Capítulo 3. "Una Mañana Sorpresiva"
Harry llevaba aproximadamente una hora despierto pero no quería levantarse de la cama. Todo pasó tan rápido que sentía que si se levantaba, se daría cuenta de que todo había sido un sueño. De repente oyó que Ron le decía:
– Harry, ¿estás despierto?
No respondió, quería estar todo el día en la cama. Después de todo, ese cumpleaños no recibiría nada de Sirius, ni siquiera una sola carta, y a pesar de que estaba en la Madriguera con los Weasley, no podía evitar sentirse triste.
– ¿Aún no ha despertado? – era la voz de Fred.
– No – oyó susurrar a Ron.
– Vamos, hay que apresurarnos – dijo George, y enseguida los pasos de su amigo y de los gemelos se alejaron del dormitorio. Como siempre, Harry estaba durmiendo en la habitación de Ron, debido a la falta de espacio.
Harry pensó en sus padres y en Sirius y que jamás los volvería a ver. Cuando estaba sumido en sus pensamientos, oyó un murmullo que se acercaba. Era una canción, pero no de cualquier tipo. Se incorporó para poder escuchar mejor. La canción decía algo así:
Feliz cumpleaños a ti, feliz cumpleaños a ti . . .
Harry estaba sorprendido. Jamás le habían cantado en su cumpleaños, y sintió que una felicidad invadía todo su cuerpo.
Un instante después, los Weasley entraron por esa pequeña puerta y se amontonaron en torno a Harry.
– ¡Feliz cumpleaños Harry! – gritaron al unísono.
Harry no supo que contestar. Pensó que si decía algo, no podría mantener la voz estable debido a la emoción. Aunque no fueron necesarias las palabras, su expresión lo dijo todo.
De repente sintió que un fuerte abrazo lo aprisionaba. Era la señora Weasley.
– ¡Felicidades Harry! – dijo, sin darse cuenta de que no lo dejaba respirar con normalidad.
Después se separó y fue casi estrangulado por los gemelos:
– Harry, eres un año más viejo – dijo Fred.
– Te vamos a tener que comprar tu bastón – complementó George.
Todos rieron y le dieron su respectivo abrazo. Cuando esto hubo finalizado, pasaron a los regalos.
– Bueno Harry – dijo solemnemente el señor Weasley –, el regalo que te vamos a dar es por parte de toda la familia y todos cooperamos.
Dicho esto, extendió un paquete que Harry tomó. Las manos le temblaban mientras lo abría.
– No debieron molestarse – balbuceó.
– Es un día muy importante para ti – dijo la señora Weasley – ¡claro que teníamos que regalarte algo!
Cuando terminó de abrir el paquete, no cabía en sí de emoción. Era un objeto con una bella tapa de algo parecido al oro, era circular y con una fina línea dorada tenía grabada al frente la palabra "Harry". Lo abrió, era una brújula, pero no una común. Sí tenía una flecha, pero en el lugar donde se suponía que debía estar el norte, se encontraba un pequeño recuadro marcado con una "equis". El sur era una "hache", el este una "a" y el oeste una "e".
– Es una Onimac – explicó Bill, mientras le mostraba lo que había en el interior de la tapa.
Con una fina línea dorada se perfilaba la leyenda Sac subeuq onimac leart seum alujur batse.
– Te ayudará cuando te sientas perdido – dijo Charlie.
Harry se había quedado sin palabras.
– La "hache" eres tú, la "e" son los enemigos y la "a" son los amigos. Sólo debes de escribir en la "equis" lo que buscas y la flecha te indicará el camino – concretó Bill.
Harry admiró agradecido el regalo.
– Ah, casi lo olvido – dijo la señora Weasley –, Anya te dejó este regalo – y le entregó un pequeño paquete negro.
– ¿Ella no está aquí? – inquirió Harry mientras abría el paquete.
– No Harry, ella se fue ayer en la noche – explicó el señor Weasley –, dijo que tenía algo muy importante que hacer y nos pidió que te entregáramos el regalo.
– ¿Y? – preguntó Fred.
– ¿Qué es? – apremió George.
– Es . . . ¡wow! – no fue necesario que lo dijera, porque en ese instante algo salió del paquete. Algo dorado con alas.
– ¡Es una snitch! – exclamó Ron emocionado.
Harry se levantó y la atrapó. Efectivamente era una snitch, pero había algo en ella, Harry sentía que ya la había visto antes pero, ¿dónde?
– ¡Harry! – dijo Ginny, sacándolo de su ensimismamiento – hay una nota dentro de la caja.
Debido a la sorpresa, nadie se había percatado de ese pequeño trozo de pergamino.
– ¡Léelo! – pidieron los gemelos a coro.
Harry sacó la nota y leyó:
Harry:
¡Felicidades! Lamento mucho no poder darte tu regalo personalmente, pero tenía que arreglar un asunto muy importante. Espero te guste y te sirva para entrenar.
Muchas felicidades nuevamente y estoy segura de que nos volveremos a ver muy pronto.
Anya
– Que buen detalle – dijo Bill.
– Sí – respondió Harry pensativo.
– Bueno – terció la señora Weasley – te he preparado un desayuno especial, ¿qué les parece si bajamos?
– Al fin – exclamó Fred.
– Me muero de hambre – agregó George.
Y todos comenzaron a salir por la pequeña puerta. Cuando estaban bajando las escaleras Ron le susurró a Harry:
– Mamá está muy emocionada, ha estado preparando tu fiesta prácticamente desde que empezaron las vacaciones.
– Ha invitado a mucha gente – murmuró Fred.
– Sí, la casa estará a reventar – aseguró George.
– Hermione no tarda en llegar – informó Ginny – y en la tarde vendrá la Orden del Fénix.
– Por eso pasaron por ti ayer, para que estuvieras hoy con nosotros – aclaró Ron.
– ¡Era por eso! – dijo Harry aliviado – por un momento pensé que algo malo había sucedido.
Cuando llegaron a la cocina, Harry se quedó atónito. Realmente era un desayuno especial. La mesa estaba llena de todo tipo de platillos.
– Siéntate Harry – dijo la señora Weasley mientras le indicaba en dónde.
En ese momento tocaron a la puerta. El señor Weasley salió de la cocina y regresó acompañado de los Granger.
Harry ya conocía a los padres de Hermione, los había visto en el callejón Diagon cuando fue a comprar sus materiales para segundo año.
– ¡Hola Harry! – saludó alegremente su amiga –. ¡Felicidades! – dijo mientras lo abrazaba –, me da gusto ver que estás bien.
Después le dio un paquete de forma rectangular. Harry supuso que sería un libro para la escuela, pero no quiso ser descortés, así que lo aceptó con agrado.
– ¡Cielos Hermione! – disimuló – no debiste de haberte molestado.
– Espero que te guste Harry – dijo ilusionada.
Cuando el regalo estuvo desenvuelto, Harry se dio cuenta que efectivamente era un libro, pero no uno para la escuela, era un libro de quidditch, muy grueso y parecía traer de todo.
– ¡Gracias Hermione! – y lo dijo sinceramente.
– Bueno, siéntense todos – apremió la señora Weasley.
– ¿Se quedarán a desayunar? – preguntó esperanzado el señor Weasley, dirigiéndose a los padres de Hermione, los cuales respondieron afirmativamente.
Todos se sentaron a la mesa y comenzaron a saborear los deliciosos platillos preparados por la señora Weasley.
