AVISO: este fic contiene SLASH (relaciones hombre/hombre, mujer/mujer). ES SUBIDO DE TONO (jaja, hace cuanto que no cambio esto) y la tendencia es homosexual, así que si te ofende en algún punto no lo leas...
DISCLAIMER: Los personajes y escenarios son creación inigualable de J. K. Rowling y aclaro que mi fanfiction no está hecho con fines de lucro. Siempre trato de tener ideas lo más originales posibles, si llega a haber coincidencia con alguna otra creación pido mis debidas disculpas a su autor...
cordialmente,
La Dama Norris.
--La Apuesta—
Cap 15, Fase 10: "Recorridos y corridas"
Se oían demasiados murmullos. Los pasillos inferiores se estaban poblando, de eso no había duda. Harry se precipitó a las escaleras. Tenía que encontrar a sus amigos, verificar su estado. Estaba asustado, no tenía idea de qué podía haberles ocurrido si a él Malfoy casi lo mata. Pensó en sus seres queridos. Pensó en Herm, ¿las chicas lo habrían sufrido también? No se la imaginaba en una cita sexual con la niña cabeza de puddle. Bueno, no eran pensamientos desagradables, no exactamente.. a menos que su amiga halla sufrido algún daño. Apuró el paso. Pensó en Ron... ¿quién sería capaz de llevarse al pobre conejo? Por alguna razón, automáticamente le surgía la imagen de Blaise Zabini. ¡Ya estaba alucinando! (Lo que es el inconsciente!). Ron... lo que más deseaba era verlo. Y digamos que parte de su deseo fue cumplido.
—Uh! —chocó con una niña al bajar las escaleras —¡Perdón!
—¿Harry?
Bueno, no era Ron pero llevaba el mismo apellido que su amigo.
—¿Estás bien, Ginny? ¿En dónde andabas? ¡Por favor, cuéntamelo todo! —Harry tomó a Ginny por los hombros con sutileza. Ginny volteó enseguida para continuar bajando las escaleras, evitando que el chico notase su sonrojo.
—Antes dime que te ocurrió a ti. ¡Te ves fatal! —había notado los cortes en su rostro y el desgarre de sus ropas, sin mencionar la sangre seca que teñía a éstas.
—Es una larga historia... ¿has visto a tu hermano?
La cara de la pelirroja se decoloró de tal forma que hasta sus pecas quedaron blancas. Se arqueó y se aferró el estómago.
—Ginny.... ¡Ginny! ¿Qué tienes? —Harry la tomó entre sus brazos, evitándole caer.
—¡Harry! ¡Ginny! —se escuchó a lo lejos.
—¡Lavender! —la pelirroja se precipitó bruscamente a la recién llegada, alejándose del morocho que alguna vez la había hecho enloquecer vivamente —¡Estuve buscándote por todos lados!
—Yo también... ¡Santo Dios, Harry! ¿Qué te ha ocurrido?
—¡Eso no importa ahora! —Harry metió la camisa en su pantalón, como si de esa forma pudiese cubrir el manchón de sangre —¿Saben dónde están los demás?
En ese momento, un grupo de chicos de Ravenclaw detuvo su marcha. Una niña morocha se les acercó en pijama. Su rostro era de total alivio, como el respiro luego de la agonía.
—¡Dumbledore está en el castillo! Está reuniendo a todos en la planta baja, en la puerta principal. ¡Apúrense!
La chica corrió para alcanzar al grupo que se alejaba. Harry se impresionó al darse cuenta que el ver a Cho Chang no le movió un pelo. Estaba claro que cualquier adoración o mismo aprecio por aquella chica había acabado por completo.
—Busquen a todos los que encuentren y díganles que nos vemos abajo —ordenó Harry al instante (como siempre, dándosela de héroe ¬¬).
Las chicas asintieron. Harry se lanzó escaleras abajo.
—¿Y los otros? —la pelirroja volteó a su amiga.
—No lo sé, Ginny. Cuando regresé a la Torre de Slytherin con el vaso de agua que me pidió Gaby no había nadie. Debo admitir que me aterré bastante estando sola y a oscuras, así que me vine corriendo por los pasillos a ver si encontraba a alguien.
—Bueno, precisamente eso haremos ahora... por cierto ¿de dónde sacaste ese camisón?
(Rubor)
—C-creo que del baúl de Gaby —mirada capciosa de la pelirroja —¡Oye, tenía frío y no encontraba mi ropa!
—Y ahora tu ropa sigue en la torre, ¿verdad?
—Buen punto... no había pensado en eso.
—Ya tenemos un destino al cual dirigirnos.
