Okey, pido perdón. Muy fuerte, pido perdón. Me colgué, perdí varias personas que quería mucho, todo por mi culpa (…) en realidad no, pero quiero culparme a mí mismo porque así de estúpido soy; así que me alejé de básicamente todo por un tiempo y probablemente lo vuelva a hacer en el futuro. Traigo esto porque pensar en esta historia me hizo sentirme inspirado, así que le's goooooooo.

Primero, gracias y en serio a todos los que me dejaron una review de apoyo e interés. En serio, lo agradezco y banda.

Segundo, unas cosas para aclarar:

¿Por qué la reacción de Emilia a una muerte en frente suyo? Piensa que Puck estaba cerca suyo y que el mismo selló memorias suyas en el pasado, ¿no crees que sería raro que no lo hiciera más seguido? Por eso, pensé que estaría piola tratar ese tema de control mental.

¿Y Felt? La verdad, olvidé esa parte, no les voy a mentir. Mala mía. No obstante, voy a tratar de arreglar eso. Más o menos tengo una idea de cómo malear esto para que obtenga su lugar entre las candidatas.

¿Qué onda con la espada de Reinhard? La espada tiene vida en realidad, así que pensé que daba hacer ese momento.

¿Cenizas que vuelven a la vida? A mí me parece algo fachero, así que lo mandé.

Puede haber errores y tal, pero fue. Lo publico y después me cuelgo de las bolas.


ACUNAR UNA CHISPA


La incomodidad era una sensación extraña. Podía venir en muchas formas, como la incomodidad de conocer a alguien nuevo y no saber qué decir, la de quedar en ridículo por no poder hacer o explicar algo, por sentir que tú estigma presente en tú apariencia y raza va a terminar echando por la borda todo tu esfuerzo; en definitiva, ella conocía muchos tipos de incomodidad… No obstante, la que sentía ahora era bastante… peculiar; sí, esa era la palabra. Peculiar… ¿O tal vez "bizarra" sería más adecuado? Si no mal recordaba, esa palabra había perdido su viejo significado. Lo que antes era un sinónimo de valentía gallarda, hoy en día era algo que definía una conducta con poco sentido y o, extraña… así que, sí, esa palabra lo definía a la perfección.

El… hombre (sinceramente, dudaba poder usar esa palabra con él) frente a ella, era bizarro en el sentido actual y de antaño. Con algo de duda, deslizó su mirada del camino de tierra para poder escudriñar una vez más a su salvador. ¿Acaso era desagradecido de su parte el no sentir que verlo de esa forma estaba completamente bien? No la malinterpreten, agradecimiento por ser salvada era una de las sensaciones que sentía, pero… seguía sintiendo algo bizarro en él. Una vez más, ese bizarro tenía tintes de ambas definiciones, no obstante, sentía que su ser se decantaba por la versión más actual. Pocos, si es que nulos, guerreros continuaban utilizando las armaduras de cuerpo completo (aquellas que dejaban y continúan dejando poca gloria para lo que está dentro de ella en contraste de la leyenda que se le atribuye al exterior), así que eso no ayudaba a la imagen que el hombre mostraba al mundo. La ceniza que caía por cada desnivel del terroso suelo entre los sonidos de los choques draconianos que continuaban tirando del carruaje tampoco era algo que inspirara mucha confianza. Entendía que alguien no limpiara su equipo (incluso si ella misma era ferviente en mantenerse pulcra y elegante ante cualquiera), pero, ¿qué tanta ceniza puede un solo cuerpo contener? Las quejas de Ram (aunque ella no fuera la que iba a tener el deber de limpiar) sobre todo el polvo poblando el suelo y asientos ya ni siquiera eran discretas…

—Oye, lata de cenizas, —la afilada voz de Ram llamó desde el frente del carruaje donde controlaba las riendas que ataban a los dragones de tierra. —¿Acaso lavar esa armadura es tan difícil? —dijo mientras enfocaba su mirada en el camino a través de la ventanilla del conductor.

Bueno, siendo Ram, ya eran acusaciones directas.

Lo siento, —soltó mostrando el humor que la situación le causaba. —Ha pasado un… muy largo tiempo desde la última vez que lo hice.

