Hola!
Miren, no pienso aburrirlos con discursos interminables: sólo quiero decir que siento gigantísimamente no haber actualizado antes! Acabo de salir de los exámenes, y la verdad es que no tenía tiempo para nada:( Espero que aún se acuerden de mi y mi fic, jejeje... En fin, para compensar les dejo un chap mas o menos larguito. Que lo disfruten... y dejen muchos rr!
5.Gilmore, 17
Harry abrió los ojos lentamente. Una extraña sensación de pesadez se apoderó de él enseguida. Mientras se sentaba en la cama, intentó encontrar la causa del desasosiego y la tristeza que sentía; después de un momento, recordó los acontecimientos de los últimos días... y los que estaban por llegar. Era jueves, y lo más probable era que al día siguiente Malfoy saliera de la enfermería, trasladándose a Gryffindor; por otro lado, Hermione, Ron y él aún no habían sido capaces de desentrañar el misterio de la identidad del encapuchado que había estado en Hogwarts. Lo que realmente enfadaba a Harry era que Dumbledore no hubiera hablado con él para contarle qué había averiguado, y si había ido o no a hablar con aquel Allan Blackwood.
–No lo sé, Harry –decía Ron sin ánimos mientras untaba una tostada–. Tal vez Lucius tenía un hermano gemelo, y por eso no notaste la diferencia mientras se transformaba en cuervo...
–Te he dicho mil veces que Lucius no tiene hermanos gemelos, Ron! –le espetó Hermione, quien tenía ojeras y parecía haber pasado mucho tiempo sin dormir.
–¿Y tú como lo sabes? Quizás tiene un hermano no reconocido o algo por el estilo...
–¡Déjalo! –cortó la castaña, moviendo negativamente la cabeza de un lado a otro.
–¿Tú qué opinas, Harry? –inquirió el pelirrojo a su amigo. Sin embargo, éste observaba atentamente la mesa de los profesores y lo hizo callar con un gesto de la mano.
–Harry¿qué..? –comenzó Hermione.
–Herm... ven conmigo –dijo de repente el moreno, poniéndose de pie. La chica dudó un momento, pero ante la decidida mirada de su amigo se paró y lo siguió.
–Escucha –dijo el ojiverde mientras caminaba en dirección a los profesores– yo voy a saludar a Hagrid para disimular; mientras tanto, intenta escuchar todo lo que puedas de la conversación entre Dumbledore y Snape¿de acuerdo?
–De acuerdo –asintió la chica, quien decidió que era mejor no hacer preguntas y observó cómo ambos se encontraban hablando en voz baja, Snape mirando de reojo a su alrededor.
Al llegar a la mesa, Harry sonrió y se puso a hablar con Hagrid. Hermione se paró detrás de ellos, observándolos distraídamente y con la oreja puesta en el director y el profesor de Pociones. Enseguida entendió por qué el moreno se había interesado por ellos.
–... pero fue despedido por causas desconocidas hace dos meses. Desde entonces trabaja mezclado con muggles, como cuidador de animales –oyó que decía Snape en voz baja y siseante.
–¿Has podido averiguar dónde vive?
–Sí, señor. Me lo dijo su jefe muggle.
–¿Lo desmemorizaste luego?
–Así es, señor.
–Una pena. Prefería no involucrar a ningún muggle –dijo Dumbledore con un suspiro–. De todos modos te felicito por tu trabajo, Severus. Has hecho buenas averiguaciones. Ahora... ha llegado el momento de que hables con él. ¿Te será posible hacerlo hoy?
Hubo una pausa.
–Hoy no, señor. Tengo clases todo el día. Pero mañana...
La castaña puso toda su concentración en escuchar lo siguiente; tal vez Snape dijera en qué momento pensaba visitar al misterioso personaje. Sin embargo, en ese preciso instante Hagrid estalló en carcajadas por algo que había dicho Harry. Para cuando consiguió volver a captar la conversación, ésta había terminado; Dumbledore hablaba ahora con McGonagall sobre el calamar gigante, y Snape desayunaba en silencio, como era habitual en él.