—¿Estás segura de que quieres volver allí? Es... espeluznante y trae malos recuerdos.
Dos voces hicieron eco en el pasillo perpendicular al que se encontraban.
—¡Creo que son Warrinton y Seamus! —chilló Ginny. Tomó a Lavender del brazo y las dos se alejaron por el estrecho.
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Harry había avisado a más de diez alumnos de la supuesta llegada de Dumbledore cuando dio con aquella habitación. Oía gemidos apagados, como trabados por algo que no los dejaba salir totalmente. Entró tumbando la puerta, porque reconocía esa voz. Y allí, atado con cuerdas gruesas a la puerta del armario y amordazado, plenamente despojado de ropas, estaba su buen amigo...
—¡Neville! ¿Qu-qué haces? —se acercó rápidamente, desprendió la mordaza y comenzó a desatar las cuerdas con frenesí.
—Quise que se fuera —dijo con voz quebrada Neville una vez en el suelo, a salvo de los roces mortales de las cuerdas —. Le dije que no respondía de mí cuando estaba enojado, que lo mataría por lo que me había hecho... Me dijo que lo dejara reparar el daño y... —la cara enrojeció al instante —, se me tiró encima. Creo que fue la patada en el estómago que le propiné lo que le molestó. Me dijo que si quería problemas los tendría. No me dio tiempo a reaccionar. Me inmovilizó y me ató para hacerse de mí de vuelta, el muy canalla —apretó los dientes con furia. Lo tenía todo tan atragantado que no se preocupó por si le apenaba contar ese hecho tan humillante.
—¿¿Cómo lo dejaste, Neville?? —Harry palpó su cuerpo como esperando encontrarle una estaca clavada o alguna perforación grave. Pero además de las marcas de las cuerdas y la mordaza no había más cicatrices.
—¡Perdón Harry, estaba tan débil que...! Oye, ¿y a ti qué te ocurrió? —su rostro cambió automáticamente de martirio a preocupación. Ahora que miraba a su amigo se percataba de sus heridas.
Harry suspiró.
—Te lo cuento en el camino, ¿sí? Debemos encontrarnos con Dumbledore y los demás en la planta baja.
Para cuando marcaron las cinco en punto de la tarde, Harry se dirigía a la planta baja con Neville y tres muchachas de Hufflepuff que se les cruzaron en el camino, desesperadas por saber a que se debía aquel alboroto general. Gracias a la intervención de éstas, Harry se salvó de tener que relatar su accidente con Malfoy.
Ahora el castillo se plagaba de murmullos, y cuantas más escaleras bajaban, más oían el bullicio.
—¡Alumnos! —gritó el director de repente, parado frente al portón. A su lado, un Severus Snape malherido, apuntaba con su varita a cada una de las puertas y ventanas, sellándolas con un hechizo —. Necesito que me presten suma atención —continuó Dumbledore a pesar de que ya había logrado como siempre la total atención de los alumnos —. Estamos ante una situación límite. Esta noche tuvimos que alejarnos del castillo para proteger lo que nos queda, para luchar por lo que amamos. Sin embargo, terrible fue nuestro error al dejar el colegio desprovisto de autoridades. Vale aclarar que fue un malentendido general y que por él muchas personas han sufrido seriamente, al no estar capacitadas para la lucha y aún así obligarse a hacer frente. Les pido que no entren en pánico. Quiero a todos reunidos aquí conmigo, que no vea a nadie corriendo por los pasillos. Nuestro celador ha ido en busca de algunos alumnos, al igual que la profesora McGonagall entre otros. Mantengan la calma y no se alejen.
Harry buscó entre la multitud cabezas conocidas. Por allá le pareció ver a Parvati con otra chica. No era una Slytherin por lo que supuso que ésta la debía haber abandonado. A decir verdad, casi no había Slytherins en aquel salón. Bueno, reconoció a Gaby Montague por las primeras filas de alumnos. Llevaba en brazos a una chiquilla rubia que no reconoció, con suerte se acordaba de quien era la morocha que la sostenía. Y entonces lo vio, y su cabeza se congeló. Primero estaba apoyado tranquilamente en la baranda, y al oír las últimas palabras de Dumbledore se alejó por el pasillo del ala este.
—Ese hijo de puta —murmuró Harry antes de precipitarse al otro lado del salón.