Ram dejó salir una risa sarcástica.

—Eso me lo puedo imaginar.

Él complementó su último comentario con una risa de profusa voz. Para ser honesta, a diferencia de la primera vez que escuchó esa voz, el disgusto que sentía no era tanto; incluso podía decir que era agradable. Tenía esa marca de quemada edad que agregaba aún más poder a ese grave tonar, sin embargo, podía sentir que, lo que sea que se escondiera dentro de esa armadura, no poseía una imagen semblante de lo que uno podía imaginarse a primera vista.

—¿Cuántos años tienes? —preguntó sin querer.

Fueron milésimas las que tardó en arrepentirse de haber preguntado eso. No porque él reaccionara violentamente, al contrario, sino por el lento movimiento que terminó por dejar la hendidura casi hueca del casco entrelazarse con su amatista mirar.

¿Disculpa? —dijo inclinando el casco.

Ella tragó audiblemente.

—¿C-Cuántos años tienes? —repitió con notable nerviosismo.

Fue entonces que pudo notar las pequeñas irises tras la armadura. El color que poseían no era en ningún punto poco común o especial, solo era un avellana ligeramente brillante, casi ámbar, no obstante, escuchó un susurro que dejó en claro que los espíritus no estaban de acuerdo.

Hueco…

¿Hueco? Realmente, no recordaba mucho de cómo ni cuándo aprendió a comunicarse con los remanentes de voluntades pasadas, sin embargo, desde que pudo, había momentos en los que ellos se manifestaban por su cuenta. Simples comentarios, indicaciones, opiniones y demás no eran raros de escuchar de madrugada, pero esta era la primera vez que los había escuchado dejar algo tan en claro y a tal momento del día.

Edad…

Puck usualmente opacaba la energía alrededor de ella, cosa normal ya que su propia existencia consistía de eso, por eso escucharlos cuando el sol se mantenía no solo vigente, sino, en su punto álgido, era algo a tener en cuenta. Los espíritus, como seres incapaces de generar su propio maná, lo absorben del propio ambiente; los grandes espíritus, como su felino amigo, surgen de entre los menores por su propia esencia negándose a volverse parte de la naturaleza o, por otro lado, nutriéndose de esa naturaleza hasta ascender. La primera posibilidad solo se refiere a casos excepcionales; de seres que alguna vez estuvieron en el mundo físico y que, sea por terquedad o su propio poder, terminaron por permanecer. La segunda, la más común, consiste de seres alguna vez vivos o voluntades colectivas que tomaban poder de su propio ambiente.

Cenizas…

Podía sentir que este no era un gran espíritu; era demasiado… pequeño.

No lo recuerdo, —dijo con un tanto de gracia.

Desde la perspectiva del resto del mundo, el viaje continuó en silencio, pero, para Emilia, el sentir de los susurros de aquellos minúsculos seres contra sus afiladas orejas fueron una constante que llegó a disfrutar. Para dar valor a espíritus tan ínfimos hasta el punto de poder subsistir por sí mismos, en definitiva, más que un hombre, este ser era, simplemente, bizarro.


El sonar del trazado de su cuchillo contra las papas (NA: No me importa si tienen otro nombre en el mundo de Re: Zero.) que había conseguido a un precio bastante bueno pueblo abajo, era una de las pocas cosas que llenaban el ambiente. El señor Roswald nunca tuvo gustos en la cantidad sino en la calidad de sus sirvientes, por ello, ella y su querida hermana eran suficiente para la mansión. Eran casi nulos los momentos en los que había visitas, por eso, cuando la señorita Emilia envió una carta informando que llevaría de invitado a un caballero que la apoyó en un altercado que tuvo, sintió un poco de nerviosismo. La constante siempre fue que su hermana tomara el mando en las partes mentales de los problemas, mientras ella simplemente se encargaba de lo que podía ser una molestia para ella. Nunca tuvo la necesidad de dar la cara a menos que fuera para defender a su hermana, así que no tenía mucha experiencia en eso de socializar. Claro, la casi segura posibilidad de que la nueva compañía de la señorita Emilia fuera una amenaza dejaba bastante poco lugar a una futura necesidad de poner en práctica su habla, pero eso no negaba que en algún momento ella tendría que soltar unas palabras para quién fuera esa compañía.

