6.- Siete invitados

(Antes de nada, sabed que ya tengo el mapa preparado, así que dejad vuestros mails en un review y os lo envío)

-¿Puedo pasar?

Rogers seguía de pie en la entrada de la casa, sujetando la puerta con una mano y aferrándose a la llave con la otra. El resto lo rodeaban  con expresión  de pánico.

El mayordomo miró al recién llegado con la mandíbula desencajada.

-Un momento... por favor...

Dicho esto le cerró la puerta en las narices y se dirigió al resto del grupo.

-¡¿Y ahora qué hacemos?! –preguntó Sirius visiblemente nervioso.

-Ante todo hay que mantener la calma –dijo Rogers mientras se guardaba presuroso el llavín en el bolsillo -. Si no hacemos nada sospechoso, no tiene por qué notar nada...

-¿Entran dentro de "sospechoso" el poseer objetos mágicos y tener dos cadáveres en el cuarto de estar? –inquirió Snape cruzado de brazos.

Abigail aplastó con violencia su cigarrillo contra el suelo.

-¡Yo consideraría sospechoso el que me dejaran bajo la lluvia mientras unos extraños deliberan! ¡¡¡¡Dejarle  pasar, que llame y que se largue!!!!

El resto asintieron y se hicieron a un lado, mientras el mayordomo se planchaba su traje con las manos y recuperaba una postura enderezada, para luego abrir la puerta con delicadeza y mostrar la mejor de sus sonrisas.

-Por supuesto, como no... Si hace el favor de seguirme.

Rogers le hizo un gesto con la mano en una dirección y ambos se encaminaron hacia el salón principal (Nda: Es el número 5 de mi... ejem... amago de mapa), seguidos del tropel de invitados, nerviosos pero sonrientes hacia el recién llegado.

El hombre, ya de por si de muy escasa altura, se encogió aún más ante la monumentalidad del recibidor. Sus ojos no paraban de moverse en todas direcciones, observando como el pintoresco grupo lanzaba miradas recelosas hacia él mismo y por toda la casa.

Finalmente, llegaron a una sala alargada, rectangular, con paredes color hueso y una gran alfombre verde que cubría todo el suelo.

La puerta daba a uno de los laterales largos, quedando una cómoda en el extremo de la izquierda y una gran chimenea de mármol en la derecha. Sobre la primera, se encontraba un teléfono negro.

 -Puede telefonear desde ahí –Rogers señaló al aparato y luego al armario- y cuando acabe puede servirse una copa, si le apetece.

Dicho esto salió y cerró la puerta tras de sí, no sin antes asomarse un último momento y añadir:

-Ah! De ron de grosellas no, por si acaso...

El perplejo y empapado visitante se apresuró a descolgar el teléfono y girar la rueda con sus temblorosos dedos para marcar un número (Nda, se creen que los muggles no han inventado el inalámbrico y los botones J). A pesar de asegurarse de estar solo un millón de veces, se cerró contra el auricular. El teléfono dio señal y alguien contestó por el otro lado.

Con el rabillo del ojo descubrió con pánico cómo alguien estaba echando la llave a la puerta por el otro lado.

                        *                        *                        *

-¿Por qué lo encierra?

Margaret por fin rompió el silencio cuando el mayordomo daba la tercera vuelta a la llave de la puerta del salón, con el resto de los invitados rodeándole.

-No podemos correr riesgos –respondió-. Cuando hallamos resuelto esto, le dejaremos irse. No podemos permitir que vague por la casa...

Los demás asintieron. A nadie le hacía gracia escandalizar a un muggle y enfrentarse por ello al ministerio, además de los tres asesinatos...

Finalmente, Rogers abandonó la llave en el pomo de la puerta y se giró a los invitados.

-¿Aún quieren que tire la llave?

-¡¡¡ SIIIIIIIII !!!

