8.- Persecución en la oscuridad

Nda: Bueno, ya se que me he retrasado un poquito (vale si, soy una vaga asquerosa) pero prometo ponerme las pilas. De hecho, ya tengo planeados algún que otro fic mas, ademas acabaré este antes de navidad (espero), o a lo sumo, durante. En fin... xapi muuuuuy importante!!!! Voy a dejar unos días de "suspense", para que vayáis adivinando (jejejejejjeeee...risa maléfica). Pero no os preocupeis, voy a dejar en mi página web (la que aparece en "home page") unas pequeñas pistitas para que vayáis adivinando... Como siempre os he dicho, espero vuestros emails!!!!

-¡¡¡Ahh!!!

-¿¡Quién ha apagado la luz!?

-¡No os mováis!

-¡¿Qué?!

-¡¡Socorro!!

-¡La luz!

La casa se sumió en una profunda oscuridad. Alguien había cortado los plomos, dejando a los habitantes de la misma en una gran confusión. Cada uno de ellos se encontraba parcialmente aislado del resto. Todos menos uno, el/la cual se apresuró a volver a su posición en la búsqueda.

Sirius podía sentir el cálido brazo de Valerie sobre su abdomen. Ésta le abrazaba fuertemente, presa del pánico. Sirius agradeció la oscuridad del momento, que ocultaría sus mejillas como tomates. Lo único que deseaba era que la sirvienta no notase "lo otro", que también se había exaltado con el abrazo.

-"Siguius" –dijo la mujer con un quejido agudo- El asesino "egstá" aquí.

-No te preocupes...-Le murmuró al oído-. Estoy aquí contigo...

Los labios de Sirius rozaban su lóbulo de la oreja, haciéndola entreabrir los suyos en un suave gemido. Valerie intensificó su abrazo.

-Tu no "egues" el asesino... Contigo "estagué" a salvo... –le besó una mejilla y añadió-. Un minuto, voy a "bugscag" una vela...

Sirius tragó saliva, deshaciendo todas las maldiciones que momentos antes hiciera acerca de su situación.

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La puerta que separaba la cocina del comedor se cerró de golpe, dejando a Margaret y a Snape a un lado cada uno.

Margaret se estremeció ante la oscuridad del comedor, tan solo iluminado por las velas de la mesa. Sus llamas bailaban inquietantemente, dibujando infinidad de sombras en las paredes de madera.

Un escalofrío la recorrió de arriba abajo. No debía de asustarse, pensó.

Todo esto es como una enorme pesadilla.

Pero esta pesadilla tiene un culpable.

Pasó mentalmente por todos los acontecimientos de la noche, repasando cada detalle.

Intranquila por la oscuridad y la posible amenaza, empezó a moverse alrededor de la mesa donde antes habían cenado, deslizando su mano por las diferentes sillas: la señora Cambert, el señor Black, ella, Snape...

Pensó en su compañero, al otro lado de la puerta. ¿Qué estaría haciendo?

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Snape se encontraba en una situación no muy distinta a la de Margaret.

Salvo que él se encontraba completamente a oscuras. Las blancas paredes de la cocina reflectaban la poca luz que tenía.

Un ruido le hizo volverse. Algo se movía, pero aún no acertaba a adivinar qué.

Decenas de armarios. Grandes, pequeños medianos.... y para su desgracia, la mayoría mal cerrados. Como consecuencia, el silencio de la sala era interrumpido por numerosos crujidos de madera, además de por su propia respiración entrecortada.

Pero el ruido que había escuchado era muy diferente.

Se le aceleró el pulso. El asesino se encontraba en la cocina, junto a él, escondido en uno de esos armarios.

Su mirada se paró ante una gran tabla de madera, sobre la que estaba expuesta una colección de afilados cuchillos. Sin pensárselo dos veces, sacó uno de ellos. Estaba dispuesto a defenderse de él.

Una vez en su mano, un brillo metálico lo recorrió desde el mango a la punta. Qué instrumento tan simple, pensó. Efectivo... pero muy poco ortodoxo.

Pero era eso mejor que nada, y su propia vida corría peligro. No se había echado atrás en el pasado y no se iba a echar ahora.

Agarró con fuerza su arma mientras se dirigía a un armario grande, cuya puerta bailaba peligrosamente. Era casi seguro que estaba ocultando a alguien.

Respiró hondo. Era hora de hacerle frente.