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Algo le decía que no estaba solo, tenía esa molestia en el pecho que dictaba que algo no andaba bien. Apresuró la corrida, intentando no respirar demasiado fuerte para que quien fuese que lo estaba persiguiendo no pudiese localizarlo fácilmente. Dobló una esquina y luego otra, internándose por los pasillos, con la esperanza de perder al extraño. Pero lo único que logró fue perderse él mismo. De todas formas, estaba seguro de haber desconcertado a su perseguidor, así que con suma precaución fue recorriendo puertas y puertas, esperando dar con algún lugar familiar para guiarse hasta las escaleras.
Debía salir de ese castillo cuanto antes, y sabía perfectamente como. Por el sexto piso se encontraba un cuadro peculiar que servía de salida secreta para los mortífagos. ¿Cómo el supremo Dumbledore no se daba cuenta de que existía ese escape secreto? Se la daba de muy profesional, pero ¡si hasta tuvo por añares una cámara secreta escondida y nunca le dio la mínima importancia hasta que ésta fue abierta! Viejo mediocre.
Se detuvo en seco. Le había parecido oír a alguien. No podía ser que lo hubiesen visto de vuelta. Había sido más precavido que una anciana cruzando la calle, había tenido la destreza y agudeza de un lince en casería. Y aún así todavía el muy infeliz le seguía el paso. Quizá fuese Filch: esa habilidad de seguir a alguien sin ser visto era digna de un auror. A ese viejo decrépito lo tumbaría de un golpe. Y a su gata la asaría en la hoguera si se atrevía a protestar x( ..., y sino también lo haría, hacía tiempo que quería poner sus manos sobre la Sra. Norris. (pobre Norris!! T.T).
Ya estaba cerca de su objetivo, unos pasos más bastarían para llegar al cuadro de los encapuchados jugando cartas en la mesa de billar. Entonces entraría por el hueco, atravesaría el oscuro túnel y llegaría a la guarida, de seguro habría más de uno de sus compañeros allí. Más le valía a esa Bullstrode que no le fallara. No confiaba en ella, a veces era muy sentimental.
Los sentimientos corrompen el alma. La vuelven débil. Vuelven al mundo una fantasía. Son sueños vanos de algo que no existe. Sólo existe el poder, luchar por la vida y obtener un lugar. Sin lucha no hay ganancia. Sin esfuerzo no hay satisfacción.
A decir verdad... era esto o la muerte. Y Draco Malfoy no estaba dispuesto a sucumbir a ella, no a sus dieciséis años de vida.
Pero así como surgieron esas últimas palabras de aliento, todo acabó en una fracción de segundo. Su mente en blanco, él tirado en el suelo.
—¿Ahora quién atrapa a quién? —sonrisa plena —Te agarré.. —dulce satisfacción.
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—Escuché murmullos, creo que vienen de abajo. Sé que algo no anda bien.
—Tranquilo Ronny, te estás preocupando de más...
—¡Bueno, si es así entonces por lo menos dame el gusto de bajar para cerciorarme, y así quedarme tranquilo! —el pelirrojo enfrentó a su pareja. Éste reprimió sus locos deseos de partirle la boca nuevamente. Cada vez que lo miraba de esa forma se volvía loco... Bueno, cada vez que lo miraba de cualquier forma se volvía loco. ¡OK, le gustaban todos sus gestos! Que pasión erótica despedía ese engendro, ¿sería posible que dejase que se lo cogiese una vez más? Podrían hasta intercambiar roles. Lo único que cabía en esos momentos en la cabeza de Blaise eran los movimientos y la sensualidad de su pelirrojo. ¿Por qué él no sentía su misma excitación? ¿Por qué lo idolatraba de esa forma? ¿Qué tenía Ronald Weasley para enloquecerlo tanto?
—¿Bajar adónde? ¿Cerciorarte de qué? Vamos, ¿echarás a perder lo que nos queda del domingo? —carita de perrito mojado.
—Blaise, las cosas están muy raras y lo sabes. Hazme el favor...
—Tú hazme el favor —lo arrinconó contra la pared como siempre lo hacía —. ¿Cómo sé que volverás a mi después de esto? ¿Cómo estaré seguro de que te tendré otra vez? ¿Quién me lo asegura? ¡Quieres matarme, Ron!
—¿D-de qué...? ¡No digas estupideces! ¡Odio que me hagas estas escenas!
—Hablo enserio, te necesito —se acercó hasta que su aliento rozó la oreja derecha de su amado —. Eres el aire que respiro... eres la libertad de mi pecho... eres la salvación de mis penas... ¿Qué no eres para mi? Lo eres todo, amor mío. Déjame hacerte mío una vez más, déjame demostrarte que mi amor es real —comenzó a besarle el cuello ruidosamente, despacio, poniendo énfasis en cada succión de labios. Se dio un respiro para continuar —. Déjame entregarme a ti, sabes que puedes hacer lo que quieras conmigo. Juega con mi cuerpo, con mi alma... mi ser entero está postrado a tus pies —lo tomó por las mejillas sonrojadas y lo miró fijo. Luego comenzó a besarle la frente, siguiendo un camino de besos por su nariz hasta su barbilla.
