Capítulo 13. "Un Descubrimiento Sorprendente"
Había pasado una semana desde aquella noche nefasta. Por el momento, el sueño de Harry seguía sin tener algún significado en concreto. En cuanto a Joey, Harry llegó a la conclusión de que su extraño sueño lo había puesto paranoico; lo más probable era que su nuevo compañero saliera para atender al llamado de la naturaleza.
– ¡Vamos Harry! – exclamó Ron –, ¿no se supone que el entrenamiento debe ser más duro?
– ¡Este es el primer entrenamiento que dirijo! – se defendió –, apenas estoy aprendiendo.
– Creo que es mejor que paremos – aconsejó Katie Bell, otra cazadora de Gryffindor.
– No te preocupes Harry – dijo Ginny en tono comprensivo –, para ser tu primera vez como capitán, estuvo bastante bien.
– Quien definitivamente merece un aplauso es nuestro querido cazador Joey Reagan – comentó Ron, cuya actitud hacia el joven había cambiado totalmente desde que supo lo del Tae Kwon Do.
– No es para tanto Ron – murmuró Joey ligeramente apenado.
Todo el equipo se dirigió a los vestidores para quitarse las túnicas de quidditch.
– ¿Ya están listos? – preguntó Hermione cuando el trío se le acercó.
Respondieron afirmativamente con la cabeza. Le habían prometido a Hagrid visitarlo para poder hablar sobre su primer semana en el sexto curso.
Caminaron bastante animados hasta la cabaña de Hagrid, ubicada en los límites del Bosque Prohibido, y cuando llegaron, se llevaron una grata sorpresa: justo al lado de la cabaña había una cerca improvisada en donde se encontraba Whisper y junto a él, nada más y nada menos que Malfoy, con las ropas totalmente sucias, parecía que intentaba bañar al animal, pero de acuerdo a la escena, el pegaso estaba bañando al rubio.
No pudieron evitar sonreír, pensando que ese debía ser el castigo impuesto por Ékuva.
– ¡Que quede muy limpio Malfoy! – exclamó Joey burlonamente.
Todos rieron, excepto Malfoy, quien levantó la vista y lo miró con un profundo odio.
– ¡No pierdas tiempo contemplándolos! – era la voz de Ékuva –, recuerda que estás cumpliendo un castigo. ¡TRABAJA!
Malfoy volvió a lo suyo mientras ellos llegaban a la puerta de la cabaña, donde Ékuva estaba recargada, viendo complacida la divertida escena.
– Vienen a ver a Hagrid, ¿verdad? – inquirió la joven cuando los tuvo enfrente.
– Sí – respondió Harry –, ¿él está aquí?
– ¡PASEN! – la voz de Hagrid retumbó desde el interior de la cabaña –. Los estaba esperando – agregó cuando estuvieron adentro –. Siéntense. Espera, a ti no te conozco – dijo dirigiéndose a Joey.
– Soy Joey Reagan – se presentó al tiempo que su mano era apretada por la de Hagrid –, apenas entré en este curso.
– Mucho gusto, ¿quieren una taza de té?
Los cuatro chicos asintieron y se sentaron alrededor de la mesa. Sobre ésta, ya había dos tazas humeantes de té. Hagrid preparó rápidamente cuatro más y se las ofreció a los muchachos.
– ¿Estabas hablando con Ékuva? – preguntó Harry.
– Eh . . . sí . . . este . . . ¿No quieren pastelillos? – dijo nerviosamente.
– Gracias Hagrid, pero no tenemos hambre – respondió Hermione, quien conociendo los dotes culinarios de Hagrid, prefirió abstenerse.
– Bueno, cuéntenme, ¿cómo les ha ido en su primer semana?
– Pues se puede decir que la única materia que ha cambiado es Defensa Contra las Artes Oscuras – contestó Ron –, es mucho mejor ahora.
– Ékuva es una gran profesora – complementó Joey después de beber un sorbo de té.
– Sí – comentó Hagrid pensativo –, ella en una gran persona.
– ¿Ya la conocías? – inquirió Harry.
– Este . . . no . . . yo . . . –por alguna extraña razón, Hagrid estaba muy nervioso y miraba hacia la puerta de la cabaña –. Lo que pasa es que . . .
– ¿Interrumpo? – Ékuva se asomó por la puerta.
– No – dijo Hagrid con un visible alivio –, pasa.
– Gracias – respondió mientras se sentaba junto a los demás y tomaba su taza de té.
Por un pequeño instante, un profundo silencio se apoderó de todos, y podía sentirse mucha tensión en el ambiente.
– Así que . . . – habló Joey – ¿Ese es el castigo de Malfoy?
– Es sólo una parte – aclaró la joven – también será suspendido del equipo de quidditch, no se le permitirá visitar Hogsmeade, y veré la forma de imponerle algún castigo físico.
Debió ser realmente visible la sorpresa que les dio esa noticia, porque Ékuva agregó:
– Claro que eso no lo debe saber nadie.