Por ahora, ella decidió enfocarse en la cocina. Como siempre, el señor Roswald no dio instrucciones concretas, sino más una simple indicación de que pensara de esta comida como una inicial retribución por ayudar a la señorita Emilia, así que ella iba a ponerle esfuerzo. Por lo poco que la carta explicaba, la persona que asistió a la señorita Emilia (la carta en sí misma no especificaba en qué, pero era obvio que estaba agradecida) era un caballero de muy desgastada armadura. Podía llegar a ser rudo de su parte, pero sentía que una comida demasiado ostentosa de su parte podría llegar a hacerlo sentir incómodo (esto teniendo en cuenta que muchos de los caballeros de equipo con obvia edad solían ser o ancianos caballeros o campesinos que heredaron su protección de difuntos familiares), así que se decidió por un fino corte de res (o churrasco como la gente del pueblo lo llamaban) exportado de las montañas tratado con una pizca de miel y limón para el toque agridulce con un puré de patatas con pimienta negra y nuez moscada por encima. Realmente no había problema con lo que ella o su hermana le sirvieran al señor Roswald, ya que siempre parecía disfrutar de todo con la misma casi indiferente sonrisa, así que se enfocó en la parte de retribuir su favor.

Ya mientras trataba los cortes, la doncella de cabello azul continuó pensando si tendría que relacionarse con el caballero. Casi esperaba que tuviera que encargarse de él para evitarlo. No necesitaba alguien más; su hermana era suficiente para ella.

...

El caliente sol se sentía bastante bien contra su pálida piel, así que esperar en la entrada por el carruaje no era una molestia ni nada, además, su hermana venía en dicho vehículo. La mesa ya estaba preparada, la comida esperando a servirse en la cocina con pequeñas piedras de fuego manteniendo el calor en el punto justo, algo que había aprendido a calcular de Frederica, la anterior doncella de la casa. ¿Cómo estará? De vez en cuando, la pregunta llegaría más a su hermana que a ella. Para ser honesta, incluso con los constantes intentos de la rubia para volverse más cercana hacia ella, ella jamás sintió mucho más que inadecuación con cada intento suyo. ¿Por qué querría estar cerca suya si su hermana estaba ahí tan cerca? Claro, en algún punto, Frederica pareció darse cuenta de ello, enfocando más su afecto en su hermana.

Era la opción más adecuada; su hermana era alguien asombrosa.

De pronto, cortando de cuajo la incomodidad que no sabía por qué se había instalado en su pecho, pudo sentir ese lazo, existente desde antes de que su mente existiese, con su hermana. Ella estaba cerca, por lo que no pudo parar la pequeña sonrisa que su boca tomó. Claro, la existencia de una posible amenaza terminó por borrarla, pero eso no quitaba la felicidad que la tomó cuando, luego de escucharlos galopar hasta la entrada, pudo ver los dragones de tierra que su hermana había elegido para el viaje y, subsecuentemente, a su hermana. Antes de que la sonrisa volviera al ver como ella levantaba su mano un tanto para saludarla, sus ojos, poseyentes de una visión mejorada por su sangre, se enfocaron en su frente tapada por su flequillo rosado.

La culpa, olvidada por todas las tareas que realizaba todos los días, volvió a apretar su pecho. Era su culpa, ¿cómo se había permitido olvidar eso?

Perdida en su mundo de auto-odio, casi perdió el momento en el que el carruaje se paró. Sin perder un segundo, saliendo de su trance, Rem hizo una reverencia.

—Bienvenida de vuelta, hermana, —saludó tratando de sonar feliz —. Espero que tu viaje a la capital haya sido agradable.

Bajándose del carro, soltando algunos insultos como "lata de cenizas" o "cadáver sin gracia", los cuales la dejaron un tanto confundida, su hermana la saludó.

—Rem, Rem, este hombre de cenizas llenó el carruaje de la Emilia-sama de polvo.

