Soundtrack: October/Evanescence
14.- CONVERSANDO CON LOS MUERTOS.
1-
Corría bajo la lluvia, ignorando el dolor en el costado, ignorado el cansancio, ignorando el pecho que le ardía, pero ¿A dónde iba? ¿Tenía algún sentido seguir?
Estaba tan cansada...
Se estaba engañando a sí misma, no habría paz en ninguna parte. Era inútil, era todo tan inútil... Como seguir creyendo que podía matar al monstruo, como seguir intentando mantenerse en pie, como seguir corriendo en medio de la noche. Inútil.
Se detuvo en seco. Jadeando, se inclinó sobre sí misma, apoyando las palmas de las manos sobre las rodillas, respirando a bocanadas, con el agua chorreándole por el pelo. Cuando se alzó nuevamente, estaba a las puertas del cementerio.
.- ¿Cómo llegué aquí? - Se preguntó a sí misma en un susurro. Segundos después, atravesaba sus puertas y volvía a correr.
¿No era obvia la razón? Aún en medio de la oscuridad, aún con la lluvia, fue fácil encontrar lo que buscaba. Había estado tantas veces ahí que podría encontrar su lugar con los ojos cerrados. Ver su nombre ahí, esas horribles letras negras con su nombre, había pasado tiempo ya, pero todavía no se acostumbraba.
Todavía no lo soportaba.
Las rodillas se doblaron, incapaces de soportar el peso. Algo se abría paso por dentro, haciéndola pedazos, lento, doloroso, no había forma de pararlo, no había forma de calmarlo, la estaba rompiendo por dentro… Y quería que lo hiciera, quería que la destruyera de una vez. Se lanzó sobre la piedra, la abrazó…
.- Dani...- Sollozó, apretándose más contra la lápida.
Seguía lloviendo. Llevaba varios días lloviendo, había llovido casi todo el año. Había lluvia, había viento, había piedra, pero nada más. Nadie más iba a responder. Se dobló sobre sí misma… Podía hacerse pedazos la garganta y nadie vendría, podía gritar todo lo que quisiera, podría golpear esa maldita piedra toda la noche, pero jamás devolvería lo que guardaba dentro.
.- Sácame de aquí...- Le susurró, las manos rojas deslizándose por las letras negras… Lo arrancaron de su cuerpo, de un tirón, dejando el espacio vacío. La destruyeron, la hicieron pedazos, quedó sola, medio muerta y desgarrada.
Trató de soportarlo, de verdad que sí. Trató de vivir... Pero se daba cuenta de que también había muerto esa noche. No era justo pedirle que siguiera, estaba muerta y los muertos pertenecían a ese lugar, ahí era donde debía quedarse. Tal vez la piedra pudiera tragársela a ella también.
2.-
Un estallido resonó en alguna parte, por encima de la lluvia...
No estaba segura de haberlo oído, tenía la cara contra la lápida, de rodillas en la tierra. No estaba segura de haberlo oído hasta que sintió la segunda detonación. Fue sólo unos segundos después que empezó a sentir el ardor en el costado y en el hombro.
Levantó la mano y lentamente la llevó hasta en su hombro. Volvió a levantarla y la sostuvo frente a sí. Sangre. No fue necesario que hiciera lo mismo con el costado derecho, el dolor fue lo suficientemente agudo como para indicarle lo que acababa de pasar. Se dio una mirada a sí misma, vio la sangre correr por sus piernas, diluyéndose con el agua que caía, la veía correr, aturdida…
Sintió las pisadas, pero no tuvo tiempo de volverse a mirar, un golpe en su espalda la envió rodando por el suelo, haciéndola caer duramente sobre su estómago. No se movió, se quedó ahí, en el barro, tratando de entender. Cuando abrió los ojos, tuvo un par de zapatos empapados y sucios frente a sus ojos.
Uno de los zapatos voló hasta su cara con fuerza, golpeándole la mandíbula. El golpe la dejó más aturdida aún, sintiendo en la boca el sabor de la sangre. Trató de moverse, pero el dolor en el hombro y en el costado derecho le había adormecido el cuerpo. Los zapatos llenos de barro se acomodaron y luego las piernas a las que pertenecían se doblaron frente a ella, dejando a la altura de su cara, el rostro de un hombre. Era un rostro familiar.
.- Ferrari...- Murmuró Alíne, en una voz apenas audible, la boca llena de sangre.
.- Maldita hija de puta.- Escuchó salir de su boca.- Mírame de una vez, mírame para que puedas ver lo que me hicieron por tú culpa, para que veas lo que esos monstruos me hicieron.
Alíne no hizo ningún movimiento, aún tratando de recobrarse. El hombre perdió la paciencia, se inclinó aún más sobre ella y tomándola por el cuello, la obligó a levantar la cabeza. Alíne tardó un par de segundos en enfocar. Cuando lo hizo, sus ojos se abrieron de par en par.
.- Oh, por... – Casi gritó, sintiendo un escalofrío en el cuerpo.
La cara de Ferrari estaba surcada de cicatrices, como si le hubiesen estado sacando cuñas con un cuchillo, pero lo peor era su oreja derecha. Ya no la tenía. En su lugar sólo había un bultito de carne.
