.

La profesora lo demostró cogiendo el tallo de detrás de la corola de la flor mientras que la flor luchaba por darse la vuelta, descubriendo unas agudas y afiladas espinas como colmillos que trataban de morderla.

-Manos a la obra, y si os muerden venid a mí inmediatamente para que os dé el antídoto. Si dejáis una mordedura sin atender moriréis. No estoy bromeando. Casi perdemos uno o dos estudiantes que fueron demasiado estúpidos como para admitir sus errores.

Neville y Ron empezaron a trabajar, pero Harry dio un paso atrás mirando con suspicacia a la planta que se retorcía.

-¿Qué pasa Harry?

-¿Recuerdas la última de tus falsas predicciones, Ron? ¿La de que una de esas cosas me mordería?

-Oh, no seas estúpido, Harry. ¿Qué ha pasado con tu coraje? Sólo es una planta.- silbó Ron cuando un colmillo mordió su guante rompiendo el tejido, pero sin llegar a herirle la mano antes de que quitara la corola de la flor con facilidad.

-¿Sólo una planta? Ah, claro…

-Tiene un poco de razón, Ron. En fin, las otras dos ocurrieron de verdad.- dijo Neville con voz calmada antes de pasarle a Harry unas tijeras de podar.- Aunque eso no significa que se tenga que librar del trabajo. Vamos Harry, no te van a matar. Si una te muerde sólo tienes que ir a por el antídoto.

-¿Y si no me doy cuenta?- una flor le enseñó sus dientes revelando hileras e hileras de finas puntas de unos pocos centímetros de largo.

-Te costará no enterarte.- murmuró Neville.

La clase continuó normal durante una hora entera y Harry gradualmente había coincidido con Ron en que todo aquello de la predicción era una coincidencia. Justo cuando la profesora Sprout dio unas palmadas para anunciar el final de la clase, un pequeño capullo escondido en el medio de una de las plantas más jóvenes, se desplegó y le embistió.

Harry la arrancó de la planta y se la quitó de su antebrazo cuando la profesora le acercó el antídoto sin decir palabra.

-Lo estábamos haciendo tan bien… No importa, cielo, a veces son astutas. Gracias a todos, y disfrutad del resto del día.

Harry se echó la dosis en el gaznate antes de seguir a Ron afuera. Antes de darle la oportunidad de hablar, su amigo levantó las manos.

-Coincidencia, Harry. Además, las predicciones no eran muy específicas. En fin, fuiste herido en una pelea con Malfoy.

-Sí, pero me atraganté con una patata cuando pude haberlo hecho con el cordero, las zanahorias o los guisantes aquella noche, y fuiste puñeteramente específico con la planta. Quizás deberías quitarle la clase a Trelawney después de todo.

-Y una mierda. Mira, si fuera un vidente o algo así debería tener visiones, sueños sobre el futuro. Y nunca los he tenido. Siempre duermo como un lirón. Además, el incienso me hace estornudar.

-No puedes decidir tan sencillamente no ser un vidente. Lo eres o no lo eres.- rió Neville suavemente.- Tendrás que empezar a llevar chales y pendientes grandes y tintineantes.

El resto del día fue relativamente anodino, sólo con Defensa contra las Artes Oscuras a última hora. Harry miró por la ventana de camino a la sala común y vio una figura, pobremente vestida subiendo a uno de los carruajes. El Profesor Lupin se iba a Londres aquel día y Harry sintió una punzada de desazón. En las últimas semanas había tenido clases extras con el hombre para asegurarse de que se ponía al día con la parte práctica de sus clases que había sido incapaz de hacer estando ciego. Había sido perfecto… Harry había recuperado su vista y todos aquellos por los que se preocupaba habían estado cerca de él, dentro del santuario de Hogwarts.

Incluso desde el sueño y las palabras de advertencia de Voldemort, Harry, subconscientemente, había hecho una lista de aquellos que no soportaría perder. Con la excepción de los Weasleys, la mayoría estaban entre los muros de Hogwarts y a pesar de sus dudas, Harry todavía creía que el castillo era seguro.

Ahora, Remus Lupin, la última conexión de Harry con sus padres y con Sirius, se marchaba desprotegido hacia el peligroso mundo, y Harry no podía hacer nada para detenerle. Sentía una presión en el pecho, pero la desechó. Lupin era un hombre hecho y derecho, mágicamente poderoso y con un increíble sentido común. Si alguien podía evitar meterse en algún lío, era él.

Ginny tenía gripe y Hermione estaba en el sofá donde la chica estaba tendida, pidiéndole que fue a ver a la señora Pomfrey. Tan pronto como llegaron, Hermione alzó la mirada y sonrió.

