10.- TODOS CONTRA TODOS.
1.-
.- Tiene que salir de ahí, detective. De inmediato.
.- ¿Qué...? ¿Álvarez? ¿Pero que...?
.- Cállese y escuche... Van en camino a arrestarla... Ferrari... Descubrieron la pérdida del cargamento de droga encontrado en el galpón, Descubrieron su firma en el depósito de evidencia, los oficiales que la custodiaban declararon que fue usted quien ordenó sacarla de ahí... Tienen sus huellas digitales...
.- ¡Pero yo no...!
.- Lo sé. Es burdo. Estoy seguro de que lo prepararon todo. Tiene que salir de ahí, Ferrari va a hacer el arresto y apostaría mi vida a que usted se resistirá y terminara muerta en un tiroteo...
.- Sí... Apuesto a que eso dirán. De acuerdo, me voy de aquí...
.- Siempre supe que Ferrari se traía algo, en él estaba pensando cuando me pidió que verificara lo del cargamento ¿Verdad? Váyase ahora detective.
.- Lo haré ¡Ah! y Álvarez...
.- ¿Sí?
.- Gracias.
.- Sólo váyase.
Meza colgó el teléfono y se volvió hacia su visitante.
.- Tenemos que irnos...- Dijo. Leo acababa de darse cuenta de la urgencia en el rostro de la mujer cuando se escucharon las sirenas.- Mierda, ya están aquí...- Dijo ella asomando el cuerpo por la ventana.
Abajo, un par de patrullas y una camioneta de operaciones especiales se detenían en la puerta de su edificio. Las puertas de los vehículos se abrieron escupiendo gran número de uniformados.
.- Mierda. – Volvió a exclamar Meza con los dientes apretados.- Ya no podremos usar las escaleras... – Volvió la cabeza bruscamente hacia la puerta de su departamento. Ya podía oír las decenas de pies subiendo los pisos.
Leo se volvió también. Estarían ahí en cuestión de segundos. Vio a Alíne por el rabillo del ojo, recogiendo su arma. No tendría oportunidad contra tantos. Fue hasta ella y en un rápido movimiento, pasó su brazo alrededor de su cintura, alzándola en el aire y saltando hacia la ventana, aterrizando en el marco.
.- ¿Qué estás...?- Comenzó ella algo espantada.
.- A mi espalda. Ahora.- Respondió Leo con voz neutra, tomando a la mujer por el brazo y pasándola por encima de su cabeza hasta ubicarla en su espalda, como si se tratase de una mochila. Después saltó al vacío.
La mujer ahogó un grito. Leo estiró su brazo y se agarró del alfeizar de la ventana de la que acababa de saltar, con un balanceo, tomó impulso y saltó hacia arriba. Llegaron hasta la siguiente ventana, un piso más arriba y Leo se sujetó del alfeizar con el otro brazo. La mujer estuvo a punto de caer, se aferró aún más fuerte, cerrando sus brazos alrededor del cuello de Leo; éste trató de ignorar que casi lo estaba estrangulando. Para cuando saltaron a la siguiente ventana, los policías ya habían irrumpido dentro del departamento.
.- No tardaran en buscarte en la azotea.- Dijo Leo. La mujer cerró los ojos, incapaz de responder.
Ni bien llegaron a la azotea, Leo comenzó a correr.
Meza no imaginó que podía ser tan rápido... Saltaban de un edificio a otro a una velocidad sorprendente. Tras unos quince minutos de constantes cambios de direcciones, Leonardo estimó que ya podían detenerse, Meza bajó de la espalda de Leo, poniendo las manos en las caderas y estirándose hacia atrás, tratando de aliviar sus músculos adoloridos.
.- ¿Por qué te siguen?- Preguntó Leo a la mujer.
.- Me tendieron una trampa. Me quieren muerta, amigo... Y ahora a ti también.
Meza fue a sentarse en la cornisa del edificio donde se encontraban ahora. Miró el reloj. Recién las doce. No era medianoche aún y tantas cosas habían pasado ya.
.- Maldito día.- Murmuró.
.- ¿Como encontramos a Cable? - Preguntó Leo. La mujer enterró su rostro entre sus manos y luego se volvió a ver a Leo con expresión cansada.
.- Nos quedamos aquí. Él nos encontrará. Espero que te hayas preparado para pelear con él o no vas a durar un segundo...
Leonardo lanzó una risa irónica.
.- Sí... Me he preparado.
"Me he preparado una vida entera" agregó para sus adentros. La mujer lo miró largamente, echándose hacia atrás y apoyándose contra una pared de ladrillos, una estructura que probablemente fuera el acceso al resto del edifico en cuya azotea se encontraban. Dejó que la lluvia la empapara, de todas formas no había donde guarecerse.