Inclinando su cabeza hacia un lado, no del todo entendiendo lo que había dicho, Rem se enfocó en la puerta del carruaje que se abría, dejando salir un blanco polvo que reconoció como cenizas por las palabras de su hermana. Su cuerpo, sea por instinto o casualidad, se tensó, esperando ver la armadura de la que la carta de Emilia-sama había hablado, no obstante, la figura de una mujer tosiendo fue lo que salió.

—Ooooood, no quería decirlo, pero sí deberías lavar esa armadura, —dijo Emilia-sama mientras trataba de sacar la ceniza alojada en su cabello con sus manos.

(NA: Od es una deidad de Re: Zero, por eso Emilia dice "Oooooood" en vez de "Diooooooos".)

De pronto, una profusa risa llamó al silencio de todo el ambiente. Su tono, grave y quemado, devolvió la alerta que había perdido segundos antes.

¡Haha! Lo sé, lo sé, ya van como 3 chicas que me lo dicen, —dijo la voz que Rem identificó como el hombre de armadura.

El sonido de placas chocando hizo eco en el silencio mientras una mano se asomaba por dentro del carruaje y agarraba el marco de la salida, su color un negro desgastado que parecía demasiado viejo como para siquiera mantenerse en pie. Sin dar tiempo a que Rem saliera de su estupor inicial, la figura de viejo negro terminó de salir…

Enorme. Esa fue la única palabra que se le vino a la mente cuando la armadura terminó de salir del carruaje. Alzándose en lo que seguramente serían casi dos metros, un imponente ser se movió con una rigidez propia de un estado de alerta permanente, dejando con cada paso, cada movimiento, un rastro de ceniza que era demasiada para tan poco cuerpo. Lo sintió, viajando desde su nuca hasta la punta de sus pies, un escalofrío propio de una simple rata mirando a un ser demasiado… demasiado simplemente, para siquiera existir sin tomar su vida. El instinto propio de los onis pegó un grito en sus orejas en forma de un pitido que parecía querer dejarla sorda, un obvio pedido de escape ante el monstruo frente a ella. Aun con su nariz tomando el hedor de lo que más odiaba, de lo que le había arrebatado todo, no pudo sentir más que pavor. Una niña de nuevo era, corriendo gritando por ayuda para su aldea, sola en busca de algún tipo de consuelo. Sin nada más que hacer más que esperar un clímax al miedo que la tomaba, un temblor se asentó en sus manos conforme la figura se acercaba más y más.

—¿Rem? —La voz de su hermana a su lado casi pasó por encima de su percepción mientras trataba de mantener su respiración por debajo de la taquicardia que sus instintos pedían.

En un movimiento salido de lo más profundo de su inconsciente, su mano se deslizó en la de su hermana, entrelazando dedos tratando de buscar algún alivio en la persona que estuvo para ella desde el momento de su mera concepción. Ram, por su parte, ni siquiera tuvo que pensar para entender las sensaciones que a su hermana se estaban comiendo; ella también lo había sentido. A pesar de haber tratado de enmascararlo con su tan buen humor, ella fue testigo de la presencia de la armadura. Pareciente salido de un mundo de pesadilla, ella estuvo a tan solo unos metros de eso durante todo el viaje. Hora tras hora, minuto tras minuto, aguantó el temblor de sus manos apretando las riendas de los dragones de tierra. Ella entendía el sentimiento que estaba envolviendo a su hermana, aunque sabía que el que ahora la estaba haciendo mirar a la armadura con todo terror, era mucho mayor que el suyo propio. Sabiendo esto, Ram, en un gesto de amor absoluto por su hermana, tomó su mano en las suyas y la hizo girarse hasta que sus ojos se entrelazaron.

—Está bien, —dijo casi en un susurro —, Ram está aquí.

En ese momento, el terror causado por el ser que continuaba moviéndose en su dirección, fue calmado, aunque no totalmente, por la sonrisa que Ram le dirigió a Rem. Respondiendo tal gesto con una sonrisa propia, Rem agradeció a su hermana.

