Historia: Mía '
Personajes: Todos los personajes y lugares comentados en el siguiente Fanfic son propiedad de J.K.Rowling
A pesar de todo...
1. Sueños y cartas
Si se puede decir así, no recuerdo muy bien como empecé a sentir esa atracción hacía ti.
Apenas tenía trece años y eras mi mejor amigo, quien más me había ayudado en este estúpido y triste mundo, me habías dado a creer que lo ibas a dar todo por mí, por estar a mi lado, riendo y jugando por cualquier calle, sin importar como nos miraba la gente cuando chillaba y cuando parecía un niño pequeño.
En los momentos en que lo pasé más mal tú estabas a mi lado, ayudándome a sentirme amado, a no odiar al mundo y a aprender que no era la única persona que lo pasaba mal, a no auto compadecerme.
Después, yo, siendo un niño, solo un niño que aún no había tenido tiempo de crecer, que apenas empezaba a jugar, que estaba descubriendo la amistad, a quien le gustaba ser el centro de atención por su extrovertida manera de ser... entonces, me di cuenta, al ir contigo, que eras mayor que yo psicológicamente, por lo que en tu vida habías sufrido; ya habías superado esa fase por la que pasaba y exigías cierta madurez en mis actos, por ti, intenté dejar mi niñez atrás, por estar cada día a tu lado, agradeciéndote como amigo.
Me enseñaste muchas cosas de las que voy a acordarme siempre, al igual que de tu rostro, que tantas veces está presente en mis noches de insomnio.
Poco después empezamos a aislarnos de los demás, íbamos juntos, nosotros dos con otra amiga, de la que ahora, prefiero no acordarme, porqué, en más de una ocasión, he sentido celos por no haber vivido la misma situación que yo, por haber sido ajena a tu encanto, a tu piel y a tus labios, que tanto me han susurrado en las largas noches que pasabas en mi cama, sin dormir, hablando de cualquier cosa.
Un triste día, estando yo mal, me ofreciste algo, que jamás olvidaré, algo que, quiz� por decirlo de alguna manera, sellará para siempre el resto de mi vida, y evitará que mi corazón vuelva a ser abierto de tal forma a otra persona... Me dijiste, en el baño de los chicos, como olvidarlo: Te quiero, pero no como a un amigo, tú eres más, tú eres lo más importante para mí.
Por aquel entonces, estaba empezando a dudar de mí mismo, de mis sentimientos hacia ti, eras mi mejor amigo, sí, pero no solo eso, estaba dispuesto a entregarlo todo por estar una sola noche cerca de ti y así empezó mi calvario, dos años en los que apenas pude dormir, dos años recordando como rehusé un beso que me intentaste dar, recordando que pocos meses después fui yo el que te besó, una noche, en presencia de nuestra tercera amiga que no tardó en saber de nuestra relación.
Jamás olvidaré esa noche de verano en la que nos entregamos el uno al otro, en mi cama, hasta las seis de la mañana para, después de eso, salir a los terrenos y fumarnos un cigarrillo a medias, recordando y riendo, con apenas ropa, en una madrugada que amanecía fría, como tus manos al acariciar mi cara sonriente. Esa fue la primera vez que toqué tu cuerpo completamente desnudo aunque alguna vez, antes ya habíamos mantenido contactos cuerpo a cuerpo.
Nos veíamos mucho, y la gente nos veía mucho. Incluso se temían que entre nosotros había algo, siempre negabas mientras yo callaba. Siempre estábamos juntos y, cuando no, era porque nos peleábamos, pero a los dos días ya estaba yo suplicándote un perdón al que accedías diciendo que no necesitabas un perdón sino un acto de no volver a repetirlo. Siempre era yo el que acaba cediendo a pedirte perdón, nunca tú, tú eras demasiado orgulloso para reconocer que te habías equivocado... Solo una vez me pediste perdón pero ya era demasiado tarde para arreglar lo nuestro.
Estuviste con varios chicos, diciendo que para ti solo eran maneras de pasar el rato, que solo me amabas a mí, que los demás chicos no te importaban y que yo conseguía despertar en tu cuerpo sensaciones apenas vividas con alguien, a pesar de tu larga experiencia en ese terreno.
Dos años pasamos juntos, el día de mi catorce cumpleaños me regalaste un bonito collar de plata con tres lunas, ajuntando una carta que decía que siempre me ibas a querer y que siempre estarías conmigo cuando saliera la luna.
Cada noche miro hacia al cielo, esperando que salga la luna, no hay noche que no te recuerde; tumbado en mi cama, abrazándome y juntando tu cuerpo al mío, fundiéndonos en un beso de esos que me hacían experimentar tantas sensaciones jamás imaginadas antes.
Te fuiste, recuerdo que la razón de nuestra pelea fue, que en un cierto enfado que habíamos tenido, te había llamado y me habías dicho que estabas en casa de un chico que, hasta hacía poco más de dos semanas, era tu peor enemigo pero que, por lo visto, os estabais empezando a entender la mar de bien. Dijiste que no podías atenderme porque estabas muy ocupado con él. Me dolió, y busqué refugio en mis nuevos amigos, a los que yo creía verdaderos, pero resultó ser, como ahora me doy cuenta, que no lo eran, pero es que tu, tampoco lo fuiste.
Te metiste con ellos, porque sentías celos de que estuviera con alguien que no fueras tú, de que le dedicara una frase a un amigo que me ayudó en los momentos más difíciles que pasé antes de decirte que nuestra amistad no podía seguir, que te amaba demasiado, que para mí eras más importante que un montón de palabras y cada vez que te veía con un chico y, cada vez que después de eso venias a mí, llorando arrepentido, pidiéndome un beso y asegurando que no volvería a pasar.
Solo me dijiste: Ahora estaba empezando a creer que me amabas. Jamás sabrás, el efecto que produjeron dentro de mí esas palabras y la frialdad con la que salieron de tus labios color fresa, que tan gélidas palabras me dedicaban cuando nos peleábamos.
