Dulce rutina

Ya era muy tarde. El reloj del comedor marcaba las diez de la mañana. Era sábado, cierto, pero aún así era muy extraño no sentir el bullicio de los niños en su habitación jugando. Miki se extrañó y decidió subir a comprobar si aún dormían. Abrió la puerta de su cuarto con mucha delicadeza y asomó la cabeza. La sorpresa y luego la angustia la invadieron. Las persianas estaban abiertas, las camas bacías, los juguetes por el suelo y ni rastro de los dos niños. Se alteró muchísimo y empezó a mirar por debajo de las camas. Nada. Estaba más que asustada. Asomó la cabeza por la ventana mirando el jardín. Tampoco. Ya no se aguantó más y empezó a llamar a los niños en voz alta mientras corría por toda la casa. Ni una contestación. Ya estaba mucho más que alarmada. Unos pasos por la escalera la alertaron. Yuu se había despertado por los gritos y apareció por la puerta con cara de sueño.

- ¿Qué son estos gritos?
- ¡Yuu! Los niños, no están por ningún lado. He mirado todos los rincones, les he llamado y nada... estoy muy preocupada. ¿Se habrán ido solos a algún lugar? Hay... Yuu....
- ¿No estarán con Michael? No está en su habitación.
- No Michael esta... un momento...- Miki se acercó hasta la nevera y la abrió de par en par.- Faltan tres almuerzos... este Michael... me las va a pagar! ¿Cómo se le ocurre llevarse a los niños sin avisar? Y encima hoy... Él debería estar trabajando!
- ¿Trabaja los fines de semana?
- Sí... Uff... pero menos mal, que susto... Si se ha llevado tres fiambreras es que los niños están con él y pasarán el resto del día fuera. En fin... ¿Quieres comer algo Yuu?
- Eh...pues no estaría mal. Tengo mucha hambre.
- Me alegro de que ya seas el mismo de antes.- Miki le sonrió gustosa- Ayer parecías algo... decaído... Quizá fue mi imaginación, perdona.
- Gracias por preocuparte Miki.
- Siempre lo ago.- le sonrió otra vez.- Esta bien. ¿Qué te parecen unas tortitas con nata?
- Con chocolate mejor.- Yuu le correspondió la sonrisa y aunque en el fondo se sentía desfallecer ante ella intentó que no se notará sus ganas de abrazarla.

Mientras Yuu se iba a cambiar Miki se dispuso a preparar el desayuno. Ella ya había comido pero aún así se preparó un zumo de naranja y unas galletas para hablar un rato con Yuu. Tenía tantas cosas que preguntarle que no sabía por dónde empezar. Cuando Yuu bajó de nuevo a la cocina vestía unos téjanos y una camisa blanca que marcaba su fuerte torso. Miki se sonrojó un poco y apartó la mirada al verle.

- Vaya, con esa ropa pareces el mismo que conocí en nuestros años de instituto.
- Es cierto, en Nueva York perdí la costumbre de vestirme con camisa, pero de nuevo aquí me han dado ganas de ponérmela.
- El desayuno ya esta.- La chica se acercó hasta él y dejó un plato de deliciosas tortitas con chocolate y un café.- Espero que el café no esté muy cargado.
- Estará bien, seguro.
- ¿Y bien?
- ¿Y bien qué?- Yuu la miró con un interrogante en la cabeza.
- Pues quiero que me lo cuentes todo! ¿Qué tal por Nueva York? Tu carrera, tus amigos, tu trabajo... todo!
- Tú no cambias ¿verdad?- Una gota y una sonrisa nerviosa se dibujaron en el rostro del chico. - Pues todo bien. No hay demasiado que contar.
- ¿Qué no hay demasiado que contar? Han pasado bastantes años, yo diría que en ese tiempo ocurren muchas cosas.
- Bueno... sí... pero nada emocionante. Me pase todos los años de carrera estudiando y trabajando. Salía con los chicos... hice surff... luego me titulé y empecé a trabajar en una empresa de construcción. Y en fin, en cuanto empezó la lluvia de ofertas y entre ellas vi "Japón", no me lo pensé dos veces y me vine aquí.
- Oh... vaya...
- ¿Y ahora Miki, puedo desayunar?
- Oh claro, perdona. Te he dejado el diario, por si no has perdido la costumbre de leerlo en la mesa.
- Gra...gracias. Tienes una buena memoria.
- ¿Y que te pensabas?- Miki le sacó la lengua y le guiñó un ojo antes de levantarse y empezar a limpiar todos los trastos.

