Capítulo 4. "Un Día Inolvidable"

– ¡Harry ya basta! – exclamó Ron – no debes de atrapar la snitch tan rápido, ni siquiera nos das tiempo de jugar bien.

Era la décima vez que intentaban empezar un juego de quidditch, pero en cuanto soltaban a la snitch, Harry no tardaba más de cinco minutos en atraparla.

– No puedo evitarlo – contestó Harry, al tiempo que se reunía con los demás.

Fred, George, Ginny y Ron habían aceptado la propuesta de Harry de estrenar la snitch, pero aparentemente, el regalo le había gustado tanto, que no quería separarse de ella durante mucho tiempo.

– Será mejor que paremos y bajemos a ayudar – sugirió Ginny.

– Sí, no tiene caso seguir intentando – dijo Fred.

Todos descendieron y se reunieron con Hermione, quien los había estado observando. Ella no había aceptado jugar, porque en cierta forma, le daba miedo volar.

Se encaminaron a la casa, cuando de repente:

– ¿Dónde está Percy? – preguntó Hermione. Percy era uno de los hermanos mayores de Ron.

Harry tenía la misma duda, pero no le pareció prudente preguntar.

– Bueno – dijo Ron – sigue viviendo en Londres.

– Pensé que después de lo que pasó regresaría aquí – replicó Hermione.

– No lo conoces – terció Fred.

– Es demasiado orgulloso – complementó George –, nunca admitiría que se equivocó.

– Pero va a venir, ¿no? – dijo Harry.

– Mamá lo invitó – contestó Ginny – pero él mandó una lechuza diciendo que le era imposible venir.

– No puedo creer que sea tan testarudo – replicó Hermione.

– Pero lo es – concluyó Ron.

Cuando llegaron a la casa se pusieron a ayudar en todo lo que pudieron. Harry, Ron y Hermione estaban arreglando la mesa en el jardín.

– Voy por los cubiertos – anunció Hermione.

Harry aprovechó la oportunidad para decir algo que lo perturbaba:

– Ron, desde anoche te he querido preguntar – hablaba deprisa, como si no quisiera que lo oyeran. No estaba seguro de que Hermione lo supiera y no quería preocuparla –. ¿Conoces a Anya? Es decir ¿la has visto de frente alguna vez?

Ron meditó un instante y luego respondió:

– Ahora que lo dices, jamás la he visto.

– Pero sí ha venido a tu casa ¿no?

– Sí, pero no he tenido ningún contacto con ella. A veces la veo cuando se va y siempre lleva puesta una capa que no me deja ver su rostro. Es un poco extraña.

– Pero entonces, ¿cómo es que tus padres la conocen? – preguntó Harry un poco desesperado.

– Según tengo entendido, Anya es integrante de la Orden del Fénix – respondió Ron –, pero mis padres dicen que casi no va a las reuniones. Creo que recibe órdenes directamente de Dumbledore. ¿Por qué lo preguntas?

– Simple curiosidad – dijo Harry, pero no estaba seguro de que esa fuera la razón.

– ¡Será mejor que nos apresuremos! – exclamó Hermione, quien regresaba de la casa y se acercaba a ellos – los invitados están por llegar.

Tal como dijo, los integrantes de la Orden llegaron pasados diez minutos.

– ¡Felicidades Harry! – dijeron cuando lo vieron.

– ¿Cómo pasaste este verano? – preguntó maliciosamente Alastor Ojoloco Moody, un mago cuya característica principal era un ojo mágico que lo veía todo –, ¿no te molestaron esos muggles?

– No – respondió Harry –, creo que estaban muy asustados.

– ¡Qué bien! – exclamó Moody alegremente.

– ¡Harry! – un mago canoso, con una túnica remendada y una gran sonrisa, se acercaba a él. Era Remus Lupin, su antiguo profesor de Defensa Contra las Artes Oscuras de tercer año, quien además había sido uno de los mejores amigos de James Potter –. ¡Feliz cumpleaños! – y le dio un abrazo que Harry agradeció.

– Hola Harry – una bruja joven, con ojos oscuros y cabello rosa, largo hasta la cintura, lo apretó en cuanto Lupin lo soltó. Era Nymphadora Tonks – ¡Felicidades! – parecía más contenta que nadie ahí presente.

– Gracias – dijo Harry cuando se liberó de aquel abrazo.

– Harry – habló Lupin –, éste es tu regalo por parte de la Orden del Fénix – y extendió un gran paquete.

– Gracias – repitió Harry, muy emocionado – no debieron . . .

– Claro que sí – interrumpió Moody – ahora ábrelo muchacho.

Harry obedeció y cuando lo abrió miró el interior muy asombrado.

– Llegamos a la conclusión de que necesitas estos detectores de tenebrismo – explicó Moody.

– Estarás más seguro y nosotros más tranquilos – agregó Lupin.

En la caja había de todo para protección. Desde un sensor de ocultamiento, hasta un reflector de enemigos.

– ¡Gracias!

– No hay de qué – dijo Lupin mientras le daba unas palmadas en la espalda.

– Bueno – exclamó la señora Weasley – todo está listo, ¿qué les parece si pasamos a la mesa?

Llegaron a donde estaba el banquete, se acomodaron en torno a la mesa, y comenzaron a cantar para Harry. Cuando terminaron se sentaron alrededor de la mesa. Había muchos platillos y en el centro, un gran pastel que decía Feliz Cumpleaños Harry .

Todos comieron con gran agrado esos deliciosos platillos.

Cuando iban a comenzar con su segunda rebanada de pastel, Hermione hizo una pregunta que confirmó las sospechas de Harry:

– ¿Y cómo te trajeron Harry? – era obvio que no sabía nada sobre Anya –. ¿Quién fue por ti?

Harry le explicó todo, desde la llegada de esa misteriosa joven, hasta cuando estuvo con los Weasley en la sala.

Cuando hubo terminado, Hermione no se mostró preocupada ni sorprendida.

– Tal vez Anya es otra espía de Dumbledore – explicó –, como Snape, y si supiéramos cómo es, estaríamos en peligro.

– Supongo que sí – dijo Harry pensativo.

Eso era lo más lógico, y se molestó un poco consigo mismo por no haberlo pensado. No había razón alguna para alarmarse.

Cuando los invitados comenzaron a irse, Lupin se acercó a Harry, para darle unos cuantos consejos.

– Harry, sé que es fastidioso que te lo diga, pero debes tener cuidado, todo lo que te dimos es para que lo uses y te prevengas de cualquier mal.

– Lo sé profesor.

– Y otra cosa – dijo Lupin muy serio – no quiero que me digas "profesor". Yo también fui amigo de tu padre y preferiría que me llamaras Remus.

– Esta bien prof . . . Remus – dijo Harry un poco sorprendido.

– Voy a confiar en ti Harry – dijo sonriente –, no me falles.

Dicho esto le dio otro abrazo, se despidió y se fue.

Cuando todos se habían marchado, se pusieron a recoger y arreglar un poco la casa, después subieron a su cuarto, un poco adormilados por tanta comida.

– ¿Y cómo te la pasaste Harry? – preguntó Ron ansioso.

– Es el mejor cumpleaños que he tenido en toda mi vida – contestó Harry alegremente.

Ron sonrió complacido. Se pusieron el pijama y se metieron a la cama. Ron se durmió enseguida y Harry lo supo por sus estruendosos ronquidos.

A pesar de estar feliz, en una pequeña parte de su mente rondaba la imagen de Sirius y de sus padres, y ahí, en la habitación de Ron, lloró en silencio por aquellos que no volvería a ver.