Notas de Autor: El capítulo es lento y corto. Es para darle vida a las Islas que existen en este fanfic, y para desarrollar la amistad de Sasori y Sakura. En resumen Sakura se expresa, explora un poco la segunda isla y se reencuentra con la abuelita de Sasori.


El autobús paró y se escuchó como un aire comprimido salir de las llantas. Sakura se levantó de su asiento, tentando con la mano los varios tubos en el pasillo para trasladarse hacia la salida. Bajó unos pequeños escalones hasta la parada del puente que une las islas. Se inclinó un poco a sacudirse los pesqueros de mezclilla verde oscuro y después prosiguió su camino hasta la primera hilera de casas y edificios de la segunda Isla.

El primer local que vio al pisar la acera fue un local pequeño de pizzas a la leña, el segundo eran las oficinas de correo.

—Disculpe —habló ella en el pequeño mostrador de la oficina de correos, tuvo que pararse de puntillas hasta que el mostrador le llegó unos cuatro dedos antes que el ombligo. Asomó el rostro de lado a lado hasta que divisó una campana de metal.

La tocó dos veces seguidas. Al fondo del pasillo se abrió una puerta lateral y un hombre de unos cuarenta salió. Tenía el uniforme y la placa de su nombre del lado del corazón.

—¿Se le ofrece algo señorita?

Sakura asintió.

—Busco la casa de mi amigo, Sasori Akasuna ¿Me podría ayudar con la dirección?

El hombre levantó las cejas, lo pensó por unos segundos pero parecía aceptar ayudarla porque se volvió a la derecha y abrió un cajón de archivos. Sus dedos se desplazaron rápidamente través de las carpetas amarilla y luego de regresar a la A por segunda vez sacó una carpeta.

—No tengo ninguna con Akasuna Sasori, pero tengo esta llamada Akasuna Chiyo ¿Te sirve?

—¡Si! Es el nombre de su abuelita

—Entiendo, según el registro viven en la colonia Narda, casa número 9.

—¿Está muy lejos?

El rostro del señor hizo una mueca, se encogió de hombros y sus manos alzadas hicieron un ademán en el aire dando a entender que no estaba seguro, entre un si y un no.

—Pero con decir la colonia a algunas personas quizás puedan guiarte de poco a poco. Cuando llegues a la zapatería de la esquina doblas a la izquierda. Avanzas hasta unas cuatro calles y cruzas la calle a mano derecha. En ese momento estarás en un callejón que une tres colonias, una de ellas es Narda. Doblas a la izquierda y después a la derecha y a partir de ahí avanzas derecho, saldrás a una acera con la calle principal. Buscas el número de su casa.

Sakura tenía el ceño fruncido luego de escuchar las direcciones, se rascó tras la oreja y asintió antes de salir algo confundida del lugar.

"Zapatería, doblar a la izquierda" se repitió así misma. Avanzó por la acera durante varios minutos antes de llegar a la esquina. En efecto estaba un local largo con ventanas de vidrio y zapatos en los anaqueles. Dejó que un auto pasara antes de cruzar a la siguiente acera y proseguir a la izquierda. ¿Cuatro calles no? Las contó cuando cruzó de acera en acera. Identificó al callejón porque lo que pensaba que era una quinta calle era un espacio mas pequeño lleno de personas saliendo de sus apartamentos de lado a lado a través del callejón. Miró hacia arriba para ver hasta donde se extendían los departamentos y divisó al menos cuatro pisos porque había mujeres o niños asomados a sus terrazas apenas cubiertas por un barandal. Las mujeres sacudían ropa húmeda acabada de lavar sobre tendederos improvisados amarrados de ventana a ventana y los niños se hablaban con sus compañeros de piso más abajo o en la calle.

Un gato con la oreja mordisqueada pasó entre sus piernas con una bolsita de basura transparente en el hocico que apestaba a un guiso picoso y grasoso. Luego de avanzar por un rato a la derecha divisó el primer callejón, buscó con la mirada los demás callejones de las otras colonias con dificultad.

Más un pitido la hizo brincar de un susto, regresó a la acera por instinto. Una motocicleta blanca con franjas amarillas pasó frente a ella como ráfaga. Ella se tocó el pecho mientras lo sentía hincharse una y otra vez a causa de su respiración agitada. Trató de calmarse.

La motocicleta se estacionó unos centímetros tras ella, volvió a asomarse al callejón y al verlo vacío de vehículos cruzó rápido.

—¿Estás perdida?