Eran ya las cuatro de la tarde. Yuu estaba distraído con lo que parecía un libro de tapas marrones y que, a parecer de Miki, era un diario personal. Ella estaba acabando la limpieza de la casa. En lo que llevaba de día había recogido la habitación de los niños y echo sus camas, había limpiado el polvo y había barrido toda la planta de arriba y las escaleras. Había ordenado el comedor y limpiado los pasillos y hecho el cuarto de baño. Además había fregado toda la casa sin dejar ni un solo rincón con polvo. Yuu quiso ayudar pero esta se negó rotundamente alegando que debía descansar del viaje. Ella entraba y salía por la puerta. Ahora con una escoba, luego con una pala, y después con un plumero para el polvo o la fregona. El chico sonrió al ver como ella hacía las rutinas del hogar.

Yuu bajó la vista nuevamente al diario. Su abuela había narrado con mucho cariño y delicadeza todos los momentos dulces y difíciles de su vida. Entre ellos Yuu había encontrado su nacimiento y le había sido rebelada una gran verdad. No podía parar de leer las líneas que demostraban que él y Miki podían estar juntos. Sin embargo un duro golpe había enturbiado su felicidad el día anterior. Ella amaba nada más y nada menos que a su mejor amigo, Satoshi. Por mucho que quisiera le era imposible levantar cabeza.

- Bien, pues ya esta todo. Creo que la casa se ha hecho más grande desde la última vez que la limpié.
- ¿No será que te haces vieja?
- No se echaban de menos tus comentarios desagradables Yuu, calladito estas más guapo.
- Acerté- Yuu se levantó con una sonrisa y se acercó a ella hasta poner su mano encima de la cabeza de Miki.- ¿Ves? Si hasta parece que te has encogido un poco.- Miki cogió el plumero de polvo que llevaba en su mano y lo acercó a la nariz de Yuu polvoreándola. El chico estornudó ruidosamente.
- Huís.. pero si parece que estas resfriado... No te acerques mucho que puedes contagiarme.- Miki sonrió triunfante mientras el chico manoseaba suavemente su nariz y murmuraba algo en modo de protesta por lo bajo.- Oh, ¿también te duele la garganta que tienes que hablar tan bajo? Entonces les diré a los niños que tampoco se te acerquen mucho.- La chica le sacó la lengua juguetonamente mientras se alejaba tatareando una canción.
- ¿Miki has pensado en cambiar tu perfume? Es tan fuerte que provoca alergia.
- ¡Yuu!
- Jajajaja, gané yo.
- No lo creas, utilizo colonia, no perfume.- Ahora la chica sonrió una vez más mientras él se cruzaba de brazos.
- Creo que has cambiado más de lo que pensaba Miki. Te has vuelto una maruja vieja y contestona.- Yuu le lanzó una mirada pícara y sonrió esperando la reacción de ella. Esta sonrió mientras guardaba el plumero para luego contestar en un tono juguetón.
- Y tú un niño insolente y mal perdedor que escribe en un diario como si fuera una niña de secundaria.- En contra de sus planes Yuu no respondió con otra de sus acostumbradas groserías. En vez de eso se quedó callado mirando el diario y con la tristeza reflejada en sus ojos. Miki se sintió mal y entendió que había dicho algo que no debía.- Lo siento... no quería...
- Este diario era de mi abuela. Al llegar ayer lo vi encima de mi cama. Supongo que mi padre me lo dejó allí para cuando volviese. Hay mucha historia y sentimientos en él. Además de muchas cosas importantes que desconocía.
- Yuu... yo... lo siento. En verdad que no pensé que...
- No ocurre nada Miki. Por que prefiero ser un niño insolente y mal perdedor que una maruja vieja y contestona.- El chico se apoyó con sus dos codos en la mesa de la cocina mientras Miki le miraba con una sonrisa sincera en sus labios.- ¿Por qué sonríes?
- Por nada, sólo que me alegro de que estés aquí de nuevo. - La chica cerró el armario de la cocina en el que guardó el utensilio y luego miró a Yuu que tenía una cariñosa sonrisa dibujada en su rostro por la dulce contestación de ella. - Hay que ir a comprar. Shin y Atsuko son dos pozos sin fondo y Michael se come todos los pasteles y chocolates de los armarios. Además que no tengo nada para la cena. Así que voy a hacer la compra. ¿Tú vas a alguna parte o té quedas en casa?
- No voy a ninguna parte.
- Bien, ¿pues entonces me harías el favor de no desordenar nada? No hagas ninguna niñería, no abras la puerta a extraños y sobretodo nada de tocar la cocina ni salir de casa. - Yuu sonrió ante la fingida regañina de Miki que le señalaba con un dedo acusador y una mirada pícara.
- Tengo una idea mejor. Cómo ya estas muy mayor y seguramente te duele la espalda mejor te acompaño y te ayudo con las bolsas. No quiero tener que llevarte al hospital por un fuerte dolor de lumbago.
- Cómo gustes. Pero en cuanto lleguemos al supermercado no toques nada! - Ambos se miraron y sonrieron contentos mientras cogían sus chaquetas y salían por la puerta principal.

