3. Espionaje?
–¡No sé qué te pasa, pero desde que nos mudamos aquí no me haces ni caso!
–¡Eso no es cierto!
–¡Sí lo es!. ¡Te pasas el día dando vueltas por la casa y horas enteras mirando por la ventana!
Las voces llegaban lentamente a su cerebro. Como un sueño. "Esto ya ha pasado antes", pensó sin abrir los ojos. Sí, sí había pasado antes; más concretamente, una semana atrás. Cuando Malfoy y Parkinson se habían mudado al lado. Y ahora podía oírlos nuevamente. Estaban discutiendo, aunque la castaña, dormida, no lograba entender por qué.
–¿Y por las noches qué?. ¡No me dejas dormir!
–¡Tengo mis necesidades, Drak!. ¡Como toda MUJER!
Parkinson gritó esto último tan alto que terminó nuevamente por despertar a Hermione; ésta ya estaba cansada de no poder hacerlo de una forma convencional. Sentándose en la cama, escuchó cómo seguía la discusión de sus vecinos.
–¡Lo tuyo no son necesidades normales... Eres una ninfómana, Parkinson!
A pesar de seguir adormilada, la castaña no pudo contener una carcajada ante lo ridícula que sonaba aquella disputa. Luego se levantó, se lavó la cara y se acomodó un poco el pelo, y fue hacia la puerta con la esperanza de escuchar cómo terminaba aquello.
–¡Cuando te comportes como una persona normal, volveré! –gritaba Parkinson con su histeria habitual.
–¿Y qué es una persona normal para ti?. ¿Alguien insoportable como tú?
–¿Insoportable?. ¿INSOPORTABLE?. Cómo... cómo eres capaz?
–Decir verdades es mi debilidad, cariño –respondió Malfoy con sorna.
Luego nadie volvió a hablar; movida por la curiosidad, Hermione entreabrió la puerta y observó cautelosamente alrededor. En aquel momento Pansy bajaba las escaleras bañada en lágrimas, mientras el rubio la miraba con odio desde la puerta de su casa. Después de un segundo desapareció tras ella, dando un portazo. Cuando la castaña se disponía a ir a vestirse, algo llamó nuevamente su atención. Alguien subía las escaleras... ¿sería Parkinson, que volvía? No. Era... la castaña apenas logró ahogar un grito de sorpresa. "¿Blaise Zabini?", pensó, aún con la boca abierta.
La chica lo había conocido gracias a la relación de Draco y Ginny, ya que Zabini era el mejor amigo del rubio. Recordaba perfectamente que nunca se había explicado cómo aquel chico pertenecía a la casa de las Serpientes, ya que era simpático, risueño y muy amable: en resumen, todo un caballero. Recordaba también que habían llegado a llevarse muy bien; sin embargo, el último día que vio a Draco fue también el último que vio a su amigo. Y ahora estaba allí... más crecido, obviamente. A su pesar, tuvo que admitir que los años lo habían favorecido bastante... Su pelo negro crecía seductoramente alborotado (lo que trajo recuerdos menos agradables a su mente) y sus ojos azules habían ganado intensidad. Su cuerpo siempre había sido atlético, y caminaba con una gracia y elegancia típicas, eso sí, de los Slytherin.
Afortunadamente, Blaise no notó que la puerta de Hermione se encontraba ligeramente abierta; tocó el timbre de la de al lado y esperó. Minutos después, se oía la enfadada voz de Malfoy:
–¿Y ahora qué...? Oh... ¡Blaise, eres tú! Lo siento, pensé que eras...
–¿Pansy? –inquirió el moreno, a lo que el otro contestó con un gesto afirmativo de la cabeza.– ¿Qué ha pasado? Me la acabo de cruzar en las escaleras, y no parecía muy contenta...
–Pasa. Te lo contaré.
