Meridiana: Espero que este capítulo les aclare algunas dudas

Meridiana: Espero que este capítulo les aclare algunas dudas...y antes que nada, disculpas por lo descuajaringado ( ¡Chavo del 8!) que salió el otro capítulo...la edición me asesinó, realmente, y quedó confuso. A ver como queda este!¡Vamos con la historia!!

La canción del Perro Blanco

Capítulo 3

El camino recorrido...(2)

Donde Sesshoumaru se autoatormenta con sus pensamientos, y razón que tiene...pero al menos, aprendemos algo sobre su clan. Y que le gusta "hablar sucio".Ejem.

Sesshoumaru se quedó parado bajo el picante sol, levantando su rostro hacia él.

Que desagradable le resultaba su pasado. Tantas acciones equivocadas, tantas oportunidades perdidas.

Ya fuera en el ahora mítico Sengoku Jidai, o peor aún, en años recientes, con las dos únicas personas que lo eran todo para él. Y realmente, su comportamiento con esas dos personas era lo que continuaba persiguiéndolo, abrumándolo.

Esa historia, que se remitía a lo acontecido antes de su relación con Kagome. Durante la época en que se "conocieron", en esta época, habían hablado demasiado del pasado...demasiado. Era una sombra demasiado grande, demasiado pesada, que solo les traía sufrimientos...y sin embargo, era lo único que tuvieron para conectar en esas desesperadas épocas. Aunque fuese para atacarse mutuamente.

Malditas épocas. Ahora, ambos tenían motivos para no querer recordar nada. De su pasado distante, por obvias razones, ya que para qué lamentar aquello que no se puede cambiar. No podía regresar. Estaba atascado por toda la eternidad que tuviese en ese tiempo futuro.

Y otra vez, todo volvía a su pasado reciente...

Kagome, y luego, Harumi.

-Qué desgraciado que fui...- dijo al sol.- Pero al menos, tengo todo el tiempo del mundo para atormentarme, y tratar de borrar todo eso...

Algo de historia antigua

Después de la destrucción del Shikon no Tama, no hubo paz.

Ningún problema se arregló mágicamente. Nadie resucitó de entre los muertos, y el único ser que tuvo vida de nuevo, fue convertido en un paria.

Estallaron las guerras de los dioses youkai, y comenzaron a aparecer clanes que se pensaban perdidos, o casi extintos, buscando tierras para conquistar. Buscando tierras para arrebatar. Los clanes que vagaban quisieron establecerse, y viejas vendettas salieron a la luz, cobrándose vidas.

Clanes de todo tipo de razas youkais, y lo peor de todo, también clanes de Perros quebrando definitivamente los antiguos acuerdos de hermandad que se habían debilitado peligrosamente gracias al error que el padre de Sesshoumaru, el Taiyoukai, había cometido hacía más de cincuenta años...

No había control posible, no se podía llamar a ninguna Reunión, porque los youkais parecían haber vuelto a su estado salvaje. La última Reunión había sido un desastre, y los ancianos mediadores del Clan de los Perros Negros, un elusivo y escaso clan, pero también el más respetado y antiguo, dijeron que ellos no podían hacer más nada. Se retiraron a su secreta fortaleza, y rompieron todo lazo con los demás Perros, anunciando que su clan jamás avalaría un inútil derramamiento de sangre.

El caos fue indescriptible, las guerras se peleaban día y noche en el mundo youkai y en el humano.

Sesshoumaru, entonces, había dejado de vigilar los límites de las Tierras del Oeste, vigilancia que había efectuado para tratar de evitar ese momento. Tuvo que dejar su función, ya que tuvo que ponerse al frente de los batallones del Clan Blanco y sus aliados.

Después de todo, era el Señor de las Tierras del Oeste, donde vivían los clanes blancos, rojos y marrones.

Y cómo luchó Sesshoumaru...

Cómo solamente luchas por lo único que amas. En el caso de Sesshoumaru, esa franja de tierra que se extendía al oeste.

La última batalla en la que participó, duró tres días, en la cual peleó sin descanso. Se transformó a su forma original e hizo que los atacantes lo persiguieran, alejándolos de sus agotadas tropas.

