2- MEZA


Se estacionó a varios metros del lugar. Lo había hecho a propósito, como siempre lo hacía; así tendría que bajarse del vehículo y caminar una buena distancia, dándole tiempo de relajarse y prepararse.

Había seis patrullas rodeando el galpón, algunos oficiales ya instalaban reflectores para iluminar el lugar. El rojo de las balizas rebotaba en todas partes, la sirena de una ambulancia se oía a los lejos. Entre los hombres de azul que iban y venían, podía reconocer perfectamente la luz de unas cámaras y a los periodistas.

Para cuando se apeó del auto, uno de los oficiales ya venía a recibirla.

.- Detective Meza...- Comenzó el oficial, como de unos cincuenta años, de nombre Álvarez.- La detective le echó una rápida mirada y luego dirigió su vista a algo por encima de su hombro.

.- ¿Por qué no está acordonado esto todavía?- Gritó a un oficial muy joven que lidiaba con un rollo de cinta amarilla. El aludido pegó un respingo.

.- Enseguida señora...

.- Y saca a esos malditos camarógrafos de acá.

.- Si señora.

.- ¿Cómo diablos lo hacen? Parece que supieran antes que nosotros.- Preguntó la detective, hablando más consigo misma que con el aturdido oficial al que había dejado con la palabra en la boca. Ahora, al fin, se volvía a mirarlo.

Dándole una última fumada, se quitó el cigarrillo de la boca y lo arrojó al suelo, donde terminó de aplastarlo con el zapato, mientras preguntaba sin levantar la vista del suelo.

.- ¿Qué pasó?

El oficial se puso rígido. De alguna forma, y a pesar de ser casi un metro más alto que ella, la menuda mujer siempre lograba hacerlo sentir pequeño. Antes de que comenzara a responder, la detective comenzó a caminar en dirección al galpón, con las manos dentro de los bolsillos del abrigo.

Llevaba el pelo, de un rubio opaco, un poco más abajo de las orejas; los ojos castaño claro lucían cansados, pero todavía muy vivos; vestía jeans negros y un sweater, con el abrigo entallado, también negro, encima de todo. Para estar bordeando los cuarenta, no los representaba en absoluto, sin embargo... Las aureolas bajo los ojos y la expresión de su rostro, hacían evidentes que no había dormido la noche anterior. Ni la anterior a esa. Sin mencionar el hecho de que había estado bebiendo.

Probablemente nadie más lo iba a notar, pero el viejo oficial sabía identificar cuando alguien llevaba unos tragos encima, por muchas pastillas de menta que se hubiera comido. Pero no la culpaba, después de todo lo que había pasado, él probablemente estaría igual o peor.

.- Recibimos una llamada del agente encubierto...- Comenzó el oficial, haciendo lo posible por seguirle el paso a la mujer.

.- ¿Díaz? - Le interrumpió ésta sin apartar la vista del frente. El oficial asintió.

.- Si... La operación estaba lista, se habían citado con los compradores en este galpón, a medianoche. Los atraparíamos cuando hicieran la transacción.

.- Sólo que...

.- Sólo que nos encontramos con algo totalmente diferente.

Ambos se detuvieron ante la puerta, el viejo hizo una pausa antes de continuar.

.- No es un bonito espectáculo.- Dijo a modo de advertencia. Meza lo miró alzando una ceja. El oficial se sintió un poco tonto: Ella no era ninguna niñita a la que necesitara proteger de una fuerte impresión. Al contrario, hacía tiempo que había dejado de sorprenderse... Tres semanas y dos días, para ser exactos.

.- ¿Y Díaz? - Preguntó ella, sin emoción.

.- Muerto.- Respondió el viejo en voz baja.- Como todos los demás.

La detective asintió levemente y entró en el galpón. Por breves segundos, sólo se quedó en el umbral, sin internarse demasiado en aquella bodega, sólo observando. Al principio, el oficial creyó que estaba petrificada, demasiado impresionada por la escena como para reaccionar; a segunda vista, se dio cuenta de que no era así: Los ojos de la mujer recorrían cada centímetro del lugar.

El oficial paseó su vista de ella a la escena del crimen, sin poder evitar un escalofrío cuando sus ojos se reencontraron con eso una vez más: Diez cuerpos tendidos sin ton ni son, todos cubiertos en sangre, sangre en el piso, sangre en las paredes... Se preguntó a qué velocidad tendría que haber salido la sangre de sus cuerpos como para enchastrar de esa forma las paredes y el techo… Los diez pares de ojos sin vida, congelados en una última expresión de sorpresa.

Se volvió hacia la detective, titubeando antes de hablar.

.- ¿Cree... cree que sea...?