Te dije que siempre estaría allí si me necesitabas y tú negaste, diciendo que jamás me ibas a necesitar y que, no querías que un niñato como yo estuviera cerca de ti.
Te aseguro que jamás seré un niñato, he madurado y, en cierto modo, cada día me parezco más a ti, por como hablo, por la frialdad en muchas ocasiones y, porqué, jamás voy a decir nada sobre las largas conversaciones que manteníamos y que, suplicabas, yo no contara a nadie sobre ellas.
Puedes estar tranquilo, soy el chico que tanto deseabas me convirtiera, aunque también quiero seguirme mostrando como era antes de que llegaras a mi vida, de que entraras en mi corazón para no abandonarlo jamás, de que tu olor a vainilla penetrara en mis sentidos para estar presente allí y de que, cada vez que escucho la música que juntos oíamos, recuerde que, tal vez, desde donde estés, también me recuerdes, al poner nuestra canción, la que tantas veces cantábamos juntos "Perdona"¿Recuerdas? ...La amistad es una paz que se goza, porqué se como soy yo te lo pido perdona...
No sé si recuerdas cuál fue el ultimo regalo que me diste pero yo sí, una bonita rosa, el día 23 de abril, yo te regalé tres, esperando que fueran de tu agrado y que para siempre las tuvieras secándose, como nuestra amistad y que fuesen eternas, que ni siquiera el paso de los años las afectara.
¿Sabes que me pasó con esa rosa? Al parecer, lo mismo que a nuestra amistad, me pinché con ella al secarla y, extrañamente, se pudrió, colgada en mi habitación, al lado de un escrito ciertamente hermoso que me recordaba a ti, pero no tiré los pétalos porqué en ellos estas tu, tus labios y tu aroma, a dulce vainilla.
No sé si recuerdas el collar de la amistad, también esa plata se estropeó, al igual que el collar del día de mi cumpleaños se partió. No queda nada entero de lo que, algún día, fue nuestra amistad, nuestro amor... ni siquiera mi corazón.
Estoy seguro de que jamás volveré a amar, como te he amado a ti, no sé, seguro que muchas más personas me volverán a gustar, entre ellos, claro est� chicos. Me diste a probar un elixir que jamás olvidaré... Probé el sabor de un chico, lo primero que probé y me gustó.
Por ti lo di todo incluso a mi familia, inconforme con nuestra "amistad", se dieron cuenta de todo, sobre todo de cómo eras últimamente.
Comprendo que para ti fue duro tener a tu mejor amigo enamorado de ti, pero tu empezaste, fuiste tu quien reclamó mi amor y quien no supo cargar con las consecuencias dejándome destrozado, rompiéndome la vida, con apenas quince años.
No puedes imaginar que noches pasé el verano en el que murió nuestra relación, lo que le hablaba de ti a mis amigos que ya, hartos de oír tu nombre, me pidieron que dejara de pensar en ti, que de una vez te olvidara y que te dejará en el pasado como una sombra molesta que, al caer el día, tapa los últimos rayos de sol en mi camino.
Incluso entonces te escribí poemas, llenos de sincero amor convenciéndome a mi mismo que lo que de verdad sentía hacia ti era un odio inconfesable, odio por encima de todas las cosas. Por encima de mi corazón que lloraba y pedía a gritos que alguien acallara sus latidos dándole muerte, asegurando que eso, sería mejor que seguir en vida lejos de ti, de tu cuerpo, de tus ojos verdes, fríos y distantes ahora, con los que tanto sueño aún.
Tengo que confesar, que tuve un amigo a mi lado, que intentó, inútilmente, hacer que te olvidara, recordándome que él vivía una situación parecida con una chica que le había hecho lo mismo que tú a mi. La verdad es que le cogí mucho cariño, más del que ya le tenía, y jamás lo olvidaré, por estar siempre conmigo. Pero ahora no viene al caso, pues es otra parte de mi vida y tiene que ser contada en otra ocasión.
Cada día te veo y cada día me llegan voces de cómo está tu vida, de cómo te has vuelto, o de cómo te das a conocer, intento que eso no me afecte, incluso evito mirarte pero me es imposible al ver tus bellos ojos verdes, fríos pero a la vez tristes, por la situación que es tu vida, tu presente, tu pasado y tu posible futuro y darme cuenta, en la forma de mirarme, que tampoco has olvidado todo lo que a mi se refiere.
Sin querer, hemos hecho un pacto silencioso, el no volver a hablarnos más, a no ser que sea por motivos estrictamente necesarios pero no me has olvidado porqué, incluso te das cuenta, solo con mirarme de refilón, de que estoy llorando por ti y que mi corazón lucha por abrazarte, cuando nadie se da cuenta a parte de una amiga, que, preguntando por mí, solo tu le contestas mi paradero y la situación en la que he abandonado el lugar.
Jamás sabrás lo mucho que te amo, incluso ahora, después de todo lo que he sufrido por ti, después de quererme dar muerte al releer las cartas que me escribiste, sintiendo tus lagrimas mezcladas con las mías, en un mar de salados sentimientos que jamás nadie conocerá.
Te lo agradezco, te agradezco que hayas estado en mi vida, que me recuerdes aún sin demostrarlo y las largas noches que has pasado en vela, al igual que yo, llorando por habernos perdido por un estúpido error (Aunque, me temo que es mejor así, que no vivir esclavo de una mentira, o de tener que cuidar de mi; ciertamente, aunque esté sufriendo mucho, no hubiese aguantado junto a ti mucho más, por el daño que me hiciste intentando arreglar tus errores culpándome a mi de ellos).
Nunca sabrás lo que siento por ti porqué, me pregunto... ¿Para que escribo esta carta, si jamás la leerás?
