6. El Animago
El fuego crepitaba alegremente en una chimenea de ladrillo rojo. Frente a ésta había numerosos sillones, rojos y verdes, y numerosos almohadones violetas y amarillos. El conjunto era, sin duda, llamativo. En uno de dichos asientos se encontraba un hombre de pelo negro y largo, rasgos afilados y bastante delgado. Había además dos gatos negros que deambulaban tranquilamente por la alfombra; y en una esquina de la habitación, encerrado en una gigantesca jaula de oro, había un cuervo, también negro, majestuoso, imponente. Era un animal verdaderamente hermoso, y tenía un deje de inteligencia inusual en criaturas de su estilo.
El dueño de casa se encontraba hojeando distraídamente "El Profeta" cuando un sonoro chasquido se oyó proveniente de la chimenea. Al levantar la cabeza lentamente y observar las llamas, comprobó que éstas se encontraban agitadas, pero no había nada extraño en ellas. Aún así fue hasta la chimenea y removió un poco el fuego. Nada. Satisfecho, volvió a su asiento y retomó su lectura.
–Eso estuvo cerca –susurró Harry, apoyándose contra la pared.
–Lo sé. Nunca antes me había dado cuenta del ruido que hace el transporte vía polvos Flu –confesó Draco, de pie a un lado del ojiverde, cubiertos ambos por la capa invisible de James Potter.
Luego de unos instantes de silencio, en los que ambos se dedicaron a observar el salón en el que se encontraban, el Slytherin volvió a hablar.
–¿Ves? Al final hasta nos hemos adelantado a Snape y todo.
–Eso parece –corroboró el moreno-. Snape aún no ha aparecido por aquí.
Hubo una pausa.
–Po... Potter... –dijo de repente Malfoy, con una nota de pánico en la voz- Hablando de aparecerse, has pensado cómo vamos a volver?
–¿Qué?
–¿Cómo piensas volver al Castillo?
–Ehm... eeerr... pues... yo... no lo había... pensado –contestó Harry, preso también de una ola de pánico-. Supongo que... lo único que tenemos que hacer es seguir a Snape; viajaremos como lo haga él.
–Ya, claro ¿y qué si Snape se aparece aquí?. ¿Tú sabes aparecerte? –replicó el rubio, intentando controlar su voz para que no fuera más que un susurro y no ser oídos.
–No –admitió Harry-. No sé aparecerme... Pero es imposible que lo haga... En Historia de Hogwarts, como siempre me recuerda Hermione,dice que nadie puede aparecerse ni desaparecerse dentro de sus terrenos.
–Tú mismo lo has dicho, Potter, dentro de sus terrenos. Pero si mal no recuerdo, Severus no estaba en ese mapa tan prodigioso que tienes. Ergo, estaba fuera de los terrenos de Hogwarts. Puede aparecerse perfectamente.
El moreno cayó en la cuenta de que Draco tenía razón. Si el profesor de Pociones se aparecía, no podrían imitarlo... ¿cómo iban a hacer ellos para volver?
–Sólo nos quedan los polvos Flu –concluyó abatido el Gryffindor.
–¡Eso es imposible!. ¿Pretendes que nos descubran? Porque yo no creo que Blackwood esté tan sordo como para no escuchar a dos personas hablando dentro de su chimenea, en sus propias narices.
Harry se desesperó. Realmente no había pensado en eso. No podían quedarse eternamente en casa de Blackwood, además seguro que en el Castillo no tardarían en notar su ausencia si no llegaban antes o al mismo tiempo que Snape.
–¿Sabes una cosa? –dijo el moreno mirando fijamente a los ojos grises del Slytherin.- No tengo ni la más mínima idea de cómo vamos a salir de aquí.
–Genial –susurró el otro, desviando la mirada-. Sencillamente genial.
Entonces el animago giró la cabeza. Sus ojos se posaron en el lugar exacto en que se encontraban los dos chicos, que dejaron de respirar al instante. Se quedaron inmóviles, esperando. Harrry echó una suave ojeada alrededor; parecía que la capa los cubría completamente. Sin embargo, Blackwood seguía mirando hacia allí con el ceño fruncido. El moreno se preguntó, horrorizado, si el hecho de que el hombre pudiera transformarse en un animal le habría afinado los sentidos. Un sudor frío impregnó su cuerpo, y el de su compañero. Si los atrapaba sería el fin.
