AVISO: este fic contiene SLASH (relaciones hombre/hombre, mujer/mujer). No
es subido de tono (este capítulo) pero la tendencia es homosexual, así que
si te ofende en algún punto no lo leas...
DISCLAIMER: Los personajes y escenarios son creación inigualable de J. K. Rowling y aclaro que mi fanfiction no está hecho con fines de lucro. Siempre trato de tener ideas lo más originales posibles, si llega a haber coincidencia con alguna otra creación pido mis debidas disculpas a su autor...
cordialmente, La Dama Norris.
Otra aclaración, lo primero es una fábula que me inventé. Puede ser un poco densa para algunos, por eso no es obligación leerla, es sólo parte de mi expresión personal...
Una tarde pasaba el león, rey soberano, quien reina en todo paraje de la jungla majestuosa, cerca del árbol más viejo y macizo que allí moraba. Escuchóse, entonces, una voz silbante que díjole presuntuosa: "¿Adónde es que va, gran león todopoderoso? ¿Hasta dónde cree que alcanza su soberanía? Todos le alaban pero, lo aseguro alteza, usted vira y su espalda se humilla ante el pueblo que agrede cruelmente a su rey. No existe, entonces, tal motivo para que brinde mayores honores y gloria a su persona, ya que no hay peor ciego que el que no quiere ver". A lo que el león respondió sacando pecho: "Del último ser del cual me fiaría en toda mi selva sería de una sierpe. Venenosas y arrastradas como sois, de su misma envidia mueren, de su mismo frío se consumen. ¡Oh, ser despreciable! A poco te crees más que un rey para hablar de esa forma. ¡Ingrata! Todavía que te he dejado probar el tierno yermo de mis tierras, el tibio río, el fresco aire". Pero la bicha, viva como ninguna, repúsole firme: "¡Hasta ahí con su discurso, oh rey! Usted confunde. No es bueno para una deidad de su índole confundir las palabras que díganle su gente. Yo a la verdad me limito y, por mis raíces a las cuales respeto solemnemente, debo aclarar que no soy en carne lo que usted de mí difama. Los prejuicios enturbian la mente. Aunque el confiar demasiado tampoco es bueno y eso de usted admiro, oh rey, mas debo advertirle: no todo lo que brilla es oro". Así díjole sin más la serpiente, antes de deslizarse nuevemente tras la espesura de las ramas. El león hizo caso omiso a éstas palabras y avanzó su imponente figura por el sendero que antes recorría. Disimulaba con ímpetu su rengueo, que los años traicioneros marcaban ya. Llegó entonces el rey hasta un claro en donde sus animales lo habrían esperado para escuchar otro de sus discursos. Plantóse el rey en lo alto de la loma, mas nadie allí había acudido. La serpiente, indignada con el rey por no haber tomado en serio sus astutas palabras, dirigióse a la cálida morada real, donde los críos príncipes descansaban un letargo sin fronteras. Se escabulló el reptil hasta sus ínfimos oídos y dictó éstas palabras: "Príncipes valerosos que ahora en dulces sueños dormitan, ¿hasta cuando sus nombres quedarán sublevados por el del rey? Oigan ahora lo que voy a decirles: El rey, padre vuestro, viejo está ya y sus fuerzas se debilitan con rapidez. ¿Quién protegerá el tierno seno de la verde jungla cuando hombres, de esos seres que no ven cuanto no desean, ataquen voraces? Es hora de la esperada derroca, es hora de honrar a un nuevo rey. Oh, hijos purísimos como el agua que cae de la montaña madre, habráse visto tal injusticia. Lo que ustedes han estado esperando, es tiempo de ser cometido". Y fue esa tarde, cuando el sol bajaba tras el confín de la tierra, que los cachorros robustos casaron a su padre por el cuello y lo dejaron muriendo desangrado en tierras que ya no eran suyas. Apareció entonces la serpiente, muy astuta y, tras bajar de las copas arrastrándose, díjole al viejo león: "¿Has visto, león? Y me doy el gusto de no dirigirme a ti correctamente ya que no eres más amo y señor de las tierras que tanto adoras. Las advertencias de una serpiente son siempre sabias, aunque puedan resultar traicioneras. Mas la ley de la Madre Naturaleza acabó con los principios del rey supremo. Al ser yo la única en quien debiste haber confiado, me concedo el honor de beber la tibia sangre que derramas hasta darte muerte. Pero te juro, por las diferencias que injustamente separan a los reptiles de los leones en ésta sociedad, que estaré presente cuando tus cachorros, hechos ya viejos leones, perezcan, nuevamente, traicionados por su manada; cuando éstos, al seguir las enseñas de su padre, me injurien, como a tantas otras desdichadas de mi raza, la condición de ser reptil y adjudiquen absurdos prejuicios a la naturaleza que me representa. Allí estaré cuando sus cuerpos yazcan en el regazo de la Selva Madre, para sorber la sangre real que nos han negado de por vida a nosotras las serpientes". Dijo sabia la serpiente e hincó sus colmillos en el carnoso cuello del león. Y cuando éste sintió que el veneno recorría su cuerpo y su sangre se escurría vaciándole las entrañas, susurró a la víbora: "Eres mi paz...".
La Apuesta
Cap 1: Primera Fase
Todo comenzó cuando a los chicos de Slytherin se les ocurrió hacer una apuesta un tanto arriesgada y desquiciada.
—¡Blaise, te has vuelto totalmente loco! ¿Qué tenía tu jugo además de calabaza?
— ¿Qué me cuestionas, Parkinson? ¿Acaso te asusta? Siempre supe que eras una cobarde y no aceptarías el reto.
Las mejillas de Pansy Parkinson enrojecieron y se inflaron como las de un sapo. Tomó el vaso frente a ella y lanzo el jugo que había en su interior directo a la cara de su compañero Blaise Zabini.
—¡Estúpida! ¡La camisa era nueva! —protestó el chico, a lo que Pansy contestó con una mueca despectiva. Draco Malfoy, quien se había apartado para no ser agredido también, volvió a tomar asiento. Se aclaró la voz y dijo:
—Personalmente creo que la idea de Blaise no está nada mal... —al oír esto, tanto Pansy como Crabbe y Goyle, y la mayoría de los que estaban sentados en los sillones de la Sala Común de Slytherin, lo miraron con la boca abierta.
—¡Jamás creí que justamente tú estuvieras de acuerdo, Draco! —sostuvo Blaise con sinceridad.
—No puedo creerlo... —protestó Pansy con indignación —¿han perdido la cordura? ¿Se dan cuenta que es algo totalmente...? ?
—Absurdo —completó ceremonioso un chico rubio (aunque no un rubio ceniza como el de Malfoy, sino más bien un rubio anaranjado) que se sentaba a su izquierda —. Pero aún así suena muy interesante.
Pansy lanzó un bufido. Tenía los ojos fuera de órbita.
—Quien esté a favor —recitó solemne —de realizar la apuesta de Blaise, que levante la mano bien alta ahora mismo.