Todos corrieron detrás del presuroso mayordomo hasta que éste se detuvo ante la puerta de entrada. Iban llegando de uno en uno, las señoras sujetando los pliegues de sus  ya arrugados vestidos y los hombres luchando con una asfixiante corbata. Arthur Gioio no tenía ningún problema, ya que a estas alturas carecía por completo de plumas en su túnica, quedando estas esparcidas por el cuarto de estar de la casa.

Cuando Snape llegó cerrando el grupo, Rogers abrió la puerta de golpe. Todos salieron al porche y, tras comprobar que el único vehículo frente a la casa era el del inoportuno visitante, volvieron al interior. Rogers cogió carrerilla desde el centro del hall, corrió a toda velocidad, alargó el brazo y lanzó la llave que había cerrado el armario de las armas a la espesura del bosque. Sería prácticamente imposible recuperarla...

Sirius lanzó un suspiro. Rogers se aflojó el cuello del traje, que le agobiaba de tal modo que, junto con los nervios y la alteración del momento, producía gruesos goterones de sudor que resbalaban por sus coloradas mejillas.

-No sé ustedes pero yo necesito tomar algo –anunció Margaret mientras se abanicaba frenéticamente con uno de los pliegues de las mangas de su túnica.

Rogers cerró la puerta de la entrada y volvió a meterse la llave en el bolsillo.

El mayordomo dirigió al grupo hacia la biblioteca, donde Valerie retomó su papel de camarera para servir una copa a todos los invitados, incluyendo a Rogers y a sí misma en el grupo.

Arthur se sentó en el butacón a contemplar los estropicios producidos en su traje.

-Perfecto –murmuró-. Y ahora, ¿qué hacemos?

-Un momento...

Snape se encontraba apoyado contra una estantería, bailando la copa de licor entre sus dedos.

-Se me ocurre un problema existencial.

Todos los demás dirigieron sus agotadas caras hacia él. Éste se aproximó al mayordomo.

-Rogers –empezó-. ¿No tiene ninguna duda de que no hay nadie más en la casa?

Rogers abrió mucho los ojos.

-No –respondió.

Sirius relevó a Snape en la conversación.

-¿No hay ninguna duda o no hay nadie en la casa?

-"No" a lo primero y "tampoco" lo segundo.

-"Tampoco no hay nadie", es decir, hay alguien –contestó Sirius rascándose la cabeza.

-¡No!

-¿No, "no hay nadie" o "no, sí hay alguien?

-¡LO PRIMERO!

-¿¡¿HAY ALGUIEN MÁS EN LA CASA?!?

-¡¡¡¡NOOO!!!! –contestaron todos al unísono.

Severus volvió a unirse al grupo.

-Eso es lo que Rogers nos dice –dijo-. Pero...¿es cierto? Para comprobarlo propongo que nos separemos y que registremos la casa.

El labio inferior de Abigail tembló al oír esas palabras.

-¿Se....separarnos?

-Eso es –continuó Snape-. Propongo que nos dividamos en parejas.

-¡Entonces el que vaya con el asesino acabará muerto! –chilló Abigail.

-¡Y habríamos descubierto quién es el asesino! –contestó alegremente Sirius.

Rogers se agachó para estar a la altura de la pobre señora Campbert, quien en aquellos momentos parecía estar a punto de echarse a llorar.

-Señora –dijo Sirius- en la vida hay que sufrir algún daño, ya conoce la expresión: "los huevos se rompen para hacer la tortilla"... ¡Cualquier cocinera lo sabe!

-¡PUES YA VE C"MO HA ACABADO LA COCINERA! –sollozó Abigail, hasta, definitivamente, romper a llorar en la manga de Rogers.

Margaret la dirigió una mirada de consolación.

-Si no queda más remedio... –añadió encogiéndose de hombros.

Se hizo un silencio sepulcral.

-¿Cómo elegiremos las parejas? –preguntó Bellatrix con curiosidad.

-Tengo una idea –dijo Rogers poniéndose en pie-. Seguidme a la cocina.

