:Capítulo 2:
Si ayer me dolía la cabeza, hoy posiblemente me iba a explotar. Me había levantado con un malestar espantoso y agradecí al cielo haberle ordenado a mi secretaria el día anterior que llamase a la Doctora Takani. Sonreí y salí por la puerta con las llaves de mi deportivo de la mano, me subí al coche e inmediatamente me puse de camino al Hospital. Llegué relativamente pronto, eran las ocho menos cuarto y tenía que estar a las 8, así que decidí repasar mi agenda para ver lo que tenía que hacer esta mañana. Cuando faltaban cinco minutos, entré en las consultas e inmediatamente, la doctora me llamó.
- Señor Himura... Usted tan guapo como siempre.
- Muchísimas gracias doctora... veo que usted sigue tan amable como siempre, aunque ya sabe, estoy guapo, pero eso no significa que lo sea - le guiñé un ojo y la mujer se echó a reír.
- Como es habitual, usted con su buen humor... dígame qué le pasa, aunque por su aspecto diría que se trata de una gripe...
- Exacto. Tengo molestias desde ayer.
- Bien, vamos a ver.
He de reconocer que nunca me hizo mucha gracia tener a una mujer como médico... hasta que conocí a Megumi Takani. Ella siempre tan eficaz... tenía un don especial y un gran ojo clínico. No eran pocas las historias que contaban sobre ella y su talento y eso me alegraba... una mujer como ella merecía tener una vida plena en todos los sentidos, sobre todo profesionalmente.
Después de que me auscultara, me mirara la garganta, los ojos, los oídos, etc. se cercioró de que lo que tenía era una terrible gripe que estaba aún por darme más la lata. Así que volvió a sentarse en la mesa, comenzó a hacer las recetas pertinentes y me recormendó beber mucho líquido, salir poco, y todas esas cosas que te dicen los médicos que hagas a parte del tratamiento y que pocas veces cumples.
- Bien, pues creo que ya est�- comentó extendiéndome los papeles - y hágame caso... beba agua.
- Sí, trataré de seguir sus pasos al pié de la letra, aunque ya sabe que por mi profesión no tengo tiempo ni para beber agua tranquilo...
- Sí, ya sé, debe de ser muy duro estar a la cabeza de un banco... Aunque bueno, tengo pacientes que también andan estresados por otros motivos... Hoy en concreto tiene cita conmigo una escritora.
¿Sí¿quién? si puede saberse... - dicen que la curiosidad mató al gato, pero¿y si por casualidad fuese mi escritora favorita?
¿Es aficionado a la literatura, señor Himura- preguntó desviando la pregunta que yo le había formulado.
- Pues sí... por eso le pregunto... - traté de nuevo de intentar que me contestase.
- Pues lo siento, pero no puedo revelar el nombre de mis pacientes... compréndalo. - dijo con una sonrisa al ver mi cara de frustración.
- Jajajaja, sabía que me diría algo así. Pero descuide, lo comprendo. Ahora tengo que irme, además, sus pacientes esperan...
- Cierto, un placer haberle visto, señor Himura.
- El placer es mío...
Sin más salí por la puerta ante la mirada de la doctora que bajó la cabeza enseguida para comprobar el nombre del siguiente.
Salí a la calle finalmente y me monté en el coche. ¿Próxima parada? la casa de mi abogado, Aoshi Shinomori. Tenía que verle para hablarle de ciertos papeles que había firmado ayer y además... porque tenía una curiosidad tremenda por conocer a su joven esposa. Cuando me dijo que estaba casado, no pude evitar mi sorpresa... ¿un hombre tan serio y tan meticuloso en su trabajo casado¿Con quién? Cada vez que pensaba en cómo sería la esposa de mi abogado pensaba en una chica seria y aburrida, aunque realmente yo sabía que lo que Aoshi necesitaba era una mujer alegre y divertida, que le hiciese sonreír... En fin. Acababa de llegar a casa de la familia Shinomori. Ahora descubriría si mis sospechas eran ciertas.
Salí del coche y llamé al timbre. Era una mansión enorme, aunque he de reconocer que algo más pequeña que la mía... algo que me agradaba bastante, puesto que mi casa siempre me había parecido demasiado grande. Se veía que era de estilo tradicional Japonés aunque bastante moderna en sistemas de seguridad.
¿Quién es- la voz del guardia de seguridad sonó por el telefonillo.
- Himura Kenshin. Vengo a ver al Señor Shinomori.