La chica casi cayó muerta cuando notó que más de la mitad de los que estaban en el salón verde y plata, tenían su mano en alto. Es más, al pasar unos minutos, varios alumnos que no habían votado antes se animaron a alzar su mano también y sólo unos muy pocos quedaron sin hacerlo. Entre ellos Pansy, quien gritó:
—¡Malditos dementes! ¡Debería darles vergüenza! ¿Dónde ha quedado el orgullo de Slytherin?
—¡Ah! No seas tan melodramática —comentó una chica de prominente barbilla y morruda, aún más que Pansy.
—Millicent tiene razón, tómalo con más calma —comentó Malfoy de forma suave —. Podemos sacar gran provecho de la situación si llegamos a concretarla. Piénsalo un poco... será divertido.
—Además, ya sabes que te ocurrirá si no lo haces, es parte de la apuesta —comentó Blaise con desafío. Pansy se puso una mano en el pecho e intentó calmar su ira. A continuación, dio un hondo suspiro de resignación, antes de decir:
—Está bien... , voy a hacerlo. Pero que conste que fui obligada...
Era una tarde muy soleada y Ron, Harry y Hermione salían de clase de Pociones.
—Debí haber leído mejor los efectos del jugo de "herbaria magnus" alterado con asfódemo —se lamentaba la chica —. ¿Cómo iba a imaginarme que Snape preguntaría también los efectos secundarios?
—Ya, Herm, no te martirices, no es para tanto —comentó Harry sin dar mucha importancia. Casi sonreía al notar, como tantas otras veces, la fascinación de su compañera por saber todo y contestar todas las preguntas de la clase.
—Pero la respondió Malfoy —bufó la chica con testarudez —. ¡Yo la sabía, la tenía en la punta de la lengua!
—Hablando de Malfoy —interrumpió Ron. Miraba a sus amigos como si estuviera a punto de decir que iba a tirarse por la ventana —¿Han notado el extraño comportamiento de los Slytherins hoy? Es decir, se la pasaban mirándonos y señalándonos, y murmurando valla uno a saber que cosas.
—Bueno, eso no es nada extraño —aseguró Hermione —. Siempre se la pasan molestando ¿y que hay con eso?
—Sí, pero... Ron tiene razón —afirmó Harry con una mirada aún más misteriosa que la de Ron —. Nos observaron sin parar durante toda la bendita clase.
—¡Oh, vamos! ¡No sean paranoicos! —terció Hermione.
Parvati Patil, Lavender Brown y Neville Longbottom, quienes acababan de salir de la mazmorra de Pociones, se acercaron con prisa al trío. Hermione, tras dirigirles una sonrisa, miró seria a Parvati e inquirió:
—¿Te amonestó Snape por tu accidente con Laise?
—Por supuesto —respondió la chica con una mueca de desagrado —. A nosotros puede partirnos un rayo y él ni se inmuta. Pero le tocas un maldito pelo a un Slytherin y te baja 30 pun...
—¡Treinta puntos! —vociferó Ron, enloquecido —¡Eso es totalmente injusto! Encima que te obligó a sentarte sola y cerca de esos idiotas, caras de serpiente...
—Pero gracias a eso me enteré de un par de cosas interesantes —sostuvo Parvati y una sonrisa se le dibujó al notar la total atención de sus compañeros —. Pero se los contaré a todos en la sala común de Gryffindor, luego de la cena ¡No se vallan a dormir sin escuchar lo que tengo para decir!
Ron y Harry ojearon a Hermione con discreción. Pero ésta ni los miró. Se acomodó su insignia de prefecto y fue tras un alumno de tercero de Slytherin que estaba clavando tachuelas en el cuadro de una nodriza, la cual gritaba con cada puntada. Aprovechó para bajarle 50 puntos a Slytherin, en venganza de los 30 que había perdido Gryffindor.
Esa noche, al irse McGonagall luego de dictar nuevas pautas para proteger los muebles del colegio contra una nueva epidemia de "freegots" (una especie de hada del tamaño de un insecto que come madera), los Gryffindors de sexto y algunos de quinto año se reunieron en torno a Parvati y Lavender, quien se sentaba a su lado haciéndose la interesante porque, seguramente, sabía antes que nadie lo que su amiga había averiguado en la clase de Pociones.
Sin más preámbulos, Parvati carraspeó y dijo:
— Como saben, ésta tarde fui víctima de las injusticias del profesor de Pociones, Severus Snape, quien bajó 30 dementes puntos a nuestra casa por un mero accidente y me obligó a sentarme cerca de los Slytherins toda la clase. Y saben una cosa, creo que ellos están planeando algo y, sea lo que sea, nosotros estamos involucrados.
Al decir éstas últimas palabras todos contuvieron el aliento un momento. Hasta que Ron dijo:
— ¿Qué quieres decir con "están planeando"? ¿Qué han dicho específicamente?
— Bueno, no logré oír mucho, hablaban en susurros. Pero escuché nuestros nombres. Ellos nombraron, no sé sí a todos, pero a muchos de nosotros. Y creo que escribían algo... no puedo asegurar qué, pero seguro no era nada bueno.
— Tal vez era una lista de maldades —sugirió tensa Ginny Weasley —. Dictaban nuestros nombres y decidían que maldad le harían a cada uno.
— No lo creo —sentenció Dean Thomas, quien estaba sentado al lado de Ginny —. Porque eso implicaría tomarse un tiempo de relojero suizo para planear maldades para cada uno de nosotros. No creo que se hallan molestado tanto sólo para fastidiarnos.
— Bueno, con esos nunca se sabe...
— ¡Son despreciables...!
— Puede que sea una lista de muerte tabú —pronunció de pronto una voz vacía y soñadora, que produjo que los murmullos callaran de súbito. A todos se les ponía la piel de gallina cuando la siniestra Luna Lovegood hablaba —ya saben, de esas que anuncian el destino de la persona que es anotada en ella...
— Saben, tal vez sólo se trate de un tonto juego de crear apodos ofensivos con nuestros nombres —interrumpió Hermione sin dar mayor importancia a la charla. Acababa de cerrar su libro de "Amigos de los elfos".
— ¡Esperen un segundo! —gritó Lavender incorporándose en su silla y levantando las manos como un presidente que va a dar un discurso de campaña. Luego, fulminó con la mirada a la chica que estaba a su lado —. ¡Parvati, no les has dicho todo! ¿Qué hay de lo que dijo Malfoy? Ante ésta declaración, el silencio reinó nuevamente en la Sala Común.
— ¡Oh, casi lo olvidaba! Malfoy mencionó algo como "Tendrán su merecido. Acabarán en nuestras manos, será muy... divertido" —añadió Parvati agravando su voz y arrastrando las sílabas —. No me gustó como sonó eso, realmente, y menos como se relamió cuando lo dijo.
— Bueno, sea lo que sea que se supone que hagan, no podremos averiguarlo aquí sentados discutiendo —repuso Harry —. Propongo que no demos al tema más importancia de la que tiene...
— Pero Harry, creo que esta vez...
— Sí, Parvati, pero no podemos certificar nada. Así que tomémoslo con calma y estemos alertas.
