AVISO: este fic contiene SLASH (relaciones hombre/hombre, mujer/mujer). ES SUBIDO DE TONO (jaja, hace cuanto que no cambio esto) y la tendencia es homosexual, así que si te ofende en algún punto no lo leas...

DISCLAIMER: Los personajes y escenarios son creación inigualable de J. K. Rowling y aclaro que mi fanfiction no está hecho con fines de lucro. Siempre trato de tener ideas lo más originales posibles, si llega a haber coincidencia con alguna otra creación pido mis debidas disculpas a su autor...

cordialmente,

La Dama Norris.

Al fin estoy en casa!! No lo puedo creer!! si tuviera una laptop todo sería más sencillo � Estas vacaciones me han tenido bastante agitada, ni un respiro desde que terminó la época de clases! Y yo que creí que tendría tiempo de sobra vv...

A VER, NECESITO Q LEAN ESTO!

Bueno, hacía mucho que no hablaba de la estética de los personajes pero es hoy que necesito hacer una aclaración importante (la chica ya se cree el centro del universo). Desde el principio del fic, yo trataba a Hermione de morena, detalle que seguramente a más de uno lo habrá dejado algo confundido. Bueno, yo hice una aclaración de que en el libro del Prisionero de Azkaban de la editorial anterior a Salamandra (Emecé), la catalogaban de morocha. Ya fuese por un error de impresión (puesto que también decía que el autobús noctángulo tenía sólo 2 pisos), yo estaba convencidísima que así era. Al leer el 4to de la editorial Salamandra había notado que le "cambiaban" el color de pelo, pero estaba segura que era por los fisic to rol de la película, y seguía empedernida con que era morocha desde el comienzo (yo y mi afán por evitar el canon fílmico). Hace poco leí el 1er libro d vuelta, pero el de la editorial Salamandra y aún así, aunque a Hermione me la presentaban como "una chica con mucho pelo castaño" yo estaba segura que era una modificación de la última edición para concordar con la película (miren a que altura funciona mi cerebro, además saqué esta conclusión sin tener en cuenta la fecha de edición para poder compararla con el estreno de la primer película). El caso es que recién cuando me topé con el primer libro de la editorial Emecé y comprobé que estaba igual presentada que en el primer libro de la editorial Salamandra, me convencí de que NO era esa hermosa morocha, sino la misma fastidiosa Hermione castaña que todos conocemos. Creo que fue obra también de mi subconsciente, al cual le cae mejor una Hermione morocha que una castaña... ¿por qué dioses no puede ser así? Haré una historia donde se tiña de negro el cabello de por vida! Pero como en éste fic comenzó siéndolo, ahora cada uno véala como más le guste. Soy novata en esto, empecé recién este año, gomen... vv Lo que no entiendo es como nadie me hizo notar que estaba tremendamente equivocada... ¡no crean todo lo q la dama les dice! ¡a que era molesto intentar imaginarse una Herm de cabello negro!

Oigan, soy idiota, pero por lo menos soy simpática, denme una sonrisita y el gusto de seguir leyendo, ¿ok?

(Aunque a muchas de ustedes les importe un comino Herm, y aún más el color de su cabello mientras la vean sufrir, muajajaja! Conozco esas anti-hermione).

Bueno, hechas aclaraciones me limito a sonreír y saludar alegremente, en este respiro que me ha permitido seguir escribiendo.

Por cierto, el que creía que esta era una historia enserio, se ha equivocado horriblemente nn comenzó como un delirio y supongo que terminará de igual forma.

Capítulo 17, Fase 12: "El encuentro"

—Ey, ¿esos que suben no son Bullstrode, Pucey y Parkinson?

—Ahá... y el grandote de Montague. Ven aquí —Blaise tomó a Ron de la mano y los dos se escondieron tras una columna.

—¿Qué irán a hacer? —se preguntó Ron cargado de curiosidad.

—Yo no entiendo como han abandonado a sus Gryffindors.

—Quizá no han tenido la misma suerte que nosotros. De todas formas, no todos piensan como tú. De hecho, ninguno lo hace. A decir verdad no entiendo como pudiste caer en una casa como Slytherin.

—¿Por qué lo dices?

—Blaise, eres muy diferente...

—Yo creo que no.

—A mi no me parece que seas como ellos.

—Mira Ron. Que sepa querer a las personas no significa que sea diferente. Además, aún no me conoces. Tampoco conoces bien a los Slytherins, creo que tienes una idea algo radical de ellos. Como obviamente ellos la tienen de ustedes. Es cuestión de actitudes, nada más, la rivalidad entre las casas es puro cuento. Me atrevo a añadir que a las autoridades del colegio les conviene fomentar la competitividad de los escudos, por más que nos digan que desean la unión fraternal y otras estupideces.

Ron sonrió sincero.

—Tienes razón. ¿Qué gracia tendría competir si todos fuéramos amigos?

Blaise le devolvió la sonrisa.

—Y me lo dices tú... Por supuesto que es más divertido, ustedes se hacen los tontos pero les encanta vengarse de nosotros cuando pueden.

—¿Nosotros? ¡Si somos más buenos que el pan integral! —exclamó el pelirrojo haciéndose el ofendido.

—Claro, y nosotros somos los malos de la historia, ¿eh?

—Lamento desilusionarte pero, ejem, así es literalmente. "Todos los malos van a parar a la casa de la serpientes".

—¿Si? ¿Y tú que opinas de mí? ¿Te parezco tan malo?

Ron le sonrió seductoramente y le pasó los brazos por el cuello.

—Algo.

Blaise levantó las cejas y lo tomó por la cintura.

—Si soy tan malo ¿por qué no te vas?

—¡Oooh! ¿Cómo quieres si tú no me dejas?

—¿Yo no te dejo? Por mí haz lo que quieras —acercó sus labios con lentitud y le tocó la punta de la nariz —. Te quiero mucho.

El Gryffindor lo miraba con ojos nublados. Le dio un pequeño beso sobre los labios, lo que llevó mecánicamente a un fuerte abrazo. Entonces, Ron sintió algo duro bajo la túnica de su amante.

—¿Que guardas en el bolsillo, Blaise? —preguntó separándose un poco, señalando su pecho.

—¿Te refieres a esto? — Blaise sacó de debajo de su capa un frasquito con un líquido blancuzco. Sonrió al ver que su pareja se había dado cuenta de lo que era.

—Qu... ¿¿por qué guardas eso?? —exclamó Ron frunciendo el rostro con asco. Temía la respuesta.

—Digamos que sé ver la belleza de lo escatológico —contestó el otro simplemente.

—¡¡Agh!! Eres... ¡¡repugnante!!

Blaise sonrió vampirezcamente antes de plantarle a Ron un beso en el cuello.

—También tengo tus mocos —sacó otro frasco donde había un pañuelo descartable usado.

Se lo acercó a Ron, pero éste lo apartó de su vista, temblando.

—Son recuerdos de la primera vez —se excusó Blaise, como si eso de guardar fluidos corporales de su amante en frasquitos de vidrio fuera una actitud común de un joven enamorado.

—¿Todavía quieres recordarla? —gimió Ron —. Estás loco —rió tontamente por no asustarse demasiado —. Guarda eso, ¿quieres?

—Otro día debo extraer algunas gotas de sudor...

Ron sintió escalofríos.

