Notas de autor: Muchas gracias por la paciencia, la historia ha tomado una transición a este punto y más personajes vienen. Como mi estilo de escritura es medio mecanico, siento que le hace falta "flow" o más naturalidad medio le intento darle toques más bonitos al romance con mini detalles. Según yo. No sé. A fin de cuentas espero que este proyecto me ayude a mejorar mi escritura independientemente del resto.
En resumen este capítulo son más momentos tiernos entre Sasori y Sakura y el desarrollo de su amistad de manera propia, creo yo que necesitan una base real esta vez y que el pasado no siempre ayuda a las amistades a solidificarse mas que el presente y las acciones de uno. Aquí es el punto de avance del recorrido de Sakura, su vida, estaba a punto de hundirse en la marea de la vida, pero tomó fuerzas para seguir a flote y ver que le deparaba la corriente. Espero les guste.
Los restos de un ciclón llegaron a la Isla retrasando la llegada de algunos turistas. Afortunadamente su padre había salido en el ferry de la noche anterior y ahora estaba en el comedor, una lluvia torrencial azotaba afuera.
Mebuki tenía puesto un delantal azul, descosido de uno de los bolsillos frontales. Sakura notó el olor de colonia que desprendía de sus muñecas cuando le sirvió el plato de caldo a su padre, arrugó la nariz y sorbió del caldo.
—Espero que la lluvia haya bajado para mañana, necesito volver al continente —murmuró Kizashi, hizo señas hacia la ventana con la cuchara.
—¿Tan pronto te vas, pa'?
—Tengo mucho trabajo en la oficina —carraspeó él.
—La niña pasó a tercer año —se sentó Mebuki en la mesa.
"¿La niña?" Sakura frunció el ceño. No se hablaban desde hace días y de pronto ahora era la niña, su hija.
Su padre asintió indiferente. Sus ojos no se desviaban del plato.
—Hablando de eso —prosiguió Sakura, aprovechando que su madre había tocado el tema de la escuela—, me gustaría estudiar el último año en la ciudad.
—Oh —musitó Mebuki con una mano sobre sus labios.
—¿Ah sí? —su padre respondió. Alzó sus ojos para mirarla a través de sus delgadas pestañas. Ella asintió.
—Nos han dado charlas vocacionales —improvisó la mentira—, sobre expandir nuestras oportunidades y viajar —las palabras del profesor tropezaban dándose sentido entre sus labios—. Quizás me venga bien familiarizarme con la ciudad y su gente para saber que quiero estudiar porque no lo sé aún.
Kizashi entrecerró sus ojos analizando las palabras de su hija. Los dedos de Sakura se fruncieron alrededor del mango de la cuchara esperando una respuesta.
—También quiero vivir contigo papá —insistió.
Un sonido burlón emergió de la garganta de Mebuki por un segundo, un latigazo caliente y frío invadió a Sakura; rabia, rencor. Pero se contuvo.
Kizashi suspiró.
—Voy a conseguir un departamento cerca de la universidad —accedió por fin, Sakura no podía creerlo.
—No hace falta, me puedo quedar contigo...—respondió más animada.
—Ya vas a estar en edad de empezar a construir tu persona, vivir por tu cuenta es lo más apropiado —le interrumpió.
—Ah, ok, gracias pa'.
—¿Por su cuenta? —Jadeó Mebuki indignada— ¿Va a estar sola en un edificio desconocido en una ciudad desconocida?
Kizashi azotó con autoridad la cuchara sobre la mesa, Mebuki se sobresaltó.
—Muchos de esos departamentos son compartidos con otros estudiantes, si Sakura quiere empezar a tomar decisiones sin nuestra influencia, un espacio propio va a ayudarla. Ya ella sabrá si se echa a perder con malas influencias.
Sakura negó con la cabeza.
—No voy a decepcionarte —afirmó.
—Te creo.
Sakura sonrió. Solo era contar los días e iba a ser libre de la arpía.
Oh.
Un remolino de emociones extrañas giró en su estomago. ¿Cuándo comenzó a insultar a su madre? Patética, maldito olor a colonia como si estuviera en medio de una cita.
La tormenta cesó horas después, casi a medianoche. Sakura abrió una de las ventanas y se asomó, estaba fresco, el ambiente olía a húmedo. Extendió su mano y algunas gotas esporádicas mojaron su piel. Su celular sonó sobre su escritorio, logró alcanzarlo antes de que dejara de sonar.
—¿Sí?