—Gracias hermana…

Vaya, ¡qué linda escena! —interrumpiendo su momento, una atronadora voz soltó con un tono tan agradable que parecía forzado —. Veo que ambas se aprecian mucho, ¡haha!

Riendo con toda tranquilidad, la armadura se paró frente a ellas, tapando el sol con su imponente figura, no notando como su accionar causó la exaltación de las gemelas.

¿Qué sucede? —soltó al no escuchar una respuesta —. ¿Tengo algo en la cara? O, mejor dicho, ¿casco? —haciendo una pose de expectativa con sus manos (NA: Imagínense al tipo del meme "Aliens", pero con una armadura escalofriante), la armadura esperó algún tipo de reacción a tan buena broma.

Obviamente, en lugar de la respuesta que esperaba, tan solo pudo ver como ambas, más la azul que la rosada, comenzaron a temblar.

¿¡Tan malo fue!? Maldición, ¡estaba seguro de que mis chistes eran buenos! —dijo la figura con melancolía teatral.

—¡Oye! —desde atrás, se escuchó la voz de Emilia, un tono maternal tiñéndola —. ¡Estás asustando a Ram-san y Rem-san!

Confundida, la armadura, miró a Emilia y luego a las gemelas y devuelta a Emilia para luego mirar a las gemelas de nuevo.

¡Lo siento señoritas! —dijo mientras llevaba su mano a su nuca con vergüenza —. La verdad es que sí que doy miedo, no les voy a mentir, hahaha… —se rio dando entonces lugar a un silencio un tanto incómodo.

Caminando para estar entre ambos grupos (la terrorífica armadura y las indefensas doncellas), Emilia decidió hacer de intermediaria.

—Vamos a ver, —dijo mientras hacía un ademán hacia las gemelas —, ellas son Ram-san y Rem-san.

Mirándolas, Emilia esperó a que alguna de las dos hiciera algún movimiento. Por supuesto, Ram fue la primera.

—Ella es Rem… —dijo, apuntando a su hermana, mientras se esforzaba por no tartamudear; estando lejos de él y sin mirarlo directamente, obviamente había sido más fácil hablarle que en ese momento.

Mirando a su lado, esperó a que Rem la presentara a ella como estaban acostumbradas a presentarse la una a la otra.

—Y-Y ella e-es… —soltó Rem tratando de mirar donde los ojos de la armadura deberían estar.

Gran error, porque, en el momento en el que sus celestes orbes hicieron contacto con los apagados irises color ámbar, todo rastro de fuerza desapareció de su ser, dejándola solo con la voluntad necesaria para esconderse tras su hermana. Entendiendo que no podía dejarla sola en tal situación, Ram tomó una posición no agresiva, pero sí protectora mientras encaraba a la armadura.

—Yo soy Ram, disculpe a mi hermana, —dijo no sintiendo realmente vergüenza por la reacción de su hermana.

—Bi-Bien, —dijo Emilia cortando la tensión —, ahora este es… Lo siento, todavía no sé tu nombre…


—¿Cinis? Un noooombre peculiar debo deciiiir, —una voz un tanto peculiar dijo con un tono igual de peculiar.

El dueño de esa voz, aunque suene repetitivo, también era un hombre… peculiar. En efecto, pintado cual personaje salido de un circo, el supuesto señor de las tierras en las que ahora se encontraba, le habló con una interesante (espeluznante) forma de alargar palabras. Extravagante en toda regla, su imagen le hizo recordar a los muchos pintorescos personajes que se había encontrado a lo largo y ancho de su viaje. Siegmeyer de Catarina, oh viejo y simpático amigo, con su costumbre de sobrecargarse la cabeza con cada obstáculo que encontraba; un buen hombre con el que solía simplemente descansar en cualquiera fuera el recóndito lugar en el que se lo encontrase. El Caballero de Cresta Caída, aunque su nombre nunca llegó a cazar, con su pesimismo tan característico, nunca podía evitar tirar una risa. Solaire, ese alocado hermano de risa sin igual que tantas veces había llamado para acompañarlo, ¿dónde estará ahora? ¿Habrá encontrado su sol? Esperaba, por favor y con una plegaria silenciosa, que donde sea que esté, sea feliz.