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Arthur Gioio abrió mucho los ojos al ver el mundo que le rodeaba, la sala que tiempo atrás registraba estaba pobremente iluminada (pero iluminada a fin de cuentas). Ahora, la luz provenía de un pequeño ventanuco que comunicaba con el exterior. "Admirando" el resultado, Gioio llegó a la conclusión de que prefería no ver nada.

La bodega por esa zona estaba decorada con ambiente cazador, por lo que tenía infinidad de trofeos animales (muggles y mágicos) repartidos por las paredes y suelo de la estancia.

El efecto producido por la oscuridad total era un marco cuanto menos "poco apetecible" para el pobre hombre rosa. La oscuridad producida por el apagón le provocaba una sensación de desasosiego, que se veía aumentada por las sombras y siluetas de los animales troceados. Pero pos si acaso dejaba demasiado a su imaginación, los rayos provenientes del exterior le recordaban sus rasgos, como los afilados dientes de algunos de ellos o sus ojos rojos.

Gioio se detuvo ante una cabeza de un animal enorme, que se encontraba a medio metro sobre su cabeza, y de la cual salían extrañas e inquietantes ramificaciones (Nda. Es un alce, pero es que Gioio no los conoce).

De repente, sus ojos se abriros, sus pupilas se disminuyeron hasta llegar a ser tan solo un punto y una bola de saliva atravesó con dificultad su garganta.

La enorme cabeza se movía.

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Bellatrix Black se encontraba en uno de los dormitorios principales de la casa, habitado para almacén de utensilios. Fuera, la tormenta azotaba las cortinas, las cuales introducían en el interior aire húmedo. Los cristales habían sido vencidos por el temporal.

Pero a ella eso no la importaba. La sala estaba llena de muebles y utensilios de varias formas y tamaños, todos ellos cubiertos con sábanas.

(Disclaimer: Vale, vale... tambián debo derechos de copy-right a "los Otros", pero es que no ha podido resistirme...).

A la luz eléctrica, la práctica totalidad de estos utensilios se alcanzaban a ver a través de las telas que los cubren, pero no ahora...

Una ráfaga de viento la apartó el pelo de la cara, provocando también el movimiento de las sábanas, haciendo que estas se hinchases o balanceasen.

Ella no quería admitirlo, pero sentía miedo. No ese estúpido temor a pensar en algo fuera de su alcance. Una media sonrisa cruzó su rostro un instante. No había nada fuera de su alcance.

No, no era eso. Miedo de verdad. Un asesino estaba suelto por la casa, y ella no tenía su varita. No podía medirse con nadie en cuestión de maldiciones, pero dudaba de sus posibilidades en un cuerpo a cuerpo. Y más si él llevaba un arma.

Pensó en Rogers, en qué inoportunamente había cambiado de habitación. Aunque eso habría sido peor. Implicaría demostrar que estaba asustada, y eso no podía admitirlo.

Sacudió la cabeza. Después de todo, un hombre no puede esconderse tras esas sábanas.

¿O si?

Bella, en el centro de la sala, se vio en un segundo rodeada de fantasmas.

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Rogers se frotó los ojos. Esa situación tensa le estaba volviendo loco.

Miró a su alrededor. Juraría que estaba solo, pensó. Entonces se volvió a girar.

-Jeje... esto ya es demasiado.

Se vio enfrente, y a su derecha, y detrás, y detrás de el otro...

Eran alucinaciones. Por la tensión...

Se acercó a uno de sus espejismos, hasta chocar brutalmente su cráneo con él.

Yo diría que estaba más lejos, pensó.

En ese momento se acordó. Estaba en el dormitorio de invitados. La mala suerte (y la corriente de la habitación de al lado) había querido que la puerta se cerrase de golpe, provocando un deslumbrante efecto óptico en el que se veían decenas de Rogers... y de puertas de salida.

Era un cuarto forrado de espejos, y decorado con otros de pie. Lo peor era que los reflejos parecían mucho más distantes de lo que en realidad estaban los espejos. Por eso había chocado...

El problema es que se había desorientado hasta tal punto que no recordaba la dirección de la auténtica puerta. Y menos a oscuras...

Probó suerte con una de las numerosas puertas que le parecían a él más fiables.

Pero no era tan fiable.

Rogers se desplomó en el suelo del impulso y no se levantó, cansado de su segundo impacto con un espejo en la misma noche.