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Había sido un día de lo más horrible. Para empezar le había resultado del todo imposible conciliar el sueño esa noche. Se levantó temprano y aprovechando el madrugón salió a correr encontrándose con Michael y los niños que salían de picnic. Eso sólo significaba una cosa. Yuu y Miki estaban solos en casa. Ella le había dicho ayer que debía hacer la limpieza y seguramente Yuu no saldría a ningún lado con el frío que hacía. Eso ya le puso de mal humor. ¿Debía ir a casa de Miki?. No, claro que no. Él confiaba en ella, y además, no quería controlarla ni agobiarla. La vería al día siguiente en la universidad, o tal vez la llamaría en la noche. Sí... eso haría. Después de correr por más o menos una hora llegó a su casa encontrándose con su padre y su nueva amante. Una nueva pelea entre ambos dio comienzo. Ya eran habituales las peleas entre él y su desvergonzado padre que no hacía otra cosa que ligar con mujeres mucho más jóvenes que él. Le avergonzaba su comportamiento. Además el tema del contrato de Yuu salió a relucir.

- Creí que te alegraría y que por fin aceptarías unirte tú también como socio de mi empresa. Eres mi hijo y además no se te da nada mal la arquitectura.
- ¿Has contratado a Yuu sin consultarme nada previamente para comprarme? Ya te dije que no quería trabajar en el negocio familiar. Soy profesor y me gusta serlo.
- Pero el sueldo de profesor jamás será ni de lejos tan buen como el de director de una empresa. ¿Por qué no quieres entenderlo?
- ¡Ya basta padre! Si Yuu quiere ser tu mano derecha por mí esta bien, pero no esperes que yo haga lo mismo y la próxima vez sería bonito por tu parte que me avisarás con antelación de que mi "mejor amigo" se ha convertido en tu socio. Y también recuerda que no debes traer mujeres distintas cada fin de semana a esta casa. Me avergüenzas.
- Satoshi esta es mi casa y traigo a quién quiero. Cuando tengas un hogar haz lo que té de la gana pero mientras vivas bajo mi techo más te vale respetarme muchacho.
- No será por mucho tiempo, de eso puedes estar seguro.
- ¿Te vas a ir a vivir a un pisito en la ciudad? Con tu miserable sueldo no puedes permitirte una casa, ni un piso en condiciones.
- Mejor una choza que seguir bajo tu mismo techo.

Satoshi había abandonado la sala con un portazo sin hacer caso a los gritos desesperados que le lanzaba su padre. Eso era ya el colmo. Debía salir de allí. Así que decidió que iría a ver a Miki, en ese momento la necesitaba más que nada. Necesitaba sentir su apoyo y notar que ella siempre estaría a su lado. Llamó a la puerta algo nervioso. Nadie contestó.

