Los personajes no me pertenecen, sino a la escritora STEPHANIE MEYER. La historia si es de mi autoría. No publicar en otras páginas, categorías o traducir sin previo permiso. Está prohibida su copia total o parcial. +18

Capítulo 20:

Sólo se necesita un empujón

EDWARD POV

— Tú familia es encantadora, Edward — murmuró Bella, soñolienta.

— ¿Te estás durmiendo? — pregunté sin obtener respuesta.

Los brazos de Bella estaban completamente relajados y su pecho subía y bajaba suavemente. La luz interior del auto reflejaba tenuemente su rostro en el cristal. Estaba profundamente dormida.

Me reí por lo bajo.

— Pero qué confianzuda — dije para mí.

Uno creería que con su vida en la banda tendría más resistencia a las desveladas, pero qué sé yo. Una doble vida seguro no era sencillo. Una parte de mí no lo entendía y tenía genuina curiosidad, las preguntas se arremolinaban en mi mente, y la otra parte me decía que no era asunto mío.

Resoplé y bajé la velocidad un poco, me aseguré de que su cinturón estuviera bien abrochado y manejé hasta la ciudad poniendo atención al camino. Isabella se removió un par de veces, pero no despertó.

Llegamos al centro a eso de la media noche, y me detuve ante la luz roja del semáforo. Volteé a ver a Isabella, quien ahora tenía el rostro en mi dirección. Su expresión era relajada, sin un amago de tensión, sus labios estaban ligeramente separados dejando escapar el aire en cada respiración.

Sentí el impulso de querer alzar la mano y volver a acariciar su rostro, como hice hace unas horas. Aquel fue también un gesto natural, tratando de darle confort ante su nerviosismo, aunque siendo sincero yo también tenía mis reservas sobre qué pasaría aquella noche. Yo sabía que por parte de mi familia no habría problema alguno, sino la reacción de Bella. Se vio relajada toda la velada y parecía fluir bien con el ambiente general.

Aunque hubo algunas ocasiones en que nos observaba de lejos con una ligera sonrisa en los labios y el anhelo en su mirada, sin ser parte del momento. En esos momentos no era ni Isabella ni Rocket, sino alguien diferente. Así como ahora, plácidamente dormida. Era una expresión nueva para mí, una que me hacía querer levantar la mano y apreciar más de cerca esa paz…

… no lo hice.

No quiero despertarla, pensé, pero aquello me supo a excusa.

Llegando a cierta parte de la ciudad, tuve dos opciones. Tomar el camino a mi departamento, que era el más cercano, o tomar el camino a casa de Bella.


ISABELLA POV

Isabella

Escuchaba vagamente en el fondo de mi inconciencia.

Isabella

La voz se abría paso, rompiendo el velo del sueño. Pronto a la voz la acompañó un ligero movimiento de insistencia, y el hechizo de rompió.

Abrí los ojos, despertando. Mi cuello dolía un poco y me sentí desubicada por un momento sin identificar en dónde o con quién estaba.

— Isabella — insistió Edward.

Volteé a verlo, sintiéndome más presente en el momento.

— Ay, lo siento. Me quedé dormida — me disculpé en voz ronca.

Miré por la ventana, y tardé en darme cuenta de que estábamos en un estacionamiento.

— ¿Dónde estamos?

— Bueno, aún queda camino hasta tu casa y pensé en parar en mi departamento primero, si te sientes muy cansada. Puedo seguir el viaje, si así lo prefieres.

Lo miré, más despierta y negué con la cabeza diciendo "mm—mm".

— ¿Segura?

— Sip — afirmé —. Es más lejos, y aun tienes que volver, y ya es tarde… Y ya me quiero dormir.

Edward rio, esbozando una de sus sonrisas más relajadas.

— De acuerdo, vamos.

Esta vez no esperé a que él abriera, salí por mi cuenta y me estiré, recuperándome de lo incómodo que puede ser dormir en un auto.

Llegamos al elevador enseguida, y Edward oprimió el botón a su piso. Las puertas se cerraron, y vi el reflejo distorsionado de nuestras siluetas.

Sonreí al darme cuenta de que esta escena ya la había vivido, con la misma persona. La noche en que me atreví a decirle que sí. Esa noche creí que no lo volvería a ver…

Lo miré por el rabillo del ojo. Quién lo diría…

Esta vez no nos recibió un pasillo tan glamoroso como en aquel hotel, este tenía un ambiente más típico de una torre de departamentos, nada muy excesivo.

