Familia Encuadrada
19 de junio, 1998. Un joven se sienta en una incómoda silla, rodeado por sus pares y vestido con un traje elegante. Su cabello ha sido peinado hasta la sumisión, y sus gafas cambiadas por lentes de contacto mágicas. Espera impaciente a que llamen su nombre, asomándose al frente del patio periódicamente y sonriendo mientras comprueba la hora en un brillante reloj nuevo. Lo imposible logrado. O, ahora consigue un empleo, perezoso.
. . .
El patio, muy similar a como había estado para el funeral del director un año antes, estaba cubierto de sillas blancas plegables llenas de familiares y amigos de estudiantes mientras charlaban y esperaban a que comenzara la ceremonia. Al frente de las sillas había una sección acordonada para que se sentaran los graduados. Arriba en el escenario al frente, la mayoría de los profesores se habían reunido para tomar sus asientos.
Sonó un pequeño gong que resonó hasta los terrenos, y mientras los espectadores se levantaban, los graduados caminaron en parejas por el pasillo central para tomar sus asientos. Los hombres estaban vestidos con sencillos trajes negros, sus corbatas lo único que delataba la afiliación a su casa. Todos llevaban crujientes camisas blancas, y eran un deslumbrante contraste con los invitados que estaban vestidos con túnicas de brujo de colores diversos. Las estudiantes femeninas llevaban vestidos de cortes variados del mismo color dorado profundo del blasón de Hogwarts, los colores de sus casas mostrados por finos echarpes.
Harry esperaba en silencio mientras sus otros compañeros eran llamados uno por uno a subir a la plataforma para recibir sus diplomas y estrechar las manos de sus profesores una última vez. Aplaudía junto a los padres cuando cada estudiante, antes de abandonar el escenario, era envuelto en una túnica de alumno de Hogwarts. Reminiscente de su primer día hace siete años, llegando en los botes cruzando el lago antes de haber sido seleccionados. Por fin llamaron su nombre, y Harry se levantó con la cabeza alta, ignorando el aplauso de la gente que se había reunido sólo para ver graduarse al Niño Que Vivió.
Subiendo a la plataforma con los hombros orgullosos, Harry se encontró con la mirada de cada maestro y se sintió realizado cuando vio el parpadeo de orgullo en los ojos de Snape. McGonagall le entregó su diploma, cancelando su realce de voz antes de hablarle.
"Sr. Elliot Snape, felicidades. Su duro trabajo ciertamente ha dado fruto, y ha sobresalido mucho más de lo que jamás pedí de usted." Le dio un abrazo, y Harry oyó acrecentarse los aplausos. "Tu Papá está muy orgulloso de ti." Tenía una cálida sonrisa en el rostro, y Harry estaba agradecido de que su jefa de casa lo hubiera tratado mayormente como a cualquier otro estudiante que entrara a Hogwarts. Hacía que su elogio se sintiera mucho más valioso para él.
Harry se encaminó fila abajo, sonriendo mientras aceptaba felicitaciones. Se detuvo cuando alcanzó a Snape, sabiendo que la mayoría de sus pares estaban esperando a ver si le haría algún tipo de broma, y que los periodistas estaban esperando a capturar algún momento familiar azucarado. Se habían sentido poderosamente decepcionados por la falta de publicidad que tanto Harry como Snape estaban dispuestos a proporcionar. En lugar de hacer algo fuera de lo ordinario, sin embargo, Harry extendió la mano y estrechó la de Snape.
"Gracias por todo, señor."
Snape asintió con la cabeza y le dio a Harry un pequeño apretón. La noche anterior Snape había invitado a Harry a cenar en las mazmorras, y le regaló un reloj sin estrenar. Éste no había sido encantado para alertar a Snape de cualquier peligro en que se encontrara Harry, aunque Harry había requerido que quizá lo convirtiera en un dispositivo de comunicación de doble sentido, por si acaso hubiera una emergencia real.
Snape había accedido poniendo los ojos en blanco, y Harry había presumido del pulcro reloj negro con sus amigos esa mañana.