—Saku, es Sasori —ella canturreó una afirmación—. Mañana me toca ir a hacer la evaluación de mis materias en la computadora de la biblioteca ¿Te parece si me acompañas y nos pasamos por algo de comida al salir?
—¿En serio? Si claro, mañana también voy a ir a hacer mi papeleo para recoger mi archivo.
—Ah... ¿entonces si te vas a ir? —Sakura escuchó una risa sofocada y corta.
—Si, mi padre accedió.
—Ya veo... bueno, mañana me sigues contando, te dejo descansar ¿ok?
—Ok, descansa tu también, me saludas a tu abuelita.
Se mordió los labios al dejar el celular en el escritorio otra vez. Luego suspiró.
Su padre se había ido de la casa al hotel en medio de la tormenta a descansar. Se sobó el brazo izquierdo que punzó al tacto. Su madre hizo un alboroto a los segundos de estar solas, con un chantaje emocional que logró identificar. Afortunadamente el episodio no duró mucho, en cuanto Mebuki la soltó Sakura corrió a su habitación y se encerró. Faltaba poco, unos cuantos días, se recordó así misma.
Sasori la estaba esperando en la entrada de la escuela, tenía unos pantalones de mezclilla hasta las caderas apretado por un cinturón de cuero desgastado y una camisa carmín que combinaba con su cabello. La combinación resaltaba su piel pálida y los ojos castaños bajo la luz del sol. A un costado sostenía una libreta y una lapicera ovalada gris. Sonrió de inmediato sin enseñar los dientes. Sakura por otro lado había amarrado su cabello en una trenza floja y baja, que empezaba desde la nuca, la amarró casi al final. Se limpió el sudor de la frente con la palma de la mano al cruzar la puerta.
—Hace un calor infernal, por eso no me gusta que llueva —se quejó.
—La biblioteca tiene aire acondicionado, no te preocupes.
—Si, lo sé, pero lo instalaron hace como ocho años, está oxidada esa cosa, no enfría muy bien.
Sasori se rió y asintió. Miró la mochila de un asa de Sakura y luego la miró a ella.
—¿Ahí vas a guardar los papeles?
—Ujum, también traigo el id de estudiante y algo de dinero que mi papá me dejó ayer.
—Lo que sea que quieras corre por mi cuenta —Sasori comenzó a subir las escaleras del primer edificio pero se contuvo unos segundos dando paso a Sakura—. Considéralo un regalo de despedida, eso si —titubeó en sus palabras, se encogió de hombros— que no pase de cincuenta pesos.
—Tacaño —refunfuñó ella—. Entonces quiero un rokomoko de almuerzo, hace tiempo que no lo como —se sobó el estomago imaginándose el platillo, en especial la salsa de mantequilla caramelizada sobre la carne guisada.
—Hecho.
En efecto, la biblioteca estaba más fresca que afuera, pero no lo suficiente para refrescar al instante, la secretaria tenía un ventilador sobre el mostrador y junto a este había solo una computadora blanca.
Aunque era una escuela pequeña, la biblioteca abarcaba todo el segundo piso del primer edificio, había muchos estantes y al menos tres mesas a ambos fondos. Sasori se acercó primero a la mujer, mientras tanto ella miraba por última vez el lugar; cuatro estanterías en cada lado con sus tres pasillos, al fondo una de las mesas. Vio un perfil familiar, se aferró al asa de su mochila cuando él levanto la mirada luego de que la puerta volviera a sonar cuando otra persona salió. Kakashi hizo un gesto leve de saludo. Sakura lo imitó a respuesta.
—Es tu turno Saku —habló Gaara.
Ella avanzó hasta el mostrador con algunas miradas esporádicas hacia la mesa donde Kakashi tomaba notas.
—Quisiera que me tramitaran una solicitud de traslado, voy a mudarme a la ciudad.
La secretaria asintió, sus dedos se movieron fugaces en el teclado, pidió por su id.
—Voy a recoger el certificado de nacimiento y las boletas —anunció la secretaria minutos después antes de salir del lugar.
—¿Cuando planeas irte? —preguntó Sasori desde la computadora en la que había permanecido en silencio respondiendo un examen online.
—En una semana.
Eso tomo a Sasori desprevenido, se giró con todo y torso a mirarla, afligido.
—¿Tan pronto? Sakura, esto es muy apresurado ¿No crees?
Un hábito nervioso se le manifestó a ella en el pie, giraba la punta del zapato sobre el suelo, como calentando la articulación antes de hacer ejercicio.