El consejo de Harry pareció haber convencido a más de uno porque en Gryffindor no se volvió a tocar el tema. Además, todos los alumnos de Hogwarts estaban pendientes de la fiesta de Halloween que se llevaría a cabo el siguiente sábado por la noche. Éste año no se trataba sólo de un majestuoso banquete, sino que habría baile de disfraces y eventos. Se les permitió entonces a los alumnos darse una vuelta por Hogsmeade horas antes para comprar sus respectivos disfraces.
Emparejó la pila de papeles con impecable prolijidad. Se sentó nuevamente apoyando sus pálidas manos sobre la superficie. Levantó la vista para observar a todos los que estaban a lo largo de aquella mesa rectangular.
— ¿Y bien? —preguntó —¿Ya todos eligieron a su Gryffindor?
— Em, Draco... —comentó Pansy en voz baja, para no ser escuchada por los demás, quienes murmuraban animados —, hay algo que no entiendo...
— Dime, cariño —espetó Draco con un dejo de sarcasmo.
— Tú has dicho que elijamos a nuestra "Némesis" de Gryffindor, ¿no es así?
—Correcto, Pansy.
— Pero... bueno, creo que hay un pequeño error en tus cálculos.
Draco alzó una ceja. Pansy suspiró y dijo:
— Es decir..., por ejemplo, mi Némesis, como tú lo llamas, es, sin duda alguna, Hermione Granger...
Pansy hizo una pausa, pero, al parecer, Draco no entendió a lo que ella quería llegar. Intentó explicarse con más claridad:
— Draco, ¿qué Gryffindor elegiste tú?
— ¿Quién crees? Harry Potter, claro, me extraña que lo preguntes.
Pansy seguía mirando a Malfoy como esperando que éste se diera cuenta de algo.
— ¿Y?
— Draco... Potter es..., ¡es hombre!, ¿comprendes? Granger es mujer...
— No veo el problema.
— ¡Por el amor de Dios, Draco! ¡Somos del mismo sexo! ¡Nunca una persona rivaliza tanto con una persona del sexo opuesto como con una del mismo...!
— Y es por eso que tú eliges a Granger y yo a Potter...
— Pero...
— ... porque "nadie puede rivalizar más con una persona del sexo opuesto que con una del mismo"...
— Es por eso que...
— Y, por lo tanto, uno desea perjudicar en lo posible a quien más odia...
—Sí, pero...
— Me alegro que entiendas, fin de la discusión.
— ¡Pe-pero, Draco...!
La duda aquella no fue sólo de Pansy. Se hizo colectiva cuando Draco pidió a Warrington que dijera su Gryffindor y éste respondió, tendiéndole un pedazo de papel:
— Angelina Jhonson.
Pero Draco no tomó el papel con el nombre que el chico le entregaba. Mencionó:
— ¿Estás seguro que es con Angelina Jonson con quien te llevas peor?
— Bueno sí... eso creo.
— Creí que era Dean Thomas...
Warrington abrió los ojos de par en par.
— Pe-pero él...
— Sí, sí, lo mismo le pregunté yo —manifestó Pansy poniendo los ojos en blanco —. Creo que están volviéndose realmente locos, ¿qué nos dices, Blaise?
— Bueno, era de esperar que surgiera éste dilema. Tendríamos que haberlo aclarado desde un principio. Aquí no es importante el sexo. Es más, por característica de la circunstancia, es de esperar que la persona a la que elijamos será de nuestra misma sexualidad.
Sin dar tiempo a las conjeturas de los oyentes, Draco dijo:
— Porque, como bien me ha dicho antes Parkinson: "una persona nunca puede llevarse peor con alguien del sexo opuesto como con alguien del mismo". Por lo tanto, nunca elegiremos a un Gryffindor del otro sexo como la persona quien más odiamos.
Se armó tremendo cuchicheo. Todos querían hablar, expresar que eso ya no iba dentro de los parámetros acordados. Pero Draco sólo dictaminó:
— ¿Somos Slytherin o qué somos? ¿Es que acaso les asustan sus adversarios de la casa escarlata? ¿Les asusta enfrentarse a ellos? La astucia de la serpiente puede siempre contra la rudeza del león... Y cuando Slytherin ataca, ataca con toda su furia. En la casa Gryffindor son todos unos mediocres que se hacen los honestos y se llenan la boca con discursos de justicia, igualdad y otras paparruchadas por el estilo, y debemos enseñarles, de una vez por todas, quienes hacen justicia aquí. Debemos demostrarles que los subestimamos, que podemos aprovecharnos de ellos a nuestro antojo. Además, ésta apuesta determinará quien es un verdadero Slytherin, quien merece llevar su corbata verde y plata... Quien es digno de permanecer en ésta casa, quien no es un cobarde. ¡El que sea una gallina sin decencia, sin amor por ocupar su merecido lugar en ésta sociedad, puede retirarse ahora mismo, sin esperar de mí palabra alguna por el resto de su vida!
Ante esta fuerte declaración, nadie se animó a contradecir. Todos se convencieron de que Malfoy estaba en lo cierto al decir que merecían ser más respetados por aquellos Gryffindors. Obviamente, aquella apuesta era una opción un poco trastornada para demostrar autoridad. Y es que no sólo se trataba de eso. La apuesta estaba hecha, más que nada, para probar el valor y voracidad de cada Slytherin y con el fin de enorgullecer a su casa.
— Perfecto —anunció Malfoy al notar que nadie se había levantado de la mesa —. ¡Deseemos entonces a nuestros leones un feliz Halloween!
Ese domingo en Hogsmeade, Ron, Harry y Neville entraron en una tienda de disfraces que tenía en vidriera un traje de hombre lobo que a Harry le interesó mucho. Neville se sintió atraído por un disfraz de una boa constrictora. Pero cuando se lo probó, notó que no tenía lugar por donde sacar los pies. El vendedor explicó que a ese traje le hacía falta un hechizo para movilizarlo. Y se lo demostró. Pero Neville perdió el control de la boa, la cual comenzó a serpentear por todo el negocio, tirando estantes y percheros, y cajas de ropa.
El traje de hombre lobo que a Harry le gustaba era demasiado caro y, a su criterio, muy ostentoso. Así que se eligió unas orejas de murciélago, unos colmillos y una capa negra haciendo juego.
— Valla, me veo como Batman —rió al mirarse en el espejo del rincón.
— ¿Ludo Bagman? —inquirió Neville, que ahora sostenía una máscara de calabaza y un traje naranja fluorescente que miraba con desconfianza.
— ¡No, no Bagman, Batman! Batman es... ... nada, olvídalo.
— ¡Oigan, miren que encontré! —comentó Ron emocionado. Sostenía un traje felpudo de conejo. Harry y Neville lo miraron asombrados. Al ver sus caras, Ron se puso un poco colorado y aclaró: — ¡No es que piense comprarlo, chicos! Sólo iba a comentarles si se imaginan a Malfoy vestido con esto. ¡Já!