—¿No te habrás tomado enserio eso de cagarme encima de ti, no? —preguntó con sorna.

Blaise echó a reír con fuerza.

—Colecciono líquidos corporales, no materia fecal.

Otro escalofrío por parte de Ron.

—Bueno, ya..., prométeme que no andarás con eso de aquí para allá todo el día.

—¿Dónde quieres que los ponga? En el baúl pueden robármelos —los acunó en sus brazos como si fuesen un manojo de doblones de oro.

—¿¿Quién va a tocar eso??

—No lo sé. Por eso es mejor estar prevenido —devolvió a Ron una mirada recelosa —. Deja de mirarme como si estuviera loco.

—Lo estás, amor —respondió el pelirrojo en tono mordaz. Pero ahora era Blaise quien se había quedado mirándolo petrificado —¿Qué ocu...?

—Repite eso.

—¿Qué?

—Eso último que dijiste.

—"¿Qué ocurre?"

—¡No eso!

Ron sonrió tiernamente.

—¿Amor? —dijo en tono meloso.

—Dímelo de vuelta —el morocho se acercó a su amante con pasión, conforme se guardaba el frasquito con el moco en un bolsillo interno de la túnica.

— Amor —dijo Ron, ampliando su sonrisa. Y se dejó abrasar.

Ese chico tenía clase, era elegante y hermoso, y a la vez era escalofriante y extraño. Por eso a Ron le caía tan bien: no cumplía con todos los requisitos del típico chico de clase. El hecho de que se halla fijado en él lo comprobaba en primera estancia.

—Te amo —susurró el pelirrojo.

—¿De verdad? —plantó un beso a succión en su cuello una vez más— ¿Tan pronto?

—Tú me lo has dicho muchas veces, ¿cuál es la diferencia?

—Que me vienes gustando desde la primera vez que te vi.

—Mientes.

—Te juro.

—No jures.

—Te amo.

—Yo más.

-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-

Las respiraciones entrecortadas inundaban la habitación. Esa habitación oscura del cuarto de escobas... Otra vez allí.

"Soy un idiota, soy un idiota", repetía en su mente un muchacho, cubierto por las sábanas y el sudor. Ahora estaba comprobado que podía luchar contra sus miedos, pero no contra sus deseos. ¿Por qué había ocurrido de vuelta? Se había enfurecido de tal forma que había comenzado a pegarle a su rival. Pero luego los gemidos de dolor se transformaron en gemidos de placer, y las cosas comenzaron a hacerse tan dulces...

—¡Deja de morderme! —gimió el chico molesto, al sentir los filosos dientes que se clavaban en su carnoso cuello. Mordían sus brazos, mordían sus piernas. A cada beso le seguía una mordida ¿por qué había esa necesidad de morder? Apartó a su acompañante bruscamente para sentarse al borde del colchón, aturdido.

—¿Otra vez te quedaste sin aire? —bufó el muchacho mayor con fastidio.

—¡Sabes que no soporto este lugar! —contestó el chico más molesto aún.

—¡Pero si aún no hemos hecho nada! ¡Y has visto que no te obligué en ningún momento a hacer algo que no quisieras!

—Lo sé pero... hasta aquí llegamos, debo irme—se levantó antes de que su compañero pudiese agarrarlo y comenzó a vestirse apresuradamente. El otro sólo bufaba fastidiado en el lecho, y observaba el manjar que estaba por írsele de las manos.

—¿Por qué eres tan cobarde? —sentenció luego de verlo colocarse con dificultad los pantalones.

—¡No soy cobarde! Es sólo que no debemos estar haciendo esto.

—¿Por qué no?

—¡Porque... ! No se puede, somos...

—¿Dos hombres?

—Ahá. Y, además...

—¿Un Gryffindor y un Slytherin?

—Sí, pero de veras yo no me siento..., no me siento cómodo contigo. Es decir, te la pasas mordiéndome —contestó por toda excusa, sin animarse a levantar mucho la voz y que sus palabras sonase a reproche.

—¿Cuál es el problema? ¡Aprecio tus carnes, Neville! —el Slytherin sonrió lascivamente.

—Es que además... —caviló lo que iba a decir, y por fin se decidió sin titubear —yo amo a otra persona —Neville miró al suelo y suspiró.

El chico fornido pestañó un momento. Se había quedado inmóvil, como si le hubiesen lanzado un Petruficus Totalus. Se sentía muy molesto de repente, tanto que no volvió a mirar a Neville directamente a los ojos. Se envolvió en las sábanas dándole la espalda. No sabía por qué actuaba así, pero tenía una sensación amarga en la boca.

Neville intentó no dejarse invadir por la culpa. No quería realmente a aquel sujeto, eso había sido sólo un revolcón, situación muy poco común en él. Se sentía avergonzado de sí mismo por lo que había ocurrido, no era su manera de hacer las cosas. Nunca antes se había dejado llevar por la lujuria. Nunca antes un cuerpo masculino lo había atraído de igual forma que el de una mujer. Y justo cuando las chicas parecían no ser tan inalcanzables, justo cuando esa en particular había comenzado a interesarse por él... ¿qué era esto? Inexplicablemente, no le guardaba rencor a Bletchley por los hechos anteriores, recordando con pesar que la supuesta violación en la cual había terminado atado como Cristo en la puerta del armario, había sido sugestionada por él, al intentar, desde una postura inocente y casi inconsciente, atraer de cierta forma los deseos del Slytherin, tardando en vestirse y respondiendo de forma mordás. No había sido llanamente culpa de Bletchley sus encamadas (excepto la primera), y esta última lo demostraba:

COMIENZO DEL RECUERDO

Todo había sido tan rápido que ni siquiera le había dado tiempo a pensar lo que hacía. Estaba enojado por el incidente de su Mimbulus, pero al experimentar el alivio de golpear aquel rostro que se había burlado de él, se puso a recapacitar que no era el incidente de su planta la causa de su remordimiento. Su furia radicaba en el abuso que había sufrido las veces anteriores. Y, en medio de las lágrimas, le recriminó por lo bajo como había sido capaz de hacer eso con él. Cómo había gente que podía regocijarse con el dolor ajeno, cómo la gente sensible como él era siempre el conejillo de indias. Rememoró a Bellatrix Lestrange y a sus padres y se sintió un tremendo imbécil, un idiota que caía en las redes de quienes eran más astutos y perversos que él. Los Longbottom eran blancos de la ira de otros, no había otra explicación.

Se recordó gritando que era injusto, y le había parecido notar que el rostro de su rival se entristecía. Y él había estado sosteniéndolo mientras lloraba y hacía berrinche, sin hacer asco a sus lágrimas y a sus golpes, sin interrumpirlo en ningún momento. Hasta le pareció sentir que le había acariciado la cabeza cuando ésta se dejó caer sobre sus musculosas piernas. Luego acercó su boca al oído de Neville y recitó palabras confortadoras, como que todo esto de la apuesta era sólo un juego macabro, resultado de la confusión y la ira general que se experimentaba en esas épocas tan oscuras de pánico y coraje desmedido. Pero que, a su vez, todo esto era lo que los hacía unirse y aprender a escucharse.

Ni el mismo Miles Bletchley se imaginó que diría cosas tan estúpidamente nobles, mucho menos estar a su vez experimentando la misma melancolía que Neville. Aunque estaba claro que el chico tenía una doble personalidad algo esquizofrénica, pasar de un sadomasoquista afecto a la adrenalina y al dolor a un pacífico curador de almas, había sido un cambio muy drástico y extraño en él.