Oh, no. Blackwood se puso de pie y comenzó a andar lentamente hacia Harry y Draco, con la mano extendida hacia delante. "No deberíamos haber hablado tanto" pensó Harry, angustiado. Lentamente tocó con su brazo el del rubio e hizo un gesto con la cabeza, para indicarle que se agachara y así evitar la mano del hombre. Sin embargo el rubio negó, también con la cabeza. El moreno entendió su preocupación. Si se movían demasiado tal vez la capa se deslizara, dejándolos al descubierto. La mano de Blackwood estaba cada vez más cerca... más... tan sólo a unos centímetros... Harry tragó saliva y esperó lo peor.
Ésto nunca se produjo.
En ese momento un sonoro 'crack' desgarró el tenso silencio de la habitación. El moreno comprobó de qué se trataba y sonrió. Era la primera vez que se sentía auténticamente feliz de ver a Snape.
Blackwood volteó sorprendido, mirando con ojos desorbitados al recién llegado.
–¿Pero qué...¿SNAPE? –gritó de repente al reconocer al profesor- ¿Severus Snape?
–El mismo, Blackwood.
–Me alegro de volver a verte, Severus! –exclamó jovialmente , aunque Harry pudo observar que su mirada permanecía fría y distante.- Siéntate, por favor.
–Estoy mejor de pie.
–Bien. Eh... quieres tomar algo? –ofreció, alejándose de donde estaban los chicos y volviendo a su sillón. Antes de sentarse, dirigió una última y corta mirada al rincón.
–Estoy bien así, Allan, gracias.
–De acuerdo. Pues... tú dirás. ¿Qué te trae de visita sorpresa por aquí?
–Hace unos días Lucius Malfoy apareció en los terrenos de Hogwarts y atacó a su propio hijo y a otro alumno que salió en su defensa. Luego se convirtió en un cuervo y desapareció –declaró sin más preámbulos.
Hubo una pausa.
–¿Qué...?. ¿Pero qué...? No puede... no... Eso... eso es... Lucius está... él está... –exclamó Blackwood entrecortadamente. Se había puesto pálido y parecía que pronunciar cada sílaba le exigía un gran esfuerzo.
–Muerto –completó Snape fríamente-. Es por eso que vengo a verte.
–Pero... yo... ¿qué tengo yo que ver en todo esto?
–Eres el único animago conocido que adopta la forma de un cuervo. Uno bastante parecido al que vieron aquella noche.
–Y... y qué? Yo no soy Lucius Malfoy. Mírame: tengo el mismo aspecto que siempre. No estoy teñido de rubio o algo por el estilo –replicó con sorna, aunque con un ligero temblor en la voz.
–Eso –cortó Snape dando unos pasos hacia el animago- son ridiculeces muggles. Podrías haber empleado la Poción Multijugos.
Se hizo otra pausa, más larga que la anterior. Blackwood se retorcía levemente las manos; parecía que la presencia de Snape lo incomodaba muchísimo.
–Como experto en pociones deberías saber que bajo los efectos de esa Poción se pierden los poderes propios. Si me hubiera transformado en Lucius no podría haberme convertido en un cuervo –dijo todo esto muy rápido; a Harry le pareció antinatural. Sonaba como si se lo hubiera aprendido de memoria y hubiera estado esperando la ocasión para soltarlo.
–Conozco perfectamente el funcionamiento de la Poción, Blackwood. No obstante, esperaba que ese "detalle" me lo explicaras tú.
–No hay nada que explicar –repuso el otro, quien parecía por fin controlar los temblores de su voz-. Sencillamente yo no estaba allí, no tuve nada que ver... ni quiero tenerlo.
–Eso no me convence –declaró Snape alzando una ceja, empleando siempre el mismo tono duro.
–¿Se puede saber por qué no?
–Sé algunas cosas más de las que tú crees, Blackwood.
Tanto Harry como Draco se sorprendieron del tono amenazador que había aparecido en la voz de Snape. Nunca lo habían visto tan agresivo, y eso que el moreno había tenido numerosos instantes tensos con el profesor.
–¿Cómo qué? –inquirió el animago cruzando las piernas y frunciendo el entrecejo.