La voz de Hagrid sacó a Hermione de su ensimismamiento.
–¿Y tú qué tal, Herm?
–¿Eh? Oh, bien, bien... –dijo, intentando sonreír. En ese momento captó una significativa mirada de Harry y asintió con la cabeza, para darle a entender que ya no había nada más que hacer allí.
–¿Y bien? –inquirió el moreno mientras volvían a la mesa de Gryffindor después de despedirse del semigigante.
La castaña le relató todo lo que había oído... y lo que no.
–Bien... Es obvio que hablaban del tal Blackwood. Ahora sólo nos queda saber cuándova air Snape.
–¿Qué vas a hacer?
–No lo sé... ya veré.
Cuando se sentaron, Ron los esperaba impaciente.
–¿Qué ha pasado¿Qué tenían que hablar con Hagrid?
Harry y Hermione se miraron un momento.
–Explícaselo tú –dijo rápidamente el moreno, sonriendo, mientras tomaba una galleta.
Aquella tarde, en la Sala Común, el trío intentaba encontrar alguna manera de averiguar cuándo pensaba el profesor de Pociones ir a hablar con Blackwood. Harry había decidido que quería estar allí. No podía perdérselo... pero necesitaba saber cuándo sería. Entonces una idea llegó a su cerebro, como si se tratara de una respuesta a su impaciencia.
–¿Y qué pasaría si... –dijo el moreno de repente– me dedicara a seguir a Snape?
–?QUÉ? –exclamaron sus amigos al unísono.
–Exacto... un momento –contestó poniéndose de pie y corriendo en dirección al dormitorio de los chicos.
Momentos después reapareció, con un pergamino enrollado en la mano.
–Aquí está... el Mapa del Merodeador. Lo único que tengo que hacer es llevarlo encima... Así sabré cuando Snape salga del castillo, y podré ir tras él.
Sus amigos lo miraron boquiabiertos. Al cabo de un momento Ron habló:
–Es un buen plan, Harry... pero... y si se va cuando estás en clase? No puedes simplemente salir del aula en medio de una explicación... Digamos que se notaría mucho.
El moreno dudó un momento.
–No lo había pensado... Aunque... ¡tengo una idea¿Me das la dirección de tus hermanos en Hogsmeade?
–Claro, pero ¿para qué quieres...?
–Tú dámela... ya verás.
Aquella noche ni siquiera fueron a cenar; decidieron ir a la lechucería a esperar a Hedwig, que había partido por la tarde con un mensaje para los gemelos Weasley.
Después de media hora, finalmente apareció, su blanca silueta recortándose sobre el estrellado cielo nocturno. Harry la acarició y le quitó el paquetito que traía con ansiedad. Al abrirlo encontró una píldora bicolor, varias monedas y una nota:
"Querido Harry: No pudimos mandarte la que querías, porque últimamente no logramos que funcionen bien... parece ser que con el clima se estropearon y cada vez es más difícil hacer que paren las náuseas... Así que te mandamos una de las que hacen sangrar la nariz. No sabemos para qué la quieres exactamente, pero pensamos que te servirá de todos modos ;). Por cierto... ¡no seas tonto! Ni se te ocurra intentar pagarnos nada, porque nos vamos a ofender en serio... ¡Invita la casa! Diviértete...
Fred & George"
–Perfecto –comentó el moreno, sonriendo, mientras le pasaba la nota a Ron y Hermione y se guardaba la píldora en el bolsillo–. Ya tengo una excusa para salir en medio de clase.
Al día siguiente, los tres estaban de los nervios. No veían la hora de enterarse cómo seguía la historia... Harry llevó el Mapa del Merodeador a todas las clases, pero por la mañana no pasó nada. A cada minuto la ansiedad se apoderaba de él; tal vez ese mismo día supiera quién lo había atacado... a él y a Malfoy, recordó de repente. Se suponía que por la tarde Draco saldría de la enfermería. Y eso sí que iba a ser un problema. Mientras almorzaban, casi ni hablaron; no paraban de echarle cortas miradas a Snape, para ver si hacía o decía algo extraño. Sin embargo el profesor estaba tan imperturbable y silencioso como siempre.