Cuando ya se encontraba lejos, volvió a su forma humanoide. Estaba más allá del cansancio, pero los enemigos le estaban pisando los talones...¿sería ese el fin?, se preguntó. No supo que responderse. Había vivido según lo que le habían enseñado, y si tenía que irse, con esta última hazaña, lo haría habiendo limpiado la mancha que su padre había lanzado contra su clan.

"-Protege a los tuyos, sé poderoso, honra a tu herencia. Así es la manera de nuestro clan."

-Creo que lo hice...- murmuró Sesshoumaru, apoyándose en un árbol. Levantando la vista, vió que era un árbol enorme, poderoso, con fuertes raíces uniéndolo a la tierra.

Inclinó cortésmente la cabeza hacia él, honrándolo. Había árboles especialmente sagrados, y él podía sentir que éste lo era.

Los pasos y gritos se acercaban.

Sesshoumaru se preparó para lo viniera.

Cuando él había...cuando se había "atascado" en este futuro, el portal que lo trajo en pésimas condiciones y con heridas que no podían parar de sangrar, lo dejó en un templo en donde al parecer tenía vórtice, y allí, con la boca abierta, lo miraba una mujer con un aire familiar.

La reconoció, pero su aroma y su mirada, ya no eran los mismos que había conocido. Amargura, dolor, decepción, infinita pena...algo la había cambiado. Ahora tenía la ferocidad de una gata abandonada y famélica.

Y así, sin siquiera pronunciar una palabra, se lanzaron un mutuo ataque, el primero de tantos, en los que sistemáticamente irían destruyendo la mampostería del templo y sus inmediaciones.

Luego, durante meses, ambos danzaron una danza de dolor, furia, sangre y odio.

Y en su ignorancia, no se daban cuenta que con cada paso, cada vuelta, una a una sus heridas iban cicatrizando, hasta que la canción terminó, y solamente quedaron ellos dos, uno en brazos de otro, mirándose ya sin dolor, pero con esperanza...

Pero esa es otra historia.

-Quise matar a Kagome...- murmuró con culpabilidad Sesshoumaru, ya cerca de la casa, pensando en lo idiota que había sido, y en lo vacía que sería su vida si hubiese conseguido liquidarla.

Miró la canasta de ciruelas de Harumi.

Realmente, merecía comerse la más caliente y podrida de todas...

No. Merecía comerse al roñoso peluche de su hija.

Lástima que ese era el favorito de Harumi...

"-Yo amo a quien amo, -respondió firmemente el príncipe Lír-

No tienes ningún poder sobre lo que es fundamental.-"

Peter Beagle,

El último unicornio

Había perdido un pasado, era cierto. Pero lo había hecho voluntariamente, había tenido la oportunidad de cambiar todo, y no quiso. Pudo irse, pero cuando volvió al Sengoku y hubo pasado la euforia de haber logrado regresar, que por cierto, duró un minuto, casi enloqueció de desesperación al pensar que jamás vería a Kagome de nuevo.

Se había acostumbrado a pensar en ella como si fuese su pareja.

Y que para mayor alarma, no le importaba su humanidad, solo que fuese tal como era, sin quitar ni poner.

Así que Sesshoumaru, con horror, mientras empezaba a lanzar todo tipo de conjuros para tratar de regresar, se había dado cuenta de que se sentía atraído haica Kagome, tal cual era. Sin que se diese cuenta, ella había tenido todas las características que él valoraba y pensaba que debía tener su compañera, el día en que tomase una.

Y había un plus de gentileza, y risas, había pensado, ya gruñendo y con sus ojos tomando un peligroso color rojo, probando otro conjuro, aún más fuerte. Tenía una fragancia maravillosa, dentro de cuyo radio le gustaba estar. Era un aura de suave perfume cálido, nada agresivo, dulce pero no empalagoso, que te hacía sentir como si estuvieses sentado bajo el sol de un maravilloso día de primavera. Que te hacía sentir como si te conociera de toda la vida, y te aceptara tal como eras...indescriptible.

El conjuro no funcionaba.

-Calma- se dijo a sí mismo, mientras más que correr, volaba hasta donde tendría que estar ese bendito pozo, recordando cuando ella le había contado sobre como había hecho para llegar al Sengoku.

