Capítulo 6. "Una Nueva Amiga"

Los vagones estaban llenos. Caminaron en busca de uno libre, pero no lo encontraron. Ginny se quedó en un compartimiento con unas amigas, mientras ellos seguían. Así, llegaron al final del tren, al último vagón.

– Seguramente éste sí estará vacío – dijo Hermione, mientras extendía una mano y deslizaba la puerta.

Se equivocó. No estaba vacío. Cuando la puerta se abrió completamente, vieron cómo una joven sentada junto a la ventana, se sobresaltaba y volteaba hacia ellos. No tendría más de 18 años.

– Disculpa – susurró Hermione – pensamos que estaba desocupado.

– Ya nos vamos – agregó Ron un poco incómodo.

– Esperen – dijo la joven mientras se levantaba – si quieren pueden quedarse.

– No queremos causarte molestias – replicó Harry.

– No es ninguna molestia – respondió ella –, si llegaron hasta aquí, es porque todos los vagones están llenos. Además, yo no ocupo todo este compartimiento.

Los tres se miraron dubitativos.

– ¡Que no les dé pena! – exclamó entusiasta la joven.

– Gracias – dijeron a coro y metieron sus cosas al vagón.

Cuando estuvieron sentados, se quedaron en silencio, hasta que la joven habló:

– Bueno, si vamos a viajar en el mismo compartimiento, ¿qué les parece si nos presentamos? Soy Ékuva Roswell – y extendió la mano derecha.

Hermione se la estrechó mientras decía:

– Hermione Granger.

– Ron Weasley – y le apretó la mano amistosamente.

– Harry Potter – dijo mientras alargaba su mano. Entonces algo pasó. No podía definir que era, pero en el instante en que su mano tomó la de esa joven, sintió algo extraño en su interior.

Tal vez, simplemente era el hecho de que cuando lo saludó, lo miró directamente a los ojos y no los desvió para ver su cicatriz. Gesto que Harry agradeció, porque aunque ya estaba acostumbrado, no significaba que le gustase que la gente lo mirara como un animal del zoológico.

La observó por un momento. Harry nunca había visto a nadie como ella. Estaba vestida con un pantalón y una blusa muggles, ambas prendas negras, y se cubría con una capa del mismo color que sus ropas. Su cabello también era negro, con corte de hombre, peinado hacia arriba. Era delgada, no muy alta.

Pero sin duda, lo que más llamó su atención, fueron sus ojos. Eran de un azul muy pálido, casi blancos. Cualquiera hubiera pensado que estaba ciega, de no ser por una línea negra que delimitaba el contorno de su iris, lo que daba a entender que eran sus ojos. Carecía de pupila, lo que los hacía más extraños. Además, eran inexpresivos. Ékuva podía sonreír o enojarse, pero sus ojos jamás dirían nada. Simplemente estaban vacíos, como si hubiera visto una guerra sin poder hacer nada para evitarla.

Entonces Ron habló y sacó a Harry de sus pensamientos:

– ¿Qué clase de nombre es . . . – pero entendiendo lo que iba a preguntar, Hermione le dio un codazo en las costillas para que se callara.

– Está bien – dijo Ékuva riendo – puedes preguntar. Sé que mi nombre es raro, pero te aseguro que no habías conocido a nadie como yo. Va de acuerdo conmigo.

– Eres de nuevo ingreso ¿verdad? – inquirió Hermione.

– Bueno, yo . . .

– Claro que lo es Hermione – interrumpió Ron –, seguramente entras a séptimo curso ¿no?

– En realidad yo . . .

– Te va a gustar Hogwarts – aseguró Hermione –, tiene buenos maestros.

– No todos son buenos – replicó Harry.

– ¿Como quién? – cuestionó Hermione.

– Como Snape y . . . Snape y . . . ¿ya mencioné a Snape?

Ron rió y Hermione adoptó un gesto de indiferencia, como si hubiera querido reírse pero no le pareciera correcto.

Ékuva sonrió ante las ocurrencias de Harry.

– ¿Son de Gryffindor? – inquirió la joven.

– Sí – respondió Ron –, ¿cómo lo sabes?

– Por su uniforme – contestó – y por la insignia de prefectos.

– ¡RON! – exclamó Hermione –, ¡tenemos que ir con los otros prefectos!

– ¡Es cierto! – dijo Ron – enseguida volvemos – y dicho esto ambos se levantaron y salieron del vagón, dejándolos solos.

Harry no pudo evitar sentirse un poco incómodo, pero cuando comenzaron a platicar, esa sensación desapareció. En realidad, se dio cuenta de que se llevaba muy bien con ella, pese a que fueran prácticamente desconocidos.

Media hora después regresaron Ron y Hermione y se unieron a la animada conversación.

Cuando habían comenzado a hablar de quidditch, llegó una mujer de cara sonriente con un carrito repleto de comida. Harry y Ron recordaron que no habían desayunado, así que compraron un poco de todo.