— Es por aquí.

Dijo Edward guiándome por el pasillo. Me di cuenta de que todas las puertas, en vez de picaporte, tenían un tablerito con números para insertar una contraseña.

Edward se detuvo frente a una de las puertas y colocó el código, pero el aparato marcó en rojo. Lo intentó una vez más.

— ¿Seguro que vives aquí? No quiero pasar la noche en la estación por intento de allanamiento.

— Ja, ja.

Colocó otro código y el aparato emitió una luz verde y abrió con un ¡clac!

— Olvidé que cambié el código — sonrió —. Adelante.

— ¿Lo cambiaste recientemente? — pregunté, divertida.

— Sí, es que Alice siempre entra sin mi permiso y sin avisar —, cerró la puerta y encendió las luces del recibidor —. Algún día lo haría en un mal momento.

El departamento de Edward era de un solo ambiente y era muy amplio. La sala y la cocina se unían en un solo espacio sin paredes. Había un espacio libre entre ambos lugares y me di cuenta de que no tenía comedor, solo un par de sillas dispuestas en la isla.

— ¿Quieres algo de tomar?

— Sí, gracias.

Se adelantó y entró en su cocina, con tal naturalidad y desgarbo como lo había hecho en la habitación de hotel. Me gustaba la energía que irradiaba cuando se sabía en su espacio.

Mientras él preparaba unos tragos yo miré el alrededor. Este lugar no tenía un ventanal enorme, pero si una vista muy bonita desde la sala. El cristal tenía una caratula antirreflejante que te permitía ver hacia afuera de noche, y no solo tu reflejo traslúcido.

El color negro y caoba predominaban, dando una sensación de masculinidad en cada rincón. No se sentía como un lugar familiar y cálido, sino como un departamento de soltero con predilección por lo contemporáneo.

El departamento de Edward tenía lo esencial, pero nada más. A pesar de que se notaba que era su estilo, no se sentía como suyo. No había fotos familiares ni adornos o señal de personalización. Todo se veía muy nuevo, como si casi no estuviera ahí.

A pesar de tener algunos meses de vuelta en la ciudad, como él mismo había dicho, no parecía que tuviera la intención de asentarse, ¿sería debido a su vida de nómada? ¿A lo raro que era para alguien como él echar raíces?

¿Y si un día solo hacía sus maletas y se iba?

Eso hacía él. Esa era la vida a la que estaba acostumbrado. Entonces, ¿por qué me entristecía la idea?

— Aquí tienes, Bella — dijo, sacándome de mis reflexiones.

— Gracias.

Esta vez hizo unas bebidas más refrescantes, y no solo vino. Tenían apenas un toque de licor, y sabía muy bien.

— También sabes hacer bebidas — dije.

Edward se encogió de hombros.

— Fui barman un tiempo, hace muchos años.

— No te creo — reí.

No me lo podía imaginar.

— Es verdad — rio en respuesta —. Fue antes de la universidad. Además, viviendo en tantos hoteles y en tantas ciudades, algo tenía que aprender.

— Habría sido triste si no.

Ambos tomamos asiento uno junto al otro en el sofá más grande. Una vez más, el ambiente se sentía más relajado y natural, no teníamos que cumplir ningún papel.

— ¿Te gusta tu vida, Edward? — pregunté sin poderme frenar.

Elevó las cejas, sorprendido.

— ¿A qué viene eso? — rio quedamente.

Me encogí de hombros, y reí también.

— Me da mucha curiosidad. Tan solo puedo imaginar lo que es vivir lo que tú has vivido.

Me miró y lo pensó por un momento.

— Sí. Me gusta mi vida. Hay ciertos capítulos que me gustaría olvidar, pero creo que eso le pasa a todo el mundo, ¿no?

Asentí.

— Eso es cierto.

— ¿Te puedo hacer una pregunta a cambio? — dijo, algo serio.

Enarqué una ceja.

— Claro — dije con cautela, ¿qué querría saber?

— ¿Por qué ocultas que tocas en una banda?

Uy…

— ¿No tienes una pregunta más difícil? — bromeé. Edward hizo un amago de sonrisa, esperando mi respuesta. Suspiré — ¿qué te hace preguntarlo?

— Bueno, se nota que lo disfrutas, que te hace feliz ¿por qué ocultar esa parte de ti?

Era una respuesta complicada, que tenía muchos detalles y saltos temporales. Bien podría ser una plática muy muy larga si me iba por las ramas.

— No tienes que contarme los detalles morbosos si no quieres — guiñó.