El aroma, esa había sido una de las causas por las cuales el jefe de los lobos marrones, Kouga, su medio hermano, y otros youkais, se sintieran atraídos hacia ella. Era una de los humanos que atraía a los youkais. Youkais ,por cierto, a los que mataría, por haberse atrevido a desear a su pareja...SU PAREJA. No. Tenía que regresar con ella, y tenía que hacerlo ya. Tomó la forma de perro, y aceleró aún más su carrera.

Y la risa...lo hacía reír. Bueno, lo que él consideraba risa. Verla, era una perpetua fuente de diversión, ver todas las caras que ponía, ver como se fue transformando de la sombra que había sido, en esa hermosa, hermosa mujer...

Y saber que todo había sido por él. Él se había asombrado cuando empezó a sentir un cambio en su fragancia y en sus ojos...era evidente que ella también, porque empezó a rehuirlo, y entonces su perfume olía como el mar...fría agua salada. Él había hecho que floreciera.

Mientras pensaba todas en todas esas cosas, había llegado a la aldea en donde su medio hermano y la abominación con la cual se había desposado, al parecer seguían viviendo.

Inuyasha le había salido al paso, tratando de detenerlo, pero en su forma de perro, había sido imposible.

-¡Detente, maldito!- había gritado su medio hermano, lanzándose sobre él, pero se detuvo en seco, de pronto.

Lo había olfateado.

La seria expresión de su rostro cambió a dolor, anhelo, y a alarma.

-Kagome. Hueles a ella...¡¿está aquí?! RESPÓNDEME!!- Inuyasha ya estaba fuera de sí.

-Inuyasha...-una suave voz llamó. Kikyo. La abominación que había logrado retornar a su antiguo cuerpo humano. Ella había oído que nombraba a Kagome, y había visto la reacción, el cambio del rostro del hanyou ante la esperanza de que ella estuviese cerca...

Inuyasha la miró y lo miró a Sesshoumaru, envuelto en una batalla interior.

Igualmente, Sesshoumaru tenía otras cosas en mente. Volvió a su forma humanoide y gritó:

-¡¡No tengo tiempo, hanyou!!- lo empujó, y corrió hacia el pozo, y hacia ese mismo árbol en el cual se había resguardado en la última batalla, y bajo el cual, sin que él lo supiera, en el futuro Kagome estaba llorando a los gritos, con sus dedos ensangrentados por arañar la corteza del árbol, tratando de hacer algo, algo, para regresar al Sengoku, y estar con él...

-¡¡SESSHOUMARU!!- aulló Kagome, en el futuro, más allá de todo dolor.

-¡¡KAGOME!!- gritó Sesshoumaru, en el pasado, su grito transformándose en un aullido de agonía, al que respondieron perros y lobos.

Y entonces, salió la luna.

"All I've wanted

All I've ever needed,

It's here, in my arms.

Words are very unnecessary

They can only do harm"

Enjoy the silence

Depeche Mode

Ella lo hacía feliz. Así de simple.

Ya en la casa, Sesshoumaru entró a la cocina, y puso las ciruelas para lavar.

Él...no estaba tan seguro de hacerla feliz del todo.¿Cómo podía? Eran muy diferentes, con pensamientos distintos, y distintas historias...ni hablar de distintas épocas. Él sabía que ella lo hubiese preferido más demostrativo en su afecto, pero él...era así. No era que no la amase...es que le costaba romper su coraza de hielo hecha por los años y sus genes.

Pero por ella, de vez en cuando, lo hacía, como esa noche en que salieron a cenar, y él trató de darle el gusto, tomándola de la mano...¡y en público!

Sesshoumaru se horrorizaba, recordando eso.

Pero ella, ante la evidente tortura de él, con una sonrisa había liberado su mano, y le había dicho que estaba bien. Que parara de intentarlo.

Sesshoumaru la había invitado a salir, porque en los periódicos había leído que ese día era especial para los humanos. Se llamaba algo así como "San Valentín". Las mujeres regalaban chocolate y los hombres los comían. Eso estaba bien. Y también, los hombres las sacaban a pasear, llenándolas de abrazos. Eso...eso era otra cosa.