La habitación de chicos de sexto grado de la casa Gryffindor de la escuela Hogwarts de Magia y Hechicería era una gran alcoba con cinco camas, de doseles grana, como los estandartes dorado y escarlata con un león en medio que colgaban por las paredes. Se podia deducir quien era el propietario de cada cama solo con mirar las cosas que tenía alrededor y el orden o el desorden que reinaba en su trozo de propiedad. Detrás de la puerta había un pequeño escritorio con todos los utensilios necesarios para hacer correctamente las tareas. Aunque no solía ser utilizado, esa noche se estaba haciendo uso de él.
Un chico de dieciséis años de rojo pelo cual fuego, azules ojos cual mar y cara pecosa que le daba un cierto aire infantil a su rostro, se encontraba sentado en la cómoda silla de la misma madera que la superficie de éste.
Hacía largo rato que se hallaba sentado en la misma posición, con la pluma en la mano y lagrimas en el mar de sus ojos. Enfrente tenía un pergamino, como de un metro de largo, donde se leían palabras escritas en su propia letra.
Se levantó, después de dos horas de permanecer quieto cual estatua, recordando un encuentro con la persona a la que más amaba en el mundo, la que tanto daño le había echo y le estaba haciendo aún, el destinatario inconfundible de la carta había escrito, llorando y haciendo que la tinta se esparciera a lo largo de la fina superficie en la que había escrito con letras rojas como la sangre.
Envolvió el pergamino y cerró suavemente el tintero de tinta roja, su color favorito, el color de su casa. Retiró la silla para darse paso y se encaminó a su cama, que estaba al otro lado de la habitación. Pasó por delante de la cama de la persona a la que iba dirigida la carta que hacia poco rato estaba escribiendo, percatándose de que el propietario no se hallaba dentro. Seguramente había salido con algún chico... y, Ron, tenía la sensación de saber con quien estaba.
.-¿Por qué? – suspiró el pelirrojo pensando en el hermoso chico de pelo azabache y verdes ojos brillantes que le tenía el corazón robado pero que ya no le hablaba desde el verano. – No es justo... Yo te amo realmente.
Pasó de largo y se dirigió a su cama. A los pies de esta había un baúl que abrió, y , entre el desorden, dejó la carta. Se quedó mirando el contenido de éste. Muchas de aquellas cosas eran regalos de aquel que no se hallaba en la habitación.
Cogió un objeto del interior, un llavero con forma de corazón, como de peluche; recordó que aquel regalo se lo había hecho el día de San Valentín del pasado año. Lo echó de nuevo al baúl y lo cerró con un sonoro golpe, que provocó unas palabras de reprobación de Seamus, un atractivo compañero de habitación.
.-Por favor Harry no hagas ruido... esta noche no...mmm – dijo soñoliento.
Ron intentó hacer caso omiso al comentario de Seamus, pero no pudo olvidar eso de "Esta noche no". Se encaró a su cama y abrió los doseles escarlatas que olían a melocotón. Se metió en ella y cerró fuertemente los ojos, tapándose con las blancas sabanas frías y acomodando la almohada bajo su cabeza. Se durmió al rato, con todos los sentidos puestos en si oía a su amado entrar en la habitación.
Eran cerca de las doce y media cuando la puerta se abrió dando paso a un chico que, nervioso, se metió en la cama de al lado de Seamus. Neville ya había llegado, haciendo más ruido del normal.
Ron despertó de su letargo al oír el ruido del chico.
.-¿Neville? – preguntó soñoliento.
.-Sí, soy yo... ¿Qué pasa? – preguntó el chico avergonzado por el gran ruido que había echo al entrar.
.-¿A que viene tanto ruido? – quiso saber el pelirrojo.
.-A nada, es que intentaba entrar sin hacer ruido y... ya me conoces... – dijo Neville.
.-De acuerdo, buenas noches – dijo Ron recuperando su estado de alerta por si quien esa vez venia era el propietario de su corazón.
.-Buenas noches – concluyo Neville.
Eran las nueve de la noche y el hermoso muchacho de pelo negro azabache y ojos esmeralda acababa de abandonar el Gran Comedor, sin apenas comer, por la falta de apetito y seguido de cerca por un grupo de cuatro o cinco amigos, entre ellos se encontraban: su nuevo amigo, el que, el anterior verano le había hecho compañía al alejarse de Ron, su nuevo amante, el motivo de su pelea, Draco Malfoy; Neville Longbottom, que se había refugiado con los más fuertes y Cho Chang, la chica que tanto le había gustado hacía ya largo tiempo.
.-En serio, Malfoy, no creo que la manera correcta de pronunciar el hechizo sea esa –decía Cho con una enorme sonrisa burlona en los labios.
.-Oh ¿Sí? Pues como insinúa la señorita que se pronuncia? – decía Draco algo molesto.
.-Crucio marcando la "c" como si fuera una "z" – explicaba la chica.
.-No – dijo Harry, experto en el tema – es Crucio la "c" se pronuncia "c" como en el latín.
.-Te lo dije Cho – dijo Malfoy con aires de superioridad.
.-¿Y ahora a qué os viene hablar de eso? – preguntó Neville que se había mantenido muy alejado de la conversación recordando el estado de sus padres por culpa de una Maldición Imperdonable.
.-Porqué yo ya curso séptimo y en nada me van a salir de nuevo en el libro... Quisiera aprobar el próximo examen ¿Comprendes? – explicó la Ravenclaw a Neville.
.-Chicos, Cho... me voy – dijo Harry con la mente en otro lugar muy lejos de esa conversación, en el despacho del nuevo profesor de Defensa contra las Artes Oscuras. - ¡Nos vemos!
Salió corriendo, escaleras arriba, para ir al despacho del profesor de DCAO. Por donde quiera que fuese se encontraba con gente que le saludaba, con chicas que le miraban de reojo y se sonreían entre ellas y con chicos que le hablaban de Quidditch.
Cuando por fin se encontró delante de la puerta dio tres golpes, advirtiendo al hombre que se hallaba dentro, de su presencia.
.-Hola profesor Dumbledore ¿Quería verme? – preguntó el joven Potter con una sonrisa cuando vio que el profesor de dentro volteaba hacia él.