Algo me decía que tenía tiempo haciéndose esa pregunta, y teniendo en cuenta que ahora pasábamos mucho tiempo juntos supuse que era natural que sintiera curiosidad. Pero bueno, una versión resumida estaría bien. Después de todo, ya sabía que tocaba en una banda y sobre mi otra vida, así que lo demás solo eran detalles. Igual, no le revelaría demasiado.

— Lo oculto por Charlie — fui sincera —. Aunque ya sabías que mi padre no tiene ni idea —. No era suficiente, tenía que hacerle ver la clase de secreto que sabía —. Pero en realidad, nadie sabe nada. Para la gente del bar, yo soy Rocket y soy guitarrista. Y para mis compañeros de trabajo, soy Isabella, la arquitecta. Solo Jake, y mis amigos de la banda saben la verdad. Así siempre ha sido, porque no quiero que mi padre se entere. Eres la primera persona que lo descubre en cinco años de racha perfecta — reí sin genuino entusiasmo.

Y vaya manera de descubrirlo.

— ¿Es en serio? — preguntó sorprendido.

— Sip — le di un sorbo a mi bebida.

Edward lo pensó por un momento.

— ¿Sería muy… malo si se entera?

— Sí — dije de inmediato. Lo miré muy seria, sin una pizca de diversión —. No tienes idea.

Y eso no tenía ganas de explicárselo.

Entendió por mi expresión la seriedad del asunto. Sus facciones se relajaron hasta ofrecerme una de sus atractivas sonrisas ladinas, ésta tenía un aire más amigable pero no dejaba de verse totalmente encantador.

— Oye, te lo prometí, ¿no? Ese día luego de la fiesta. Tu secreto está a salvo conmigo, Bella.

No pude hacer más que devolverle la sonrisa. En verdad sentía que podía confiar en él.

Suspiré, más relajada.

— Bien, y ¿qué me dice usted, señor pianista?

Edward exhaló en una amplia sonrisa y dejó caer su cabeza hacía atrás.

— No vas a dejar morir el tema, ¿cierto?

— Claro que no.

— Pues, ¿qué dijiste? ¿Toda niña rica se sabe una pieza o dos?

Me reí.

— Sí, algo así.

— ¿Pues qué te digo? Tomé lecciones desde muy chico, incluso antes de que naciera Alice. Curiosamente el piano es el único instrumento que se me da, y son contadas las piezas de mi autoría. Lo considero más un pasatiempo que una pasión, la arquitectura me gusta mucho más.

— Me impresionaste en la cena, eso lo admito — comenté.

Edward entrecerró los ojos con divertida sospecha.

— Que aún no te perdono, por cierto — dejó la bebida en la mesa y se recargó de costado, acercándose más a mí —. La forma en que mentiste y prácticamente me obligaste a tocar.

Sonreí con malicia.

— ¡Ay, no! — dije con fingida lástima. Hice un tanto, acercándome a Edward dirigiéndole una mirada coqueta. — ¿Y qué puedo hacer para que me perdones? — jugueteé con los botones de su camisa.

Él dejó escapar una risita, negando suavemente con la cabeza, pero finalmente dándome lo que buscaba.

De un momento a otro, Edward me jaló de la cadera y terminé sentada sobre él. Antes de seguir, me tomó de los muslos y me levantó, yendo directo a su habitación.


Despertar en la cama de Edward era sin duda un placer que no sabía que necesitaba. Abrí los ojos antes de que sonara mi alarma, y me encontré con que estaba sola en la espaciosa cama. Me estiré a mis anchas, sintiendo el placer de una buena noche de descanso, enredándome más en las sábanas.

Edward me había prestado una camisa suya la noche anterior para usarla como pijama, aunque no me duró mucho puesta...

La recogí de suelo, al igual que mi ropa interior y me vestí, sin ponerme pantalones. Me lavé la cara y salí de la habitación, tratando de arreglar mi desastroso cabello.

Edward estaba sentado a la isla de la cocina, leyendo atento su tablet. Había dos tazas de café humeante en la mesa y unas tostadas en un plato. Al sentir que salí del cuarto, me sonrió y me dio los buenos días con picardía, evaluando mi vestimenta. Él ya estaba vestido con ropa casual, luciendo relajado y atractivo al mismo tiempo.

Me encantaría decir que estuvimos largo rato juntos en el desayuno, pero al igual que las otras veces, nuestras vidas nos exigían atención.