No que las palabras que le había dicho fueran a justificar los hechos vividos. Pero Neville no podían negar que eran muy sabias, y le habían producido un reconfortante calorcito en su interior. Ese deseo de unión y afecto lo sedujo hasta el punto de cerrar los ojos y dejarse besar inevitablemente por su compañero. Besos dulzones, con una pizca de lujuria y mucha sensibilidad, al igual que caricias suaves y melosas. Pareció dormirse al sentir aquel trato tan cariñoso con su cuerpo. Recorría su piel como la seda, y poco a poco se había ido arqueando más sobre él.

Cuando Bletchley se satisfizo de besar como se debe a esa persona tan misteriosamente atractiva para él, y de encontrarle el lado excitante a eso de sentir el placer del otro bajo la piel de sus labios, se apartó de Neville para permitirle que se levantara. Este estaba algo abochornado, y no hacía más que mirar al suelo, pero se veía sumamente relajado.

—Gracias —alcanzó a susurrar.

Bletchley se frunció de hombros.

—No me agradezcas algo que disfruto hacer. Siento haberme ido de manos otra vez.

—No... está bien, Miles, no me molestó...

—De eso me di cuenta —sonrió y las mejillas de Neville explotaron al rojo vivo.

Suspiró algo resignado. Neville estaba muy sensible, ni hablar de alguna expectativa de acostarse con él de nuevo. Si no hubiesen tenido esta escena tan sentimental, si el Gryffindor no le hubiese prestado su confianza, quizá Bletchley pudiese haber arreglado las cosas de manera más efectiva, tirándoselo rápida y limpiamente. Pero ahora había recibido un disfrute mayor del que podría haber obtenido si lo acostaba a la fuerza, y realmente no quería perderlo. Si para conservar esa dulce sensación tendría que abandonar su lujuria y sus sádicos deseos, así lo haría.

Se levantó al fin, decidido a marcharse. Con un gesto tranquilo se ofreció a acompañarlo hasta su cuarto en la torre de Gryffindor, pero ni bien hubieron abandonado el salón de los cuadros, Neville se tropezó torpemente, y el Slytherin se vio obligado a cargarlo (con su fuerza podía hacerlo, no cualquiera es capaz de levantarlo). Fue seguramente este contacto lo que hizo que Neville quisiese ir desesperadamente al cuarto de las escobas para "buscar algo que aliviase el dolor de la caída". Bletchley tuvo que llegar al lugar para darse cuenta que ahí no había más que extremidades en frascos y demás sustancias intocables sobre los estantes.

—No creo que nada de esto ayude a tu pierna —exclamó con asco.

Neville lo sabía perfectamente, su idea no era volver al lugar donde su relación había comenzado para que no ocurriese nada. Se acostó en el colchón que habían usado antes y no habían movido en lo absoluto, e intentó hacerse potentes masajes.

—¡Eu! ¿quieres sacarte la pierna? —Bletchley se sentó a un extremo del colchón y se dispuso a reemplazar esos torpes masajes con unos propios —. ¿Mejor? —inquirió en plena faena.

—Sí, gracias. ¿Dónde aprendiste a hacer masajes tan buenos?

—Solía hacérselos a mis compañeros de Quidditch —levantó la vista hacia el rostro de Neville —. Y hay que tener precisión para masajear esas piernas tan duras.

—Ya lo creo.

—En cambio las tuyas —ahora su mirada recorría desde la nalga hasta el tobillo de Neville —, son... exuberantes —sin poderse contener, mordió suavemente la pierna que había estado masajeando. Pero esta vez su dueño no negó el atrevimiento.

Y así comenzó a subir sus masajes y sus leves mordiscones, sonriéndole de vez en cuando para animarlo y hacerlo entrar en confianza.

Esos fueron los mejores momentos que Neville halla experimentado nunca. Ya no era abuso, no era una situación incómoda. Ahora sentía una gratitud y una alegría inmensa, al sentirse más bien venerado por el sujeto que le brindaba aquel placer. ¿Cuánta gente lo había perseguido tanto? ¿Cuántos la habían peleado para acostarse con él? En la escala del 1 al 10, su popularidad en el amor era, netamente nula, un bajo 0 estaría bien. Nubló su mente y se dejó llevar por sus caricias, por sus juegos cariñosos y sus miradas tentadoras, se dejó obnubilar por aquella actitud candente que adquiría su Miles. Bueno, debía estar orgulloso de sí mismo, era consciente de que había hecho del Slytherin una persona nueva... Bueno, quizá no fuese para tanto, pero mientras siguiese siendo considerado con Neville, lo demás no importaba.

Pero, aunque por un momento logró olvidarse de ella, su imagen era la espada de Excalibur incrustada en la piedra que tenía por cerebro... (N/N: no sé a qué vino este mamarracho de metáfora, pero en fin, la idea se entendió).

FIN DEL RECUERDO.

Bletchley supo que no se quedaría por más escenas de celos que le hiciera, ya bastante tenía que agradecer que hubiera disfrutado dormir un rato con él. Sólo le quedaba algo por hacer, y no le gustaba en lo más mínimo: su orgullo Slytherin estaba en juego.

Neville estaba con la vista en la puerta, conforme se ataba los zapatos. Se puso de pié. Estaba convencido de lo que haría: dejaría de jugar con aquella pobre serpiente y se iría de una vez, no podía seguir estando con él mientras amaba a otra persona. Pero entonces esos fornidos brazos lo abrazaron de forma arrulladora, y Bletchley se encontró diciendo:

—Por favor..., no te vallas —besó el cuello del muchacho como sólo él podía hacerlo.

Neville sintió que las palabras se le escurrían por la garganta.

—Sólo piénsalo un momento, Neville —continuó hablando Bletchley por lo bajo —. Dime, ¿la afortunada es de Gryffindor, también?

—Pues..., sí.

—¿No crees que así como nosotros tuvimos esta relación afectiva, la chica que amas también pudo haberla tenido con su Slytherin?

El estómago de Neville se contrajo con un gruñido.

—No es cierto...

—¿Por qué no? ¿Cuál es la diferencia?

—Además no sé si la han agarrado a ella.

—Oh, te aseguro que si no la han atrapado es porque, o tiene mucha suerte, o era muy fea y nadie la eligió.

—¡Lavender no es fea! —de repente se cubrió la boca con las manos, abochornado.

—Aaah, de modo que es Brown, ¿verdad? —si Neville hubiese visto ese brillo diabólico en los ojos de Bletchley, probablemente habría salido corriendo —. Bueno, pues, creo que tendré una pequeña charla con ella.

—¡No! —Neville se soltó y enfrentó a su oponente —. ¡No te atrevas a ponerle un dedo encima!

—Discúlpame, yo nunca dije que iba a tocarla. Es más, sería una de las últimas chicas de Hogwarts a las que se me ocurriría tocar (no, hay que admitirlo, en Slytherin las hay peores).

—De todas formas —lo que las serpientes no decían con golpes, generalmente lo decían con palabras, y no sabía cual de las dos opciones era peor —, no quiero que la involucres en ningún escándalo.

—Bueno —Bletchley se acercó nuevamente y tomó posesión de las caderas del Gryffindor —, podría reconsiderarlo... si acaso te quedaras conmigo un rato más.

