¡HOLA A TODOS! Podría decirse que esto pasa en forma paralela a la semana previa al nacimiento del bebé. Cuenta como un fic aparte, si se quiere decir de algún modo. Las cosas son simples. Para referencias a mi estilo y a ciertos aspectos del fic, lean 'Littera Minima' y sus secuelas. Les ruego que se den una vuelta por el perfil de Ekléctica, donde encontrarán la línea de tiempo oficial: al principio de cada año aparecen las edades.
Un especial agradecimiento a Ekléctica, quien se dio el enorme trabajo de corregir el fic.
Una recomendación especial, si quieren ver este universo expandido, lean "Madness of Love", de Lady Seika Lerki y el omake "Lo que Sueño de ti" y las adorables miniserie "Familia" y "Futuro" de Ekléctica. Finalmente, y en este caso se recomienda mucho, "Luz Amatista", de Tsuyu Ryu, es una joya. Las conversaciones que las inspiraron a ellas, de paso me inspiraron a mí para retomar este hábito mío de escribir fanfictions. ¡VAYAN A LEER! =D
Una velita para que el Concilio actualice los spin offs…
Saint Seiya, la trama y sus personajes pertenecen al Sr. Kurumada y a quienes han pagado por el derecho respectivo. No estoy ganando dinero con esto, nada más entretengo a mi imaginación y le doy más trabajo a mi Musa. D8 ¡NO TENGO FINES DE LUCRO!
ADVERTENCIA.
Principio 15 para ver y entender Manga: Cree en las diosas.
Se requiere criterio al leer. No me hago responsable de castigos, lesiones, o penas capitales derivados de la lectura de este capítulo.
Capítulo 1: ¡Pregúntame QUÉ hice hoy!
Giudecca. Palacio de Hades.
Aproximadamente 2 Meses después. 5 de Noviembre, 21:00 pm.
Estaban a punto de servir la cena en el castillo de Hades en el Inframundo. Había sido un largo y ajetreado día, pero nada les había atacado. Desde que bajaran los niveles de alerta a sus rangos normales, luego de lo sucedido con el pequeño asunto de El Dorado, las cosas se habían calmado bastante, pero aún quedaban residuos de la adrenalina y todos los espectros, al igual que los santos de Athena, seguían a la defensiva.
Pero eso era cosa del pasado, lo cual había que agradecer de pleno corazón. Estos residuos iban disminuyendo a medida que avanzaban los días. La vida seguía adelante y retomaba su ritmo poco a poco. Esa noche ocurría algo especial en el castillo: retomaban por fin las cenas en grupo, presididas por Hades.
No eran grandes eventos, pero sí algo de lo cual Hades se preocupaba mucho en incentivar. Asistían a ella sus tres jueces y a veces asistía el mejor espectro del día, aparte de Pandora y Perséfone, cuando esta estaba en el Inframundo. Estas cenas eran una buena forma de aumentar la camaradería entre sus escoltas y un excelente incentivo a la lealtad de las mismas. Esa noche sólo estaban dos de los tres jueces del Inframundo: Radamanthys y Aiacos… Minos estaba atendiendo un pequeño asunto personal con su familia.
"… No sé qué se cree Sísifo si fue él quien se lo buscó. Si engañas a la muerte, entonces las consecuencias te las buscaste. ¡BAH! Si me quedo allí un poco más, creo que…"
Hades estaba muy animado esa noche y no dejaba de hablar de lo bien que le había ido aquél día. Radamanthys y Aiacos lo escuchaban con atención y reían de buena gana. Los tres hombres estaban muy enfrascados en su conversación como para prestar atención a las lindas damas que les acompañaban.
"… Entonces fue cuando me retó a que yo subiera la piedra. Creo que planeaba huir mientras la subía. Como es obvio, pude llegar con la piedra hasta arriba, Sísifo huyó, pero no sabía que…"
Pandora suspiró de aburrimiento. Siempre era igual. Hades y sus jueces hablarían y hablarían por horas hasta cansarse, mientras comían y bebían sin darles ni boleto. Honestamente no podía importarle menos: dudaba mucho que quisieran oír sus agudas opiniones respecto del día. Pandora tenía su cabeza ocupada en otras cosas, hasta incluso más importantes que el reciente intento de Sísifo por huir a su castigo.
