Capítulo 2: Tom

La muerte y el dolor eran comunes en el aire. Los gritos se oían como granadas y perforaban los oídos. La sangre tenía el suelo y le daba un toque diabólico a las paredes. El sol ya no iluminaba el amanecer... la luna había perdido el fulgor y la noche era el escenario en el que ocurrían terribles sucesos.

El Lord se hizo presente en el campo de batalla. Los mortífagos agacharon las cabezas y sonrieron satisfechos. Si él estaba allí, solo significaba una cosa: Victoria.

Los pocos aurores que quedaban de pie, se lanzaron miradas de derrota. Ya estaba. Los había vencido.

-Parece que ya no les quedan esperanzas... – Siseó la figura tenebrosa que se alzaba ante ellos. Era una forma oscura que inspiraba temor. Sus ojos eran penetrantes y helaban el alma. Voldemort no portaba una varita. Parecía matar con la mirada.

-Jamás nos vencerás – Dijo Harry al parecer no muy seguro de lo que decía.

-Ah... Harry... hacía mucho tiempo que no nos veíamos... sin embargo el dolor no ha hecho estragos en ti... – Voldemort se acercó al muchacho que retrocedió. No quería dejarse vencer... tenía que salvar a la gente que quería... a los suyos... a aquellos que confiaban en él...

Pero no pudo...


Ginny despertó sobresaltada. Tenía la ropa pegada al cuerpo debido al frío sudor que la empapaba. Ella había sido una de las únicas en sobrevivir y eso la llenaba de angustia... y de culpa. Los gritos de dolor aún le latían en la cabeza. Su mente era víctima de sus recuerdos. Lo único que deseaba era morir. Juntarse así con ellos... con su familia... sus amigos... pero no podía. Estaba allí, sin saber muy bien porqué... o tal vez si sabía la razón. Pero no quería aceptarlo.

Voldemort la había escogido a ella. Le había perdonado la vida. Y ella sólo recordaba esos ojos que le habían recorrido el cuerpo... esos ojos fríos llenos de nada. Un escalofrío la hizo estremecerse con el mero recuerdo de él.

De Lord Voldemort...


-Malfoy, quiero noticias de los rebeldes que se hacen pasar por muggles... esta mañana tuvimos una baja importante de nuestros hombres en una emboscada –

-Sí, Mi Lord. Lo tendré al tanto... pero igualmente no creo que resulten mucho problema... -

-Eso espero. Confío en usted... –

-Gracias, Mi Lord –

Voldemort sonrío y Draco sintió una punzada de dolor. Esa sonrisa malévola era signo de que algo siniestro estaba tramando. Jamás era un buen augurio...

-Mi querido Malfoy... quiero que vaya a buscar a mi prisionera y la traiga ante mí. Usted es uno de los pocos en que puedo confiar, por lo tanto deberá encargarse que nadie se le acerque mas que yo. Le confío esa tarea. Espero no me defraude... – Draco asintió. Aunque no le gustara la idea de volver a oír gritos de dolor en esa noche no podía desobedecer una orden de su señor. Ni siquiera podía pensar en hacerlo...

Malfoy se dirigió a la torre en la que se encontraba Ginny. Murmuraba entre dientes. Lo que le faltaba a él era ser la niñera de la prisionera del Lord. Se preguntó que tanto interés tenía Voldemort en esa chica. Por más que pensaba, no recordaba ni una vez en que él hubiera tenido tanta consideración con alguna de las tantas mujeres que había tenido.

Comenzó a subir por la larga escalera caracol que llevaba a la torre. Le recordaba a las aburridas clases de Adivinación... su boca emitió un suspiro. Un suspiro lleno de melancolía y dolor por seguir teniendo en la cabeza recuerdos de felicidad... ¿Felicidad? ¿Qué clase de palabra era esa? Un hombre como él no podía sentir ese tipo de cosas. Pero cada vez que algo le recordaba a su vieja escuela, no podía sino sentir un enorme vacío en su interior. Un vacío que nada podría curar...


Ginny estaba sentada en su cama. Su mente divagaba en pensamientos sin fundamento. Ya no quedaba nada por hacer... ¿Qué iba a pensar? El fín del mundo estaba cerca... No había un final felíz para esta historia. Todo a su alrededor estaba destruido. Todos muertos. ¿Qué clase de final podía tener si ya no había nadie con quien compartirlo?. Todo su mundo estaba derrumbado. Y ella había caído en el más penoso final: la muerte en vida.

