4.-¡Está muerto!
Arthur se acercó a él con cuidado.
-No se acerquen –le tomó el pulso en el cuello-. Nada que hacer. Está muerto.
-¿Quién ha sido?- dijo Rogers mientras se secaba el sudor de la cara-. Se suponía que alguien iba a matarme a mí.
-Pues ya ve que no-dijo Margaret dejando el candelabro sobre la mesa.
-¡Un momento!-gritó Sirius-. El único arma que yo he oído usar en la oscuridad es la suya, señor Gioio.
Este se puso pálido
-A...Alguien me la quitó de las manos-dijo.
-Entonces, ¡quién disparó?- preguntó Bellatrix acariciando su estranguladora.
-Nadie.
Snape había dado la vuelta al cadáver.
-No hay agujero de entrada de ningún arma.
-¿Y con la suya?- sugirió Bella.
Snape alzó su jeringuilla.
-No- la mostró ante todos-. Sigue está llena.
-Entonces, ¿cómo?- pensó Margaret en voz alta.
Abigail empezaba a desvanecerse por la conmoción.
-Necesito una copa –dijo y caminó hasta una mesilla convenientemente surtida. Cogió un vaso, lo llenó de ron de grosellas y vació la mitad de un trago.
A Sirius se le iluminó la cara.
-¡Ya lo tengo! ¡Le envenenaron con el ron!
Abigail soltó de golpe su copa y empezó a chillar histéricamente, llevándose las manos a la cara y temblando sin parar.
-¡Voy a morir!¡VOY A MORIR!
-Señora Campbert...-dijo Rogers tratando de calmarla.
-¡ME HAN ENVENENADO!
-Cálmese...-la sentó en un sofá.
-¡ME VOY A MORIR!
-Por favor, relájese...
Abigail lloraba y gritaba moviendo los brazos frenéticamente.
-¡CÁLMESE!- la dio una sonora bofetada.
Todos los presentes miraban al mayordomo con asombro al ver la enrojecida mejilla de Abigail, quien finalmente se había callado.
-He tenido que hacerlo para que se callara-dijo con voz entrecortada.
-Bueno, ya lo saben...¡Uno de nosotros es un asesino!-dijo Margaret.
Nadie pudo replicar porque un grito desde otra sala hizo retumbar las paredes de la casa.
Los presentes se miraron.
-¡VALERIE!
El grito seguía cuando todos se abalanzaron por el recibidor en dirección a la sala de billar, de donde venían los gritos.
Rogers apareció en el umbral de la puerta, seguido de los demás. Valerie se encontraba en el centro de una sala de madera color caoba, cuyos únicos muebles eran una inmensa mesa de billar sobre la que ella se encontraba sentada y una mesita auxiliar. Estaba temblando y diminutas lágrimas resbalaban por sus mejillas.
-¿"Pog" qué han "tagdado" tanto? –preguntó entre sollozos.
-Sólo hemos tardado lo que se tarda en cruzar el recibidor-dijo Snape mordaz.
-¡¡¡"Pego" ha sido mucho!!!
-Valerie, ¿por qué has gritado?-preguntó Rogers.
-"Pogque" he visto al asesino.
-¿Y dónde está?- Gioio se acercó a ella poniéndole la mano en el muslo.
-Ahí delante –se deshizo del pegajoso invitado-. Todos lo están viendo.
Todos empezaron a mirarse entre ellos, ya que la atemorizada camarera señalaba al umbral de la puerta, donde se encontraba el grupo formado por los desconcertados visitantes y el aún aturdido mayordomo.
-¿Dónde?-dijo Abigail haciéndose paso hacia la primera línea del grupo.
Nuevas lágrimas brotaron de los azulados ojos de Valerie.
-La "señoga" Shannon lo dijo en el salón...¡uno de ustedes es un asesino!
-¿Cómo lo sabe?-preguntó la aludida.
La camarera señaló a la mesita, en la que se encontraba un megáfono muggle que seguía grabando.
-Yo estaba escuchando.
Bellatrix empezó a caminar por la sala, jugueteando con una de las bolas de billar.
-Y –dijo- ¿por qué tiene miedo de estar aquí...sola?
-¡"Pogque" estoy muy asustada! ¡Yo también bebí ron de grosellas, mon dieux! ¡Y tengo miedo de "estag" aquí sola!