– Tomen lo que quieran – invitó Harry, poniendo los bocadillos en el asiento.

Comieron y conversaron alegremente, hasta que:

– ¡Puaj! . . . – Ron se atragantó con una gragea Bertie Bott de Todos los Sabores – ¡QUÉ ASCO!

– ¿Estás bien? – preguntó Hermione alarmada.

– ¡Jamás volveré a comer otra de esas cosas! – exclamó Ron, al mismo tiempo que escupía –, ¡ME HA TOCADO UNA CON SABOR A VÓMITO! – y continuó escupiendo.

Hermione puso una expresión de profundo asco, mientras Harry y Ékuva se esforzaban por contener la risa.

En ese momento, la puerta del compartimiento se abrió y dio paso a un joven de rostro pálido y puntiagudo, con cabello rubio platinado y ojos de un frío color gris, flanqueado por dos muchachos muy corpulentos. Era Draco Malfoy, seguido por sus amigotes Vincent Crabbe y Gregory Goyle.

– Vaya, vaya . . . miren a quién tenemos aquí: la sangre sucia, el cicatrizado y el pobretón – hablaba arrastrando las palabras, como era su costumbre.

– ¡Lárgate Malfoy! – exclamó Harry muy molesto.

– ¡No seas indeseable! – agregó Hermione.

– Ah, tienen compañía – dijo cuando se percató de la presencia de Ékuva –, te daré un consejo: no hagas amistad con este tipo de gente, o terminarás siendo una perdedora como lo son ellos y sus familias.

Los tres se levantaron furiosos dispuestos a atacar, pero su nueva amiga se interpuso.

– Yo me encargo – dijo en tono de advertencia.

– ¿Oyeron eso muchachos? – se burló Malfoy – creo que no sabes con quién estás hablando.

– Claro que lo sé – contestó fríamente –, estoy hablando con un niño mimado que piensa que con su cochino dinero lo puede todo, y que se cree muy valiente sólo porque tiene a sus dos gorilas detrás, ¡PERO QUE EN REALIDAD ES UN COBARDE QUE NO HARÍA NADA SI NO SUPIERA QUE ALGUIEN LE CUIDA LA ESPALDA! – gritó visiblemente enojada.

– ¡Esto lo vas a pagar muy caro! – espetó Malfoy, mientras les hacía una seña a Crabbe y Goyle.

Crabbe se abalanzó sobre Ékuva con un puño extendido pero ella lo esquivó agachándose; cuando estaba en el suelo, hizo algo parecido a una barrida de fútbol pero circular, con lo que Crabbe perdió el equilibrio y cayó hacia ella, pero Ékuva lo empujó fuera del vagón con ayuda de sus piernas.

Cuando se levantó, Goyle trató de sujetarla pero ella se hizo a un lado. Intentó atacarla por la espalda, pero la joven lo tomó de un brazo y lo lanzó fuera del compartimiento.

Una vez que ambos estuvieron en el piso, Ékuva se abalanzó sobre Malfoy, acorralándolo contra las ventanillas del tren. Colocó su antebrazo derecho en el cuello del muchacho, ahorcándolo, entonces habló con tono amenazador:

– Escúchame niño rico, ¡y escúchame bien!, no quiero volver a ver que los molestes, ni a ellos ni a sus amigos, porque si lo haces yo me enteraré, y aún no sabes lo que soy capaz de hacer. ¿Está claro?

Malfoy no respondió, sólo balbuceó y la miró horrorizado.

– ¡¿ESTÁ CLARO?! – gritó Ékuva, perdiendo la paciencia.

– S . . . s . . . sí – tartamudeó asustado.

– Bien – dijo Ékuva mientras retrocedía. Crabbe y Goyle se estaban poniendo en pie –. Ya váyanse.

No se movieron. Se quedaron paralizados viéndola.

– ¡AHORA!

Se fueron corriendo a trompicones. Ékuva dio la vuelta y entró al vagón, cerrando la puerta.

– ¿Dónde aprendiste eso? – preguntó Ron emocionado.

– Son artes marciales – contestó con calma –, es una disciplina muggle – aclaró al ver el rostro desconcertado de Ron –. Esta en particular se llama Tae Kwon Do y es muy útil cuando no se puede usar magia.

– ¡Fue increíble! – exclamó Ron –, ¡espero que te toque en Gryffindor para que nos puedas enseñar!.

– ¡Sí! – dijo Harry –, ¡sería grandioso!

– ¿Cómo crees que te seleccionen? – inquirió Hermione cambiando de tema, pues no estaba muy a favor de la violencia, aunque había disfrutado el espectáculo.

– En realidad yo . . .

En ese momento el tren paró. Ya habían llegado. Ron y Hermione se apresuraron a salir para supervisar a los otros alumnos. Entre Harry y Ékuva sacaron los equipajes de los cuatro y se reunieron con los demás en el pasillo. Después salieron hacia el andén de la estación de Hogsmeade.