Juegos Tontos (Editado)
Por: Maggy & Isa
Sumario: El amor es aquel sentimiento indescriptible que te ciega y te hace hacer lo que nunca pensaste, los mas tontos caen al fondo y sin importar el ganar o perder... lo arriesgaran todo.
Nota: OK, gente! Para que luego no vayan a decir que somos malas por tardar mucho en publicar, aquí está el capítulo cuatro de Juegos Tontos. Por supuesto esta no es la versión final, ya que no estamos del todo conformes con este capítulo así que esperen cambios en el futuro; pero quisimos publicarlo lo antes posible y dejarlo a su juicio. Por eso necesitamos su ayuda, sus comentarios son muy importantes para nosotras, pero especialmente en este capítulo. Así que por favor no dejen de enviar sus reviews dejándonos saber qué les ha parecido este capítulo y si tienen alguna sugerencia referente a la trama será muy bien recibida.
Bien, para todos ustedes que nos han pedido más LaylaxYuri (Anto-chan, sigue insistiendo XD), aquí les va su LaylaxYuri, y esperen mucho más en los próximos capítulos.
Se despiden,
Isa & Maggz (dos autoras indecisas y hambrientas de reviews! Jajaja)
Capítulo 4
Mia observaba distraídamente la pantalla de su laptop mientras continuaba desplazándose por el documento. La fecha límite para la presentación del nuevo proyecto estaba muy cerca y ella aún no pensaba en nada.
Con un suspiro cerró la laptop y la hizo a un lado. Estaba completamente bloqueada.
"Tonto bloqueo de escritor." Gruñó entre dientes mientras se frotaba los ojos. Si tan solo pudiera acudir a uno de esos centros de ayuda a escritores como el que había visto en aquel video. Era justamente lo que necesitaba en ese instante.
De repente imágenes del video en cuestión comenzaron a llegar a su mente, de aquella extraña versión de Alicia en el País de las Maravillas a la japonesa, y no pudo evitar pensar en la señorita Layla en el papel de Alicia, y Sora como el Conejo Blanco, el gato Cheshire, Tweedle Dee y Tweedle Dum, Humpty Dumpty… Muchas Soras, corriendo y saltando por todo el escenario al mismo tiempo. Una risita tonta escapó de ella al imaginarse semejante situación absurda y exagerada muy al estilo de cartoon japonés.
Aunque pensando las cosas con más seriedad, no estaba de más considerar una nueva versión para el clásico de Lewis Carroll.
Suspiró y dejó caer los hombros en derrota. La obra de Alicia en el País de las Maravillas ya había sido presentada en varias oportunidades, aunque todos estaban de acuerdo que la versión original había sido la mejor.
"Argh, necesito algo nuevo. ¡Algo que no se haya hecho antes!" Gruñó frustrada.
"La pobre Mia ha perdido la razón. Ya comenzó a hablar sola."
Mia volvió a la realidad al escuchar la voz de Anna. En su cavilación no se percató que ésta había entrado a la habitación acompañada de Sarah.
"Aquí tienes." Le dijo Sarah, colocando un plato con galletas recién horneadas en la mesa junto a ella. El olor de las galletas inundó los sentidos de Mia y su estómago rugió en respuesta.
"Gracias, Sarah. Justo a tiempo porque ya me estaba dando hambre. Por cierto¿dónde está Sora?"
"Dijo que primero iba a ducharse y después venía para acá." Respondió Anna. Sarah tomó asiento.
"¿Y cómo vas con el proyecto de la nueva obra?" Preguntó ésta casualmente mientras revisaba la libreta de Mia que se encontraba en la mesa.
"Aún no se me ocurre nada en concreto." Mia suspiró. Entonces tomó una galleta del plato y le dio un mordisco. "Mmm, as aietas jaen mu jico." Dijo con la boca llena y Sarah sonrió ante el cumplido. Anna le sirvió un vaso de leche y lo colocó en la mesa frente a ella.
"Ajias, Anna." Dijo antes de tragar el bocado y beber un poco de leche.
"Pero el plazo para la entrega del proyecto se vence en tres días." Comentó Anna con preocupación.
"Eso ya lo sé, Anna. Quisiera que fuera una historia que les guste a todos, tanto a grandes como a chicos... una que no se haya puesto en escena antes. Había pensando en una historia de piratas o algo por el estilo, pero no estoy del todo segura... o tal vez una comedia romántica que integre muchos elementos de fantasía, sin embargo-", pero sus palabras se vieron interrumpidas por el grito de emoción que Sarah emitió; tanto Anna como Mia la miraron algo extrañadas.