-¡Por fin! Tengo clases. Ron, por favor, lleva a tu hermana a la enfermera. Está demasiado enferma como para ir sola. Si no puedes, por lo menos dale de beber cada quince minutos.

Ron se inclinó sobre el sofá y miró la cara durmiente de su hermana, torciendo la nariz con desagrado al ver los pañuelos moqueados que estaban tirados por todo el suelo.

-¿Le has tomado la temperatura?

Hermione movió su varita sobre Ginny y una débil luz sobre unos números flotaron entre los grados Centígrados y los Fahrenheit.

-Tómasela cada hora. Si sube a 39'5ºC (n/tr: en la versión original vienen los grados Fahrenheit, pero como nosotros utilizamos los centígrados lo pongo así, para que lo entendamos todos.) necesita estar bajo atención médica.

Hermione le dio a Harry un vaso lleno de agua y se marchó de la habitación, dejándoles a los tres estremecidos al oír a Ginny toser dolorosamente para volver a calmarse después.

-Ahí tienes, Harry. Cuídala, ¿vale?- preguntó Ron.

-¿Qué? ¿Por qué? ¡Acabo de ser envenenado!

-Te has tragado el antídoto. Te pondrás bien. Neville tiene que hacer esos deberes para la Profesora Sprout, y tengo que hacer un trabajo. Por supuesto iría más deprisa si pudiera copiar el tuyo.- apuntó Ron.

-Está en mi baúl. No tardes.

Harry cuidó de Ginny cuando Ron y Neville se fueron, haciéndola que se levantara y darle el agua. Ella abrió un ojo y gruñó antes de tratar de cubrirse la cabeza con la manta. Harry apenas pudo oír un "Vete".

-Vamos, tienes que beber esto.

Unos acusadores ojos marrones le miraron un momento antes de aceptar el vaso y tratar de sentarse. Harry ofreció ayuda, pero Ginny lo rechazó molesta.

-No quiero que me veas tan horrible.- gruñó la chica sorbiendo el agua.

-¿Por qué no? No te importa si tu hermano te ve.- Harry se sentó a su lado para que pudiera apoyarse en él mientras bebía.

-Sí, pero tú no eres mi hermano, Harry, tú eres…- ella frunció el ceño, como si no estuviera segura de qué decir a continuación.- otra cosa.

-Entonces un amigo.- él cogió el vaso vacío y lo dejó en la mesa. Después la tapó con la manta hasta la barbilla distraídamente.- Estate tapada, ¿vale?

Ella inclinó la cabeza sobre la almohada y observó con los ojos medio abiertos cómo caminaba por la habitación, recogiendo libros del suelo y bajando a Genie de la mesa. La pequeña gatita negra parecía muy feliz por estar en sus brazos, pero se dejó poner al lado de Ginny. Harry se dejó caer en el sillón y cerró los ojos, sólo abriéndolos cada vez que oía que Ginny se movía.

Ella estaba inclinada hacia delante y sus ojos estaban examinando su cara con una sutil expresión de confusión entre sus ojos. Su pelo estaba enredado y revuelto alrededor de su cabeza cayendo en sus hombros como una cortina. Su cara estaba pálida con dos coloretes en las mejillas mostrando el ardor de la fiebre. Llevaba el pijama demasiado grande de nuevo que le colgaba sobre las manos cuando ella alargó sus fríos dedos y los apretó contra la frente del chico.

-¿Seguro que estás bien? Pareces un poco amodorrado.

Con dedos temblorosos Harry se subió la manga y le mostró los pequeños puntos donde la planta le había mordido.

-Ron acertó de nuevo.- balbució Harry.- Me tomé el antídoto, pero me siento un podo mal.

-Y lo pareces.- Ginny sonrió tristemente cuando se volvió a esconder entre las almohadas, temblando.- ¿No crees que es un vidente?

-No, sólo tiene suerte. Lo hubiéramos sabido si lo fuera.

Los dos cayeron en un silencio cómoso. Harry podía sentir cómo sus párbados se volvían más pesados a medida que la somnolencia se apoderaba de él, y podía haberse quedado dormido si no hubiera estado preocupado por que Ginny empeorara.

La levantó cada quince minutos obligándola a beber, pero era obvio que se estaba poniendo peor. Le había subido la temperatura después de sólo 45 minutos y Harry decidió que era hora de llevarla a la Señora Pomfrey.

Ginny no podría despertarse para entender lo que Harry le decía y ni mucho menos podría tenerse en pie. Con un suspiro, Harry enrolló la manta alrededor de la muchacha y la cogió en brazos. Ella enlazó sus brazos alrededor de su cuello y la dejó apoyarse en su cuello aunque su espalda le dolió por el inesperado esfuerzo de llevar a otra persona.