Se giró, observó la silueta de Neji sacarse el casco una vez que hubo bajado y ella le reconoció el uniforme de las oficinas de correo. No pudo evitar poner los ojos en blanco con un poco de fastidio. Neji acomodó el casco en el asiento y abrió la caja trasera de la moto de donde sacó dos cajas forradas.

Ella negó con la cabeza cuando Neji la miró de nuevo expectante a una respuesta, él solo enarcó una ceja incrédulo. Un viento leve pasó por la nuca de Sakura refrescándola un poco bajo el calor. Neji tenía el cabello amarrado en una coleta baja con el nudo en la nuca, lo notó cuando él se volteó a dejar un paquete en una caja de metal en una de las casas, después notó que Sakura no se movía de su lugar.

—El callejón de aquí da hacia la colonia Las Peñas —Indicó él señalando con cuatro de sus dedos y la palma extendida antes de volver a su trabajo. Sakura resopló, avanzó hacia adelante de nuevo, dejando a Neji atrás.

Cuando llegó al segundo callejón que se extendía a su izquierda dio vueltas sobre sus talones tratando de recordar las instrucciones, luego tuvo que recargarse en la pared de una de las casas naranjas para no parar el tránsito de personas. Sacó su celular del bolsillo de los pesqueros y decidió llamar a Sasori.

Cuando el muchacho contestó su voz se escuchaba ahogada así que Sakura se tapó uno de los oídos libres para poder escucharlo mejor.

—Hey, estoy en el callejón que une a las tres colonias principales y me he perdido... ¿Como? Ah. Está bien, estoy en una casa naranja.

La llamada terminó, Sakura volvió a guardar su teléfono a medida de que el estomago se le relajaba y el estrés menguaba.

Sasori no tardó en encontrarla. Salió del callejón tras ella dándole un susto cuando su mano se extendió hasta el hombro descubierto de ella. En segundos los ojos retraídos de Sakura se relajaron en una media luna risueña.

—Debiste avisarme cuando llegaste a la parada del bus, pude haber ido por ti en bicicleta.

—Quería probar mis habilidades de memoria —respondió ella dándose golpes en el cráneo con el dedo índice.

El hombro de Sasori chocó contra el de ella a modo de burla mientras caminaban lado a lado a través de los callejones.

—Hace bastante que no veo a tu abuelita me da algo de pena —admitió ella una vez que Sasori giraba la manija de la puerta principal. Él sintió los dedos de ella jalarle la tela de la manga.

—No te preocupes por eso —se rió al fruncir el ceño, confundido—. Abuela, ya llegué.

La casa era fresca en el interior a diferencia del clima en la calle, Sakura pasó con recelo a la sala de invitados antes de enfrentar la pequeña figura encorvada de la mujer. Al momento de que Chiyo se acercó despacio hasta ellos desde la cocina con una bandeja de galletas y dos vasos de leche Sakura sintió como si tragara un cactus lleno de espinas, pesado. La idea del tiempo pasando rápido le llegó filosa a la mente, tan dolorosa como para no hacer una mueca. La mujer estaba aún más arrugada que la última vez, aún más lenta, aún mas canosa. Se aferraba a la vida para críar a su nieto hasta la adultez. Se levantó de inmediato hacia ella para socorrerla del peso de la bandeja.

—Gracias —musitó Sakura avergonzada y depositó la bandeja en la mesita de centro junto a Sasori.

—Que grande —habló la anciana en un tono ronco—. Que grande y bonita te pusiste mi corazón.

—¿Y yo que abue'? —bromeó Sasori fingiendo celos.

—Tu padre era mucho más alto a tu edad.

—Auch —susurró Sakura con una gran sonrisa hacia Sasori que reía negando con la cabeza.

—Prueben las galletas de mantequilla, tienen nata de coco en el centro tal y como le gustaba a Saku.

—Ay abue'. Siéntese acá a descansar —indicó Sasori que la guío hasta él. La mujer accedió con calma hasta sentarse.

Sakura notó que la mujer le buscaba con la mirada apenas por los párpados caídos y manchados por la edad. Solo atinó a encontrarse con las pupilas castañas de la mujer a través de una rendija abierta gracias a sus pestañas. Entendía que estaba expectante a verla probar las ricas galletas de su niñez. Se inclinó a la bandeja y tomó una de la canasta, tenían forma de estrella y el azúcar glass espolvoreaba entre la canasta hasta su boca. Un solo bocado.

—¡Vaya! Sabe igual a cuando era niña —jadeó sorprendida, aún con restos de galleta en la boca.