- ¿Qué raro? ¿Dónde estará? ¿Se habrá ido con Yuu a algún lado?- Un escalofrío recorrió su cuerpo al imaginar a Yuu con Miki.

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- Bien, con esto lo tenemos todo. Fruta, bebidas, patatas, lechuga, zanahoria, puerros, pasta fresca, arroz y tallarines, leche, tomates, chocolatinas para Michael, los cereales de los niños... me da la sensación de que nos olvidamos algo...
- Pues no tengo ni idea de que puede ser, y el carro esta lleno. Miki mejor nos vamos a casa.
- Sigues siendo un debilucho.
- No me provoques que aún puedo levantarte con una sola mano. - Yuu sonrió ante su ocurrencia y acercándose a la chica la tomó con una sola mano como lo hizo aquella vez en medio de la calle, un día cómo ese, en el que ambos estaban de compras. Miki dejó caer la lista de la compra por la sorpresa y miró el rostro de Yuu que estaba muy cerca. Ambos se miraron por unos momentos y el chico deseó con todas sus fuerzas besarla. Ella se sonrojó y empezó a moverse para que la soltara.
- Ya suéltame Yuu, debes dejar de hacer niñerías o jamás te podré sacar de casa niño malo.
- Miki ¿has engordado? Dios, cómo pesas...
- En realidad no. Peso exactamente lo mismo que hace unos años y si me has notado pesada es por qué eres un debilucho.- Miki le sacó la lengua y miró para otro lado en gesto de ofensa.- Oh, ya lo recuerdo. El postre.
- Eres un caso Miki...- Ella salió corriendo en busca de un buen pastel para todos y Yuu se la quedó observando desde lejos con una sonrisa melancólica. - Dios... cuanto te amo...

Ya habían acabado las compras y ahora se dirigían para la casa. Pasaron por las concurridas calles de Tokio y Miki miraba los escaparates sin cesar. Yuu se dio cuenta de que no había cambiado en absoluto. Hasta que pasaron por una maquina llena de peluches. Ambos se fijaron en que había unos cuantos capas en ella. Miki se acercó con una extraña sonrisa mientras Yuu se quedaba con la mirada fija en los muñecos. Había uno nuevo. Un bebé capa precioso con un chupete en la boca.

- Parece mentira que hayan tenido tanto éxito.
- Sí, es cierto.
- Yo aún conservo los cuatro capas que me regalaste. Son mi pequeño tesoro. Me traen tantos recuerdos...
- Ya...- Miki miraba con melancolía los peluches. Esta se dio cuenta de que estaba absorta y salió corriendo hasta dónde estaba Yuu.
- Quiero ir a la floristería antes de volver a casa. Voy a comprar un ramo de rosas para el salón.

Ambos se dirigieron entonces hasta una preciosa floristería muy cercana. Yuu se paró en la entrada.

- Yo voy un momento a la librería, quiero comprar un libro.
- Bien, nos vemos aquí luego.

Miki estuvo hablando un rato con la dependienta. Una preciosa chica de hermosos ojos verdes y pelo castaño. De sus finas orejas colgaban unos hermosos pendientes en forma de rosa. Su nombre era Makoto. Hacía mucho tiempo que Miki la conocía y se alegró mucho cuando la chica abrió la tienda. Siempre había sido el sueño de Makoto abrir una floristería o un restaurante.

- Toma Miki, un precioso ramo de rosas blancas y amarillas.- La dependienta le sonrió dulcemente.
- Gracias amiga. En verdad que quedan perfectas en el salón.
- Se te ve muy feliz. ¿Ha ocurrido algo?
- Sí. Yuu ha vuelto a casa.- Miki dejó escapar una sonrisa de sus labios.
- ¿Yuu? Dios... de seguro que es muy guapo. Me gustaría conocerle.
- Lo vas a hacer. Ahora vendrá a la tienda. Ha ido a comprar un libro.
- Vaya, me alegro.

La puerta de la tienda se abrió bruscamente haciendo sonar la campanita de la puerta. Un tifón rubio se adentró en el lugar veloz como el viento.

