7- DEMASIADAS ESPADAS.
Con la complicidad de Álvarez, se las había arreglado para tener al tipo arrestado para ella sola en la sala de interrogatorios. No podía creerlo, si lo que decían los informes era correcto, todo lo sucedido tenía que haber pasado no mucho después de que ella dejara la oficina de Aliaga.
.- Es inútil que trate de acosarme, para mañana estaré fuera de aquí, los abogados del señor Aliaga se encargarán de eso.
Meza se sentó junto a él, clavándole los ojos hasta que el tipo tuvo que desviar la mirada.
.- Tú me das exactamente lo mismo, pero es tú decisión: Dime ahora lo que quiero saber, extraoficialmente, y te irás a tu celda a esperar que Aliaga te saque de aquí... O haré que te encierren en una celda muy especial con unos amigos muy especiales a los que les parecerás muy lindo. Te irás de aquí mañana, pero no sin antes pasarla muy mal.
El sujeto miró a la mujer, como evaluando qué tan en serio hablaba, ésta sostuvo su mirada sin parpadear. Todos los hombres de Aliaga la conocían, todos sabían lo descontrolada que se había vuelto después de la muerte del otro policía.
.- Ok. Pero no diré nada sin mi abogado.- Advirtió. Meza lanzó una carcajada.
.- No seas imbécil...
La mujer atrajo hacia sí un sobre de manila que había traído consigo. Lo abrió y extrajo una lámina de él, sosteniéndola ante sus ojos mientras preguntaba.
.- ¿Qué pasó anoche?
El sujeto tragó saliva antes de contestar.
.- Nos dieron la señal de un intruso, después de todo, nosotros no somos más que guardias de seguridad, todo club nocturno los tiene...
.- Sí, claro. Sigue.
.- Fuimos a la azotea, estaba muy oscuro, definitivamente había alguien ahí, pero no pude verlo bien, era grande, no alto, pero... – Meza abrió los ojos de par en par sin dejar de mirar la lámina que sostenía en sus manos, sin embargo, no interrumpió al sujeto.- Pude ver con claridad las espadas... El tipo ni siquiera llevaba armas de fuego, estaba loco... Me levantó en el aire sin esfuerzo y luego todo se fue a negro. Fue la policía la que me despertó, alguien informó de los cadáveres... Todos los demás estaban muertos...- Los ojos del sujeto se perdieron en la nada, con una expresión de temor en ellos.- Yo los vi... Vi como quedaron...
.- Es suficiente.- Le interrumpió ella. Luego le alargó la lámina hasta ponerla en la mesa, justo frente sus ojos.- ¿Esta era la espada que usaba el que los atacó?
El sujeto levantó la fotografía y la sostuvo frente a sus ojos. Por unos instantes no dijo nada, sólo la observó.
.- No.- Dijo al fin.- Era más corta, mucho más recta... Y llevaba dos de ellas.- Los ojos de Meza volvieron a agrandarse como platos, pero no dijo nada. Extrajo otra lámina de la carpeta y se la acercó al sujeto.
.- ¿Eran así? - Esta vez el tipo asintió. Meza recobró la fotografía y volvió a observarla.
.- Maldita sea.- Murmuró para sí.
Unos segundos después, Alíne se puso de pie, dejando al sujeto sólo en la habitación. Fuera le estaba esperando Álvarez. Parecía preocupado.
.- Señora... Será mejor que se vaya. Ya hemos sido informados de su suspensión. No le estará permitido ingresar a estas dependencias, si la descubren aquí...
.- Ah, no te preocupes.- Dijo ella con desánimo.- Sólo preocúpate por ti. Si descubren que me dejaste entrar aquí, sólo diles que te obligué, que te apunté con un arma o algo...
.- Señora...- Le interrumpió el hombre con ansiedad.- Entonces... No fue Cable, es decir...- Meza asintió.
.- Parece que no. Parece que tenemos otro espadachín suelto por ahí... Maldita sea, como si no fuera suficiente con uno.
.- ¿Qué va a hacer?- Le preguntó el oficial. Meza se encogió de hombros.
.- ¿Por qué diablos me preguntas eso?- Dijo, encaminándose hacia el pasillo, volviéndose apenas hacia Álvarez.- Nada ha cambiado en lo más mínimo: Atraparé a Aliaga, mataré a Cable... Y eso es todo. Ahí se acaba todo.- Se volvió hacia el frente, alejándose del oficial.- Ahí se acaba todo.- Repitió una vez más para sí.
