Hola, aquí estoy de nuevo.
dore-malfoy: Me alegro de que te siga gustando. Aquí van dos capítulos más. El próximo es uno de aquellos por los que le puse PG-13, ya me diréis si el rating corresponde, porque, la verdad, no tengo ni idea. Aunque supongo que menos no puede ser, dado el tema que se me ha venido a ocurrir tocar.
Pero siento tener que decirte que ya no voy a actualizar tan rápido como venía haciéndolo, porque ahora empiezan las lagunas entre las escenas escritas. Hasta ahora todo estaba, mal que bien, ya escrito. De aquí en más, ya no.
meimi Malfoy: ¡Gracias por tus felicitaciones! Espero ser capaz de seguir mereciéndolas. La historia es tan "diferente" que no estoy completamente segura de si más bien al final no me morderé la lengua. O disimularé aprovechando que tengo a mi favor todos los recursos de la fantasía: Al fin y al cabo, ¡estamos en Hogwarts! :))) No sé cómo se me vino a ocurrir escribir esto. Pero ahora ya estoy en el barco, así que navegaré.
Me alegra que te guste la niña. Originalmente sólo quería hablar acerca de un squib, pero no odioso como Filch, sino que provocara la empatía del lector. Así surgió Elisa. Luego se complicó todo, con Erik, que apareció solito, y que yo no supe al principio ni qué era. Y es justamente a Erik al que más riesgo corro de "marisueizar", porque tengo la pésima tentación de hacerlo saber más y dominar más la situación de lo que es conveniente para la historia. Confío en que me chilléis si lo hago. Después de todo, éste es mi primer fanfic. No tengo ninguna experiencia en esto. Y se dice que todo novato es pródigo en Mary Sues, así que no me atrevo a decir "de esta agua no beberé", aunque estoy mosca
También me parece que Hermione se me está escapando bastante del canon. Esto de escribir fics está resultando más difícil de lo que parecía. ;)))
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DISCLAIMER: Nada de lo que les resulte conocido es mío, sino de J. K. Rowling (y posiblemente otros; agregaré notas al pie para identificarlos) y mis intenciones no son buenas (aunque tampoco delito).
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Un squib es un squib es un squib es un squib
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Eulalia había dejado a Elisa dormida al cuidado de Erik, a muchísimos kilómetros de allí, y había arribado por la chimenea del despacho de Dumbledore, a una hora bastante avanzada de la noche, sin preocuparse por lo tarde. Sin disculparse, ni dar explicaciones. ¿Acaso no había recibido carta blanca para presentarse allí en cualquier momento de la semana?
La conversación con Dumbledore había derivado bastante, como si las líneas rectas tuvieran algo de inciviles o descorteses para la mente del director. Pero Eulalia había venido preparada para eso, pues más que respuestas concretas quería empaparse de ambiente, de sospechas, de todo lo que también está en el contexto pero no se dice porque para los propios es obvio y para los extraños ajeno.
Era muy raro que se la llamara con tantas concesiones, como si nadie más pudiera ocupar ese puesto. Estudios muggles nunca había sido una materia importante en Hogwarts; muy por el contrario, siempre secundaria, de relleno, y no sólo por optativa, sino por la sensación que el mundo mágico siempre ha tenido de que es el sostén del mundo todo, y de que lo muggle no subsistiría un minuto sin la magia que ignora.
Y la amenaza de Voldemort sólo había agravado esto, para ambos bandos. Uno, porque esperaba muy pronto llegar a prescindir de todo lo muggle. El otro, porque los muggles eran las víctimas a ser defendidas, inútiles hasta para protegerse a sí mismos, y de los cuales, por cierto, no se esperaba absolutamente nada.
Pero Dubledore no parecía inclinado a tocar ese tema, el de la insólita importancia que de pronto Hogwarts había decidido concederle a Estudios muggles. Sólo le informó que ya no sería más una materia optativa, que desde este año en adelante iba a ser obligatoria. Luego pasó a un tema que, al parecer, le interesaba muchísimo más, aunque no fuese la razón por la que la había llamado.
Si es que en el fondo no lo era.
—Bien, lo de Erik aún no está resuelto, pero estoy seguro de que se resolverá. Ahora tenemos más experiencia.
—¿Hay otros? ¿Han encontrado otros?
—No, pero hemos estado estudiando.Y siempre nos queda usar recursos muggles.
Eulalia no entendió, pero ése no era el punto que le preocupaba, así que pasó de él.