Harry caviló la imagen de Malfoy vestido de conejo. Sus cabellos rubios sobresalían de un traje aterciopelado a la medida, muy a la medida. Sus mejillas estaba ligeramente sonrosadas por el bochorno. Al principio, Harry dibujó una sonrisa socarrona. Pero luego, los enlaces de su mente lo llevaron más allá del grano: ....
⢠Malfoy se ponía en cuatro patas sobre una cama de dosel blanco...
⢠Malfoy lo miraba con esos ojos grises y profundos....
⢠Malfoy se ponía a ronronear...
⢠Malfoy se acostaba entregado en la cama en la que estaba.... la cama del cuarto de los chicos de la torre Gryffindor.... la cama de Harry Potter....
— ¡Harry, HARRY! ¿Qué....? ¡AAAAH! —Harry se despabiló abruptamente pero por un momento creyó que seguía imaginando. La escena de Ron saltando dentro del traje de conejo, hizo a Harry y Neville morir de risa — ¡NO ES NADA GRACIOSO! —bufó Ron que estaba todo colorado a causa de la agitación incontrolable producida por tantos brincos. El dueño del local, se acercó alarmado nuevamente donde el trío y apuntó a Ron con la varita, inmovilizándole a éste las piernas y haciéndolo caer exhausto.
— ¡Qué niños molestos son ustedes! ¿Qué edad tienen? ¿Cinco años? —el vendedor tomó a Ron por el cuello de la camisa, furioso. Sonrió levemente — ¿Lo ven? ¡Esto es lo que pasa cuando se prueban las cosas sin preguntar! Lo siento, niño: ahora tendrás que llevártelo...
— ¿Cómo dice? —cuestionó Ron intentando inútilmente de desprenderse del traje.
— No está roto ni sucio, aún puede devolverlo —justificó Neville, quien de inmediato colocó el traje de calabaza donde estaba.
— ¡No pasa por eso! —protestó el vendedor y suspiró, al parecer, angustiado mientras observaba los forcejeos desesperados de Ron —¿Para cuando necesitan los trajes?
— Para ésta noche, habrá una fiesta de Halloween en Hogwarts —contestó Harry.
El vendedor se frotó la barbilla y, tras otro suspiro, dijo:
— Ese traje de conejo es usado habitualmente para hacer bromas pesadas. Se convence al que se quiere embromar de ponérselo y luego éste no puede sacárselo durante el resto del día...
— ¿¿Qué?? ¿¿Es decir que tendré que ir con esto a la fiesta de Halloween de esta noche?? Ron tenía los ojos vidriosos, parecía tener ganas de llorar. Miró a sus amigos aterrado, quienes respondieron con una mirada incógnita.
— Son 23 galleons y 30 knuts...
En el Gran Salón, el ambiente era denso y lujurioso. Ya habían bailado bastante, y las resacas comenzaban a aparecer. Las luces estaban todas apagadas y las llamas naranjas dentro de las calabazas colgadas en el techo, eran lo único que alumbraban. Las cuatro mesas de las casas no se encontraban y tampoco el podio del director ni la mesa de profesores. Había pequeñas mesillas con bebidas a los costados del Salón. En cada esquina había varios sillones de terciopelo de los colores que representaban a las distintas casas (rojo Gryffindor, azul Ravenclaw, amarillo Hufflepuff y verde Slytherin), para dar ubicación a los alumnos en estados de "no me pidan que me mueva".
Las caras de todos los estudiantes se veían abrumadas y confusas. Más de uno había sucumbido ya a los efectos del alcohol. Salvo, claro está, Hermione Granger, la cual se mantenía firme y miraba a sus compañeros como si estuvieran todos locos. Ella se había puesto un traje felino. Llevaba unas orejas negras y afelpadas de gato aferradas al cuero cabelludo. Se había hecho un hechizo alterador de genes para que sus ojos cafés se tornaran rojizos y para que sus pupilas se achicasen más de la cuenta. Le daban un aspecto muy diabólico. Estaba envuelta en un saco negro y largo hasta los pies, sentada sobre un sillón escarlata, en la zona de los Gryffindor. Harry se acercó a ella esquivando gente.
— ¿No te has puesto disfraz, Harry? —fue lo primero que dijo su amiga al verlo.
— En realidad no es obligatorio, ¿o si? —justificó Harry.
De repente se escuchó un gemido. Dean Thomas estaba en un estado deplorable: su rostro estaba pálido, sus ojos totalmente irritados. "Perdí mi cabeza", decía mientras se tambaleaba. Se tomó de Seamus Finnigan y largó una arcada de vómito que lo cubrió por completo. Seamus se apartó de él al instante y vociferó:
— ¡Ebrio de...!
— ¡Uhg!, Em, ¿todavía no ha llegado Ron? —preguntó Harry mientras se sentaba al lado de Hermione. La chica negó con la cabeza.
— No desea salir del baño, ha estado allí todo el día. ¡Ya no sé que decirle!
— No hay caso, no creo que salga de allí —sentenció Harry resignado —. Bueno, es una lástima que se pierda la fiesta. Iré en busca de un poco de ponche, ¿vienes Herm?
— En realidad prefiero quedarme aquí sentada: estoy esperando a que Ginny por fin deje de bailar y se digne a estar un poco conmigo....
— Oh, no seas aguafiestas —Hermione frunció el seño —, creo que tu deberías bailar un poco también, ¿no te parece?
— Ah, ¿si? Y porqué no lo haces tú.
— No sé bailar. Nunca supe bailar música muggle —argumentó Harry.
— ¡No seas estúpido! Todas las músicas son iguales.
— Bueno, no sé bailar de cualquier forma. En fin, sólo era una sugerencia. Me limito a buscar un poco de ponche, si no te molesta —hizo una descolgada reverencia y se alejó.
Draco divisó a su presa con recelo. Allí estaba, parado frente a la mesa de las bebidas. Su cabello desgreñado y azabache, se revolvía bajo los dedos de su dueño, quien los enredaba continuamente. Potter estaba transpirado y se veía algo nervioso. La vulgar camisa que llevaba puesta se traslucía débilmente a causa del sopor y denotaba el color de su piel bajo ella. Draco se llevó las manos a la cara, avergonzado de tener que controlar sus impulsos para no ir sobre ese despampanante trigueño en ese instante. Se concentró en su vaso un momento. Cuando volvió a mirar, Potter se había ido de la mesa y había dejado su vaso. ¡Bingo! Draco se levantó con elegancia y se dirigió discretamente a la mesa de las bebidas. Sacó de su bolsillo una píldora turquesa y gelatinosa, y la deslizó por la boca del vaso. Tarareando ruidosamente, tomó un vaso de ponche, y se sentó nuevamente junto a sus compañeros.
Jaja! Qué tal, eh? No está tan mal para ser el 1er capítulo... Bueno, esperemos que los chicos de Slythern cumplan su cometido! (no voy a anticiparles cual es de ninguna manera) ;)
¡Me muero por contarles que ocurrirá con Ron!
Necesito opiniones!! Les agradecería que me escribieran a lasranorrishotmail.com, o me dejaran algún comentario, please!! Porque hasta ahora no he tenido demasiada crítica...