Pero el matrimonio era sacrificio.

Cena...

–Ya te saldrá de a poco, vida- había dicho Kagome, sonriendo, mientras delicadamente retiraba su mano de la de él. Se había vestido para la ocasión, con una ajustada pollera negra que llegaba hasta la mitad de sus pantorrillas, sandalias tan altas que daban vértigo, sus más hermosas joyas,(falsas), y su sobretodo blanco nieve, con un material parecido a las plumas en la capucha y en las mangas, su sobretodo "de salir".

Estaba preciosa, sin términos medios, pero nada se comparaba a su enorme sonrisa, ni al emocionado brillo de sus ojos. Estaba tan feliz, que hasta sus mejillas estaban sonrosadas. Los ojos de los demás se volvían hacia ella, y le sonreían en respuesta a su cara feliz.

A él también lo habían mirado, pero a él siempre lo miraban. Aunque reconocía que vestirse especialmente con un nuevo traje y polera negros, había sido una mala idea...él tenía que verse bien para su pareja, no para los codiciosos ojos de mujeres ajenas, que lo miraban desvergonzadamente tomadas del brazo de sus compañeros.

-Yo sólo quería...- comenzó Sesshoumaru.

-¡Lo sé, y gracias! Esto vale más para mí que todas las flores, chocolates y declaraciones de amor que puedas darme. Eso puede ser fingido. Lo que cuenta es que tus acciones hablen por ti- interrumpió dulcemente Kagome. Y de verdad que creía lo que decía.

Siguieron caminando tranquilamente, en silencio, en su propio mundo, rodeados de parejas que se abrazaban y tomaban de las manos.

Al fin, Sesshoumaru le hizo la pregunta que lo había estado atormentando.

-¿Por qué sigues conmigo?- le había preguntado.

Kagome se mordió los labios, y apretó el paso. Por experiencia, el youkai sabía que algo se estaba agitando salvajemente en su interior. Luego, dijo, con una voz algo dura:

-Espero que sea una broma.

-No. Es de verdad. Podrías estar con algún humano y tener una vida normal...-había comenzado.

-Tengo una vida normal. Y la tengo con el hombre que quiero. Y sabes bien que no es por compasión – la voz de Kagome estaba tensa.

-Sabes a qué me refiero.

-Lo sé. Creí que lo sabías. Pero si te lo tengo que repetir mil veces, mil veces lo haré. Pero ten en cuenta que me enfurece, así que mejor que lo escuches por última vez, ¿entendido?- dijo Kagome, señalando una calle poco transitada, en donde llegaron a un callejón repleto de basura...pero estaban solos.

-Felicitaciones,- se dijo lacónicamente Sesshoumaru.- Querías que pasara un buen momento, y en cambio, haces que se enfade contigo y se encuentre en un basurero...

Kagome pateó una botella y se sentó en una caja, y mirándolo, comenzó:

-Te amo. Así de simple. Me gusta tu personalidad,- Sesshoumaru la había mirado con extrañeza - ¡en serio! Me gustas tal como eres. Como piensas. Como te comportas. Me miras, y es un mar de palabras las que se asoman a tus ojos. Mi corazón salta y se derrite, al mismo tiempo. Me fascina conversar contigo...y a tí también conmigo, lo sé. Si no te amara, igualmente estaría más que feliz estando casada contigo, créelo. Eres la pareja perfecta para mí. Pero te amo, y estar contigo es el cielo. Cuando estoy contigo, me siento...

-Completo.- Sesshoumaru dio un respingo. ¿Había salido eso de su boca?

-¡Sí! Es eso. Un filósofo griego, del que no me acuerdo el nombre, había dicho que en el principio, los seres humanos, eran seres completos. Pero los separaron, creo, y desde entonces andamos por el mundo buscando la otra mitad de nuestra alma...así es como me siento contigo. Como si todo tuviera sentido, Sesshoumaru.

-Salvo que yo no soy humano.- Punto para él.

-Pero supongo que tendrás un alma, ¿verdad?- Punto para ella. Con un gesto victorioso, Kagome continuó:

-Y eres más demostrativo de lo que jamás pensarías, Sessh. Yo te seguiré molestando, buscando tu atención perpetua, ten la seguridad de eso, quejándome, pero yo te amo. A ti, yo sé que te gustaría que yo fuera más..."recatada" , supongo, pero te gusto igual, y aceptas mis peculiaridades, como...cantar karaoke con el cepillo del pelo como micrófono.