.- Qué bien.- Dijo al fin.- De lo contrario tendré que verte morir.
Tras unos segundos, Leonardo acabó sentándose en la cornisa, muy cerca de ella. Ambos aguardaron, sin más sonidos que el de la lluvia cayendo.
2.-
Aliaga golpeó la mesa con el puño y luego se volvió bruscamente, repasándose las manos por el pelo.
Sus hombres, el sujeto que acaba de salir del cuartel de policía hacia poco y el comandante de la cuadrilla del Pie con los que ahora trabajaba lo miraron en silencio. Acababan de ver los videos grabados por las cámaras de seguridad del techo, los que registraban bastante bien el momento en que Cable había decidido cortar en filetes a sus hombres. También mostraban con toda claridad a aquel otro espadachín de las espadas dobles.
.- Traidor...- Murmuró al fin Aliaga con los dientes apretados. Luego se volvió al pobre tipo que acababa de salir de prisión. Éste tembló. Sabía que estaba en desventaja, sólo había podido presenciar la mitad de lo sucedido porque la otra mitad se la había pasado inconsciente.- Me dijiste que había sido el de las espadas dobles... – Le dijo en voz baja, pero el pobre sujeto saltó como si le hubiesen gritado.- ¿De qué me sirve un tipo que se duerme en mitad de un combate?
Aliaga se volvió a ver al sujeto del Pie: un tipo alto, fuerte y oscuro, de rasgos orientales a pesar de que lo único que le resultaba visible eran sus ojos, el resto de su rostro era cubierto por una máscara de tela negra.
.- Shredder no tolera los fracasos.- Dijo como si le hubiesen preguntado.- Ya habría acabado con este deshonroso elemento.
Aliaga asintió e hizo un gesto de desprecio.
.- Que más me da...- Respondió indiferente.- al instante, el comandante hizo un ademán y de las sombras de la habitación surgieron tres ninjas de negro que tomaron al pobre sujeto y lo arrastraron fuera de la habitación.
Cuando sus gritos dejaron de oírse por el corredor, Aliaga volvió a hablar.
.- ¿Por qué Cable me ha traicionado? ¿Y quién diablos era ese otro sujeto? ¿Acaso es una amenaza para mis operaciones? Debo saberlo...
.- No conozco a Cable, pero parece que sólo sabe servir a sus propios intereses… Y parece que ha encontrado algo más interesante que seguir cumpliendo tus órdenes.- Dijo el ninja. A pesar de la máscara, Aliaga pudo notar que el comandante sonreía.
.- ¿Qué significa eso?
.- No tiene importancia. En cuanto a ese espadachín… Es un viejo enemigo de mi amo, lo conocemos bien. Y parece ser que acaba de convertirse en un enemigo común ahora. No se confíe.- El comandante hizo una pausa y su expresión se oscureció aún más.- Ese mercenario que ya no se apega al contrato, puede constituir una amenaza; el otro espadachín por cierto que lo es. Eso es seguro. Así como la mujer policía que logró huir por culpa de la incompetencia de tu peón... Todos ellos son amenazas y en mi opinión, todos ellos deben morir. Deje que el Pie se haga cargo, cuidando sus intereses, cuidamos los de nuestro amo.
Aliaga volvió a asentir y antes de que se diese cuenta, el comandante había dejado la habitación, dejando tras de sí nada más que una ventana abierta y una cortina ondeando al viento.
A pesar de que estaba seguro de que los ninjas del Pie acabarían con sus preocupaciones, había algo ahí que le molestaba. De pronto sentía que el hacer tratos con Shredder no había sido la mejor de sus ideas. De pronto se preguntó que le haría a él si decidía romper la alianza. Lo mataría, claro estaba.
Sólo ahora se daba cuenta que había hecho tratos con el mismísimo diablo, un trato del que no podría desligarse fácil: estaría atrapado en él hasta que Saki se cansara.
.- Mierda.- Murmuró, dando un nuevo puñetazo a la mesa. Aunque después reflexionó. Tal vez hubiese una oportunidad. Una oportunidad de deshacerse de sus enemigos, de su molesto nuevo socio y de paso quedarse con toda la ciudad.
Se quedó a solas en la oscuridad, acariciando esa idea en su mente.
3.-
Leo se había vuelto a poner de pie. Ahora estaba en medio de la azotea, mojado, a la espera de cualquier sonido, cualquier señal. La mujer le había asegurado que estaría ahí. Llevaba la marca, era cuestión de esperar. Era por eso que la idea de volver a casa ni siquiera pasaba por su mente. No podía guiar a ese maldito hasta allá.