.- ¿Alguna posibilidad de que se trate de una pelea entre bandas? - Le interrumpió ella sin volverse a mirarlo.

El viejo la miró sin comprender por unos segundos.

.- Oh... – Exclamó al fin, parpadeando. Suspiró, indicando con el dedo un rincón del edificio donde habían apilados varios bultos cubiertos con una lona marrón.- Juzgue usted misma. Dejaron toda la droga tras ellos...

La detective pensó que sólo se engañaba así misma: Ni en una tormenta de nieve podría confundir lo que veía ante sus ojos con el enfrentamiento entre bandas narcotraficantes rivales... Ojalá fuera eso, pero sabía perfectamente quién había sido.

.-Cable...- Se le escapó en un murmullo.- Fue Cable.- Repitió en voz alta. El oficial vio respondida su pregunta anterior.

.- ¿Quiere que deje pasar a los del laboratorio? - Le preguntó. La mujer le respondió con los ojos perdidos en la nada.

.- ¿Para qué? No van a encontrar nada de todas formas. Ni la más mínima huella.

El viejo estuvo a punto de abrir la boca para replicar, cuando una voz a sus espaldas lo interrumpió.

.- De todas formas, deberías seguir el procedimiento.

Aún sin volverse a verlo, podía adivinarse que la voz pertenecía a un tipo joven. Sonaba entusiasmado, sin embargo, Meza no movió un sólo músculo. Siguió con la vista al frente, con las manos en los bolsillos, como si no le hubiera escuchado.

.- En ninguna oportunidad anterior se ha podido encontrar evidencia alguna, ni ADN, ni fibras ni nada. Ninguna cámara de seguridad ha sido capaz de detectarlo, nadie lo ha visto lo suficiente como para dibujarle un retrato, Cable jamás comete errores ¡¿Y qué demonios estás haciendo acá Ferrari? - Gritó, volviéndose hacia el recién llegado.

Frente a sí tuvo a un detective joven, enfundado en un abrigo beige, con el cuello envuelto en una bufanda... Su rostro excesivamente blanco, estaba enrojecido tanto en la nariz como en las mejillas por efecto del frío; sin embargo, el resto de su cara presumía una envidiable sonrisa de oreja a oreja.

Realmente lo odiaba, aunque el hombre parecía ser inmune a sus miradas asesinas.

.- Alíne...- Dijo éste a modo de saludo. Ésta lo miró entrecerrando los ojos, sin tratar de ocultar su desagrado.

.- Detective Meza para ti.- Gruñó. El otro sonrió, desviando la mirada.

.- Ok. Siento un mal karma aquí...

.- Todavía no me dices que estás haciendo aquí.

El detective lanzó una carcajada.

.- Creo que esa no es la actitud correcta, Alíne. Si vamos a trabajar juntos... – Los ojos de la mujer se abrieron de par en par sólo de escucharlo. Ferrari sonrió satisfecho: Acababa de obtener la reacción esperada y casi no le había costado esfuerzo.

Meza se acercó más, deteniéndose cuando sólo estaba a unos centímetros de él. Lo miró directo a los ojos, a pesar de que para eso debía inclinar la cabeza bastante hacia atrás. Se aguantaba apenas las ganas de golpearlo, Ferrari lo sabía, pero nunca dejó de sonreír.

.- Eso no va a pasar.- Dijo ella.- Especialmente cuando se trata de un tonto como tú con ganas de hacerse famoso rápidamente. – Terminó. Ferrari alzó ambas palmas frente a sí, en señal de defensa.

.- Uy, atrás señora, No hay necesidad de ser tan agresiva.- Dijo con la misma sonrisa, luego se acercó a Alíne de forma que sólo ella pudiera escuchar sus palabras.- Sé que lo de Daniel está muy fresco aún, realmente lamento eso, pero...

Alíne sintió que sus manos se iban solas a golpearlo en medio de la cara, pero logró contenerse.

.- Hablaré con el capitán.- Logró articular al fin, con los dientes apretados. Ferrari se hizo a un lado, dándole espacio.

.- Hazlo, está allá afuera.

La mujer se quedó mirándolo incrédula. Ferrari ya no sonreía. Acto seguido salió hecha una furia en dirección al contingente policial apostado alrededor de la escena del crimen. Afuera, no muy lejos de la puerta, estaba su superior hablándoles a unos oficiales. Éste la vio cuando todavía estaba a unos metros de distancia e incluso antes de que dijera nada, ya sabía que habría problemas. Se restregó la frente con los dedos con expresión cansada, luego se volvió a mirarla, sin decir nada, con cara de "Ahora qué".