Ron no se animaba a detener aquel momento. No quería realmente que se acabase todo tan rápido. Y pronto le surgió la lujuria de joven amante: ¿Qué importaba todo lo demás? ¡Que la escuela se cayera a pedazos si quería! ¡Que el mundo se detuviese! ¡Que la tierra se abriera en dos!
Se lanzó con la misma intensidad a los brazos de su amado, para besarlo frenéticamente, transmitiéndole todo el amor que antes había sido brindado de su parte, y que tenía deliciosamente atragantado. Reía mientras jugaba con su lengua en el interior de su boca y con sus manos bajo la camisa, acariciando su vientre firme, su espalda, estremeciendo cada nervio de su pareja, la cual respondía con enormes besucones por todo su perfil, sus labios, acariciando su cuello.
Sentían el goce de mirarse sin esperar nada a cambio. La delicia de sentir amor espontáneo, y de no avergonzarse de lo que les surgía. Explayar al máximo sus emociones. Sentían que se conocían de toda la vida con sólo observar al otro y adivinar su reacción ante cada estímulo, cada caricia. Sonreían sin miedo. Sabían que eran un par de tórtolos enamorados, que se babeaban y tocaban como dos colegiadas excitadas. Y se reían de eso. ¡Cuánto más baboso y cursi mejor! Se reían del mundo. Realmente se estaban volviendo adictos a esta nueva sensación.
Ellos debían ser los únicos dos estudiantes despreocupados de lo que ocurría alrededor. Estaban en su burbuja de placer, ¿por qué despertarlos? Mientras que no les pase nada no hay de qué preocuparse, ¿verdad?
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—Suel-ta...
—Veo que te despertaste muy rápido. Debí haberte pegado con más fuerza —apresó mejor sus brazos para impedirle cualquier movilidad. Guardó en el bolsillo la varita de su enemigo.
—¡¡Tú!! —notó como esas grises orbes se cargaban de desesperación al darse cuenta de quien lo retenía — ¡Déjame ahora mismo o vas a arrepentirte, Potter!
—¿Sí? Y ¿a dónde se supone que irás?
—No te importa.. —murmuró apretando los dientes. Tenía pocas esperanzas de que el morocho fuese a soltarlo.
—¿Acaso pensabas salir del castillo para reunirte con tus compañeritos enmascarados? Lamento decirte que la salida queda para el otro lado, y está siendo obstruida por el director del colegio... ¿O hay otro lugar?
—Suéltame, te lo advierto...
—¿No sabes decir otra cosa? —Harry estampó al rubio contra la pared fría del baño —. Odio que me tomen de idiota, Malfoy, y como tú ya lo has hecho reiteradas veces...
—¡Eres un idiota! ¿Qué culpa tengo yo? —tragó en seco. Otra vez lo mismo, estaba jugando con fuego. Sentía en los brazos que lo aprisionaban el latir furioso del rencor, sabía que sería una clara víctima de esa furia. Y aunque el miedo lo invadía, su orgullo era más fuerte que cualquier cosa.
Harry lo volteó para enfrentar su rostro. Por un momento hubo silencio, en el cual sólo las miradas de los dos se cruzaban tensas. Draco comenzó a entrecortar la respiración. Odiaba el suspenso, y Harry se percató de esta molestia, permaneciendo aún sin hablar, pero escrutándolo con sus esmeraldas de forma intimidante. Así lo mantuvo en tortura, hasta que por fin el rubio flaqueó y rompió la quietud.
—¡Ya, Potter! —sintió que su voz temblaba —... ¿qué quieres de mí? —ahora era casi susurro.
—¿De ti? —el morocho sonrió desquiciadamente —. De ti no quiero absolutamente nada. Quizá unas merecidas disculpas, pero creo que tampoco serían suficientes. Además es demasiado tradicional para ti, ¿no es así? —se restregó la nariz antes de continuar —. Digo, tu que prefieres la venganza bien fría..., por que así se sirve ese plato, ¿nunca oíste el refrán?
—Tienes razón... —Draco asintió, sin ceder un segundo a esa verde perturbación —. Y si es así, ¿por qué no dejas de hablar y cobras tu venganza ahora que puedes?
