6- EN LA CUERDA FLOJA.


Se metió al baño ni bien llegó a la oficina, apenas si tuvo tiempo de levantar la tapa del inodoro antes de comenzar a vomitar.

En la soledad del sanitario, escuchó los ruidos rebotar en las paredes de concreto. Cuando hubo terminado, apoyó la espalda en la pared metálica del cubículo en el que estaba, tratando de acomodar sus piernas desparramadas alrededor del inodoro. Se echó el pelo hacia atrás, limpiándose la boca con el dorso de la mano.

.- Malditas resacas...- Murmuró para sí.

Después de unos segundos, consiguió ponerse de pie. Tambaleándose llegó hasta el lavabo, utilizándolo para mantener el equilibrio. Abrió la llave.

Por unos cuantos segundos, sólo observó el agua caer hasta que por fin se decidió a introducir sus manos en ella. Estaba fría, lo cual parecía perfecto. Con las palmas como cuencos, llevó un poco de agua hasta su cara, mojándola por completo, repitiendo lo mismo un par de veces más. Sin levantar la vista, estiró su mano hasta el dispensador de papel en la esquina de la fila de lavabos. De un tirón extrajo un montón de toallitas de papel color café y las aplicó todas juntas a la cara. Aunque trató de no hacerlo, no pudo evitar mirar su rostro en el espejo. Supo de inmediato que había sido un error.

Por varios minutos, sólo se quedó observando su reflejo, con las toallas de papel aún junto a su cara. El espejo le devolvió una imagen lamentable de sí misma: Los ojos surcados por profundas ojeras, pálida como un muerto. "Es natural", pensó después de semanas de beber más de la cuenta, de fumar demasiado, de dormir muy poco y comer menos. Había perdido peso también...

.- Apestas, Alíne.- Se dijo a sí misma en voz alta.- Apestas que das miedo.- En un arranque de rabia, apartó la vista de su imagen, arrojando el papel lejos, convertido en una bola mojada. Volvió a abrir la llave del agua fría y mojarse el rostro. Tenía que despertar. Tenía que despertar de esa pesadilla. Tenía que salir de ahí, caminar hasta su escritorio, como si nada hubiese pasado.

Daniel estaría ahí, sentado frente a su escritorio, con esa expresión que le hacía pensar, o bien que no había dormido nada la noche anterior o que se había levantado demasiado temprano esa mañana, pero siempre sonriendo. Al menos siempre tenía una sonrisa para ella.

.- ¿Acaso tú nunca duermes?- Le preguntaría ella, porque no importaba lo temprano que llegara, él siempre estaba ahí antes que ella. Entonces él contestaría con toda seriedad...

.- Hay mucho que hacer.

Ella le sonreiría incrédula y el terminaría bajando la mirada, sonriendo también, de esa forma tímida que era tan característica de él y que se veía tan fuera de lugar en un hombre alto y fuerte como él. Entonces ella pondría el vaso de café que había traído para él sobre su escritorio y él comenzaría a hablarle sin parar de las teorías que tenía, de las pistas que había encontrado, hasta de la más mínima tontería que había escuchado en la calle...

Las manos sobre su cara ahogaron el sollozo que se le escapó de la garganta. Cerró la llave del agua, dando media vuelta hacia la puerta, agarró unas cuantas toallas más de papel al salir.

Ignoró las miradas impertinentes al salir del baño y dirigirse a su escritorio. Nada en el mundo podía evitar el vacío que sentía cada vez que miraba ese feo pedazo de madera y veía la parte que ocupaba Daniel vacía... Miró su mano. Sostenía una taza de café, que estaba segura que no era para ella y que no recordaba en qué momento había sacado de la máquina. Lo tiró dentro del tarro de basura junto a su escritorio, aún llena.

Estaba a punto de sentarse, empujando la silla hacia atrás, cuando vio que las cosas sobre su escritorio estaban en distinta disposición a como las había dejado la noche anterior antes de irse. Estaba a punto de poner el grito en el cielo contra aquel que hubiese osado meterse con sus cosas, cuando notó el sobre de papel encima de la carpeta. Lo levantó hasta ponerlo a la altura de sus ojos. Parecía ser un sobre común y corriente, de color blanco. No traía remitente. Lo abrió de una vez y estiró el pequeño trozo de papel doblado en el interior.

"Vigila a Ferrari. Vigila el cargamento de droga decomisado." Leyó en silencio. La carta no decía nada más. Alzó la vista del papel y miró a su alrededor, pero todo lo que vio fue grupos de gente afanándose cada uno en lo suyo. Volvió sus ojos a las misteriosas letras que su informante anónimo había escrito, sentándose por fin ante el escritorio.

Todavía tenía la mirada fija en el trozo de papel cuando levantó el teléfono y marcó unos cuantos números. Una voz familiar le contestó del otro lado. Meza ahuecó la palma de su mano y ocultó levemente su boca tras ella, de forma que apenas se escuchasen sus palabras.

.- Álvarez, averigua qué pasó con la droga encontrada en el galpón. Sé que no es de tu competencia, pero hazlo de todas formas ¿Quieres? y...- Todavía hablaba cuando sintió otra voz rugir desde la oficina del superior, ubicada en línea recta con su escritorio.