Ah, cómo le gustaría que este payaso fuera otro compañero para agregar a la lista de amigos encontrados en su viaje… sin embargo, sus instintos gritaban lo contrario. Al parecer, su extensa lista de enemigos iba a aumentar una vez más, porque esos ojos, diferenciados uno del otro por el color, y esa sonrisa, de los nervios lo ponían. Esa mueca, más falsa que la amabilidad que le mostraba, le recordaba a Chester… y él detestaba a Chester. Un ser de escrúpulos nulos, sin honor o respeto por nada, soltando risas más asquerosas que las Profundidades mismas, aunque no tanto como las de Lautrec (…) No, ese no era un recuerdo que ahora quería destapar.

—Primeeeeeero que nada, —la monótona voz del bufón lo trajo de vuelta a la realidad —, quisiera agradecerle por haber salvado a Emiiiiilia-sama aquí presente.

De pronto, una de las puertas a la espalda del payaso se abrieron, dejando pasar a las gemelas de antes junto con un carrito que trajo un aroma delicioso consigo. Sin mediar una palabra, las doncellas sirvieron la comida de obvia calidad con un orden que no pasó desapercibido. Primero, se le sirvió a él, fue Ram quien lo hizo, logrando de alguna manera no temblar al dejar su comida frente a él. Segundo fue Roswaal, Rem le presentó su comida con sumo respeto, acostumbrada a ello. Al final, a Emilia se le sirvió, ella agradeciendo audiblemente a Ram que tuvo la tarea, ganando un asentimiento que, a pesar de estar falto de sonrisa, demostraba gratitud por el trato. Eventualmente, con los platos servidos frente a ellos, Roswaal dio la invitación a comer…

Disculpen, pero creo que voy a declinar la comida, —dijo la armadura bajando la cabeza en disculpa.

—Oooh, ¿y por qué seriiiiiía eso? Si se puede saber, —dijo Roswaal mientras tomaba un tenedor y pinchaba un trozo de la jugosa carne —. Le puedo asegurar que la comida de Rem es de una calidad excepcional, —dijo llevándose el tenedor a la boca de una manera… peculiar.

Eso fue más incómodo de lo que debería haber sido.

—¡Tiene razón, Cinis! —dijo Emilia entusiasta a su lado —. Rem es muy buena cocinando.

La sirvienta en cuestión, en lugar de demostrar vergüenza o al menos agradecer los halagos, continuó con la cabeza gacha donde se había colocado justo detrás de su señor.

—Por supuesto, cualquier cocina mataría por tener a mi hermanita a su disposición, —dijo Ram con un tono de orgullo y soberbia totales.

—G-Gracias, Roswaal-sama, Emilia-sama, hermana… —dijo Rem en voz baja.

Huh, ¿tendrá problemas de confianza?, —pensó la armadura antes de responder a la pregunta que se le había hecho antes —. No tengo sentido del gusto, discúlpenme.

—A-Aun así, Cinis, creo que deberías comer algo… —dijo Emilia a su lado tratando de aliviar el ambiente.

Lo siento, pero no tengo hambre.

Nuevamente, ante sus palabras, el silencio tomó el lugar. Sin esperar la orden, Ram se acercó desde su izquierda y tomó el plato servido de deliciosa comida. Mientras la comida avanzaba, al menos para ellos, Cinis (supuso que así debería acostumbrarse a ser llamado de ahora en adelante) pudo sentir las miradas que los personajes en la habitación le daban. Emilia, siendo la más directa, le daba curiosas ojeadas en busca de algún tipo de información sobre él (…) ¿Dónde estará su espíritu? Recordaba haberlo escuchado decir algo sobre "ir a ver a Betty", quién sea esa tal Betty. ¿Será otro espíritu? Debería comprobarlo luego…

Rem, la segunda más obvia, levantaba de tanto en tanto su cabeza para tratar de mirarlo con algún tipo de resolución mientras trataba de mostrarse fuerte, no obstante, al segundo en el que él girara su casco, su cabeza volvería a su estado gacho y sumisa se volvería. Su gemela, Ram, con una naturalidad casi perfecta si no fuera por el ya demostrado nerviosismo hacia él, mantenía sus ojos en movimientos generales para con la habitación, sin embargo, era obvio que siempre se pararían en él durante unos segundos para investigarlo más a fondo.