-Yo te he visto con el cepillo que usas para limpiar el baño...

Kagome ignoró olímpicamente esto último.

-Y...creo que jamás me cansaré de acostarme contigo. Eres MUY demostrativo...

-Los asuntos de almohada...

-Oh, ya lo sé, "quedan en el dormitorio" – dijo Kagome, haciendo una ligera burla de él- ¡Pero no se oye nada! No hay nadie, salvo por esa rata allí...¡sal de ahí, Sesshoumaru! Y si lo oyen, mejor. Y ya me estoy cansando de tanto romanticismo...siento como náuseas...puáj...¿quién lo diría? Al fin tratas de ser demostrativo en público y yo me doy cuenta de que así no te quiero...-Kagome miró al suelo otra vez- Y mejor que salgamos de aquí Sesshoumaru, que acabo de ver a dos ratas del tamaño de Buyo...

El cambio de ruta los había llevado lejos del restaurant de sushi al que Sesshoumaru quería llevar a Kagome, y se hallaron en las inmediaciones de un amplio parque.

Así que pararon en un destartalado puesto callejero a comer ramen, con un televisor a todo volumen mostrando un talk show, y el cocinero diciéndole a Kagome que se quitase los tacos, que terminaron detrás del mostrador, mientras, destapando las botellitas de cerveza que habían pedido, discutía con él sobre las noticias del día.

El ramen jamás supo tan sabroso. Por más que hubiese querido, Sesshoumaru no le podía dar la mano, porque la única que tenía, la ocupaba con los palillos. Pero estaban sentados ante el mostrador, en las altas banquetas, enfrentándose, y sus piernas se entrecruzaban.

-De todas las parejas que ví hoy, ustedes son los que más se aman, se nota a la legua- dijo el verborrágico cocinero.

-¿Por qué?- preguntó Kagome, algo asombrada. Sesshoumaru lo miraba intrigado.

-Porque se nota que han pasado mucho juntos, de que están felices solo con estar juntos...no sé, es como si de todas las parejas de este día de San Valentín, ustedes fuesen la más verdadera...los que terminarán de recorrer el camino juntos, ¿entienden?-dijo el dueño. Luego levantó una botella de cerveza- Brindo por eso.

Kagome se había quedado muda, pero sus ojos brillaron muchísimo, y tuvo que parpadear varias veces. Fue solo un momento. Ya que la brillante sonrisa volvió y levantó su botella.-Gracias. Porque todos terminemos el camino con nuestra persona más especial.

Sesshoumaru hizo lo propio. Jamás un brindis le había parecido más auspicioso.

-Kampai.

-¡¡Kampai!!- y todos tomaron de sus botellas, riéndose, para interrumpirse ante el match de sumo que comenzaba en el la televisión.

Más tarde, atravesaron el parque para buscar un taxi. Ya era muy tarde, y ninguna pareja con algo de neuronas querría estar sola en ese oscuro lugar. Ellos eran la excepción. Sabían como defenderse.

La luna brillaba en cuarto creciente, y el cielo estaba despejado. El parque parecía un bosque, y ellos dos las únicas personas.

-Gracias, Sesshoumaru. Fue el mejor San Valentín que una chica puede pedir- dijo Kagome, parándose de puntas de pie para darle un beso en su mejilla. Sesshoumaru se estremeció de placer ante el delicado contacto.

Y al mismo tiempo, se dio cuenta que desde que salieron del puesto, habían caminado con las manos entrelazadas, como si lo hubiesen hecho desde hacía años.

Sesshoumaru dirigió su mirada a la luna, y sonrió.

...Y show

Luego del pequeño beso, Kagome se vió insperadamente atrapada contra el pecho del youkai, su boca cerrada por un hambriento beso que la hizo tambalear. Enfocó su vista hacia la cara de Sesshoumaru, y vió sus pupilas dilatadas, y una expresión que la hizo desear que no estuviesen en el medio de un parque público, sino de vuelta en casa, haciendo las cosas que se hacen en una alcoba.