- Hola querida Makoto! ¡Tu querida Serena ha llegado!- Tras ella entró otra chica rubia muy alegre y bonita, una chica morena de larga cabellera y ojos muy profundos con semblante un poco serio y una preciosa chica de pelo y ojos azulados con anteojos.
- Buenas tardes chicas. Ya creí que no vendrían.
- Es sábado, hay que aprovechar - Las dos chicas rubias gritaron al unísono.
- Si, pero no nos quedaremos mucho rato, tenemos mucho que estudiar.
- Amy!- Las cuatro chicas reprendieron a la joven mientras Miki sonreía ante la escena.
- Oh Miki, gusto en verte amiga. ¿Qué tal estas?
- Muy bien gracias Rey, ya veo que ustedes también.

La puerta del establecimiento se abrió. Un atractivo joven de pelo rubio y ojos pardos entró a la tienda con un libro empaquetado en su mano derecha y una bolsa en la izquierda. Este entró observando las plantas para luego mirar a Miki. Mina se acercó a Serena y le susurró al oído algo así cómo "esta buenísimo".

- Hola Yuu. Te presento a unas amigas. Estas son Rey, Mina, Amy y Serena. Y la dependienta es Makoto.
- Mucho gusto chicas. - Yuu les sonrió y todas se sonrojaron. Los ojos de Mina brillaban con intensidad. Miki se acercó a Yuu y se giró mirando a las chicas con su hermoso ramo entre las manos.
- Bien chicas, nos vamos. Espero verlas pronto.
- Claro, nos vemos en el Crown.
- Echo.
- Gusto en conocerte Yuu- Mina dejó escapar estas palabras intentando sonar seductora.
- El gusto ha sido mío. - Yuu sonrió de nuevo y salió por la puerta seguido de Miki que cargaba con el carro de la compra.
- Adiós chicas.
- Adiós!

Las cinco chicas se quedaron mirando fijamente la puerta para luego mirarse las unas a las otras con cara de sorpresa.

- Realmente es un chico muy atractivo.
- Sí Rey, pero mi Darien es más guapo. - Una gota resbaló por todas y cada una de las cabezas presentes.
- Espero que su regreso no perjudique la relación entre Miki y Satoshi. Ella sufrió mucho por culpa de ese muchacho.
- No me extraña Amy, perder un hombre así...
- Mina!- Todas miraron a Mina con mala cara.
- Saben chicas, no creo que ocurra nada. Miki esta muy enamorada de Satoshi y aunque se la veía muy feliz de su regreso no vi amor en sus ojos, sino cariño.
- Espero que tengas razón Makoto.
- Sí. ¿Saben? La verdad es que ese Yuu se parece un poco al hombre que me partió el corazón... - Desmayo colectivo.

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La noche empezaba a caer en la ciudad de Tokio. Miki y Yuu andaban por la calle cargando todas las bolsas cuando llegaron a un parque que les traía muchos recuerdos. Yuu sonrió y se paró frente al banco. Ella también miraba el banco con melancolía.

- ¿Te acuerdas de las veces que vinimos aquí?
- Cómo olvidarlas... ¿Quieres que nos sentemos un rato Miki?
- Pues... cla... claro... ¿Por qué no?- Ambos se sentaron. Miki miró el cielo nocturno y observó feliz las estrellas.
- Aquí nos ha pasado de todo.
- Es cierto.
- Toma, te he comprado esto. - Yuu le alargó la bolsa que llevaba en su mano. La chica la recibió algo confusa y sacó una pequeña caja de dentro.
- ¿Puedo abrirlo?
- Claro. - La chica empezó a desenvolver el inesperado regalo y se sorprendió notablemente al ver su contenido.
- El muñeco capa de la máquina...
- Yo te regalé todos los capas que tienes. Sería muy descortés por mi parte no regalarte el que te falta.
- Gracias, es precioso. Pero no debiste hacerlo.
- Considéralo un regalo para honrar el pasado.
- Gracias.
Empezaba a hacer frío así que ambos ya no se detuvieron más y se fueron a casa. Iban conversando animadamente. Yuu llevaba ahora el carrito y había dejado el libro en él. Miki llevaba en sus brazos el hermoso ramo de rosas y el peluche. Yuu le abrió la puerta de entrada cómo todo un caballero y ella entró sonriente. Ambos se percataron entonces de que había alguien en la puerta de entrada. Satoshi les miraba sentado en las escaleras con un deje de tristeza. Sus azules ojos se perdieron en el ramo y el peluche que ella llevaba entre sus brazos.