.-Ciertamente, señor Potter, tenía muchas ganas de hablar con usted. Por favor, tome asiento. – dijo, haciendo un imperceptible movimiento de varita que hizo aparecer una cómoda butaca de piel. - ¿Qué quisiera tomar? Té, café, cerveza de mantequilla...
.-Té esta bien, gracias – dijo el chico. Frente a él, en la mesa de despacho de Dumbledore, apareció una bandeja con dos tazas, dos cucharillas, una tetera humeante y una azucarera.
.-Bien Potter, le he hecho llamar para saber como le van las cosas, he sido enterado de su pequeño percance con el señor Weasley y, por consecuencia, con la señorita Granger... No tengo nada en contra de usted, ni del señor Malfoy, su nuevo... "amigo" – tomó aire y prosiguió, algo preocupado – pero tengo que confesar que estoy algo desconcertado... ustedes eran los mejores amigos que Hogwarts ha visto jamás desde los Merodeadores y, creo que me conciernen los posibles problemas que hayan tenido entre ustedes.
.-Profesor... En primer lugar; mis amigos de verdad son los que tengo ahora, porqué son los que no me abandonan por una tontada, como Weasley – dijo el chico, alzando un poco el tono de voz; estaba indignado – en segundo lugar; el "percance" como usted lo ha llamado, no ha traído consecuencias negativas en mis notas y, en tercer lugar, mi vida es única y exclusivamente asunto mío. Gracias por preocuparse por ella pero no me hace falta.
.-Harry, en ti no ha provocado efectos nefastos pero si en Ron... y dudo mucho que vayas a seguir fingiéndote a ti mismo por mucho tiempo... En cuanto a Hermione, ya no sabe como hacer que volváis a ser amigos... La tarea que más tiempo le roba es vuestra reconciliación – dijo el profesor Dumbledore afectado por el problema. – No, sé, piensa las cosas fríamente... En caliente todos decimos y hacemos cosas de las cuales nos arrepentimos toda la vida...
.-¿Así pues, lo que me sugiere es que abandone a mis amigos por un... criajo? – dijo indignado Harry. Hasta el momento, los consejos del director no le habían ido mal pero empezaba a pensar que se inmiscuía en cosas que no eran de su dominio.
.-Te sorprenderías Harry de cómo es realmente... Piénsalo por favor, le puedes estar haciendo daño a más de una persona, y no hablo solo de Ron y Hermione.
.-Lo pensaré, pero dudo mucho que llegue a cambiar de opinión... – dijo Harry levantándose violentamente. Estaba muy nervioso – Adiós profesor.
El joven Gryffindor salió de la sala, dejando a su nuevo profesor de Artes Oscuras en el interior, contrariado y con el té encima de la mesa, sin que el chico que acababa de salir le prestara un poco de atención.
.-Ayyy Harry... si supieras lo qué te espera... – suspiró, con todos los años del mundo sostenidos en las arrugas de su cara.
El chico de verdes ojos esmeralda caminaba a paso ligero por los largos pasillos del castillo, con la clara intención de ir a la Torre de Gryffindor, lejos de los demás y buscar un lugar resguardado en la propia habitación de sexto para desahogar toda la rabia que estaba guardando dentro de sí.
.-Potter... ¿A dónde va con tanta prisa? – preguntó una voz impasible frente a él.
.-A la Torre de Gryffindor ¿Por? – dijo casi sin inmutarse el chico.
.-Bueno... por nada... En realidad... quisiera agradecerle la ayuda que me ofreció al finalizar el curso anterior, con Dumbledore y los del Ministerio... temí que no me volvieran a tomar como miembro de la Orden del Fénix, gracias por interceder por mi ante el Ministro y el Tribunal, es lo único que tengo que decirle. – dijo nervioso y con gran dificultad el profesor de pociones. - Pero no se acostumbre a que le agradezca las cosas... Fue una gran ayuda que intentaré no olvidar, pero, no crea que le va a subir nota ni nada por el estilo. – añadió recuperando su tono natural.
Harry miró al profesor con una enorme sonrisa de satisfacción; Snape se estaba rebajando más que nunca al agradecerle una cosa... En realidad, el joven Gryffindor lo había hecho solo por eso, para que se rebajara ante él, para que le debiera un favor, que, en cualquier momento, le podía pedir que cumpliera.
.-Ha sido un... placer – dijo el chico de mirada verde poniendo especial entusiasmo al pronunciar la última palabra.
.-Solo una cosa más antes de irse Potter – dijo Severus.
.-Dígame – dijo Harry con mirada interrogante.
.-¿Esta noche también la va a pasar fuera de su alcoba, en cama ajena? – dijo Snape con desprecio, conocedor de lo que el joven Potter hacia por las noches.
.-Pues no lo sé, y creo que no es de su incumbencia... profesor. – dijo el muchacho indignado por el comentario – bien se puede decir en este caso: Cría cuerbos y te sacarán los ojos... ¿Esta es manera de agradecerme lo que he hecho por usted?
Snape se mordió el labio
.-No, pero es de mi incumbencia si se encuentra en Slytherin, en la cama de uno de mis protegidos
.-Esté tranquilo, esta noche iré a otra casa... Tal vez en Hufflepuff, la profesora Sprount me trate mejor...Seguro que a ella no le importa lo que haga en la cama de Justin... – dijo el joven Potter con una pizca de malicia brillando en sus ojos y reflejándose en su rostro.
.-¿No le da vergüenza hablar así? – preguntó sulfurado Snape al ver lo frío que era el chico frente a él.
.-No, porqué me está echando de la cama de Draco, además ¿Quien le ha dicho que vaya a hacerle algo a Justin?– dijo tranquilamente Harry – Y ahora, si me disculpa, me voy. – dio la vuelta ondeando ligeramente su capa, dándole la espalda a aquel que se estaba empezando a dar cuenta del error que había cometido al infravalorar al joven Potter.