"¡Ya sé cual puedes utilizar, Mia¡Es perfecta! Junta todo lo que dices y la historia es taaaan romántica pero también es cómica y..." Pero la expresión que Anna y Mia le proporcionaban le decían mas que mil palabras, querían saber en definitiva de que historia hablaba; en su emoción solo había emitido comentarios que parecían ser más bien para ella que para ayudar a Mia.
"¿Y la historia es?" Completó Anna con la expresión en blanco.
"Ay, es tan fácil. Sueño de una Noche de Verano¿han oído hablar de ella? Desde que la leí nunca he podido negar que a mi parecer es de las mejores historias de Shakespeare, especialmente por que es tan romántica y trae tantas cosas así fantasiosas y cómicas y, ay no¡me encanta¿Qué te parece esa?" Dijo calmando su entusiasmo por un momento y mirando a Mia con ojos de emoción, Anna, por su parte, aportó un poco a favor de la historia.
"Sí, Mia. ¿Recuerdas que vimos la película hace poco?" Mia la miró algo confusa pero entendiendo a que se refería y asintió con la cabeza. "Bueno, creo que tiene Sarah razón; sería una fenomenal idea que la llevases a cabo... ya hasta puedo imaginarme al joven Leon con orejas de burro…"
En ese instante las tres soltaron una carcajada al unísono, tratando de imaginarse la escena, pero fueron interrumpidas por una voz externa a la de ellas que se dejó oír en el lugar.
"Anna, que bueno que te encuentro." Dijo una chica de cabellos claros y ojos cafés.
"¿Sucede algo, Jen?"
"Tu mamá está al teléfono y quiere hablar contigo."
"Esta bien, voy para allá." Le dijo a Jen, y dirigiéndose a las demás se puso de pie al momento que guiñaba un ojo, "Chicas, regreso enseguida." Ellas asintieron y Anna abandonó la habitación. Hubo un breve silencio en el lugar antes de que Sarah continuase llenando a Mia sobre posibles ideas para la obra. Sin embargo, Mia parecía ya no estar oyendo, su mente viajaba y comenzaba pensar en la persona en la que menos deseaba pensar en ese instante, esa persona a la que había estado tratando de evadir y sacar de su mente…
Leon Oswald.
Todo había comenzado hacía un par de meses atrás. Luego del accidente de la señorita Layla, el joven Yuri decidió tomarse un par de semanas libres, y fue entonces cuando Leon Oswald llegó al Escenario Kaleido.
Todos estaban al tanto de la fama mundial como uno de los mejores acróbatas del mundo con la que contaba Leon, e incluso tenía muchos admiradores entre los mismos integrantes del elenco, especialmente las chicas. Mia era una de ellas. No sólo le parecía atractivo, si no que lo admiraba mucho por su trabajo. Y para ser honesta, estaba ansiosa por conocerlo.
No obstante, la decepción fue más grande que el gusto por conocerlo finalmente.
Los comentarios sobre él que había leído o escuchado anteriormente por parte de los conocedores en los diferentes medios no le hacían para nada justicia; era mucho más atractivo en persona que en fotografías, y sus habilidades como acróbata eran excepcionales, uno de los mejores en su clase. Aún así su actitud dejaba mucho que desear.
Mia no había conocido en su vida a una persona tan arrogante, egocéntrica y jactada de sí misma como Leon Oswald. El sujeto en cuestión tenía serios problemas de actitud, y por supuesto los problemas con ella y el resto del elenco no se hicieron esperar. Comenzando por exigir cambios en el guión de la obra hasta el punto de querer obtener total protagonismo de la misma; además de sus ya típicos berrinches dentro y fuera del escenario.
Sin embargo, la gota que derramó el vaso para Mia fue cuando atacó a Sora por primera vez. No fue un ataque físico en sí, pero fue tanta la humillación y la vergüenza que le hizo pasar, que su amiga terminó acabó llorando; desde entonces comenzó su interminable e inexplicable ensañamiento en contra de Sora. Pero como si no fuera esto suficiente, se atrevió a tildar de mediocres y poco profesionales al resto del equipo porque no cumplía con sus estándares y exigencias en el escenario.
Aún así, por su naturaleza pacífica y diplomática, Mia hizo todo lo posible por remediar la situación. Muy en contra de su voluntad, decidió que lo mejor era ir a visitar al joven Leon para hablarle y tratar de convencerlo para que cambiara su actitud.
¡Gran error!