Finalmente, el momento que tanto habían estado esperando llegó, en clase de Encantamientos. Harry sacó disimuladamente el Mapa por debajo de la mesa, y vio que Snape se dirigía claramente hacia la puerta del castillo. Rápidamente se lo mostró a Ron y Hermione, mientras revolvía sus bolsillos en busca de la píldora. En cuanto la encontró, se tomó una mitad, metió el mapa en el bolsillo y esperó mientras sus amigos lo miraban expectantes. A los pocos segundos, la sangre comenzó a brotar descontroladamente por su nariz.
–Profesor –dijo levantando la mano, aliviado de que sus compañeros de clase estuvieran demasiado concentrados intentando aumentar un ratón 10 veces su tamaño como para reparar en él–. Me está sangrando la nariz... ¿puedo ir a la enfermería?
–¡Por Merlín, Potter! Claro que puede ir... y rápido! Eso no tiene muy buena pinta... –exclamó el pequeño profesor Flitwick.
–¡Mucha suerte, Harry! –susurraron sus amigos al unísono.
El moreno salió del aula y se tomó la otra media píldora mientras intentaba contener la hemorragia con la manga de la túnica. Nuevamente, en sólo unos segundos había hecho efecto; su nariz ya no sangraba. Comenzó a correr a toda velocidad en dirección a su Sala Común, ya quenecesitaba la capa de su padre. Mientras iba hacia allí, sin parar de correr, echó un vistazo al Mapa del Merodeador: afortunadamente, Snape aún se encontraba dentro de los terrenos de Hogwarts, alejándose del castillo.
Sin perder un segundo, se arrodilló junto a su baúl, lo abrió y extrajo la capa invisible. En aquel preciso momento la puerta se abrió bruscamente; el moreno, sin saber qué hacer, se la guardó en el bolsillo de la túnica. Demasiado tarde se dio cuenta de que abultaba mucho, y de que hubiera sido mejor ponérsela.
–Vaya, vaya... No sabía que te gustaba saltarte clases, Potter –siseó una voz.
–¿Qué diablos estás haciendo aquí, Malfoy?
–Por desgracia, cara-rajada, ahora ésta también es mi habitación. Así que tengo todo el derecho a estar aquí.
–¿No deberías estar en clase?
–Acabo de salir de la enfermería hace dos minutos, así que... no. En cambio tú... tú sí que deberías estar en clases¿o me equivoco?
–Sí, te equivocas –dijo Harry fríamente, poniéndose de pie–. Y ahora, si me disculpas, tengo cosas que hacer.
–¿Qué llevas ahí? –inquirió el rubio alzando una ceja y observando el bulto de la túnica del otro.
–No es asunto tuyo. Adiós –contestó Harry, saliendo de la habitación. No podía perder más tiempo o le sería imposible seguir a Snape. Pero...
–Potter, me parece que te olvidas de algo –lo llamó la voz de Draco desde lo alto de las escaleras. Harry, nervioso, se dio la vuelta.
–¿Y ahora qué demonios quieres?
–Creo –dijo el otro, bajando lentamente con un trozo de pergamino en la mano– que esto es tuyo –finalizó, enseñándole el objeto al moreno. Éste casi se desmaya al comprobar que se trataba del Mapa del Merodeador. Seguramente se le había caído al meter la capa, y ahora...
–¡Dámelo! –gritó al tiempo que estiraba el brazo para agarrarlo. Sin embargo, el rubio lo alejó hábilmente de su alcance.
–¿Por qué habría de dártelo? Por Merlín, Potter, este Mapa es un verdadero tesoro...
–¡Sí, pero es MÍO, y además lo necesito¡Devuélvemelo, Malfoy!
–No... hasta que no me digas de qué va todo esto. ¿A dónde vas?