—Me alegro. Pero lo de Erik es sólo un problema técnico.
—¿Sólo? -Dumbledore se sorprendió. Siempre lo sorprendía la manera tan propia de categorizar y priorizar que tenía esa chica.
—Me preocupan más los vulnerables once años de Elisa.
—¿Tu hija?
—Sobrina. Pero no quiero devolverla a su casa, al menos en dos o tres meses. Hasta que se haya aceptado a sí misma, y tenga defensas contra Abel.
—¿Abel, "batuta"? ¿Tu hermano?
—Sí, director: "batuta" -ratificó Eulalia, sonriendo. Era su ocasión de sorprenderse-. ¿Cómo lo sabe usted?
—Conozco todos los motes de todos los alumnos. Es inevitable. Aunque no quisiera los conocería. Supongo que el suyo era por aquella manía suya de no poder ver algo movido, asimétrico, fuera de lugar sin usar aquel movimiento de varita y ordenarlo. No soltaba la varita de la mano.
—Sí. Y en casa era aún peor. Una verdadera batuta ambulante, ordenándolo todo con ese movimiento de varita, como si la existencia fuera un concierto... desconcertado.
—Ésa era su palabra favorita.
—Ya no la usa más... o Nydia lo abandona –sonrió Eulalia. Y luego agregó con una risita boba: —Desde niña lo recuerdo haciendo que los zapaticos que yo soltaba alegremente desde la cama al acostarme quedaran juntos, paralelos, y exactamente a la misma altura y en la misma posición.
—¿Obsesivo?
—Eso creo –sorbió un poco de te, aún perdida en sus recuerdos. Reaccionó:-. ¿Y mi apodo?
—¿Celo-tape? Pero te duró muy poco.
Eulalia soltó la carcajada al acordarse. Solía llevar la varita amarrada con teipe al brazo, para tener libre la mano para todo lo demás. No podía entender la utilidad de una extensión mágica que te ocupa la mano. Pero no le duró mucho el truco, porque el sistema no funcionaba bien: Con la varitasujeta al brazo los movimientos delicados pierden precisión, se requiere la motricidad fina de dedos y muñeca para ejercer maestría en el arte de hechizar.
—Volviendo a lo que importa –carraspeó Dumbledore-. ¿Cuál es el problema de niños de once años? Esto está lleno de niños de once años. Aquí estaría justo en su lugar.
—Me temo que no. De haber sido así le habrían mandado su carta de admisión, ¿no cree usted?
—Y ¿no lo hicimos?! -arrojó polvos flú a la chimenea y llamó-: ¡Minerva! La niña Elisa Cifuentes, ¿por qué no recibió una carta?
—Porque es una squib, Albus -era una de las frases que Minerva más detestaba pronunciar. Así que su cabeza miró molesta a Eulalia, que la había puesto en la situación de decirlo, y enseguida se retiró, con apenas un gesto de saludo, irritada.
—¿Una squib? ¿Por qué no me lo dijiste desde el principio? –acusó Albus el golpe.
—Necesitaba estar segura.
—Y ¿tenías dudas?
—Bueno... pone hechizos a su puerta, y cuando está con Erik...
—Con Erik todos somos squib -interrumpió Dumbledore. Y en un susurro agregó-. Hasta yo.
—Sí, hasta usted. Pero ella no.
—Ella ya lo es –Dumbledore no entendía.
—Ya le dije que puede poner hechizos a sus puertas. Y lo hace esté o no Erik con ella.
El anciano mago saltó en la silla, derramando algo de té sobre su barba.
—¡Tráela! Tienes que traerla de inmediato. -De improviso la miró con sospecha-. ¿Desde cuándo lo sabes?
Erik se había convertido en su mayor quebradero de cabeza. No temían que Voldemort intentará utilizarlo, porque su... 'don' no era selectivo, por ahora. Pero aún así era una larvada amenaza, que el sentía más peligrosa para el mundo mágico que el mismo Voldemort.
—Desde hace poco. Y no, director -expresó-. No estoy segura de que quiera traerla. -La expresiva reacción del director no le había gustado nada.
—¿Te das cuenta de lo que significa? -insistió él.
Albus se había encontrado a sí mismo un mes antes descubriendo que si tuviera que elegir entre la desaparición de Voldemort y la de Erik elegiría la de Erik, lo cual era terriblemente injusto, puesto que Erik era un ser absolutamente pacífico, afectuoso y un creador de belleza, músico apasionado de exquisita sensibilidad.