Por último, Roswaal… En efecto, con cada segundo que se sumaba al tiempo que este lo investigaba, más y más sus instintos gritaban. ¿Qué quería este payaso? No sentía malas intenciones, pero algo quería y, para que sintiese sus instintos gritaran tan fuerte, ese algo no podría ser nada bueno.

—Dígame, señor Cinis, ¿cuaaaál cree usted que su recompensa deberiiiiía ser? Sea poder, tierras, fama, mujeres, riquezas, usted noooooómbrelo, —dijo Roswaal, sus afilados ojos enfocándose en la hendidura del casco que se había negado a ser retirado.

El ambiente casi jovial que se había formado se cortó de repente cuando la expectativa de las siguientes palabras se asentó en las cabezas de todos. ¿Qué podría querer ese hombre? ¿Qué sería aquello que podría causar deseo a alguien tan… bizarro?

Huuh… —sin aparente preocupación, la armadura (…) Cinis (debía acostumbrarse a ese nombre) simplemente se inclinó un tanto en su silla mientras admiraba sin aparente rumbo el techo.

Dentro de ese casco, la cabeza del hombre que tantos problemas parecía atraer, se encontraba en un momento de total reflexión. Para ser honesto, lo había logrado. Su objetivo en su anterior vida, luego de un viaje de proporciones insanas, habiendo combatido seres de existencia increíble, visto cosas que le negaban cualquier tipo reacción común a las cosas que antes lo hacían sentir tanto; luego de todo, había cumplido. La flama, ese resplandecer que, durante tantos centenares de vidas, brilló con una arrogancia propia de lo que uno podría llamar un sol, se había extinguido, sucumbido a un sombreado que poco a poco se comió los paisajes tan escalofriantemente bellos que había visitado. El mundo que tanto lo maravilló ni siquiera era una sombra del monumento a la vida que antes fue, porque, para cuando su torpe andar alcanzó las estancadas tierras del Refugio de los No-Muertos, solo los remanentes de una era de un resplandecer que, de cuando en cuando, anhelaba haber sido parte de, permanecieron. Tan solo… cenizas.

Él, a costa de todo lo que era, todo lo que fue y todo lo que pudo haber sido; dándolo todo, rascando incluso hasta romper la base del barril, devolvió la luz, la flama al mundo. En combustible, carbón se convirtió para el futuro de ese infierno. Un rostro sin ojos, un alma sin vigor, un piano sin sonido, el caballero cuyo nombre yacía perdido en las profundidades de Lordran, cenizas de lo que antes fue un joven de espíritu destellante, se las había arreglado en el castigo constante que existir era allí para traer una vez más la chispa de la vida. ¿Por qué estaba vivo entonces? (…) ¿Acaso podía considerarse a sí mismo como vivo? ¿Acaso su corazón podía todavía latir? Su lengua, incluso no pudiendo ni siquiera saborear el sabor de su propia sangre, ¿podía todavía considerarse algo más que un trozo de carne? Su piel, cuyo color había olvidado luego de quién sabe cuántos centenares de lo que sea de no quitarse la armadura, ¿acaso todavía podía sentir el calor del sol? ¿Podía sentir el calor? Incluso si pudiese, el sol, ¿calentaba? ¿Cómo se sentía? ¿Qué era el calor?

Un recuerdo, entonces, trepó desde las profundidades de su mente. Abriéndose paso, pisando terrores que lo perseguirían cada noche si no fuera porque los había reducido en vida (¿muerte?) a una pulpa de huesos y sangre, una arcana memoria que se negaba a simplemente hundirse con lo demás, llegó a su polvorienta mente. Calor, así que así se sentía, una enredadera de movimiento (¿vida?) que se esparcía por su pecho mientras, por primera vez desde que la vio, ella le sonrió. ¿Qué había hecho para ganarse siquiera un desliz de emoción de un ser tan majestuoso como lo era, como lo es y como lo será su Guardiana de Fuego? No lo recordaba, y en ese momento no podría haberle importado menos, porque ese sentimiento, ese calor, lo había llenado de una manera tan salvaje que no pudo evitar gritar hacia el risco, a el mundo, cuánto él la adoraba.