Para hacer el cuento más corto, Leon no estuvo de acuerdo con la proposición de Mia, y se lo hizo saber de la forma más grosera y descortés, muy a su manera. Todo esto hizo que ella perdiera por completo la paciencia y los estribos. Y no es que ella fuera del tipo de persona altanera, todo lo contrario. La mayor parte del tiempo ella era una chica relativamente sumisa y pacífica, y siempre trataba de evitar los conflictos a toda costa… Pero había algo en ese hombre, algo que encendía su lado rebelde y atrevido, y que la hacía querer luchar y defenderse, sacar las uñas y no dejarse dominar por él.
Los ánimos comenzaron a caldearse entre ellos, mientras las palabras iban y venían. Claramente ambos estaban perdiendo la paciencia y a desesperarse, mas sin embargo Leon encontró una manera abrupta y eficaz de ponerle fin al argumento.
En un arranque inesperado Leon la sujetó por los hombros y sin más le plantó un beso en los labios. Ella trató de defenderse, por supuesto, pero rápidamente cedió ante los hábiles e insistentes labios de aquel hombre, y pronto se encontró a sí misma con los brazos alrededor de su cuello y devolviéndole el beso con la misma pasión e intensidad.
Luego del beso nadie dijo nada al respecto. Ella no pudo hacerlo, no sabía que decirle… Y él, al parecer tampoco. Así que simplemente se dio la vuelta y salió de allí.
A partir de ese día su mundo se puso de cabeza y su vida dentro del escenario Kaleido se complicó aún más.
Luego de que el joven Yuri regresara de sus cortas vacaciones, Leon decidió convertirse en miembro permanente de Kaleido, para disgustos de muchos, y desde entonces habían transcurrido un poco más de dos meses, en los cuales había mantenido esa relación te amo-te odio de dos caras con Leon Oswald.
Delante de los demás actuaban como si no se soportaran, pero aprovechaban cualquier momento libre o espacio vacío para escabullirse y compartir unos cuantos besos robados y caricias apasionadas, aún en silencio, aún sin decir nada… porque realmente no hay nada que decir. Lo que ha existido entre ellos desde entonces es como una especie de atracción incontenible, era la única forma en la que ella podía llamarle, porque tampoco se atrevía a llamarle amor; lo que había entre ellos era más cuestión de pasión, de lujuria.
Sabía que lo que estaba haciendo estaba muy mal, pero debía admitir que sólo Leon tenía el poder, con un solo beso o una caricia, de hacerla flaquear y perder su fuerza de voluntad. Aún así, lo que Mia más temía era que la situación se le fuera de las manos, se saliera de control en determinado momento, y aunque le costara trabajo no rendirse ante sus encantos, debía ponerle fin a ese círculo vicioso que comenzaba a consumirla.
Después de todo, el caso era saber si lo lograría…
El agua caía con fuerza sobre el suelo de la regadera y cada gota era como un instintivo para él en su intento por zafarse de aquellas cuerdas que lo aprisionaban en la silla del escritorio.
"Ugh... vamos cuerditas quítense." Decía mientras se movía de un lado a otro "Vamos, vamos, ya casi." Susurró al sentirse cada vez más libre de movimiento entre las cuerdas.
Una vez que Sora había ingresado en la habitación aquella tarde con el afán de darse una buena ducha, él juraría que por primera vez desde que la conocía iba a tener la oportunidad de poder echar el ojo en lo que ella se bañaba; pero aún algo perdida, Sora alcanzó a recordar como amarrarlo en la silla y dejarlo incluso con la cuerda más apretada que nunca antes y aunque sus esfuerzos se habían visto ofuscados por la tensión en las cuerdas, no perdía la esperanza de desatarse a tiempo.
"Sí, eso es." Dijo teniendo ambos brazos fuera y saliendo de las cuerdas triunfante, antes de acercarse al baño dio un pequeño salto sobre el escritorio mientras cantaba al compás de Little Fighter de White Lion.
"Rise again little fighter and let the world know the reason why… ¡ohh sí!" Grito por última vez; después se elevó y justo en el momento que se preparaba para entrar en el baño, sintió como con fuerza la puerta lo golpeaba. Sora salía por aquella puerta vestida en su pijama y con una toalla sobre su cabello.
"Oh, no." Musitó él a modo de frustración mientras la seguía por la habitación, haciendo todo tipo de gestos intentando llamar su atención sin lograrlo, hasta que ella se detuvo en la cama para después dejarse caer; y sin decir nada él vio como se sumergió en sus propios pensamientos.
Sora por su lado pensaba en tantas cosas a la vez que a veces era difícil poder organizar todo. Por un lado estaba el Ken que ella conocía, su amigo, en el que ella sabía podría confiar. Y por otro aquel Ken que veía al lado de Liz. Desde que ella trabajaba en Kaleido no se separaban ni un segundo y aunque no lo admitiese frente al resto de las chicas, se sentía totalmente aislada. Sus pensamientos se vieron interrumpidos cuando Fool gritó a todo pulmón.
