Las Crónicas del Campamento Mestizo, fue escrito por Rick Riordan.
La Última Hija del Mar
—Yo leeré el próximo —dijo Zoë, tomando el libro de manos de Thalía. — 38: Comienza el viaje.
Lo mínimo que podía haber hecho la momia era volver andando al desván por su cuenta. Pero no. Nos tocó a Grover y a mí llevarla de vuelta. Y no creo que fuera por nuestra popularidad precisamente. — ¡Cuidado con la cabeza! —me advirtió Grover mientras subíamos las escaleras. Demasiado tarde...
¡Paf!
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Ante tales efectos especiales, más de uno no pudo evitar reírse. Mientras que Apolo se quejaba, de que no tenían respeto por la Oráculo.
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Le di un trompazo al rostro momificado contra el marco de la trampilla y se levantó una nube de polvo. — ¡Vaya, hombre! —La dejé nerviosa, en el suelo y miré a ver si había desperfectos—. ¿He roto algo?
—No sabría decirte —repuso Grover encogiéndose de hombros.
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Todos comenzaron a reírse, pero Rachel miraba indignada toda la situación.
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Volvimos a levantarla y la colocamos en su taburete, los dos sudando y resoplando. ¿Quién habría dicho que una momia podía pesar tanto?
En vista de lo ocurrido, parecía evidente que el Oráculo no iba a hablarme. Aun así, sentí un gran alivio cuando salimos del desván y cerramos la trampilla de un portazo. —Menudo asco —dijo Grover.
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―Afortunadamente, limpiamos el desván y ahora incluso tengo una cama... ―Dijo una feliz Rachel ―mucho más cómodo, que un taburete.
―Sí, pero te mantienes sentada en tu silla, pintando cuadros y esas cosas ―dijo Annabeth despreocupada. Rachel asintió.
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Cuando volvimos abajo, todo el mundo me vitoreo por haberles ganado a las cazadoras, cosa que me provocó un sonrojo. Pero, además, estaba el asunto de la nueva profecía del Oráculo.
— ¡Dile a Penny que mueva el culo y baje ya! —ordenó Thalía—¡Hestia ha convocado un consejo de los líderes de cada cabaña para analizar la profecía, lo cual, incluye a Penny!
—Creo que ya entiendo, porqué las Cazadoras son doncellas vírgenes —gruñí bajando las últimas escaleras.
— ¿Y cuál es tu teoría? —me preguntó Thalía interesada, para seguidamente besarme en los labios.
—Sus esposas no las andan azarando tanto —gruñí, mientras bajaba las escaleras. Ella se me quedó mirando, pero yo no iba a flaquear ante mi Cara de Pino —La momia es pesada, por eso nos demoramos tanto.
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Los dioses casados, comenzaron a aullar en carcajadas, antes de quedarse en silencio, ante las miradas de sus esposas.
Y fácilmente el más asustado, era Hefesto, ante la mirada de Afrodita, quien llevaba los últimos días, intentando ser una mejor esposa.
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—Lo cual incluiría a Clarisse, Lady Artemisa, Zoë... —la miré con algo de enfado, pero nunca negué que dijera la verdad. En mi vida pasada, todas ellas se sintieron atraídas por mí, yo correspondí sus sentimientos y aquí estábamos: recordábamos todo, e intentábamos ganar la guerra, sin tantas bajas de por medio.
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El consejo se celebró alrededor de la mesa de ping pong, en la sala de juegos. Hestia hizo una seña y surgieron pizzas griegas, sándwiches, ensaladas y galletitas saladas y unas cuantas botellas de jugos.
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Nico (así como varios) hicieron gemidos de hambre. Hestia se río un poco e hizo aparecer todo tipo de comida.
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Todos cogimos de lo que queríamos y empezamos a comer, mientas pensábamos en cómo interpretar la Profecía, aunque creía que no había mucho por interpretar.
«La Cazadora, las hijas del general, del inframundo, de la guerra, del rayo y del mar, buscarán en el oeste al general, el amor los rodeará, uno destinado estaba a perderse en la tierra sin lluvia, el azote del Olimpo a salvo se encuentra, campistas y cazadoras, prevalecen unidos, La Cazadora la senda guiará y a la maldición del titán uno resistirá.»
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―Jamás había escuchado una Profecía tan... tan de poca interpretación ―Sherman, hijo de Ares. ―Fue bastante... fue más como una orden de "vayan al Oeste y encuéntrense con todo esto".
Los implicados en la búsqueda, asintieron.
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―Soy... ―Zoë se atragantó un poco, al hablar ―soy una de las Hespérides, nuestro padre es el Titán de la Fuerza y él, es el general del Titán del Calendario. Bianca Di Angelo y Hazel Levezque, son las hijas de Hades y Plutón, Clarisse La Rue es la hija de Ares, junto a Thalía Grace es la hija de Zeus y Penélope Jackson es la hija de Poseidón.
―Viajaré con ustedes ―dijo lady Artemisa sonriente. Se veía relajada, esperaba que ella, ya tuviera un plan en mente, pues yo estaba armando uno en estos momentos. ―La Cazadora. Yo guiaré nuestro viaje. Pero... si es tu padre, Zoë, significaría que hay alguien más, sosteniendo el cielo, en estos momentos. A la maldición del titán uno resistirá.