¿Por ejemplo? Pandora observó con atención a Perséfone, quien estaba sentada frente a ella y tenía una cara de ultratumba. Se veía algo descompuesta y apenas había tocado su comida. La diosa estaba muy molesta y cualquiera que sintonizase su cosmo con el de ella al menos un poquito, se habría dado cuenta de eso.
"Señora Perséfone ¿Está usted bien?" Le preguntó Pandora con su dulce voz, casi en susurros. Perséfone asintió con la cabeza.
"Nunca me había sentido mejor." Dijo con un especial toque de sarcasmo en su voz.
La joven arpista tragó saliva. Se había equivocado: Perséfone no estaba molesta, estaba furiosa. ¡Perséfone jamás se enojaba! La última vez que la había visto medianamente enojada había sido cuando… cuando… ¿Cuándo la había visto enojada?
"¡Sí, yo me di cuenta de eso!" Agregó Aiacos. "Sísifo intentó eludir a Radamanthys, pero sin darse cuenta se topó con Myu de Papillón, y no en uno de sus mejores días: no sé si fue Zeros o Giganto quienes le jugaron la broma esa con sus capullos y estaba muy enojado…"
"… Hades…"
"… Creo que lo ató con seda a la piedrota esa que tiene que subir, así que ahora cuando la piedra cae, Sísifo cae con ella." Dijo Radamanthys. Al parecer había hecho una comparación graciosa, puesto que Hades, Aiacos y él mismo estallaron en risas.
Perséfone le clavó sus ojos a su marido, como tratando de llamar su atención, pero este no se dio cuenta y siguió con su relato. Un tic nervioso se apoderó de uno de sus ojos. Pandora se dio cuenta de esto y decidió dejar de comer. Perséfone estaba extraña, pero nadie parecía notarlo. Los últimos días había tenido explosiones de mal genio que dejaban como una alpargata a las de su marido. Le había gritado enfurecida a Zeros por aparecerse de la nada y asustarla, para luego lanzarlo ventana abajo (el pobre cayó sobre Cerberos, que dormía su siesta). Hizo algo parecido con uno de los espectros que atendía la cocina por quemar la cena. Durante los ataques sufridos por Hades no hacía mucho, la diosa se sumió en descontrolados llantos. Otra conducta extraña de la diosa era el hecho de que (en más de una ocasión) la había descubierto tomando el refrigerador por asalto, comiendo ostras con limón, como si no hubiera mañana, y bebido litros y litros de jugo de Sandía.
"Hades…" Volvió a llamar Perséfone, sin éxito.
De hecho, Perséfone hasta parecía haber engordado. El mayordomo rellenó algunas copas con agua y procedieron a levantar los platos, para poder servir el segundo. Perséfone tomó aire: ¡Hades Hablaba Mucho! ¿Cómo no se había dado cuenta de eso en tanto tiempo? ¡Blah, blah, blah! ¿Acaso no se iba a detener nunca? ¡Todo él, Todo Él! Ya sabía que regalarle para su cumpleaños: un yo–yo. Se comportaba como si ella no existiera o como si no estuviera allí. Si la tierra se la tragase, seguro no la echaría de menos.
"¡Hades!" Insistió.
Nada. Se sintió presa de una profunda melancolía. Hades ya no la trataba como al principio, cuando ella parecía ser el centro del Inframundo y la razón de Hades para seguir respirando. Hacía tiempo que no le hacía regalos ni la sacaba a pasear. Suspiró de pena y casi se pone a llorar. ¡Mal marido! Su madre tenía toda la razón del mundo: Hades era cualquier cosa menos algo que tuviese el adjetivo 'bueno' en la misma frase u oración. No debería haberse dejado secuestrar aquella vez. Si hubiera sabido que le iba a pasar esto desde un buen comienzo, le habría hecho el quite al dios del inframundo con dientes y uñas. ¡PERO NOOOOOOOOOOOOO! ¡Tenía Que Haber Caído A Sus Encantos Como Colegiala Estúpida! Malditas hormonas adolescentes.