¡¡Sigan leyendo que se va a poner bueno!!
Flor, La Dama Norris...
DISCLAIMER: Los personajes y escenarios son creación inigualable de J. K. Rowling y aclaro que mi fanfiction no está hecho con fines de lucro. Siempre trato de tener ideas lo más originales posibles, si llega a haber coincidencia con alguna otra creación pido mis debidas disculpas a su autor...
cordialmente, La Dama Norris.
Otra aclaración, lo primero es una fábula que me inventé. Puede ser un poco densa para algunos, por eso no es obligación leerla, es sólo parte de mi expresión personal...
Una tarde pasaba el león, rey soberano, quien reina en todo paraje de la jungla majestuosa, cerca del árbol más viejo y macizo que allí moraba. Escuchóse, entonces, una voz silbante que díjole presuntuosa: "¿Adónde es que va, gran león todopoderoso? ¿Hasta dónde cree que alcanza su soberanía? Todos le alaban pero, lo aseguro alteza, usted vira y su espalda se humilla ante el pueblo que agrede cruelmente a su rey. No existe, entonces, tal motivo para que brinde mayores honores y gloria a su persona, ya que no hay peor ciego que el que no quiere ver". A lo que el león respondió sacando pecho: "Del último ser del cual me fiaría en toda mi selva sería de una sierpe. Venenosas y arrastradas como sois, de su misma envidia mueren, de su mismo frío se consumen. ¡Oh, ser despreciable! A poco te crees más que un rey para hablar de esa forma. ¡Ingrata! Todavía que te he dejado probar el tierno yermo de mis tierras, el tibio río, el fresco aire". Pero la bicha, viva como ninguna, repúsole firme: "¡Hasta ahí con su discurso, oh rey! Usted confunde. No es bueno para una deidad de su índole confundir las palabras que díganle su gente. Yo a la verdad me limito y, por mis raíces a las cuales respeto solemnemente, debo aclarar que no soy en carne lo que usted de mí difama. Los prejuicios enturbian la mente. Aunque el confiar demasiado tampoco es bueno y eso de usted admiro, oh rey, mas debo advertirle: no todo lo que brilla es oro". Así díjole sin más la serpiente, antes de deslizarse nuevemente tras la espesura de las ramas. El león hizo caso omiso a éstas palabras y avanzó su imponente figura por el sendero que antes recorría. Disimulaba con ímpetu su rengueo, que los años traicioneros marcaban ya. Llegó entonces el rey hasta un claro en donde sus animales lo habrían esperado para escuchar otro de sus discursos. Plantóse el rey en lo alto de la loma, mas nadie allí había acudido. La serpiente, indignada con el rey por no haber tomado en serio sus astutas palabras, dirigióse a la cálida morada real, donde los críos príncipes descansaban un letargo sin fronteras. Se escabulló el reptil hasta sus ínfimos oídos y dictó éstas palabras: "Príncipes valerosos que ahora en dulces sueños dormitan, ¿hasta cuando sus nombres quedarán sublevados por el del rey? Oigan ahora lo que voy a decirles: El rey, padre vuestro, viejo está ya y sus fuerzas se debilitan con rapidez. ¿Quién protegerá el tierno seno de la verde jungla cuando hombres, de esos seres que no ven cuanto no desean, ataquen voraces? Es hora de la esperada derroca, es hora de honrar a un nuevo rey. Oh, hijos purísimos como el agua que cae de la montaña madre, habráse visto tal injusticia. Lo que ustedes han estado esperando, es tiempo de ser cometido". Y fue esa tarde, cuando el sol bajaba tras el confín de la tierra, que los cachorros robustos casaron a su padre por el cuello y lo dejaron muriendo desangrado en tierras que ya no eran suyas. Apareció entonces la serpiente, muy astuta y, tras bajar de las copas arrastrándose, díjole al viejo león: "¿Has visto, león? Y me doy el gusto de no dirigirme a ti correctamente ya que no eres más amo y señor de las tierras que tanto adoras. Las advertencias de una serpiente son siempre sabias, aunque puedan resultar traicioneras. Mas la ley de la Madre Naturaleza acabó con los principios del rey supremo. Al ser yo la única en quien debiste haber confiado, me concedo el honor de beber la tibia sangre que derramas hasta darte muerte. Pero te juro, por las diferencias que injustamente separan a los reptiles de los leones en ésta sociedad, que estaré presente cuando tus cachorros, hechos ya viejos leones, perezcan, nuevamente, traicionados por su manada; cuando éstos, al seguir las enseñas de su padre, me injurien, como a tantas otras desdichadas de mi raza, la condición de ser reptil y adjudiquen absurdos prejuicios a la naturaleza que me representa. Allí estaré cuando sus cuerpos yazcan en el regazo de la Selva Madre, para sorber la sangre real que nos han negado de por vida a nosotras las serpientes". Dijo sabia la serpiente e hincó sus colmillos en el carnoso cuello del león. Y cuando éste sintió que el veneno recorría su cuerpo y su sangre se escurría vaciándole las entrañas, susurró a la víbora: "Eres mi paz...".
La Apuesta
Cap 1: Primera Fase
Todo comenzó cuando a los chicos de Slytherin se les ocurrió hacer una apuesta un tanto arriesgada y desquiciada.
—¡Blaise, te has vuelto totalmente loco! ¿Qué tenía tu jugo además de calabaza?
— ¿Qué me cuestionas, Parkinson? ¿Acaso te asusta? Siempre supe que eras una cobarde y no aceptarías el reto.
Las mejillas de Pansy Parkinson enrojecieron y se inflaron como las de un sapo. Tomó el vaso frente a ella y lanzo el jugo que había en su interior directo a la cara de su compañero Blaise Zabini.
—¡Estúpida! ¡La camisa era nueva! —protestó el chico, a lo que Pansy contestó con una mueca despectiva. Draco Malfoy, quien se había apartado para no ser agredido también, volvió a tomar asiento. Se aclaró la voz y dijo:
—Personalmente creo que la idea de Blaise no está nada mal... —al oír esto, tanto Pansy como Crabbe y Goyle, y la mayoría de los que estaban sentados en los sillones de la Sala Común de Slytherin, lo miraron con la boca abierta.
—¡Jamás creí que justamente tú estuvieras de acuerdo, Draco! —sostuvo Blaise con sinceridad.
—No puedo creerlo... —protestó Pansy con indignación —¿han perdido la cordura? ¿Se dan cuenta que es algo totalmente...? ?
—Absurdo —completó ceremonioso un chico rubio (aunque no un rubio ceniza como el de Malfoy, sino más bien un rubio anaranjado) que se sentaba a su izquierda —. Pero aún así suena muy interesante.
Pansy lanzó un bufido. Tenía los ojos fuera de órbita.
—Quien esté a favor —recitó solemne —de realizar la apuesta de Blaise, que levante la mano bien alta ahora mismo.
