Capítulo 12. "Sucesos Extraños"
– ¡¿CÓMO ES POSIBLE QUE PERMITAS TAL COMPORTAMIENTO EN UN MIEMBRO DE TU CASA?! – gritó Ékuva enfurecida.
Llevaba aproximadamente diez minutos reclamándole a Snape, quien la observaba atónito.
Después de que Pansy abandonó la torre para ir en busca del profesor, Ékuva había llevado a Neville hasta la enfermería, acompañada de los alumnos de Gryffindor y Slytherin.
Cinco minutos después de eso llegó Snape, y desde entonces había permanecido rígido en una silla, totalmente en silencio.
– ¿Por qué tanto escándalo? – era la profesora McGonagall, que venía acompañada de Hermione –, la señorita Granger me dijo que era urgente.
– Sucede que al señor Malfoy le pareció gracioso hacer una pequeña broma – explicó Ékuva – consistente en arrojar a Neville Longbottom de la torre de Astronomía – dicho esto último, señaló la cama en donde yacía Neville, totalmente inconsciente.
– ¿Es eso cierto? – preguntó la profesora McGonagall, con una nota de terror en la voz.
Malfoy se limitó a bajar la vista, sin decir una sola palabra.
– ¡Por Dios! – exclamó la profesora horrorizada, llevándose la mano derecha al pecho –, ¿cómo es posible?
– Profesora, me permito recordarle que Longbottom es extremadamente torpe – Snape por fin se había puesto en pie para defender a su alumno predilecto –, pudo tropezarce en el momento en que Draco pasaba a su lado y así provocar esta confusión.
– Claro – dijo Ékuva con ironía –, eso sería lo más lógico, de no ser porque fue realmente obvio que el señor Malfoy se desvió de su trayectoria. Todos lo vimos.
Los alumnos de Gryffindor asintieron, mientras que los Slytherin permanecieron inmóviles.
– Cualquier estudiante aquí presente puede dar testimonio de lo que pasó – indicó la joven, aún exaltada – además, todavía falta oír a Neville.
– Bueno, por ahí podemos comenzar – repuso la profesora McGonagall, al tiempo que se acercaba a la cama de Neville y lo apuntaba con su varita –: ¡enervate!
Neville abrió los ojos al instante, viendo asustado a su alrededor. Cuando se dio cuenta de dónde estaba, palideció y trató de buscar un punto de apoyo. Fijó su mirada en Harry.
– Longbottom – comenzó McGonagall –, voy a preguntarte algo muy sencillo, pero debes ser completamente honesto, ¿entendido?
Neville asintió despacio.
– ¿El señor Malfoy hizo que cayeras de la torre de Astronomía?
Todos lo miraron fijamente esperando la respuesta, tal vez fue por eso que comenzó a balbucear y a decir cosas sin sentido.
– Tranquilízate Neville – susurró Ékuva –, sólo contesta sí o no.
– S . . . s . . . sí – tartamudeó débilmente.
– Lo ven – dijo la joven – es cierto.
– Tengo entendido que estaban en medio de la oscuridad, ¿verdad? – inquirió Snape.
– Así es – respondió Ékuva con desgana.
– Entonces, ¿qué es lo que te hace estar tan segura de que no fue un accidente? – cuestionó astutamente.
– ¿Qué no te bastan estas pruebas? – preguntó la joven furiosa.
– Es obvio que el muchacho está muy consternado – replicó con calma –, en su estado, puede confundir cualquier cosa.
– Bien – dijo Ékuva – si no te es suficiente con mi palabra, vamos a hacerlo a tu manera: dale de tu poción de la verdad a cualquiera de los estudiantes aquí presentes y salgamos de dudas de una buena vez.
Todas las miradas se posaron ansiosas en Snape, esperando la respuesta a aquella sugerencia. Finalmente contestó:
– No es necesario, te creo.
– Entonces el señor Malfoy recibirá su castigo – aclaró la profesora McGonagall con un visible alivio –, yo misma se lo impondré.
– Si me lo permite profesora – intervino Ékuva –, quiero ser yo quien imponga el castigo. Después de todo, esto pasó en mi clase.
– Creo que eso sería lo correcto – convino McGonagall –, si no es que el profesor Snape tiene algún inconveniente.
– A mi parecer, es lo justo – respondió Snape un poco intranquilo.