"Perséfone, cariño ¿Te sientes bien?" Le preguntó Hades por fin. Perséfone puso una sonrisa de oreja a oreja cuando se dio cuenta que su marido al fin reparaba en ella.
"La verdad me siento un poco…"
"¡Me parece estupendo!" Exclamó Hades sin dejarla terminar. El dios del inframundo se volvió hacia Radamanthys. "¿Entonces eso se debió a un error de identidad?"
"¿No me vas a preguntar lo que hice hoy?" Preguntó Perséfone, poniendo su mano sobre el brazo de Hades. El dios la miró con una suave sonrisa, de las que reservada sólo para ella.
"Viste la telenovela, jugaste con Cerberos y lo mimaste seguro, viste que preparasen esta estupenda cena, cuidaste tus plantas. ¡Lo mismo de siempre!" Enumeró el dios. "Nada fuera de lo normal. Ahora, tengo asuntos importantes que atender."
Hades se volvió a seguir charlando con Radamanthys y Aiacos, que lo miraban mudos de la impresión. Sólo cuando vio los pálidos rostros de sus jueces, que el dios del inframundo cayó en cuenta de su error. Observó tranquilo a Perséfone e intentó abrir la boca para decir algo, pero…
"¿Asuntos importantes?" Preguntó la diosa con calma. "¿Tienes que atender asuntos másimportantes que tu esposa?" Perséfone habló golpeado.
"¡No, no! ¡No Es Eso!" Dijo Hades rápidamente, agitando las manos frente a sí. "No es que tenga que tratar asuntos más importantes que tú, pero sí más importantes de lo que tú me puedas decir." Auch. Muy tarde. Varias gotas de sudor poblaron la cabeza del señor del inframundo. "¿Te Dije Que Te Ves Preciosísima Hoy?" Le preguntó con una encantadora sonrisa.
Perséfone se cruzó de brazos y le hizo un desprecio. Al parecer, todos coincidieron en tragar saliva al mismo tiempo, sin proponérselo: el característico sonido de gargantas tragando fue bastante notorio. Hades observó de reojo a su mujer y decidió ignorarla: ya intentaría arreglarle el carácter durante la noche con algunos mimos de marido. Se volvió hacia sus jueces, que observaban en silencio.
"… Entonces ¿lograron arreglar cuál alma era cuál? Saben que confundir las almas puede acarrearnos una fuerte demanda civil y…"
Perséfone abrió los ojos de par en par. ¡Hades la Estaba Ignorando! Apretó la mandíbula y respiró con profundidad para tratar de quitarse la ira de encima. Descruzó los brazos y volvió a mirar a su marido, con el rostro particularmente sombrío. Pandora se preocupó: por lo general su Señora Perséfone nunca se ponía así… además… podría decirse que Hades estaba cometiendo un ligero error al no prestarle atención a la ENORME VENA PALPITANTE DE FURIA que Perséfone lucía con tanta gracia y elegancia en su frente, ni a la NUBE DE ANGUSTIA Y MISERIA que tenía por sobre su cabeza. Entonces la olla se destapó.
"¡HADES! ¡PREGÚNTAME QUÉ HICE HOY DE UNA MALDITA VEZ!" Gritó Perséfone de pronto, poniéndose de pie y golpeando la mesa, inclinándose hacia su marido en forma muy amenazante, quemando su cosmo con violencia, logrando así no solo el más profundo de los silencios y la sorpresa de Hades, sino que además los cubiertos, platos y copas saltaran con el golpe.
Pandora se cubrió los oídos con las manos, Radamanthys casi salta sobre sus pies. Aiacos se quedó helado de la impresión. Hades se agachó en su silla, ocultándose instintivamente detrás un plato. Los ojos de su mujer, por lo usual calmos, parecían chillarle por respuestas. Hades se reincorporó en su silla, carraspeó con dignidad y él sonrió a su esposa a modo de disculpa.