- ¡Satoshi! ¿Cuánto hace que estas aquí?- Miki corrió hacía su lado y con una de sus manos toco el rostro pálido de él.- Estas helado. Corre entra, te haré algo caliente.

La chica cogió a su novio del brazo y se adentró en la casa. Yuu se quedó atrás observando a la pareja y no pudo evitar sentirse feliz al ver los celos que había despertado en "su mejor amigo". Luego de unos segundos también entró. Miki estaba quitándole la chaqueta a Satoshi que no la perdía de vista.

- ¿Qué hacías ahí afuera? Con el frío que hace...
- Llegué y no había nadie. Pensé que no tardarías.
- Ya... lo siento... me distraje comprando con Yuu y luego nos fuimos a dar una vuelta y a comprar estas flores para el comedor.
- Ummm...
- Mi amor.... eres un caso.- Yuu entró en ese mismo instante con el carro de la compra.- ¿Puedes dejarlo en la cocina? Ahora lo recogeré todo.
- No hace falta Miki, ya lo aré yo. Tú prepara un poco de te, Satoshi parece estar calado hasta los huesos.
- No te preocupes Yuu, estoy perfectamente. - Una gran tensión se vivía en el lugar. Miki miró la escena algo confusa.
- Esta bien. Voy a dejar mis cosas en mi habitación, me cambio y enseguida bajo.

Miki subió las escaleras hasta llegar a su habitación. Entro velozmente y dejó los paquetes a un lado mientras abría el armario para sacar algo más cómodo. Miró entonces la cama. Junto al precioso ramo de rosas estaba el capa. Ella se acercó y lo tomó en sus manos con delicadeza. Sonrió melancólica.

- Eres un niño Yuu... el mismo niño que me dejó y se fue a América persiguiendo un sueño ¿verdad?...

Se acercó hasta la mesita y dejó el capa encima de ella con delicadeza para luego empezar a cambiarse.

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- Le has regalado otro capa ¿eh?
- Sí.
- ¿Pretendes conquistarla de nuevo?
- Sí.
- ¿Aún sabiendo que sale conmigo?
- Sí. -Satoshi se acercó hasta Yuu y le cogió por el cuello de la camisa.
- Pues no te será nada fácil. Yo la amo y no voy a permitir que nadie me la robe, ni siquiera tú.
- El sentimiento es mutuo. Así que te digo una cosa: "Que gane el mejor"
- ¡Miki no es un trofeo!
- Lo sé. - Miwa soltó a Yuu y se le quedó mirando desafiante.

La puerta del comedor se abrió y una Miki vestida con unos téjanos y un jersey de lana apareció con el ramo en sus manos. Se acercó hasta la mesa y lo dejó en el jarrón del centro.

- Preciosas... ¿no creen? Makoto es una artista. Bien, ¿ya esta todo guardado? Entonces aré la cena. ¿Me ayudas cariño?
- Sí, claro Miki.
- Yuu, tú pon la mesa por favor.
- Claro...
Miki y Satoshi eran unos perfectos chef y mientras sonreían y jugaban hicieron un delicioso manjar para total desagrado de Yuu que evitaba observarlos. Se sentía tan desplazado que le resultaba casi imposible ocultarlo. Fue entonces cuando se abrió la puerta y dos torbellinos de siete años empezaron a corretear por el comedor. Corrieron hasta la cocina y abrazaron a su hermana y al tío Satoshi.