—¿Qué nunca te cansas?

—De ti, jamás.

-.-.-.-.-.-.-.-.-.-

Habían recorrido ya varios pasillos pero no había señales de sus presas. Hasta que entonces vieron algo a lo lejos que les llamó mucho la atención.

—Oigan, ¿qué esos no son...?

Ginny comenzó a temblar.

—¡No miren! —se lanzó sobre Lavender para taparle los ojos.

—Ey, déjalos en paz —dijo esta aguantando la risa que le producía la reacción de la pelirroja —. ¿Qué tiene de malo?

—¡Si fuera tu hermano no dirías lo mismo! —contestó su compañera con el rostro fruncido.

—En mi opinión, no debes hacerte tanto problema. Mejor que se hallan encariñado, ¿no te parece?

La más pequeña sacó la lengua con asco.

—No, no de esa forma.

—Están tan ocupados que ni se han enterado de que estamos mirándolos —sonrió Dean, que era experto en eso de echarle leña al fuego.

—¿Les parece que debamos molestarlos? —sonrió con malicia Seamus y miró cómplice a Dean.

—De todas formas no les molesta demasiado estar en el medio del pasillo. En mi opinión ¡se ven hermosos! —Lavender lanzó un suspiro.

—¡Cuidado, nos inundamos con la baba de Lavender!

—¡Cállate, Dean! Es que ustedes no tienen idea lo que es estar enamorado.

—¿Y tú la tienes? —atacó el chico de piel morena enseguida.

Seamus y Ginny intercambiaron miradas incómodas.

—Em, bueno, nosotros vamos a preguntarles a esos dos tórtolos si los han visto —Seamus señaló a los muchachos tras su espalda, y tomó a Ginny del brazo.

—¿¿A qué te refieres exactamente con b nosotros vamos /b ?? —sin hacer caso a las objeciones de la pelirroja, Seamus la llevó por el pasillo —¡Suéltame, no pienso...!

—¡Shhh!

Fueron acercándose con firmeza. El rostro de Ginny se tornaba morado por el bochorno. ¡A ese Finnegan parecía no importarle nada!

—Ejem..., ¿interrumpo algo? —sentenció este con una sonrisa al llegar junto a los muchachos.

—En lo absoluto —respondió de buen talante Blaise, dejando que Ron se separara de él al instante.

—¿Qué quieren? —preguntó fugazmente el pelirrojo, sin animarse a mirar a sus compañeros a los ojos.

—¡Eh, Ron! ¿por qué ese carácter? ¿No la estás pasando bien, acaso? —había un dejo de rencor en la voz de su amigo irlandés. Quizá porque él no había recibido el mismo buen trato por parte de su Slytherin.

Blaise lo miró con altivez, pero guardó silencio.

—No te pases, Finnegan —advirtió Ginny.

Ron sintió que se le revolvían las tripas.

—Gin... ¿qué haces tú...? —ahora levantó la cabeza para enfrentar a su hermana menor. Agitado la tomó por los hombros —¿Cómo estás? ¿Acaso te han lastimado? —le corrió el flequillo y comenzó a revisarla con la vista.

—¡No me ha pasado nada, Ron! —contestó la niña molesta. Ron suspiró con alivio, quizá no la habían incluido en la apuesta por ser de un curso inferior. De todas formas, ¿cómo haría ahora para explicarle lo de su relación con Blaise?

Sus ojitos azules brillaban de nervios. Su hermana suspiró hondo. No le parecía justo infundir esa amargura en Ron. El estaba en pareja y debía respetarlo, no era quien para opinar sobre ello.

—Sólo veníamos a preguntarles si habían visto pasar por aquí a los Slytherins —comentó con naturalidad.

—Claro, hace un momento vimos a Bullstrode, Montague, Pansy y ¿quién más? Ah, sí, Adrián, subiendo aquellas escaleras —Blaise señaló el otro extremo del pasillo.

—¿Parkinson también?

—Sep, ¿acaso no la mencioné?

—¡Sabía que estaba mintiendo! La pobre de Herm, debe estar buscándola todavía.

—¡Parkinson y Hermione!

—¿Se les han escapado? —sonrió el moreno haciendo caso omiso a la reacción de Ron, al tiempo que guiñaba a la niña un ojo.

—Eso parece —rió Ginny —. Vamos a cazar unos Slytherins —era increíble como con Blaise la situación se tornaba divertida. Ese chico comenzaba a caerle realmente bien —¿Por qué tú no estás con ellos? —arqueó una ceja.

—¿Hace falta que te conteste? —Blaise miró a Ron por el rabillo del ojo. Éste continuaba sin animarse a participar demasiado de la situación —. Además, ni idea tengo de lo que vallan a hacer. No es que me importe tampoco.

—Ya veo —Ginny no paraba de sonreír. Era un alivio haber conocido al novio de su hermano y que encima este le cayese tan bien. Era guapo y gentil. Suspiró: "¡Si que te lo has buscado, hermanito!". Que situación más extraña, jamás pensó que le gustaría la pareja que fuese a conseguir Ron. Rió ante la ironía.

Blaise, creyendo que la niña reía de la coleta que llevaba puesta, se la tendió, soltándose el sedoso cabello negro.

—¿Q...? ¡Mi coleta! —rió de vuelta ella.

—Sí, lo siento es que no tenía otra cosa. Gracias.

—Quédatela, no me molesta.

—¿Me la regalas?

—Claro —Ginny cerró el puño de Blaise para que la retuviese en su mano.

—¿Regalo de cuñadita?

Los dos sacaron la lengua divertidos, al darse cuenta del rubor que se había creado en las mejillas de Ron. Seamus suspiró con fastidio: toda esta babosa escena de núcleos familiares lo estaba cansando.

—Tenemos algo que hacer, Ginny, ¿lo olvidaste? —dijo tomando a la niña de un mechón de cabello.

—¡Ay! Sí, sí, ahora voy. Bueno señor, este..., Zabini, un gusto.

—El gusto es mío —levantó las cejas de esa forma tan elegante y característica. Ginny tuvo que darse la vuelta para que no se notase su sonrojo.

—Nos vemos, hermanito. ¡Que se diviertan! —saludó luego y se alejó con Seamus dando saltitos.

—Adiós, Ginny, ojalá no vuelvas por un tiempo —murmuró Ron de mal humor.

—No seas malo. Tu hermana me cayó muy bien.

—Si tanto te gusta ¿por qué no te quedas con ella? —Ron se cruzó de brazos y le dio la espalda.

De repente, Blaise sintió como si le hubiesen dado una fuerte patada en el estómago.

—Ey, ¿Por qué te pusiste así? ¿Acaso te avergüenza tanto que nos hallan visto? —sentenció molesto. Sonaba profundamente dolido.

Ron se dio cuenta enseguida de que estaba siendo egoísta con aquella actitud y estaba lastimando a su pareja.

—Lo siento. No es contigo...

—¡Pues es lo único que se me ocurre!

—Perdón, Blaise. No me molesta que nos vean. Es extraño... eso es todo.

—¿Temes que te digan que eres gay? ¿Quizá te molesta que te vean con un Slytherin? ¿Acaso soy muy pegajoso y a ti te es incómodo? ¡Cuidado, no vallan a pensar que Weasley está saliendo con Blaise Zabini!