Mientras se encontraba sumida en sus pensamientos, un ruido la hizo sobresaltarse. Alguien subía. Temió pensando que él la venía a buscar y se paró a un lado de la puerta. No iba a darle el gusto de tenerla. Prefería morir. Y eso iba a hacer... morir...

Cuando una figura penetró en la habitación, ella se lanzó sobre él tomando la varita del hombre y apuntándose a sí misma. No le veía la cara a su oponente, pero no pudo con él. Cuando estaba por lanzarse el hechizo mortal, una mano le sacudió la cabeza de un golpe. Cayó al suelo algo atontada. El dolor nuevamente la llenaba y se sintió derrotada. Otra vez.

Derrotada por él.

El hombre que ella había atacado se levantó rápidamente del suelo y conjurando un hechizo que ella no logró escuchar. Poco a poco una sensación extraña la invadió. Se sentía liviana... como si flotara... y abrió los ojos. Se dio cuenta de que efectivamente, estaba levitando. Y Malfoy caminaba delante suyo. Intentó en vano de poner fín al hechizo. Pero era muy poderoso y ella casi no tenía fuerzas para hacer un simple alohomora. Una débil sonrisa apareció en su rostro. Si no podía conjurar un hechizo tan simple como ése... ¿Cómo iba a hacer un Avada Kedavra?

Mientras se decía a sí misma que era una completa idiota observó al hombre que caminaba sin voltear. Malfoy. Siempre del lado oscuro. Jamás haciendo una buena acción. Lo recordaba con esa sonrisita estúpida de superioridad cada vez que le decía algo hiriente a Hermione... o cuando insultaba a su familia... e incluso cuando la estúpida de Umbridge lo halagaba.

Hasta recordaba cuando su padre había metido el libro de Riddle entre los de la escuela. Sintió un escalofrió recorrer todo su cuerpo. Y lo recordaba a él... a Tom. Su Tom. El amigo incondicional... el que la escuchaba... el que la entendía...

Y de repente todo se acabó. Cuando descubrió las cosas terribles que había hecho se aterró. Y pese a todo lo que había sentido... decidió que Tom era malo. ¡Tenía 11 años! ¿Qué iba a pensar sino?

Pero luego recordaba el gesto que el Malfoy había tenido con ella. El abrazo. Su calor. Su fuerza...

Y Tom.

-No creo, Malfoy que sea necesario traerla así... – Dijo Voldemort con el seño fruncido.

-Disculpe señor, pero es que su prisionera me atacó por la espalda... y tuve que defenderme... pero ahora que he cumplido se la entrego como me ordenó. – Y dicho esto la chica fue liberada al instante. El enorme hombre posó sus ojos en ella, que creyó que iba a atravesarla con ellos.

-Mmm... con que atacando por la espalda... como a mi me gusta... – Y la inspeccionó mirándola de arriba abajo. La chica no respondió. Creía que si abría la boca le escupiría al rubio en la cara. ¡Como había podido pensar algo bueno de él? Si ése era simplemente un perrito faldero. Seguía las instrucciones de su amo... y luego se retiraba complacido.

-Bueno, mi querida Ginny. Entra en mi habitación... creo que no te gustará que lo haga por la fuerza... – Ella lo miró directo a los ojos. Sentía mucha rabia... odio... no quería que él le pusiera una mano encima. Pero no había otra salida. Prefería hacerlo sola a que la obligara. Pensó que sería lo mejor... y entró.

La puerta se cerró tras de Draco que se quedó allí estático. No sabía porque, pero presentía que algo raro estaba ocurriendo. El Lord jamás le hablaba de esa manera a sus prisioneras. ¿Qué había en Ginny que la hacía tan especial? ¡Y él que diablos hacía ahí! Tenía muchas otras cosas importantes que hacer, en lugar de estar pensando en la nueva mujer del Lord.

Por lo tanto, con un suspiro atravesado se dio media vuelta y se fue.

No sabía que muy pronto entendería el porque Voldemort estaba tan interesado en ella... y tampoco sabía que el amor y el dolor van de la misma mano...