– Muy bien – dijo McGonagall –, señor Malfoy, la profesora Roswell le avisará la fecha y hora en que cumplirá con su castigo.
Malfoy miró con horror a Ékuva, quien le dirigió una leve sonrisa de triunfo y satisfacción.
– Es hora de que se vayan a dormir – apresuró la profesora McGonagall –, ya es muy tarde y mañana tendrán un día muy ocupado. Y Ékuva, ¿puedes sacar a ese animal del castillo?
La joven asintió y salió de la enfermería junto con los alumnos. En el pasillo se encontraba Whisper. El pegaso había transportado a Neville cuando estaba inconsciente y ahora esperaba a su dueña fielmente. Ella montó y se alejaron a trote hasta que se perdieron de vista.
– ¡Potter! – exclamó Malfoy, aprovechando que McGonagall y Snape seguían en la enfermería –, dile a tu amigo que esto no se va a quedar así, me las va a pagar.
Harry abrió la boca para contestar, pero Joey fue más rápido:
– Si no quieres tener problemas, será mejor que dejes a Neville en paz.
– Oh . . . – Malfoy hizo una mueca burlona –, ¿eso es una amenaza?
Joey se abalanzó sobre el rubio y lo tomó por el cuello de la túnica.
– Sí – contestó susurrante pero con los ojos llenos de furia –, es una amenaza. No sabes de lo que soy capaz.
Malfoy palideció aún más, pero le sostuvo la mirada. Un ruido dentro de la enfermería indicó que los profesores salían, así que Joey lo soltó y giró sobre sus pies para encaminarce a la sala común de Gryffindor. Los alumnos se dividieron y se fueron a sus respectivas casas.
– ¿Te encuentras bien? – inquirió Hermione tímidamente.
– Sí – contestó Joey –, sólo estoy un poco frustrado, pero ya se me pasará.
Después de ese pequeño comentario, siguieron avanzando en silencio hasta el retrato de la Señora Gorda.
Harry llevaba durmiendo aproximadamente una hora. Cuando habían llegado al dormitorio, permanecieron en silencio contemplando la cama vacía de Neville, pensando en lo que pudo haber pasado.
Se acostaron sin hacer mayor comentario de lo sucedido. Tal vez fue por todo lo vivido que Harry tuvo un sueño muy extraño:
Se encontraba de pie en la torre de Astronomía, envuelto por la oscuridad, y frente a él estaba Ékuva, mirándolo fijamente. De repente, la joven se dejaba caer de espaldas al abismo con los brazos extendidos. Invadido por un profundo temor, Harry saltaba al vacío tras ella. En un inesperado giro del sueño, se vio dentro del Bosque Prohibido y Ékuva una vez más estaba frente a él. Ella comenzaba a correr y Harry la siguió con cierta dificultad. Él la llamaba por su nombre, pero por más que lo intentó, no consiguió que la joven aminorara la marcha. De pronto, ella paró bruscamente y Harry hizo lo mismo. Era como si Ékuva hubiera visto algo. Cuando Harry avanzó hacia ella, la joven inesperadamente levantó los brazos y rodeó el aire. Al fijar mejor la vista, Harry notó que la muchacha abrazaba a un hombre, aunque no pudo distinguir de quién se trataba. En ese momento Ékuva volvió a observarlo, pero extrañamente, sus ojos sí mostraron lo que ella estaba sintiendo: odio. Su mirada estaba llena de rencor. Entonces la cicatriz comenzó a dolerle, se la tocó para tratar de calmar la punzada y vio con horror que ésta sangraba.
Despertó de golpe, y por inercia, posó la mano en el rayo de su frente. Todo estaba bien, no había sangre.
Cuando se hubo tranquilizado, se sumió en sus pensamientos, tratando de descifrar aquel sueño, pero un ruido lo sobresaltó. Oyó que alguien se dirigía a la puerta, la abría y salía del dormitorio.
Esperó un poco, asegurándose de que los pasos se alejaban y después descorrió las cortinas de su cama para ver quién había salido.
La cama de Joey estaba vacía. Pero ¿adónde pudo haber ido?
Harry se recostó en la cama, pensativo. Al parecer, ya no sólo debía preocuparse por el significado de su sueño, sino que ahora también debía pensar en ese sospechoso paseo nocturno que Joey había decidido tomar.