Yo tenía que llegar a casa y arreglarme para el ensayo, y él tenía cosas que arreglar con respecto a la construcción.

— Muchas gracias, Edward — dije, terminando mi desayuno.

— Es un placer. ¿Te llevo a casa?

— Si no es molestia.

— Por supuesto que no — me dedicó una media sonrisa.

Salimos de su apartamento sin muchas prisas. Caminamos uno junto al otro, pero me alejé unos cuantos pasos. Sentía el impulso de entrelazar mi brazo con el suyo, pero no lo hice. Eso denotaría demasiada cercanía, y la promesa de mantenerlo casual me frenó. Me sentía muy cómoda con Edward, pero no debía confundir las cosas.

De camino a mi casa, él me dejó poner música en la radio con la promesa de no sintonizar electro. Al final encontré una estación de blues, y para mi sorpresa, tarareó algunas de las canciones. Tal vez él también se estaba sintiendo cómodo conmigo.

Demasiado pronto, llegamos a mi calle. Edward se detuvo frente a mi casa, y bajó el volumen de la radio.

— Espero que puedas ir a oírnos tocar — dije desabrochándome el cinturón de seguridad.

— Eso espero yo también, si no se puede en estos días, ya habrá más oportunidades.

— Igual te avisaré sí es seguro, ¿sí?

En serio esperaba que la oportunidad se presentara lo más pronto posible. Edward asintió.

— Hasta luego, Edward — me despedí con una sonrisa y abrí la puerta del auto.

— Bella — llamó, antes de que me bajara.

Giré, encontrándome con su rostro más cerca de lo que esperaba.

Edward me tomó de la barbilla y me dio un inesperado beso, corto pero fiero y demandante. Un recuerdo de la noche anterior. Terminó demasiado pronto, dejándome con ganas más.

— Por si no te veo hasta el lunes — exhaló.

— Me parece justo.


No sabía si era por la manera en que había comenzado el día o qué, pero me parecía a mí que era un gran día. La ducha me hizo sentirme como nueva, y ya había elegido la ropa que usaría esa noche, me había ido con tiempo de sobra y ya estaba en el bar, más que lista para el ensayo y la actuación de esa noche.

La nueva canción no había tenido avances significativos, pero eso no me desanimaba. La inspiración seguía presente y esperaba que la presentáramos pronto. En lo que Emmett y Rose llegaban, dejé la guitarra en su lugar y mensajeé a Jake.

¿Vendrás?

Quería saber si lo vería ese día o no. Antes de salir de mi casa lo llamé, y sonó y sonó hasta entrar a buzón. Eso casi nunca pasaba, así que no insistí. Además, así podría saber si podía invitar a Edward o no.

Ugh, estúpidos secretos.

— Hey, hey, hey — entró Emmett, triunfante — ¡Ahí está mi Rocket favoriiiitaaaaa!

— Soy la únicaaa — le respondí en el mismo tono afable.

Emmett se acercó a mí con los brazos extendidos, así que me levanté para regresarle el gesto. Me dio un abrazo de oso, y dejó un brazo sobre mis hombros.

— ¡Te ves muy bien hoy! — alabó.

Okey, aquí había algo raro.

— ¿Gracias? — miré a Rose, en busca de respuestas.

Ella miraba a Emmett con una expresión de diversión.

— Te traduzco. Está pidiendo piedad.

Fruncí el ceño, pero entonces recordé. ¡La apuesta! Solté una risotada.

— Ay, Emmett, como si no me conocieras.

— Ay, por favor, Bella — rogó.

Rose rio conmigo.

— Se la probó antes de venir. Y no te voy a mentir, se ve muy bien — dijo sinceramente.

— Eso dices porque me amas, mujer — exclamó Emmett.

— ¿Dónde quedó tu honor de apuesta?

Emmett hizo una mueca muy chistosa, presa de sus emociones.

— Ni siquiera pude verme en el espejo antes de venir, de seguro me veo ridículo.

Lo pensé por un momento.

— Okey, te diré qué. Vamos al camerino, si es más vergonzoso que atractivo, me retracto ¿hecho? — extendí mi mano.

La cara de Emmett se iluminó con esperanza. Quité la mano antes de que pudiera estrecharla.

— ¡Pero!, me la debes.

Asintió firmemente.

— Es lo justo.

Estrechamos la mano.

Los tres fuimos a nuestro camerino usual, Rose y yo nos quedamos afuera, esperando.

— ¿Crees que me pasé con la apuesta? — le pregunté.

— Nah. Deja que lo veas. La terminará usando.

