Capítulo 5: Ángel y Demonio
FLASHBACK
Tom caminaba rápidamente. Se dirigía a la entrada de la cámara. El colegio se hallaba en silencio. Hacía mucho que el toque de queda había comenzado... pero a él no le importaba. ¿Cómo iba a importarle si todo lo que ocurría, justamente era causado por él? Todos temían ser atacados. Todos temían ser la próxima víctima.
Todos menos él.
Tom dobló en una esquina. Estaba en el baño de las mujeres. El mismo baño donde había visto morir a la chica. Sonrió. En sus ojos se veía un destello de maldad. Una maldad capaz de helar la sangre de cualquiera. Y su rostro se ensombreció. La tristeza se apoderó e él.
Los rumores de que cerrarían la escuela se hacían verdad y él estaba desolado. No quería que eso pasara, porque Hogwarts era su hogar. Si el colegio se cerraba él debería volver al orfanato que tanto odiaba. Y encima estaba ella...
Abrió la boca y susurró unas palabras en pársel. La entrada a la Cámara se abrió y él penetró en ella. Caminó y caminó.
Y la encontró.
-Kassandra... – Susurró al observar a una muchacha tendida en el suelo de la cámara. El basilisco a su lado descansando. La chica poseía una belleza incomparable. Dueña de una cabellera rojiza que caía sobre su rostro pálido y cubierto por una leve cortina de pecas, era una chica de Slytherin conocida por todos por ser descendiente de una familia de magos muy antigua... era una sangre pura hecha y derecha.
Ante la mención del nombre, la muchacha se levantó.
-Tom... – Le dijo tirándose en sus brazos. Él la abrazó fuertemente. Aún recordaba cuando la había dormido para llevarla a la cámara esa misma tarde. Ni siquiera a ella podía explicarle como llegar hasta allí. La besó con pasión.
¿Por qué lloras? – Le preguntó él mirándola tiernamente. La chica se separó un instante. Su mirada era triste. Ya no parecía la altiva y orgullosa joven que él había conocido. Ahora estaba asustada.
-Mis padres me enviarán a estudiar a los Estados Unidos... ayer me lo dijeron en una lechuza – Emitió un profundo sollozo – No aceptan nuestra relación... dicen que soy una vergüenza porque me enamoré de... – Se llevó las manos a la boca.
¿De un sangre sucia? – Completó él escupiendo las palabras. Ella volvió a abrazarlo.
-No quiero dejarte – Suspiró.
-Nadie podrá separarnos. No lo permitiré. –
Permanecieron allí juntos. Abrazados. Tom la amaba. Tal vez más de lo que alguna vez había podido imaginar. Ella era todo para él. En ese momento odió ser quien era. Un Riddle. Un mestizo. Un sangre sucia. Decidió que nunca más nadie lo despreciaría por eso.
Nunca nadie más osaría llamarlo por su nombre. Debía hacerse respetar. Debía convertirse en alguien a quien todos respetaran... y temieran.
¿Cuándo debes partir? –
-En dos días... pero no dejarás que me vaya... ¿O sí? – En sus ojos había miedo. Desesperación. Dolor.
Él meditó unos instantes. Y luego le respondió.
-Escúchame con atención. No podemos evitar que tus padres se salgan con la suya. Debes irte. Y luego, cuando deje de estudiar y sea libre nos encontraremos. No lo olvides. Nadie podrá separarnos. Nunca. – Y volvió a besarla. Sorbió las lágrimas que emanaban esos hermosos ojos. Y se separaron. Cada uno regresó a sus respectivos cuartos.
Jamás la volvió a ver.
FIN DE FLASH BACK
La luz parecía haberse desvanecido en la habitación. Ginny temblaba ligeramente ante el temor de lo desconocido. De pronto una figura apareció de entre las sombras.
Ginevra... – Susurró el Lord acercándose a ella. Ginny sintió el cálido aliento del hombre en su cuello. Sin saber porque le provocó un cosquilleo. Se volvió para mirarlo a los ojos. Se encontró con su mirada.
Aquí estoy. Como lo ordenó. – Le dijo con tono sarcástico. Él sonrió. Y ella se estremeció.
Me encanta que obedezcan mis ordenes... – Le respondió cortésmente tomando una de sus delicadas manos entre las suyas. Ginny no hablaba. Sentía. El Lord rozó con sus labios la pálida mano de la chica que inconscientemente cerró los ojos. Voldemort se percató del detalle y la dirigió hacia el interior de la habitación.
En el centro de la misma, había una gran mesa cubierta de velas que flotaban en el aire. El hombre la llevó de la mano y la acomodó en una de las sillas que había en uno de los extremos de la mesa. Luego, él se sentó en el otro extremo y con un chasquido de dedos apareció una mujer que les trajo diversos platos de comida.
Cenaron en silencio. Ella intentaba esquivar las miradas intensas que él le dirigía pero a veces le resultaba imposible.