—Me gustaría asentarme pronto para calmarme los nervios, no quisiera ir a mi primer día de clases hecha un lío —improvisó.
Sasori suspiró, cabizbajo. Retomó hacer clicks en la pantalla con el mouse, no hizo más preguntas.
Sakura volvió el rostro al pasillo de las estanterías. Kakashi estaba cerca, justo al frente.
—Me alegra que todo haya salido bien Señorita Haruno.
Ella exhaló por la nariz apesadumbrada. Tragó saliva con dificultad.
—Yo también, muchas gracias por sus consejos, los mantendré siempre en mis objetivos.
Kakashi sonrió.
—Suerte, espero pronto saber de usted con la noticia de que es toda una profesionista —sus ojos se movieron hacia Sasori—. Con permiso Señor Akasuna, Señorita Haruno.
—Adiós —se despidió Sakura. Cuando Kakashi salió, la secretaria regresó con los archivos.
—Tenga, es todo —informó la mujer que extendió una carpeta de papel azul.
Sakura los tomó, ansiosa, los guardó de inmediato.
—Sasori voy a esperarte en las jardineras ¿Ok?
Él solo refunfuñó.
Sakura no perdió tiempo, salió a paso rápido y logró alcanzar a Kakashi en las escaleras.
—Profe, profe —le llamó.
Menguó el paso cuando él se giró a mirarla, sereno. Ella paró en las escaleras, uno o dos escalones antes que él.
—Enserio, muchas gracias —reafirmó ella—. No tiene idea de cuanto significa que usted me haya escuchado.
—El gusto es mío, quizás son los remanentes de terapeuta que tengo —bromeó él, recordando su sueño de juventud. Unas suaves arrugas se le formaron en los ojos cuando sonrió genuinamente esta vez, con alivio y un deje de desesperación. Divisó la mano de Sakura descansando sobre la mochila de asa y se inclinó a tomarla—. Siempre, siempre hay un camino, no dejes que los problemas te nublen la visión por mucho tiempo.
Ella asintió. Le devolvió el apretón a él, con el dedo índice suavemente situado sobre su muñeca.
—No voy a decepcionarlo.
Kakashi tensó la mandíbula, apartó la mano con naturalidad, lo que provocó una suave caricia en el dorso de la mano de Sakura.
—Nunca lo harías —murmuró—. Ningún estudiante mío lo haría —agregó luego de unos segundos de silencio.
De nuevo ella le vio la espalda y le miró hasta que su silueta desapareció entre las escaleras. Fue el momento en el que ella decidió bajar también y sentarse a esperar a Sasori en la jardinera más próxima.
A Sasori le tomó una hora más terminar las evaluaciones en línea, Sakura optó por acostarse en el borde de la jardinera y encontrar formas en las nubes. Perrito esponjoso, dragón, manzana. Sintió un jalón en los tenis que la hizo levantarse de golpe. Sasori no pudo evitar reírse a todo pulmón luego de que Sakura gritara. Fastidiada, Sakura arrancó una hierba de la tierra y se la aventó a Sasori a los pies.
—Vamos por tu rokomoko —jadeó con dificultad Sasori entre carcajadas, se limpió una lágrima antes de componerse un poco.
Sakura no paró de pellizcarle los costados de su estomago a modo de venganza.
El local de desayunos estaba unas calles abajo, a unos metros de la parada del tranvía. No estaba ajetreado como esperaban así que solo esperaron unos minutos en la fila antes que les atendieran. El olor a mantequilla caramelizada inundó la nariz de Sakura que no pudo evitar deleitarse con una mueca de satisfacción acompañado de un canturreo ronco.
—Un rokomoko con dos porciones de pasta cremosa por favor —ordenó de inmediato sin esperar al saludo de la empleada.
—Con mucho gusto —sonrió la joven—, ¿Y usted joven?
—Unos camarones al ajillo, la porción chica y un extra de salsa de cilantro —Sasori se recargó en el mostrador con un codo para girarse a sacar su cartera de la bolsa trasera de su pantalón y extendió dos billetes, uno de cien, otro de veinte.
—Fueron cien y quince pesos —informó la empleada después de regresar el cambio sobre el ticket. Justo en la palma de Sasori. Él asintió.
—Venga, a sentarnos —Sakura lo tomó del brazo hasta la mesa vacía de plástico más cercana, ambos acomodaron sus pertenencias en una silla extra.
—Voy a extrañarte —expresó él luego de acomodarse en la mesa frente a ella.
