Capitulo 26.
Ya era de noche, Rapha había partido a la estación de trenes hacía poco más de un par de horas, por lo que la Mansión Oroku se había sumido en una completa soledad. A Saki le gustaba la tranquilidad, pero después de haber vivido tantos meses con Rapha, ya hasta se le hacía extraño no escuchar la batería que tocaba antes de dormir. Al principio no estuvo de acuerdo con que el chico tocase ese instrumento ruidoso y vulgar, pero al final, tuvo que ceder al ver que el tocar la batería lo ayudaba a liberar el estrés y a que se concentrará más, eso y porque Midori también estaba a favor. Aún así, Saki hubiera preferido que Rapha aprendiera a tocar piano o violín, o cualquier otro instrumento clásico.
Ahora mismo, el Líder del Clan del Pie se encontraba en la cocina tomando una taza de café mientras miraba fijamente unos papeles. Normalmente solía revisar los informes del Clan, antes de irse a dormir, para dejar preparado los puntos que iba a tocar al día siguiente. Sin embargo, en esa ocasión, su mente no estaba concentrada en esos informes, y por más que lo intentará no podía leer una línea sin volver a repetirla por enésima vez.
"Si sensei"
La causa de que no pudiera concentrarse en sus informes, era debido a que no paraba de pensar en la charla que había tenido con la ex-tortuga antes de que se fuera. Para una persona cualquiera podría resultar una conversación normal, en donde se informa acerca de un deber que se debe cumplir, pero para Saki, aquella charla, o más bien dicho, el cierre de está, era lo que más le había impactado.
Rapha lo había llamado sensei.
Al principio, Saki creyó que había escuchado mal, que había sido producto de su imaginación, pero después de recordar cada detalle, se resignó a que no había escuchado mal.
No era que Saki hubiese deseado ser reconocido como sensei por parte de la ex-tortuga, de hecho antes de comenzar a enseñarle, le había dejado en claro que él tenía la opción de escoger si quería aprender de él. Al principio, Rapha solo se limitaba a llamarlo por su nombre, a lo cual Saki no tenía problema alguno, pero después de varios meses de haber convivido con él, Rapha al final le había llamado maestro, y eso le hacía feliz, porque significaba una cosa: Que confiaba en él.
A pesar de que en un inicio no se llevaban bien, y que Saki, en repetidas ocasiones trató de matarlo. Con el pasar del tiempo y después de ciertos acontecimientos, ambos hombres, lograron confiar el uno del otro. Era increíble, lo que el tiempo y la voluntad de cambiar podían llegar hacer. Si el Saki del 2012 pudiese viajar en el tiempo y viera lo que está pasando actualmente, de seguro le daría un infarto de que en el futuro tuviera una buena relación con el hijo de su enemigo... y también aprovecharía para decirle que invirtiera en acciones de Apple.
Pero hablando del enemigo…
A espaldas de Rapha, Saki había pedido a sus espías en Nueva York, investigar sobre el estatus actual de los hermanos Hamato. Poco después de la desaparición de la ex-tortuga, sus espías habían reportado, que las tres tortugas aparecían a media noche sobre los tejados de Chinatown y recorrían cada centímetro en su búsqueda, pero con el paso del tiempo, la búsqueda intensa fue disminuyendo. No obstante, todas las noches la tortuga de la bandana naranja se quedaba sentado en la cornisa de un edificio y esperaba.
Cuando recibió ese informe, Saki se vio en un dilema, no sabía si era buena idea enseñárselo a Rapha, desconocía como reaccionaría, si bien o mal. Saki pudo advertir que las tortugas buscaban a su hermano, era natural, podían estar preocupados y quizá, podrían haberlo perdonado por sus actos…o quizá, era todo lo contrario. El ex-villano, no estaba seguro de que hacer, Rapha estaba en su derecho de haber decidido cortar todo lazo con su familia como resultado de sus acciones, pero también sabía que eso no era bueno, porque podría lamentarlo. Sin embargo, era la ex-tortuga la que al final tenía que decidir que hacer, si contactar a su familia o continuar como estaba, sea lo que escogiese, Saki estaría allí para apoyarlo.
-¡Sakiiiiiii! - el gritó de una Midori entrando de golpe a la cocina lo hizo brincar del susto, provocando que derramara el café sobre sus papeles y su camisa.
-No vuelvas a hacer eso – la regañó Saki, quien trababa de limpiarse con una servilleta.
-Lo siento – dijo Midori con una sonrisa. -Pero te traigo noticias.
-¿Encontraste ese vestido morado que querías? - le cuestionó Saki en broma.
-Si y llegará antes de año nuevo, aunque lo que quería decirte es algo acerca de Rapha.
Al escuchar el nombre Saki se puso serió. ¿Le había pasado algo? No podía ser eso, pues le vio marchar sin problemas a la estación de trenes, y la última vez que revisó su ubicación por el GPS, ya se encontraba camino a Okinawa.
-Por fin lo he conseguido – dijo la doctora orgullosa. - Por fin podré cerrar la primera parte del expediente de Rapha.
-¿Qué has...espera, expediente? - le interrogó Saki enarcando una ceja. -¿Hiciste un expediente de Rapha y no me lo dijiste?
-Abrí el expediente desde que ese día que me pediste que atendiera sus heridas. - el ex-villano torció la boca, era más que obvio que Midori como doctora de Rapha abriera un expediente de él, así que optó por no decir más. -Pero no es eso lo que me trae aquí, es algo que llevo previniendo desde hace tiempo, algo en lo que he trabajado desde las sombras, algo que cambiará el rumbo del mundo, algo….