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―Creo que eran ese tipo de cosas, las que nos hacían desear, NO viajar ―dijo Clarisse. El grupo hizo una mueca, pero Penny solo suspiró con pesadez.
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―No hay mucho qué discutir ―dije yo, suspirando. Estaba lista, para repetir mi hazaña de sostener el cielo, en mis espaldas. ―Solo... armemos nuestro equipaje y vayamos detrás del... Titán de la Fuerza. Derrotémoslo y listo.
Suspiramos y fuimos a nuestras cabañas correspondientes, en busca de nuestras mudas de ropa, la ambrosia, el néctar, los dracmas y las armas. Con todo esto hecho, me dirigí hacía donde estaba Artemisa, quien se encontraba junto a Apolo.
Era obvio que él nos acompañaría. No era de noche, así que Artemisa no podría usar el carro lunar, para guiar nuestro viaje. Al acercarme a ella, me tomó por sorpresa al sonreírme, agarrarme el rostro y besarme. Gemí con sus labios apretándose contra los míos y la abracé por la cintura, hasta que escuchamos a varias personas, aclarándose la garganta.
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―Qué mala suerte, de que tengas un Harem ―dijo Atenea sonriendo burlescamente. Penny solo suspiró, mientras cerraba los ojos por un instante.
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Clarisse sonreía forzosamente. Sabía bien, que ella pensaba que sería muy malo, armar una escena de celos, cuando prácticamente una diosa acababa de besarme. Clary era muchas cosas, pero ambas sabíamos, que ella no quería ser una Jackalope.
Thalía sonreía divertida, pero llena de celos. Así que, había dos posibilidades en este viaje: O me violaba o me asesinaba.
Bianca y Zoë me miraban anhelantes, si ellas me llegaron a amar o a enamorarse de mí, entonces yo jamás lo supe, debido a que ambas murieron en la línea temporal anterior, durante la búsqueda de Lady Artemisa, quien hubiera sido colocaba a cargar el cielo, al ver a la traidora de Chase haciendo eso mismo, pues ella no soportaría ver a una doncella sufriendo.
Del amor que sí supe, fue el de Hazel y en aquel momento, yo tuve suerte de tener la maldición de Aquiles, pues Hades y Nico me pincharon con sus espadas de Hierro Estigio, en un momento lógicos celos de padres y hermano, hasta que llegaron Perséfone y Will, para calmarlos.
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Todas miraron a Penny, sonriéndole. Y ella supo que tendría que dormir con un ojo abierto, su Tridente-Guadaña "Tirano" al lado y con la puerta cerrada.
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Nico y Will llegaron hasta nosotras, ambos llevaban espadas, el sudor les bajaba por la frente, humedeciendo su cabello y rostros, sus camisetas se les pegaban a los cuerpos, enseñando cuan atlético era Will y cuan fuera de forma estaba Nico. Aun así, se veía muy feliz, con su estadía en el Campamento. Y sabía perfectamente, el motivo por el cual ellos dos venían a nuestro encuentro.
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Nico se transformó en una sombra e intentó huir, cuando todos comenzaron a hacer comentarios de ternura de Nico, pero su padre le impidió huir, literalmente atrapando la sombra que trataba de huir del Salón del Trono, y devolviéndolo a su forma humana, teniéndolo sujeto por el cuello de la camiseta, mientras que Nico le daba una mirada que gritaba: "Traidor".
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Yo sabía que Will era bueno con el arco y también con la espada. Parecía lógico pensar, que Will iba a estar entrenando a Nico.
―Mucha suerte en este viaje, chicas ―dijo Nico a sus hermanas. ―Prometo que estaré entrenándome, y aprenderé tanto de los poderes de Hades, como pueda.
―Que lady Tique, esté con ustedes ―dijo Will solemnemente.
Nico me miró con ojos anhelantes. Les dio la misma mirada a Artemisa, Zoë, Clarisse y a mí. Las cuatro asentimos, en un juramento silencioso de que mantendríamos a salvo a Bianca y Hazel.
―Es tan lindo, que le prometas algo así a tu amigo, cariño ―dijo Afrodita sonriente, mirando a Penny.
Apolo condujo en autobús, mientras que Artemisa y Thalía, me robaban besos. Parecía ser, que tenían algún tipo de competencia, a pesar de ser hermanas.
Todo iba bien, hasta que paramos en Washington DC, en el museo Smithsoniano.
Zoë, Thalía y yo, gemimos al entrar e intentamos decirles a Lady Artemisa y a Clarisse, que no era buena idea parar aquí.
Pero ellas no nos escucharon. Dijeron que había presencias de bestias aquí y de guerreros con intenciones hostiles.
Nos miramos entre nosotras, con cara de tormento y preparamos nuestras armas.
Zoë suspiró derrotada. ―Voy a comprar la comida espacial, ya vuelvo ―gruñó, con expresión física de derrota y hartazgo, arrastrando los pies dentro del museo, por tener que volver a hacerle frente al maldito animalejo de porquería.
―Toma ―dije yo, arrastrando las palabras, mientras le pasaba un billete arrugado de 50 dólares. ―Compra todos los que puedas. ―Ella asintió.
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― ¿Todos los que puedas de qué? ―preguntaron Atenea, Poseidón y Hermes.
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Apolo tomó el libro. ―Capítulo 39: Creo que he visto un lindo gatito.