Afuera, en la calle, el cielo estaba cargado de nubes grises y panzonas, amenazando con dejar caer el aguacero sobre la ciudad en cualquier momento. Enterrada en su abrigo subió a pie los cuatro pisos hasta su apartamento. Se paró frente a la puerta, sintiendo lo mismo que sentía cada vez que veía el escritorio vacío de Daniel. Por alguna razón, desde que había muerto, el llegar a casa ya no representaba ningún alivio. Lejos de eso, su estómago se enfriaba, todo su cuerpo sentía frío... Y miedo. Por alguna razón, la vida dejaba de tener sentido en ese preciso instante. Todo cuanto hacía o veía o sentía, estaba cargado de inutilidad, de desesperanza... Como si el llegar a casa marcase el fin de todo, el punto de no retorno, la incertidumbre sobre si sería capaz de levantarse al otro día y continuar.
Metió la llave en la cerradura y tras un giro la puerta se abrió con un quejido. No encendió la luz. El ver el estado en que se encontraba su pobre departamento sólo era prueba del pobre estado en el que se encontraba ella misma. Sonrió sin humor.
Sabía que bailaba en la cuerda floja y que en cualquier momento caería, pero no era a la caída a lo que le temía, sino el caer antes de terminar lo que tenía que hacer.
.- Sólo un poco más...- Se decía a cada instante.- Sólo un poco más.
Y después todo terminaría. Y después todo podría terminar por fin.
Sólo había avanzado dos pasos cuando sus pies chocaron contra un objeto de cristal que salió rodando a lo largo de la sala, perdiéndose en su oscuridad. Como esa, debía haber docenas de botellas vacías en toda la sala, en toda la casa.
Por supuesto que se sentía patética, en la soledad de la sala lanzó una risa amarga. Era más probable que terminara alcohólica, botada en alguna calle antes de que pudiera encargarse de sus enemigos. Pero ¿Era tan difícil entender que a veces necesitaba del aturdimiento que le provocaba el alcohol? La realidad se había vuelto demasiado insoportable como para enfrentarla con tanta lucidez. Lo lamentaba, de verdad. Pero no podía evitarlo.
Caminó otro par de pasos, siempre a oscuras. Alargó el brazo hasta que sus dedos entraron en contacto con algo frío. Lo levantó y lo llevó hasta sus labios y no lo soltó hasta que no sintió el ardor del alcohol en su estomago vacío.
.- Esta noche empezaremos temprano, amiga... – Le dijo a la botella, deslizándose por la sala en penumbras hasta llegar tambaleándose hasta el sofá cerca de la ventana, sintiendo los primeros efectos del alcohol.- Me pregunto si Daniel se imaginó el despelote en el convertiría mi vida...- Murmuró para sí, sentándose pesadamente. Se echó hacia atrás, suspirando.- Por supuesto que no podemos culparlo a él ¿O si?- Presionó sus párpados cerrados con las yemas de los dedos.- ¿Por qué tenías que morirte? De todas las cosas... - Preguntó calmadamente a la nada, en un susurro.
Se estiró hacia adelante hasta que su frente casi tocó el suelo. Cuando volvió a alzarse, llevaba en sus manos una especie de portafolios. La abrió sobre sus piernas. Con rápidos movimientos volvió a armar el arma extra que guardaba en casa, la cargó y la dejó en condiciones. La mantuvo sobre sus piernas mientras volvía a retomar el cuello de la botella y encendía un nuevo cigarrillo.
Miró por la ventana, a unos cuantos metros de ella. Ya llovía. Era el tercer día de lluvias ¡Qué demonios! había estado lloviendo todo el mes... Probablemente todo el año ya... nunca había visto tanta lluvia.
De pronto se acordó.
Giró un poco el cuerpo de forma que pudiera alcanzar el bolsillo trasero de sus jeans. Extrajo la carta de él ¿Quién diablos la había mandado? ¿Quién diablos sería su informante? La observaba todavía cuando se dio cuenta. Nada a su alrededor había cambiado, nada había sido alterado, pero lo supo. Instinto. Nada más, pero nada menos.
Ya no estaba sola.
Se quedó quieta, con la mirada pegada en la carta frente a sí, pero escuchaba atenta a su alrededor. La mano izquierda se cerró alrededor del arma, con el dedo en el gatillo. Se movió antes de que la brisa que se colaba por la ventana recién abierta le tocara la cara.
La mano que sostenía el arma se alzó frente a ella, apuntando hacia la sombra de pie junto a la ventana a medio abrir, junto a la cortina blanca que se mecía al viento: tenía una pierna sobre el marco y la otra dentro del apartamento.
.- Eres rápida.- Le dijo.
TBC