— ¿Esa es una apuesta? — bromé.

— No me arrastrarás a mí también.

Solté una carcajada.

Sentí mi celular vibrar en mi bolsillo. Eran dos mensajes de voz de Jake. Los reproduje de inmediato.

Hola, Bells. Lamentó no haber contestado tu llamada, y lo lamento también, pero no podré ir hoy. Hubo un accidente en la construcción y tengo que ir con papá. Ya sabes cómo son esas cosas, tardan una eternidad. No quisiera que me estuvieras esperando.

Le respondí de vuelta, también con un mensaje de voz.

— ¿Alguien salió herido? ¿Todo está bien? No te preocupes, saca ese pendiente primero. Ya nos podremos ver otra noche.

Me sentía preocupada, el que ya no trabajara en el edificio de papá no quería decir que no conociera de algo a esas personas. La firma ya tenía sus trabajadores de confianza, yo había trabajado con ellos alguna vez.

Jake me respondió de inmediato.

Solo unos raspones. Cargaron demás la plataforma, y la máquina no lo soportó. La cadena se rompió y dejó caer la carga. Nadie estaba cerca, por suerte. El más afectado es el operador, pero nada grave… pero ahora debemos una máquina.

Hice una mueca de pesar, de solo pensar en el papeleo…

— Mejor eso que darle malas noticias a una familia, ¿no? — dije en serio —. Ya me contarás luego qué pasó, ¿sí? Puedo pedirle a mamá que nos deje libre el próximo sábado y así podríamos ir por comida china, o pizza, ¿te parece bien?

Eso suena excelente, hace mucho que no tenemos noche de comida china. Oye, Bells. Hablamos luego, voy a conducir. Éxito en su presentación.

— Hasta luego. Saluda a tío Billy de mi parte.

Escuchó el mensaje, pero ya no me respondió.

— ¿Todo bien? — me preguntó Rose al volver a su lado.

— Sí. Era Jake. No podrá venir hoy.

— Buuu — exclamó Rose.

Me encogí de hombros.

Eso me desanimaba y no en partes iguales. Extrañaba a Jake, pero mis deseos de pasar tiempo con Edward eran más intensos, así que la euforia de poder invitarlo superaba cualquier otro sentimiento. Me pregunté cuánto duraría aquello… pero estaba decidida a disfrutarlo lo que me durara.

La puerta del camerino se abrió solo un poco, y Emmett asomó únicamente un ojo.

— Quiero ver, quiero ver — canturreé, recuperando mi humor.

— ¿No hay nadie cerca?

— No, solo nosotras — lo tranquilizó Rose.

Em resopló.

— Bien — y abrió la puerta.

Mi mandíbula se cayó al piso. Emmett no tenía mal cuerpo, eso lo sabía porque de tanto tiempo que pasaba en su casa estaba acostumbrada a verlo sin camisa, pero para mi sorpresa la malla se le veía mejor de lo que creía.

— Te dije — comentó Rose con suficiencia.

— Em… wow — atiné a decir.

El semblante de Emmett pasó de la preocupación a una expresión más relajada, y luego a una confiada.

— ¿En serio? — dijo animado por mi expresión.

— ¡Sí! — exclamé —. A ver, espera. Ponte el bajo.

Hizo lo que le pedí.

— Wow — dije entre risas.

— Debiste obligarlo hace meses — dijo Rose, prácticamente comiéndoselo con la mirada.

Emmett irguió más la espalda, mucho más confiado.

— Okey, me convencieron.

Reí, divertida ante su expresión.

— Bueno, ya vístete. Eso déjalo para la presentación. Tenemos que ensayar.

Emmett volvió a encerrarse en el camerino, en cuanto volvió fuimos a la camioneta y sacamos la batería.

El ensayo fue energizante, y el encargado de sonido aprovechó para revisar el equipo del bar.

— ¿Una canción más? ¿O así está bien? — dije por el micrófono encendido.

— ¡Érebo, toca lo que sea! — le indicaron a Emmett y él así lo hizo — ¡Listo! ¡Gracias, chicos!

— De nada — exclamamos los tres.

— ¿Quieren ir a cenar? — pregunté, dejando mi guitarra en el tripié.

— ¡Sí, muero de hambre!

Dejamos nuestros equipos resguardados en el lugar de siempre y salimos por pizza. En lo que estaba nuestra orden, saqué el celular y mensajeé a Edward.

Espero que no hayas hecho planes hoy

B

Vio el mensaje al cabo de unos instantes.