La chica casi cayó muerta cuando notó que más de la mitad de los que estaban en el salón verde y plata, tenían su mano en alto. Es más, al pasar unos minutos, varios alumnos que no habían votado antes se animaron a alzar su mano también y sólo unos muy pocos quedaron sin hacerlo. Entre ellos Pansy, quien gritó:
—¡Malditos dementes! ¡Debería darles vergüenza! ¿Dónde ha quedado el orgullo de Slytherin?
—¡Ah! No seas tan melodramática —comentó una chica de prominente barbilla y morruda, aún más que Pansy.
—Millicent tiene razón, tómalo con más calma —comentó Malfoy de forma suave —. Podemos sacar gran provecho de la situación si llegamos a concretarla. Piénsalo un poco... será divertido.
—Además, ya sabes que te ocurrirá si no lo haces, es parte de la apuesta —comentó Blaise con desafío. Pansy se puso una mano en el pecho e intentó calmar su ira. A continuación, dio un hondo suspiro de resignación, antes de decir:
—Está bien... , voy a hacerlo. Pero que conste que fui obligada...
Era una tarde muy soleada y Ron, Harry y Hermione salían de clase de Pociones.
—Debí haber leído mejor los efectos del jugo de "herbaria magnus" alterado con asfódemo —se lamentaba la chica —. ¿Cómo iba a imaginarme que Snape preguntaría también los efectos secundarios?
—Ya, Herm, no te martirices, no es para tanto —comentó Harry sin dar mucha importancia. Casi sonreía al notar, como tantas otras veces, la fascinación de su compañera por saber todo y contestar todas las preguntas de la clase.
—Pero la respondió Malfoy —bufó la chica con testarudez —. ¡Yo la sabía, la tenía en la punta de la lengua!
—Hablando de Malfoy —interrumpió Ron. Miraba a sus amigos como si estuviera a punto de decir que iba a tirarse por la ventana —¿Han notado el extraño comportamiento de los Slytherins hoy? Es decir, se la pasaban mirándonos y señalándonos, y murmurando valla uno a saber que cosas.
—Bueno, eso no es nada extraño —aseguró Hermione —. Siempre se la pasan molestando ¿y que hay con eso?
—Sí, pero... Ron tiene razón —afirmó Harry con una mirada aún más misteriosa que la de Ron —. Nos observaron sin parar durante toda la bendita clase.
—¡Oh, vamos! ¡No sean paranoicos! —terció Hermione.
Parvati Patil, Lavender Brown y Neville Longbottom, quienes acababan de salir de la mazmorra de Pociones, se acercaron con prisa al trío. Hermione, tras dirigirles una sonrisa, miró seria a Parvati e inquirió:
—¿Te amonestó Snape por tu accidente con Laise?
—Por supuesto —respondió la chica con una mueca de desagrado —. A nosotros puede partirnos un rayo y él ni se inmuta. Pero le tocas un maldito pelo a un Slytherin y te baja 30 pun...
—¡Treinta puntos! —vociferó Ron, enloquecido —¡Eso es totalmente injusto! Encima que te obligó a sentarte sola y cerca de esos idiotas, caras de serpiente...
—Pero gracias a eso me enteré de un par de cosas interesantes —sostuvo Parvati y una sonrisa se le dibujó al notar la total atención de sus compañeros —. Pero se los contaré a todos en la sala común de Gryffindor, luego de la cena ¡No se vallan a dormir sin escuchar lo que tengo para decir!
Ron y Harry ojearon a Hermione con discreción. Pero ésta ni los miró. Se acomodó su insignia de prefecto y fue tras un alumno de tercero de Slytherin que estaba clavando tachuelas en el cuadro de una nodriza, la cual gritaba con cada puntada. Aprovechó para bajarle 50 puntos a Slytherin, en venganza de los 30 que había perdido Gryffindor.
Esa noche, al irse McGonagall luego de dictar nuevas pautas para proteger los muebles del colegio contra una nueva epidemia de "freegots" (una especie de hada del tamaño de un insecto que come madera), los Gryffindors de sexto y algunos de quinto año se reunieron en torno a Parvati y Lavender, quien se sentaba a su lado haciéndose la interesante porque, seguramente, sabía antes que nadie lo que su amiga había averiguado en la clase de Pociones.
Sin más preámbulos, Parvati carraspeó y dijo:
— Como saben, ésta tarde fui víctima de las injusticias del profesor de Pociones, Severus Snape, quien bajó 30 dementes puntos a nuestra casa por un mero accidente y me obligó a sentarme cerca de los Slytherins toda la clase. Y saben una cosa, creo que ellos están planeando algo y, sea lo que sea, nosotros estamos involucrados.
Al decir éstas últimas palabras todos contuvieron el aliento un momento. Hasta que Ron dijo:
— ¿Qué quieres decir con "están planeando"? ¿Qué han dicho específicamente?
— Bueno, no logré oír mucho, hablaban en susurros. Pero escuché nuestros nombres. Ellos nombraron, no sé sí a todos, pero a muchos de nosotros. Y creo que escribían algo... no puedo asegurar qué, pero seguro no era nada bueno.
— Tal vez era una lista de maldades —sugirió tensa Ginny Weasley —. Dictaban nuestros nombres y decidían que maldad le harían a cada uno.
— No lo creo —sentenció Dean Thomas, quien estaba sentado al lado de Ginny —. Porque eso implicaría tomarse un tiempo de relojero suizo para planear maldades para cada uno de nosotros. No creo que se hallan molestado tanto sólo para fastidiarnos.
— Bueno, con esos nunca se sabe...
— ¡Son despreciables...!
— Puede que sea una lista de muerte tabú —pronunció de pronto una voz vacía y soñadora, que produjo que los murmullos callaran de súbito. A todos se les ponía la piel de gallina cuando la siniestra Luna Lovegood hablaba —ya saben, de esas que anuncian el destino de la persona que es anotada en ella...
— Saben, tal vez sólo se trate de un tonto juego de crear apodos ofensivos con nuestros nombres —interrumpió Hermione sin dar mayor importancia a la charla. Acababa de cerrar su libro de "Amigos de los elfos".
— ¡Esperen un segundo! —gritó Lavender incorporándose en su silla y levantando las manos como un presidente que va a dar un discurso de campaña. Luego, fulminó con la mirada a la chica que estaba a su lado —. ¡Parvati, no les has dicho todo! ¿Qué hay de lo que dijo Malfoy? Ante ésta declaración, el silencio reinó nuevamente en la Sala Común.
— ¡Oh, casi lo olvidaba! Malfoy mencionó algo como "Tendrán su merecido. Acabarán en nuestras manos, será muy... divertido" —añadió Parvati agravando su voz y arrastrando las sílabas —. No me gustó como sonó eso, realmente, y menos como se relamió cuando lo dijo.
— Bueno, sea lo que sea que se supone que hagan, no podremos averiguarlo aquí sentados discutiendo —repuso Harry —. Propongo que no demos al tema más importancia de la que tiene...
— Pero Harry, creo que esta vez...
— Sí, Parvati, pero no podemos certificar nada. Así que tomémoslo con calma y estemos alertas.