Valerie rompió a llorar de nuevo. A su ayuda acudió Margaret con desgana, sacándose un pañuelo turquesa del escote.
-Tengo una idea-dijo Rogers con una sonrisa-. Ven con nosotros al salón y así estarás mejor.
Regresaron despacio de donde habían salido, esquivando con cuidado según entraban el todavía tumbado cadáver del señor Byrnison.
Rogers se derrumbó en un sofá.
-Señoras, caballeros –anunció-. Les aseguro que ésta no era mi intención.
Sirius abrió mucho los ojos.
-¿Su intención?
-Bueno...La carta...la escribí yo.
-¡¿¡¿QUÉ!?!
El conjunto de los invitados se giró bruscamente hacia el agotado mayordomo, que nada tenía que ver con el trajeado empleado que hace poco más de dos horas les había abierto la puerta.
-Veréis...Yo no soy el mayordomo... Pero soy mayordomo. Era su mayordomo –dijo señalando al cadáver.
-Haga el favor de explicarse –dijo Bellatrix en tono frío.
Rogers se aflojó la corbata.
-El caso es que a mí también me hacía chantaje el mago invisible.
Sirius dejo caer de la sorpresa el tubo de plomo (el cual no se había separado de su mano hasta entonces), con tan mala suerte que cayó contra uno de sus magullados pies.
Al ver distraída la atención del público, se acarició el dolorido pie con disimulo y se sentó en un sofá.
-Continúa –dijo.
-Mi mujer tenía amigos...oscuros, ya me entiende.
-¿Oscuros?-dijo Gioio.
-Mortífagos -le aclaró Bellatrix sonriente.
-Se encontraba haciendo trabajos de espionaje con ellos para el Ministerio. Cuando el proyecto acabó, la dijeron que se fuera a donde quisiera, pero no teníamos suficiente dinero para emigrar a ningún sitio y los "amigos" de mujer empezaron a sospechar. El mago invisible averiguó su doble identidad y por eso
la chantajeaba. El pago fue trabajar para él, como esclavos.
Las lágrimas empezaron a resbalar por las mejillas de Rogers. Margaret se sacó otro pañuelo y se lo acercó con compasión.
-El suicidio de mi mujer se grabó en mi mente –continuó- y decidí que la única manera de acabar con él era ponerle frente a frente con todas sus víctimas, sin trucos, sin hechizos y sin magia.
-Un momento, un momento –Bellatrix se llevó las manos a las cabeza-.Yo, yo...Creo que no le entiendo. ¿Me está diciendo que no hay nada mágico en esta casa?
-Casi –Rogers tragó saliva-. El señor Byrnison es un experto en magia oscura, y aunque sé de buena tinta que algunos de ustedes también las dominan –miró a Snape y a Bellatrix- no quería correr riesgos. Era la única manera de hacerlo hablar pacíficamente.
-¿No hay nada de magia?- preguntó Abigail.
-Esta es una casa muggle. Además, un campo de fuerza hace imposible la presencia de magia en un radio de diez kilómetros, excepto por algunos truquitos, claro.
Arthur hizo memoria.
-Las llaves, las gárgolas...
-Exacto. Excepto por eso estamos viviendo como muggles. Además, está en territorio muggle y es visible a todo el mundo, sin excepciones. Por eso les pedí que vinieran los caballeros con esmoquin. Las túnicas de las señoras pueden perfectamente pasar por vestidos corrientes. También sus varitas se desvanecieron al cruzar el umbral de la puerta, aunque reaparecerán al salir de la casa.
Todos buscaron compulsivamente en sus túnicas y trajes; pero ninguno estaba en posesión de su varita.
-¿Y por qué no salimos ahora? –sugirió Snape.
Los demás profirieron murmullos de asentimiento.
-Un momento –dijo Rogers-. Si salimos ahora, nos arrestarán a todos y se desvelarán nuestros secretos. Primero tenemos que resolver el crimen y entregar a la justicia a un único culpable.
-¿Quiere decir que un muggle podría aparecer en nuestra puerta por las buenas? –preguntó alertado Severus clavando sus ojos en el muerto.
-La casa queda muy apartada y los muggles piensan que está encantada, por lo que no lo veo muy probable...
Rogers ya se había recompuesto del todo y se colocó en el sillón otra vez como un recto mayordomo.