Subió rápidamente a la Torre de Gryffindor. Dijo la contraseña (Cerveza de Mantequilla) al cuadro de la Dama Rosa que cubría la entrada a la Sala Común. Ésta se retiro y dejó pasar al chico a su interior.
La gran sala circular le invitaba a quedarse toda la vida allí, sentado en uno de los cómodos sofás grana, al lado de la chimenea, donde un precioso fuego quemaba silenciosamente desprendiendo un calor embriagador y un acogedor olor a madera quemada. Delante del sofá se hallaba una pequeña mesilla de café, sobre ella; dos tazas de fina porcelana con el escudo de la casa, de esas a las que te acercas, pides lo que quieres y al momento lo tienes en la taza, caliente y listo para tomar. Al fondo de la estancia se podía ver una pequeña biblioteca con algunos títulos como : La historia de Hogwarts, El por qué del carácter de los Gryffindor, Gryffindor, ganador durante muchos años consecutivos de la Copa de la Casa, El niño que vivió; un Gryffindor... Y otros libros donde, sin duda, el protagonista de estos era la Casa Gryffindor. Enfrente de la biblioteca había una gran mesa, no tanto como las del gran comedor, donde se encontraba la chica que, un año antes, había sido su mejor amiga, estudiando un enorme y viejo libro sobre cualquier tema de esos que tanto le interesaban a Hermione.
Dejó la cálida habitación y se dirigió al dormitorio de los alumnos de sexto grado. Entró. Dentro de la habitación no había absolutamente nadie. Seguramente sus compañeros estaban aún en el Gran Comedor o, dado que aún no estaba dado el toque de queda, estaban estudiando en la biblioteca o dando una última vuelta por los terrenos antes de que estos dejaran paso a un nuevo día. Pasó por al lado de las vacías camas, deteniéndose en una en especial, que desprendía un suave olor a melocotón.
.-Ron... – susurró el joven Potter con una gran melancolía en la voz.
Se dió un golpecito en la frente, como si quisiera despertar y se encaminó nuevamente a su cama. Abrió los doseles y levantó la almohada, encontrándose debajo de ella con su pijama verde, que tan bien le quedaba, conjuntado con sus ojos. Cogió el pijama entre sus manos y lo acercó a su pecho, como en un abrazo, le gustó recordar que fue un regalo de Ron, uno de los tantos regalos que le había hecho.
.-¿Por qué acabamos así? – se preguntó a sí mismo con voz alta.
Por tu error, estúpido Harry.
El muchacho negó con la cabeza, pero no en acción de negación, si no en acción de reprobación a sí mismo. Si seguía así se acabaría volviendo loco.
.-Dios... como le hecho de menos...
Claro, en el fondo le amas.
.-No le amo. Es un tonto niño llorón que solo sabe ir detrás de los demás. Además... parece que no me hecha nada de menos... ¡Mira que bien se porta con todos! – gritó rabioso, para sí mismo, Harry.
¿Y tu qué?
.-¿Y yo qué? – se preguntó Harry – no voy a aguantar mucho más con esta frivolidad ¡Se lo merece¡Es un maldito criajo¡Cómo pudo decir que me amaba y después decirme que no quería estar más conmigo?
Ron te amaba, por eso te lo dijo, y, dejó de ser tu amigo para darte la libertad de hacer lo que tu quisieras ¿No te das cuenta?
.-Yo ya no sé qué pensar... yo ya no sé...
El joven chico de ojos verdes rompió el contacto con si mismo y salió despistado de la habitación, encerrando en ella sus preocupaciones y pensando en la noche que le esperaba en la dulce cama de Draco, aquella que cada noche le recibía con agrado y con cálidas palabras de deseo...
.-¡Auch! – se lamentó Harry ya en las escaleras de descenso a la Sala Común, al chocar con un muchacho que subía a los dormitorios - Lo siento, no te vi... – se disculpó, fijándose en la persona con la que había chocado. – Ah... eres tu – dijo fríamente Harry Pero... ¿Por qué le hablo así!.
.-Sí, soy yo. A ver si te apartas que no eres el único que quiere hacer uso de las escaleras... Con permiso – dijo sarcásticamente el chico de ojos azules y cabello fuego que se encontraba delante de él – ¿Te repito¡Apártate!
.-¿Y qué si no quiero Weasley? – sonrió Harry, recordando lo mucho que le gustaba hacerlo enfadar Dios... ¿Por qué tiene que ser tan hermoso?.
.-¡Apártate maldito Slytherin! Lárgate con tu asqueroso amigo Malfoy y pudrios juntos en su asquerosa cama! – gritó Ron, con la cara roja del esfuerzo por no dejar escapar las lágrimas, estancadas en el azul de su mirada.
Harry se percató de ello y se apartó, dejándole paso a su ex mejor amigo y sin poder evitar sonreír con malicia al darse cuenta de que sus ojos azules aún lloraban por él.
.-Weasley, te dije muchas veces que eras un maldito llorón, por una lagrima más no pasará nada... no hace falta que te reprimas... – le gritó el joven de ojos esmeralda a sus espaldas provocando que Ron se desmoronara y entrara en la habitación dando un gran portazo.
¿Por qué le hago esto?
.-Se lo merece... – trató Harry de justificar su acción.
Se había quedado solo con Cho desde el momento en que su amante había ido a hablar con Dumbledore, director y nuevo profesor de Defensa Contra las Artes Oscuras.
.-Cuéntame acerca de Harry... ¿Cómo os va? – preguntó la chica curiosamente.
.-Bien... creo... – dijo un poco dudosamente Draco.
.-Uyyy ¿A qué viene ese tono? – quiso saber la chica.
.-No... nada... Aún no se ha quitado el estúpido anillo que le regaló Weasley... – explicó Malfoy, celoso.
.-¿Ése de plata¿El de la rosa¿El que siempre traía puesto él? – interrogó Cho.
.-Sí, ése – dijo Draco con desgana.