—Te diré por que —Harry lo estaba logrando, la súplica era patente en su rival—. Por que no soy como tú, gracias a Dios ni me parezco. Por que el sólo golpearte me recuerda la violencia que recibí de ti, y me da la sensación de tomar tu lugar, lo cual me desagrada muchísimo. Sabes, Draco, la víctima fui yo y no tengo intenciones de darte fundamentos para que me quites ese papel. Sólo quiero que sepas algo: si querías que te recordase por el resto de mi vida, realmente lo has logrado. Si deseabas hacerme sufrir y pasar la peor experiencia que jamás halla tenido, pues lo has logrado también. Sin mencionar mi desdicha al tenerte cerca tantos años, llenándome de mierda todo el tiempo —su furia comenzó a convertirse en llanto —. Realmente la has hecho muy bien, Malfoy, superaste mis expectativas y creo que te subestimé.
Notando que ya no podía seguir manteniendo un discurso firme a causa de sus lagrimas y la debilidad de su voz, Harry se apartó del rubio sin dirigirle otra mirada y se dirigió a la puerta del baño. Pensaba salir de allí y dejar a su rival encerrado. No por satisfacer alguna suerte de desquite, sino para impedirle que saliese del castillo, el principal objetivo por el cual había llevado a Draco a ese lugar, sin tener en cuenta la posibilidad de entablar una discusión con este.
Fue entonces cuando sintió que unos temblorosos dedos lo tomaban por la túnica.
—P... Potter.... yo tengo... debo decirte algo. Por favor, escúchame.
Ese ruego. Su voz sonaba tan distinta cuando suplicaba. Fue lo suficientemente sincera como para convencer a Harry de detenerse frente a la puerta. Pero no daría el brazo a torcer tan fácilmente, nunca sabía que esperar de ese sujeto.
—Escucha, no creo que te importe demasiado —intentó como siempre ocultar sus lágrimas, y la piedra que oprimía su garganta —. Sé que nada justifica lo que te hice. Fue... realmente fue... Créeme que me siento... horrible —estaba haciendo el ridículo forzándose a pedir disculpas contra su voluntad. Pero necesitaba decirle lo que lo atormentaba desde que lo conoció, necesitaba hacerle saber todo lo que había sufrido por su amistad nunca correspondida —. Pero yo, la verdad...
—Eso que experimentas se llama culpa. Recárgala en tu conciencia, pero no intentes librarte de ella cuanto antes, esperando mi perdón de manera rápida. No me parece que lo estés sintiendo realmente, por eso no me interesa que te disculpes ahora. Si no puedes hacerlo bien, mejor no lo hagas, por que será lo mismo que nada para mí.
Salió fuera. Aquella mano pálida se escurrió por su túnica, liberándola al fin. Cerró la puerta antes de dar al otro tiempo de reaccionar y la selló con un hechizo. Con una sensación de terrible angustia se dirigió por el pasillo. Debía avisar a los otros de lo peligroso que era dejar a los Slytherins sin vigilancia. No sabía como se lo haría saber a todos, pero de alguna forma debía evitar la reunión de los mortífagos. Ahora que lo pensaba, Draco se había detenido frente a un cuadro muy peculiar... ¿sería posible que...?
Se dirigió rápidamente a la lechucería, y llamó a Hedwig.
—Necesito que hagas algo —susurró a su mascota, conforme garabateaba en el suelo un trozo de pergamino —. Entrégale este papel a todos Gryffindor que encuentres, deben estar todos en la planta baja. Necesito que los reúnas. ¿Puedo confiarte esta tarea? Es algo difícil pero eres lo bastante astuta como para hacerlo, te tengo fe. Por favor, es muy importante.
La lechuza ululó en toda respuesta, y tomando el rollo de pergamino, se echó al vuelo por el interior del castillo.
Bueno, quizá no fuese la más brillante idea, pero no tenía demasiadas posibilidades ni demasiado tiempo. Se levantó impaciente y se quedó mirando un rato por la ventana. El cielo estaba teñido de un gris oscuro, casi no había luz por los terrenos de Hogwarts. ¿Sería este el comienzo de la tan esperada guerra? No estaba preparado todavía, odiaba hacerse aquella idea. Pero las cosas estaban negras y empeorarían si no hacían algo pronto.
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Hermione intentaba ver entre la multitud. Dumbledore no presentaba señales de haber sido atacado mortalmente, y dentro de todo parecía bastante tranquilo. No sabía si era por cuestión de prestar calma a sus alumnos o simplemente que la cosa no era tan grave como parecía.
—¡Herm!
—¡Ch-chicas!
—¡Hasta que te encontramos! ¿Dónde te habías metido? —Ginny parecía muy agitada. Con ella se encontraban Lavender y un chico corpulento al cual reconoció como Warrington.