"Felicidades." Dijo Snape suavemente, nunca rompiendo contacto visual con Harry.
"Gracias, Papá." Harry le devolvió la sonrisa, estrechándole la mano una vez antes de dejarla caer para regresar a su asiento, sonriendo ampliamente todo el tiempo e ignorando a los reporteros interrogándolo.
Una vez fueron llamados los nombres de todos y fueron entregados los diplomas, Harry caminó con sus compañeros bajando hacia el páramo por donde habían llegado siete años antes. En pie en los botes esta vez por parejas, los estudiantes saludaron con la mano y vitorearon mientras se marchaban, derivando hacia Hogsmeade y el mundo.
. . . . . . . . .
21 de agosto, 2000. Un joven yace en un sólido banco de trabajo de madera en medio de una tienda a oscuras, la mano colgando sobre el costado del banco y un libro caído en el suelo bajo su mano. Hay una capa enrollada bajo su cabeza, un zapato fuera y el otro sólo colgando del pie con calcetín. Un hombre está en pie justo al lado, sorbiendo despacio una taza de café para llevar y mirando fijamente a su hijo con cariñosa exasperación. La Iniciación del Tendero.
. . .
Snape atravesó la puerta delantera de la tienda, ensombrecida por viejas copias del Profeta pegadas a las ventanas. Había un pequeño tramo de cuatro escalones que llevaban al piso principal de la tienda, que estaba meticulosamente barrido. Contra las paredes alrededor del lado izquierdo había grandes estanterías compartimentadas llenas de viejos bloques de tipografía de antiguos impresores. Había más de un centenar de tipos de fuente, y grandes catálogos descansando en estantes al nivel de la cintura bajo los bloques. Snape sabía que los catálogos contenían multitud de iconos y blasones de familia para que los examinaran los clientes.
Snape ignoró al joven que estaba actualmente despatarrado sobre el banco de trabajo al fondo de la tienda y admiró en cambio las herramientas meticulosamente organizadas colgando de la pared más lejana. Parecían estar seleccionadas por tamaño y tipo de material, y todas estaban etiquetadas. El área de trabajo estaba acordonada, protegida parcialmente por la antigua caja registradora. Letras al revés en el escaparate de la tienda, que Snape apenas podía leer, debían haber sido el tardío trabajo nocturno bien de Harry o de Ronald.
La Impresión de la Pluma.
Harry había comprado la tienda a un anciano fabricante de botas que se había retirado, y Snape había ayudado con el papeleo. Harry había hecho la mayor parte del trabajo de instalación, tomándose su tiempo para escoger el color de pintura perfecto para las paredes, emplazando su área de trabajo justo así, escogiendo las fuentes e iconos que podrían valer para el libro de clientes. Estableció un sistema de pedidos y reparto, y con Snape resolvió una lista de precios y programación. Snape estaba bastante orgulloso de la tienda que Harry había hecho para sí mismo. Si tan sólo el pequeño berzotas estuviera consciente para la apertura.
Snape atravesó la tienda y se situó junto al banco, varita en mano y una bolsa de panecillos de canela en la otra. Dos tazas de café de papel habían sido dejadas sobre el mostrador de la caja un momento antes. Técnicamente no era culpa de Harry haberse quedado levantado hasta tan tarde – Snape sabía que los idiotas gemelos Weasley se habían encargado de iniciar a Harry en la asociación de comerciantes del Callejón Diagon con una ronda de bebida bastante vigorosa anoche. En cualquier caso, eran las siete am y los clientes estarían llegando a las nueve en punto para chequear la nueva tienda. A pesar de que las cosas se habían calmado tres años después de la muerte de Voldemort, y un gran bloque de la población mágica olvidaba regularmente que Elliot Snape era realmente Harry Potter, Snape imaginaba que la participación de hoy sería bastante grande.
Dejando la bolsa de panecillos, y notando con diversión que la nariz de Harry estaba retorciéndose por el olor, se inclinó hacia delante y frunció el ceño.