-Ahora –dijo- hay que preocuparse por el cadáver del señor Byrnison. ¿Quién le mató?
Snape levantó la barbilla.
-¿Y si no hubiéramos sido ninguno de nosotros? –dijo.
Todas las cabezas se giraron hacia él.
-¿A qué se refiere? –preguntó Margaret mientras se levantaba del sofá.
-Rogers, ¿hay alguien más en la casa?
-Sólo la cocinera –dijeron Valerie y Rogers al unísono-. ¡¡¡LA COCINERA!!!
Se levantaron con ruido y, de los nervios, pasaron sobre el cuerpo del asesinado chantajista. Se dirigieron en tropel hacia la cocina, encabezados por el mayordomo.
Al llegar allí, se pararon en seco. Una pulcrísima cocina de paredes y suelo con azulejos blancos relucía ante los visitantes. Al fondo había una gran alacena de carne cerrada.
Fueron entrando todos dentro, mirando con cuidado a su alrededor. Después de no ver signo alguno de la cocinera, Sirius se paró ante la alacena. Se encogió de hombros y miró al resto de los visitantes.
-Aquí no hay nadie.
La puerta de la despensa crujió. Margaret la miró y se puso blanca como el papel.
-¡¡¡AAAAAHH!!!
El grito de Margaret hizo que todo el mundo mirara hacia la despensa, ahora con la puerta abierta, y el cuerpo de la cocinera tendido en el suelo, con la daga clavada a la espalda.
-¡Dios mío! –dijo Snape.
Gioio profirió un agudo gritito.
-¿Dónde está el señor Black? –preguntó Rogers.
-Mmmmm...
Una mano se movía débilmente debajo de la cocinera y una voz ahogada habló.
-¡¡Ayúdenme!! ¡¡No puedo respirar!!
Entre los seis consiguieron apartar a la pesada cocinera de un inocente y aplastado Sirius Black.
-¡Quién tenía la daga! ¡Usted, señora Campbert? –dijo Gioio.
-Sí –dijo pálida-. Pero la tiré al suelo cuando me asusté y cualquiera pudo cogerla. ¡Hasta usted mismo!
Sirius aún resoplaba y se llevó la mano a sus miembros doloridos. Bellatrix se cruzó de brazos.
-Qué crimen más divertido.
-¿Divertido? ¡Divertido, dice! –Gioio empezó a arrinconarla en un extremo de la cocina-. Señora, ¿cuántos maridos ha tenido usted?
-¿Míos o de otras?
-Suyos.
-Cinco.
-¿Todos muertos en circunstancias sospechosas?
-Sabe –se miró con indiferencia las uñas-, yo creo que los maridos son como los pañuelos... suaves.....fuertes....¡de usar y tirar!
-Atrae a los hombres a la muerte como con el cebo a la sardina.
-La sardina es su parte más vulnerable...
-Cierto –. Arthur, dándose cuenta de lo que acababa de decir, abandonó la discusión y se giró a los demás mientras se quitaba el sudor de la frente. Se hizo un incómodo silencio.
-Bueno –dijo Rogers-. Sugiero que llevemos el cadáver de la cocinera al salón, con el otro.
-¿Y eso? –preguntó Snape.
-Soy el mayordomo, me gusta tener la cocina limpia.
* * *
A duras penas cargaron con el pesado cuerpo por el pasillo. Por fin, llegaron al salón.
De repente, Sirius soltó el cuerpo para señalar al interior de la sala. Esto hizo que las fuerzas se descompensaran y acabaran todos tirados por el suelo.
-¿Qué demonios le pasa, señor Black? –preguntó Abigail.
-¡El cadáver del señor Byrnison no está!
Todos se levantaron rápidamente para ver estupefactos la alfombra del salón vacía.
El cuerpo había desaparecido.
N/A: ¡¡¡¡¡TACHAAAN!!!!!!. ¿Qué os ha parecido? Dejarme vuestra opinión, porfi. Aunque aún quedan muchas sorpresas, ya os he dejado algunas pistas por las que podéis adivinar quién, cómo, dónde, cuándo y por qué.
Al igual os digo que no tengo mucha experiencia con las historias de estos personajes. Aunque ya tengo la maravillosa ayuda de Kristen Black y de Joanne Distte, si me equivoco en algún detalle, avisarme.
¡¡¡Suerte!!!!!