Miró a la mujer, su mirada perdida en la nada, con la lluvia empapándola. Aún sostenía el arma en la mano. Apenas podía creer que fuera la misma mujer que ansiaba tanto matar al asesino... Ahora se veía indefensa, derrotada. A ratos era odio, a ratos era desesperanza, fuera de eso, no había mucho más en ella. Fuera de eso, no era más que una cáscara vacía.
Meza jamás tendría oportunidad con Cable...
Además, el asesino lo buscaba a él… Se daba cuenta de que ya estaba definitivamente metido en el asunto y de que ya no tendría más opción que quedarse hasta el final. El enfrentamiento era ahora inevitable.
Pero sospechó que sería así en cuanto vio al primer sujeto partido en dos, cuando vio los cadáveres en el galpón. Lo supo cuando lo vio destajar a los hombres de su propio jefe en la azotea del Club. Supo entonces dos cosas: Que el asesino era un peligro y que debía ser detenido… Y que moría por enfrentar su espada a la de él. Hacía mucho tiempo que no se hallaba ante un desafío como ese y estaba ansioso de medir sus habilidades contra las de ese espadachín.
La lluvia había comenzado a caer con mayor intensidad, ahogando cualquier otro sonido, disminuyendo la visibilidad, entumeciendo sus músculos. Por encima del ruido del agua cayendo a borbotones, por entre la cortina de agua, vio a la mujer ponerse de pie y caminar hacia él.
Estaba completamente empapada, el cabello se le pegaba al rostro, al igual que la ropa al cuerpo. Tiritaba, esos jeans y la camiseta no parecían gran cosa ante semejante aguacero, pero a ella no parecía importarle. Avanzó hasta él, con la cabeza baja, el arma en su mano derecha, casi colgando de ella. Al principio pensó que le pasaría de largo, pero finalmente se detuvo junto a él, lado a lado.
.- ¿Tienes miedo?- Le preguntó, apenas alzando la voz.- ¿Miedo de morir?
Leo lo pensó un momento.
.- No…
Ella soltó un bufido.
.- Deberías. Quiere matarte. Probablemente lo logre.
.- Tal vez. El miedo no va cambiar eso.
La muerte siempre estaba ahí... Tenía miedo, sí claro, muchos miedos, pero había cosas más espantosas que la muerte, no era eso lo que lo mantenía despierto algunas noches. Trató de no pensar en los demás en ese momento, en los chicos, trató de convencerse de que hacía bastante por su seguridad no exponiéndolos a ese demente, haciéndose cargo solo.
Meza se volvió a verlo y asintió.
.- Bien por ti…- Murmuró.
Por los siguientes minutos, ninguno de los dos dijo palabra, cada uno mirando en la dirección contraria, parados uno junto al otro bajo la lluvia.
.- ¿Cómo estás tan segura que vendrá? - Preguntó él.
.- Lo hará. Una vez que tienes la marca, estas jodido. Créeme, lo he visto demasiadas veces.
.- Lo conoces bien ¿Verdad? A Cable...
La mujer guardó silencio por unos segundos.
.- Yo le puse ese nombre.- Dijo al fin.- Nadie sabe el verdadero.- Antes de que Leo pudiera formular la pregunta que tenía en mente, ella continuó.- En cada una de sus víctimas, encontrábamos ese cable enredado, él mismo que tienes ahora tú. Significa algo para él, pero nunca supe qué. Ahora ya no me importa, ahora sólo quiero matarlo.
.- ¿Todos los que reciben este regalito...?
.- Sí, todos. Jamás falla, jamás pierde un objetivo... Jamás lo ha hecho... – De pronto la mujer vaciló, hizo una pausa como si dudara.
.- Él también lo recibió ¿Verdad? Daniel… – Preguntó él. Ella asintió, Leo pudo verla por el rabillo del ojo.
.- Los dos lo recibimos.- Dijo.
La mujer se quedó inmóvil, por varios segundos, hasta que lentamente movió su mano hasta uno de sus bolsillos, la introdujo en él y volvió a sacarla, extendiendo luego el brazo frente a Leo. Abrió la mano y éste pudo ver el mismo trozo de metal retorcido que tenía en la suya.
.- ¿Tú también? Entonces ¿Cómo es que...?
.- No lo sé...- Contestó la mujer al instante.- No lo sé.
Leonardo abría la boca para hacer otra pregunta, cuando algo más atrajo su atención. Ella también lo sintió... Volvió la cabeza bruscamente, como si hubiera escuchado algo en alguna parte. Ninguno de los dos dijo nada, pero casi al unísono alzaron la vista, buscando alrededor. Lentamente se fueron separando el uno del otro, atentos... Leonardo presto a desenvainar; Meza empuñando el arma frente a sí, con ambas manos.
La presencia del otro dejó de importarles, lo único que importaba ahora, era la tercera persona en la azotea.
TBC