"¡Potter! ¡Cómo se atreve a dormirse durante mi clase!"
Snape logró no sonreír burlón por la expresión de pánico en la cara de Harry cuando se incorporó como el rayo y casi cayó de la mesa.
"¡Ah! ¡Crisopa! Un pellizco de eléboro." Harry parpadeó y miró alrededor, pareciendo reconocer dónde estaba. "Oh, realmente gracioso, Papá." Harry frunció el ceño.
Snape crispó los labios y sacó un hato encogido de ropa.
"Vaya atrás y lávese, Sr. Tendero." Ordenó Snape, devolviendo la ropa a su tamaño.
Harry saltó de la mesa y se estiró, haciendo una pequeña mueca cuando su espalda crujió. Agarró la ropa y su mano se llevó un golpe cuando intentó probar un poco de cobertura de un panecillo de canela.
"Primero la ducha."
Harry le sacó la lengua a la espalda de Snape y caminó hacia la puerta de la parte del personal de la tienda, donde había un pequeño cuarto de baño. Harry había pasado tres meses instalando su tienda, y estaba casi seguro de estar listo para sus clientes. Tenía algunos sellos insignia de cera de alfabeto genérico ya grabados para la compra inmediata, además de algunos de los símbolos mágicos más populares. No estaba seguro de que fuera suficiente, pero en dos horas lo averiguaría.
"¿Papá?" Harry se detuvo en la puerta, pasando la mano distraído por el marco.
Snape levantó la mirada desde su percha en el taburete del cajero, taza de café en mano. Había estado examinando el catálogo de pedidos que Harry había almacenado allí justo anoche.
"Serás un éxito." Respondió Snape, al parecer conociendo la pregunta sin necesidad de preguntar.
"Sí, pero… quiero decir, gracias." Dijo Harry, rascándose el costado de la cabeza. "Pero si no lo es… si yo no…"
"No me decepcionaré, Elliot."
La amplia sonrisa de Harry iluminó la parte trasera de la pequeña tienda.
"Tampoco lo haré yo, entonces."
. . . . . . . . .
24 de diciembre, 2007. El viento golpea pequeñas ráfagas de nieve contra la ventana de la cocina, donde un hombre en pantalones negros de vestir y un cálido jersey está en pie y mira afuera a la fría noche invernal. Es Nochebuena, y en sus brazos sostiene a un pequeño bebé que está bebiendo de un biberón y mirándolo como si no hubiera nada más en la habitación. Sus deditos intentan agarrar el extremo rizado del largo cabello de él, pero evita el agarre limpiamente, y ella tiene su entera atención a pesar de ello. Él tararea con la radio, una canción que su madre solía cantarle en Navidad. La Navidad está aquí / Trayendo alegría / A los jóvenes y viejos / Los dóciles y los audaces.
. . .
"¡Popa! ¡Pop-achuu!" Un borrón de energía entró rebotando en la sala de estar, llevando un brillante gorro rojo de Santa con una araña de plástico en él. Estaba echado sobre un salpicón de desaliñado cabello negro, y los ojos del tono verde brillante familiar que Snape había visto por primera vez más de treinta y cinco años antes. Un borrón idéntico irrumpió en la habitación no un momento después.
"Creo que te dije que estornudaras en la manga, Jack." Dijo Snape con calma, dejando su vaso en una mesa lateral y apartándolo del camino del niño de cuatro años. Se habían contratado arquitectos brujos para ampliar el piso inferior de la casa de Snape para las fiestas: su despacho se había duplicado en tamaño, se habían colocado sofás con buen gusto contra las paredes y un árbol de Navidad muy grande se situaba entre las dos ventanas frontales. Centelleaba locamente, y desde su llegada los gemelos había estado intentando echar un vistazo a los regalos de debajo.
"Cinco veces." Respondió Benjamin, parado junto a Jack con una mirada traviesa en la cara. De todos los rasgos que poseer, Harry Potter había tenido gemelos con memorias fotográficas.
