Lo primero… practicar el ritual que hasta ahora se me había olvidado:

DISCLAIMER: Nada de lo que les resulte conocido es mío, sino de J. K. Rowling (y tal vez algunos otros, pero en esos casos agregaré notas al pie para identificarlos) y mis intenciones al respecto no son buenas, pero tampoco llegan a ser delito.

Segundo, una pequeña explicación, para evitar crear expectativas. Estoy actualizando rápido estas primeras escenas (que no capítulos, aunque aparezcan como tales) porque están todas ya casi listas, y sólo tengo que revisarlas, asegurarme de que estén más o menos bien escritas (totalmente a mi gusto no lo están, pero voy a publicarlas igual) y de que no vayan a meterme en camisa de once varas después, o, peor aún, en camisa de fuerza. Pero más allá de lo ya escrito sólo tengo una vaga idea de lo que debería continuar, así que es probable que la cosa se ponga luego bastante lenta.

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Algo más, sé que escribo un poco raro, de acuerdo a las normas de éste ámbito. Principalmente porque no utilizo frases de advertencia como "Flashback" ó "POV ..." ni mucho menos recurro a los estilos (negritas, cursivas, asteriscos, etc...) para marcar cuando un personaje está pensando en lugar de hablar. Pero es que confío en que no debería ser difícil darse cuenta cuando algo lo piensa un personaje, cuando hemos vuelto atrás en el tiempo, y cuando cambian los puntos de vista. Debería resultar claro, al menos a una segunda lectura, y si no lo es, entonces es que está mal escrito, y tienen derecho a chillarme y regañarme y todo lo que quieran.

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¡Tengo dos reviews! :)))

¡Muchas gracias a ambas por su apoyo!!

Y aquí tienen dos o tres escenas (aka capítulos) más. (Si son sólo dos, la tercera irá mañana).

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Los once años son el principio del fin

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De improviso, Petri apareció en la sala:

—Faltándoles esto -tendió hacia Elisa una polverita de bolso-. El señor quiere dárselo pero se fueron sin despedida.

—Parece que tu padre teme perderte la pista -sonrió Eulalia con maliciosa diversión.

—Vamos -criticó Elisa el pequeñisimo espejo de la polvera abierta, haciendo maromas para mirarse en ella algo más que la punta de la nariz- con esto a duras penas me verá un ojo. –Miró con tristeza a su tía-. Claro, ¿qué le importa? Ahora que ya está seguro...

—Lisi, eres más lista que eso. Te pregunto: ¿Por qué polvera diminuta y no espejo de mano?

—Mmmm... -pensó un momento. Comprendió pero siguió en sus trece-. Egoísmo paterno-decepcionado.

—Lisi...

—Bien, quizás sospecha que vamos a viajar como muggles, y por lo tanto supone que cuanto más pequeño y liviano mejor...

—Ajá. ¿Y?

—...y además... -se resistía a darle crédito afectivo al padre, lo de los nietos no se le había olvidado.

—¿y además?

—Es más fácil disimularlo ante la curiosidad de los muggles –concluyó de carrerilla.

—¡Ésa es mi niña! -exclamó Eulalia, levantándola en el aire y haciéndola dar dos vueltas a su alrededor—. Es una polvera muggle hechizada. Cuando nos brilla la nariz, las brujas usamos hechizos, no polveras.

—Papá sólo me verá un ojo, pero en compensación es imposible que un muggle pueda darse cuenta de nada, ¿verdad? -añadió Elisa.

—Mmmm.... Si un muggle viera la nariz de tu papá en la polvera dudo mucho que pudiera confundirla con la tuya –se burló Eulalia, para concluir con un poco más de seriedad-. A pesar de que la gente casi siempre ve lo que espera ver, característica de la humanidad que a los magos nos viene de perlas cuando tratamos con muggles.

Tomó el objeto, lo estudió con cuidado, agregó:

—Pero no sólo el tamaño es una protección. Además puede cerrarse rápidamente -«clap» sonó el admíniculo en la mano de Eulalia- si no te diera tiempo a desactivar la conexión.

Elisa se la arrebató de las manos, divertida:

—Lo que me resultará muy ventajoso cuando esté hablando con mi madre - «¡Clap!» hizo la polvera ahora en la mano de Elisa-. Ay, mami, lo siento, pero había una docena de muggles espiando por encima de mi hombro –lloriqueóen joda, para, sin transición, sonreir con la más pícara expresión de regocijo.

Petri osó protestar:

—¡La están a romper! Padre dijo que era importante, niña.

—¿Romper? ¿Por qué? Si es una castañuela, mira -y persiguió a la elfina alrededor de la alfombra haciéndole sonar el "clap" en los oídos. Reía, revoltosa, alegre ella misma como una castañuela. Como solía serlo antes.

Cuando sólo era una niña de once años. No una squib.

No son los dos años el principio del fin. No en el mundo mágico. Son los once.(1)

Y por un momento Eulalia tuvo la imagen de miles de niños de once años a lo largo y ancho del mundo esperando el espaldarazo o la condena de sus futuros colegios de magia. Le entró vértigo.

De repente Elisa dejó de correr y bailar y alborotar y se volteó expectante:

—¿De verdad vamos a viajar al modo muggle? ¿Vamos al mundo muggle?

Petri aprovechó el momento para su 'plop' de regreso, con apenas un gesto de sumisión y despedida, obviamente asustada por la tardanza, incapaz como había sido de desaparecerse antes, mientras la hija de sus amos la había estado necesitando aunque solamente fuera para divertirse a costa suya.

¿De qué mierda sirve la magia si no te hace libre? Eulalia dio una involuntaria patada en el suelo. ¡Esas penosas reacciones de los elfos domésticos, ¡cónchales! Siempre le provocaban una patética impresión de indefensión y sin sentido.
Aunque los quería mucho.

Mejor dicho, precisamente, por lo mucho que había llegado a querer a algunos.

A Petri, por ejemplo.

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(1)«Los dos años son el principio del fin» - Peter Pan y Wendy, de J. M. Barrie