—¿Qué está ocurriendo? Díganme al menos donde estuvieron, que hicieron.
—¡Oh, Herm! —Ginny abrazó a su mejor amiga —A todos nos jugaron la misma broma. Pasamos la noche con las condenadas serpientes.
—Ya veo. Sí, Pansy me habló de ello.
—¿Parkinson? ¿Te acostaste con...? —Hermione le tapó la boca a tiempo.
—¡Shh! ¡Serás escandalosa! No puedes cerrar la boca, igual a tu hermano —la sola mención de él dibujó en el rostro de la pelirroja una expresión de asco —. Por cierto, ¿lo has...?
—¡No, no lo he visto y espero no hacerlo en lo que queda del año! Escucha, rompieron los ventanales de la sala común de Slytherin, estuvimos allí durante la noche. Seamus se ha lastimado por salvar a mi pareja...
—¿Pa-pareja?
La más pequeña se sonrojó.
—Lo siento, no fue lo que quise decir... ¡No vallas a creer que me gusta esa rubia mediocre de Relowcraft o algo así!
—Aaah, así que fue ella...
—Sí, pero no me lo recuerdes. Bueno, ¿vas a oírme o no? El punto es que la escuela se encuentra desprotegida y en peligro. Me temo que muchos de nosotros no tienen la suerte de estar aquí en estos momentos.
—¿Has sabido de alguien más?
—Por aquí esta Mariza con Gaby Montague, las acabo de ver. Bueno, Seamus se ha perdido ahora, pero sé que está aquí, porque andaba con Dean, y ese es más cobarde que un gallo sin plumas, dudo mucho que se aparte de la multitud. A Harry me lo encontré en el camino...
—¡Harry! ¿Cómo se encuentra él, donde está?
—Bueno... no lo noté muy bien. Estaba herido, pero nos dijo que bajaría luego de avisar a varias personas de la llegada de Dumbledore.
—Entonces tiene que estar por aquí, busquémoslo...
—Hermione, Ginny, ¿qué es eso? —Lavender señalaba el techo.
—¿Qué no es Hedwig? —la lechuza blanca revoloteaba el techo haciendo círculos. Luego salió por una de las galerías.
—Creo que quiere que la sigamos —Hermione comenzó a escurrirse por entre la multitud.
Lavender, Ginny y Hermione subieron por las escaleras, siguiendo el vuelo del ave. Para su sorpresa, al llegar al aula desierta donde el animal había entrado, encontraron a tres Gryffindors más.
—¡Sabía que traía algo! —exclamó Neville, tomando la pata de la lechuza para desatarle el papel.
—¿Es para nosotros? —preguntó Ginny, acercándose a los tres muchachos.
Hermione se sintió algo intimidada, puesto que después de lo ocurrido con los Slytherins no había visto a ningún otro de sus compañeros varones, y el sólo pensar que estos también habían padecido los efectos de La Apuesta, daba un ambiente de incomodidad.
—Oigan, miren esto —Seamus tendió el papel sobre uno de los pupitres.
En él decía:
No dejen a sus Slytherins. Los mortífagos se están reuniendo y aquí en Hogwarts hay más de uno. Creo que tienen una salida secreta dentro del colegio que está en el sexto piso. ¡Vigílenlos!
H.P.
—¿Pretende que vallamos detrás de esas serpientes? Después de lo que nos hicieron prefiero tenerlos lo más lejos posible de mí —Dean tomó el papel y lo hizo un bollo.
—¡Calma! Harry tiene razón —Ginny arrebató el pergamino de la mano de Dean —, si es cierto lo de la salida secreta debemos estar alertas. Es más, podríamos llamar a los demás integrantes del ED.
—¡Sí tú! Y explicarles todo lo de La Apuesta, ¿verdad? —comentó Lavender socarrona.
—¿Por qué deberíamos hacerlo? Sólo les diremos que nos ayuden a custodiar el sexto piso.
—De todas formas no hay tiempo —cortó seca Hermione, siempre tan realista —, ¿cada uno sabe donde está su compañero de la casa verde?
—La mía y la de Lavender están con Dumbledore, e igualmente no creo que sean mortífagos.
—No importa... oigan, ¿y Parvati? ¿Alguien la ha visto?
—¡Oh, no! —Seamus parecía haber caído en la cuenta de algo, porque de repente se tomó de los pelos —. Parvati estaba con Bullstrode.
—¡Ugh! —profirió Ginny. Hermione y Lavender se abstuvieron de imitarla.
