1.Salvado!
La mañana del 17 de agosto transcurría tranquilamente en el Callejón Diagon. Cuatro jóvenes caminaban y charlaban animadamente, cada uno con un gran helado en la mano.
-¿Qué piensas hacer con todos esos artículos de broma, Harry? –preguntó un chico alto y pelirrojo.
-Bueno...es nuestro último año en Hogwarts, no? Creo que voy a aprovechar para cobrarme unas cuantas jugarretas a ciertos Slytherins -contestó el moreno con una gran sonrisa, guardando una bolsa llena de objetos extraños en su bolsillo.
-¡Harry! ¡No olvides que eres Premio Anual! Se supone que debemos dar el ejemplo de buen comportamiento...-le reprochó Hermione Granger, su mejor amiga.
-No es por nada, Hermione, pero...¿a tí te parece que Harry es un ejemplo de buen comportamiento? –inquirió Ginny Weasley, la hermana menor de Ron, provocando que los demás rieran de buena gana.
Aquel año, las cartas con la lista de libros habían llegado mucho antes de lo habitual; con ellas, Harry y Hermione habían recibido la noticia de que los habían seleccionado como Premios Anuales. A nadie le extrañó que fueran elegidos; después de todo, la castaña era la mejor estudiante del Colegio, y en cuanto a Harry...él había vencido a Voldemort. El duelo tuvo lugar a mediados de sexto curso; lo cierto es que el Gryffindor estuvo más cerca de morir de lo que lo había estado nunca. Pero lo había logrado. Había vencido. Y Voldemort era ahora un mal recuerdo que todos preferían olvidar. En cuanto a los mortífagos, casi todos estaban muertos. Unos pocos se encontraban prisioneros en Azkaban, y apenas unos diez habían logrado zafarse del Ministerio y sus Aurores.
Luego de la desaparición definitiva de Lord Voldemort, las clases habían ido recuperando la "normalidad", si bien lo cierto es que los festejos no acabaron hasta el mismo día de fin de curso. Harry era aún más famoso de lo habitual, si eso era posible; aunque la gente se acostumbraba poco a poco a verlo pasar sin emocionarse hasta las lágrimas. Y ahora, finalmente, tanto el famoso niño que vivió como sus mejores amigos estaban a punto de realizar su último año en el Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería; el que probablemente se convirtiera en el único año normal de estudio de los tres, pues en todos los anteriores se había producido un encuentro con el Señor Tenebroso.
-¿A dónde vamos ahora? –preguntó Ginny.
-¡Al emporio de las escobas! –exclamó su hermano.
-¿Otra vez? –le espetó Hermione-. ¡Ron, ya hemos ido allí tres veces esta semana!
-¡Tú no lo entiendes, Hermione! ¡La Saeta 9000 es la escoba más veloz del mundo! –le contestó el pelirrojo.
Harry, cansado de las discusiones de sus amigos, decidió zanjar la cuestión:
-Hagamos una cosa –propuso-. Ron y yo vamos al Emporio de las Escobas; Gin y tú vayan a dar una vuelta, y nos pasan a recoger en media hora.
-De acuerdo –asintieron las chicas.
Al llegar al negocio de las escobas, tanto Harry como Ron observaron atontados la nueva Saeta 9000. No se cansaban de mirarla; era realmente perfecta. Sin embargo, la atención de Harry se desvió hacia la parte exterior del escaparate; una escoba sucia y vieja, parecida a la que usaban los muggles, había aparecido apoyada sobre éste. El moreno estaba seguro de que aquella escoba no estaba allí cuando él y su amigo habían llegado. Intrigado, extendió su mano hacia ella, y entonces escuchó una voz a lo lejos:
-¡NO! ¡HARRY, SUELTA ESO INMEDIATAMENTE! ¡SUÉLTALO! ¡HARRY, NO...!
Pero ya era demasiado tarde. Se encontraba firmemente aferrado al mango de madera, y pronto pudo sentir una sacudida en su estómago; era un traslador. Una trampa. Lo último que pudo ver antes de sumergirse en las tinieblas fue la expresión asustada de Ron, y más allá distinguió la silueta de...Lupin? Moody? Sí, estaba seguro de que eran ellos dos; venían corriendo hacia él...
Harry cayó sentado sobre un frío suelo de piedra. Se encontraba en un lugar que le recordaba ligeramente a las mazmorras de Hogwarts; era una sala rectangular, donde tanto el techo como las paredes eran de piedra, y que se encontraba iluminada por unas cuantas antorchas. Y no estaba solo. Cuando abrió los ojos contó cuatro figuras vestidas totalmente de negro, encapuchadas, que lo esperaban con las varitas en la mano.