—Yo también, a todos, a ti, a tu abue', la isla, la escuela —contestó Sakura, nostálgica—. Voy a estar en contacto, lo prometo.
Ella se revolvió en la silla, suspiró largamente.
—Me siento abrumada pero sé que será algo bueno.
—Eso espero también, te deseo toda la suerte que pueda.
—Gracias, igual, tengo entendido que quieres ser biologo marino y la universidad está en la ciudad. Pronto nos volveremos a ver.
Sasori exhaló, se apretó las rodillas incomodo.
—No sé.
—¿Cómo que no? ¿No estudiarás en la ciudad?
—Voy a presentar exámenes en la capital del país, el maestro Jiraiya me va enrolar en un programa de becas.
—Oh...
Por un momento Sakura frunció el ceño pero por otro asintió. Claro, no era la única con sueños, con metas, con ambiciones. Sasori no giraba al rededor de ella, nadie giraba al rededor de ella.
—Es increíble —respondió ella, gentil—. Me alegra que sepas que quieres en la vida, yo no, todo esto es para encontrarme tal y como tú ya lo hiciste contigo mismo.
—Creo que me estás poniendo en un pedestal —bufó divertido—, tenía pensado decírtelo con el tiempo pero no esperaba que te fueras tan pronto.
—No, no está bien, no te preocupes.
La empleada llegó con la comida envuelta en contenedores de plástico, eso los hizo callar por algunos segundos, atentos al almuerzo que tenían delante. Sasori se adelantó esta vez, se inclinó hacia el frente y con la yema de los dedos abrió su contenedor, un vapor emergió de la comida cuando la expuso. El cilantro finamente picado inundaba la nariz del muchacho, se apresuró a desenvolver el tenedor de su plástico protector.
Sakura no se quedó a observar el platillo de Sasori, ella fue algo brusca, el unicel que tapaba el contenedor se rompió en el acto y la tapa se abrió completa hasta la mesa. Con el tenedor que tenía en mano rompió la yema semi-cocida del huevo frito sobre la carne de hamburguesa, la yema chorreó lentamente hasta el fondo y Sakura revolvió el arroz bajo la carne de hamburguesa con este antes de llevársela a la boca.
Su pecho se sintió cálido, no solo por el sabor nostálgico que el platillo le proveía si no por la consistencia de este. El arroz estaba empapado de salsa gravy agridulce y la lengua le tintineo. No sabía cuando había comido propiamente que no fuera sobras de Mebuki o comida propiamente preparada. La comida de la cafetería era peor, aún así, lo poco que ella sabía por videos de internet lo usaba para prepararse algo decente cuando podía. Quizás en la ciudad encontrará otro puesto con rokomoko igual de delicioso que este y eso le daba esperanzas. La comida y sus sabores estaban profundamente interseccionados con recuerdos del pasado, pero también esperaba formar nuevos recuerdos para reemplazarlos.
—¿Qué tal?
Ella dio un largo suspiro relajado.
—Está buenísimo no han cambiado la receta en absoluto.
Movió el tenedor hacia la ensalada de pasta cremosa, los últimos bocados.
—eh —Sasori titubeó—. Lo de la biblioteca ¿Cómo decirlo?... ¿Acaso el Maestro Kakashi fue quien te impulsó a mudarte o algo?
Sasori esperó a que Sakura masticara y se aclarara la garganta.
—Si, algo así. Nos dio unas pequeñas reflexiones en clase antes de las vacaciones de verano y eso me ayudó un poco, creo.
—Ah, ya veo.
Sakura tragó saliva, sintió la necesidad de sonar convincente aunque en parte era cierto, una verdad a medias.
La postura serena de Sasori, inclinada sobre la mesa y con el mentón recargado en la palma de su mano se quedó en su mente. Claramente su amigo ya no era un infante, le notó marcas de acné en la comisura de sus labios cuando él se inclinó más y sus labios rozaron la palma propia. Sus ojos no eran acusatorios, no podía leer nada en ellos, más solo una espesa hilera de pestañas inferiores se agitaron cuando parpadeó.
—Te deseo toda la suerte del mundo —musitó él, extendió su mano hacia la de ella, le dio un apretón amistoso al alcanzarla—. Estaré al pendiente de tus mensajes o cualquier correspondencia, y de paso no olvides enviarme regalos de navidad.
Sonrió de oreja a oreja mostrando los dientes ante la última petición, eso tranquilizó a Sakura que le devolvió la sonrisa y asintió.