–Te estaré vigilando, Blackwood. Cuida lo que haces –replicó Snape ignorando por completo la pregunta y dispuesto a marcharse.
Con otro 'crack', el profesor de Pociones desapareció del mismo modo en que había aparecido.
Ahora Draco y Harry debían marcharse, aunque al principio estaban demasiado sorprendidos como para moverse. Horrorizados, observaron cómo Blackwood se inclinaba hacia delante y se dedicaba a contemplar las llamas crepitantes, secándose el sudor de la frente con un pañuelo. Justo por donde ellos debían irse... así no lo harían jamás.
De repente, una idea acudió a la mente del ojiverde.
–Se me ha ocurrido algo –informó entre susurros al rubio-. Sígueme.
–¿Qué se te ha...?
–No hay tiempo –cortó Harry-. Tú solo ven conmigo.
El chico avanzó con paso decidido hacia un pasillo a la derecha del salón, controlando que la capa los cubriera bien a los dos. Recorrió el pasillo y entonces se topó con lo que andaba buscando: un jarrón. Éste se encontraba sobre una mesita junto con una foto del tal Blackwood rodeado de sus mascotas, saludando alegremente con la mano.
–El hechizo convocador funciona con animales? –preguntó al Slytherin.
–No lo sé... por qué?
–Ya lo verás –contestó Harry, y se colocó mirando hacia la entrada del pasillo. Afortunadamente para él, uno de los gatos negros se encontraba tumbado en un sofá cercano a la puerta.- "Accio catum N/A: me lo acabo de inventar XDDD!" exclamó, extendiendo su varita por entre la capa.
Para el asombro de ambos, el animal se levantó, como si estuviera impulsado por una fuerza invisible, y comenzó a caminar a paso ligero en dirección a ellos. En cuanto llegó a su altura, Harry lo tomó cuidadosamente y lo colocó en la mesa del jarrón. Luego empujó el objeto; este cayó y se hizo añicos al tocar el suelo. Blackwood, alertado por el golpe, apareció en el umbral del pasillo, justo a tiempo para ver cómo su gato saltaba de la mesa y salía corriendo, asustado por el ruido. Justo a tiempo para pensar que él había sido el culpable.
–Eres un genio, Potter -susurró Draco, entendiendo el plan.
–Eso ya lo sé.
–¡Por Merlín, Hayden¿Qué has hec...¡OH, NO¡Has roto mi jarrón... maldito gato miserable!
El hombre fue hasta el lugar del accidente, para recoger los restos. Ese momento fue aprovechado por Harry y Draco para pasar a su lado procurando no chocárselo; debían usar la chimenea antes de que Blackwood limpiara el lugar y volviera al salón... no tenían tiempo que perder.
Para alivio de ambos, resultó más fácil de lo que esperaban. El Gryffindor había recuperado los polvos Flu de su bolsillo mientras esperaban al gato, y los tenía listos. En pocos segundos los chicos habían logrado situarse dentro de la chimenea. Se pusieron de acuerdo para susurrar "Sala Común de Gryffindor, Hogwarts" en el mismo instante; poco después, recostaban sus cabezas en los cómodos sillones de la Sala Común. Ésta estaba vacía, ya que aún era horario de clases. Harry comprobó con asombro que había pasado menos tiempo del que él creía; sus compañeros aún seguían en clase de Encantamientos... ese día tocaban dos horas. Perfecto.
–Por fin –dijo el moreno, sonriendo-. De vuelta en casa.
Pudo sentir dos luces plateadas fijas en él. Empezó a incomodarse. Finalmente, enfrentó aquel rostro de mirada serena y preguntó:
–¿Pasa algo?
–No –replicó el otro, desviando la mirada-. Sólo... sólo quería agradecerte lo que has hecho. Pensé que no lograríamos salir de allí.
La mente de Harry se vio aturdida por un torbellino de pensamientos. Por un lado, era la segunda vez en un día que Malfoy no le sostenía la mirada; por el otro... se estaba disculpando?
–Er... de nada. Aunque pensé que "no éramos un equipo".
–¿Acaso he dicho que lo somos?
–No, bueno, pero... demonios, Malfoy, es que siempre tienes que estar a la defensiva?