.-Será un recuerdo de su amistad... Seguro que no se ha percatado de él... Ya estará acostumbrado – quiso calmar la chica los celos de Draco (sin saber que la realidad era bien distinta). – Weasley está muy enfadado con Harry y viceversa tranquilo que no te lo va a quitar.
.-No... si yo no le temo a ese pobretón... pero Harry es muy fácil de convencer y... creo que Weasley aún está detrás de él...
.-�¿Cómo¿De donde has sacado eso? – se interesó la muchacha.
.-¡Por favor Cho! Solo tienes que fijarte en como le mira... ¡No le quita la vista de encima en todo el día! Y si le dijera a Harry que aún le ama... Sería el fin de nuestra relación... – dijo Draco exasperado al ver que su amiga no se daba cuenta de nada.
.-Pues reza para que no se lo diga – suspiró Cho.
.-Vaya, gracias por tus ánimos... – ironizó el Slytherin.
.-¡De nada! – soltó Cho – Oye... me tengo que ir a la biblioteca que tengo mucha faena... ¿Quieres venir?
.-No, qué va, me voy a la Sala Común a leer un poco y después va a venir Harry...
.-OK, pero no pienses más en Weasley ¿Vale? No te va a quitar a Harry, él lo odia...
.-No estoy tan seguro... – la cortó el rubio de ojos grises – Creó que aún siente algo por él.
.-No te imagines un mar donde solo hay un charco Malfoy – dijo la muchacha.
.-Adiós Cho – se despidió el chico, dando por terminada la conversación.
.-¡Adiós simpático! – ironizó Cho a sus espaldas – Creo que tienes razón... – añadió para sí misma.
El rubio Slytherin bajó a las mazmorras, dirigiéndose a la Sala Común de su casa. Se puso delante de la pared que tenía que abrirle paso al susurrar la contraseña y eso hizo.
.-Mortífagos – susurró, asqueado.
Pasó a la Sala. Era una estancia enorme, de paredes de fría piedra gris, sin ningún tapiz que las cubriera, solo un cuadro de un mago de oscuro cabello y barba que lo miraba con una malvada sonrisa en los labios y algunos estandartes verde y plateado con serpientes formando una "S". Los sofás, enormes, de cuero negro, rodeaban una gran estatua de una serpiente de piedra que irradiaba luz por la boca y los ojos rojos, parecidos a los del fundador. Al igual que la sala de Gryffindor, tenía una biblioteca con libros que se referían a Slytherin y a la Magia Negra.
Cruzó la Sala y fue directamente a la puerta de la derecha. La abrió y entró en la sala contigua.
Era una sala de paredes de piedra, casi tan grande como la Sala Común, pero a diferencia de ésta, no había nada, a parte de siete puertas cerradas. Se dirigió a la segunda de la derecha y la abrió, sabía de sobra que esa era la puerta de la habitación de los chicos de sexto.
Se dirigió a su cama, la del fondo del todo de la estancia, la más apartada de los demás y, ya de lejos, abrió el baúl con un ligero movimiento de varita. Se acercó a éste y observó lo que había dentro. Estaba muy ordenado, los libros en un lado, la ropa de verano en otro, las pociones arrinconadas, los objetos "personales" escondidos en el fondo del baúl... Sacó los libros y los puso sobre la cama.
Se los quedó mirando. Todos ellos eran referentes a la Magia Negra. Cogió Guía de la Magia Negra, justo el que estaba leyendo la noche anterior y lo abrió por el punto. Se sentó en la cama y se puso a leer, esperando el momento en que por fin volvería a estar ahí acostado, con su amigo y amante; Harry Potter.
Esa noche, El-niño-que-vivió no tenía muchas ganas de ir a ver a su amante. No porqué no sintiera ya nada por él (lo encontraba excesivamente atractivo) sino porqué algo pasaba dentro de él que le frenaba esas ansias. Antes de subir a la Torre de Gryffindor tenía demasiadas ganas de ir pero parecía que ahora algo se le había metido en la mente, un cabello rojo, unos azules ojos en un hermoso rostro infantil... Claro, su ex mejor amigo estaba pidiendo entrada en sus pensamientos.
.-Me estoy volviendo loco... ¡El maldito pecoso tiene que estar siempre en todas partes?
A lo mejor está durmiendo.
.-¡Me da igual lo que esté haciendo!
Tal vez está soñando contigo.
.-¿Para que querría ése soñar conmigo?
Recuerda que, cuando alguien sueña con una persona pasa a formar parte de sus pensamientos...
.-Tienes razón... digo... ¿Me habré vuelto ya loco¡Qué hago hablando conmigo mismo?
Sin darse cuenta, sus pies lo habían conducido lenta y sigilosamente por toda la escuela desde la Torre de Gryffindor, parecía que el sistema también había evitado que se encontrara con algún profesor haciendo la ronda nocturna y los prefectos, indudablemente, se hallaban en algún otro sitio por el cual no había pasado. Estaba enfrente de la entrada de la Sala Común de Slytherin y se hallaba en frente de la pared.
Bueno Harry... Ahora es el momento para decidir que quieres hacer esta noche...
.-No puedo dejar a Draco. Sabe tan bien...
No lo hagas...
.-Mortífagos – susurró Harry a la pared, que se abrió dejándole paso.
Se quedó observando la Sala, buscando algún indicio de movimiento en ésta y vió que alguien se levantaba del sofá más cercano. Un dulce aroma a coco penetró en sus sentidos.
.-Pensé que ya no venías – dijo Draco, dándole la bienvenida con un abrazo alrededor de su cintura.
.-Hola amor – dijo el de ojos verdes besando los labios que lentamente se habían acercado a los suyos.
.-¿Por qué tardaste tanto hoy? – quiso saber el de ojos plata al acabar el contacto, forzándose para no volver a besar aquellos labios como de fresa que tenía casi rozando los suyos y que pedían a gritos que alguien apagara la sed de cariño que desde el anterior beso no recibían.