– Pero el castigo físico está prohibido en Hogwarts – replicó Hermione asustada.
– No necesitas decírmelo Hermione – respondió la joven –, lo sé, pero lo que hizo Malfoy merece un buen escarmiento.
– Sí Hermione – intervino Ron –, Neville pudo haber muerto.
– Si Ékuva no se hubiera lanzado tras él, todo hubiera terminado en tragedia – dijo Joey muy serio.
– Lo sé, pero . . .
Un estruendoso relinchido la interrumpió. Rápidamente salieron de la cabaña para ver qué pasaba.
Malfoy se encontraba agazapado en el suelo, mientras Whisper saltaba y relinchaba como un poseso.
Hagrid saltó la cerca y se llevó a Malfoy, al tiempo que Ékuva trataba de calmar al pegaso. Cuando lo hubo logrado, se dirigió furiosa al rubio:
– ¡¿ACASO ESTÁS LOCO?! ¡POR ALGO TE DIJE QUE NO PODÍAS USAR MAGIA! ¡WHISPER SE ALTERA MUCHO CON ELLA!
Malfoy no respondió, estaba demasiado asustado como para defenderse.
– Será mejor que lo dejemos así – concluyó Ékuva más calmada –, ya está oscureciendo.
– Sí – dijo Hagrid –, ustedes también deben irse. Conversaremos otro día.
Los cuatro amigos se miraron y obedecieron con resignación.
Regresaron al castillo junto a Ékuva y Malfoy, pensando que no valía la pena meterse en problemas tan pronto.
Harry no sabía cuantas horas llevaba tratando de dormir, aunque suponía que debían ser muchas. Finalmente se dio por vencido y decidió ir a relajarse a la sala común.
Se sentó frente a la chimenea, donde el fuego ya se había consumido. Eran noches como esas las que Harry empleaba para pensar en todo lo que lo rodeaba. Pensaba en Dumbledore, en la Orden del Fénix . . . en Voldemort; sentía una gran impotencia al no poder ayudar en la lucha contra el enemigo.
De repente, un ruido lo sobresaltó, sacándolo de sus pensamientos. Alguien bajaba las escaleras de los dormitorios. Harry permaneció inmóvil y en silencio, prestando atención al sonido.
Los pasos claramente cruzaron la sala común y salieron por el pequeño agujero que estaba detrás del retrato de la Señora Gorda. Entonces todo fue silencio.
No tardó en decidir. Subió al dormitorio y confirmó sus sospechas: Joey no estaba en su cama. Rápidamente tomó su capa invisible y el mapa del merodeador, y se apresuró a seguirlo. Algo en su interior le decía que no era común aquel paseo nocturno.
Cuando se encontró fuera de la torre de Gryffindor, observó con detenimiento su mapa. Joey estaba dos pisos debajo de él. Tomó uno de los atajos marcados en el mapa y en cuestión de minutos vio la espalda de su compañero. Caminaba deprisa, aunque Harry no había descubierto hacia dónde. Se alejó un poco de Joey para que no pudiera oír sus pasos.
Bajaron varios pisos, y pasaron por corredores tenuemente iluminados. Después de un rato, Harry había decidido regresar a la torre y dejar a su compañero, pero cuando levantó la vista, Joey ya no estaba frente a él. Sacó el mapa y buscó desesperadamente una pequeña mota de tinta con el nombre "Joseph Reagan", y la encontró dentro de una habitación unos cuantos metros delante de él.
Se acercó a la puerta aguzando el oído para escuchar lo que su compañero hacía ahí dentro, pero no había sonido alguno. Probablemente la puerta había sido impasibilizada. Eso explicaría la falta de audición.
Esperó unos minutos al lado de la puerta, muy frustrado. Cuando ésta se abrió, vio a Joey salir de ahí y tomar el camino hacia la torre de Gryffindor. Harry se dispuso a seguirlo, pero una segunda persona salió de la habitación.
Era Ékuva. Pero, ¿cómo? Cuando Harry buscó en el mapa, sólo Joey apareció dentro de la habitación. Se suponía que ella también debió estar marcada, pero no fue así, y no existía otra forma de entrar a ese lugar.
Ékuva cerró la puerta y permaneció en silencio mirando a su alrededor. Harry no se movió. No sabía si ella era capaz de ver a través de las capas invisibles, pero decidió no arriesgarse. Después de unos segundos, Ékuva giró sobre sus pies, dándole la espalda, pero no se fue. Se quedó ahí mirando el corredor vacío.
– Me parece que es un poco tarde para un paseo nocturno, ¿no crees Harry?
Harry sintió un enorme vacío en el estómago. Sus sospechas resultaron ser ciertas.
– Es mejor que regreses a la torre de Gryffindor si no quieres que la señora Norris te descubra – y sin decir más, comenzó a caminar por el largo pasillo desierto.
Harry siguió su consejo y regresó a la torre, bastante sorprendido por lo acontecido.