¿Dónde estaba su Guardiana?

¿Cuál era su propósito? En el momento en el que llegó a ese mundo de bestias de las cuales solo mitos y leyendas hablaban, un caballero le había heredado un propósito. ¿Qué acaso no había pasado lo mismo aquí? No podía recordarlo, más allá de sus entrañas dando sus despedidas al resto de su cuerpo a causa de una fuerza mayor (Elsa), solo borrosos colores y susurros le dejaban en claro que no era la primera vez que alcanzaba este mundo al que aparentemente había vuelto. Raramente, algo a su izquierda lo llamó. Una vez más, susurros, esta vez diferentes a los que su quemada mente estaba acostumbrada, hacía eco en su casco.

Calor…

¿Dónde? Inconscientemente, su mirar se vio atraído por el suave revolotear de luces en su visión. El mundo a su alrededor perdió más color del poco que podía ver mientras su cuello giraba para seguir ese minúsculo ser que parecía haber encontrado la última fuente de verdadero color en el mundo. A su lado, sentada tan pulcra como las calles de Anor Londo antes de que rompiera la ilusión, una mujer de una belleza tan pura y resplandeciente que casi tenía que entrecerrar sus ojos para verla, solo que esta, a diferencia de esa ilusión, poseía una cualidad de verdadera tan vibrante que la chispa de ayer que había considerado pura casualidad, volvió. Esos ojos, más tajantes que cualquier filo que haya visto o sentido en toda su existencia, se encontraron con los suyos que luchaban para responder con algún signo que demostrara que, en efecto, todavía no estaba muerto.

—¿Cinis? —una voz, suave como la seda más fina que no podría sentir, soltó el nombre que había elegido para sí mismo.

Fue entonces que encontró un propósito. Él le debía, todavía tenía eso bien presente en su mente, pero quería algo más que solo pagar su deuda. Él deseaba, con cada tramo de piel muerta, ver ese rostro…

Roswaal, —su voz cortó la incomodidad presente —, ya tengo mi deseo.


Preguntas que capaz tengan:

¿Por qué aparecieron los espíritus? Bueno, Subaru ya posee una afinidad muy buena con los espíritus, dicho por varios usuarios de los mismos y la misma Beatrice, por lo que, teniendo en cuenta que entró en contacto con muchísimos más espíritus en el mundo de DS y que la muerte es básicamente parte de él, creo que los espíritus se sentirían muy atraídos hacia él.

Si tiene una buena afinidad con los espíritus, ¿qué ondas con Beatrice? Solo tengo una palabra para responder a eso: Kempachi. Si entendiste, god.

¿Por qué Rem tuvo tanto miedo? Teniendo en cuenta que los oni son seres salvajes, acostumbrados a la batalla y nacidos básicamente con ellas, tendrán sus instintos a flor de piel, por lo que detectarán agresión, peligro o afecto de otros a un nivel diferente al nuestro. Ram perdió su cuerno, por lo que ella no está tan en sincronía con su lado oni.

¿Qué va a hacer Roswaal? Bueno, teniendo en cuenta que nuestro MC tiene suficiente poder para hacer un let-me-solo-her con Elsa y casi cualquier asesino que quiera contratar, va a tener que ir por rutas más… mentales.

¿Cinis? Es ceniza en algún idioma olvidado por dios que no ando con ganas de buscar.

¿Cómo le vas a hacer con el romance? Uhuuuuhuhu, la verdad que ni idea. Digo, incluso ando considerando dejar a Subaru solo-solote. Quiero decir, sí, podría usar la estructura de hacer que las pibas lo vayan ablandando y tal, pero… pero me acaba de llegar la inspiración. God, ¿no?

Bueno, eso creo que es todo. Ando juegando STEINS;GATE y diossssssssssssssss, es goddddddddddddd. Recomendadísima la novela.

Besos en la nalga izquierda.