¡Ah! Señor Himura es usted... no le conocía...
- Quizá me he puesto en el ángulo muerto de la cámara.
- Es posible... métase en el coche, enseguida le abro la puerta.
Obedecí y al instante se abrió ante mi la enorme estructura de metal, dejando a la vista un jardín gigantesco y muy bien cuidado por unos jardineros que ahora empezaban con sus tareas.
Aparqué y el mayordomo me abrió la puerta amablemente.
- Pase señor Himura, acabo de informar al señor Shinomori de su presencia, enseguida estará con nosotros, mientras tanto, acompáñeme al estudio.
- De acuerdo...
Seguí al joven mayordomo por la casa hasta que llegamos a una gran sala con un número elevadísimo de estanterías repletas de libros de derecho. Tenía una mesa de cerezo en el centro y varios sofás y sillones repartidos por todos lados. Me acomodé en uno de ellos ya que mi visita era oficial... pero no tanto como para sentarme en esa mesa tan gigantesca.
Fue entonces cuando escuché unos pasos que se dirigían con presteza hacia la sala. No se trataba de Aoshi, pues sus pasos no eran tan ligeros. Me levanté para recibir a la persona que venía hacia mi y cuando lo hice me topé con una muchacha lindísima, morena con el pelo recogido en una trenza muy larga. Tenía unos ojos muy vivos y curiosos, e iba vestida con unos pantalones ceñidos y una blusa de seda. No había duda, era la esposa de Shinomori.
- Usted es el señor Himura ¿verdad- tenía una voz dulcísima.
- El mismo.
- Yo soy Misao Shinomori. Encantada de conocerle... al fin - terminó en casi un susurro, desde luego era una mujer muy atractiva y seductora.
- Igualmente.
- Mi marido habla mucho de usted. Siéntese - dijo mientras se colocaba en el sillón de enfrente con movimientos casi felínicos.
- Me imagino que será para ponerme verde por tanto trabajo que le mando.
- Jajajaja, todo lo contrario. Siempre habla de usted como un gran amigo y jefe.
Perfecta. Era perfecta para Aoshi. Simpática, alegre, y sobre todo muy viva. Sonreí complacido y poco después llegó Aoshi.
- Himura ¿qué ocurre? No te esperaba hoy...
- Discúlpame por perturbar tu mañana a estas horas... pero venía a comentarte ciertos aspectos de unos papeles que me pasaste ayer.
- Ah, supongo que serán los que hacen referencia a esos dos bancos que has comprado ahora.
- Exacto. Por cierto, enhorabuena por tu esposa. Veo que es una señora muy inteligente y agradable.
- Muchísimas gracias
Misao se sonrojó.
- Disculpadme - comenzó con su dulce voz - querido, he quedado con Kaoru, con tu permiso voy a hacer unas cosas y arreglarme para ir a verla.
- Por supuesto, Misao, pasadlo bien.
- Que tenga un buen día, señor Himura.
- Muchísimas gracias... y cuídese.
- Descuide, hasta otra.
Desapareció. Impregnando cada lugar con su perfume tan sutil y agradable. ¡Cómo me alegraba por Aoshi!
- Desde luego, Shinomori, no podrías haber encontrado a nadie mejor.
- Tienes toda la razón Himura. Misao lo es todo para mi. Pero, volviendo al tema que te trae aquí - cambió el tema rápidamente. ¿Cómo podía ser tan eficaz? Al grano y sin rodeos... me encantaba eso de él - voy a por los papeles y lo miramos. Por cierto, soy un pésimo anfitrión ¿deseas algo de tomar?
- No, no, estoy bien... te espero aquí.
- De acuerdo.
Desapareció por la puerta y al rato trajo todos los documentos. Los estuvimos debatiendo hasta bien entrado el medio día. Fue entonces cuando recibí una llamada de mi secretaria. Me recordaba que tenía una comida con un representante del Banco Central Europeo. Lo cierto es que se me había olvidado por completo y tuve que disculparme con Aoshi por ello.
Salí de su casa y me dirigí a la mía. Ordené a mi mayordomo que me comprara las medicinas que me recetó la doctora y fui derecho al comedor principal. El representante ya estaba allí, y tuve que pedirle perdón por mi retraso, por suerte él acababa de llegar. Y así, prosiguió mi rutinaria pero feliz vida...
:CONTINUARÁ:
Parte realizada por Kaoru Hino
Notas de la autora.
No tengo mucho que decir, salvo que gracias por leernos y que espero que os guste. Un saludo .