"Pero si ya te dije lo que…"
"¡CLARO QUE ME DIJISTE LO QUE HICE HOY! ¡PERO NO ME PREGUNTASTE NADA! HICISTE UN PAR DE SUPOSICIONES SOBRE LO QUE PUDE HABER HECHO SIN HABERME PREGUNTADO NADA O HABERME CONSIDERADO SIQUIERA ASÍ UN POCO." Gritó Perséfone echa una furia. Pandora se ocultó bajo la mesa.
"Pero pequeña…"
"¡PEQUEÑA NADA! HABLAS, HABLAS Y HABLAS. ¿NO TE CANSAS O ES QUE TE GUSTA DEMASIADO EL SONIDO DE TU VOZ? ¡NO QUIERO OÍRTE MÁS POR LO QUE QUEDA DE NOCHE! ESTOY HARTA."
"¡Perséfone! ¿Quieres calmarte? ¿Qué es lo que te pasa? ¿Te volviste loca?" Quiso saber Hades, quien se había puesto de pie. Al ser más alto que su esposa, la miró hacia abajo. Pero Perséfone no se arredró: le sujetó por la solapa y lo empujó hacia abajo, de manera que quedaron mirándose frente a frente.
"¡Estoy Cansada y Aburrida! Eso es lo que me pasa. ¡ESTOY CANSADA de que Me Ignores Todo El Tiempo y Que Consideres que Yo, o lo que pueda contarte, ES MENOS IMPORTANTE DE LO QUE TE PASA!" Perséfone, presa de una súbita pérdida de aire, se detuvo unos momentos, aunque no lo suficiente como para darle la oportunidad a Hades de hablar. Soltó a su marido y con disimulo se sujetó en la silla. "¡ESTOY ABURRIDA de que me muestres como una muñeca sin sentimientos!"
"Pero ¡¿Por Qué NUNCA Me Lo Habías Dicho Antes?!" Quiso saber Hades sin saber qué pensar o decir. Estaba enojado y sorprendido: nunca creyó que su dulce Perséfone fuera capaz de estas reacciones.
"¡PORQUE NUNCA ME LO HAS PREGUNTADO!" Los ojos de la diosa se llenaron de lágrimas. "Nunca me preguntas nada. Ya no me llevas de paseo ni me haces regalos. ¡Tampoco me saludas para el día de los enamorados!" Perséfone se puso a sollozar con ganas, sin poder entender ni ella misma el colapso emocional por el que pasaba. "¡No Me Amas Nada!" Su marido gruñó molesto ante esto.
"No te me pongas sentimental, Perséfone, no te he hecho…" Hades se detuvo. Su esposa se aguantaba las ganas de llorar, y eso era una vista que hacía pedazos su coraza de chico malo. "¿Qué te pasa, pastelito?"
"¡NO ME AMAS!" Le gritó con más fuerza. "¡Y NO ME DIGAS 'PASTELITO'!"
Dicho esto, Perséfone salió corriendo del comedor, llorando como alma en pena. Más perplejo de lo que había estado en muchos años, Hades se rascó la cabeza tratando de dilucidar qué demonios había pasado allí. Observó la mesa: Pandora apenas se estaba asomando desde debajo del mantel. Radamanthys estaba reducido en su asiento y Aiacos se veía pálido. Unas cabezas se asomaron temerosas por la puerta que llevaba a la cocina.
"Se acabó la cena." Decretó sin más Hades, tras salir tras los pasos de su mujer.
Seguirle el rastro no fue difícil, menos aun conociendo a Perséfone como Hades la conocía. El dios del inframundo se fue dando pisotones por todo el castillo a medida que seguía a su mujer y meditaba en lo que esta le había dicho. ¡NO TENÍA ni la más remota idea que su mujer había sacado el carácter familiar! Tendría que tener más cuidado la próxima vez, sobre todo porque podía volver cometer los estúpidos errores que había tenido. Bah. Tendría que hacer mucho mérito y recurrir a su mejor repertorio de elogios para convencer a Perséfone de hacer las paces como a él le gustaba.