Los dos entraron al departamento, y la castaña notó que si bien Blaise intentó distraídamente cerrar la puerta, no lo hizo correctamente; después de un momento, ésta volvió a abrirse con un suave chirrido. Intrigada y olvidándose por completo del tema de la ropa, esperó para corroborar que no se hubieran dado cuenta; pasados varios minutos, y consciente de que no estaba a punto de hacer algo precisamente responsable, respiró hondo, salió de su departamento y entró al de Malfoy. Caminando sigilosamente, intentó identificar en qué lugar se encontraban las voces; parecían provenir de su izquierda, donde se intuía un salón al final de pasillo.
Rogando que no la descubrieran, se desplazó sin hacer ruido hasta la puerta del salón, y colocándose a un costado de ésta, escuchó.
–¿Así que... no sabías que ella vivía aquí? –preguntaba Zabini con interés.
–No tenía ni idea. De lo contrario no hubiera venido. No sabes lo mal que lo pasé... cuando la vi, los recuerdos comenzaron a agolparse en mi cabeza. Todos y cada uno de los días que pasé con Ginny pasaron delante de mí... fue... fue...
–Ya pasó, Draco. No te atormentes.
–No, no pasó –cortó el rubio dando un puñetazo a la mesa–. Vive al lado, Zabini. Al lado. Voy a verla en todas partes, lo más probable es que todos los días... así jamás podré olvidar. Aunque no la vea directamente a Ginny, será lo mismo.
–Tendrás que acostumbrarte. No puedes pensar en Ginny... no debes. Lo sabes.
–Yo...
Hermione escuchaba con toda su atención. Tan concentrada estaba en no perderse palabra, que no vio como un enorme gato negro de ojos amarillos se acercaba sigilosamente y se colocaba pegada a ella. Sólo se dio cuenta de su presencia cuando el animal emitió un sonoro maullido, haciendo que la castaña pegara un respingo. Y que Draco se interrumpiera abruptamente. Sin darle tiempo a moverse, su rubia cabellera asomó por la puerta, descubriéndola de lleno.
La chica no sabía qué era lo peor de todo... la habían descubierto espiando; aún más, la habían descubierto espiando en casa de Malfoy. Peor, había sido descubierta en casa de Malfoy por el mismísimo Malfoy. Echándose una rápida mirada, se dio cuenta de algo más: había sido descubierta en casa de Malfoy, vestida apenas con un corto camisón de seda roja muy por arriba de las rodillas, por el mismísimo Malfoy. Y su amigo.
–¿GRANGER... QUÉ... QUÉ DEMONIOS ESTÁS HACIENDO AQUÍ?
–¿Granger?. ¿Está aquí? –se oyó la voz de Blaise, que asomó su cabeza por encima de la de Malfoy. Al ver a Hermione, quedó con la boca ligeramente abierta. Sin poder evitarlo, recorrió con la mirada el cuerpo increíblemente bien formado de la castaña; jamás la había visto tan seductora.
Aquel hecho no pasó inadvertido para ella, que deseó que en ese momento se abriera una ventana y el viento se la llevara volando. Estaba en un apuro, y uno muy grande.
–¿Y bien?. ¿Vas a explicarme qué se supone que haces en mi casa... así? –añadió Draco cruzándose de brazos y admirando también la figura de Hermione, quien se maldijo mil veces a sí misma por no haberse puesto siquiera una bata.
–Yo... verás, yo me he despertado esta mañana... –comenzó, intentando encontrar desesperadamente una excusa para su comportamiento–... por culpa de los gritos de tu... mujer, y tuyos –finalizó, cruzándose también de brazos y procurando parecer segura de sí misma.
–¿Y qué? –exclamó el rubio con dureza– Eso no me sirve para entender qué hacías escuchando mi conversación con Blaise, en mi propia casa.
–¡Yo no estaba escuchando nada! Lo que pasó fue que venía a pedirte que la próxima vez intentaran no ponerse a gritar como histéricos en el medio del pasillo y... bueno, vi que la puerta estaba abierta... y entré para decírtelo.