Albus se había estado odiando a sí mismo desde ese día, y sin embargo se declaraba incapaz de cambiar de actitud.
Una tos de Minerva que acababa de entrar por la chimenea lo sacó de sus pensamientos. Le dedicó una inclinación de cabeza, y le hizo un gesto para que se sentara:
—Minerva -dijo, solamente. Luego repitió, dirigiéndose a Eulalia: —¿Te das cuenta de lo que esa niña significa?
—Me doy cuenta de lo que significaría para ella estar rodeada de niños de once años que están aprendiendo a utilizar su varita, a levitar plumas, y a transformar piedras en botones, cuando ella ni siquiera puede tener una varita.
—Y sin varita, ¿cómo cierra las puertas?
—Con su rabia. -Hizo una pausa perpleja-. Supongo.
Dumbledore se quedó pensantivo un rato.
—Intenta conseguirle una varita. Le pediré a Ozzie que tenga paciencia, que espere lo que haga falta. Que le permita probarlas todas, si es necesario.
—¿Acaso alguna vez una varita ha escogido a un squib?
—Pregunta más bien si alguna vez no se habrá equivocado la magia de Hogwarts –respondió Minerva.
—¿Cómo va a equivocarse la magia?
—¿Cómo se equivocó con Erik? –respondió esta vez Albus.
—No se equivocó con Erik –sostuvo Minerva.
Erik era la piedra de tranca entre los dos directores de Hogwarts, su único punto de desacuerdo absoluto. Y solapado.
—Erik, a su manera es un ser mágico, ¿no es así? –intentó Eulalia.
—Claro que lo es –afirmó Minerva, con presteza-. Pero Hogwarts no puede reconocer sino lo que conoce. La magia fue impresa en sus piedras, y es confirmada y mantenida por los rituales, y preservada por los símbolos, pero no se reproduce a sí misma, ni crece, ni aprende ni se adapta por sí sola. No es inteligente. Ni siquiera está viva.
—Más viva que la vida.
—Oh, los poemas, los mitos, los refranes... –enumeró Minerva, levemente burlona.
—Hogwarts no puede reconocer sino lo que conoce... -repitió Eulalia, pensativa. La alegraba pensar que tal vez Elisa no era una squib, pero parte de ella seguía protestando contra la enorme injusticia de esa división del mundo entre magos y muggles o squib. Ella habría querido que las particularidades mágicas de Elisa fueran parte de todos los squib, no la señal de que Elisa era otra cosa, mágica también, pero, para los antiquísimos conjuros de Hogwart, irreconocible.
—Exacto. Si Elisa es mágica, Hogwarts no puede reconocerla. Ya el sólo hecho de que sus poderes, por pequeños que sean, resistan a la presencia de Erik nos confirma que ella no forma parte de lo que conocemos.
Eulalia completó el discurso, allí donde el director habría querido dejar que se desvaneciera en la nada:
—Y Hogwarts resulta un maravilloso filtro para aislar al mundo mágico de todo lo desconocido.
—Es lo que yo le digo siempre –afirmó Minerva, con un rictus de desaprobación.
—Desgraciadamente estoy de acuerdo con ustedes dos, queridas damas. –Dumbledore hizo una pausa para conjurar una tercera taza y servir nuevo te para los tres. Pero no pudo continuar porque Minerva lo interrumpió:
—Desgraciadamente sigues diciendo 'desgraciadamente'.
Dumbledore prefirió ignorarla, su frecuente discusión acerca de las posibilidades futuras del mundo mágico. El tendía siempre a ver los riesgos, ella las promesas. Deformación profesional, quizás. Ella, una vida de docencia. Él, ya muchos años de ser, antes que el director de un colegio, el único lider confiable de la lucha contra el "mal".
Se dirigió a Eulalia:
—Entonces, ¿la traerás?
—No estoy segura.
—Si obtiene una varita...
—¿Y si no? ... Quiero decir, a lo mejor no precisa una varita, sino una capa, o un guante, o un casco, ... otra cosa. -Dumbledore intentó interrumpirla, pero ella no lo permitió-. Pero aunque sí la obtuviera, ¿qué vamos a hacer? ¿Ponerla en clase para que todos leviten su pluma y ella no pueda?... Los niños son crueles. Muy crueles. No puedo permitirlo.
—Salvo...
—¿Alguna otra buena idea?
Minerva interrumpió:
—Primero que nada, aún si ninguna varita la elige, le explicarás que es muy probable que la varita que la elegiría a ella aún no exista. Que aún no haya sido construida.