                        *                        *                        *

Siete personas se encontraban en torno a la mesa de la cocina. El mayordomo sacó de la nevera una bandeja plateada con ocho pastelitos de color negro.

-Bocados de arco iris –anunció Rogers.

-Parece que la cocinera se pasó con el horno –dijo Sirius.

-Inepto –murmuró Bellatrix. Luego, añadió en voz alta- Los buñuelos de arco iris son un bocado muy refinado hecho a partir de néctar y pétalos de magnolia seca. Bocado para unos pocos –añadió mirando a su primo de reojo.

-Y además –intervino el mayordomo- cambian de color con el contacto de la piel humana. He aquí ocho pasteles, de cuatro parejas de colores diferentes –señaló de nuevo a la bandeja-. Las parejas se unirán por colores.

Todos se miraron, lanzándose miradas de inevitable sospecha.

Rogers fue repartiendo los bizcochos uno a uno.

-Los más oscuros registraran el ático, y de ahí hacia abajo: planta de dormitorios, planta baja y sótano.

Arthur apretó con fuerza el pastel en su mano, y cuando la abrió éste adquirió un color amarillo chillón.

Snape abrió la mano y vio ante sí un tono rojo sangre. Giró la cabeza y contempló consternado cómo Valerie alzaba una bola azul marino casi negro, pero le consoló el hecho de que la que poseía Gioio entre sus rollizos dedos fuera de color amarillo.

Desde la otra punta de la sala vio a Margeret mirarle mientras sostenía por encima de su cabeza la misma bola roja que él.

Bellatrix mordió un pedacito de su bocado púrpura, pensando cuál de todos sería su acompañante. Al girarse, sorprendió al mayordomo recogiendo la bandeja y dejando un pastel negro sobre la mesa.

-¿Usted no participa?

El aludido se giró bruscamente y dio con los oscuros ojos de la chica. Inmediatamente, recogió el pastel de la mesa y éste se torno del mismo morado brillante.

Se miraron un instante.

Sirius comprobó su aliento y el estado de su ropa antes de acercarse a la rubia camarera.

-Me parece que nos toca juntos –dijo sonriendo ampliamente.

Ella le evaluó y después le observó coqueta.

Él miró su bizcocho.

-Creo que iremos al ático –dijo.

Valerie evaluó el dulce.

-Es del "colog" de tus "ojogs" –añadió mirándole a los ojos.

Sirius le devolvió la mirada junto con la mejor de sus sonrisas.

Abigail buscó desesperada por toda la cocina. Finalmente, reconoció el amarillo en las manos de Gioio y una mueca deformó su rostro, seguida de un inaudible "Oh, no!" y una serie de arcadas.

Las parejas quedaron dispuestas y los invitados se dispusieron a registrar la casa: Valerie y Sirius el ático, Rogers y Bellatrix la planta superior, Severus y Margaret la planta baja y Arthur y Abigail el sótano.

Margaret se colocó en el centro del hall y valoró la situación.

-Veamos... Ya sabemos lo que hay en el cuarto de estar, ese tipo está encerrado en el salón y venimos de la cocina...

-Probemos con la sala de piano –propuso Snape.

Poco después se encontraban ante una gran sala alargada, con un piano de cola en un extremo y unas cortinas en el otro. Magaret palideció apenas cruzó el umbral.

-Aquí no hay nadie –dijo Severus.

Margaret movió un brazo, temblorosa.

-De...detrás de esas cortinas.

Snape giró la cabeza y vio como las impresionantes cortinas color salmón que abarcaban la pared entera, ondeaban ligeramente.

-Ahí no hay nadie –afirmó Snape.

-Pues yo no estoy tan segura.

Snape empezaba a perder la paciencia.

-Míralas si quieres –dijo con un suspiro-. Yo voy al comedor.

Margaret se quedó sola, avanzando hacia el bulto de las cortinas. Estaba segura de que allí había algo, pero la cortina ocupaba toda la extensión de la pared y casi rozaba el suelo, por lo que no podía ver nada.