—Pero eso no es lo peor... creo que ella sí es un mortífago.
—¿Cómo lo sabes? ¿Acaso tu amiguito Pucey te lo dijo? —comentó Dean de mala leche.
Seamus le hubiese asestado un golpe de no ser porque estaba en lo cierto.
—Cuando nos quedamos solos, él comenzó a hablar. Me dijo que ciertos Slytherins no sabían ver con ojos razonables, que por miedo no querían ver las cosas como eran, ni apoyar a quien supuestamente le deben el prestigio.
- - -FLASH BACK SEAMUS- - -
—¿Qué no se dan cuenta que de todas formas van a perder? Con esa postura de no apoyar al disturbio social. Ese es un discurso burocrático absurdo. Pero claro, como la mayoría de nuestra gente tiene padres acomodados en el Ministerio seguro a muchos ya les lavaron el cerebro. Los mismos padres tampoco se dan cuenta el valor de la sangre pura que llevan dentro, que los hace deberse a quien la quiere hacer valer desde hace tanto tiempo.
—Hablas como si fueses... ¿tú no eres...? —los ojos del irlandés se habían abierto como dos platos —¡Lo sabía! Sin embargo aún no llevas marcado el brazo, por lo que veo. ¿Camuflaje? Con tus comentarios no lo disimulas muy bien.
—No intento disimular nada. La realidad es irrevocable, al igual que nuestro destino. Después están los que se adaptan a ella... y los que no.
—Oh, soy un inadaptado entonces, creo yo. Que alegría me da saber que algunos de tus compañeros también lo son.
—No por mucho tiempo, ya lo verás. Por lo menos tu novia está bien acompañada, quizá hasta aprenda algo.
—¿De qué...?
—¡Cierra la boca de una vez, no te aguanto! —Pucey lo tomó por las mejillas y le hundió un beso, que duró todo lo transcurrido hasta la llegada de los demás.
- - -FIN DEL FLASH BACK SEAMUS- - -
—¡Ey, Seamus! ¡Estás rojo! ¿Qué ocurre?
—¡Definitivamente hay que encontrar a Bullstrode! ¡Y a Pucey también!
—¿Qué estamos esperando maldita sea?
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Afuera hacían eco los golpes que Draco propinaba a la puerta del baño. Ese Potter lo había dejado solo, él y su conciencia perforándole el orgullo. Él y la culpa... eso se llevaba por meterse con Harry Potter, no sabía que él tuviese ese poder para hacerlo sentir tan culpable. Para hablarle con suma franqueza, con cruel franqueza. Lo hacía sentir una basura.
"¿Acaso no lo eres?"
"¡Claro que no!", su mente se estaba poniendo en su contra.
No lo era, no era basura. Potter se las había buscado, él se lo advirtió desde que se conocieron. Le ofreció su amistad, su confianza y él la rechazó, y, no obstante, le hizo frente. ¿Por qué el-niño-de-oro no podía permitir que alguien de nivel superior lo tratase como lo que era? ¿Por qué siempre era más que Draco Malfoy, a pesar de los infinitos intentos de éste por desmoronarlo? ¿Por qué... por qué lo necesitaba de esa forma? Lo buscaba, siempre tenía que decirle algo, porque verlo sufrir era su satisfacción. Porque nunca fue capaz de tenerlo, porque él nunca fue capaz de mirarlo como le hubiese gustado. Todos los días tenía un primer objetivo: encontrarse con Potter. Y cada vez que lo viera remarcarle lo poco que era, lo inferior, para evitar revelaciones, para evitar que el tormentoso recuerdo de su rechazo resurgiese. Para no dejar que su prestigio lo opacase, para demostrarle que no le importaba que fuese San Potter, igualmente se cagaba en él. Pero con todo esto sólo terminaba engañándose a él mismo. Lo hacía para odiarlo y no darle paso en su corazón. Por que... desde un principio supo lo que le ocurría con aquel chico. No, nunca lo admitiría, pero sabía lo que le provocaba. Era dependiente de él, a veces demasiado. Su reputación de odioso creció entre los estudiantes porque no podían creer que una persona fuese tan venenosa como para desear tan desesperadamente hacerle daño a otra persona, en este caso Potter. ¡El sólo se delataba! ¡Era un estúpido! No podía ocultarlo, seguramente todos se habían dado cuenta ya. Era su sueño, era la luz de sus ojos, su encanto, su adoración.
"Si cada vez que lo ves te meas los pantalones"
"¡No es cierto, CALLATE!"
"Esa obsesión que tienes con él nunca fue normal. Que más darías por entregártele"
"Lo odio! LO ODIO!"