-Vaya, vaya, vaya. Parece que tenemos visita, eh, Lucius? –dijo uno de ellos. Harry se estremeció al oír aquel nombre.
-Así es, McNair –contestó la fría voz de Lucius Malfoy, que se quitó la capucha y miró al moreno directamente a los ojos.- Bien, Potter. Parece que el destino se empeña en producir estos...agradables encuentros, ¿verdad? –suspiró-. Mira, estúpido cara rajada, no voy a mentirte: estoy deseoso de matarte de una vez. Lo has arruinado todo, ¿entiendes? No sólo por tu culpa he estado en Azkaban, si no que una vez que logro escapar...¡Acabas con el Señor Tenebroso! ¿Pero quién te crees que eres? Accio varita! –gritó repentinamente al ver los intentos de Harry por empuñar su varita sin ser visto. Ésta salió volando directa a las manos del mortífago.- ¡Esta vez no vas a poder salvarte, Potter! –Harry observó atentamente el lugar. Sólo había una vía de escape: una puerta de madera que se encontraba justo detrás de la línea de los mortífagos. Estaba perdido.
-Avada...! –comenzó a gritar Malfoy. Sin embargo a Harry le pareció oír otra voz...
-...kedavra! –completó alguien detrás de los encapuchados, quienes voltearon sus cabezas casi al mismo tiempo. El cuerpo de Lucius Malfoy cayó inerte sobre el suelo de piedra fría.
Harry contempló la escena atónito: al menos unas diez personas habían entrado por la puerta de madera, y se batían con los mortífagos. En el centro de la estancia se encontraba el cuerpo de Malfoy, que aún tenía la varita de Harry. Éste se acercó corriendo hacia ella y la aferró mientras observaba la lucha: además de los del principio habían aparecido otros cuatro mortífagos, que estaban siendo dificultosamente reducidos por los Aurores, ya que algunos de ellos estaban heridos. De repente, unos gritos lo sacaron de su ensimismamiento:
-¡Potter! ¡Eh, Potter! ¡VEN AQUÍ!
Harry comprobó que alguien lo llamaba desde el umbral de la puerta: era Draco Malfoy. El moreno no sabía qué hacer: ¿debía ir con el hijo de la persona que había estado a punto de matarlo? No tuvo mucho tiempo para dudarlo, pues de entre el grupo de sus rescatadores apareció Lupin, que se encontraba con un brazo sangrando:
-¡Sal de aquí, Harry! ¡Ve con Draco!
Harry corrió hacia la puerta; el rubio lo esperaba impaciente. El Gryffindor volteó por última vez la cabeza y observó con desesperación que habían aparecido dos encapuchados más. Tenía mil preguntas en su cabeza, sin embargo Malfoy no le dio ningún tipo de información:
-Sígueme –le ordenó firmemente.
-¿A dónde vamos? –quiso saber el moreno.
-¡Tú cállate y sígueme!
-Pero....
-¡He dicho que te calles! ¡Te explicaré todo luego! ¡Ahora haz el favor de seguirme si quieres salvar tu pellejo, Potter!
Harry obedeció. El rubio lo guió por un largo corredor de piedra; al final de éste, había una gran escalera. Los dos las subieron corriendo; arriba había una puerta de roble. Draco la abrió susurrando una palabra que Harry supuso que se trataba de una contraseña, pero que no llegó a entender. Segundos después, se encontraba observando boquiabierto las estancias de la lujosa Mansión Malfoy.
-Bien, Potter –dijo el rubio luego de un momento.- Si quieres saber algo, será mejor que me dejes hablar y te ahorres las preguntas estúpidas. ¿Entendido?
Harry estuvo tentado de contestar con alguna ironía, pero su necesidad de información era más fuerte que el odio que sentía hacia el arrogante Slytherin, así que se limitó a asentir con un gesto de la cabeza.
-Excelente. Como ya te habrás dado cuenta, Potter, esta es mi casa. Del sitio de donde venimos es el sótano, uno de los lugares donde frecuentemente se realizaban las reuniones de Voldemort con sus mortífagos. Bien, deberías saber que yo he informado a los Aurores de la emboscada que te habían tendido.
-¿Cómo lo sabías? –interrumpió Harry.