"Sí, bueno. A diferencia de vuestro padre, no os digo las cosas sólo para oírme hablar." Resopló Snape. Junto a él se sentaba un hombre mayor con una ridícula bata amarilla, que Snape estaba encontrando muy difícil de ignorar. Sin embargo, sí permitió que una media sonrisa arrogante apareciera en su rostro al rememorar que gustaba mucho más a los gemelos que su otro abuelo.
"Deja al pequeño Jackie, los niños serán niños." Comentó Gabe Wendohlson con ligereza con un movimiento de la mano. Snape no podía comprender cómo su hijo pudo acabar casándose con alguien con un padre que podría ser el gemelo de Sybil Trelawney. Ni siquiera sus ceños fruncidos cosechaban respuesta del hombre en absoluto, aunque su esposa ciertamente los había notado durante la cena.
"Y los perros serán perros, ¿cuál es su cuestión? Aun así son entrenables." Respondió Snape.
"¿Ya es hora de la historia?" Preguntó Benjamin, arrodillándose junto al árbol.
"¡Snape Uno y Snape Dos!" La voz de Harry llegó por el pequeño pasillo mientras se acercaba, y Snape observó cómo los gemelos se enderezaron al instante. Tenía que admitirlo, Harry había hecho un buen trabajo no malcriándolos, y era fácil ver que adoraban a su padre.
"Debéis estar en pijama para que comience la historia." Dijo Snape gruñón, golpeteando su varita contra un libro encuadernado en cuero gastado sobre la mesa junto a él.
"¿Jack? ¿Benjamin? ¿Dónde dem-? Ah, hola, Papá." El cabello desaliñado de Harry fue lo primero que apareció en el umbral, seguido por las gafas, una amplia sonrisa, y un bulto en sus brazos envuelto en verde pálido. Snape le dirigió una diminuta sonrisa a lo último.
"Al parecer está aproximándose la hora de la historia." Respondió Snape, asintiendo hacia los dos niños a su lado.
"¿Elliot? ¿Dónde está el bebé? Necesitará ser alimentada pronto." Chase, la esposa de Harry, lo llamó desde la cocina.
"¡La tengo yo, está dormida!" Llamó Harry en respuesta.
"No por mucho tiempo, si seguís haciendo tanto ruido." Señaló Snape. Una radio muggle sonaba desde el estante del estéreo junto a Snape, y los niños estaban cantando en tono bastante desafinado el villancico.
"Sabes, los toleras más de lo que jamás lo hiciste con cualquier otro niño." Harry sonrió ampliamente mientras bajaba la mirada a sus hijos de cuatro años.
"Nunca te estrangulé cuando eras más joven." Contraatacó Snape, extendiendo los brazos. Harry entró en la habitación y caminó hacia Snape, bajando con cuidado el bebé dormido en sus brazos.
"¿Te importa vigilarla?" Preguntó Harry, a pesar de que el bebé ya había sido entregado. Junto a Snape, Gabe estaba tarareando con la radio, su mente en otro planeta.
"Papi dice que si somos extra buenos Santa podría dejarnos algo por ser buenos hermanos mayores." Anunció Benjamin.
"Ah, pero, ¿habéis sido buenos hermanos?" Preguntó Snape, una mano callosa suya alisando un oscuro rizo en la frente de la pequeña. "¿Cómo aprenderá vuestra hermana el adecuado ritual de Navidad si no estáis vestidos apropiadamente para él?"
"¡Iremos!" Gritaron ambos niños, destellando una brillante sonrisa a Snape. Se quedaban en la antigua habitación de Harry, y Snape hizo una mueca cuando los oyó trepando las escaleras.
"¡Harry Potter!"
"Cojones." Murmuró Harry, destellando un rápido vistazo hacia la cocina.
"Vaya, vaya." Murmuró Snape, claramente divertido. El bebé parecía estar babeando mientras zumbaba en sueños. "La has cabreado de verdad si está usando tu nombre de héroe."