Meza se paró frente a él y se le quedó mirando fijamente mientras buscaba en el bolsillo de su abrigo una cajetilla de cigarrillos. Se la acercó a la boca y extrajo uno con los dientes y a lo que lo encendía, preguntó.

.- ¿Qué mierda significa esto? - Su voz sonó como un murmullo debido al cigarrillo atrapado entre sus dientes.

.- Te puse un compañero. Eso es lo que significa.- Contestó el superior, sosteniéndole la mirada. No quería hacer valer su autoridad, por los años que llevaban trabajando juntos, pero lo haría si era necesario. Todo el asunto de Cable ya le había costado mucho como para prestarle atención a las pataletas de una mujer caprichosa.- No creo que sea tan difícil de entender.

.- No lo necesito. No lo quiero.- Contestó ésta.- Menos a él.

.- Lamentablemente para ti, eso no lo decides tú.- Después de unos segundos de un extenuante duelo de miradas, el capitán terminó por ceder y desviar la suya, suspirando.- Escucha, Alíne, sé por todo lo que has pasado...

.- ¡No tienes idea! - Gritó ella furiosa.

.- ¿Crees que no? Era mi amigo también...

Esa vez fue ella quien desvió la mirada.

.- Lo sé... –Balbuceó.

.- Entonces espero que entiendas que esto es necesario.- Continuó el superior.- Porque de verdad prefiero archivar todo esto antes de permitir que alguien más de mi equipo se muera ¿Está claro?- Meza lo miró a los ojos, pero se mantuvo en silencio.- Pregunté si estaba claro.- Repitió el superior, remarcando las palabras.

.- Está claro, señor.- Dijo ella al fin, con voz firme, dando media vuelta. Una vez de espaldas volvió a hablar.- Pero no tiene por qué gustarme. – Agregó, volviendo a dirigirse hacia el galpón sin darle tiempo para responder.

.- Estas bailando en la cuerda floja, linda...- Susurró para sí mismo el superior.- Si sigues así, te vas a caer…

Antes de cruzar la puerta, Aline se topó nuevamente con Ferrari y su sonrisa ganadora.

.- Realmente lamento lo de tu compañero, detective.- Dijo, con falsa condescendencia.

Aline se le quedó mirando un segundo y luego miró a su alrededor. Tras asegurarse de que nadie más los veía, agarró a Ferrari por las solapas y lo obligó a inclinarse hasta su altura.

.- Vuelve a mencionar a mi compañero y te dejaré cantando soprano ¿Está claro?

En ese momento, Ferrari sintió la rodilla de la mujer presionando justo en su entre pierna. Temeroso, sólo atinó a asentir, con lo que Meza lo dejó ir.

.- Y otra cosa más ¡Bórrate esa estúpida sonrisa de la cara! – Agregó cuando ya le daba la espalda.

Ferrari se quedó arreglándose las ropas, balbuceando una maldición al advertir que los demás oficiales, incluyendo a Álvarez, lo miraban con una sonrisa burlona. Dándoles la espalda, se alejó de vuelta a la patrulla.

Alíne se volvió a ver el sitio del crimen una vez más antes de permitir que comenzaran a levantar los cuerpos. Se paseó por cada uno de ellos, hasta que por fin se detuvo en uno. Díaz, el agente encubierto. Se inclinó a su lado, aún tratando de ajustarse el guante de látex en la mano. Buscó entre las ropas del cadáver, moviéndose hacia el corazón, hacia el bolsillo de la camisa. Introdujo la mano ahí, sus dedos se toparon con un pequeño bulto que extrajo con rapidez y sostuvo frente a sus ojos.

Era un extraño manojo de lo que parecía ser cable de suministro eléctrico, enrollado en forma circular y sostenido en esa forma gracias a un alambre que daba vueltas a su alrededor. Se puso de píe.

Ahora sí no había duda, esa era su firma. Mantuvo el objeto en su mano y lo apretó con fuerza. Todavía tenía el dudoso honor de ser la única persona que había recibido uno y aún estaba viva para contarlo.

Ya se volvía, dándole la espalda a los cadáveres, cuando se detuvo en seco, con los ojos muy abiertos.

.- Pérez, páseme su linterna.- Dijo, apenas alzando la voz.

El oficial, confundido, le alargó el objeto circular casi del porte de su cabeza. Meza se volvió sobre sus talones y la encendió, iluminando toda la parte superior del lugar. Estuvo paseando la aureola luminosa de la linterna por entre las vigas del techo por un buen rato, pero no vio nada fuera de lo normal. La apagó y se volvió hacia Álvarez y los demás encogiéndose de hombros.

.- Nada, sólo era una sombra.- Dijo, adivinando las preguntas de los demás.

Aun así, se volvió sobre su hombro a echar una última mirada antes de irse.

TBC