—¡Blaise! —Ron lo tomó por las mejillas y lo miró a los ojos. Ahora conocía una nueva actitud de su pareja: cuando temía algo perdía la cordura y soltaba exactamente lo que pensaba, perdiendo así el misterio de su esencia —. No seas idiota. No hay nada que me guste más que estar contigo. No me molesta que nos vean. Lo que realmente me molesta es que te enojes conmigo. No pienses cosas que no son —besó ruidosamente sus labios —. No me obligues a pegarte —sonrió.

—Encima me amenazas —bufó Blaise sin sonar demasiado agresivo. Ya había caído de vuelta en las redes de seducción de su pelirrojo y le era imposible volver a enojarse.

Ron ahogó su sonrisa en un profundo beso, demostrando que no estaba dispuesto a abandonarlo, y que lo quería realmente aunque él desconfiara bastante. Algún día tendría la oportunidad de demostrárselo.

—¿Subimos? —preguntó luego.

—Deseas chusmear, ¿eh?

—¿Tú no?

El moreno se frunció de hombros y sonrió. Miraron las escaleras relamiéndose y, tomados de la mano, se encaminaron por el pasillo, seguidos por Dean y Lavender, quienes a último momento se apresuraron para no quedarse atrás. Lo que fuese a ocurrir allí arriba sería algo digno de ver.

Los cinco Gryffindors y el Slytherin recorrieron el sexto piso en busca de las serpientes. Si era cierto que habían subido hacía un momento, no podían haberse ido muy lejos. Los ventanales temblaban golpeados por el viento del exterior, que se había remontado al caer la tarde. El cielo tomaba un color violáceo tras las nubes, que continuaban arremolinándose, amenazando con nuevas lluvias. Era un clima muy tempestuoso.

Guardaron completo silencio, hasta que a Seamus le pareció oír murmullos y obligó a todos a esperarlo quietos en un lugar.

—¿Irás solo? —inquirió Ginny con recelo.

—Si vamos todos podríamos meternos en apuros. Iré un momento para asegurarme del paradero de los Slytherins, así podremos darnos una idea de como interceptarlos —diciendo esto se alejó decidido por el pasillo.

—No estoy segura de esto.

—Déjalo —terció Lavender cruzándose de brazos —. Si quiere hacerse el héroe, démosle el gusto alguna vez.

A Blaise le interesó saber por qué se empeñaban en perseguir a los Slytherins. Lavender le exigió que le dijera que era lo que tanto tramaban las serpientes esa noche, cuál era la salida secreta de mortífagos que había en aquella planta del castillo. Pero por la cara confundida de Blaise se dio cuenta de que este acababa de enterarse que había una salida secreta de mortífagos en aquella planta del castillo.

De modo que Blaise no era mortífago. Bueno, eso era un punto a favor.

-.-.-.-.-.-.-.-

Seamus siguió los murmullos hasta doblar la esquinilla. Se asomó tras la puerta de la cual supo que llegaba el sonido. Ese sitio parecía un desván: los cuadros de las paredes estaban rajados, las piedras de los muros muy gastadas, estaba lleno de trastos viejos y pedazos de muebles. Quienes fueran los que hablaban, estaban ocultos tras una montaña de armaduras oxidadas y descuartizadas, de modo que no podría saber quienes eran si no se acercaba un poco más. Contuvo el aliento y fue arrastrándose hasta detrás de esa montaña de chatarra, donde se sentó a escuchar atentamente.

—Warrington, eres más idiota de lo que creí. Tal como dicen: a más músculo, menos cerebro.

—¡Cierra el pico, Pucey! ¡No era mi responsabilidad traer el papelito con la contraseña del cuadro!

—Les dije que debíamos memorizarnos la contraseña... OK, déjenmelo, yo iré a buscarla —esa voz era, sin duda, la de Pansy Parkinson —. A propósito... ¿alguno de ustedes ha visto a Draco?

—Ahora que lo dices, mujer, no lo he visto desde la noche de Halloween.

—Estoy seguro de que estaba abajo cuando Dumbledore nos reunió —afirmó Warrington con voz misteriosa.

—Aún me pregunto por qué diantre bajaste —gruñó Pucey.

—Estaba con los Gryffindors, no me culpes.

—¿Y ellos te obligaron a hacerlo?

Estaba claro que Warrington no iba a decirle lo que había ocurrido con Finnegan en el baño, y mucho menos que fue por acompañar a éste que bajó al vestíbulo.

—Bueno, lamento interrumpir su ardorosa charla, pero debo irme lo antes posible. De paso les avisaré a Bullstrode y a Montague que continúen con la custodia del cuadro.

Seamus oyó los pasos que cruzaban el salón, y quedó petrificado, rogando que la rubia Slytherin no lo viese al salir. Sólo dejó escapar el aire cuando esta cerró la puerta. Ahora quien debía irse era él, y avisar cuanto antes la posición de sus oponentes. Intentó arrodillarse, con tan mala suerte, que se tambaleó y se apoyó en la montaña de armaduras descuartizadas, la cual se desarmó en un suspiro.

—Bueno, bueno, parece que tenemos un espía —el rostro pálido y aristocrático de Pucey le dirigió una mirada de altivez. Seamus estaba petrificado en el lugar. No le gustaba nada las miradas escépticas que intercambiaban esos dos hombres. Y lo que menos le gustó fue que se le acercaran de esa manera. Comenzó a retroceder. Era consciente de que quedaba totalmente en desventaja contra aquellos sujetos... sin mencionar que estaba sin varita.

—Actúas como si nos temieras. ¿Acaso ahora me tienes miedo, Seamus? Y yo que creí que te había despertado algún otro sentimiento —la sonrisa de Warrington fue suficiente como para subirle a Seamus los colores.

De no haber estado tan asustado, el irlandés hubiera podido reparar en aquella mirada de desagrado que le lanzó Pucey. A continuación miró a Seamus de la misma forma, y con un movimiento de varita selló la puerta, justo cuando el Gryffindor había llegado hasta ella.

—¿Por qué la prisa, compañero? —inquirió de forma desagradable.

—¡U-ustedes, sucias serpientes, están metiéndose con cosas con las que no deben meterse! —gritó Seamus, intentando recuperar el coraje y solventar su posición de héroe.

—¿De veras? —el rostro de Warrington se tornaba perverso. Desde que lo había conocido, jamás había visto esa mirada —. Pues, ahora no tenemos interés en hablar de esas cosas, ¿verdad, Pucey?

—Tienes razón, creo que es mejor encargarse primero del espía —otra vez Pucey relamía esa nívea piel irlandesa. Había aprendido a apreciar ese cuerpo cuando le había llegado el turno de cumplir su misión de honor. Y ahora estaba dispuesto a repetir la travesía.

Seamus comenzó a rasgar la puerta, pero nada de lo que hiciera podría librarlo de ésta. ¡Y ahora eran dos!

—¡Espera, Warrington! —volteó, decidido a usar el último recurso que le quedaba —. Creí que eras diferente. Creí que de verdad te preocupabas por mí...

—Bueno... —Warrington bajó la cabeza, apenado. Parecía que finalmente Seamus había podido tocar el corazón de un Slytherin, y sonrió por este cumplido. El chico levantó de vuelta la mirada para observarlo y chasqueó la lengua —. Pues, lamento haberte confundido de esa forma.