¿Está bien si llego a las 9?

E

Sonreí ampliamente.

A las 9 está perfecto

B

La idea de que Edward iría me emocionaba sobre manera. Pero era un entusiasmo casi infantil. Mientras cenábamos reflexioné mis emociones, hasta que me di cuenta de la razón. Me emocionaba, porque era la primera vez que invitaba a alguien a oírnos tocar, porque ese alguien sabía que yo era guitarrista. Era tan sencillo como inocente. Tenía tanto tiempo ocultando que tocaba en una banda, que nunca le dije a ningún amigo de la universidad, nunca le dije a nadie del trabajo. Nunca había invitado a nadie, hasta ahora. Era una emoción muy bonita, ¿de qué más me estaba perdiendo por proteger lo que más me gustaba hacer?

Cuando el trato por fin terminara, eso sería lo primero que haría. Invitar a todos a oírnos tocar.

La hora de las presentaciones se acercaba, así que volvimos al bar. Entramos al camerino y todos nos pusimos nuestra ropa para la presentación de esa noche. Había elegido uno de mis corsés favoritos, de color azul marino con detalles en negro, unos pantalones entubados de color negro y mis botas.

Estaba decidida a dar una presentación excelente.

El bar se llenó poco a poco y las presentaciones empezaron puntuales. Nosotros no abriríamos la noche, pero éramos de los primeros números. En cuanto terminara esta banda, seguíamos nosotros.

— Bien, chicos — exclamó Angela —. Al pasillo, siguen ust… — se interrumpió de repente —. ¿Qué… estás… usando?

Miró boquiabierta a Emmett. Él cuadró la espalda, luciendo su altura.

— ¿Por qué? ¿Te gusta?

Ángela se ruborizó, y apartó la mirada.

— Siguen ustedes.

Huyó por el pasillo.

Emmett y yo soltamos la carcajada. Nunca había visto a Angie ruborizarse.

— Angie se salva, pero al parecer tendré que patear traseros esta noche — dijo Rose, cruzando los brazos.

— Yo solo tengo ojos para ti, mi vida — le dijo Emmett.

— Ya lo sé, pero si alguien intenta algo, le clavaré esto — alzó sus baquetas.

— ¿En dónde? — la reté.

Me lanzó una mirada amenazante. Levanté mis manos en son de paz. Mi celular vibró una vez más, salvándome.

Ya llegué. Estoy en la barra

E

Mensajeó Edward.

Justo a tiempo. Seguimos nosotros.

B

Guardé el teléfono y me concentré totalmente en lo que estaba pasando. Al cabo de unos minutos la banda se despidió, y se cerró el telón. En fila, avanzaron por el pasillo al lado de nosotros

— Bien hecho — les decíamos.

— Gracias, suerte ahí arriba — nos respondían.

Entramos en seguida, preparando nuestros instrumentos. Era una locura, pero mi corazón bombeaba como loco en mi pecho, sentía la conocida adrenalina recorrer mi cuerpo, pero esta vez había algo más, estaba nerviosa.

Sabía que esto era por Edward, porque estaba ahí para oírnos tocar.

Pero ya te ha escuchado antes, tonta, me dijo una voz con impaciencia.

Sí, pero entonces era un extraño, me respondí en el mismo tono.

— ¿Listos, chicos? — dijo mi madre apareciendo de entre el telón.

Todos nos pusimos en posición, tratando de sacar la adrenalina moviendo los brazos, y estirando bien.

— ¡Renée! — llamó Angela, entrando a toda prisa al escenario.

Le dijo algo a mi madre discretamente, ella asintió y Ángela volvió por donde vino.

— ¿Todo bien? — pregunté, por su expresión.

— Si, todo en orden — volteó, regresando la mirada a Emmett, lo miró con cierto desconcierto, pero lo dejó pasar —. No voy a preguntar. Saldré a anunciarlos. ¡Vuélvanlos locos! — mamá cruzó el telón, con un micrófono en mano, la recibieron con entusiasmo —. Bien, bien, bieeeeen. ¡Buenas noches, Tártaro! La próxima banda es nuestra banda insignia —. Se escucharon más gritos y silbidos —. ¡Los conocen bien! ¡Reciban con un fuerte aplauso a Kore, Érebo y Niiiiix! ¡Con ustedes… Caronteeeee!

Esta noche a mí me tocaba abrir, toqué las cuerdas en un intro suave a la par que se iba a abriendo el telón.