El camino a la enfermería fue lento y difícil. A menudo Harry tenía que inclinarse sobre una pared y dejar el peso de Ginny contra él. Agradecía el hecho de que todos estuvieran en clase, por lo menos le salvaba de las miradas curiosas de sus compañeros, sobre todo de las pullas de los Slytherin.

La señora Pomfrey alzó la mirada de su escritorio cuando Harry se acercó desde el umbral y dejó a Ginny en la cama más cercana antes de frotarse los hombros por el dolor.

-¿Otro con gripe?- preguntó la enfermera, y los ojos de Harry fueron más allá de ella hacia otras tres camas ocupadas.- La tendré de vuelta en la sala común por la noche. ¿Hay algo que deba saber?

-Ha bebido mucho agua y estaba consciente hace una hora, pero ahora ni siquiera he podido despertarla más que unos segundos.

-Muy bien. Pásate por aquí después de clase. Estoy segura de que ella apreciará una que le echen una mano para volver a los sofás por entonces.

El resto del día no pudo pensar en otra cosa que no fuera en la tarea que le esperaba. Cada vez que podía, iba a la enfermería donde estaba Ginny tendida en la cama, pálida y exhausta. Fue en Defensa cuando se dejó caer en su silla a la vespertina luz del sol, cuando sus párpados empezaron a pesarle de nuevo.

La voz de la señorita Drew continuó hablando con su tono fuerte y militar, pero mientras él escuchaba, las palabras cambiaron como si otra voz, furiosa y amarga, se sobrepusiera a ella.

-él sabrá qué estás haciendo. Tendrá pensamientos que no le pertenecen. ¿Crees que puedes jugar con las almas de los hombres como un Dios?

Era la voz de alguien espetando y silbando con disgusto entre dientes. Vio esbozos y flashes de dolor antes que una voz llena de malicia dijera:

-Es el precio que se debe pagar, exactamente lo que estás pagando por la libertad de tu hija.

Harry trató de volver a la clase, pero su mente estaba presa en un océano de sueño y sus párpados se negaban a abrirse. Podía ver las tres figuras alrededor de una cama. Estaban hablando animadamente entre ellas y a la persona que permanecía tendida entre las blancas sábanas. Al principio pensó que podía ser Ginny, pero el pelo era de un rojo diferente y sus ojos entreabiertos eran verdes. Sus labios, formando una débil sonrisa, estaban secos y cortados, como si hubiera estado enferma durante semanas, y a su alrededor había gente que él conocía y que nunca hubiera pensado que pudieran estar.

James Potter estaba de pie a su lado, y Harry sintió una punzada de sorpresa cuando se dio cuenta de cómo se parecía a su padre. Había algunas sutiles diferencias en la expresión y en la estructura ósea, pero no había ninguna duda de que estaba mirando a su padre. Remus estaba sentado en una silla, con una sonrisa en sus labios mientras se estiraba. Parecía más fuerte y sano, aunque seguía teniendo unas ropas menos cuidadas que las del resto. Su pelo estaba demasiado largo y fuera de control y se empeñaba en colgarle frente a los ojos, de manera que siempre se lo estaba echando para atrás. Sirius tenía un calientacamas en la cabeza. Harry supuso que estaba limpio cuando el joven que se convertiría en su padrino cuando se irguió muy derecho y puso una expresión muy seria. Las palabras eran débiles, matizadas por el recuerdo mal memorizado, pero le dio la impresión de que se burlaba de la enfermera. Incluso en la cama, Lily se reía hasta que empezó a toser fuertemente y gotas de sangre manchaban su mano cuando se volvió a los demás.

Los tres jóvenes pararon de reír inmediatamente, todos a su lado, pero James el primero, cogiendo su mano y murmurando palabras que Harry no pudo oír.

-¡Señor Potter!

Harry saltó cuando algo fue golpeado con fuerza en su mesa. La señorita Drew estaba frente a él, muy derecha cuando sus ojos recorrieron la cara del joven.

-¿Serías tan amable de permanecer despierto en mis clases? Perdona si te aburre. Recuperarás con el señor Longbottom este ejercicio. Neville, por favor intenta mantener al señor Potter despierto.

Al final de la clase Harry había perdido gran parte de una ceja y tenía un ojo morado. Su escudo había empezado siendo fuerte, pero gradualmente se había debilitado bajo los constantes asaltos de hechizos de Neville, y parecía que no importaba que reajustara la magia para fortalecerlos.

-Vamos, Potter, tienes el poder, ¡así que úsalo!- le había gritado la señorita Drew cuando el escudo de Harry se había desintegrado en estrellas dejando al chico sin nada en su varita para defenderse.