Así fue como llegó hasta su cuarto, el mismo que por obvias razones compartía con su esposa. Las puertas estaban cerradas.
"Persefoncita ¿Estás ahí?" Preguntó Hades luego de asegurarse que no había nadie cerca y tras darle unos topecitos a la puerta.
"¡VETE! ¡NO QUIERO VERTE!"
Hades intentó abrir la puerta… pero estaba cerrada. Aplicó un poco de fuerza, pero nada. Le dio un fuerte empujón, pero para lo único que sirvió fue para imprimirse los diseños de la madera en su brazo: Perséfone había bloqueado la puerta con su cosmos.
"Pequeña, abre la puerta."
"¡NO!"
"¡Vamos, déjame entrar!"
"…"
"Oye… ya sé que cometí varios errores, y me vengo a disculpar… pero necesito que abras la puerta."
"¡PIÉRDETE!"
"¡Vamos, Abre la puerta! No puedes encerrarte allí sola toda la noche." Hades apoyó la frente en la puerta, desolado. "Déjame entrar…"
Silencio. Esta vez Perséfone no le respondió. Largo rato estuvo el señor del Inframundo allí, esperando que le abrieran la puerta sin éxito, llamando ocasionalmente a su testaruda mujer. De cuando en cuando, escuchaba lastimeros sollozos que no oía desde que… bueno… desde hacía tiempo. Eso pareció conmoverlo un poco, pero bien pudo haber sido mi imaginación. Hades retrocedió hasta la pared opuesta.
"Perséfone, si me escuchas sigo aquí. No me voy a mover hasta que me abras la puerta. ¡Pasaré aquí toda la noche si es necesario!" Anunció con decisión. "¡Aunque haga frío!" Añadió para inspirar lástima.
Hades contó hasta diez, cuando escuchó cierto movimiento dentro de su cuarto, que se dirigía hacia la puerta. Sonrió orgulloso de sí mismo. Sabía que su linda esposa no sería capaz de…
… la puerta se abrió un segundo, pero antes que Hades pudiera entrar, Perséfone lanzó fuera una cobija, una almohada, el pijama y las pantuflas de su marido, para cerrar la puerta en la mismísima cara del dios del Inframundo. Hades retrocedió un paso, sobándose su nariz, y con los ojos abiertos a más no poder. Observó lo que le habían lanzado.
"¡Pero Perséfone!"
"¡BUENAS NOCHES, HADES!"
¡Helo Allí! El gran Hades, perplejo a más no poder, de pie frente a su propio cuarto, sin poder entrar.
Nunca antes en su vida lo habían mandado al sofá.
Continuará.
Por
Misao–CG
Próximo Capítulo.
"… ¿diga?" Saori contestó el celular absolutamente somnolienta. Nada. Tan solo se escuchaba mucha estática y viento. "… ¡diga…!" Insistió, pero nada ocurrió. Aunque si no hubiera estado tan dormida, habría oído sollozos. Athena colgó. "… ociosos…" Balbuceó antes de caer dormida de nuevo…
PS: Veamos qué opinan ustedes de esta capítulo. En lo personal, disfruté mucho escribiéndolo. Datito cultural de mitología griega: Sísifo, un rey griego dotado de una extraordinaria inteligencia, fue el hombre que engañó a la muerte… y no solo en una ocasión, sino en más de una. Hasta incluso logró encerrar a Thanatos (la muerte) en una celda por algún tiempo, logrando de este modo que nadie muriese en el mundo. Cuando finalmente se dejó morir, y para evitar que escapase de nuevo del Inframundo, Hades le impuso una tarea, no solo para mantenerlo ocupado, sino como castigo por haberse burlado de los dioses: llevar, sin ayuda de herramientas, una enorme piedra hasta la cima de una montaña. Una vez que llegue a la cima con la piedra, podrá dejar su tarea… pero la piedra siempre se le escapa y rueda colina abajo antes de llegar a la cima, por lo que debe comenzar todo de nuevo. Así que niños y niñas, ya saben: no engañen a la muerte, que esta es vengativa. ¡GRACIAS POR LEER!