–¡Ahora no, imbécil¡No hay tiempo para explicar nada, DEBO IRME! –aulló Harry, abalanzándose sobre su enemigo. Éste susurró una palabra, y el moreno se dio cuenta de que el mapa no estaba.
–¿Dónde... dónde estÿ Maldita sea, Malfoy¿QUÉ HAS HECHO CON EL MAPA?
–Lo he escondido, cara-rajada –contestó con una mueca socarrona–. Habla o no lo vuelves a ver.
–¿POR QUÉ ERES TAN IMBÉCIL¿NO TE DAS CUENTA DE QUE ESTÁS ESTROPEÁNDOLO TODO?
–No, no me doy cuenta... cuéntamelo, Potty¿qué estoy estropeando? -contestó con sorna.
–¡No puedo decírtelo! No ahora, Malfoy, dame el mapa de una vez o será demasiado tarde!
El rubio hizo un gesto con la mano y el pergamino apareció flotando delante de Harry. Éste intentó alcanzarlo, pero el Mapa se alejó automáticamente de su mano.
–Si me lo dices se dejará atrapar... tú eliges.
El moreno se disponía a contestar cuando descubrió algo en el pergamino. Algo que lo hizo quedarse quieto, con la boca abierta y la desesperación invadiendo todo su ser.
–¡NO ESTÁ¡NO ESTÁ, MALDITA SEA, SE HA IDO¡Y TODO POR TU CULPA, IDIOTA! –gritó Harry, observando con ojos desorbitados cómo el nombre de Snape había desaparecido del Mapa que flotaba frente a sus ojos.
–¿Quién se ha ido¿Qué demonios te pasa, Potter?
–¡SNAPE! SE SUPONE QUE IBA A INVESTIGAR SOBRE EL ENCAPUCHADO QUE NOS ATACÓ, Y YO IBA A SEGUIRLO, Y... Y... Y AHORA NO SABREMOS LO QUE PASA... ¡TODO POR TU MALDITA CULPA! –exclamó el moreno, dando un puñetazo contra la pared que provocó que sus nudillos comenzaran a sangrar.
–¿Snape¿A dónde iba? –inquirió el rubio, ahoracon verdadero interés.
–A la casa de un animago... un tal Blackwood –contestó Harry de mala gana, con desazón, soplándose los nudillos y conteniendo las ganas de asesinar al Slytherin– Pero... ¡AHORA IMPORTA UN RÁBANO A DÓNDE IBA, PORQUE YA TE HAS ENCARGADO DE FASTIDIARME!
–¿Blackwood¿Allan Blackwood? –exclamó el otro, ignorando el último comentario de Harry.
–S... ¿le conoces? –preguntó el Gryffindor, mirando fijamente a Draco con renovadas esperanzas.
–Fue amigo de mi padre durante muchos años... un momento! –se interrumpió de repente, como si una idea lo hubiera tomado por sorpresa– Creo que... sí, es lo más probable... ¡enseguida vuelvo! –dijo para sí mismo, dejando caer el Mapa del Merodeador y entrando nuevamente en la habitación.
Enseguida reapareció con una bolsa de lo que Harry identificó como polvos Flu.
–¿Qué crees que haces?
–Creo que aún estamos a tiempo de alcanzar a Snape... o incluso de adelantarlo.
–"¿Estamos?" ¿Desde cuándo tú y yo formamos un equipo? –preguntó Harry con los dientes apretados.
–Quise decir "estoy". A los dos nos atacó la misma persona... tengo tanto interés como tú en descubrir quién fue, Potter, sólo es eso –replicó con frialdad mientras encendía un fuego–. No somos un equipo... ni lo sueñes.
Luego tiró un puñado de polvo, dejó la bolsa en la repisa de la chimenea, y se introdujo en ella gritando "¡Mansión Malfoy!"
Harry se quedó de pie, quieto, sin saber qué hacer. Finalmente decidió ir tras el rubio; después de todo, era lo mejor que podía hacer, considerando que ya nolo le era posibleseguir el rastro de Snape. Guardándose el mapa en el bolsillo, junto con la capa, se dirigió al fuego con paso decidido.