.-Tenía algunas cosas que hacer - dijo Harry, quitándole importancia.
.-¿Qué cosas? – se interesó Draco.
.-Cosas – contestó cortante el Gryffindor. No puedo contarle lo de Ron ¿o si?
.-¿Porqué me hablas así? – preguntó dolido el Slytherin.
No se lo digas Harry...
.-¿Te puedo contar algo? – preguntó Harry seriamente. Tenía que explicarle lo de Ron... Seguro que Draco le ayudaría a olvidar los sentimientos que creía tener en esos momentos hacia su ex mejor amigo.
.-Claro – dijo el de ojos plata desconcertado.
.-OK, sentémonos ¿Sí?
Se sentaron en el mismo sitio donde estaba sentado Draco al llegar Harry. El de ojos verdes se sentó en la esquina del sof� apoyándose en el brazo de éste y con una pierna sobre el sofá encima de la cual, reposaba la otra. Draco se sentó al lado de Harry, apoyando la cabeza en su hombro y colocando las manos en su pecho, donde, notó el acelerado latir de su corazón.
.-¿Qué pasa? – preguntó, temiendo la respuesta.
.-Antes, bajando de la Torre de Gryffindor me he encontrado con Weasley, bueno, más bien dicho, me he chocado con él... – explicó Harry con el pulso demasiado rápido para su corazón y empezando a notar un horrible dolor en el lado izquierdo de su cuerpo al soportar tanta presión.
.-¿Y?
.-Pues que me metí con él... Quería pasar y no se lo permití... Y me siento mal... Porqué, estaba a punto de llorar y me reí de él... No entiendo... No creo que lo que le dije le hiciera tanto daño como para llorar... – dijo reflexionando Harry. – Bueno... sí...
.-Tu mismo lo dijiste, es un maldito llorón. Llora por nada, pues eso es... No te preocupes por él mi vida... No lo merece... – dijo Draco muy celoso de que le contara sobre Ron – por cierto... ¿Cuándo piensas quitarte ése anillo que te regaló el pobretón de Weasley? A ver si aún se va a hacer ilusiones contigo... ¡Eres mío! Que siga soñando despierto... – al decir esto, abrazó la cintura de su amante que lo rechazó.
.-No te metas con él, a ti no te ha hecho nada... ni siquiera creo que a mí me haya hecho algo...
.-¡Venga Harry¡No dejes que te coma el coco! – dijo Draco exasperado.
.-¿Cómo va ser tan tonto como para querer estar de nuevo conmigo? – preguntó Harry, más para sí que para Draco, que lo escuchaba dolido.
.-¿A caso no te das cuenta que va de víctima¡Quiere que todo el mundo te vea como el malo! – gritó Draco, fuera de sí.
.-¡Ron no es así! – gritó Harry que de repente se había puesto muy nervioso.
.-No sabes qué es capaz de hacer un chico celoso... Y... me he dado cuenta de cómo te mira... Aún te ama – dijo el Slytherin, sonrojado por la manera en la que le había hablado el de ojos verdes.
.-Se hizo un incómodo silencio... Los amantes quedaron callados. Draco respirando fatigosamente, asustado por cual podría ser la reacción del chico que tenía a su lado, aparentemente, muy interesado en la oscuridad que reinaba en la sala, pues había perdido sus pensamientos en ella.
.-Lo siento, ésta noche no puedo quedarme contigo... necesito pensar... – dijo Harry, desconcertado por las últimas palabras de su amante. ¡Creí que iba a hacer que olvidara a Ron no que hiciera que aún pensara más en él!
Se puso en pie, huyendo del fuerte abrazo con el que Draco lo quería retener en la Sala. Se acercó a su amante y le besó los labios, entreabiertos por la sorpresa.
.-No puedes dejarme así - dijo desconcertado el joven Malfoy. – Llevo todo el día esperando a esto... ¡Siempre se tiene que meter en medio ese demonio de Ratón!
.-Lo siento Draco... Y deja ya en paz a Ron, no es su culpa...
.-Es él quien pide entrada a tu mente Harry, no le abras de nuevo el corazón... – quiso convencerle el de ojos plata.
Harry salió de la Sala dejando a Draco sorprendido y enfadado a su espalda. Pensando en que ya lo iba a ver al día siguiente, cerró la pared tras de sí y se encaminó al punto más alto de a escuela, donde mejor se sentía a parte de en el campo de Quidditch volando con su Saeta de Fuego... La Torre de Astronomía.
Draco Malfoy, indignado por lo que había hecho su amante y estando seguro de que éste aún estaba enamorado de Ron, entró al dormitorio llorando amargamente por no poder retener a su chico y maldiciendo hasta el último mechón de pelo fuego de Ronald Weasley, el ratón que le iba a quitar a Harry, ahora que por fin lo había conseguido.
.-No entiendo como Ratón Pobretón puede seguir enamorado de Harry... – susurraba a la oscuridad de su alrededor, como si ella fuera a responderle – después de lo que le hizo éste verano... Después de estar conmigo, después de estar con todos los chicos que estuvo durante su relación y de los cuales esa ardilla pelirroja tenía conocimiento... ¿Le perdonaría yo a Harry tales acciones? Definitivamente, creo que sí... Le amo... pero hasta tal punto de seguirle amando después de una pelea como la que tuvieron... no podría... me parece que no lo soportaría... claro que tenemos que tener en cuenta que era la primera persona a la que amó... la primera persona con la que estuvo... descontando a Sangre Sucia Granger... ¿Estuvo con ella? Bueno... no lo recuerdo...Y Harry... ¿Me ama tanto como para no dejar que pobretón Weasley vuelva a enamorarlo?... no lo conseguirá... yo estoy aquí para evitarlo... pero... si vuelven a hablarse, tan solo como amigos... voy a poner en práctica todos los maleficios de Magia Negra que conozco para encargarme de que su vida sea corta... más corta de lo normal... ¡No me va a quitar a Harry!