-Sesshoumaru...eres el hombre más espectacular que he conocido...me miras, y yo...-musitó abrazándolo, entre besos. Detestaba derretirse así...

-Y eres demostrativo...¡perdón! MUY demostrativo- exclamó abriendo los ojos, al sentir muy cerca de ella que, o bien él llevaba a Tenseiga o estaba muy, muy contento de verla. Y considerando que Tenseiga había quedado en el Sengoku...

Entonces, se dio cuenta de que estaban en el medio de un parque público.

-Eh...¿¿Seshh..??- dijo, mientras la mano del youkai se aferraba a su cintura, y la llevaba hacia un área particularmente oscura.

-¿Sí...?- preguntó él cortésmente. Pero su expresión era la que tenía cuando se hallaba dispuesto a hacer picardías.

-No es que me queje...Lejos de mí- comenzó, mientras se veía acorralada entre un árbol, y un youkai en modalidad pícara.- Pero...¡este es un lugar público!

-Nadie nos ve...y siempre es más entretenido al aire libre, ¿verdad?- le dijo contra su oído, y no dijo más, porque había comenzado a lamer y mordisquear suavemente el cuello de Kagome.

¡Maldito! Tenía...algo de razón. Kagome escuchó que Sesshoumaru había comenzado a gruñir suavemente, señal de que nada ni nadie lo detendría hasta que él hubiese obtenido lo que quería. También comenzó a sentir sobre la temblorosa piel de sus muslos, las crecientes garras, y supo sin mirarlo, que los tatuajes de su rostro y su cuerpo estarían visibles de nuevo, sus ojos brillando inhumamente en la oscuridad, dejando de lado el hechizo que lo hacía parecer más humano.

Pero tenía que resistir, que ser fuerte, y salvar el decoro de ambos, aunque fuese por una sola vez más...bueno, cambio de planes, su cerebro ya había dejado de funcionar.

-...no...- murmuró Kagome contra la boca de Sesshoumaru.

-¿Qué...?- preguntó él, para seguir lamiendo suavemente los labios de Kagome.

-...que..nn..nn...í –tartamudeó Kagome. Ah...el famoso "ní'. Gracias a él seguían naciendo más y más bebés...cuanto le debía la raza humana, meditó Sesshoumaru.

Y Kagome...¿realmente creía ella que él la expondría ante las miradas de otros humanos? Su olfato y vista le habían dicho que no había nadie cerca...pero igualmente...cambio de estrategia, pensó.

-Está bien. Respetaré el deseo de mi pareja. Pero hubiera sido...incitante pensar, creo,- aquí Sesshoumaru , siempre apretando con su cuerpo a Kagome, sin dejarle posibilidad de escape, había logrado introducir su mano bajo la camisa de ella, deliberadamente rozando con la puntas de sus garras la suave piel de su estómago- interesante, hacer de cuenta que estábamos en el Sengoku, así, tratando de escondernos porque ese hanyou molesto, sino nos encontraría, cuál era esa palabra...-Sesshoumaru puso cara de pensar, buscando en su mente aquella frase recientemente aprendida. Y mientras tanto, lamía con fuerza el cuello de una petrificada Kagome.- ¡Sí, lo tengo! "I-N F-R-A-G-A-N-T-I.–miró a Kagome, y con voz ronca, junto a su oído, fué explicándole el significado, no fuese que ella no lo entendiera.- Haciéndolo. Apareándonos. Revolcándonos.- al final de cada palabra, Sesshoumaru lamía su oído. Continuó buscando sinónimos, demostrándole su conocimiento de la jerga humana.

De la que encuentras en un diccionario, y de la que...obviamente de la que no.

El youkai esperaba una contestación de su pareja, pero esta nunca llegó. Retiró su boca de la oreja de Kagome, y la miró ladeando ligeramente su cabeza.

Kagome lo miraba con los ojos desorbitados, y la mandíbula caída. No se veía muy bien, y Sesshoumaru salió de su modalidad juguetona y se preocupó seriamente por ella.

-Kagome...¿te sientes mal? Ya volvemos a casa...- ni terminó de pronunciar las últimas palabras, que una fuerza poderosa lo hizo girar y dar con la espalda contra el árbol.