"¡Sora Naegino!" Ella levantó su vista reaccionando finalmente.
"Hola Fool. ¿Qué haces desatado? Yo recuerdo haberte a"
"Sora." Interrumpió él mirándola severamente "¿Hay algo que te preocupe?"
"No." Contestó ella desviando la mirada, pero él no dejó de verla, cada vez más insistente.
"Sora." Dijo él cruzándose de brazos. No era natural que ella se encontrara en ese estado.
"Esta bien, Fool." Dijo ella sentándose correctamente. "Es sólo que hace poco entró la novia de Ken a trabajar en Kaleido- bueno, él dice que no es su novia pero realmente no le creo, Fool. ¡Ni siquiera me había contado! Y ahora todo el tiempo se la pasan juntos, riendo y... no lo entiendo, pensé que era mi amigo."
Sora se le quedó viendo esperando algunas palabras de su parte pero sólo obtuvo silencio.
"¿No me dirás nada?" Pero él aun sin responder tomo sus cartas y comenzó a barajarlas.
En un abrir y cerrar de ojos una de las cartas se encontraba extendida frente a ella. La carta marcaba a un joven apuesto con un escudo.
"La primera carta muestra a un hombre de edad joven, entre el nacimiento y los treinta años, fiable, estable y se siente listo para vivir el amor y la vida; se siente fuertemente apoyado por una fuerza femenina."
Sora ensanchó sus ojos sorprendida. Estaba segura de que hablaba de Ken. ¿De quién más podría estar hablando que no fuera Ken?
¿Eso quería decir que…?
"Interesante." Musitó Fool al ver la siguiente carta. Sora estaba tan sumida en sus pensamientos que no había notado el momento en que Fool había barajado de nueva cuenta las cartas.
"¿Qué cosa?" Preguntó poniéndose de pie sin perderlo de vista.
"Esta carta muestra a una joven entre el nacimiento y los treinta años de edad, sabe lo que desea, tiene un intelecto afilado y una gran capacidad de comunicación, preparada para actuar y quedarse quieta si es necesario."
La primera persona en la cual Sora pudo pensar fue Liz. De seguro era ella. Liz era una muchacha bastante inteligente y se había acoplado de una manera excepcional con todos en Kaleido desde el momento en que llegó, no había titubeado ante los problemas que se habían presentado y había actuado de manera prudente, no cabía dudas.
"Y no sólo eso." Completó Fool sacándola de sus pensamientos una vez más. "Según esto, ella goza de una madurez excepcional, sexualidad femenina, constancia, ingenio y encanto. Definitivamente su vida y la de él están entrelazadas por un pasado y una relación fuerte, sólida y llena de cariño y armonía."
La mirada de Sora reflejó frustración. Ahora no le cabían dudas... era Liz. Fool estaba hablando de ella y su relación con Ken.
"Sora." Insistió la pequeña aparición por tercera vez. Ella lo miró intentando ocultar todo rastro de aquel sentimiento que la inundaba.
"¿Acaso esa chica, la novia de Ken, es muy linda?"
Sin responder nada la primera cosa que vino a su mente fueron aquello enormes ojos verdes y una sonrisa carismática que Liz no dejaba de mostrar. Ciertamente Liz era más que linda. Sin embargo, lo siguiente que él dijo la hizo perder un poco los estribos.
"¿Crees que a ella no le molestaría tomarse una ducha contigo?" Los ojos de Fool brillaban antes la imagen de las dos chicas en la ducha. Pero la primera reacción de Sora fue aventarle una almohada que él logro esquivar con rapidez.
"Fool, no seas... ¡agh!" Añadió ella como reflejo de frustración e incomodidad, pero nunca dejándola aquella imagen de Liz como la mujer perfecta para Ken. Lo que más le dolía era que Ken no pudiese admitir ante ella que Liz y él realmente tenían algo más que una simple amistad.
Cuando vio que Fool comenzó a barajar una vez mas las cartas salió de la habitación sin siquiera detenerlo.
"Esto lo explica todo. La suma sacerdotisa, es sólo una prueba más que Sora tendrá que superar." Comentó Fool para sí mismo antes de escuchar el portazo.
Ya casi. Estaba a punto de alcanzar la barra.
Ya casi…
No obstante el esfuerzo fue en vano. La barra parecía tan cerca pero a la vez tan lejana. Layla cerró los ojos y se dejó caer, toda esa situación era demasiado frustrante.