Se la aceleró el pulso. Su corazón latía tan fuerte que amenazaba con salirse de su pecho. Se detuvo apenas a  unos centímetros de la cortina y cerró los ojos.

"No puedo hacerlo", pensó. Miró una vez más a las cortinas. Ahora, sólo tenía que extender una mano.

"Venga, Margaret –se animó-. Ahora o nunca".

De un rápido tirón corrió las cortinas.

El hueco dejó a la vista un ventanal de cristal con un pequeño corte en el centro, de manera que dejaba pasar el aire.

Margaret apoyó las dos manos en el cristal y respiró profundamente.

                        *                        *                        *

-Usted primero.

Una lluvia torrencial caía con fuerza sobre el tejado de la mansión con gran ruido. La escalera de subida al ático era oscura y muy larga, para acabar en un recodo que se perdía de su vista.

-No, "gragcias".

-Insisto.

-"Ugsted es el "hombgue" y me "progteguerá".

Sirius tragó saliva. La encantadora sonrisa de la chica no podía compararse con el pánico que sentía por esa casa.

-Vale –dijo con un hilo de voz.

En cambio, sus pies no se movieron del sitio.

-Vamos –le animó la camarera-. "Igué" "detgás" de "ugsted".

-Por eso estoy asustado.

Valerie le cogió cariñosamente de la mano.

-Entonces "iguemos" juntos.

Los dos empezaron a subir los escalones. Era bastante incómodo por el roce con las paredes y de sus propios cuerpos, y Sirius  rezó para no tener un lamentable accidente; pero consiguieron llegar al ático sin problemas. Una vez allí, a Sirius le provocó un escalofrío la enorme alfombra de piel de perro que forraba el suelo.

-Será mejor que mires por la izquierda. yo lo haré por la derecha.

El ático ocupaba la extensión de toda la planta baja y en verdad era necesario separarse.

                        *                        *                        *

Arthur profirió un agudo gritito cuando vio la oscuridad de la escalera del sótano. Abigail le apartó del medio y se colocó delante.

-Yo iré primero. Prefiero no arriesgarme a tropezar contigo.

Gioio agachó la cabeza y la siguió escaleras abajo, como un niño sigue a su niñera.

-Aquí hay dos salas: un trastero y la caldera.

Gioio estaba con menos cuello que un cangrejo y miraba con ojos atemorizados en todas direcciones.

Abigail resopló con paciencia.

-Está bien. Mira tú el trastero.

Se dirigía a la sala de calderas pero una corazonada la hizo volverse y descubrió a Arthur petrificado de terror donde ella lo había dejado.

-VAAAMOS.

Prácticamente tuvo que empujarle a rastras al trastero antes de introducirse ella misma en la caldera.

                        *                        *                        *

-¿No va a entrar?

Rogers y Bellatrix se encontraban ante un pasillo alargado repleto de puertas. Ambos se encontraban ante las dos primeras puertas, con la mano en el manillar pero fijos en el suelo. Fue Bellatrix quien habló primero.

-¿Y usted? –respondió Rogers.

-Después de verle a usted.

Los dos se miraban a los ojos, y sus mirabas estaban enganchadas, ninguno quería ser el primero en soltar. ¿Cómo atreverse? ¿Quién les aseguraba que al poner un pie dentro el otro no iba a apuñalarle por la espalda...literalmente?

-¿De qué tiene miedo? –dijo Bellatrix para evadirle -. ¿De algo peor que la muerte?

-No –Rogers tragó saliva-. Con la muerte me basta.

Finalmente entraron a la vez, pero conservando aun un pie en la entrada.

                        *                        *                        *

Mientras tanto, un hombre bajito continuaba en otra estancia con una larga conferencia telefónica.

No sabía que a poca distancia alguien estaba abriendo un inquietante armario...

-Aquí todo es muy raro. Hay un grupo de gente celebrando una especie de fiesta...

El ruido que hizo la chimenea al moverse quedó totalmente amortiguado por la alfombra. El hombre seguía con su conversación.