-¡Midori ve al grano!
-Rapha me acaba de confesar abiertamente que le gusta la princesa.
-¿Qué?
-Y me acaba de confesar el motivo por el cual no se atreve a dar el siguiente paso.
-¿Qué?
-¿Puedes dejar de decir "qué"?
-¿Qué?
Al principio a Rapha se le había hecho extraño que Kameko tuviera que viajar a Okinawa por tren y no por avión, como lo hacía su abuela en esos momentos. No obstante, después de una breve explicación por parte del chófer de la princesa, Rapha entendió que esto se debía a un antiguo protocolo en que indicaba que la familia real, en el caso de tener que realizar un viaje a algún lugar del país o fuera de éste, los miembros reales, debían viajar por separado. Ésto, en el caso de que alguien muriese en el camino por algún accidente, el país no se quedará sin herederos.
Una completa locura, fue lo que pensó la ex-tortuga. Sin embargo, optó por no darle importancia y por otro lado, le agradó la idea de no tener que viajar en avión. Todavía no superaba el vuelo que lo trajo a Japón.
Mientras se reportaba con el jefe de seguridad privada de la princesa, ya que en ese viaje, también iban otros hombres del Clan del Pie encargados de la seguridad de la princesa, Rapha pudo advertir que Kameko abordaba el tren privado que estaba designado para la familia real, y sabiendo que era su oportunidad perfecta para hablar con ella y disculparse, fue tras ella.
Al estar dentro, no pudo evitar soltar una exclamación de asombro. El vagón en el que se encontraba, parecía ser sacado de una película antigua. Tenía un diseño que recordaba mucho a la época Meji, en dónde la occidentalización comenzaba a ser notoria en Japón. Paredes de madera con acabados y detalles finos, una alfombra rojo carmín en el suelo, cortinas blancas con encaje, candelabros en el techo, y muchas otras cosas más que pudieron llamar su atención, pero en ese instante solo quería llegar al vagón dónde Kameko viajaba.
Después de cruzar por tres vagones grandes, llegó al vagón en el cual la princesa se hospedaría temporalmente durante el viaje a Okinawa. Antes de entrar, Rapha miró su reflejo a través de la ventana y se aseguró de que se estuviera presentable. En su opinión, no se veía mal, estaba bien peinado y el traje Armani que le había mandado confeccionar Saki para ese viaje, lo hacía ver bien.
"¿Realmente te preocupa tú apariencia después de que sabes que es una causa perdida?"
Rapha sacudió la cabeza en una clara negación, ese no era el momento para dejar que su "consciencia" empezara a molestarlo.
Miró por última vez su reflejo y cuando se hubo cerciorado de que todo estaba bien, tocó la puerta de la princesa. Los segundos que esperó a que le dieran respuesta, la ex-tortuga, sintió como su corazón latía rápidamente a causa del nerviosismo. No sabía como reaccionaría Kameko al verle, obviamente ella sabía que él estaría ejerciendo como su guardaespaldas durante este viaje, pero al recordar como la trató la última vez que se vieron, no estaba del todo seguro si ella estaría enojada.
-Adelante.
-Kameko iré al grano yo…
Rapha se detuvo a media frase al toparse con una escena que jamás creyó ver en su vida.
-¡Oroku! - dijo Mako con una alegría fingida - ¡Me alegra de verte!
Mako, o más bien dicho, "el Imbécil", como lo había bautizado la ex-tortuga, se encontraba sentado en el asiento contiguo al de la princesa, vistiendo elegantemente y con una copa de vino en su mano.
-Parece que viste un fantasma – rió Mako al ver como el guardaespaldas no se movía.
-Yo...- empezó a decir Rapha tratando de recuperar el habla. - Estaba buscando a Kameko.
-¿Necesitas decirle algo? Anda, hazlo
Rapha frunció el ceño ante la situación. ¿Qué hacía Mako ahí? ¿Por qué tenía que aparecer en el momento menos preciso? Y sobre todo...¿Por qué se atrevía a sujetarle la mano a Kameko?
-Princesa – dijo Rapha tratando de calmarse.
-¿Si Ryu? - respondió ella sosteniéndole la mirada. Al ver esto, Rapha no pudo saber a ciencia cierta si estaba feliz de verle o todo lo contrario, su cara estaba completamente estoica. ¿Cómo le hacía Saki con Midori cuando la doctora hacía lo mismo?
-Solo...vine… a informar que estamos a punto de ponernos en marcha – dijo al final.
-¡Oh! De acuerdo, me parece bien. Muchas gracias.
-Si, gracias Ryu. - intervino Mako. -Ya puedes irte.
Apretando los puños, Rapha hizo una reverencia y salió del vagón. Una vez lejos de ahí dejó escapar una maldición en japones, (cortesía del repertorio de Saki) y se dirigió al vagón designado para los empleados. Para su alivio, no había nadie ahí, por lo que aprovechó para sentarse a pensar en lo que haría a continuación.
Sus planes de disculparse con Kameko, se habían visto frustrados ante la presencia de Mako. ¿Cómo se disculparía ahora? Pues si no recordaba mal, la última vez que Mako estuvo con la princesa, se comportó como si fuera un chicle, no la dejaba sola en ningún momento, bueno, solo para ir al baño, pero aquello, no era una opción en ese momento. Tenía que encontrar la oportunidad en el que ella estuviera sola para poder hablar sin distracciones o interrupciones, tenía que disculparse costase lo que costase.
"¿No estás haciendo mucho alboroto para poder disculparte? ¿O será que en realidad quieres decirle otra cosa?"