—Y ¿estaría diciendo la verdad?
—Por supuesto –apoyó Albus-. Estamos lejos de haber probado todos los materiales mágicos, y mucho menos todas las combinaciones de núcleos con madera. No todos obtenemos la mejor varita para nosotros; la primera que yo tuve no era tan buena para mí como la que tengo ahora. Afortunadamente la perdí durante el incidente...
—Albus... –reprendió Minerva, trayéndolo de vuelta al aquí y ahora. —Supongo que Eulalia está aquí por algo.
—Sí. Tenemos que encontrar una manera de que su sobrina pueda entrar aquí sin exponerse –manifestó entonces Albus, mirando a Minerva con ruego. Si alguien conocía bien a los alumnos y podía diseñar una estrategia para incorporar a Elisa era ella.
—La encontraremos –dijo ella simplemente. E hizo una pausa para tomar un sorbo de te-. Pero yo me inclino a decir la verdad.
—¡No! –exclamó Eulalia-. La palabra "squib" la mata.
—Pero es que eso sería solamente parte de la verdad, ¿no crees?
Eulalia no entendía bien, aquello era una discusión larvada entre ellos dos, y dedujo que tenía más que ver con Erik que con Elisa, aunque Elisa ahora había empezado a formar parte de cualquier discurso que incluyera a Erik y eso ya no iba a cambiar.
«Tendré que hablarlo con Erik», pensó. «Esto está empezando a no gustarme».
Entonces Albus rompió el silencio, pero como hablando consigo mismo:
—¡Estoy pensando...! -pero se detuvo. Inseguro.
¿Albus inseguro? Minerva, que lo conocía casi mejor que él mismo, supo que era sólo una pausa teatral, pero le siguió el juego.
—¿Qué estás pensando, Albus?
—Hablaste de decir la verdad, Minerva.
—Mmmjjj...
—Si Elisa se presenta junto a Erik, pasa a ser, en lugar de una squib, uno de los magos más poderosos de Hogwart.
No era eso exactamente lo que había pensado Minerva. ¿O sí? Quizás una diferencia de matiz. Lo de presentarla como excepcionalmente "poderosa" no era precisamente una buena idea. En absoluto era una buena idea. Pero Eulalia se adelantó a su protesta.
—Un fenómeno, ¿no es eso? -sin disimular el disgusto-. Una anormalidad. Una excepción.
—¿Acaso no son excepciones todos los squibs? Un squib es un squib. -El director hablaba con la misma calma que si hubiera estado dando una charla-. Nunca hemos sabido realmente qué eran. Tal vez sólo ahora podremos empezar a comprenderlo. Gracias a Erik y a Elisa. -Pausa serena, dedos cruzados bajo el mentón, mirada perdida en sus pensamientos-. Un squib es un squib -repitió.
Eulalia asintió. Ella pensaba exactamente lo mismo. Aún desde antes de haber conocido a Erik. Nunca comprendió esa distinción de mágico/no-mágico. No de corazón.
—Lo mismo pienso yo -dijo, más tranquila-. Un squib es un squib es un squib es un squib -el capricho de jugar con la conocida frase(1) la arrastró a repetir las palabras de Dumbledore, impidiéndole expresarse con la claridad meridiana que la situación exigía. Perdiendo la ocasión de plantearse si realmente el director y ella estaban diciendo lo mismo.
¿Realmente Albus había dicho lo que Eulalia había preferido entender? Había hablado con la máxima ambigüedad posible. Igual podía estar diciendo lo mismo que Eulalia, como justamente todo lo contrario.
Más sabe el diablo por viejo que por diablo.
No era mentir exactamente.
Albus nunca mentía directamente.
Bueno, salvo que fuera absolutamente imprescindible. Que no era el caso.
No con una Eulalia encantada de escuchar lo que deseaba oir.
Minerva resopló:
—¡Sí, claro! ¡Y Erik es el gato de Chesire!(2)
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(1) "A rose is a rose is a rose is a rose", frase de Gertudre Stein famosa por su extraña (carencia de) puntuación que la hace casi imposible de interpretar. Confieso que no he tenido la oportunidad de leer nada de Stein, pero esa frase es casi tan conocida como el "Alea jacta est" de Julio César.
(2) Personaje de Alicia en el país de las maravillas.
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NdA: Imagino que estas notas pueden parecer insultantes para muchos lectores, pero FF tiene un público tan variado en cultura y en edad que no está de más suponer que haya quien no conozca al gato de Chesire u otras referencias.
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