Y Kagome lo miraba, oh, sí, y como, en la posición en la que él había estado antes...

-No, Sessh, no nos vamos nada...de hecho me siento mejor que nunca...- murmuró, abriéndole el saco de un solo tirón. Rápida y eficazmente.

Parecía una gata hambrienta, que no hubiese comido nada en dos días...y lo miraba a él como si...

-Me siento disminuido en mi valor...exijo ser tratado con respeto, y no como un simple trozo de carne.- intentó bromear, parafraseando una de esas revistas a las que Kagome tanto apreciaba, pero ella se perdió el inmortal momento para siempre. Era más que obvio que tenía otras cosas en su cabeza.

-Pero si eres un magnífico trozo de carne, Seshh...- anunció relamiéndose, complacida, al parecer de haber logrado levantar el pulover del youkai, y ya estaba abriéndose camino entre los botones de su camisa...- ...y hablando de "trozos"...- ronroneó, bajando su mano.

Y...¡pawn!

-Feliz San...eh...San lo que sea, Sesshoumaru.- farfulló Kagome.

Sesshoumaru gruñó. ¡Dioses! ¡Hábil Kagome, por cierto! Ciertamente, tenía poder en sus manos...en el reiki, y en...Sesshoumaru no logró terminar el pensamiento, ocupado como estaba en ver lo que Kagome haría a continuación. Aunque lo que haría, era más que obvio...

Hundió una garra en la madera del árbol, en anticipación.

La mano de su Kagome comenzaba a buscar el zipper, mientras, chica hacendosa, habiendo conseguido desabrochar algunos botones de su camisa, lamía el pálido pecho del youkai.

Pero finalmente, habiendo vencido al zipper, con una pequeña exclamación de triunfo, introdujo su fría manito a esa dimensión paralela que se extiende más allá de todas las braguetas. Feliz, al parecer de haber encontrado lo que fuese que se le perdió.

Sesshoumaru se acordaba ( borrosamente) de que en algún momento pensó no tomarla como pareja...¡que idiota que había sido!

-Así, que, mientras tanto...por qué no me cuentas con detalle, mucho detalle, que estábamos haciendo, ¿lo que el hanyou no podía ver?- dijo Kagome con voz de nena buena. Pero qué nena buena sabía tanto de...¡dioses! Sesshoumaru, simplemente, se dio por vencido, y con un gruñido de placer, enterró todas sus garras en el árbol.

A la mañana siguiente, algunos vecinos y un espantado cuidador, revelaron que la noche fue atravesada por aullidos y gruñidos, provenientes del parque.

En la casa: Presente actual

Sesshoumaru todavía recordaba aquella noche de San Valentín. Formaba parte de sus más preciados recuerdos, de hecho.

Pero la realidad se hacía oír, en ese momento...

-¡Ha-chan, quédate quieta!- salía la voz de Kagome detrás de la puerta del baño.

-¡No! ¡Lavaste a Ha-chan ayer!- un maullido algo espantado contestaba, porque si había algo que Harumi odiaba, eso era bañarse.

-Pero Ha-chan ahora comió ciruelas hasta con el pelo, y Ha-chan debe bañarse...-canturreó burlona la voz de Kagome.

Sesshoumaru no podía quejarse de su vida.

No se arrepentía de haber vuelto. Más bien, lo contrario.

En este futuro, la luna seguía estando, y también las Tierras del Oeste, ahora con otro nombre. Habían sobrevivido, en parte gracias a él, quería creer, y su deuda con su clan había sido saldada. Y él, por fin, se había sentido libre.

El pasado no le dolía. Tenía todo un presente nuevo por delante, con un hogar, una mujer, una hija, un trabajo que le gustaba, y miles de cosas para aprender...

Aunque...la verdad...

Sólo dolía muy, muy de vez en a veces, cuando miraba a su tan atesorada Harumi.

Porque le recordaba a...

Aunque hayas sido un solitario, piensas en los que recorrieron contigo parte del camino. Un dragón de tres cabezas. Un fiel youkai rana. Una niña...

Dioses.

¿Que había sido de ellos?

¿Qué había pasado con Rin?

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