"Es una buena noche para la luz de las estrellas." Reflexionó Gabe. Las ventanas estaban oscurecidas por parte del árbol de Navidad, los reflejos de las luces del árbol centelleantes, y el feo resplandor naranja de la farola de la esquina. Tanto Snape como Harry se quedaron mirándolo.
"Sólo está enojada porque les compré bicicletas a los chicos para Navidad. Cree que son demasiado peligrosas, o algo bobo como eso." Explicó Harry.
"Bueno, ellos dicen que los juguetes muggles están construidos sin cuidado por la seguridad. Demasiado peligrosos." Cortó Gabe, realmente prestando atención.
"¿Quiénes son ellos?" Exigió Snape. "Has estado hablando de ellos toda la condenada noche."
En sus brazos el bebé se revolvió.
"Ya sabes, ellos." Respondió Gabe vagamente.
"Tú les compraste escobas de entrenamiento cuando tenían dos años." Dijo Harry, señalando a su suegro con una sonrisa burlona. "¿Cómo es eso más seguro?"
"Bueno, es magia, ya ves."
De los brazos de Snape llegó un eructo sorprendentemente fuerte para un bebé tan pequeño.
"Elliot, tu hija es asquerosa." Dijo Snape con una pequeña mueca.
"¿Asquerosa? Oh, ¿volvió a eructar?" Preguntó una voz femenina, entrando en la habitación. Tenía un vaso de ponche de huevo en la mano y una voluta reveladora de vapor de whiskey de fuego elevándose de él. "Me pregunto si tiene el estómago sensible como Elliot a veces."
Snape fulminó con la mirada a su nuera y convocó una toalla del bolso del bebé en el rincón.
"Me prepararé para el inevitable vómito."
"¡Papá!" Resopló Harry, apoyándose en el brazo del sofá. "Yo sólo te vomité encima una vez."
"¿Papi te vomitó encima, Poppa?" Benjamin se deslizó de vuelta en la habitación, llevando una larga camisa de noche roja encima de sus pantalones de pijama. Snape había entrenado a los gemelos para que durmieran en camisas de noche, y para gran disgusto de Harry, se negaban a dormir con nada más.
"Siete veces." Informó Snape a Benjamin con gravedad.
Chase apartó una manta del sofá y se sentó frente a Snape y el bebé. Jack trepó a su regazo unos segundos después y ella jugó con su pelo y sonrió.
"Bueno, sé que tres de esas veces fueron cuando tuvo intoxicación alimentaria, ¿cuándo más lo hizo?"
Harry estaba sentado al otro lado de Snape y extendió la mano para hacer cosquillas en los dedos de los pies de su hija.
"Se supone que va a narrar La Noche Antes de Navidad. No cosas vergonzosas de mi infancia."
"Todos conocemos ya la historia de Navidad." Dijo Snape, agitando la mano. Cambió el bulto en su regazo y levantó al bebé, haciendo contacto visual con los adormilados ojos avellana.
"¿Qué dices tú, Niña Que Debería Ser Nombrada A Estas Alturas?"
"Tiene nombre. Simplemente Chase no está de acuerdo con él." Señaló Harry. Benjamin se había acomodado en el regazo de Harry, y estaba observando a Gabe agitar su varita hacia el árbol de Navidad.
"Jane es demasiado aburrido." Objetó Chase. "Necesita algo original, algo que destaque. Tú tienes Jack y Benjamin, yo quiero algo grande para ella."
"Algo como Aurelia Anastasia." Dijo Adeline, la madre de Chase, uniéndose a ellos al fin. Acababa de terminar de recoger tras la cena y tenía una humeante taza de algo en las manos.
"No prestes atención a tu abuela." Le dijo Snape a la pequeña, limpiándole un poco de baba de la barbilla. "Obviamente está confusa."
"¡Bueno, yo nunca!" Resopló Adelina. Tomó asiento en el sofá junto a Gabe y pareció levemente afrentada. "¿Qué tienen de malo los nombres que elijo?"