Algo dentro de ella le decía Debes de sentirte especial, Ginny. Él te eligió de entre todas las mujeres que podía escoger. Y aunque no lo quisiera, se sentía halagada. Se dijo a sí misma que no podía volver el tiempo atrás. Todos sus seres queridos estaban muertos. Tal vez estaban mucho mejor que ella. Y por mucho que lo quisiera, Voldemort no la mataría. ¿Qué debía hacer mas que disfrutar y tratar de no caer en la locura? Una sonrisa triste se asomó en su rostro.
Terminaron de comer y Voldemort se le acercó lentamente.
Estas hermosa esta noche – le susurró al oído provocándole un sentimiento extraño. Él la había tomado de la cintura y sus labios jugaban con su oído. Ginny sabía que lo único que podía hacer en ese momento era dejarse llevar. Pero no podía sino sentirse mal por dejar que el asesino de su familia hiciera lo que quisiera con ella.
Pero el deseo pudo más.
Voldemort fue bajando y Ginny lo descubrió besándole el cuello. Cerró los ojos. Quería dejar de pensar. Quería sentir. En el fondo de su ser aquella situación no le desagradaba. Por el contrario.
Le gustaba.
Las manos del Dark Lord buscaban otorgarle placer. Y lo lograba. Ginny emitió un leve gemido. Y se sintió culpable. Él lo notó. Pero no quería que ella se separara de él. Le recordaba tanto a ella. A Kassandra... ¿Por qué simplemente no podía hacer lo que hacía con todas las mujeres que habían pasado por su cama¿Por qué necesitaba tratarla bien?
Su mente le respondió. Él sabía perfectamente el porque. Era su mayor secreto.
La miró a los ojos. Ginny estaba agitada. Tenía el cierre del vestido bajo y luchaba para contener sus ganas de huir. Estaba aterrada. Hacía mucho tiempo que había dejado de ser una niña. Pero se sentía como si fuera la primera vez que un hombre la tocaba. Él se dio cuenta y sonriéndole tiernamente la besó otra vez.
La tumbó en la cama y se posó sobre ella. Sus manos volvieron a posarse en su piel. Lentamente le quitó el vestido. Ella cerró los ojos. Él continuó besándola por todo el cuerpo.
Y finalmente, la pasión se apoderó de ambos.
Ella fue suya.
Draco no podía más. ¿Por qué estaba de esa manera? No podía responderse. La Weasley le había impactado. Aquel beso. No. No podía seguir pensando en ella. Y en que en ese momento estaba con él. ¿Que le estaría haciendo? Se golpeó con la mano en la frente. No quería seguir así...
Iba y venía de un lado al otro en su habitación. Se agarraba la cabeza. En ese momento llegó Blaise.
¡Eh, Draco! – Le gritó casi al oído para lograr que el rubio le prestara atención.
¿Qué diablos quieres Blaise? – Le respondió de mala gana. El otro hombre frunció el ceño. Eran amigos desde hace mucho tiempo, y sabía perfectamente que cuando Draco mencionaba la palabra "diablos" significaba que estaba perturbado por algo.
Eh... tranquilo... ¿Te pasa algo? – Inquirió dudoso tratando de que Draco no se molestara con él. Menos en ese momento.
No – Contestó rotundamente. Blaise comprendió que no debía seguir preguntando.
Entonces acompáñame que tenemos ordenes –
¿Qué clase de órdenes? – Preguntó Draco interesado.
Tenemos que atacar un hospital muggle. Hay indicios de que allí opera un grupo de rebeldes – El hombre bufó. Por un lado agradecía tener algo en que entretenerse. Pero. ¿Atacar un hospital solo porque sí? Eso le parecía una pérdida de tiempo. Últimamente el Lord estaba muy paranoico. Los mandaba atacar muchos centros de reunión muggles y la mayoría de las veces eran en vano.
Tomó su varita y se la guardó en un bolsillo. Se puso la túnica negra que caracterizaba a los mortífagos y partió junto a Blaise.
Ginny despertó sola. Intentó moverse. Creía que su cuerpo no había aguantado a la noche anterior pero no era así. Se sentó en la cama y encerró su cabeza en sus manos. ¿Qué había hecho? Estuvo a punto de responderse "te acostaste con Lord Voldemort" pero se detuvo.
Se abrazó a las sabanas como intentando taparse la vergüenza de la que era presa. Y luego recordaba la ternura y las cosas dulces que él le había dicho. Le costaba entender que la persona con la que había estado la noche anterior era el temible Lord Voldemort, por consiguiente el asesino de su familia. ¿Cómo una persona que la había hecho sufrir tanto la había hecho tan felíz?
No lo podía comprender.
Ensimismada en sus pensamientos no se percató de que alguien entraba en la habitación. Un mujer descorrió la cortina de dosel verde y le dijo.
El Lord debe atender sus asuntos. Tengo órdenes de dirigirla nuevamente a su cuarto. Aquí tiene ropa nueva – Y dicho esto le entregó un paquete que dejó en la cama. Ginny se vió a si misma obedeciendo lo que la mujer le decía. Casi no se reconocía.
Cuando estuvo lista se dirigió al cuarto. La mujer se despidió fríamente y cerró la puerta tras ella.