–¿Me estás diciendo... –replicó Draco alzando una ceja–... que entraste a mi casa sin llamar y sin siquiera haberte vestido antes, para decirme que no me pelee con mi esposa en el pasillo? Vamos, Granger, estoy seguro de que puedes lograr más que eso.
–Me creas o no, esa es la verdad –se defendió la castaña, consciente de que mentir no era su fuerte y menos si una intensa mirada azul la observaba fijamente.
–¿Tú que opinas, Zabini? Personalmente, Granger, no creo que el hecho de ser mi vecina te de derecho a tomarte semejantes... libertades.
Sin apartar aquellas esferas azuladas de ella, el moreno contestó con una sonrisa:
–No sé, pero... si una señorita como ésta apareciera en mi departamento en estas condiciones, preocuparme sería lo último que haría...
Hermione no supo cómo reaccionar, mientras observaba a Draco reír la broma del moreno. El Blaise que ella conocía no hubiera hecho una broma de ese estilo, tan descarada y burlona. Al parecer, el físico no era lo único que había cambiado en él durante tiempo en que no se habían visto. La castaña decidió que lo mejor era marcharse de ahí cuanto antes, así que hizo ademán de irse al tiempo que decía:
–Bien, eso era lo que quería decirte. Si no te importa...
Sin embargo, el rubio sujetó fuertemente su brazo. La chica se volteó, topándose de lleno con su impenetrable mirada gris.
–Escucha, Granger... por esta vez pasa, pero no me tomes por tonto. Ni se te ocurra volver a espiarme, y menos de esta manera. No quiero volver a verte en mi casa ¿entendido?
–Suéltame... ¡Me haces daño!
–¿Sí o no, Granger?
–¡Te he dicho que me sueltes!
–Tomaré eso como un sí. Y ahora, largo –dijo Malfoy, soltándola y observando cómo se alejaba por el pasillo.
Una vez que se oyó el ruido de la puerta de entrada, Blaise, que parecía preocupado, preguntó:
–¿No crees que has sido demasiado duro con ella?
–Maldita sea, Zabini! Si ha escuchado algo... si le dice a Ginny que la extraño... será el fin.
–¿Por qué? No creo que eso...
–Sabes muy bien que Ginevra no se quedará quieta. Sillega a pensarque no he dejado de quererla no parará hasta saber por qué acabé con todo... Si viene a esta casa estoy perdido. A duras penas conseguí rechazarla una vez, hace seis años... No podría hacerlo otra vez. No podría decirle simplemente "vete". Al menos tendría que contárselo...
–Eso es imposible. Si se lo cuentas sí que se habrá acabado... Por Merlín, Draco, sería una catástrofe.
–Lo sé, Zabini, lo sé. Por eso tengo que evitar estar cerca de ella a toda costa. Creo que dentro de poco tendré que mudarme de nuevo. Estar aquí es muy tentador... y muy peligroso.
–Te entiendo. Escucha, tengo que irme... Ya sabes que si necesitas ayuda...
–Sí. Te lo agradezco.
El rubio decidió darse una ducha para intentar calmarse. Comenzó a desabrocharse los botones de la camisa frente al espejo del baño; su mirada se posó resentida sobre su pecho desnudo, donde en la parte izquierda, justo sobre el corazón, podía observarse una especie de tatuaje que representaba un corazón roto en el cual entre medio de las dos mitades había una calavera de ojos rojos y aspecto desagradable. Pequeñas lágrimas de rabia invadieron las esferas plateadas del rubio mientras desviaba la mirada hacia ninguna parte.
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–¿Diga?
–Ginny... soy Hermione.
–Hola, Herm. ¿Qué pasa?
–He... escuchado una conversación entre Draco y Blaise Zabini. Te interesará saber lo que decían. Puedes venir a casa?