El joven Slytherin hundió su rostro en la almohada, reprimiendo un grito de dolor que de un momento a otro atacó sus sentidos, dejándole indefenso ante las lágrimas que se escapaban de la plata de su mirada.
Era un hermoso día soleado, probablemente en plena primavera, el sauce boxeador se movía amenazante y cazaba a algún que otro pajarillo ingenuo que se paraba a descansar en sus ramas. La superficie del lago reflejaba la luz del sol y recordaba a los brillantes ojos de Ron. Hagrid se encontraba en el huerto de las calabazas, echándoles pesticida para repeler a las babosas.
Tres chicos estaban andando por los terrenos de Hogwarts. Hermione, Ron y Harry, los tres mejores amigos que la escuela había presenciado nunca desde, como la historia había demostrado, Los Merodeadores. Ron se encontraba en medio, a la izquierda se hallaba Harry que le rodeaba la espalda a la altura de los hombros, con el brazo izquierdo y a la derecha tenía a Hermione que le cogía la mano suavemente. Iban hablando sobre Hagrid y el posible abono que debía echarles a las calabazas para que fueran tan grandes, recordando que, en tercer curso, les sirvieron de escondite para salvar a Buckbeack de una muerte segura.
Caminaban al lado del lago donde el gran calamar gigante les saludo con un salpicón mientras Hermione dejaba ir un gracioso comentario acerca del profesor de pociones, quien, como apareciendo de la nada, se les acercó por detrás y se llevó a la chica de entre ellos, alegando que tenía que hacer un complicado trabajo y necesitaba a un alumno que fuera irritablemente inteligente cosa que, de toda la escuela, solo cumplía ese requisito la joven Gryffindor.
Se quedaron solos, el uno con el otro, viendo como Hermione seguía a paso ligero los pasos del profesor que, a plena luz del sol, parecía un vampiro escapado de su ataúd.
Harry suspiró y dejó ir una frase inaudible entre dientes, se tumbó en la hierba, justo al lado de un gran árbol que les ofrecía su sombra. Ron se tumbó perpendicular a él, con la cabeza sobre su pecho, mirándole desde abajo los lindos ojos verdes que tenía.
-Me gustan tus ojos – confesó al joven Potter.
-A mi los tuyos... – dijo Harry, jugueteando con el pelo del que se hallaba sobre él.
-Tienes "verdes ojos cual esmeralda" – comentó Ron poéticamente.
-Y tu azules ojos cual mar... – respondió Harry – eres infinito, grande, eterno, perfecto... como nuestra amistad.
-También tu eres así... – dijo Ron, manchando de escarlata su piel lechosa.
Harry, tal vez por romper la tensión del momento, empezó a hacerle cosquillas al pelirrojo, sabiendo que ése era su punto débil. Ron se puso a reír fuertemente, haciendo que todas las personas que se hallaban a su alrededor se contagiaran de su risa.
-¡Por favor Harry para! – gritaba entre carcajadas y con la respiración entrecortada.
-OK. – dijo el chico de ojos verdes, parando en seco la pequeña tortura de placer que había producido en su amigo. - ¿Por qué no subimos al Castillo? Quizá Snape ya a "liberado" a Hermione – bromeó.
-Pero si es el mejor regalo que se le pueda hacer a la muchacha, cuantos más deberes mejor – dijo Ron y ambos se pusieron a reír por el comentario.
Se dirigieron lentamente al Castillo, sin prisa pero sin pausa. Saludando a una Hufflepuff, parándose a hablar con Seamus acerca de la próxima salida a Hogsmeade, sonriéndole a Cho que estaba con sus demás amigas cerca de la puerta de entrada y... Pasando al lado de Draco Malfoy, al pie de la escalinata para subir al vestíbulo del Castillo.
-Vaya, vaya... Don Ratón Pobretón y San Potter, amigo de los pobres y de los Sangre Sucia – dijo con su característica voz afectada.
-Haz un favor al mundo Malfoy... Muérete – dijo Ron ruborizado de rabia.
-Entonces, si yo muriese, mi familia dejaría de dar dinero al Ministerio de Asuntos Mágicos, porqué... digámoslo de algún modo, no se requerirían sus "servicios" porque ya no sería el heredero Malfoy y, si eso pasara, tu padre no cobraría y harían una... ¿Cómo se llama?... ¡Ah sí!... "reducción de plantilla", tu padre quedaría de patitas en la calle (más en la calle de lo que ya está tu familia) y tu serías aún más rata piojosa de lo que ya eres – soltó tranquilamente Malfoy, dándoselas de inteligente a lo qué, sus dos gorilas, Crabbe y Goyle respondieron con una carcajada que pareció un gruñido.
-¡Déjame en Paz! – gritó Ron. – Vamos Harry – dijo virando hacia su amigo.
Y entonces pasó lo más increíble del mundo, Harry le alargó la mano a Malfoy, quien se la encajo y se fue con él, a su lado, para seguir metiendose con el chico con el que hacia poco habían estado tumbados al lado del lago, alabando la belleza de sus ojos ahora incrédulos por parte de Ron, fríos por parte de Harry.
-Ve a llorar estúpido pecoso, niñato – dijo Harry, provocando en el interior de Ron, un enorme vacío, solo comparable con "La Nada", sobre la que tanto había leído el joven Weasley...
Un joven chico pelirrojo lloraba amargamente en la habitación de los alumnos de sexto grado de Gryffindor, dejando caer amargas lagrimas saladas por sus ojos azules como las cristalinas aguas del mar. Acababa de despertar de una horrible pesadilla, que daba paso a la horrible realidad que era su presente, haciéndolo salir corriendo de la habitación para ir a tomar un poco el aire al sitio donde mejor se sentía de toda la escuela... La Torre de Astronomía.
Continuará...
¡Gracias por leer hasta aquí!
Bueno... solo quisiera comentar que es el primer Fic que publico y... bueno... Dejad Reviews porfavor!
Mery-Chan
20/02/2005 (fecha de escritura)