.- ¡Meza! - Gritó el superior. Alíne ni siquiera se volvió a verlo.

.- Estoy ocupada.- Gritó de vuelta, todavía sin mirarlo, luego volvió a hablar al teléfono.- Llámame tan pronto sepas algo.- Luego colgó el auricular, volviéndose hacía el escritorio a revisar el resto de los mensajes.

.- ¡Meza! - Volvió a bramar el superior. Alíne se volteó hacia él con fastidio.

.- ¿Qué demonios quieres? - Le gritó. Por toda respuesta, su superior abrió los ojos grandes como platos e indicó con el pulgar el interior de su oficina, tras lo cual se metió en ella y cerró la puerta dando un portazo. Meza volteó los ojos al cielo y se encaminó penosamente hacía la oficina del capitán.

No había terminado de cerrar la puerta cuando éste ya la estaba gritando.

.- ¿Qué demonios pasa contigo? ¿Eh? ¿Qué diablos fuiste a hacer a la oficina de Aliaga? - A pesar del tono furibundo del capitán, Alíne no se inquietó en lo más mínimo. Se cruzó de brazos, recargando el peso de su cuerpo en la pierna derecha.

.- Tú y yo lo sabemos, todo el mundo lo sabe: él es el responsable, él contrató a Cable, él...

.- ¿Y crees que si vas a hostigarlo lo suficiente caerá a tus pies confesando? ¡Pruebas, maldita sea, eso es lo que necesitamos! ¡No esto!

.- ¡Tendríamos las pruebas si no hubiera mandado a matar a Díaz! - Gritó la mujer de vuelta. En el exterior, las cabezas se volvieron a mirar dentro de la oficina.

Esta vez, el capitán no respondió, simplemente se dejó caer pesadamente en su sillón, exhalando un profundo suspiro. Después de unos segundos de mirar la mesa de su escritorio, volvió sus ojos tristes y cansados hacia Alíne. A ésta siempre le habían parecido como los de un bassed hound.

.- ¿Qué mierda te está pasando, Alíne? - Su voz ya no sonaba furiosa, sólo muy cansada. Su preocupación parecía sincera.

La mujer no contestó. El superior volvió a suspirar.

.- Creo que lo mejor será que te des un descanso de todo esto.- Dijo. De inmediato Meza dejó caer los brazos a los lados, abriendo los ojos de par en par.

.- No irás a...- Comenzó furiosa.

.- Estás errática, te buscas problemas con los sospechosos, no quisiste tomar las horas con el psicólogo que se te ordenaron... No me malentiendas, eres brillante, pero nunca estás bien...

.- No puedes sacarme de la investigación, no puedes... – Continuó esta, aún boquiabierta, con los ojos al borde de las lágrimas, y aún así, sin lograr atraer la atención del superior.

.- Has estado bebiendo.- Respondió tajante. Meza se quedó en silencio, con la boca abierta.- Lo sé. Y hoy no es la primera vez que llegas bebida a la oficina.- Alíne continuó en silencio.

El capitán volvió a suspirar, desviando la vista de la de la mujer.

.- Quiero que te tomes el descanso. No es negociable, te vas hoy mismo. Ahora.- Habló sin mirarla.

.- ¡¿Qué?- Exclamó ella, como si volviese de un profundo sueño.

.- Ya escuchaste. Te estoy suspendiendo.

Sin agregar una palabra más, Meza se quitó de un tirón el arma que llevaba a la cintura y la arrojó con fuerza sobre la mesa. Por un segundo, el capitán creyó que se la iba a arrojar a la cara. Sobre ésta cayó la placa, rebotando sobre la superficie con un tintineo.

La mirada del capitán paseó desde los objetos arrojados al rostro de la mujer.

.- Escucha, Alíne... – Comenzó. Meza dio media vuelta dirigiéndose hacia la puerta.- No estás bien, busca ayuda, tal vez podrías...

.- Escucha, Capitán...-Dijo deteniéndose junto a la puerta, sin voltearse.- ¿Por qué no te vas un poquito a la mierda?

Dicho esto, abrió la puerta de un tirón, sin molestarse en volver a cerrarla. Pasó junto a su escritorio hecha una furia, deteniéndose sólo el tiempo necesario para agarrar su bolso y el abrigo, tras lo cual continuó su camino. Afortunadamente, el ascensor de bajada lo tuvo para ella sola. Una vez en él, volvió a llamar a Álvarez, esta vez utilizando su teléfono celular.

.- ¿Y bien? - Preguntó. Hubo duda del otro lado antes de responder.

.- Tenía razón...- Habló la voz de Álvarez, en un tono apenas audible.- El cargamento desapareció. Hasta ahora están tratando de mantenerlo en secreto, pero cuando se sepa, Dios mío, va a quedar la grande...

.- Ya veo...- Contestó ella pensativamente.

.- Una cosa más, detective.

.- ¿Qué?

.- Tenemos aquí a un tipo que arrestamos anoche en una trifulca fuera del club nocturno de Aliaga... Varios muertos. Este sujeto dice que fue un loco con unas espadas. Pensé que le gustaría saberlo.

.- Voy para allá.

TBC