—¿¿QUÉ??

Pucey sonrió lascivamente a Seamus, quien no pudo más que mantenerse estampado contra la puerta, con los ojos apretados, sin querer pensar en la suerte que estaba a punto de correr. De todas formas, no iba a entregarse sin dar pelea antes.

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Como había ido de paso a avisar a Bullstrode y a Montague, no se cruzó con el grupo de Gryffindors que aún esperaban al héroe extraviado. Bajó las escaleras insultando por lo bajo. ¿Cómo era posible estar rodeada de tantos incompetentes? Surcó las galerías, los salones y pasillos, hasta que llegó a la sala común de Slytherin. Recordó entonces que había sido culpa de Bullstrode, ya que el papel estaba en su mochila. Luego arreglaría cuentas con ella. Abrió con ímpetu la puerta del dormitorio de chicas, pero sintió que se quedaba sin aliento al descubrir que su cama estaba ocupada (como en el cuento de Ricitos de Oro). Pero... ¿qué diablos hacía ella ahí? Se acercó y la sacudió con brusquedad para despertarla, sin darse tiempo a observar lo linda que se veía dormida.

Hermione chilló, despertando de un sobresalto, y encendió su varita.

Lumos!

—¡Oye!

—¡Lo siento! ¡Vine a buscarte, pero creo que me quedé dormida, perdón!

—¿Acaso te crees que este es un hotel o...? Un segundo, ¿¿qué ocurrió con tu..?? ¿¿Te teñiste??

La Gryffindor rió.

—¡No, tonta! Es que ahora la autora me ve de esta forma (vease aclaración del principio).

—Ah —Pansy se cruzó de brazos —. Permíteme decirte que a mi gustaba más tu color anterior.

(N/Norris: A mi también!)

—Oigan, bueno, ¿que ya no me van a querer sólo por ser castaña? —Hermione se revolvió el pelo con desilusión.

—No sé... sólo dame un tiempo para acostumbrarme al nuevo look, ¿de acuerdo?

—Ejem, discúlpame, el "nuevo look" es el que me adjudicó nuestra queridísima autora al comienzo del fiction.

(N/Norris: Oigan! Ya dije que lo siento! TT)

—Mira, niñata, desde que YO te conozco eres una caliente morena dueña de mis fantasías, así que ahora que resulta que en realidad no lo eres, hazme el favor de quedarte ahí sentadita hasta que me acostumbre al cambio... ¡Dios mío, creo que debo tomar de vuelta mis medicinas!

La antes morena ahora castaña se sentó bufando en el medio de la cama, sosteniéndose la cabeza con la mano. "¡Odio estos jodidos fanfictions!"

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Hacía rato que estaban ahí sentados, sin dirigirse una sola palabra. Draco acostado, su figura pálida y desnuda confundiéndose con las sábanas blancas. Las heridas del pecho estaban menos irritadas y ya iban cicatrizando de a poco. A su lado, Harry se había quedado mirándolo. Esperando algo, quizá que se durmiese. Después de todo, no era él quien había decidido quedarse por su cuenta, el rubio se lo había pedido. Súbitamente recordó la reunión en el sexto piso. El barullo, las corridas. Pero por algo esto no le importaba demasiado. Sentía otra prioridad mayor. No entendía... cada vez se entendía menos a sí mismo.

—Quiero que te acuestes —susurró Draco. Más bien parecía una orden. Reflejaba su niño interno, que en sus prematuros años de vida obligaba a sus padres a acostarse a su lado para poder dormirse.

—No —contestó el moreno simplemente.

—¿Por qué?

Estaba claro porque, no hacían falta más explicaciones. Harry no quería dejarse llevar por eso que estaba sintiendo. Draco no se merecía su afecto, mucho menos su amor. Su lástima quizá. Pero tenía que admitir que ese era el ángel más corrompido y bello que había visto en su vida. Le tenía lástima por no tenerle cariño.

—¿Estás sintiéndote mejor? —esquivó Harry, tapando con las sábanas las desagradables cicatrices de su pecho.

—Me temo que sigo en lo mismo... —no hablaba del estado físico, claro; a leguas se notaba que la poción había hecho su efecto —. Acuéstate conmigo o haré que te arrepientas —su voz no infundía ningún temor.

—¿Realmente? —se burló Harry —. ¿Qué piensas hacerme? ¿Atarme con grilletes, cortarme y cogerme de vuelta?

Draco sintió que se tragaba una espina.

—En este estado no puedo hacer lo que hice aquella noche —siseó con calma.

—¿Entonces debo esperar a que te recuperes?

—No. Debes acostarte.

—No quiero, tengo que irme.

—¿Por qué? —Draco lo miró por primera vez en todo el diálogo. Su rostro era triste y furioso, pero aún así su voz continuaba siseando suavemente.

Harry no contestó. Le corrió el pelo de la frente, sonrió falsamente y se estaba levantando cuando sintió que Draco le agarraba la mano con fuerza. Esta vez Potter no se le escaparía.

—No seas estúpido. No me dejes —sentenció el rubio. Ahora pronunciaba las palabras de forma temblorosa y suplicante, mas su rostro seguía sin cambiar. Su mirada no flaqueaba en ningún momento clavada en las orbes verdes, decidida a retenerlas en su rostro.

Harry sólo esperaba que lo soltase. Las uñas pálidas se clavaban en su piel, y aún así el moreno seguía sin desistir de su idea de irse. Por eso él siguió tirando de su brazo, pero con sus pocas fuerzas no pudo hacer que se recostase a su lado.

—N-no puedes... no te vallas...

—Déjame Draco —contestó suavemente Harry, conciente de ser dueño de la situación —. Que estés experimentando delirio y miedo es normal. Pero no me involucres, por favor. No quiero ser niñera de nadie, ¿me explico? Yo soy un estúpido, no soy como tú. Yo sí se querer a las personas y adquiero este sentimiento con facilidad. Pero hay cierta gente con la que sé que no debo involucrarme afectivamente, para no sufrir después. Tú eres una de ellas...

—No entiendes nada, Potter... no sabes... si sólo supieras...

—Te molesta estar solo, Draco. Pero ese es un problema tuyo, yo soy el menos indicado para hacerte compañía. Tú solo te metiste en esto y...

—¿Cómo puedes venir a decirme esto ahora? —Draco levantó la vista. Ahora su mirada estaba cargada de seguridad y su voz había dejado de titubear — ¿Cómo puedes pretender que nada pasó entre nosotros? ¡Ahora yo soy el único que está loco!, ¿verdad? —lo sacaba de casillas eso de que Potter se lavara las manos frente a la situación tan engorrosa que estaban viviendo. También era un problema suyo, y estaba huyendo de él —. Ahora te vas así nomás, haciéndote el hombre frío. Lo que en realidad quieres es olvidar lo que ocurrió. ¡Porque no puedes enfrentarme! ¡Porque no lo asimilas, prefieres olvidar todo!

Harry negó con la cabeza en toda respuesta. Y se soltó de su mano para encaminarse hacia la puerta.

—Creí que Gryffindor era la casa de los valientes.

Draco sintió como surgía la desesperación, sacándolo del adormecimiento que le había producido el reposo. En un arrebato de furia, se lanzó desde el borde de la cama, para atrapar con sus brazos la cintura de Harry y dejarse arrastrar por él.

