NdA: Este capítulo comienza a la mitad del anterior, aproximadamente. Es un final alternativo, tan posible como el anterior. Empieza cuando Rogers apaga la corriente eléctrica, tal y como lo hizo antes el asesino, y todos gritan. Intentaré poner en el capítulo anterior una línea de puntos o algo.

Contestaciones a los reviews:

Joanne Distte: Te parece poko? Subo dos capítulos de golpe, ala. Y de paso lo termino. Para que luego no digas que soy una chica buena.

Talhos: Bueno, este final es más simple, aunque un poco corto, y me alegro de que te guste. Por cierto, para cuando el próximo de what if? ‚

Mairim: Jeje. Como siempre, eres mi más fiel lectora. Te agradezco mucho que me sigas las historias. : )

Por cierto, se me olvida decir que estos dos últimos capítulos los subo de golpe, que son mucho más cortitos (solo es la solución). También tengo ya listo el 2 de Pinceladas de sangre, pero son las 2 de la mañana y creo que me voy a quedar frita frente al teclado. Mañana lo subiré.

Nada más, espero que os guste.

10 –¿Y de este otro modo?

En la oscuridad, el asesino se dirigió al despacho –dijo Rogers tras dar de nuevo la luz, saliendo precipitadamente del cuadro de luces-, cogió la cuerda y la tubería de plomo del armario de las armas, llegó a la sala de billar...

Al llegar allí, rodeó con sus manos el cuello de Bellatrix, pero sin apretar apenas.

... y estranguló a Valerie.

La "estrangulada" casi cae al suelo del impulso.

Fue a la biblioteca y golpeó al policía con el tubo hasta matarlo.

La víctima esta vez fue Severus, quien acabó en el suelo del impulso imaginario del efusivo narrador.

Salió de la biblioteca y llamaron a la puerta. Era la chica de la propaganda...

Margaret reflexionaba pensativa apoyada en una de las paredes del recibidor, escuchando las palabras de Rogers sin perderse detalle.

...cogió la varita de donde Valerie la había tirado, abrió la puerta, la reconoció por la foto y la disparó.

Rogers cogió a Abigail del brazo, en un ademán para que le siguiera.

Luego volvió corriendo a la bodega.

La señora Campbert se zafó del brazo del mayordomo, estupefacta.

¿La bodega? Si allí sólo estábamos el señor Gioio y yo...

Exacto.

P..pero el señor Gioio tendría que haber pasado por delante de mí para subir. Él no pudo haber sido...

No –concluyó Rogers triunfante, deteniéndose-. Pero usted sí.

Margaret, desde su esquina del hall, abrió mucho los ojos. Todos los demás centraron toda su atención en la reciente declaración de Rogers, quien por fin señalaba un asesino. O más bien, asesina.

Usted los mató a todos –sentenció-. No estaba cuando mataron a la cocinera y al señor Byrnnison.

La aludida suspiró, quitándose muy lentamente las gafas. Rogers continuó con la acusación.

La cocinera había trabajado para usted. ¿No recuerda su fatídico error?

La asesina alzó las cejas, incrédula.

Durante la comida nos dijo que estábamos comiendo una de sus recetas favoritas, y aunque los sesos de mono son populares en la cocina cantonesa, no son un plato que se suela preparar en Inglaterra.

Sirius se agarró con fuerza al marco de la puerta del salón. Su rostro se había puesto gradualmente verde, mientras luchaba por contener las arcadas.

¿Así... que eso fue lo que comimos? –consiguió articular.

Abigail abrió la boca, por primera vez desde la acusación.

¿Y por qué he matado a los demás? –dijo tranquilamente.

Porque el señor Byrnnison les había contado lo de usted. Todos los cómplices de esta noche tenían conocimiento de que vendía secretos del colegio, y usted no podía permitirse hacer daño a su hermana.

(NdA: por si no lo recordáis, Abigail era hermana de la señora Pomfrey; además fue profesora en Hogwarts y vendía secretos del colegio por ello. Todo lo pone en el capítulo 3).

Así que esto no tiene nada que ver con el marido de Bellatrix o el trabajo de Snape en el Lado Oscuro –comentó Sirius frunciendo el ceño.

No –sentenció Rogers-. El espionaje es una pista falsa. La señora Campbert acabó con todos ella solita.

Abigail rompió a carcajadas, cada vez en un tono más agudo.

Gracias por el cumplido, pero no hay pruebas.

Rogers hinchó el pecho.

La varita ha desaparecido. Señores, vacíen sus bolsillos. Señoras, abran sus bolsos. ¡Quien tenga la varita, es el asesino!

Como era de esperar, nada más acabar la frase la varita explosiva, en manos de Abigail Campbert, apuntaba al resto de los invitados, que se aglutinaron en un extremo del hall.

Muy bien –dijo con voz melosa, dirigiéndose al apurado mayordomo-. ¿Qué pretende hacer ahora?

Yo... nada.

El valor que parecía tener antes durante la explicación se esfumó en cuanto tuvo a escasos milímetros la varita amenazándole.

Solo... iba a sugerir –consiguió articular- que, aunque no apruebo el asesinato, ha prestado usted un gran servicio a la comunidad, librándonos a todos de este terrible chantajista y de sus secuaces.

Sin dejar de empuñar el arma, la asesina enarcó la ceja, extrañada ante el monólogo.

Ahora, podríamos apilar los muertos en la bodega –continuó-, cerrarla con llave, salir de uno en uno ... y fingir que todo esto no ha ocurrido.

Gran idea –dijo Abigail, sonriendo-. Yo me iré primero, si no les importa.

Ha prestado un gran servicio al mundo –comentó Rogers eufórico mientras ella se alejaba-. Y le estamos muy agradecidos.

Cuando la puerta se cerró tras ella, todos los demás suspiraron agotados.

¿Se va a escapar? –preguntó Sirius enfadado.

Pero Rogers no parecía asustado, ni sorprendido, ni agotado... Sólo sonreía.

O00oo00o0o0o0oo

En el exterior, Abigail Campbert se dirigía recelosa hacia el camino embarrado por el que había venido. Había sido relativamente fácil acabar con todos ellos. Qué estúpidos. El único que de verdad la intrigaba era ese curioso mayordomo...

De pronto, un hombre canoso, el mismo que llamó a su puerta hace unos minutos, surgió de entre la maleza.

Buenas noches, señora Campbert.

Abigail frunció el ceño extrañada, deteniéndose en seco.

¿Cómo sabe mi nombre? –preguntó.

Pero de pronto, el individuo sacó su varita de su chaqueta y la inmovilizó. Por mucho que gritó e insultó a su captor, no pudo impedir que él y más aurores encubiertos se la llevasen al Ministerio.

EN EL SIGUIENTE Y ÚLTIMO CAPÍTULO: ASÍ ES COMO EN VERDAD SUCEDIÓ.