–Perdona, pero yo no estoy a la defensiva... eres tú el que ha salido a hablar de cosas que no tienen nada que ver.
–Oh, sí, lo que tú digas.
–Por supuesto que sí.
–Cállate, hurón!
–¿Y si no me da la gana?
–Si no te callas, TE CALLO.
–¿Ah, sí? Qué miedo me das, Potty.
–No me provoques, Malfoy. Y no vuelvas a llamarme Potty.
–¿Cómo vas a impedírmelo, Potty?
Harry puso una voz tremendamente chillona, imitando la voz de Pansy Parkinson, y dijo:
–Primero te voy a dar un abrazo tan fuerte que te asfixie y luego te voy a besar hasta que te quedes sin aliento! Verás como no vuelves a hablar, "Drakin"... –sin embargo, no obtuvo respuesta alguna. Giró la cabeza y se sorprendió al toparse de lleno con la mirada gris del Slytherin. Parecía... ¿evaluar? hasta qué punto las palabras del moreno eran ciertas. Esto lo incomodó bastante, así que volvió a concentrarse en el fuego de la chimenea. Se arrepintió de haber hecho un comentario tan inoportuno y poco gracioso: se sentía como un idiota.
–Sólo era una broma –añadió al cabo de un momento, intentando terminar con aquel extraño silencio.
–Ya lo sabía.
–Pues... no lo parecía –se aventuró a decir el moreno, sin estar realmente seguro de por qué lo hacía. Enseguida se arrepintió. El comentario estaba fuera de lugar.
Eso mismo debió pensar el Slytherin, que sin una palabra se puso de pie y se dirigió con paso ligero hacia las habitaciones de los chicos, dando un portazo. Harry se reprochó a sí mismo haberlo ahuyentado de esa manera. Después de todo, quizá Hermione tuviera razón. Quizás existiera la posibilidad de llevarse bien con Malfoy, por raro que pareciera. En aquel momento, sonó la campana. Fin de clase. Poco a poco la Sala Común fue llenándose de gente, incluso hubo algunos que se preocuparon por saber el estado de su hemorragia nasal. Finalmente llegaron Ron y Hermione; en cuanto lo vieron se abalanzaron sobre él y lo llevaron hacia una esquina de la sala para que les contara todo. Así lo hizo.
–Así que el libro que yo leí decía la verdad sobre los efectos de la Poción Multijugos... –comenzó Hermione, pensativa.
–... y ni siquiera Snape sabe cómo pudo ese tal Blackodd...
–Blackwood, Ron! –corrigió Harry por undécima vez.
–Bueno, Blackwood... ni siquiera Snape sabe cómo pudo transformarse de todos modos...
–Si es que fue él –acotó Harry.
–Y aún lo considera un sospechoso... –finalizó la castaña.
–Tanto pensar me da hambre... ¿vamos a cenar? –pidió Ron en tono lastimoso. Los demás rieron y se pusieron en marcha, rumbo al Gran Comedor.
–Oye... ¿dónde está Malfoy? –inquirió Hermione mientras se acomodaban en la mesa.
–No lo sé. Nos separamos al llegar a Hogwarts –mintió Harry, quepor algúndifuso motivohabía omitido contar sus recientes conversaciones con el rubio.
–Yo creo que deberíamos buscarlo –informó la castaña. Parecía preocupada.
–¡Oh, vamos, Hermione! –exclamó Ron- ¿Y eso por qué?
–Porque por si no lo recuerdas, Ron, la profesora McGonagall nos pidió que nos encargáramos de él, de que no lo molestaran y todo eso... Se supone que tiene que venir a comer a nuestra mesa, y tal vez no se atreva a venir solo!
Al ver que el pelirrojo pensaba replicar, Harry, que no estaba de humor para aguantar otra de sus típicas peleas, se puso de pie.
–Tienes razón. Yo iré. -dicho esto, desapareció en dirección a la Sala común.
Pero no estaba. Ni en la sala, ni en su habitación, ni siquiera en los baños. Desesperanzado, el moreno se asomó a la ventana de la habitación, pero esta vez tampoco estaba en los terrenos. Sin saber dónde más buscar, regresó al Gran Comedor.
Después de la cena, los tres amigos entraron a la Sala Común, algo preocupados por el paradero del rubio.