-Menos mal que te advertí que no quería preguntas estúpidas, Potter. Para tu información, tengo ojos y orejas, ¿sabes para qué sirven? Bien. Desde que mi padre fue llevado a Azkaban he trabajado como informante para Snape, es decir, para Dumbledore. Acompañé a mi madre cada vez que visitaba a mi padre, y así me enteré de la fecha en que pensaban escapar, pero todo falló por que a último momento la adelantaron y el escape fue un éxito. Una vez que Lucius volvió a casa no me costó mucho espiarlo y enterarme de todos sus planes. Luego tú te enfrentaste a Voldemort, y al derrotarlo mi padre quiso que los mortífagos lo vengaran: han estado planeando atacarte desde que Voldemort desapareció, pero los Aurores siempre los encontraban primero. Y así fue como consiguieron atrapar a casi todos los mortífagos, menos a los que hoy están en el sótano. Yo no me enteré de lo de la emboscada hasta el último momento, porque mi padre sospechaba que alguien lo espiaba y se había vuelto más receloso; sin embargo, hoy tuvo una disputa con mi madre y le contó todo el plan a gritos. Entonces envié una lechuza urgente a Snape. Por eso los aurores tardaron tanto en llegar, y más hasta que los guié hasta el sótano...Al principio el licántropo y Moody intentaron detenerte en el Callejón Diagon, y como no lo consiguieron se aparecieron aquí...
Harry se encontraba boquiabierto, sin saber que decir. ¿Malfoy los había estado ayudando todo este tiempo? ¿Malfoy le había salvado la vida?
-¿Quieres hacer el favor de cerrar la boca, Potter? Pareces un pescado.
-Y-Yo....Yo....
En ese instante sonaron unos golpes en la puerta del sótano. Draco se acercó lentamente y gritó "¿Contraseña?"; "Agaegamen svariuolas!" contestó la familiar voz de Lupin. Entonces el Slytherin susurró algo a la puerta, como había hecho antes, y ésta se abrió para dejar paso a los aurores que momentos antes se habían aparecido en el sótano. Harry se preguntó por qué no se habían aparecido también en el salón, pero al ver que todos estaban heridos comprendió que probablemente ya no tenían fuerzas como aparecerse y desaparecerse fácilmente. Entre ellos estaban Lupin, Moody, Tonks y Snape (N/A: parece que no todos eran aurores, jeje). Todos ellos presentaban alguna herida, aunque ninguna era muy grave. Moody, quien parecía ser el menos perjudicado, anunció:
-Voy a la Madriguera. Necesito avisar a Molly que el chico está bien...es más –añadió mirando directamente a Harry- tú vienes conmigo, Potter. –El ojiverde se limitó a asentir.
-¿Cómo te encuentras, Harry? –preguntó Lupin ante la atenta mirada de Tonks.
-Bien, creo –respondió.
-Entonces...sí, será mejor que vayas con Alastor –confirmó-. Y tú....-miró a Draco-...también deberías ir.
-¿Se puede saber para qué? –preguntó Snape, hablando por primera vez.
-Su padre está muerto, Severus. Y su madre no está en condiciones de cuidar ni de sí misma –replicó Lupin.
-Yo cuidaré de él hasta que comience el curso –afirmó Snape. Lupin lo pensó un momento.
-¿Estás de acuerdo, Draco? –inquirió Lupin. El chico asintió.
-Entonces...en marcha –dijo Moody, acercándose a una gran chimenea de la habitación y encendiendo un acogedor fuego. Luego tiró un puñado de polvos Flu. –Harry, tú primero.
El chico se introdujo en la chimenea y gritó "¡La Madriguera!". Unos minutos después se encontraba saliendo de la chimenea de la cocina de los Weasley. La señora Weasley, Arthur, Ron, Hermione y Ginny se abalanzaron sobre él, dándole un asfixiante abrazo.
-¿Qué ha pasado? –inquirieron al unísono.
Hola a todos! Acá tienen el primer capítulo de un fic que, aviso, va a ser slash (relación chico/chico). Así que ya saben, si este tipo de relaciones no les gustan, o los ofenden, les pido por favor que no la lean...Yo acepto todas las críticas que quieran hacerme: si esta bien o mal escrito, si es original o no...Pero no me gustaría encontrarme con alguien diciendo que mi fic es inmoral o algo por el estilo! D
En fin, espero que les guste este fic, que dejen muchos reviews (no saben lo importante que es un review para mi!) y que se entretengan!
Nos vemos,
..Lucky..
PD: Me imagino queya sabrán, queni los personajes ni los lugares son míos; son la creación de una señora a la que admiro mucho y que se llama J.K. Rowling.