-Lo siento mucho.- dijo Neville a la quinta vez.- Estaba intentando fallar. Supongo que no soy bueno intentándolo.

-No te preocupes, Neville. Las cejas crecen.

-No puedo creer que te hayas dormido, Harry.- le regañó Hermione.- Es imperdonable.

-Estoy sólo un poco amodorrado.- murmuró Harry sin querer pensar en el extraño sueño o percatarse de la poderosa sensación de que algo iba horriblemente mal.

Prometió encontrarse con los demás en la sala común y se dio prisa para ir a la enfermería, y suspiró de alivio cuando vio a Ginny sentada en el borde de su colchón con su pijama y una bata. Parecía compadecerse de sí misma, pero sonrió débilmente cuando Harry alargó una mano hacia ella.

Ginny inclinó su peso contra él tambaleándose inestable en sus pies cuando la enfermera fue hacia ella con una botella de un líquido naranja brillante.

-Cinco veces al día y un fin de semana en la cama para descansar, por favor, jovencita. Deberías tomarte el lunes libre también. Sigue tomándote esto hasta que se te pase y tú…- la enfermera movió un dedo hacia Harry.- asegúrate de que hace lo que le redicho.

-Lo haré.

El corto paseo hasta la sala común fue lento, con Ginny dejando casi todo su peso sobre sus hombros y parándose a tomar aliento cada pocos pasos.

-Puedo cogerte si quieres.

-¿Fue así como me llevaste allí? ¿Por qué no usaste simplemente el "mobilicorpus"?- preguntó ella con una manita agarrando la bata robada y manteniéndola cerrada mientras se tropezaba con los pantalones del pijama.

-Bueno, yo… simplemente no pensé en ello, eso es todo, y no podías levantarte y caminar.- Harry carraspeó nervioso antes de pasar un brazo alrededor de la cintura de la chica y mantenerla erguida.

Por una vez la chica no se molestó en protestar, pero sus mejillas volvieron a sonrojarse y Harry empezó a preocuparse de que la caminata fuera demasiado para ella.

Ron y Hermione les miraron cuando entraron y Harry se dio cuenta de que Ron apenas podía esconder una sonrisa detrás del libro que pretendía leer.

-¡Ron, te pedí que cuidaras de Ginny!- protestó Hermione cuando recogió sus libros y fue a sentarse cerca de la joven.

-Estaba ocupado y además, a Harry se le da mejor.

Ginny se tumbó cómodamente en su nido de mantas, cruzando ocasionalmente la mirada con la de Harry mientras a su alrededor la sala cóm continuaba con su conversación diaria y su lucha contra los deberes. Tratando de reprimir un bostezo, Harry se repantigó en el sillón y puso los pies en la mesita de café. Le dolía la cabeza y le dolían los riñones por el esfuerzo de ayudar a Ginny a volver a la sala común, pero lo ignoró y trató de mantener los ojos abiertos, escuchando lo que los demás decían.

Algo surgió repentinamente haciéndole estremecerse. Parecía como si alguien estuviera apretando su cuero cabelludo, excavando en él y pegándose en él. Tenía la impresión de que algo se movía dentro de él a una increíble velocidad empujando cada fibra de su ser.

Hermione se había puesto en pie, pero no podía escuchar lo que decía sobre el chirrido que llenaba sus oídos. Alguien en la ventana dio un grito de sorpresa y todos los ojos miraron hacia los terrenos, que brillaban como un fantasma, y transparente y vago, había otro Hogwarts. La débil luz de luna brillaba a través haciéndole opalescente como una perla. Ante sus ojos, la mampostería se derrumbó hasta convertirse en polvo que se fue con la brisa.

Harry estaba agarrándose la cabeza con las manos, apretando sus dientes por el dolor. Alguien tocó su mejilla y él lo alejó ya que le quemaba la piel con el contacto.

Los ojos de Ginny estaban muy abiertos por el horror cuando se arrodilló frente a él, diciendo palabras que él no podía oír. Tenía el estómago revuelto y deseó poder morir para poder terminar con aquel terrible y debilitador dolor dentro de su cabeza. Algo caliente le traspasó la cicatriz y su mejilla cuando la habitación frente a él empezó a girar enloquecida. Hermione se había ido de la habitación a la carrera, probablemente para conseguir ayuda, pero Harry no tenía ni idea de si alguien podría hacer algo.

Cerró los ojos y apretó los dientes cuando el olor a podredumbre llenó su nariz y oyó una risa, aguda y enfermiza, antes de que la misericordiosa inconsciencia cayera sobre él y así sucumbió al tormento.