—¿¿Qué diablos?? ¿¿Acaso estás loco?? —este lo tomó con fuerza, y Draco se vio obligado a dejar que el moreno lo llevase a la cama de vuelta, en vista de no poder hacerle frente. Luego de su abrupta descarga de energía, se sentía tan cansado que en instantes se quedó dormido bajo las mezquinas caricias de Harry.

Toda esta situación era demasiado estrafalaria para su gusto. Si huía era porque temía las consecuencias. No le molestaba sentir esa sensación rara entre la compasión y la frialdad, después de todo le parecía un cambio importante el comenzar a sentir emociones cálidas por su enemigo, a pesar de intentar continuar con la imparcialidad de siempre. Pero las imágenes de Draco eran lo suficientemente fuertes como para enloquecerlo. El enojo, la violencia sin escrúpulos, la locura encarnada en sus ojos grises. Luego su rendición, su cuerpo frágil al mar de sus desgracias, llorando en orillas su arrepentimiento y a la vez lidiando con su orgullo, la única fuente de la que se valía para continuar viviendo. Sin saber como acallar su culpa, se comportaba de forma infantil, queriendo estar cerca de quien había sufrido por él, sin animarse a pedirle disculpas directamente.

Y Harry no podía más que sentirse terriblemente atraído por la elocuencia con la que procedía su rival, porque estaba descubriendo muchas facetas de éste, y todas ellas con las mismas características en común: la arrogancia y la sutileza, hasta cuando estaba sumergido en la locura y la desesperación. A él siempre le había dado curiosidad la persona que se ocultaba tras ese increíble personaje, y ahora que por fin lograba descubrirla un poco más, no podía sentir otra cosa que miedo y necesidad de alejarse. Porque aún llevaba esos recuerdos de su abuso, sabía bien de lo que esa serpiente era capaz. Odiaba recordar su rostro enardecido, conforme le propinaba increíble dolor y reía de su desgracia. Los recuerdos que le traían dolor y amargura, y no podía asimilar, prefería olvidarlos, como había hecho sin remedio a lo largo de su vida a suerte de su tormentoso pasado.

Lo observó una vez más. Estaba..., ¡por Merlín!, estaba hermoso. Dormía con expresión firme y tranquila, como si jamás hubiese sufrido en absoluto. ¿Qué estaría soñando? Quizá con él. Sonrió. ¿Por qué esa simpatía con Malfoy? Era sólo eso, simpatía, ya se le pasaría. Obvió los pensamientos de hacerle nuevamente respiración boca a boca. Y de besarle las mejillas. Suspiró. No sabía porque demonios lo atacaban todos estos pensamientos.

Se levantó al oír un grito. ¡La reunión! ¡Los mortífagos! El suyo ahora estaba donde debía, y con este pensamiento consolador dejó la habitación.

Bajando al sexto piso, se cruzó en medio de una persecución.

—¡Ven aquí, aún no hemos terminado!

—¡No tengo tiempo de oírte, tengo cosas más importantes! ¡Además, a las feas no les presto atención!

—¡¡No digas que soy fea!! —Harry reconocía ambas voces, sobretodo la primera. Se acercó a la muchacha que se había detenido afligida, pero cuando estaba a punto de tocarle el hombro...

—Oh, lo siento, te confundí con otra persona.

—¿Harry? —la chica levantó la vista.

—¿Herm? Pe-pero... tu cabello...

—Te explicaré luego, ¡andando!

(N/N: Es increíble como he confundido la mente de estos personajes, espero que Rowling sepa perdonarme algún día v.v).

Y, ya que los dos iban al mismo lugar, se echaron a correr tras Parkinson, hasta que llegaron al núcleo del caos. Visto de lejos era un enjambre de hechizos, golpes e insultos.

A Pansy le habían arrebatado el papel con la contraseña, y lo habían roto frente a sus ojos. Esta, hecha una furia, se había lanzado sobre unos cuantos. Lavender y Ginny estaban trepadas sobre Millicent, reteniéndola y tapándole los ojos, mientras esta forcejeaba inútilmente. Dean y Montague habían comenzado a lanzarse hechizos, hasta que se cansaron y furiosos se agarraron a las trompadas. Se habían sumado otros Slytherins que, al parecer, también estaban metidos en el plan de huída de los mortífagos, desencadenando una riña en masa. Por allá se acercaba Neville, haciendo oídos sordos a los reclamos de Miles. Fue entonces cuando se dio cuenta del peligro que corría Lavender, quien ahora estaba siendo acorralada por Millicent, ya que Mariza había apresado a Ginny contra el suelo.

—¿Qué no estabas herida? —escupió la pelirroja con ira.

—Cuando surge la prioridad de defender a Slytherin, me importa poco mi estado físico.

Neville se interpuso entre Lavender y Millicent, y cuando esta estaba por propinarle un buen golpe, Miles empujó a Neville, y el golpe fue a parar al Slytherin. Sin embargo, evitó que la pareja feliz disfrutara su encuentro. Tomó a Lavender por la cintura y la hizo desaparecer de los ojos de Neville, quien al querer seguirlos, se tropezó con otro sujeto que lo tomó de mala manera, y pronto se vio enfrascado en otra pelea. Eran olas de golpes y empujones, la mayoría accidentados, logrando desencadenar el círculo violento.

Hermione y Harry habían estado salvándose por permanecer escondidos en silencio tras una armadura. Su preocupación radicaba en Ron, ahora él era su prioridad. Fue entonces cuando Blaise les llamó la atención desde el interior de un aula y ambos Gryffindors, confundidos, se adentraron en ella. Cual fue su alivio al encontrarse con la persona que tanto habían estado buscando.

—¡Ron! —Hermione empujó a Blaise y se lanzó sobre a su amigo —¿Te encuentras bien?

—¿Qué ocurrió con tu...? —el pelirrojo le tocó el cabello con extrañeza.

—¡Haz memoria, siempre he sido castaña, Ron!

—¿Qué te hizo esta serpiente? —Harry tomó a Ron por los hombros y lo miró amenazante.

—Tranquilos, chicos. No me hizo nada que no halla querido —guiñó un ojo cómplice a Blaise. Ya no iba a demostrar aquella vergüenza de admitir la relación que entablaba con aquel sujeto. Además, todos habían pasado más o menos por la misma situación.

Pero sus amigos tenían mala espina sobre cualquier serpiente, y llevaban mucha prisa, así que no deseaban averiguar el tema de su compañero más a fondo.

—¿Y ustedes? ¿Dónde estuvieron? ¿¿Qué les hicieron??

—Aquí nos ves, estamos vivos.

—Pero, Harry, ¡estas herido! —Ron tomó sin asco el extremo de la remera manchada, observándola con terror.

—No es nada, estoy bien —contestó rápidamente Harry, tirando de la prenda y acomodándosela con inquietud.

—¡Esperas que crea ese cuento de que te caíste de las escaleras! —lo reprendió Hermione, recordando la excusa que le había puesto su amigo al interrogarlo sobre su herida.

—¡Bueno, no es el momento de discutir eso ahora! ¡Aún estando aquí corremos peligro, afuera se han vuelto todos locos!

—Los alumnos de esta escuela no podrían haber caído más bajo —masculló Blaise con decepción, desde su posición alejada.

Harry iba a replicar que eso era insultante, pero luego lo pensó mejor y supo que el chico no estaba criticando exactamente al colegio o a su enseñanza, sino más bien a la actitud eufórica e inestable de los alumnos.

