16- LA VARA SILBANTE.


El cuerpo de Leo se agazapó, como el de un animal a punto de saltar sobre su presa.

Habiendo dicho lo que debía decirse, ya nada quedaba excepto la pelea. Su mente se vació de todo lo demás y por dentro estuvo en paz. Sintió la lluvia fría, los árboles meciéndose alrededor, el viento que rugía en sus oídos, los latidos de su corazón, su respiración, tratando, aún en medio de la batalla, de pertenecer a todo eso y de hacerlo suyo a la vez.

Cable se movió lentamente, volviendo a describir aquella órbita alrededor de Leonardo, lentamente cerrando el círculo dentro del cual se batirían. Ambos lo sabían, sólo la primera estocada importaba, el primer golpe decidiría la pelea. El primer golpe sería el único.

Leo sostenía su espada con la mano derecha, en un movimiento cambió su posición, dejando el filo hacia abajo, como si fuera un puñal. Lentamente, su mano izquierda había comenzado a moverse hacia su espalda. Bajó la cabeza y cerró los ojos. Con cada respiración se hacía más conciente de lo que le rodeaba; la lluvia que caía sobre él, los árboles alrededor, la respiración de Alíne a unos cuantos metros, incluso el palpitar del corazón de Cable.

Abrió los ojos de una vez. Un sólo golpe...

Cable saltó hacia adelante con un grito aterrador, cortando la lluvia que caía oblicua. La espada a su diestra, completamente extendida, como si fuese una gran garra. Leo no se movió. Contaba cada segundo que tardaba Cable en llegar hasta él.

El asesino era ciego, lo había descubierto casi por casualidad mientras peleaban en aquel viejo edificio, de no haber sido por esa coincidencia, jamás lo habría descubierto. Peleaba como si pudiera ver claramente. Creía haber descubierto cómo lo lograba y creía haber encontrado la forma de usarlo a su favor. Cuando su oponente estaba a sólo el largo de su espada de distancia, Leo arrancó de golpe lo que guardaba en su espalda.

En medio de su eterna oscuridad, Cable sintió un silbido, algo como música, una débil nota en medio de las gotas de agua que caían. ¿Qué era ese ruido? ¿Había sido su enemigo cambiando de posición? Según las gotas de lluvia que caían y golpeaban su piel, su oponente debía estar justo frente a él, pero ahora, ese sonido...

El silbido pasó de nuevo junto a él, le hizo volver la cabeza. Era una nota musical, una nota muy aguda, ésta vez por su lado izquierdo... Movió la cabeza otra vez, desorientado, tuvo que frenar su ataque... ¿Dónde...? El silbido lo distraía de todo lo demás... Las pisadas de su oponente o el agua cayendo sobre él...

Hasta que sintió un golpe en el costado.

Se volvió hacia el golpe y el silbido volvió a pasar junto a él, esta vez a sus espaldas. Volteó sólo la cabeza y ahora sintió los golpes en su pecho y en su cuello. Lanzó la espada, tratando de conectar con el cuerpo del ser verde, pero sólo consiguió golpear el aire vacío. Segundos después, pudo oír como una hoja trataba de llegar hasta su cuerpo. La sintió sólo unos segundos antes, bloqueándola apenas a tiempo. Pero su golpe había sido débil. Cable lo supo y para entonces, su oponente debía saberlo también… Estaba desorientado.

El silbido se hizo aún más intenso. Golpeó en su dirección sólo para encontrarse con la nada. Una lluvia de golpes cayó sobre él, venían de los lados, de arriba, de abajo, no podía saber dónde estaba su oponente, no podía descubrirlo. Y, por un segundo, descuidó su espada... El clang del metal rompió el aire, una nota pura que hizo eco entre las lápidas de piedra. La espada dio vueltas en el aire hasta que finalmente cayó al suelo, enterrándose profundamente.

En menos de un segundo, Leo guardó la suya en su funda y corrió hacia Cable quien retrocedía, desarmado y confundido. Hizo girar el bo que sostenía con la otra mano y un extraño silbido inundó el aire, haciendo que el asesino volviese su cabeza en distintas direcciones. Leo saltó sobre él, pateando su estómago, haciéndolo doblarse sobre sí mismo. Tomó su mano derecha y la dobló hacia atrás hasta quebrar el brazo. Cable apenas se quejó, intentó contraatacar con el otro brazo, pero sin soltar el primero, Leo lo aprisionó también y no lo soltó hasta que escuchó los huesos crujir.

No obstante, tuvo que saltar hacia atrás, para esquivar una patada.

Cable lanzó sus largas piernas contra él, mientras sus brazos colgaban inutilizados a los lados, como las mangas vacías de una camisa. Leo tomó el bo de metal y describió una arco con él por sobre su cabeza, nuevamente surgió el extraño silbido, haciendo que la cabeza de Cable vacilara en busca del origen, permitiéndole a Leo barrer sus pies bajo él, arrojándolo al suelo.