"Chase es un verbo, no un nombre." Respondió Snape, volviéndose a mirar a la propia Chase. "Mi única objeción concerniente a ti hasta ahora."
"Gracias." Respondió Chase, poniendo los ojos en blanco. El bebé comenzó a agitarse, pero ni Harry ni Chase hicieron ningún movimiento para cogérsela a Snape.
"Entonces, ¿creéis que Santa os trajo lo que pedisteis este año?" Preguntó Harry, sonriendo a sus hijos. Tanto Benjamin como Jack se habían comportado mejor que nunca todo el día, incluso accediendo a sentarse quietos el tiempo suficiente para tomar un retrato de familia. Habían estado muy emocionados por la visita al despacho de la directora de Hogwarts para ver el retrato del Abuelo James y la Abuela Lily, y habían pasado una hora contándole al retrato todo sobre lo que iban a hacer por Navidad este año.
El bebé comenzó a llorar con frustración, y Snape se levantó velozmente. Pasaba de la hora de la cena, y Chase le dijo que había un biberón caliente en la cocina. Justo cuando salía por la puerta del despacho, sonaron fuegos artificiales en la calle y los niños se levantaron para mirar por la ventana.
Snape llevó a la quisquillosa princesita a través de la biblioteca y a la cocina, que olía bastante bien a las sobras de la cena. El biberón del bebé estaba situado junto al fogón y Snape encontró satisfactoria la temperatura de la fórmula. También su nieta, que comenzó a comer ansiosa.
"Esto es por lo que tienes gases, sabes." Le dijo Snape, bajando la mirada a la cosa diminuta en sus brazos. Ya tenía cuatro meses, pero para Snape era ridículamente pequeña. Los gemelos habían parecido aún más pequeños. Él sólo había cogido a Harry como niño de catorce meses en su momento más joven, y mientras que Snape había disfrutado realmente tener un niño tan joven cerca, todavía se sentía un poco engañado por haberse perdido más infancia de Harry. Quienes ruegan no pueden escoger, pensó Snape mientras miraba por la ventana de la cocina al jardín. El fuerte de nieve que Benjamin y Jack habían construido antes todavía se mantenía fuerte, aunque el viento había desgastado algunos de los muros de nieve. Tenía nietos ahora, por extraño que todavía fuera ese concepto para él.
Un suspiro exhalado captó su atención y el bebé le frunció el ceño mientras la cambiaba en los brazos.
"Pareces una verdadera Snape cuando haces eso, Lorelei." Le informó Snape, sus labios crispándose en una sonrisa. Snape se preguntaba si podría enseñar a un bebé a fulminar con la mirada adecuadamente. Tenía el cabello oscuro como Harry, pero era mucho más liso y no sobresalía al azar. Tampoco tenía los ojos de Harry, en lugar de un verde brillante como el de sus hermanos, había acabado con un color avellana grisáceo.
Snape se meció despacio adelante y atrás sobre sus pies mientras el bebé se acurrucaba en sus brazos, todavía succionando la cena. Tenía la atención absorta de ella mientras miraba por la ventana, su mirada nunca se apartó del rostro de él ni siquiera cuando él bajó la suya para hablarle.
"Feliz Navidad, Lorelei."
En pie en el umbral de la cocina bajo un hechizo no-me-notes, Harry y Chase observaban cómo Snape tarareaba uno de los viejos villancicos de la radio. Con mano entrenada lograba tanto alimentar a su hija como evitar que sus curiosos dedos le agarraran el cabello.
"Lorelei Snape." Dijo Chase con aprobación. "Sólo necesitamos un segundo nombre."
"Ela." Ofreció Harry de inmediato. "Están Eileen, Lily y Adeline. Ella puede ser Lorelei Ela Snape."
Chase se apoyó contra Harry, y él envolvió los brazos flojamente a su alrededor.
"Tu papá nunca nos dejará olvidar esto, ¿verdad?"
"¿Que puso nombre a nuestra hija cuando nosotros no pudimos? Ni una opción." Harry sonrió.