.- Me perdonarás...- Dijo, con una mirada desquiciada.- Si no te muestro el resto.
Alíne comenzó a retroceder arrastrándose sobre su estomago por el piso, buscando alejarse del hombre, pero Ferrari la agarró por el cuello de la blusa y la empujó a su posición anterior. La obligó a voltearse de espaldas y entonces comenzó a arrastrarla por el suelo, tomada por el pelo. Ella gritó de dolor cuando los escombros en la tierra pasaban a llevar sus heridas.
.- ¿Y sabes por qué es todo esto, perra? ¿Ah? - Le decía mientras la arrastraba.- Se supone que debía encargarme de ti, hacerte desaparecer, pero te me escapaste, te escapaste y por eso yo tuve que pagar. Lo perdí todo ahora, tenía un futuro y tú sólo eras una tipa acabada...
Al fin se detuvo abruptamente, soltándola. Alíne lo veía de cabeza, parado justo al lado de la suya. En una de sus manos sostenía una pistola y le apuntaba directo a la frente.
.- Me parece que eso no es justo.- Quitó el seguro.- Siempre te odié, Meza, siempre lo hice.
Alíne se quedó mirando el cañón negro frente a sus ojos, esperando la detonación en cualquier momento.
3.-
Confiaba en que tendría la suerte de encontrar a Meza antes de que Cable o cualquier otro lo hiciera, el único problema era que la tormenta estaba haciendo que el aparato rastreador recibiera sólo estática.
Sabía que Don le pondría uno de sus aparatitos a la mujer, pero no servían de mucho si no captaban nada. Llevaba más de media hora recorriendo en diversas direcciones tratando de encontrar la señal y por fin creía que iba por el camino correcto.
Se detuvo en el lugar en que la señal se había vuelto más fuerte. Levantó la vista, revisó una vez más el aparato para confirmar la dirección antes de meterse al cementerio.
4.-
Una sombra pasó volando por el cielo, a espaldas de Ferrari, justo sobre su cabeza. Ella pudo verla bien, pero él ni siquiera se percató. Segundos después, el cuerpo del hombre comenzó a sacudirse convulsivamente, como si fuese víctima de algún ataque, el arma resbaló de sus manos y cayó al suelo mojado.
Alíne se arrastró por el barro hasta alejarse un poco de él y luego se dio la vuelta, poniéndose boca abajo y luego de rodillas, con la mano sosteniendo su hombro sangrante. Todo eso había requerido de un esfuerzo sobrehumano, casi había quedado sin aliento.
Cuando volvió a mirar, sus ojos se encontraron con los de Ferrari, pero él no le devolvió la mirada. Ya no se convulsionaba, ahora sólo estaba de pie frente a ella, con una expresión de terror congelada en la cara. Un hilillo de sangre apareció en su frente y comenzó a caer por ella, haciéndose más grueso cada vez, convirtiéndose en una cascada que bajaba mojando todo el rostro. De su mano también caía un hilillo similar, entre sus dedos, y de su pecho, y de sus piernas...
Alíne lanzó el primer grito cuando el cuerpo de Ferrari comenzó a caer en trozos.
5.-
El grito lo dejó frío.
Levantó la cabeza en medio de la lluvia, tratando de decidir de dónde había venido. Finalmente escogió un camino.
6.-
Alíne se cubrió la boca con la mano en un acto reflejo. Retrocedió por el barro, tratando de escapar de los pedazos de carne que habían rodado hasta ella.
Una vez que el cuerpo de Ferrari cayó por completo a tierra, descubrió en el lugar donde había estado, una sombra de casi dos metros de alto, con un sombrero de ala ancha y un abrigo negro y largo. La sombra se movió lentamente hacia ella, pasando por encima de los restos irreconocibles de Ferrari.
Aplastó algunos con su bota...
Alíne permaneció inmóvil, tenía la vista pegada en el suelo, viendo como las gotas de lluvia caían sobre el barro. Temblaba, no sabía si por el frío, si por el dolor o si por el miedo. Cable se detuvo frente a ella y se quedó inmóvil ahí. Alíne no fue capaz de alzar la mirada, sabía que el asesino tenía los ojos clavados en ella y no podía levantar la vista porque no quería encontrarse con sus ojos. Volvió la cabeza hacía el lado, tratando de escapar de su mirada.
.- No tengas miedo.- Dijo él.
Esa voz tan profunda… No era normal, una voz así no era normal.
.- ¿Es mi turno?- Preguntó ella, todavía sin mirarlo.- ¿Es mi turno al fin?
.- No.
Meza cerró los ojos de golpe. No. De nuevo no. Se llevó la mano al costado, sobre la herida, en un espasmo de dolor ¿Por qué de nuevo no? ¿Por qué la dejaba vivir otra vez?
.- ¡¿Por qué? – Gritó furiosa.- ¿Por qué yo no?
Cable alzó la cabeza contra la lluvia que caía, dejando que le bañara la cara.
.- Es muy simple.- Dijo al fin.
TBC