El consejo de Harry pareció haber convencido a más de uno porque en Gryffindor no se volvió a tocar el tema. Además, todos los alumnos de Hogwarts estaban pendientes de la fiesta de Halloween que se llevaría a cabo el siguiente sábado por la noche. Éste año no se trataba sólo de un majestuoso banquete, sino que habría baile de disfraces y eventos. Se les permitió entonces a los alumnos darse una vuelta por Hogsmeade horas antes para comprar sus respectivos disfraces.
Emparejó la pila de papeles con impecable prolijidad. Se sentó nuevamente apoyando sus pálidas manos sobre la superficie. Levantó la vista para observar a todos los que estaban a lo largo de aquella mesa rectangular.
— ¿Y bien? —preguntó —¿Ya todos eligieron a su Gryffindor?
— Em, Draco... —comentó Pansy en voz baja, para no ser escuchada por los demás, quienes murmuraban animados —, hay algo que no entiendo...
— Dime, cariño —espetó Draco con un dejo de sarcasmo.
— Tú has dicho que elijamos a nuestra "Némesis" de Gryffindor, ¿no es así?
—Correcto, Pansy.
— Pero... bueno, creo que hay un pequeño error en tus cálculos.
Draco alzó una ceja. Pansy suspiró y dijo:
— Es decir..., por ejemplo, mi Némesis, como tú lo llamas, es, sin duda alguna, Hermione Granger...
Pansy hizo una pausa, pero, al parecer, Draco no entendió a lo que ella quería llegar. Intentó explicarse con más claridad:
— Draco, ¿qué Gryffindor elegiste tú?
— ¿Quién crees? Harry Potter, claro, me extraña que lo preguntes.
Pansy seguía mirando a Malfoy como esperando que éste se diera cuenta de algo.
— ¿Y?
— Draco... Potter es..., ¡es hombre!, ¿comprendes? Granger es mujer...
— No veo el problema.
— ¡Por el amor de Dios, Draco! ¡Somos del mismo sexo! ¡Nunca una persona rivaliza tanto con una persona del sexo opuesto como con una del mismo...!
— Y es por eso que tú eliges a Granger y yo a Potter...
— Pero...
— ... porque "nadie puede rivalizar más con una persona del sexo opuesto que con una del mismo"...
— Es por eso que...
— Y, por lo tanto, uno desea perjudicar en lo posible a quien más odia...
—Sí, pero...
— Me alegro que entiendas, fin de la discusión.
— ¡Pe-pero, Draco...!
La duda aquella no fue sólo de Pansy. Se hizo colectiva cuando Draco pidió a Warrington que dijera su Gryffindor y éste respondió, tendiéndole un pedazo de papel:
— Angelina Jhonson.
Pero Draco no tomó el papel con el nombre que el chico le entregaba. Mencionó:
— ¿Estás seguro que es con Angelina Jonson con quien te llevas peor?
— Bueno sí... eso creo.
— Creí que era Dean Thomas...
Warrington abrió los ojos de par en par.
— Pe-pero él...
— Sí, sí, lo mismo le pregunté yo —manifestó Pansy poniendo los ojos en blanco —. Creo que están volviéndose realmente locos, ¿qué nos dices, Blaise?
— Bueno, era de esperar que surgiera éste dilema. Tendríamos que haberlo aclarado desde un principio. Aquí no es importante el sexo. Es más, por característica de la circunstancia, es de esperar que la persona a la que elijamos será de nuestra misma sexualidad.
Sin dar tiempo a las conjeturas de los oyentes, Draco dijo:
— Porque, como bien me ha dicho antes Parkinson: "una persona nunca puede llevarse peor con alguien del sexo opuesto como con alguien del mismo". Por lo tanto, nunca elegiremos a un Gryffindor del otro sexo como la persona quien más odiamos.
Se armó tremendo cuchicheo. Todos querían hablar, expresar que eso ya no iba dentro de los parámetros acordados. Pero Draco sólo dictaminó:
— ¿Somos Slytherin o qué somos? ¿Es que acaso les asustan sus adversarios de la casa escarlata? ¿Les asusta enfrentarse a ellos? La astucia de la serpiente puede siempre contra la rudeza del león... Y cuando Slytherin ataca, ataca con toda su furia. En la casa Gryffindor son todos unos mediocres que se hacen los honestos y se llenan la boca con discursos de justicia, igualdad y otras paparruchadas por el estilo, y debemos enseñarles, de una vez por todas, quienes hacen justicia aquí. Debemos demostrarles que los subestimamos, que podemos aprovecharnos de ellos a nuestro antojo. Además, ésta apuesta determinará quien es un verdadero Slytherin, quien merece llevar su corbata verde y plata... Quien es digno de permanecer en ésta casa, quien no es un cobarde. ¡El que sea una gallina sin decencia, sin amor por ocupar su merecido lugar en ésta sociedad, puede retirarse ahora mismo, sin esperar de mí palabra alguna por el resto de su vida!
Ante esta fuerte declaración, nadie se animó a contradecir. Todos se convencieron de que Malfoy estaba en lo cierto al decir que merecían ser más respetados por aquellos Gryffindors. Obviamente, aquella apuesta era una opción un poco trastornada para demostrar autoridad. Y es que no sólo se trataba de eso. La apuesta estaba hecha, más que nada, para probar el valor y voracidad de cada Slytherin y con el fin de enorgullecer a su casa.
— Perfecto —anunció Malfoy al notar que nadie se había levantado de la mesa —. ¡Deseemos entonces a nuestros leones un feliz Halloween!
Ese domingo en Hogsmeade, Ron, Harry y Neville entraron en una tienda de disfraces que tenía en vidriera un traje de hombre lobo que a Harry le interesó mucho. Neville se sintió atraído por un disfraz de una boa constrictora. Pero cuando se lo probó, notó que no tenía lugar por donde sacar los pies. El vendedor explicó que a ese traje le hacía falta un hechizo para movilizarlo. Y se lo demostró. Pero Neville perdió el control de la boa, la cual comenzó a serpentear por todo el negocio, tirando estantes y percheros, y cajas de ropa.
El traje de hombre lobo que a Harry le gustaba era demasiado caro y, a su criterio, muy ostentoso. Así que se eligió unas orejas de murciélago, unos colmillos y una capa negra haciendo juego.
— Valla, me veo como Batman —rió al mirarse en el espejo del rincón.
— ¿Ludo Bagman? —inquirió Neville, que ahora sostenía una máscara de calabaza y un traje naranja fluorescente que miraba con desconfianza.
— ¡No, no Bagman, Batman! Batman es... ... nada, olvídalo.
— ¡Oigan, miren que encontré! —comentó Ron emocionado. Sostenía un traje felpudo de conejo. Harry y Neville lo miraron asombrados. Al ver sus caras, Ron se puso un poco colorado y aclaró: — ¡No es que piense comprarlo, chicos! Sólo iba a comentarles si se imaginan a Malfoy vestido con esto. ¡Já!
Harry caviló la imagen de Malfoy vestido de conejo. Sus cabellos rubios sobresalían de un traje aterciopelado a la medida, muy a la medida. Sus mejillas estaba ligeramente sonrosadas por el bochorno. Al principio, Harry dibujó una sonrisa socarrona. Pero luego, los enlaces de su mente lo llevaron más allá del grano: ....