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Abigail se estremeció. Encontrarse en una bodega polvorienta sin ver nada no alcanzaba su imagen de la culminación de una fiesta.

Por si fuera poco, estaba completamente sola, ya que esa gallina teñida de rosa la había dejado tirada. Seguro que seguía petrificado en esa sala donde antes tuvo que arrastrarle.

De repente, algo la rozó un hombro, lentamente... luego el otro...

La piel de Abigail se puso a tiritar. Tenía textura viscosa, la envolvía su nuca, desnuda por su peinado, hasta provocarla espantosos escalofríos.

Ya rozaba su cara...

Abigail se armó de valor. Si no se defendía ella, menos lo iba a hacer el giliflautas que la acompañaba.

Agarró con fuerza su bolso, dispuesta a utilizarla como arma improvisada.

Se giró.

Su cara se hundió en esa sustancia viscosa, pero pareció no moverse. Con un enorme esfuerzo, abrió uno de sus ojos (fuertemente cerrados) y comprobó las proporciones de su "atacante". Una enorme telaraña la rodeaba la cabeza.

Soltó un bufido de indignación, pero mas tarde suspiró aliviada, en parte por la ausencia de "ese saco de cebollas multicolor" para contemplar su ridículo.

En parte, por haber superado el pánico.

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En toda la confusión, Valerie bajó precipitadamente las escaleras. Tras despegarse del alucinado Sirius, se había quitado los tacones para no hacer ruido con sus pasos.

Al llegar a la base, se volvió a calzar.

Tenía unas instrucciones muy precisas. Sabía lo que había que hacer. Encontrarse allí con esa persona era lo más importante para ella.

Esencial. Vital.

Abrió la puerta de la sala de billar. En el interior reinaba la más absoluta oscuridad.

Pero había alguien dentro.

Valerie se quedó de pie en la puerta, sin saber que hacer.

-Cierra la puerta –Siseó una voz.

Valerie obedeció.

-¿Crees que te han reconocido?

-"Sig" –respondió en un susurro-. Y no solo por mi "cagua"... Sino "pog" todo mi "cuegpo"...

Valerie se aproximaba a la silueta que la esperaba al fondo de la sala.

-Y no son "ellogs" los únicos...

A tan solo un palmo de la figura, la camarera pudo ver su rostro. De repente, Valerie ató los cabos sueltos.

-¡ "UGSTED"!

Entonces sintió algo que paseaba por su cuello, deslizándose a cada paso por un circulo más cerrado. Esa serpiente rodeó varias veces su cuello, mientras ella se debatía por respirar.

Agotada, se desplomó sobre la mesa de billar.

La estranguladora realizó un doble nudo final y se detuvo, volviendo a la apariencia de una soga.

Una sonrisa brilló en la oscuridad.

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-¿Oiga?

Los ventanales de la cristalera temblaban peligrosamente con cada trueno de la tormenta, con cada ráfaga de viento.

El policía temblaba y no precisamente de frío . La tormenta había cubierto el cupo de actividades extrañas y misteriosas en esa casa.

Por suerte, el teléfono seguía funcionando.

-Lo que te decía –murmuraba al auricular-. Aquí están pasando cosas muy raras... No, no sé qué es...

El tono del policía se agudizó.

-Estoy empezando a temer por mi vida... Ven a buscarme.¿ Sabes esa mansión que está en lo alto...?

La línea se cortó, y no por el cable. Alguien apoyaba algo de peso sobre la base del teléfono... Un tubo de plomo...

-¿Oiga? –dijo con un hilo de voz-¿Oig...?

Un nuevo trueno azotó la casa, amortiguando un golpe seco.

DING, DONG

Los invitados se quedaron paralizados en sus sitios. Siete pares de ojos miraban en todas direcciones. Bueno, seis...

La puerta se abrió suavemente.

Una chica joven y morena, vestida con uniforme muggle, dedicó a la persona que le abrió la puerta la mejor de sus sonrisas.

-Buenas noches...-dijo, sin parar de sonreír-. ¿Correo comercial?

¡¡BANG!!

La luz verde de la varita de tiro reflectó por toda la casa. La visitante cayó al suelo, ya sin respirar, con un diminuto agujerito entre las cejas... Con esa sonrisa impresa en su cara.

El asesino volvió a cerrar la puerta.

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El caos se instaló en la casa.

