Capítulo 4: Resignación
La tensión se palpaba en el aire. La angustia dominaba la mente de las dos personas que parecían haber olvidado que se encontraban en la realidad. Aquellas dos almas tan distintas que sentían pertenecer el uno al otro sin siquiera conocerse.
Aquellos dos que simplemente buscaban algo en el otro que los complementara... algo que los ayudara a saber quienes eran...
Y para qué estaban allí.
Ginny sentía que nada más tenía sentido. Que lo único que le importaba era seguir abrazada a él. A ese hombre que le trasmitía tanta fuerza... tanto valor...
De repente, la unión forjada entre ellos se vió interrumpida.
-¿Qué ocurre? – le preguntó ella al notar que Draco se separaba bruscamente.
-Esto jamás pasó. Si alguien lo sabe, ambos estamos muertos... – Le dijo ante la mirada de la chica que seguía sentada en la cama con la respiración agitada.
Sus miradas se cruzaron en un punto. Draco sabía que todo lo que había sentido con ella no podría volver a repetirse. Y se sintió terrible. Pero aunque le doliera, tenía que dejarla. Era por su bien.
Y por el de ella.
Voldemort esperaba. Necesitaba saber quien seguía vivo. No podía permitir que alguien se resistiera. En el nuevo mundo que estaba a punto de instaurar no debían existir los opositores. Era él... o nadie.
Mientras meditaba acerca de sus planes, algo se le cruzó por la mente. En realidad, era más bien alguien.
Ginevra. Esa muchacha era su fuente de inspiración. Resultaba irónico pensar en el Gran Dark Lord, perdido por una simple mujer. Recordaba su aroma. Su pelo. Sus labios. Su cuerpo.
La necesitaba. Quería tenerla. Poseerla. Como antes. Como cuando había hecho de ella lo que quería. Cuando la cámara había sido abierta... otra vez...
Voldemort vió acercarse a Malfoy y se guardó sus pensamientos para otro momento.
-Malfoy ¿Tienen noticias de los rebeldes? –
-Aún no señor... pero le aseguro que nuestros mortífagos se dirigen al lugar de reunión de ellos... –
-¡No quiero que me asegures! ¡Quiero hechos! – Gritó haciendo un golpe seco en la mesa sobre la cual unos papeles temblaron.
Draco cerró los ojos inconscientemente. Los volvió a abrir y se encontró a su amo mirándolo fijo sin parpadear. Se aterró. Creyó que entraría en su mente y se daría cuenta de todo lo que había hecho.
Se daría cuenta de que había traicionado la confianza del Lord... la peor ofensa que alguien puede hacerle. Pero se equivocó.
Voldemort se le acercó.
-Malfoy. Necesito que vaya inmediatamente a preparar a la prisionera. Quiero cenar con ella esta noche. – El muchacho casi suspiró. Sintió unas frías gotas de sudor cayendo sobre su frente. Se dio la vuelta inmediatamente para que él no lo notara.
-Sí mi lord. Enseguida... – Y diciendo esto desapareció.
Ginny estaba en su habitación. No le gustaba para nada que la mantuvieran encerrada. Estaba presa. Como si pudiera causarles algún daño si la tenían dando vuelta por allí.
Decidió darse una ducha. Aún le duraba el sabor de Malfoy y eso le causaba problemas con su conciencia. Toda la vida había tenido que soportar a ese chico molestándola a ella y a toda su familia. Y ahora, en el final de todo... tenía que toparse con él. Y besarlo. Abrazarlo. Acariciarlo.
Abrió el grifo. No podía esperar más. Se desnudó y dejando la ropa a un costado, se metió en la ducha.
El agua caía sobre su piel, haciendo que un escalofrió le recorriera el cuerpo. Ginny no pudo evitar pensar en él. En Draco. En su beso... en sus manos recorriéndola... y luego una sombra.
Tom.
¿Por qué había sobrevivido? ¿Por qué ella? Porque así lo había querido él. Voldemort. ¿Es que toda su vida estaba planeada? ¿Ella simplemente era una marioneta esperando que el titiritero le indicara sus movimientos?
Parecía que sí. Según lo que él le había dicho. Continuó bañándose. Sus ojos se cerraron. Su mente se expandió. Los recuerdos emanaron y la envolvieron en una nube de pensamientos.