- Hola traviesos. ¿Qué tal el día?
- Muy bien hermana! Tío Michael nos ha llevado al parque de atracciones.
- ¿Sí?
- ¡Hola a todos! ¿Que hay para cenar?
- ¡Para ti tortas!- Miki se acercó hasta él y tomando su oreja a modo de castigo empezó a reñirle.- ¿Cómo se te ocurre llevarte a los niños sin dejar una nota? ¿Quién te has creído que eres? ¡Me has dejado muy preocupada! Eres un irresponsable.
- Ay, ay, ay... deja de hacer eso... Si he dejado una nota... ay ay...
- ¿A sí? ¿Y se puede saber dónde?
- Bajo el teléfono... ay ay...
- Ah claro... bajo el teléfono.... cómo no se me ha ocurrido mirar ahí... ¡Por qué las notas no se dejan ahí! Claro... no se me va a ocurrir a mi nada más que levantar el teléfono a ver si allí hay algo... ¡Ya de paso levanto los sofás a ver si allí también hay.
- Ayay... vale, vale... lo siento. - Miki soltó la oreja de Michael mientras todos reían. Sobretodo los niños que estaban muy entretenidos por el comportamiento de ambos. Yuu también sonreía y Satoshi lloraba de la risa. Pero ambos pararon al notar que se habían olvidado de la situación en la que se encontraban.- Miki, mi Miki, perdona. Es que en mi casa siempre las dejábamos allí. Lo siento.
- Anda, ves a cambiarte y baña a los niños.
- ¿Qué? ¿Yo?
- Considéralo un castigo. La cena estará en media hora. Así que date prisa.
- Esta bien...- Michael dejó escapar sus palabras en un reproche y cogiendo a los niños en brazos y haciéndoles cosquillas se los llevó arriba.

El resto de la velada fue más tranquila. Incluso Satoshi y Yuu intentaron hablar como los amigos que habían sido para la total alegría de Miki. Michael haciendo sus bromas y los niños riéndose para variar. Llegó la hora de marcharse. Satoshi se despidió de los niños y fue acompañado hasta la salida por Miki.

- Abrígate bien, hace mucho frío.
- Lo aré.- Satoshi se acercó a ella y la estrechó en sus brazos. - No sabes cuanto te amo Miki...
- Y... y yo...- Estaba realmente confusa. ¿Qué estaba ocurriendo? Satoshi había sido siempre muy cariñoso, pero últimamente lo parecía mucho más.- ¿Estas bien amor?
- Sí, sólo que necesitaba abrazarte. - Satoshi miró a Miki seriamente y se alejó un poco de ella pero aún sujetándola con sus brazos.- Me he vuelto a pelear con mi padre. Ya no soporto más vivir en esa casa de locos.
- ¿Otra vez? Últimamente os peleáis mucho.
- Sí. Miki, ya estoy arto, quiero irme de esa casa, salir de allí. Comprarme un piso y vivir por mi cuenta.
- Pero Satoshi, tan sólo hace un año que trabajas, no tienes los ahorros suficientes para hacer eso y además tu sueldo no te daría para un piso decente.
- Lo sé. ¿Pero y dos sueldos?
- ¿Dos sueldos?
- Miki, amor. - Satoshi cogió aire y miró a la chica. - Vente a vivir conmigo.
- ¿Qué?... pero... pero... Satoshi, yo no puedo irme... los niños, la casa... no quiero dejar a los niños con unos irresponsables como mis padres.
- No digo que sea ahora cariño. En cuanto acaben las vacaciones tus hermanos volverán al colegio. Entonces ya estará todo listo. No tendrás que cuidar de ellos por las mañanas, y ya sabes que por las tardes tienen tareas en el colegio. Michael los podrá llevar a casa y cuidar de ellos hasta que lleguen tus padres.
- Pero... eso supondría mucho trabajo para ellos, son dos terremotos y...
- Miki, por favor. No eres su niñera. Tienes 25 años, tus hermanos ya tienen 7. Por el amor de dios, ya es el momento de que vivas tu vida!- Satoshi se acercó dulcemente hasta posar su frente en la de la desconcertada chica. Esta suspiró y cerró sus ojos al igual que él. - Mi amor... por favor, vente conmigo... ¿qué dices?
- Yo... yo...

Continuará...

Notas de la autora: Hola!! ¿Qué les parece? ¿Les gusta? Espero que así sea y que dejen muchos reviews. Siento dejarles con el caramelo en la boca, pero así estoy segura de que se leerán el próximo capítulo. Jejeje. ¿Han visto? Han aparecido personajes de Sailor Moon! Pero no os preocupéis, esto no es un crosower, o como se diga, jejeje, así que tranquilas. Sólo lo he hecho porque me hacía gracia. Un beso y hasta la próxima!!