–Hagamos una cosa –propuso Hermione-. Harry, sube a ver si ha regresado al cuarto. Si no lo ha hecho, tendremos que buscarle por todo el Castillo.
–¡Pero...! –intentó protestar Ron.
–¡Nada de peros, Ron! –interrumpió la chica- No podemos dejar que pase una noche por ahí... ¿qué sucedería si algún Slytherin se lo encuentra y decide pegarle un poco?
–Oh, per... vale –accedió el pelirrojo. La severa mirada que le dirigió su amiga bastó para convencerlo.
Draco no había vuelto, así que los amigos se dividieron para ir más rápido. Harry se despidió de los otros dos y dobló por un pasillo de la izquierda.
El moreno perdió la cuenta del tiempo que llevaba dando vueltas, sin rastro del otro. Además estaba seguro de que sus amigos tampoco lo habían encontrado, ya que para eso habían hecho igual que en sus tiempos del ED: cada uno llevaba un galeón en el bolsillo. En caso de que uno de ellos encontrara a Malfoy, debía calentarlo, y así los otros lo sabrían y dejarían de deambular. Pero nada de eso había pasado.
De repente, un ruido llamó su atención; era el leve chirrido de una puerta que se abría en frente de él. Harry recordó que esta vez había olvidado la capa de su padre, y también el Mapa del Merodeador. Estaba indefenso... como fuera Filch, o Snape, o...
–¡MALFOY! –exclamó, aliviado- Por fin! Llevamos horas buscándote...
–¿Potter?. ¿Qué haces aquí? –inquirió el rubio, acercándose a él.
–Ron, Hermione y yo te estábamos buscando. No puedes irte sin más, sin avisar... Pensamos que tal vez los de Slytherin te habían...
–Estoy bien. Simplemente quería dar un paseo –replicó el rubio en un tono algo duro.
–Oye, yo... siento lo de esta tarde. No debí haber dicho ciertas cosas.
El otro asintió en silencio. Luego alzó su mirada y la clavó en la de Harry. Éste se sorprendió; Malfoy solía tener la vista impenetrable, fría, distante... sin embargo esta vez era distinto. Al moreno le dio la impresión de que aquella era una mirada completamente abierta... aunque no podía ver a través de ella. No podía contemplar el interior del complejo Draco Malfoy, ni siquiera ahora que tenía la oportunidad de hacerlo. No podía... o no quería? Acaso tenía miedo de descubrir lo que encerraba la serpiente?
Repentinamente, algo se apoderó de él. Sintió cómo algo lo golpeaba... Una sensación extraña nació en su interior y comenzó a dominarlo a gran velocidad. Aquello lo tomó tan por sorpresa que sólo atinó a quedarse inmóvil, intentando identificar qué le estaba pasando. Era... algo realmente nuevo, extraño. Una palabra le vino a la mente. "Impulso". Eso era exactamente: un impulso. Un impulso irrefrenable de... de...
No pudo contenerse, no pudo evitarlo. Comenzó a caminar, lentamente, acercándose cada vez más sin pensar en lo que hacía. Malfoy estaba a tan sólo dos pasos, observando aturdido el extraño comportamiento que había adoptado Harry. Un poco más cerca. Un poco más... El moreno se acercó tanto que dos centímetros escasos separaban sus rostros. Cerró los ojos, respiró hondo y comenzó a inclinarse hacia el rubio. Podía sentir el calor que desprendía su cuerpo; incluso llegó a sentir cómo su aliento jugueteaba entre sus labios, invitándolo a seguir.
Pero algo falló. De repente, el calor se esfumó; el contacto tan esperado nunca se produjo. Harry abrió los ojos, como saliendo de un trance,y comprobó, incrédulo, que Draco ya no estaba. Se había ido. Y así se quedó: solo, confundido, aturdido y desesperado, preguntándose si aquello había sucedido de verdad o se trataba de un mero sueño. ¿Había estado a punto de besar a Draco Malfoy? No era posible... no entendía qué era lo que lo había llevado a intentar semejante cosa. Apoyándose contra la pared, deseó intensamente que sólo hubiera sido una alucinación, una mala pasada de su mente...
Hola! Miren, me tengo que ir YA a estudiar, asi que en el prox chap contesto reviews, si? Nada más, dejen muchos y sean felices! Bye!
Lucky