Se encontró saliendo de una chimenea de mármol, en una amplia estancia decorada con retratos (todos durmiendo) y pintura dorada y negra. Llegó justo a tiempopara ver el borde de la túnica de Malfoy perdiéndose tras un pasillo del fondo; comenzó a correr para alcanzarlo.
–¿Por qué me has seguido? –inquirió éste, sin mirarlo ni dejar de caminar.
–¿Qué querías que hiciera¿Quedarme cruzado de brazos mientras tú te haces el héroe e investigas solito?
–Bien podrías haberlo hecho –replicó el Slytherin con frialdad.
–Si realmente lo hubieras deseado, no me habrías dejado los polvos Flu encima de la chimenea.
El rubio no respondió enseguida; Harry se sintió orgulloso al comprobar que había logrado dejarlo sin nada que responder.
–Fue un descuido –dijo el otro al fin, doblando por un pasillo algo estrecho–. No "te" dejé nada. Eso es lo que tú quisieras. Y haz el favor de callarte de una vez –finalizó, deteniéndose ante una gran puerta de madera brillante y susurrando una contraseña. Ésta se abrió lentamente.
Al entrar, Harry se sorprendió: se trataba de una habitación realmente grande, con una gran cama de dos plazas, cuatro postes y doseles negros. En las paredes había fotos de una pareja... Narcisa y Lucius Malfoy. Había, también, fotos de un bebé rubio... Draco. El moreno no pudo evitar soltar una carcajada ante una imagen en la que el niño aparecía riendo y sacudiendo la mano... no podía creer que ese bebé tan normal se hubiera transformado en alguien como Malfoy. Aquel debía ser el dormitorio de los padres, dedujo Harry.
–Deja de hacer el idiota¿quieres? –le espetó el rubio que, para sorpresa del Gryffindor, se había sonrojado al descubrir su propia imagen– Ya que estás aquí, podrías dedicarte a lo que realmente importa. Ayúdame a buscar un libro de tapas de cuero rojas.
–De... de acuerdo –asintió el moreno, dirigiéndose a un escritorio cercano a la ventana, mientras el Slytherin se alejaba hacia la otra punta.
Todo el mobiliario era negro, y había por doquier cualquier tipo de artículos extraños y libros de Magia Negra. Era, sin duda, tétrico. Harry decidió concentrarse en el libro que el otro le había indicado, preguntándose qué sería. Comenzó a revolver entre los libros; había tantos, que temió no encontrarlo a tiempo... Sintió un inmenso alivio cuando oyó la voz de Malfoy:
–Lo he encontrado... ¡aquí estú "Allan Blackwood, Gilmore Street, 17"! Ésa es su dirección... vamos. Espero que no se haya mudado –dijo a toda prisa, dirigiéndose con paso acelerado hacia la chimenea de la habitación. Sin embargo, se detuvo un momento.– Tú... no trajiste los polvos Flu¿verdad?
Harry sonrió con autosuficiencia, sacando una bolsa del abultadísimo bolsillo de su túnica.
–No soy idiota, Malfoy.
–¿No? Pues lo pareces. Trae.
Momentos después, el fuego crepitaba sonoramente, esperándolos.
–¿Qué era ese libro? –inquirió el moreno, mientras el rubio tomaba un puñado de polvo.
–Nada... no era nada.
–¿Nada? No me tomes por tonto, Malfoy. Dímelo.
–Cállate de una vez.
–Pero...
–¿Quieres parar de una vez? Hay que irse.
Harry asintió de mala gana y tomó su puñado de polvo.
–Por cierto –añadió el rubio, sin tirar su puñado todavía–. No sabemos qué chimenea tendrá prendida el tal Blackwood, pero no nos podemos arriesgar a que nos vean. Así que iremos a Gilmore 16, que es la de al lado, y de allí nos inmiscuiremos en la suya... puede no funcionar, que sean muggles o que no estén en la Red Flu... pero es la única opción que tenemos.
–No –negó Harry, introduciendo una mano en su bolsillo y sacando la capa invisible–. La única no.