-...no me fío....

Finas pisadas en el suelo...

-...y no adivinarías a quién he visto en esta casa....

El hombre enmudeció de golpe al sentir un pinchazo en la nuca. Poco después se desmoronó.

Una mano colgó suavemente el teléfono.

                        *                        *                        *

Cuando Margeret entró en el comedor, todavía jadeaba por el incidente de las cortinas. Snape apartó la vista del armario que estaba inspeccionando, la miró intrigado.

-¿Y bien? –preguntó.

-¿Y bien, qué?

-¿Había...algo...detrás de las cortinas?

-No, era el aire.

Severus disimuló una sonrisa de satisfacción.

-¿Ya has acabado aquí? –dijo Margaret poniéndose las manos en la cadera.

-Sí. Nos queda el invernadero...

El invernadero era una sala acristalada que daba con el exterior, con unos pocos bancos y unas enredaderas como única vegetación.

Margaret resopló aliviada.

-Aquí  es imposible que se oculte nadie –dijo.

-Fíjate en esto.

Ella se volvió y descubrió a su compañero examinando el único muro que tenía la estancia, el que daba con el resto de la casa. Concretamente, Snape se fijaba en un conjunto de gachos que debían de servir para sujetar herramientas de jardín.

-Mira esto –señaló un clavo a su compañera, la cual se acercó para verlo mejor-. El resto están oxidados, pero éste conserva metálico por algunas zonas, como si mucha gente lo hubiera tocado...

Margaret puso un dedo sobre el objeto del misterio, y con un sonoro "CRACK" parte de la pared se hizo a un lado.

-¡Un pasadizo! –la chica daba saltitos de la emoción.

-Veamos a donde nos conduce... –dijo Snape mientras se introducía en él.

Momentos después, la pesada chimenea resbaló y dejó un hueco por el cual pudieron salir. Snape miraba maravillado el mecanismo no-mágico para mover la chimenea, cuando un fuerte grito de Margeret le hizo volverse.

-¡Qué demonios..!

Pero no pudo protestar más, ya que él mismo palideció al ver al visitante tendido en el suelo, con una jeringuilla vacía a su lado.

Todos los demás acudieron corriendo a la planta baja, mientras Margaret y Snape aporreaban la puerta cerrada.

Rogers buscaba frenéticamente en su traje la llave de la puerta.

-¡NO ESTÁ!

-¿Quiere abrirles la puerta? –gritó Abigail.

-¡NO PUEDO ABRIR UNA PUERTA SIN LA LLAVE!

-¡¡¡Un momento!!! –chilló Sirius-. La abriré por la fuerza –y dicho esto se preparó y cogió carrerilla.

A Valerie  se le iluminó la expresión y desapareció en dirección al cuarto de estar.

Sirius corrió hacia la puerta y se lanzó de cabeza contra ella, siendo rebotado de nuevo al suelo con el cuerpo magullado.

-¡¿NO SE TE OCURRE NADA MEJOR?! –gritó Snape desde el otro lado.

En ese momento apareció Valerie con un varita en la mano, con tan mala suerte que tropezó con el pobre Sirius y se disparó contra la lámpara, que bailó peligrosamente sobre sus cabezas.

Una vez recuperada, disparó dos tiros certeros en la cerradura de la puerta del salón.

-Salgan –dijo sonrientemente-. La "puegta" está "abiegta".

Nda: Interesante, eh? Ya entendéis por qué os hacía falta el mapa, no? Os doy un anticipo: ¿C"MO COGI" EL ASESINO LA JERINGUILLA SI EL ARMARIO ESTABA CERRADO CON LLAVE, Y ÉSTA FUE ARROJADA AL EXTERIOR? Y mejor aún... ¿C"MO COGI" VALERIE LA VARITA?

Espero que estas dudas os coman un poco el coco hasta que suba el capítulo 7.

¡¡¡R&R!!!, PLEASE!!!!!!