Antes de que cayera, le asestó una lluvia de golpes más, mientras aún estaba en el aire. No eran mortales, pero era difícil que volviese a levantarse con ambos brazos y una pierna rota. Cable finalmente cayó pesadamente sobre el barro, salpicando tierra en distintas direcciones, chocando su espalda contra el tronco de un árbol lleno de nudos.

Allí se quedó, inmóvil, respirando con dificultad. Había perdido sus lentes y el sombrero resbalaba por un lado de su cabeza.

Leo se detuvo frente a él.

.- He ganado.- Dijo suavemente.- Ya no podrás moverte de ahí.

Cable sólo sonrió, dándole la razón.

Leo había vencido, sí, pero no sentía la satisfacción del triunfo ni la adrenalina de haber superado a su oponente. No sentía nada de eso, excepto, tal vez, un poco de tristeza.

.- ¿Qué has usado? - Preguntó el asesino, con la voz entrecortada.- ¿Un silbato?

.- Un bo.- Respondió. Cable lanzó una carcajada.

.- Un staff no silba.

.- Este sí.- Respondió simplemente Leo.- Está hecho de metal, hueco. Le hice una cuña en una de los extremos, el aire pasa por ahí cada vez que lo hago girar, emitiendo ese sonido. Sabía que el ruido te confundiría, no podrías saber dónde estaba.- Leo hizo una larga pausa antes de continuar.- Supuse que esa era la forma en que podías conocer la posición de tus enemigos.

Cable lanzó una risita cascada, casi sin fuerzas.

.- Creí que este sería un duelo de espadas. Creí que querías demostrar quién era el mejor. Eso fue lo que sentí en ti la primera vez que nos encontramos, allá en los muelles ¿Recuerdas? hace sólo dos noches atrás...

Leo negó con la cabeza.

.- Tal vez. Tal vez al principio era eso lo que quería, pero hoy no. Ya no. No creo que probar quién es el mejor con la espada tenga valor alguno después de todo…

Ambos guardaron silencio por largos minutos, sólo podía escucharse el ruido de la lluvia al caer.

.- Supongo que el destino te ha dado la razón.- Dijo finalmente.- Sin embargo, para alguien que ha sobrevivido a una descarga de miles de voltios, unos huesos quebrados nos es gran cosa...

Leo se quedó frío. Cable se medio incorporó tan rápido como la luz, llevando su mano derecha a la parte de atrás, a su espalda. Cuando volvió a sacarla, traía un sable corto en ella. Lo había tenido ahí todo el tiempo. En un solo movimiento, lo extrajo de su funda, Leonardo ya alzaba su propia espada. Esperaba el ataque, pero fue sólo en el último segundo cuando descubrió la verdad…

Y la verdad era que ese sable corto, no era para él.

La totalidad de la hoja ya estaba en el estómago de Cable para cuando pudo percatarse. Sus manos quedaron congeladas en un ademán de desenfundar. Antes de que pudiera avanzar hasta él, Cable estaba retorciendo la hoja en el interior de su cuerpo mientras un hilillo de sangre caía por la comisura de su boca.

.- La recuerdo ahora.- Dijo con los dientes apretados y la sonrisa imperturbable.- La recuerdo bien...- Cable cayó hacía atrás, su cabeza golpeó el tronco del árbol y se quedó ahí, inmóvil, con la vista hacia sus ramas, sus brazos cayeron a los lados inertes, la hoja quedó incrustada en su cuerpo.- No más olvidar, no más...

La voz de Cable se apagó. Leo esperó, pero ya no dijo nada más, su cabeza quedó recostada contra el tronco, la vista hacia el cielo. Todavía sonreía un poco...

Leo cayó de rodillas frente a él, en silencio, la cara desencajada. Todavía miraba sin creerlo, ni siquiera le había dado tiempo de reaccionar, no tuvo tiempo siquiera de pensar en evitarlo…

No era eso lo que tenía planeado. No era eso de ninguna forma.

Fueron los quejidos ahogados de Meza los que le sacaron de su aturdimiento. Casi la había olvidado. Se puso de pie al instante y la buscó entre las lápidas. De alguna forma, había conseguido llegar hasta la que decía Daniel Mercado en letras negras, estaba de rodillas frente a la piedra.

Leo se acercó a ella, tenía los ojos cerrados y respiraba con dificultad. Estaba sangrando mucho.

.- Vete. - Le dijo apenas.- Déjame aquí, no hay nada que puedas hacer por mí.

Leo no la escuchó, se inclinó junto a ella.

.- Siempre hay algo...- Le dijo.

.- No….- Dijo ella, llorando.- No, déjame…

Con toda la gentileza de la que fue capaz, Leo la levantó del piso y la cargó en sus brazos.

.- Trataremos de pensar en algo.- Le dijo, suavemente. Ella se resistió al principio, pero después sólo se dejó llevar. Leo sintió su pulso, y le preocupó lo débil que estaba.- No te vayas a morir ahora...- Le susurró mientras se dirigía hacia la salida.- Te lo prohíbo.

Ella lo miró un momento, luchando por no perder la conciencia, luego se volvió a ver la lápida que estaban dejando atrás...

TBC