Gioio, a causa del alboroto, se había chocado con la pared y lo último que vio fue la cabeza de alce caer de su emplazamiento. Después, todo se volvió negro.

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Bellatrix, presa de la furia, empezó a levantar una a una todas y cada una de las sábanas que la rodeaban, cada ver con mayor energía.... pero sin éxito.

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Snape, en su empeño por descubrir lo que se ocultaba tras el armario, dio con el bulto, que no era otro que la tabla de planchar, la cual cayó con fuerza sobre su cráneo cuando lo abrió de golpe.

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Sirius, en su busca de Valerie, cayó contra la alfombra de pelo de perro, haciendo u nuevo "amigo".

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Abigail repitió la experiencia de la telaraña, salvo que esta vez se trataba de una cañería del gas, a la cual aporreó brutalmente con su bolso para asegurarse de su carácter inofensivo.

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Margaret, escondida bajo la mesa del comedor, se había puesto a chillar.

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Rogers, presionado por los chillidos, reemprendió la búsqueda de la puerta de salida, hasta que dio con un picaporte. Tras girarlo se encontró ante otra puerta.

-¿Otra puerta?

Pero al girar el picaporte sintió como un golpe de agua helada le cubría la cabeza, y se dio cuenta de que no era otra puerta, sino el manillar de la ducha.

Aún empapado y atormentado por los chillidos de Margaret desde el comedor, bajó corriendo las escaleras y se apresuró a volver a conectar la corriente, accionando una palanca que se encontraba bajo la escalera.

La casa volvió a su estado habitual, pero fue cuestión de varios minutos el volver a reunir a los invitados, que se situaban en el hall.

Se arrastraban como zombis, cansados de lo atemorizados que habían estado momentos antes.

Por ello (y también por la costumbre), no se alarmaron cuando descubrieron a Valerie asfixiada sobre la mesa de billar, o cuando vieron al policía sentado ante el escritorio de la biblioteca, con una enorme herida en la cabeza y su camisa llena de sangre.

Rogers murmuró muy despacio:

-Dos muertos más...

Sirius se acercó al cuerpo sin vida del policía, y recogió del suelo la tubería de plomo, ensangrentada.

-A este tampoco le dispararon –dijo-. Y yo he oído un tiro.

-Yo también.

-Y yo.

Abigail abrió mucho los ojos.

-Yo lo que he oído es la puerta de entrada –dijo.

-¡Oh, dios mío, el asesino habrá huído! –gritó Margaret.

Todos se abalanzaron sobre la puerta, la abrieron y comprobaron la causa del disparo.

-Tres muertos más –dijo Snape con una mueca.

Sirius sonrió.

-Seis en total.

Bellatrix buscó con la mirada.

-Un momento, ¿y nuestra querida pantera rosa?

En ese momento, la puerta del sótano se tambaleó. Abigail, seguida por los demás, se acercó para ver quien era.

La puerta se abrió de golpe, dejando salir de ella un monstruo.

¡¡¡HIIIIIIIIII!!! –gritó Abigail.

El monstruo avanzó dos pasos. Visto a la luz, se veían claramente sus no extremas proporciones, su cabeza de alce y su vestido rosa. Con sus manos y piernas se tambaleaba como un tentetieso, buscando el equilibrio.

Abigail, harta de los fantasmas y extraños que la habían estado atemorizando, descargó toda su ira a bolsazos contra el pobre y confuso Arthur Gioio, el cual se debatía infructuosamente por salir del trofeo de caza que cayó sobre él cuando sonó el disparo.

Los demás contemplaron el espectáculo, y luego ayudaron al pobre invitado (ahora cubierto del algodón de la cabeza disecada, además de sus propias plumas, dándole el aspecto de un angelote de Rubens). Luego se dirigieron todos lentamente a la sala de estar, donde Rogers, quien parecía haber recuperado el ánimo, se volvió hacia sus acompañantes.

-Caballeros, ya sé quién lo hizo, cómo y por qué –dijo.

Su "público" puso cara de póquer. Segundos después, se abalanzaron con preguntas sobre el sonriente mayordomo. Rogers los calmó.

-Les explicaré todo, pero necesito que me sigan a la biblioteca...

Ya ta!!! No, lo siento, no pongo más...jejeje... Bueno, lo dicho... Subiré el 9 pronto!!!.

9) Deshaciendo la trama. Rogers demostrará la solución de todos los crímenes, explicando cada paso con detalle... y habrá muchas sorpresas...