El reflector nos apuntó y comencé a cantar. En cuanto empezó la canción, el hechizo hizo efecto. Me sentí en control y en calma, los nervios quedaron sofocados por la emoción de estar en el escenario. Sabía que Edward estaba por ahí, fusionado con las demás figuras oscuras del público, pero no hice por buscar su mirada. Toda mi atención la tenía la música. Emmett entró, acompañándome con el bajo, mientras Rose pasaba de tocar suavemente a tocar cada vez más alto, intensificando la canción. Todos entramos con fuerza en el coro y la gente nos acompañó con vítores, inmersos en la atmósfera que habíamos creado.

Sonreí en el micrófono, sintiendo como nos adueñábamos del escenario. Esta canción tenía un solo de batería, pero de igual forma me tocaba acompañar a Rose, así las dos nos volvimos locas, emocionando al público.

Rose alargó un poco el final, terminado con un remate energético.

— ¡Nix, damas y caballeros! — dijo Emmett por el micrófono.

Saltamos a la siguiente canción sin detenerlos, y así mantuvimos la presentación. Una energía constante, un hechizo que no queríamos romper. Terminamos con Óleo sobre lienzo, y con eso rematamos con mi solo favorito de nuestro repertorio.

— ¡Vamos, Kore!

Rose me dio el intro perfecto, y sacando un rugido de las cuerdas, me fui al centro del escenario. Me lucí, no les voy a mentir. La gente cerca del escenario comenzó a brincar lo cual solo le hecho leña a mi entusiasmo. Hubo un momento en el que me perdí en lo que estaba haciendo, éramos solo mi guitarra y yo, y eso era lo único que importaba. Pero no me podía alargar para siempre, así que con un arreglo improvisado, salté al camino normal de la canción.

— ¡Nosotros somos Caronte! ¡Buenas noches! — despidió Emmett y terminamos nuestra presentación.

Se cerró el telón, y los tres chocamos los cinco. Había sido una presentación increíble. Estiré los brazos, sintiendo como poco a poco me iban doliendo.

— Siento que se me van a acalambrar los brazos — reí.

— Ese último solo estuvo loquísimo — exclamó Emmett.

— ¡Chicos! — nos alcanzó mi madre —. ¡Eso estuvo increíble! ¡Lo hicieron muy bien!

— Gracias — dijimos todos.

— Solo una cosa, antes de que se bajen. Riley y Victoria están aquí — advirtió —. Sam los vio entrar, no les puedo negar la entrada, obviamente. No quería decírselos antes de su presentación para no desconcentrarlos. Pero, solo para que sepan. No quiero problemas.

Resoplé.

— Ni nosotros — le aseguré —. Si sólo están ellos dos, no creo que intenten nada.

Renée nos apuntó con el dedo medio en broma medio en amenaza, y volvió a lo suyo.

— Bien, vámonos — dijo Rose —. Quiero un trago.

Sonreí, impaciente. Ellos podían estar ahí, pero a mi no me interesaba, pues yo ya tenía a alguien esperando por mí en la barra.

Salimos al bar, algunas personas voltearon a vernos y chocaron los puños con nosotros.

— Eso fue increíble — nos dijo con chico con más delineador que ojos.

— Gracias — le dije en una sonrisa sincera.

— ¡Te amo, chica rubia! — gritó alguien que no pudimos ver.

A través del gentío vi a Edward recargado, esperando con su hermosa sonrisa torcida.

Alguien salió de la nada, y me rodeó con su brazo sin rudeza. Lo reconocí de inmediato, era Fred, un sujeto que iba al bar seguido, y en cuanto se embriagaba a todo mundo le invitaba los tragos.

— ¡Rocket! — exclamó arrastrando la palabra — ¡Eso essstuo increíble! ¡Yo invito la siguiente ronda! — luego dijo en todo más confidencial —. Te invitaría la primera, pero ya se la prometí a la otttra banda.

— No te preocupes, yo lo entiendo.

Luego volvió a gritar.

— ¡Eres eslente!

Me soltó, solo para acercarse a Rose y a Emmett. Supuse que les diría la misma historia.

Me acerqué a Edward, que se notaba que luchaba por aguantar la risa.

— Te puedes reír — yo misma lo hice —. Lamento que hayas visto eso.

— Rocket — llamó Jared, dejándome una botella.

— Gracias. ¡Oye! Ya no le des más alcohol a Fred.

— Es mi mejor cliente — dijo en defensa. Y salió a atender más gente.

Me volví hacia Edward.

— ¿Y? ¿Qué te pareció?