⢠Malfoy se ponía en cuatro patas sobre una cama de dosel blanco...
⢠Malfoy lo miraba con esos ojos grises y profundos....
⢠Malfoy se ponía a ronronear...
⢠Malfoy se acostaba entregado en la cama en la que estaba.... la cama del cuarto de los chicos de la torre Gryffindor.... la cama de Harry Potter....
— ¡Harry, HARRY! ¿Qué....? ¡AAAAH! —Harry se despabiló abruptamente pero por un momento creyó que seguía imaginando. La escena de Ron saltando dentro del traje de conejo, hizo a Harry y Neville morir de risa — ¡NO ES NADA GRACIOSO! —bufó Ron que estaba todo colorado a causa de la agitación incontrolable producida por tantos brincos. El dueño del local, se acercó alarmado nuevamente donde el trío y apuntó a Ron con la varita, inmovilizándole a éste las piernas y haciéndolo caer exhausto.
— ¡Qué niños molestos son ustedes! ¿Qué edad tienen? ¿Cinco años? —el vendedor tomó a Ron por el cuello de la camisa, furioso. Sonrió levemente — ¿Lo ven? ¡Esto es lo que pasa cuando se prueban las cosas sin preguntar! Lo siento, niño: ahora tendrás que llevártelo...
— ¿Cómo dice? —cuestionó Ron intentando inútilmente de desprenderse del traje.
— No está roto ni sucio, aún puede devolverlo —justificó Neville, quien de inmediato colocó el traje de calabaza donde estaba.
— ¡No pasa por eso! —protestó el vendedor y suspiró, al parecer, angustiado mientras observaba los forcejeos desesperados de Ron —¿Para cuando necesitan los trajes?
— Para ésta noche, habrá una fiesta de Halloween en Hogwarts —contestó Harry.
El vendedor se frotó la barbilla y, tras otro suspiro, dijo:
— Ese traje de conejo es usado habitualmente para hacer bromas pesadas. Se convence al que se quiere embromar de ponérselo y luego éste no puede sacárselo durante el resto del día...
— ¿¿Qué?? ¿¿Es decir que tendré que ir con esto a la fiesta de Halloween de esta noche?? Ron tenía los ojos vidriosos, parecía tener ganas de llorar. Miró a sus amigos aterrado, quienes respondieron con una mirada incógnita.
— Son 23 galleons y 30 knuts...
En el Gran Salón, el ambiente era denso y lujurioso. Ya habían bailado bastante, y las resacas comenzaban a aparecer. Las luces estaban todas apagadas y las llamas naranjas dentro de las calabazas colgadas en el techo, eran lo único que alumbraban. Las cuatro mesas de las casas no se encontraban y tampoco el podio del director ni la mesa de profesores. Había pequeñas mesillas con bebidas a los costados del Salón. En cada esquina había varios sillones de terciopelo de los colores que representaban a las distintas casas (rojo Gryffindor, azul Ravenclaw, amarillo Hufflepuff y verde Slytherin), para dar ubicación a los alumnos en estados de "no me pidan que me mueva".
Las caras de todos los estudiantes se veían abrumadas y confusas. Más de uno había sucumbido ya a los efectos del alcohol. Salvo, claro está, Hermione Granger, la cual se mantenía firme y miraba a sus compañeros como si estuvieran todos locos. Ella se había puesto un traje felino. Llevaba unas orejas negras y afelpadas de gato aferradas al cuero cabelludo. Se había hecho un hechizo alterador de genes para que sus ojos cafés se tornaran rojizos y para que sus pupilas se achicasen más de la cuenta. Le daban un aspecto muy diabólico. Estaba envuelta en un saco negro y largo hasta los pies, sentada sobre un sillón escarlata, en la zona de los Gryffindor. Harry se acercó a ella esquivando gente.
— ¿No te has puesto disfraz, Harry? —fue lo primero que dijo su amiga al verlo.
— En realidad no es obligatorio, ¿o si? —justificó Harry.
De repente se escuchó un gemido. Dean Thomas estaba en un estado deplorable: su rostro estaba pálido, sus ojos totalmente irritados. "Perdí mi cabeza", decía mientras se tambaleaba. Se tomó de Seamus Finnigan y largó una arcada de vómito que lo cubrió por completo. Seamus se apartó de él al instante y vociferó:
— ¡Ebrio de...!
— ¡Uhg!, Em, ¿todavía no ha llegado Ron? —preguntó Harry mientras se sentaba al lado de Hermione. La chica negó con la cabeza.
— No desea salir del baño, ha estado allí todo el día. ¡Ya no sé que decirle!
— No hay caso, no creo que salga de allí —sentenció Harry resignado —. Bueno, es una lástima que se pierda la fiesta. Iré en busca de un poco de ponche, ¿vienes Herm?
— En realidad prefiero quedarme aquí sentada: estoy esperando a que Ginny por fin deje de bailar y se digne a estar un poco conmigo....
— Oh, no seas aguafiestas —Hermione frunció el seño —, creo que tu deberías bailar un poco también, ¿no te parece?
— Ah, ¿si? Y porqué no lo haces tú.
— No sé bailar. Nunca supe bailar música muggle —argumentó Harry.
— ¡No seas estúpido! Todas las músicas son iguales.
— Bueno, no sé bailar de cualquier forma. En fin, sólo era una sugerencia. Me limito a buscar un poco de ponche, si no te molesta —hizo una descolgada reverencia y se alejó.
Draco divisó a su presa con recelo. Allí estaba, parado frente a la mesa de las bebidas. Su cabello desgreñado y azabache, se revolvía bajo los dedos de su dueño, quien los enredaba continuamente. Potter estaba transpirado y se veía algo nervioso. La vulgar camisa que llevaba puesta se traslucía débilmente a causa del sopor y denotaba el color de su piel bajo ella. Draco se llevó las manos a la cara, avergonzado de tener que controlar sus impulsos para no ir sobre ese despampanante trigueño en ese instante. Se concentró en su vaso un momento. Cuando volvió a mirar, Potter se había ido de la mesa y había dejado su vaso. ¡Bingo! Draco se levantó con elegancia y se dirigió discretamente a la mesa de las bebidas. Sacó de su bolsillo una píldora turquesa y gelatinosa, y la deslizó por la boca del vaso. Tarareando ruidosamente, tomó un vaso de ponche, y se sentó nuevamente junto a sus compañeros.
Jaja! Qué tal, eh? No está tan mal para ser el 1er capítulo... Bueno, esperemos que los chicos de Slythern cumplan su cometido! (no voy a anticiparles cual es de ninguna manera) ;)
¡Me muero por contarles que ocurrirá con Ron!
Necesito opiniones!! Les agradecería que me escribieran a lasranorrishotmail.com, o me dejaran algún comentario, please!! Porque hasta ahora no he tenido demasiada crítica...
¡¡Sigan leyendo que se va a poner bueno!!
Flor, La Dama Norris...