El rostro de la anciana se iluminó, unas mejillas en forma de bonitas y redondas manzanas se le formaron cuando sonrió a causa de las palabras sinceras de Sakura.

—A tu padre también le gustaban, le llegué a llevar a veces los fines de semana cuando ustedes querían hacer pijamadas en el ático de la casa.

Sakura asintió, conmovida, se pasó las yemas de sus dedos en las comisuras de su boca para limpiar los restos de galleta.

Dejó que el calor de la nostalgia la invadiera, el nido que Chiyo había procurado para Sasori le sanaba una herida en el pecho, dejó que la conversación del pasado prosiguiera y que Chiyo se navegara en lo que le quedaba por atesorar, los recuerdos de la época en la que Sasori y Sakura eran felices junto a sus padres.

La mañana pasó rápida junto a la abuela hasta que Sasori y Sakura se tomaron un momento aparte para proseguir a la habitación de él en el segundo piso. El muchacho se apresuró a encender la consola de videojuegos y sacó dos controles del mueble. Se acomodó en el colchón de su cama y Sakura lo imitó luego de cerrar la puerta tras ellos.

—No pongas cosas de peleas y fútbol —pidió Sakura antes de tomar el control gris entre sus manos.

—Aburrido —contestó él.

Navegó entre varios títulos acompañados de una imagen ilustrativa.

—Ese, pon ese —señaló Sakura cuando observó a un dinosaurio verde y tierno escupiendo burbujas.

Sakura había jugado con anterioridad algunos videojuegos pero no había sido una experiencia directa como la que tenía ahora, Sasuke la dejó usar el mouse de su computador alguna vez en un juego de zombies pero fue algo fugaz y definitivamente este control tenía mas botones.

Afortunadamente el juego no necesitaba de combinaciones laboriosas, brincar, moverse a los lados y soltar burbujas de la boca del personaje.

—Sabes —habló ella en medio del juego, justo cuando estaban tratando de deshacerse del primer jefe—, quisiera irme a vivir con mi padre.

Las pupilas de Sasori temblaron y parpadeo varias veces.

—¿Al continente? —preguntó el de inmediato.

—ujum —estuvo a punto de perder una vida pero logró asestarle un ultimo golpe al jefe—. Creo que tendré mas oportunidades en la capital que aquí —mintió, a medias, un poco, en parte era eso. Soltó el control sobre las sabanas cuando Sasori se giró para mirarla.

—Entiendo, pero puedes hacer eso en la universidad ¿no?... ¿Por qué ahora?

Sakura bajó el rostro, los mechones de su cabello resbalaron en sus hombros hasta taparle las orejas. Perdió sus ojos en los patrones bordados de la colcha hasta las rodillas rosáceas y descubiertas de Sasori bajo los shorts. Era suficiente humillación que su maestro supiera y extremadamente cruel la cierta condescendencia que sentía cerca de Tenten, especialmente si lo que decía de su hermano era cierto.

—No tengo un futuro, es decir —sacudió la cabeza—. Creo que tengo que aprovechar la oportunidad lo antes posible. Estoy indecisa sobre mi futuro quizás eso me ayude.

Sasori suspiró.

—Solo no olvides comunicarte conmigo esta vez ¿ok?

Ella asintió con una sonrisa entre medio triste y medio aliviada. Extendió su mano hasta la de Sasori y se la apretó a modo de agradecimiento, él le devolvió el apretón.

—Ya se está haciendo tarde, deberías volver antes de que se vaya el último autobús. Venga te llevo a la parada en la bici.

Sakura apreció la brisa en su rostro esta vez. Se aferró a los hombros de Sasori y cerró los ojos. Pronto dejaría las Islas. Pronto todo estaría mejor.

Recargó su frente en la espalda de él, se acarició con el puño en el pecho. La pesadez parecía menguar, pinchazo por pinchazo estaba decidida a cerrar el hachazo que el verdugo dejó en su piel. Aunque sin anestesia.

Subió al autobús media hora antes de que el cielo se tornara naranja. Se acarició en las palmas la sensación de las manos de Sasori al despedirla. Tan gentil, tan reservado. Pero lo vio en su mirada. Un gran arrepentimiento. Se reconciliaban para que ella de nuevo se fuera lejos y esta vez de verdad, físicamente lejos. Pero sabía también que contarle sobre su madre solo lo haría sentir egoísta.

Una ola golpeó una de las peñas de la Isla principal, el cielo estaba gris; una tormenta se avecinaba.