—Tu nombre es Zabini, ¿no es así? —preguntó Harry, acercándose desafiante al moreno de pelo largo apostado contra el marco de la puerta.

—Blaise Zabini a sus servicios, señor Potter. Es un honor estrechar la mano de nuestro futuro Supremo Héroe —ironizó este, dejando que su orgullo Slytheriano se apoderara de él una vez más. No tenía intenciones de mostrarse muy amigable con Potter, pero no por nada personal, sino, simplemente, por la rivalidad que siempre había experimentado con la imagen que éste representaba.

Harry torció una sonrisa.

—Agradezco sus buenos cumplidos —comentó cordial, recibiendo del Slytherin un asentimiento de cabeza. Había algo en él que no le dejaba terminar de disgustarlo. Cierta ironía bien empleada y el decir más cosas con miradas que con palabras.

—¡Oigan! No deberíamos estar aquí charlando como si nada. Nuestros compañeros están en apuros, debemos...

—Herm, ellos solos se metieron en la riña. La contraseña del cuadro fue destruida así que ningún mortífago puede escapar. Ahora sólo pelean por gusto.

—¿Por gusto? —sacudió la cabeza emitiendo el comentario —. Pero, Harry, de todas formas ya están metidos en la pelea. Están siendo golpeados.

—¿Y qué haremos nosotros? ¿Meternos y continuarla?

—Harry...

—No todos buscamos los conflictos en los que nos metemos. ¡Pero sin embargo estos surgen, y debemos aprender a salir de ellos solos! —se oyeron los chillidos de algunas de sus compañeras, pero esto no hizo cambiar de opinión a Harry —. Cada uno tiene un conflicto con una persona diferente. ¿Acaso Malfoy está metido en la pelea? ¿Acaso Zabini lo está? No. Eso nos hace librarnos del conflicto.

Ron había quedado sin aliento, quizá por haber afirmado lo que había sido tan obvio desde el principio: que Malfoy había elegido a Harry, y si esa heridaen el pecho de su amigo no lo probaba, entonces la actitud que ahora estaba tomando de alguna forma lo hacía. Por que, por un momento, había visto a un Malfoy moreno gritando frente a sus ojos.

Hermione estaba a punto de golpear a Harry. No entendía ese razonamiento: ¿dejar que otros sufrieran sólo porque estaban destinados a reñirse con la persona que peleaba? Era sumamente absurdo. Pero el aludido había dejado de mirarla, y ahora sus ojos estaban perdidos en el suelo. Algo en él no andaba bien, estaba segura que ese corte mortal en su pecho no había sido una estúpida caída. Técnicamente, era imposible que pudiera habérsela hecho de aquella forma.

—Está bien. Si eso es lo que crees, entonces debo hacerme cargo de mi conflicto. Parkinson está metida en la pelea, de modo que no puedo dejarla libre de alguien a quien golpear. Con permiso.

—Espera —Ron la tomó por el brazo —. Voy contigo —aseguró rápidamente.

—¿Es que acaso no lo entienden? ¡No sean estúpidos!

—Pues si ser estúpido es defender a un amigo, créeme que me enorgullezco de serlo —los dos Gryffindors abandonaron la habitación con paso decidido, y miradas de decepción.

Antes de salir tras su pelirrojo, Blaise reparó en Harry un momento. Ese Potter era más interesante de lo que había creído.

—No sé donde esté metido Draco ahora ni lo que hallas hecho con él. Pero me atrevo a decir que se han vuelto bastante parecidos —sonrió ante la mirada furtiva de Harry —. En ciertas cosas tienes razón. Pero, sabes, el que tú hallas sufrido solo tus problemas no significa que todos deban hacerlo.

En ese momento, Blaise no esperaba aquella reacción del niño de oro. Harry lo había tomado del cuello y lo había estampado contra la pared. Las orbes tras sus anteojos estaban desquiciadas. Definitivamente este chico no había tenido una noche muy agradable. Blaise era conciente de que había tocado un punto peligroso, pero, ciertamente, eran sus palabras la única verdad. Harry lo supo, y apretó sus labios con fuerza, y cerró los ojos intentando aclarar su mente. Se apartó de Blaise, pidiéndole sus debidas disculpas.

—Está bien. Me metí en un asunto fuera de mi incumbencia, lo siento —reconoció Blaise al recobrar el aliento.

—No..., tú tienes razón. Estoy..., huyendo de la situación —suspiró —. Es irónico. Hasta hace un segundo estuve exigiendo que cada uno debía hacerse cargo de sus problemas... cuando yo huí del mío. ¿Cómo huí? Con la excusa de que debía ayudar a mis amigos. Y, sin embargo, ahora queda comprobado que esta fue sólo una excusa para huir del problema anterior, puesto que de éste también estoy huyendo.

—No te tortures tanto. Eres el salvador del mundo, pero aún así eres humano —Blaise dudó un segundo si tocar el tema que le estaba carcomiendo el cerebro desde que vio a Potter, pero la preocupación terminó por convencerlo —. ¿Dónde se encuentra Draco ahora?

La mirada de Harry cambió totalmente. Ahora estaba más calma, y lejos de haberse alborotado por la pregunta de Blaise.

—Él... está bien. Dormido en una cama grande y cómoda si quieres saber. Ahora es mi turno de preguntar —el Slytherin hubiera jurado que los ojos de Harry habían brillado de intriga en aquel momento —... ¿qué relación llevas con Ron?

Súbitamente, el Slytherin recordó que había dejado solo a Ron y se mordió el labio. Pero no podía negarle esta charla a Potter.

—Prefiero que él te lo diga. Pero, si quieres escuchar mi opinión personal, ese hombre es la pasión más grande que jamás halla experimentado. Con decir que lo deseo y que lo quiero estoy diciendo poco. Espero que algún día puedas llegar a entenderme —miró a Harry significativamente, y éste no pudo más que negar con la cabeza, descartando la idea que el Slytherin había dejado picando.

—Pero ¿cómo puedo asegurarme de que lo de ustedes va enserio?

—Creo que no es el momento...

—¿Qué ocurrió con él? ¿Qué fue lo que pasó entre ustedes la noche anterior?

—Harry —se quedó de piedra al escuchar que Blaise lo llamaba por su nombre y lo tomaba por los hombros con paciencia —, no estás muy acostumbrado a ver a Ron en pareja, ¿verdad?

—Eh, a decir verdad...

—Me imaginaba. Pero, óyeme, Ron merece su intimidad también, ¿no lo crees? —sonrió, logrando así calmar al Gryffindor, del cual ya veía venir una reacción antipática. Harry asintió por toda respuesta y Blaise salió apresurado de la habitación. Sólo entonces Harry se dio cuenta de que el griterío había disminuido muchísimo y se asomó por la puerta del aula.

—¡Mierda! ¡Están huyendo!

—¿Cómo fue que se abrió el maldito cuadro?

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MANTO DE NORRIS: Lamento haber hecho un capítulo tan denso, pero entiendan que ya está concluyendo y me es un sacrificio sobrehumano terminar esta locura de escenas y relaciones de personas que no dejan de vivir, ¡malditos sean! Aún así, no pienso reprimir la historia, si desea alargarse supongo que nada puedo hacer desde mi posición de humilde autora. Gracias por seguirme.