–Er... Sí, sí puedo... has dicho Blaise Zabini?
–Sí. Él... vino a casa de Malfoy, y sin querer dejaron la puerta abierta y yo... entré.
–¿QUE TÚ QUÉ?
–Como lo oyes... Pero te lo contaré cuando vengas, de acuerdo?
–De aucerdo. Voy para allá. Por cierto, Herm... -dijo de repente la pelirroja, deteniendo a la castaña que estaba a punto de colgar.
–¿Sí?
–Gracias.
En el preciso instante en el que Hermione depositó el tubo en el aparato, sonó el timbre. La chica, sorprendida, fue rápidamente hasta la entrada. Quién podría ser? Intrigada, abrió la puerta y se topó de frente con dos brillantes esmeraldas verdes. Era Harry.
El moreno observó entre incrédulo y embobado cómo el corto camisón de Hermione oscilaba jugetonamente, dejando al descubierto sus largas piernas. Lo primero que pensó la chica mientras se cruzaba de brazos esperando una explicación fue "No volveré a ponerme este maldito camisón!"
–Puedo... puedo pasar?
–¿Qué quieres?
–Hablar -contestó el chico, acercándose casi involuntariamente a la castaña, que no atinó a retroceder.
–¿De qué? -intentó mostrarse firme. Lo odiaba, pero... ese perfume...
–De nosotros, 'Mione... necesitamos hablar nuevamente, yo sé que podemos... -dijo acercando su rostro de manera que sus narices se rozaran.
–No, no podemos -negó la chica, y se apartó bruscamente de Harry, como saliendo de un trance.
–Por favor -suplicó éste volviendo a acercarse y tomándola por la cintura.
–Suéltame.
–No... no hasta que me dejes pasar.
–No lo haré, así que ya puedes ir soltán... -sus palabras se vieron ahogadas por un desesperado beso de Harry. La chica comenzó a golpearlo en los hombros, intentando liberarse, pero el moreno era más fuerte. No era capaz de soltarse.
En ese momento se oyó el ruido de una puerta. La "pareja" se separó, para descubrir a Malfoy mirándolos con los ojos muy abiertos y una ligera sonrisa de desprecio.
–Vaya, Granger. Potter...cuánto tiempo!Y luego resulta que el show porno lo hacemos yo y Pansy, verdad?
–¡Cállate, imbécil! -rugió la castaña, liberándose por fin de Harry- ¡Y tú... -siguió, dirigiéndose al moreno y golpeándole el pecho con el dedo índice- más vale que me dejes en paz!. ¡NO QUIERO VOLVER A VERTE POR AQUÍ!. ¡ADIÓS! Y que te vaya bien con... "Lunática"! -dijo furiosa, metiéndose en su departamento y cerrando de un portazo.
–Oh, Potter... me parece a mi o tu noviecita te acaba de mandar a la...? -preguntó el rubio con una carcajada.
–¡No metas tus narices en esto, Malfoy, si no quieres que comience a saldar viejas cuentas! -replicó el moreno.
–Por cierto... cuando dijo lo de "lunática" no se referiría a esa chiflada de Luna Lovegood, verdad? Porque... no me vas a decir que prefieras a esa estúpida antes que a Gran...
–¡Maldita sea, imbécil, atrevete a decir una palabra más y te juro por Merlín que te asesino!
–"Una palabra más". Ya está.
Una suave carcajada entre nerviosa y divertida los sacó de su discusión. Cuando voltearon la cabeza, ambos chicos se quedaron con la boca abierta. Harry no daba crédito a sus ojos, y Draco... Draco sintió cómo su corazón comenzaba a latir a cien mil por hora; parecía que iba a salírsele del pecho... Frente a ellos, una adulta, hermosa y radiante Ginny Weasley los observaba también con la boca ligeramente abierta en una media sonrisa y el corazón desbocado. Tanto tiempo, tantos recuerdos...