De pronto, su vida comenzó a pasar en cámara rápida. Todos los momentos felices se disolvieron en el aire, dejando solo a los más tristes.
Toda su vida resumida en dolor y tristeza.
Toda su vida.
Draco abrió la puerta esperando encontrarse con una muchacha dormida en la cama. Sin embargo no la encontró. La buscó con la mirada un poco aliviado por no tener que verla. Pero luego se preocupó. ¿Dónde rayos se había metido la chica? Un sonido le respondió la pregunta. La ducha.
Se maldijo a sí mismo por tener que estar siempre en el momento menos apropiado. Pero la curiosidad pudo más que la precaución y lentamente cuidadoso de no hacer ruido se fue acercando al baño.
Cuando estuvo en la puerta, la abrió con un alohomora. Era demasiado fácil. Asomó la cabeza. Allí estaba. Ginny Weasley totalmente desnuda bañándose en silencio, y él la observaba embelesado a través de la cortina semitransparente. Draco la miraba moverse delicadamente. Sus manos recorriendo cada centímetro de su cuerpo... y él, deseando ser esas manos. Deseando ser el agua que la mojaba. Deseando... deseándola a ella.
-¿Qué haces aquí? – Le gritó Ginny, intentando taparse como podía con la toalla que estaba colgada. Draco no respondió. No sabía que decir. Solo la miraba. Hasta que por fin le dijo.
-El Lord te espera para cenar. Ponte el vestido que encontraras en la cama – Ella estaba asustada. No comprendía lo que ocurría.
-¿Y solo por eso vienes a espiarme mientras me baño? –
Él se acercó. Sus respiraciones se aceleraban y ella deseaba tenerlo nuevamente cerca. No le bastaba con el beso de esa tarde. Quería más.
Sus cuerpos se rozaban y ella podía sentir el cálido aliento de Draco en su cuello. El rubio acercó sus labios a sus oídos y suavemente le dijo:
-Yo no te espiaba. Solo obedezco ordenes... y en este momento mi cuerpo me ordena que te bese... – Y tras decirlo la tomó de la cintura haciéndola vibrar, y le entregó el beso mas apasionado que jamás le había dado a alguien.
Pero duró poco. Él recordó quien era... y quien era ella. Se separó de Ginny que aún tenía los ojos cerrados, pensando tal vez que así no se despertaría de aquel sueño. Y se fue.
Se marchó dejándola sola.
Sola.
El vestido verde le sentaba bien. Era largo, con un escote en la espalda muy provocativo, y uno en el pecho de igual efecto. No podía creer que esto le estuviera sucediendo. Aún no caía en la cuenta. Y aunque se decía a sí misma que el asesino de toda su familia estaba pretendiendo algo con ella... no podía evitar sentir algo...
Cerró los ojos. Algo dentro de ella le hacía dudar. Le hacía sentir cosas que nunca antes había creído que algún día sentiría. Muchas preguntas en su cabeza. Demasiadas. Y de nuevo el dolor.
¿Por qué no podía haber un poco de paz en toda la historia? ¿Por qué no podía sentir un poco de felicidad en toda esa oscuridad?
Y de pronto recordaba a Draco. Y todo lo que había sentido al estar con él. Y de nuevo la oscuridad.
Un túnel oscuro se cernía en su camino y no había una luz que le indicara por donde seguir.
Ginny caminaba escoltada por dos mujeres muy altas y con caras sombrías.
-Aquí es. Desde ahora, eres la mujer del lord. Debes hacer todo lo que él te ordene, jamás faltarle el respeto y siempre mantener la cabeza gacha cuando él te habla – Le indicó una de ellas al llegar a una enorme puerta que se alzaba al final de un corredor.
Ella asintió de mala gana. Cerró los ojos y los volvió a abrir. Suspiró.
Ya no quedaba nada por hacer. Su destino estaba cerca. Todo su pasado ya no tendría sentido al cruzar esa puerta. Todos sus seres queridos desaparecerían
Ya no había nada por hacer. Nada por que luchar. Ya estaba escrito.
Se había convertido en la mujer de Lord Voldemort.
Sin voltear caminó hacia la puerta. Esta se abrió.
Y entró.