Sin embargo, no pudo sentir su cuerpo hacer contacto con la red de protección, ya que alguien más la sujetó del brazo justo a tiempo, antes de que pudiera hacerlo. Abrió los ojos y se encontró con la mirada de Yuri. Una vez más había venido a salvarla. Y como si ella fuera tan ligera como una pluma, con gran agilidad la levantó y la ayudó a subir al trapecio nuevamente.
"No pensé encontrarte aquí." Dijo él casualmente mientras volvían a la relativa seguridad de la plataforma.
"Mi padre está en casa." Le respondió ella entre jadeos, tratando de recuperar el aliento.
Layla no se había percatado, pero aún continuaba aferrada a Yuri desde que éste la había rescatado momentos antes. Levantó la mirada y pudo ver cómo los ojos de Yuri recorrían su rostro, deteniéndose por unos instantes a observar sus labios. Fue algo muy rápido, pero lo suficientemente evidente como para que ella lo notara y un escalofrío recorriera su cuerpo.
Finalmente se dio cuenta de la posición en la que se encontraba, y un ligero tinte rojizo cubrió sus mejillas. Su primer reflejo fue separarse de él inmediatamente, pero sus movimientos fueron un tanto torpes, a causa del mismo nerviosismo que la invadía en ese momento y que la hacía perder el control. Layla tambaleó y estuvo a punto de caer, pero una vez más Yuri la detuvo, y rodeando su cintura con sus brazos, la pegó contra su cuerpo.
Esta vez Layla no tuvo tiempo de reaccionar, ya que sin previo aviso los labios de Yuri capturaron los de ella en un beso castizo. Al ser tomada por sorpresa, ella no supo como actuar, pero rápidamente su cuerpo comenzó a rebelarse ante las sensaciones placenteras causadas por ese beso. Cerró los ojos y se dejó llevar; los suaves labios de Yuri continuaban danzando y torturando a los propios, mientras que ella sentía como un familiar hormigueo se esparcía desde sus labios por todo su cuerpo, como pequeñas descargas eléctricas que viajaban por su piel y acababan concentrándose en su vientre.
Su mente reaccionó entonces, y tan repentinamente como había comenzado el beso, terminó. Layla lo miró confundida y alucinada, un tumulto de emociones precipitándose sobre ella en ese momento; mientras que él, un tanto ruborizado, trataba de recuperar la compostura.
"Yuri¿p-por qué me besaste?" Titubeó, llevándose los dedos hasta los labios. Aún podía sentir el cosquilleo, el ardor de los labios de Yuri en los de ella.
"Discúlpame, Layla. Sé que hice mal al besarte así, pero era algo que había querido hacer desde hace mucho tiempo. Lo siento mucho." Se disculpó él, bastante consternado por la reacción de Layla.
Ella se dio la vuelta, y sin más comenzó a bajar de la plataforma.
"Debo irme." Le dijo sin darle la cara.
"Pero, Layla…"
Sin embargo, Layla ni siquiera pudo responderle. Recogió sus cosas y salió corriendo del lugar. Yuri la observaba desde lo alto de la plataforma mientras ella cruzaba corriendo el salón hasta llegar a la puerta. Allí se detuvo por unos instantes y volteó a mirarlo rápidamente antes de salir.
Y justo en ese momento Yuri no pudo evitar pensar en los sucesos de hacía un par de días atrás.
…
"Aquí tienes la información que me solicitaste acerca de la Corporación Kaleido." Le dijo Ackerman, colocando en su escritorio frente a Yuri un sobre de manila. Éste último lo tomó, y luego de una rápida inspección al mismo, le dijo:
"Gracias."
Y sin más se puso de pie para retirarse de aquella oficina cuanto antes; le disgustaba de sobremanera el tener que hacer tratos con ese tipo de personas. Pero el ejecutivo lo detuvo antes de alcanzar la puerta.
"Permíteme darte un consejo." Le dijo, y antes de que Yuri pudiera decirle que no, él continuó. "La hija de Hamilton. Si realmente deseas llevar a cabo tus planes, más te vale que la tengas de tu lado. Esa niña es una pieza clave para la Corporación Kaleido. Y no sólo me refiero a ella como una estrella del escenario."
La sonrisa siniestra que se dibujó en los labios de Ackerman al pronunciar aquellas palabras le encresparon los nervios y ni siquiera se molestó en responderle. Sólo se dio la vuelta y salió de allí.
Pronto descubriría de las palabras de aquel hombre.
…
Layla Hamilton.
"Espero no estar equivocándome con todo esto."