Ginny se dejó caer en la cama. ¿Y ahora? No iba a pasar toda su vida, o lo que quedaba de ella encerrada en un cuarto cuando a Voldemort no se le antojaba verla. No sabía si podía salir de su cuarto, pero no le importó.
¿Era la mujer del Lord no? Entonces a nadie se le ocurriría cuestionarla...
Y salió.
Bajó las escaleras y comenzó a caminar. Se encontró en un patio muy grande rodeada de mortífagos. Inconscientemente buscaba algo... o a alguien. Muchos de los rostros que la miraban allí le eran conocidos. Algunos de las batallas en las que había participado. Otros de Hogwarts...
¡Pero miren quien se dignó a bajar! – gritó alguien. Ginny se volteó. Bellatrix Lestrange.
No le contestó. Quiso seguir caminando pero alguien le interrumpió el paso. Un hombre bastante alto que ella no conocía.
Es de mala educación no saludar a los viejos amigos... – Le reprochó el hombre mientras la volteaba a la fuerza para que mirara cara a cara a Bellatrix que se había adelantado y estaba muy cerca de ella.
¿Desde cuando somos amigas? – Le preguntó irónicamente Ginny. En ningún momento agachó la cabeza ni mostró signos de debilidad. Se sentía poderosa.
¡No me respondas de ese modo pequeña insolente! – Le gritó la mujer, furiosa por la tranquilidad de la joven.
Yo hago lo que quiero... no sigo órdenes de nadie... – Le dijo mirándola fijamente a los ojos, cosa que molestó mucho mas a Bellatrix. La gente las rodeaba. Era todo un espectáculo. Todos sabían el temperamento de la mortífaga, y era la primera vez que alguien osaba responderle de esa manera a Lestrange. Ni siquiera su marido (muerto en batalla) le había hablado en ese tono.
La mujer sacó su varita y Ginny quiso hacer lo mismo pero no pudo. No tenía su varita.
¿No tienes miedo? – Le dijo con sorna.
No – Le respondió altiva. Y agregó ¿Acaso piensas matarme? Yo en tu lugar no lo haría... porque el Lord se enfadaría mucho... – La expresión en la cara de la mortífaga cambió bruscamente. Estaba tentada a hacer sufrir mucho a esa chica que creía ser mas que ella. Pero sabía que él se vengaría. Y cuando el Lord se vengaba desplegaba toda su furia.
En ese momento, alguien entró en la habitación haciendo crujir la puerta.
¡Ayuda¡Malfoy está herido! – A Ginny le tembló el pulso. Se volvió rápidamente y observó a Blaise que cargaba a Draco inconsciente. Quiso correr hacia él y abrazarlo, pero inmediatamente después se arrepintió. ¿Te olvidas del peligro que corres si se te ocurre abrazar a Malfoy frente a todos los mortífagos¿Enfrente de Lestrange?
Sin embargo, algo la hizo volver a la realidad.
¡Ey, Weasley! – Escuchó que alguien la llamaba. Era Zabini. Ella se acercó cautelosa.¿Tu sabes algo de heridas muggles, no es cierto? – La chica asintió.
Si... he aprendido algo... pero... ¿Qué le paso? –
No hay tiempo para explicaciones. Tienes que salvarlo. – Y con un chasquido de dedos, el cuerpo de Draco desapareció y Ginny también.
Ambos aparecieron en una habitación del castillo. Blaise un segundo más tarde.
Unos malditos muggles lo atacaron por la espalda... no sé con que, por eso no pudimos ayudarlo. Pero tu puedes... ¿No es cierto? – La miró dudoso. Ginny había estudiado para convertirse en sanadora cuando terminó Hogwarts. Y más tarde había aprendido algo de Medicina Muggle debido a su participación en las batallas en la que los muggles estaban involucrados.
Miró los ojos cerrados de Draco y sintió una opresión en el pecho. Si mi hermano me viera salvándole la vida a Malfoy... pensó y puso manos a la obra. Ante la mirada de Blaise le quitó la camisa y descubrió un pequeño agujero en la fornida espalda del hombre, del que emanaba aún la sangre.
Necesito que prepares una transfusión de sangre... – Le indicó al muchacho que de inmediato hizo aparecer litros y litros de sangre de diferentes tipos. Con paciencia extrajo un pequeño metal de la espalda de Draco. Una bala tan pequeña... pero que había ocasionado un gran daño.
Blaise la miraba trabajar en silencio y atendía cada pedido que ella le hacía. Las horas pasaban y Ginny creía perderlo a cada segundo. Pero él seguía allí.
Cuando por fín termino su labor, Ginny se levantó.
Creo que vivirá. Es muy fuerte... – Dijo casi sin aliento. Blaise asintió.
¿Por qué lo hiciste? – Inquirió cuando ella puso su mano en el picaporte para marcharse.
Un silencio abrumador se cernió en el cuarto. Por fín, abrió la boca para responder.
Eso ni siquiera yo lo sé – Y sin dirigirle la mirada, abrió la puerta y salió de la habitación.
Pero Ginny no contaba con que muy pronto sabría más cosas de las que imaginaba...