Me miró con la ceja alzada y una sonrisa de aprobación.

— No estuvo nada mal — le dio un trago a su botella.

Le di un golpe juguetón en el brazo.

— ¿Es todo lo que dirás? — reí.

— ¿Y alimentar tu ego? — bromeó.

— Solo lo que corresponde — dije presumida.

Edward rio.

— Son increíbles — dijo sinceramente —. Me gustó mucho la canción con la que abrieron, ¿todas son originales?

Asentí.

— Ajá, pero no me puedo llevar todo el crédito. Todos participamos.

Tomó otro sorbo, y me miró intensamente, solo como Edward lo sabía hacer. Me atrapó en su mirada, y supe que algo estaba pasando por su mente.

— Deberías dedicarte a esto — soltó y yo bufé —. Lo digo en serio. Ahí arriba eres otra.

Miré el escenario, cubierto por el telón.

— Lo sé — musité.

— Solo tengo una duda — dijo Edward, más afable.

— Si, dime.

Señaló a Emmett que estaba un poco alejado de nosotros platicando con alguien, junto a Rose.

— ¿Por qué trae puesto eso? — no había crítica en su voz, solo como estupefacción.

Me reí ampliamente, la expresión de su cara me parecía muy chistosa.

— ¿La verdad? Por mí. Hicimos una apuesta y perdió — dije, muy pagada de mí misma.

Edward me miró, un poco perturbado.

— Nunca apostaré contra ti.

— Mmmm… te verías muy bien con una de esas.

Lo examiné lentamente de pies a cabeza, y lo miré con picardía. Me mordí el labio y él miró con sospecha.

— Ni lo-

— Muy tarde — lo interrumpí —. Ya lo visualicé. Ugh, acabo de desbloquear una fantasía.

Edward hizo gala de su sonrisa más coqueta, y se inclinó para hablarme al oído. Me quedé quieta, disfrutando por adelantado la sensación.

— Hablando de fantasías — me susurró al oído y sentí mi piel erizarse —. Te ves preciosa con ese corsé. Yo también soy bueno visualizando.

Y me dejó un beso justo debajo de la oreja que hizo reaccionar todo mi cuerpo. Suspiré ante la abrumadora sensación, y lo pude sentir sonreír cerca de mi piel.

Giré la vista solo un poco, y pude ver a Riley vernos entre la gente. Victoria le estaba diciendo algo, pero él turnaba la mirada entre Edward y yo. Giró el rostro, hosco. Y yo hice caso omiso, ignorando la incomodidad. Nada iba a arruinar esta noche.

Edward ya se había separado de mí cuando Rose se acercó.

— Hey, Rocket — llamó, pero luego vio a Edward y luego a mí, sintió el ambiente y sonrió con complicidad —. No importa. Veo que ya tienes planes — me dijo más discretamente.

— Rose — la regañé en un susurro.

— ¿Qué? — se hizo la desentendida y se acercó más a mí —. Qué rápida. Está guapo —, la fulminé con la mirada y se encogió de hombros —. Diviértete.

Agregó con picardía; volvió al lado de Emmett. Sentí mis mejillas ruborizarse, pero no tuve tiempo de nada. Mamá salió a anunciar a la siguiente banda, y el telón se abrió.

— ¿Te quieres quedar otro rato? — le pregunté a Edward, haciéndome oír sobre el ruido.

Él asintió, y me volvió a hablar al oído.

— Quiero saber más sobre tu mundo, Rocket.

No sabré decir qué provocaron sus palabras exactamente, pero me hicieron desconectarme por unos instantes. Quiero saber más sobre tu mundo, Rocket. Lo miré, pero él no me miraba a mí sino el escenario. Tuve la misma sensación que tuve en su auto y luego en casa de sus padres, sentía que acababa de retirar otra capa de su persona, solo que esta vez no sabía cuál era.

Sonreí, como si estuviera soñando. Me giré al escenario, escuchando a la banda, y sentí que esto, compartir esta parte de mi vida con Edward… era como si lo hubiera hecho desde siempre.


¡Holaaaa! ¿Qué les ha parecido el cap de hoy? ¿Adivinan qué está pasando? Este cap era infinitamente más extenso, pero decidí dejarlo en dos partes y mejorar la segunda parte. Muero por subir lo que sigueeee, no lo imaginan.

Las he extrañado un montón, extrañaba leerlas y sus comentarios. Gracias a todas por leer, tanto si dejas tus comentarios o no, gracias por estar presente.

Hasta el próximo capítulo