"Basta, Malfoy... admite lo que sientes por él"
"Nada... ¡nada!"
"El Boggart fue la primera comprobación de ello"
"La violación que le consagraste mostró tu incompetencia ante él. Ese hecho te hundió ¿qué no lo ves? Fue bajísimo el mostrar tu entero rencor por una estúpida pelea de niños de once años"
"Basta"
"Ahora no hay boggart que te atormente... eres tú mismo"
"¡Todo fue su culpa! ¿Por qué se apareció en mi vida? Podría haberse buscado a otro a quien torturar.... Además yo quise decírselo... Pero el no me escuchó, sólo me dijo: eso se llama culpa, recárgala en tu conciencia, maldito..."
"Y eso es justamente lo que estás haciendo"
"¡LO SE! ¡LO ODIO, NO PUEDE SER POSIBLE, NO A MI! NUNCA FUI ALGUIEN A QUIEN LE IMPORTASEN ESTE TIPO DE COSAS, ERES TESTIGO, NO LO FUI"
"Por lo menos eso creíamos... A decir verdad sí te importaban. De otro modo no hubieses actuado de esa forma enfermizamente psicópata la noche anterior, ni tampoco cada vez que lo veías"
Draco lloraba. Ya estaba harto, no era justo que su propia cabeza lo traicionase. Se estaba abriendo por primera vez, le estaba haciendo ver lo que sus retorcidas fauces cerebrales nunca habían dejado salir a la luz. Eran sus verdades, y esa en particular que no aceptaba. Le costaba tanto, tanto convencerse de lo que amaba, que se encerraba en él, ocultándose tras una máscara y auto marginándose del resto de la gente. Sobretodo de quien más le importaba en el mundo. Y se dejaba convencer con falsos pretextos de superioridad y se echaba flores para no caer en la avaricia de su propio orgullo.
"...n-no aguanto un segundo más"
Las lágrimas no paraban de escurrirse.
"¡Auxilio! ¡No puedo! No puedo yo solo..."
Quería matarse. Sí, eso haría. Después de todo estaba encerrado, sin varita, imposibilitado de cualquier cosa, sólo con su conciencia carcomiéndole el cerebro, y la culpa patente en sus venas. Jamás creyó que caería en esa desgracia de cargar con culpas y remordimientos. Nunca le interesó hacerlo. Él era el único que había podido romper la barrera que lo hacía diferente al resto, más frío y un excelente devoto de su señor. Ya ni eso tenía. Ni su padre estaba libre para hablarle como siempre lo hacía en sus momentos de tensión, calmándolo con su razón, siempre sabia. O quizá no lo fuera, pero de una forma u otra sus palabras lo encaminaban y lo devolvían a sus cabales. Pero, si él se enterara de lo que le estaba ocurriendo con Potter... No, que humillante... Para variar, gracias a él había sido encerrado en Azkaban. Y ahora no sólo lo había hecho con Malfoy padre, sino también con Malfoy hijo, dejándolo en un baño del tercer piso, a merced de su desesperación. Todo concordaba, todas las señales indicaban que su tiempo había llegado al límite.
Buscó con los ojos algo filoso, cualquier cosa serviría. Estaba encerrado, atrapado en su lecho de muerte. Exactamente así era, seguramente su padre moriría de tormento en Azkaban. Sus mayores desvelos lo habían agobiado por las noches, con pensamientos de su padre desesperándose, retorciéndose en su celda... Atormentado como su hijo dentro de un baño.
Él lo había encerrado, el culpable de todas sus desgracias, la causa de sus inexpresables deseos. Su tormento.
Desesperado abrió la canilla, tapó el agujero del lavabo con un trozo de su camisa. Y contempló como iba llenándose de a poco, hasta alcanzar casi el borde. Sus músculos flaquearon y sintió un estremecimiento abrupto, al caer en la cuenta de que le había llegado la hora. Tocó con la punta de su nariz la superficie del agua. Sabía que si introducía su cabeza no la sacaría más. Estaba tan decidido que tenía miedo. Miedo de su coraje, al saber que se mataría sin más. Endureció el rostro, y antes de meter la cabeza susurró:
—Te amo... condenado hombre...
El agua cayó sus palabras, convirtiéndolas en burbujas.
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OOO-El Manto Desolado De Norris-OOO
Ok, las cosas se van a arreglar, si hasta ahora pude hacerlo...
Que complicados que son todos! Manga de adolescentes conflictuados... ¡ya me tienen cansada! Ojalá este de buen humor y de tiempo cuando haga el final de esta historia.. porq si esto sigue así, mi Draco va por mal camino...
